El relato erótico "Amanda, una relación especial" es un texto de ficción, ni el autor ni la administración de blogSDPA.com apoyan los comportamientos narrados en él.

No sigas leyendo si eres menor de 18 años y/o consideras que la temática tratada pudiera resultar ofensiva.

Amanda era una niña tímida, obediente y agradable, de cuerpo delicado y tez blanca. Tenía sólo 10 años.

Amaba con locura a su padre. El suyo era un lazo especial, a Amanda siempre le había gustado jugar con su padre, Juan. Cada vez que Juan miraba la televisión Amanda se acurrucaba al lado de él. A ella le encantaba cuando la noche era fría, en que se envolvían en una manta y Juan ponía su brazo alrededor de ella y la apretaba contra él.

La madre de Amanda, María, trabajaba de noche así que a Amanda pasaba muchos ratos con su padre.

Amanda tenía vacaciones en la escuela puesto que era Navidad. Eran las seis de la tarde y María se preparaba para ir a trabajar. Juan vio a María en bragas y sujetador, dispuesta a vestirse.

Hola tía buena, dijo Juan, que se excitaba fácilmente con su encantadora mujer.

María estaba agachada y Juan deslizó una mano entre sus piernas sobando su monte de Venus. Juan empezó a acariciar los labios vaginales de María cuando oyeron a Amanda preguntar.

¿Qué estáis haciendo?

María sacó los dedos de Juan de su coño mojado.

Nada Amanda, contestó María, sólo estábamos jugando.

María se dio la vuelta y le dijo a Juan.

Tengo que irme o voy a llegar tarde. Ya te veré por la mañana y acabaremos.

María terminó de vestirse, besó a su marido e hija y se marchó.

¿Qué quieres ver en la tele, papá?, preguntó Amanda.

Bueno, hija, mira a ver que hacen mientras yo voy a tomar una ducha.

Juan tenía que andar doblado para aguantar la tensión de su verga durísima después de haberle metido el dedo a María. Se había metido ya en la bañera y acababa de enjabonar su polla cuando entró Amanda. Juan quitó su mano de su miembro, pero no antes de que Amanda viera lo que hacía. La niña, siendo una chica educada y tímida, hizo como que no vio la polla larga y dura de su padre y empezó a explicarle qué daban en la televisión. Juan escuchaba a Amanda y notaba que su hija continuaba mirando su nabo. No pudiendo hacer nada para bajar su erección, Juan sacó el tapón de la bañera y abrió la ducha.
Amanda preguntó a su padre si podía entrar con él en la ducha. Juan que no deseaba aparecer extraño a su hija le pidió que fuera a buscar su pijama. Mientras Amanda iba, Juan pensaba poder pajearse, pero cuando estaba a punto de correrse, se abrió la cortina y entró su hija. Juan soltó su polla y abrió de nuevo el grifo de la ducha.

Cuando fue a asir el jabón, la mano de Amanda rozó la dura polla de Juan. Amanda fingió no notarlo, pero Juan dio un respingo.

¿Estás bien papá?

Sí, cariño.

Amanda dio el jabón a su padre y le pidió que le enjabonara la espalda. Cuando Juan se dio la vuelta fue su larga y dura verga la que se frotó con la espalda de la niña. Juan gimió otra vez y se dio cuenta de lo lindo, tierno y delicado que era el cuerpo de Amanda. Podía ver las líneas del broceado en su lindo culito y se sintió avergonzado de excitarse con su inocente hija.

A Amanda le gustaba la sensación de las manos de su padre lavándole la espalda.

Cuando ella dio un paso atrás, pudo sentir su miembro frotarle la espalda. Era emocionante sentirlo frotarse contra ella, así que se tiró un poco más hacia su padre y le pidió que la lavara más abajo. La respiración de su padre era cada vez más rápida mientras empezaba a enjabonar las caderas de Amanda, y gradualmente sintió como su mano se iba deslizando sobre la suave nalga de su hija, parecía que no podía detenerse. Sus dedos resbalaron entre las nalguitas de la niña, cuya respiración se detuvo cuando sintió los dedos de su padre frotando en la entrada de su culito, mientras continuaba sintiendo la dura polla frotando contra su espalda.

A Amanda le gustaba ese frotamiento; separó sus piernas lo suficiente para dejar que su padre la lavara mejor. La niña suspiraba a medida que él continuaba frotando, y él comenzó a ejercer más y más presión. Antes de que él mismo se diera cuenta, Juan frotaba sus dedos a través de los labios del conejito de Amanda. Pudo notar la pequeña apertura de su hija al resbalar uno de sus dedos por la rajita. A Juan le gustaba sentir la suavidad de ese conejito y comenzó a deslizar su dedo más profundamente entre los labios del coñito de Amanda.

Continuó frotando, ejerciendo más y más presión hasta que su dedo resbaló entre los pliegues de los jóvenes labios del suave conejito. Amanda gimió y arqueó sus caderas levemente hacia adelante, haciendo que el dedo continuara en su pequeño y apretado agujero. Empezó a follarla con el dedo durante varios minutos, suavemente insertando su dedo hasta el último nudillo y después lentamente sacándolo casi por completo.

Juan sintió los músculos en su coño contraerse apenas levemente, el cuerpo entero de la niña parecía tensarse por un momento y después se relajó.

Como el conejito de Amanda se ajustaba al dedo de su padre, Juan comenzó a empujar su dedo aún más rápido, mientras continuaba presionando su verga en la espalda de la niña. Y Amanda se inclinó contra la ducha con sus piernas bien separadas para que su padre pudiese meter mejor su dedo en ella. Ella no sabía realmente que pasaba, lo único que sabía es que confiaba en su papá y que le estaba haciendo sentir muy, muy bien.

Cuando oyó a su hijita gemir, Juan no pudo resistir más y sintió su dura polla estallar en la espalda de la niña, presionando su verga fuertemente contra ella y eyaculando su semen sobre la suave piel infantil hasta que la última gota salió. Entonces quitó lentamente su dedo del coño de Amanda. Juan se sintió avergonzado por lo que había hecho a su dulce e inocente chiquilla. Se volvió con pensamientos atormentados y se secó y abandonó el baño después de vestirse.

Una hora más tarde, Amanda apareció en el salón llevando un corto vestidito y se sentó en el sofá con su padre. Juan se alegró de que la niña actuara como si nada hubiese ocurrido.

Papá, mi cosita me escuece.

Juan pregunto.

¿Qué cosa?

Amanda se levantó, levantó su vestido y señalo su entrepierna.

¿Te lavó papá demasiado fuerte?

No papi, sólo que siente algo raro.

Juan que no sabía qué hacer le dijo que trajera la leche corporal de su vestidor. Cuando Amanda regresó, su padre le dijo que se quitara las braguitas y que se colocará sobre el sofá. Juan se arrodilló en el suelo y comenzó a aplicar la loción en el blando conejito rosado de la niña, antes de que él se diera cuenta, sintió su verga crecer y luchar por salir de su ropa. Mientras Juan frotaba su yema del dedo entre los labios del conejito de Amanda, le preguntó si el escozor había parado.

Sí papá, la loción sienta bien.

Por segunda vez, Juan no podía creer lo suave que era el conejito de su hija. Separando delicadamente los labios del coñito insertó lentamente su dedo, haciéndolo entrar gradualmente más profundo hasta que notó el himen de la niña. Juan fue ensanchando lentamente el himen de Amanda hasta que el dedo quedó enterrado hasta lo más profundo.

Amanda simplemente se quedó así, abriendo las piernas de par en par porque ella notaba como su papá la hacía sentir bien. Entonces Juan reaccionó, paro en seco, sacó su dedo y mandó a la niña vestirse nuevamente.

Más tarde Amanda subió a la cama, al lado de su padre, que estaba acostado viendo programas nocturnos.

Juan acostumbraba a dormir desnudo y a la niña le gustaba dormir en la cama con sus padres. La polla de Juan seguía estando dura después del frotamiento de la vulva de su hija, y él se giró de espaldas para evitar rozarla de nuevo y no excitarse más. De repente la niña, que estaba detrás de él, puso su mano en el estómago de su padre. Juan podría sentir la pequeña mano prácticamente tocando la cabeza de su polla. Amanda estaba ocupada viendo la televisión del dormitorio y no movió la mano. Después de un par de minutos, Juan se incorporó un poco para tomar un sorbo de refresco y cuando volvió a su posición original, la mano de la niña resbaló accidentalmente quedando la cabeza de la verga de su padre en su palma.

Amanda dio un respingo al darse cuenta que lo que tenía en la mano era el pene de su padre. Un poco apurada, dejó su mano donde estaba, pensando que él no lo notaría, pero cada vez que la verga palpitaba, hacía brincar su mano, que iba desplazándose hasta que lentamente quedó envolviendo el duro miembro.

Juan casi no podía respirar cuando sintió la mano de la niña envuelta alrededor de su verga. Estaba desconcertado, aquí estaba él, acostado en la cama con la polla dura como una roca y su hija con la mano firmemente apretada alrededor de su verga. Juan lentamente comenzó a mover las caderas muy ligeramente, Amanda que no sabía qué hacer apretaba su puño sobre la verga de su papá. Al notar que la niña aumentaba la presión, Juan aceleró el ritmo de sus caderas.

Amanda, ingenuamente, comenzó a frotar ligeramente su mano arriba y abajo de la verga de su padre. Era una sensación extraña en su minúscula mano, la verga de su padre era suave, pero muy dura y caliente. Él empezó a bombear su pene en la pequeña mano primero lentamente y luego cada vez más y más rápido. Ella estaba contenta porque parecía ser que a su padre le gustaba cuando exprimía su verga firmemente. Antes de que ella se diera cuenta, su padre envolvió una toalla alrededor de la mano de la niña y empezó a moverla rápidamente arriba y abajo de su duro miembro. Amanda sintió súbitamente que su mano se mojaba bajo la toalla y casi seguido su padre quitó la mano de la niña de su pene y la apartó.

Amanda pensó que ella había hecho algo malo, pero su padre se le acercó y le dio un beso de buenas noches. Amanda se sintió aliviada de que no estuviera enojado, se acurrucó cerca de su padre y se durmió. Juan en un primer momento se sintió mal por haber dejado que su niñita le hiciera una paja, pero tomó la firme determinación que nada así volvería a ocurrir.

Pero dos horas más tarde Juan despertó con una rabiosa erección, él estaba aún medio dormido cuando se pegó más a su esposa y colocó su verga entre sus piernas. Ella estaba toda acurrucada, hecha un ovillo, de espaldas a él. Juan gimió cuando sintió lo mojada que ella estaba, su larga verga resbalaba contra los labios de la vulva, que él sentía muy apretada al tener las piernas cerradas.

Amanda se despertó cuando sintió la dura verga de su padre resbalar entre sus piernas. Amanda todavía tenía leche corporal en su vulva y su entrepierna estaba muy resbaladiza. Ella sentía como la verga de su papá se frotaba entre los labios de su conejito y no sabía cómo reaccionar. Amanda no se movió por miedo de despertarle, así que ella permanecía muy calmada y dejó que su padre continuara frotando su polla contra su cuerpo.

Mientras tanto, Juan empezó a mover su verga rápidamente contra su coñito y cuando sintió que él estaba a punto de correrse, agarró a Amanda alrededor de la cintura y empujó su cadera colocando la punta de su polla justo en la apertura del conejito de la niña.

Juan empujó sus caderas y sintió su miembro deslizarse en el coño de su esposa. La cabeza entera de su polla estaba mojada de líquido preseminal. Él tomó su verga y la movió arriba y abajo de los pliegues del minúsculo coño sin pelos de su pequeña hija hasta que no pudo aguantar más. Se colocó en la entrada del suave chochito y empujó poco a poco, haciendo un esfuerzo para conseguir entrar en ese apretado agujerito. Los labios externos del coño de la niña se separaron y rodearon apenas la punta del glande, pero como él continuó empujando, sintió como las apretadas paredes vaginales comenzaron a ceder, e insistió hasta que la cabeza de la polla se deslizó lentamente adentro.

Amanda jadeó y sus párpados se cerraron lentamente. Su cabeza estaba inclinada hacia atrás y su boca estaba abierta levemente. Ella respiraba muy rápidamente. Él continuó empujando dentro de ella. Las paredes de su coño se apretaban firmemente alrededor de la polla, lo que hacía la penetración muy lenta. En ése momento, completamente despierto, Juan se dio cuenta de que su verga no estaba entrando en el coño de su atractiva mujer, sino que entraba en el conejito de su hijita. Juan estaba demasiado caliente para parar y continuó empujando su verga más profundamente en Amanda.

Amanda mordía su mano para evitar gritar cuando ella sentía el grueso glande del miembro de su padre partir en dos el orificio de su minúsculo conejito. Amanda no deseaba despertar a su padre así que ella cerró fuertemente sus dientes y dejó a su padre meter la punta de la polla en ella. Juan, dándose cuenta que no podía entrar más adentro, decidió fingir que estaba follando con su esposa.

Aflójate un poco, María, que no te lo puedo meter bien. Ábrete un poco más de piernas.

Amanda se sorprendió de que su padre pensara que era su mamá. Aún con el dolor de tener una verga tan grande en ella, levantó lentamente su pierna, Juan se emocionó cuando sintió que su dulce hija se le abría y le metió de golpe su verga. Cuando lo hizo… cinco gruesos y duros centímetros de polla entraron en su coño rasgando completamente el himen de la pequeña: Amanda gritó sin poder evitarlo y Juan sintió su verga entrar en erupción en el apretado coñito de Amanda. Soltó un chorro después de otro de su caliente semen en la vaginita de su querida hijita.

En el momento de máxima pasión, Juan empujó unos centímetros más de polla dentro de la niña, Amanda aguantó su respiración mientras sentía la verga de su papá palpitar dentro de ella. Amanda se alegró cuando sintió la polla de su padre ablandarse dentro de su conejito. Juan después de tirar toda su leche en el coñito de Amanda, se empezó a asustar de lo que él acababa de hacer, él no podía creer que se acababa de follar a su inocente niñita.

Después de pensar un rato, Juan puso sus brazos alrededor de Amanda y le preguntó si se encontraba bien. Amanda contesto con un susurro que sí, que un poco soñolienta, se acurrucó en los brazos de Juan y se durmió plácidamente.

Juan despertó temprano a la mañana siguiente y encontró a su esposa en la mesa.

¿Cómo te ha ido la noche María?

Ha sido aceptable, contestó María… Juan, ¿por qué las braguitas de Amanda están en suelo al lado del aceite corporal?

Amanda me dijo que su vulva le escocía y era lo que encontré más a mano para ponerle.

Se te puso dura, Juan.

Juan miró avergonzado hacia abajo y le dijo a María que se había levantado con una erección. María estaba a punto de sugerirle una mamada cuando Amanda apareció y abrazó a su madre. Juan se alegró de que Amanda actuara con la naturalidad de siempre, pero observo horrorizado que había semen seco entre los muslos de la niña.

Mientras Amanda se alejaba para ir a vestirse Juan y María pudieron observar el lindo culito de la niña.

Esta pequeña gatita no se preocupa mucho de la desnudez, ¿no Juan?

Juan hizo que no con la cabeza, mientras daba gracias al cielo de que María no hiciera ninguna mención sobre el esperma seco entre las piernas de Amanda. María se dio la vuelta y se fue a la cama.

Más tarde ese día, mientras estaban en la cama, María comenzó a frotar la polla de Juan, se giró hacia su marido y le preguntó acerca del semen seco en la cama. Juan se puso tenso ante la pregunta. Entonces María pregunto.

¿Te excitaste con el culito desnudo de Amanda frotándolo contra tu verga tan dura y tan grande, cariño?

Juan no contestó y María movió su mano arriba y abajo de su verga. María se había inclinado encima de él y lamía el glande de Juan cuando oyeron a Amanda acercarse a la cama para preguntar si podía dormir con ellos. María quitó de su boca la polla de Juan pero mantuvo su mano alrededor, mientras la movía arriba y abajo de forma que Amanda podía verlo perfectamente.

Para Juan era embarazoso que su verga fuera masturbada a pocos centímetros de la cara de Amanda, así que susurró a su esposa que no debía hacer esto delante de la niña. María preguntó a Amanda si el pene de su padre la incomodaba. La inocente niña se ruborizó e indicó con su cabeza que no. María dijo a Amanda que pusiera su mano alrededor del miembro de papá.

Juan comenzó a protestar cuando María colocó la pequeña mano de su hija alrededor de la gorda verga de su padre, pero al tacto de la mano de la niña dio un respingo de asombro, no podría creer que María estaba haciendo esto. Amanda comenzó a frotar ligeramente su mano arriba y abajo de la verga de su padre.

Juan sentía que estaba a punto de correrse con la mano de su hija que le exprimía la polla. Le susurró al oído a su mujer que se quería correr, pero ella le contestó que ya acabarían después de que Amanda se fuera a dormir. Juan gimió y asintió.

Mientras llevaba a su hija a su dormitorio, María le preguntó si su conejito todavía le escocía como ayer por la noche, Amanda se ruborizó y contestó que sólo un poco.

Entonces María le sacó el pijama y le dijo que se quitara las bragas. Después de vestirse con un camisón Amanda se colocó sobre la cama y separó sus piernecitas. María se quedó estupefacta de lo enrojecida que estaba la vulva de la niña, pero sin inmutarse precedió a aplicar una abundante cantidad de lubricante íntimo en el conejito de Amanda. Sólo como comprobación, María deslizó su dedo entre los labios de la niña y se sorprendió al ver su dedo desaparecer fácilmente casi por completo. Después de aplicar un montón de lubricante íntimo en y alrededor del coñito de Amanda. María le dijo a Amanda que quería que ella fuera a la habitación de sus padres, que se pusiera encima de su papá y que le mostrara cuánto lo amaba. Le explicó que las niñas pequeñas deben ser siempre agradables con sus padres abrazándolos firmemente.

También le ordenó que no bajara hasta que su padre se lo pidiera.

María subió a la cama al lado de su marido y le dio un beso de buenas noches, pero no antes de frotar ligeramente su verga un par de veces y de asegurarse que estaba bien dura. Amanda que era una niña cariñosa y obediente hizo lo que dijo su madre y se metió en la cama, se puso sobre el regazo de su padre por debajo de la manta y se estiró para abrazarle. La mano de María estaba acariciando los testículos de Juan en la base de su verga. Mientras que frotaba su verga ella le hablaba sobre el viaje del día siguiente. Actuando disimuladamente, María levantó como por descuido la verga de Juan de forma que quedó entre las piernas de su hija. Amanda sintió como al mover su madre el pene de su padre, su conejito presionaba contra su dura polla, pero ella continuó acostada encima de él, abrazándolo.

Juan gimió al contacto del conejito de su hija y presionó contra Amanda, él la envolvió con sus brazos en un fuerte abrazo para pegar su coñito firmemente contra su enorme polla. Juan rogó para que la mano de María permaneciera en sus huevos. Amanda se sintió presionada hacia abajo hasta que noto la cabeza de la polla de su padre empujar ligeramente entre sus labios vaginales, pero intentó hacer como si nada ocurriera. Juan hablaba un poco con María mientras que disimuladamente presionaba su verga hacia arriba contra el conejito de su hija.

Finalmente Juan notó como la punta de su polla expandía la vaginita de Amanda y se deslizaba hacia su interior. Su estrecho conejito se ajustó al glande del grueso pene como un puño. Él hizo como si ajustara sus caderas, y consiguió meter otro centímetro en el apretado coñito de su hija.

El masaje que le hacía María en las bolas, en la base del miembro, hacía que la punta de su verga hiciera un movimiento de entrada y salida del coño de Amanda. Antes de que Juan pudiera detenerse, gimió y su verga estalló en el conejito de Amanda. María sintió la base de la verga palpitar y supo que su marido estaba teniendo un orgasmo y que las contracciones que notaba significaban que estaba soltando una carga enorme de semen dentro de su propia hijita. Cuando Juan sintió que descargaba la última gota de su leche en Amanda, se dio cuenta que su esposa tenía que haberse dado cuenta.

María le susurró a Juan en la oreja.

Nuestra pequeña te ha hecho correr en su estómago, ¿no?

Juan, avergonzado, hizo con la cabeza que sí.

No pasa nada, sé que estabas muy caliente, y por lo menos no ha sido dentro de ella, seguro que no se ha dado cuenta de nada. Tranquilo, cariño.

Juan cabeceó otra vez con alivio y le dijo a Amanda que se fuera a dormir, pero él tenía muy claro que se había corrido en ella por segunda vez ese día y se sentía culpable.

Cuando Amanda se levantó para darse la vuelta Juan dio un respingo de asombro mientras que otros dos o tres centímetros resbalaban en el estrecho coñito de la niña, entonces ella se separó y se giró para dormir. María dio un apretón a la polla de su marido y rodó para dormir.

Después de que una hora de presionar su dura verga contra el suave culo de su esposa Juan se giró y sin darse cuenta sintió su polla pegada contra el culito de su hija. Juan que no deseaba despertar a su esposa presionó adelante hasta que la punta de su verga anidó entre las nalgas de Amanda.

Juan sabía que era incorrecto sentir eso, pero él deseaba follarse a Amanda una más vez. Su verga palpitó mientras resbalaba entre las mejillas mojadas del tierno culito.

Después de un par de minutos de presionar contra el culo de la niña, Juan se quedó helado al sentir la mano de su esposa rodearlo.

¿Juan, la tienes dura?, le preguntó mientras su mano se deslizaba por su vientre hacia su polla.

Juan comenzó a decir algo cuando la mano se envolvió alrededor de su dura verga.

María frotó ligeramente su mano a lo largo de la verga de Juan y notó que la punta estaba alojada en el culito de Amanda.

¿Amanda te la puso dura otra vez, cariño?

Juan articuló algún sonido ininteligible. Él comenzó a darse la vuelta, pero María le indicó que se estuviera quieto.

Sé que ella te tiene muy excitado, así que déjame ayudarte a frotarte contra su culito.

Juan no podía creerlo cuando sintió que María empezaba a deslizar la punta de su verga entre las nalguitas de su propia hija. Amanda que se había despertado, sentía a su madre frotar el miembro de su padre en su culito, pero no quería que supieran que se había despertado por miedo a que la enviaran a dormir a su cama.

Juan estaba muy nervioso y le dijo a María que mejor que pararan antes de que despertaran a Amanda.

María dijo a Juan que se relajara, que la niña dormía y que en un momento acabaría.

Después de un par de minutos de frotar su verga contra el culito y los labios del conejito de Amanda, Juan dijo a su mujer que si no paraban él se iba a correr. Ésta le contesto que no se preocupara de nada, que lo hiciera tranquilamente, pero que no desperdiciara su leche y puso la puntita de la polla de su marido entre los labios del coñito de la pequeña. Juan aflojó su cintura y dejó que María guiara su verga entre las piernas de la niña.

Empuja tus caderas, le susurró María.

Juan perdido totalmente por la sensación del suave conejito de su hija y la masturbación de la mano de su esposa empujó sus caderas adelante, el chochito de la niña, totalmente resbaladizo de lubricante y semen, se abrió fácilmente alrededor de la punta de la polla de su padre. María comenzó a masturbar con más fuerza la verga de Juan mientras lo empujaba adelante.
¿Sientes placer, Juan?, preguntó María.

¡Sí!

Entonces empuja un poco más…

Juan envolvió a Amanda con sus brazos y tiró de su pequeño y suave cuerpo hacia él, y con un leve impulso empujó varios centímetros más en su estrecho conejito.

La niña gruñó pero continuó inmóvil.

Juan notando la sensación del tierno coño de su hija envuelto alrededor de su verga comenzó a empujar sus caderas adelante y atrás haciendo que su polla entrara y saliera de Amanda. Su coñito apretaba su falo como un guante. Juan intentó forzar su enorme verga más adentro de la vaginita infantil de su hija tirando de ella hacia él, pero no entraba más, así que comenzó a bombear su verga dentro y fuera. Estaba tan apretado que Juan no pudo aguantar ni un momento más y su polla estalló en el estrecho coñito de Amanda una vez más. María notaba como la verga de Juan eyaculaba toda su leche en el interior de la inocente niña y masturbó su verga hasta que su marido acabó.

Así mi amor, así. Vacíate dentro de ella… goza, mi vida, córrete…

Amanda pudo sentir como su papá arrojaba chorros de líquido en lo más profundo de su vaginita, pero continuó haciéndose la dormida mientras su padre bombeaba su verga profundamente en ella.

María besó a su marido y le pidió que se cerciorara de sacar su miembro de la niña antes de que despertara. Amanda se dispuso a dormir de nuevo con la fláccida verga de su padre en su interior.

A la mañana siguiente Juan encontró a su esposa en la cocina preparando el desayuno.

María, no sé qué decir…

Entonces no digas nada ya que lo disfrutaste. Pero cariño, quisiera pedirte un favor… quiero que te la folles hoy en el coche para ver lo lejos que puede llegar estando despierta, dijo María con una sonrisa.

Pero María, ella no sabe nada de lo quesucedió…

Ya lo sé, solamente intentémoslo…

Entonces apareció Amanda bajando las escaleras. Andaba con las piernas un poco abiertas y había semen seco en su entrepierna.

¿Dormiste bien Amanda?, le pregunto su madre con una sonrisa.

Sí.

Amanda se ruborizó.

Anda, ve a darte un baño para que nos podamos ir…

¿Lo ves Juan? Todo está bien.

Juan sonrió y se fue a vestir. Se puso unos pantalones holgados y sin ropa interior.

María estaba en el cuarto de baño con Amanda.

Amanda, pongamos un poco más de cremita en tu rajita para mayor seguridad y mejor no te pongas ropa interior este fin de semana para dejar que el aire te dé en la entrepierna y se te cure el escozor.

María eligió una corta falda plisada azul para su hija y después cepilló su largo pelo rubio en una cola de caballo. Después de que Amanda se acabara el vestir, María la había puesto sobre la cama con sus piernas separadas de par en par. María se quedó perpleja al ver lo dilatada que tenía Amanda la entrada de la vagina, a medida que ella aplicaba lubricante íntimo en la vulva de su niña, deslizaba delicadamente la yema de su dedo sobre el tierno clítoris, entonces pasando su dedo por los labios vaginales María empezó a deslizarlo en el coñito de Amanda, haciendo el movimiento hacia adentro y hacia fuera hasta que entró totalmente.

Amanda grito de asombro al sentir el dedo de su madre resbalar adentro y hacia fuera y, sin darse cuenta, empezó a levantar sus caderas para aumentar la sensación de ese dedo entrando profundamente en ella. Cuando Amanda empezaba a disfrutarlo, su madre le ordenó dirigirse al coche.

Amanda subió en el asiento delantero con su papá porque el trasero estaba lleno de equipaje. María comenzó a conducir en dirección a la cabaña donde pasarían sus vacaciones. María apreció que Juan tenía su mano sobre el muslo de Amanda, y también podía ver el bulto de su erección en sus pantalones. Amanda estaba entretenida con un libro de colorear que tenía en su regazo.

Después de que cerca de cinco minutos Juan buscó en el suelo de atrás y sacó un refresco de la nevera, y al volverse a sentar su mano se deslizó ocasionalmente bajo la falda de su hija. Amanda hizo como que no notaba que la mano de su padre estaba a unos centímetros de su conejito. Juan podía notar la abundante cantidad de lubricante íntimo entre las piernas de su hija. Mientras que su hija continuaba coloreando, Juan comenzó a frotar ligeramente su dedo en el muslo y fue moviendo gradualmente sus dedos hacia arriba. Finalmente el dedo pequeño de Juan rozaba sobre los labios del conejito de Amanda. Él oyó a Amanda hacer una respiración profunda pero ella continuó coloreando. Juan comenzó a frotar su dedo arriba y abajo de la rajita de Amanda, aumentando con la presión hasta que la punta de su dedo meñique entró entre los labios del conejito.

María continuaba mirando de reojo, y se sorprendió de lo tranquila que estaba Amanda. Juan volviéndose más rudo, metió todo su dedo dentro de la vagina de la niña. Estaba tan lubricada y caliente que Juan comenzó a mover el dedo adentro y hacia fuera, frotando sobre su clítoris cada vez que el dedo se metía en la rajita. María finalmente se apartó del camino y se detuvo. Juan, pensando que María había cambiado de parecer sacó rápidamente su dedo del conejito mojado de Amanda.

¿Algo mal querida?, pregunto Juan.

Nada querido, sólo que necesito seguir estos mapas. Amanda, ¿te importaría sentarte en el regazo de tu padre? Así mis papeles no se arrugarán.

Amanda asintió. Mientras la niña recogía sus lápices, Juan aprovechó para desabrocharsus pantalones.

Amanda después de sentarse en el regazo de su padre continuó coloreando. Estaba inclinada hacia adelante absorta en su libro de colorear cuando notó la verga de su padre poniéndose dura entre sus piernas. Juan estiró repentinamente sus piernas, lo que hizo salir su dura verga fuera de sus pantalones, quedando entre las piernas de Amanda. La niña con las piernas una a cada lado de las de su padre, sentía la verga de su padre golpear rítmicamente contra su conejito, podía notar la punta de su enorme nabo contra su estómago bajo la falda.

Después de un par de minutos de tener su verga en contacto con el conejito mojado de la niña, Juan tiró a su hija hacia arriba y le dijo que se inclinara hacia atrás para aliviar la presión de sus piernas.

Amanda obediente como siempre, se inclinó hacia atrás y dejó a su padre ajustarla en su regazo. Juan levantó a su hija para arriba mientras sentía lentamente su verga resbalar hacia abajo por su estómago hasta que estuvo a la altura justa de los labios del coño de la niña. Entonces él le dijo que permaneciera así un rato. Amanda respiró profundamente al sentir la presión de la enorme y dura verga de su padre contra los labios de su conejito. Sabía lo que iba a pasar.

María miró a su hija y le pregunto si pasaba alguna cosa. Amanda que no deseaba ser un problema dijo que no a su madre con cara de resignación e hizo ver que coloreaba.

Mientras tanto, Juan separó las piernas para abrir más los muslos de Amanda. Y mientras separaba sus piernas, sintió los labios de la vulva de su hija extenderse alrededor de la punta de su verga. Levantó sus caderas lentamente hasta sentir su grueso glande rodeado totalmente por el conejito de la niña.

La respiración de Amanda se aceleró mientras sentía que la verga de su padre partía su conejito, pero actuada como si nada pasara.

Juan dejó escapar un gemido ahogado al notar lo apretado del chochito infantil de su hija. Él la sostuvo para dejar que su estrecho agujerito se acomodara a su gruesa polla.

Amanda que estaba en una posición estirada intentó tensar sus piernas para evitar que le entrara más ese miembro, pero al cabo de un ratito se cansó y las acabó relajando.

Conforme sus piernas se fueron cansando, la niña se fue destensando y dejándose caer gradualmente sobre la dura polla de su padre. Juan sintió que las piernas de Amanda se relajaban y empujó lentamente hacia arriba hasta que noto la agradable sensación de la vaginita de su niña abrochando firmemente su verga. Juan levantó a Amanda con suavidad para dejarla caer nuevamente sobre él y sintió que otros dos centímetros de polla resbalan dentro del estrecho y lubricado conejito. Juan quería saber cuánto era capaz de acoger el pequeño cuerpo de su niña en su interior, así que colocó sus manos bajo las piernas de su hija y la levantó hasta que su pequeña vulva quedaba situada justo sobre la punta de su polla.

Amanda, deja que te saque de encima de esta pierna, que se me duerme…

María miro disimuladamente con una sonrisa al darse cuenta de lo que Juan estaba a punto de hacer.

Amanda contuvo su respiración cuando sintió a su padre levantarla sobre su verga, se alegraba de que estuviera oscureciendo y su madre no podía ver lo que ocurría.

Amanda se sentía incomoda porque su papá hacía eso delante de su mamá. Juan consiguió con éxito embutir unos diez centímetros de su nabo en ella. Como no deseaba lastimar a su pequeña chiquilla, la iba bajando lentamente sobre su verga.

Notaba como su grueso aparato iba separando los labios del inmaduro conejito que se adaptaban firmemente alrededor de su enorme polla. Juan gimió cuando sintió que tres o cuatro centímetros más se alojaban en el pequeño coñito. Amanda aguantaba estoicamente el sentirse totalmente separada por el instrumento de su padre. Él consiguió meter dieciocho duros centímetros de polla en el apretado y minúsculo conejito de su hijita antes de llegar a bajarla del todo.

Amanda estaba asustada y se sentía incapaz de moverse con un pedazo de carne tan grande dentro de su cuerpecito. Ella se sentía partida, como si su vaginita hubiese sido abierta de par en par. Juan mantenía su verga enterrada profundamente en el vientre de la niña, ella era tan estrechita que él no se podía mover. Después de un rato intentó mover su polla dentro del coño de Amanda pero no pudo porque el conejito de la niña estaba cerrado firmemente alrededor del inmenso miembro. Juan intentó retirar su verga pero Amanda gruñó y él supo que estaban enganchados y que no se podría retirar de dentro de su hija hasta que no se corriera y perdiera la erección.

Al cabo de quince minutos Juan se dio cuenta que no podría correrse con el conejito de Amanda firmemente cerrado alrededor de su polla y se quedó inmóvil esperando perder la erección, aunque la excitación de tener su pene de adulto, de un tamaño más que respetable, empalado casi totalmente en el cuerpecito infantil de su inocente hija se lo impedía. María se preguntó por qué Juan había parado de moverse, así que tan pronto como pudo se detuvo en un área de descanso y le pidió a Amanda que fuera a sentarse con ella.

No puedo mamá… dijo la niña cabizbaja.

Amanda comenzó a llorar y su madre le preguntó qué era lo que pasaba.

Te enfadarás conmigo… sollozó Amanda.

Te prometo que no me enfadare…

Amanda miró tímidamente hacia su regazo, mientras gruesos lagrimones resbalaban por sus coloradas mejillas.

¡Oh, vaya!… dijo María.

Fue deslizando poco a poco su mano bajo la falda de Amanda hasta que notó la suave vulva de su hija separada grotescamente alrededor de la gruesa polla de su marido.

Parece que estamos enganchados, cariño… dijo Juan con una inocente sonrisa.

María no pudo aguantarlo y se puso a reír a carcajadas. María hizo que Juan reclinara su asiento hacia atrás y rodeó con la mano la base de la polla y comenzó a tirar suavemente de ella para sacarla de su encierro, intentando no hacer daño ni a su marido ni a su hija. Al final empezaron a salir dos o tres centímetros. Amanda se alegró cuando sintió el miembro de su padre comenzar a resbalar hacia fuera y comenzó a subir de su regazo para que acabara de salir. Entonces su madre le ordenó permanecer quieta.

María explicó a Amanda que sería conveniente dejar el pene de su padre dentro de ella y que incluso sería mejor si se deslizaba hacia arriba y hacia abajo a lo largo de él.

Amanda creyó a su madre y puso sus manos sobre el regazo de su padre para apoyarse y, con ayuda de su madre, lentamente se incorporó hasta que sólo la punta de la polla de su padre entraba en ella. Poco a poco dejó que su vaginita se acostumbrara, hizo una profunda inspiración y dejó caer su coñito por el propio peso de su cuerpo sobre el eje de la verga de su padre. Lo sentía tan grande dentro de ella.

Juan estaba en el cielo, desde su posición veía el pequeño y lindo cuerpo de Amanda y como su enorme polla iba desapareciendo en el vientre de su hija. Al mismo tiempo que la niña se dejaba caer sobre su verga, Juan comenzó a levantar sus caderas para arriba para empalarse mejor en el apretado coño infantil. Notó como el conejito de su hija cedía y la asió alrededor de las caderas y empujó cada centímetro de su dura verga en su vagina. Cuando tuvo sus veintiún centímetros dentro de su hija, no pudiendo aguantar más, empezó a eyacular grandes chorros de semen en lo más profundo del coño de Amanda en un increíble orgasmo, bombeando hacia el útero de la pequeña la misma leche que años antes le había dado la vida en el vientre de su madre.

La niña estaba perpleja cuando los veintiún centímetros irrumpieron en su conejito, ella se intentaba librar pero su padre la sostenía bien agarrada contra él. La pequeña sintió la polla de Juan palpitar dentro de su vientre, y después notó una humedad cálida y viscosa que fluía por sus muslos. Amanda se quedó inmóvil, sentada sobre la verga de su padre mientras notaba como se iba aflojando dentro de ella. Finalmente María la quitó de encima de su marido y le preguntó si se sentía mejor. Amanda asintió sin mucha convicción, mientras su madre observaba lo dilatada y enrojecida que estaba su pequeña vulva sin pelos, rebosando semen.

Siéntate sobre esta toalla para no manchar el coche… le mando… y no cierres las piernas o te escocerá otra vez la rajita.

María le dio un tierno beso a su marido y se dispuso a continuar el viaje hacia la cabaña donde iban a pasar sus vacaciones, mientras éste se disponía a dormir, exhausto después de ese tremendo orgasmo.

Amanda estaba confundida…

Fin

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