
Mi primera vez... ¡fue con mi perrito!
7 de noviembre de 2024 en Relatos SDPA, Jovencitas, Zoofilia
Una chica que se siente sola y confundida, encuentra en su mascota lo que tanto necesitaba.
Esta es la historia de cómo fue mi primera experiencia sexual y fue con mi perrito “Juguetón”. Yo soy Mónica y mi infancia la pase en el campo, teníamos un perro muy bonito de raza Pointer Inglés, blanco con manchas rojizas, era muy juguetón, le encantaba correr por la granja y en varias ocasiones tuvimos que correr tras de él para alcanzarlo y evitar que se escapara.
No sé bien cómo fue que comenzó mi fascinación hacia él, no sé si sería la soledad en la que me encontraba, tenía once años, no tenía amigas y ni mucho menos un novio. La única con la que pasaba el tiempo era mi hermana, aunque ella me apoyaba, aun así yo me sentía muy sola. Así pues comencé a pasar más tiempo con Juguetón, todas las tardes al regresar de la escuela, me ponía a jugar con él hasta que mamá me llamaba a comer, convencí a mi papá de que lo dejara quedarse toda la noche en mi cuarto, me costo mucho trabajo convencerlo pero al final como casi siempre termino accediendo a los caprichos de su princesita.
Una noche después de haberme bañado y aun estando desnuda en mi habitación, justo en el momento en el que me agache para ponerme mi ropa interior sentí su hocico frío y húmedo en mi colita, sentí su aliento cálido en mi piel, me quede sorprendida e inmóvil, fue una sensación muy agradable, pero en un instante la idea me pareció demasiado guarra, enfadada me volteé hacia él y con tono firme le reprendí.
– Eso no se hace Juguetón, no es divertido – pero la realidad fue otra, esa nueva sensación despertó en mi un instinto casi animal que terminaría entregándome completamente a él.
A costada en mi cama trate de no darle importancia a lo que avía sucedido, trate de dormir pero casi me fue impasible, en mi mente daba vueltas una y otra vez la idea de sentir otra vez el húmedo hocico de mi perro en mi rajita. Comencé a excitarme y paso por mi mente la idea de ¿porqué no? Me senté en la orilla de la cama, mi cuerpo temblaba de la excitación que sentía, me quite el pantalón del pijama y comencé a frotarme la conchita por enzima de mi calzoncito.
Juguetón parecía estar dormido, pero comencé a llamarlo, después de un par de intentos él alza su cabeza y camina hasta mi cama. Yo seguía acariciándome, mis pezones sé sentian duritos y mi calzón comenzaba a humedecerse.
– Vamos, Juguetón, ven chiquito, ven quiero que me pongas tu naricita en mi cosita otra vez- pero Juguetón, no reaccionaba.
– Vamos, acércate, no tengas miedo esta vez no te voy a regañar- le decía mientras me quitaba el calzoncito. Se me ocurrió que tal vez si se lo daba a oler el se acercaría.
Le puse el calzoncito en su hocico justo donde estaba húmedo con mis fluidos y el los olfateo, se acerco asta mi entrepierna pego su nariz fría a mi vulva. Al sentirlo me estremecí, metí mi dedo índice un poquito en mi rajita y se lo acerque a su hocico. Él lo comenzó a lamer, se acerco mas a mí, olía como desesperado mi sexo como si buscara de donde salía ese olor rico que le había gustado. Y cuando menos me di cuenta comenzó a lamerme de una forma tan impresionante que casi de inmediato comense a gemir, sentí un poco de miedo que mis papás y mi hermana me escucharan, así que con mi mano derecha me tape la boca para silenciar un poquito mis sollozos.
Su lengua recorría todo mi sexo asta llegar a mi colita, en cada arremetida mi cuerpo se convulsionaba en un estado casi hipnótico de placer. Sentía mis pezones casi a reventar, con mi mano izquierda los pellizcaba y jalaba aumentando así las sensaciones, que en un momento se juntaron; fue como si el tiempo se hubiera detenido y una explosión de energía se acumulara en mi cuerpo hasta que ya no pude más. Termine en un orgasmo que me hizo llorar, con los ojos llorosos y el cuerpo empapado en sudor me quede completamente dormida, esa noche ya no supe mas solo dormí.
Estaba fascinada con lo que sucedido la noche anterior, me humedecía tan solo de pensar en lo que había sentido. Esa mañana no pude concentrarme en la escuela, solo contaba las horas y los minutos para que fuera el momento de regresar a casa, solo quería jugar con mi perrito y hacer las travesuras que había descubierto anoche.
Para no variar esa mañana el descanso fue más insoportable que como de costumbre, sentada sola en el patio, mientras miraba como las demás chicas jugaban o platicaban reunidas en grupitos de amigas, me sentí más sola que nunca, quería que mi perrito Juguetón, estuviera ay con migo. Por fin sonó el timbre de la escuela, ya eran las dos de la tarde y sentí una gran emoción porque podría jugar con mi perrito, Llegué casi volando a casa, aventé mi mochila al sillón de la sala, le avise a mama que ya había llegado y que saldría a dar una vuelta a la hacienda con Juguetón.
Salí al patio, Juguetón estaba echado como siempre bajo el limonero, al verme alzó la cabeza y moviendo su cola se acercó a mí.
-Me extrañaste- le pregunte mientras le acariciaba la cabeza y el cuello – vente vámonos- y como siempre él me siguió.
Me sentía muy nerviosa pero a la vez excitada, mi cuerpo temblaba como si tuviera frió a pesar de que hacia mucho calor. Camine con mi perro lo mas lejos que pude, no quería que mi padre o alguno de sus empleados fueran a encontrarme jugando de esa manera con Juguetón. Así me dirigí asta donde no pudieran encontrarme, ya una vez segura de que nadie podía vernos me senté en el pasto y comencé acariciarlo en la cabeza y en el cuello, como de costumbre Juguetón lamía mi cara y movía su cola.
-¿Te acuerdas de lo que hicimos anoche? Hoy vamos a jugar otra vez.
Me levante del suelo y tras revisar con la mirada por ultimas vez, me quite mis calzoncitos y los arroje a un lado de Juguetón, una cosquillita rica salía de mi clítoris y parecía viajar hasta mis pezones, poco a poco sentí como se iban endureciendo hasta que se podían notar por enzima de mi blusa, Me senté de nuevo en el suelo, pero esta vez con las piernas separadas, podía sentir el pasto fresco en mi entrepierna y la cálida brisa del viento hicieron que deseara tocarme. Con mi dedo índice comencé a rozar poco a poco mi clítoris, me estremecí de placer cuando sin que lo esperara Juguetón comenzó a pasar su lengua áspera por mi vulva, no pude menos que lanzar un acallado pero lleno de placer gemido.
Cerré mis ojos y mientras Juguetón me comía con su enorme hocico, mis manos acariciaban mis pechos, redondos duros y tan sensibles que no podía creer lo que estaba sintiendo. Mi respiración se fue volviendo mas y más agitada, de mi boca no salían mas que suspiros, y de repente convertidos en un lloriqueo casi infantil tuve un orgasmo.
Juguetón no paraba de lamerme, en cada embestida podía sentir como si su lengua ásperamente llegaba casi hasta mi útero. Yo quería mas, jamás pensé que pudiera gritar tanto de placer o que mi perrito pudiera dármelo; pero así era, tuve un segundo orgasmo justo en el momento en el que embriagada en placer, lujuria y sexo; mi vagina comenzó a contraerse y empapada en sudor quede exhausta en el suelo.
Extenuada tarde algunos minutos en reponerme, me senté de nueva cuenta en el suelo, mi respiración aun era un poquito agitada, me ardía mi conchita y al tratar de levantarme las piernas me temblaban; fue entonces cuando vi a Juguetón a unos pasos mas adelante echado en el suelo, cual grande fue mi sorpresa al ver que él se lamía un enorme pené que le salía de entre las piernas. Era enorme, roja y se le notaban un montón de venas; asombrada me acerque hasta él, llena de curiosidad intente agarrarlo, pero me entro un poco de miedo al pensar que talvez se enfadaría y me lanzaría una mordida, el problema era que me sentía tan excitada que en verdad quería tocarla, quería sentir como era y me preguntaba en mi mente sí seria como tocársela a un chico. Decidida lentamente fui acercando mi mano asta su pené, solo me atreví a ponerle un dedo enzima, pero al notar que él solo me miraba y sacaba la lengua como cuando le acariciaba la cabeza, me dio el valor suficiente para agarrarlo con toda mi mano; se sentía muy dura y era tan gruesa que apenas y lograba rodearlo con mi mano.
-¿Quieres que te masturbe?- le pregunte excitada. Pero la verdad es que aun que Juguetón me hubiera dicho que no, mi mano ya había comenzado con esta tarea. Quede sorprendida al darme cuenta que entre mas lo estimulaba su pené crecía y se ensanchaba aun más.
Estaba tan emocionada, jamás pensé que Juguetón reaccionaria de esa manera ante mis caricias, era como si le gustara lo que le hacia, pero… ¿Seria lo mismo que masturbar a un chico? Y si se lo chupaba ¿Qué pasaría?
Cerré los ojos y acerque su pené a mi boca, trate de rozarlo con la punta de la lengua pero no pude. Tenia miedo, hasta ese momento, había fantaseado e incluso planeado como seria mi primera vez.
-¿Qué estoy haciendo? – me pregunte, así no era como lo había planeado… ¡así no!……
Por primera vez en los últimos meses Juguetón; no paso la noche en mi cuarto, me sentía tan confundida que lo mejor que pude hacer era no tener al perro cerca, por lo menos un tiempo. Pero pase una noche muy extraña, despertaba continuamente masturbándome y soñando casi despierta que Juguetón me hacia el amor, como si fuera un hombre. Desperté sudorosa, con la mano entre mis piernas y completamente excitada, me sentía extraña y confundida.
¿Cómo saber, que mis sentimientos no estaban influenciados por mi soledad? No lo sabia, pero tampoco me importaba; me había dado cuenta que durante esos dos días mi corazón latía de excitación, me emocionaba al extremo tener que cuidarme, para que no me viera nadie con mi perro y sobre todo me di cuenta que ya no me sentía tan sola. Ese día decidí que por más malo que fuera yo no podía estar peor.
Decidí esperarme hasta la noche, porque en el día sería imposible que nadie me descubriera. Espere a que mis padres y mi hermana se durmieran, salí cuidadosamente de mi habitación y tras revisar que mis familiares dormían, llame en voz baja a Juguetón, salimos juntos al patio y caminamos hasta la parte de atrás del ático, a solo unos cuantos metros de mi casa, pero lo bastante aislado como para que nadie nos escuchara. Las ansias me hacía temblar, el roce de mi
camisón sobre mi piel desnuda me hacía sentir como en un sueño, sentía mis pezones duros y estos se notaban a través de la fina tela blanca.
-¿Te gusto?- le pregunte a Juguetón, mientras el camisón se deslizaba por mi cuerpo hasta el suelo.
Que de desnuda frente a Juguetón, me sentía tan húmeda, salvaje e increíblemente para mí, lo único que en ese momento quería, era tener el enorme y grueso pené de mi perrito en mis manos, quería chapárselo y una ves que él estuviera a mil, quería que me penetrara, tan salvaje como lo hacia con sus perritas. Me puse en cuclillas, lo mas cercas a él que pude, con mi mano derecha comencé a masturbarlo, pero pasados unos minutos no sucedía nada y Yo me volvía loca de deseo.
No aguante mas y me acosté sobre la hierba, separe las piernas lo mas que pude y mientras me acariciaba, lo llame.
-Ven, chúpame la colita, vamos chiquito ven- Juguetón se acerco a mí, y de inmediato comenzó a lamerme la vulva, de una manera tan brutal que casi de inmediato comencé a llorar de placer. A cada lengüetaso suyo, mi cuerpo se estremecía, sentía entrar su lengua áspera hasta lo mas intimo de mi ser. No tarde mucho en tener el primer orgasmo de esa noche.
-A hora me toca a mí- le dije juguetonamente a mi perrito mientras me levantaba, todavía agitada por la tremenda lengüeteada que juguetón me acababa de dar. Le acaricie el lomo, la sensación de su suave pelaje en mi mano, se hizo sentir reconfortada y mucho más segura de lo que estaba por hacer.
Con suavidad baje mi mano hasta su pancita, y no me sorprendí al ver que esta vez su pené asomaba una puntita roja de su funda de piel peluda, se notaba ya bastantemente excitado y sin pensarlo mucho la tome con mi mano, con un suave movimiento de arriba a bajo comencé a masturbarlo llena de placer. Me encantaba la sensación de su pené, duro como si fuera un palo, pero tan sube y cálido al tacto, que estoy segura que cualquier chica enloquecería al tener un pené así en su mano. Juguetón se excitaba cada vez mas, lo notaba porque su pené empezó a ponerse enorme, entonces cerré mis ojos y sin pensarlo mucho lo metí en mi boca; Apenas y cabía en mi boca, estaba caliente y su sabor salado al principio me pareció chocante, pero conforme se la iba chupando y Yo me iba excitando llego a gustarme.
Comencé a notar que su pené se iba engrosando cada vez mas en mi boca, y de este salía un liquido calientito, que aunque no-tenia mal sabor, empezó a provocarme horcajadas y me vi obligada a sacármelo de mi boca. En verdad se había puesto enorme, aun sorprendida y recuperándome de la asfixia, Juguetón se puso como loco, daba vueltas alrededor de mí, y a aprovechando que quede a gatas, él se monto en mi agarrándose fuertemente con sus patas a mi cadera. Frenético bombeaba queriéndome penetrar, su pené chocaba contra mis nalgas y en una de sus embestidas por poco y me penetra por la colita; Me espante muchísimo, no quería que me la metiera por ahí, trate de safarme pero lo único que conseguí fue que me gruñera e intentara morderme el cuello.
-detente Juguetón me haces daño- le implore al perro. Me quede inmóvil un momento, estaba aterrada, comencé a llorar e intente safarme de nuevo, pero la repentina violencia con la que Juguetón intento detenerme, hicieron que lo reconsiderara una vez más.
Pero mi esfuerzo no fue tan en balde, en el segundo intento de quitármelo de enzima, mi colita quedo mas arriba y mis pechos quedaron al ras del suelo. No tardo mucho en atinarle a mi vagina, y una vez que entro la punta, me la metió completa hasta el fondo, sentí un dolor horrible, como si me destrozara todo por dentro, mis lloriqueos se intensificaron tanto que temí que mis padres me escucharan llorar, pero ya no podía hacer nada, Juguetón me había penetrado y en ese momento me poseía como su hembra, me cogía de una manera tan salvaje que me arrepentí de todo, afortunadamente para mi el dolor empezó a desaparecer y cuando menos me di cuenta se había convertido en placer. Lo sentía tan rico dentro de mí, que se me olvido el mal rato que pase, en un instante mis sollozos dejaron de ser de dolor para convertirse en gemidos llenos de placer, que salían de mi boca, acompañados de palabras que inconscientemente y a causa del estado en que me encontraba, le decía a mi perro:
-¡Ay que rico, que rico… sigue perrito, así cógeme cógeme…!
Los orgasmos no se hicieron esperar, aunque suene exagerado llegaron uno tras otro, hasta sumar tres, sumida en una cascada de erotismo zoofilico y en un estado semiinconsciente, no note el momento en el que mi perro quedo abotonado a mí, ni tampoco el momento en el que paso su pata por encima de mi espalda y quedamos mirando hacia lados opuestos del campo, me di cuenta asta que comencé a sentir como se llenaba mi vientre con un liquido que parecía estar hirviendo, era tanto que sentía como escurría por mis piernas. Pasados unos minutos, Juguetón tiro hacia adelante intentando zafarse, sentí un dolor como si me desgarraran por dentro, intente agarrame de la hierba para evitar ser arrastrada por el suelo, pero entre mas me sujetaba mas tiraba el perro y me hacia daño, no se cuento tiempo mas estuve abotonada, pero no tardo mucho en poder zafarse. Quede rendida en el frió pasto aquella madrugada, mientras que de mi vagina salía un rió de esperma mezclado con sangre.
Había sobrevivido a mi primera experiencia Zoofilica y sexual en mi vida, estaba completamente rasguñada de las caderas, tenia las rodillas raspadas y mi vagina estaba tan adolorida que tardo un par de días en recuperar su estado normal. Desde ese día las cosas cambiaron entre mi perro y yo, me había convertido en su perrita y él lo sabía, en varias ocasione Juguetón intentaba montarme y en otras hasta llego a gruñirme para que le obedeciera, lo tuve como amante un par de años más hasta que él ya no pudo.
Fin

Los amigos de papá
7 de noviembre de 2024 en Relatos SDPA, Jovencitas, Incesto, Sexo en grupo
Esto que les contare sucedió cuando estaba en la adolescencia. Todas las tardes acostumbraba acompañar a mi padre a buscar a mi madre a su trabajo, mi padre solía salir mucho antes de la hora de salida para no llegar tarde. Mi padre siempre se estacionaba en un aparcamiento que en realidad no era frecuentado por nadie más pues estaba siempre en deterioro, pero lo que siempre me llamaba la atención era que todas las tardes había 5 autos estacionados en línea y cada uno de ellos andaba con una chica.
Presumí que eran sus hijas. Nos estacionábamos y solo esperábamos casi una hora en el auto un poco alejados de ellos y a veces papá me decía “quédate aquí” y se iba a fumar un cigarro pasando entre medio de los 5 autos estacionados. Ya me picaba la curiosidad de todas las tardes la misma cosa y un día estando estacionados en el parque le pregunté a papá que era lo que hacía esa gente en el parque.
Mi padre me dijo que de seguro no me gustaría saber, fue entonces que me dio más curiosidad y le dije que sí quería saber. Mi padre me dijo que no rotundamente y me explico que yo era muy pequeña y que posiblemente me asustaría y se lo contaría a alguien. Me enoje y le dije a mi padre que yo era grande y que podía saberlo.
Mi padre me contestó “bueno hija esta bien, date una vuelta y regresas”. Salí del auto y caminé cerca del primer auto, notaba que el señor ya me estaba mirando por el espejo retrovisor y cuando pasé justo al lado vi que la chica de él estaba acostada sobre sus piernas, pensé que estaba durmiendo pero cuando di la vuelta por el lado de él pude ver que el hombre tenia su verga afuera y la chica tenía la mitad de ella en su boca. Me asusté pero si corría donde papá sé que diría que él sabía que yo era pequeña y que el me había advertido, así que proseguí al otro auto. Llevaba en mi mente aquella chica más o menos de mi edad con aquello dentro de su boca.
Cuando casi llegaba al otro auto vi que era un hombre de color con una niñita más joven que yo, estaba sentada al lado de él y pasé confiada en que nada estaban haciendo y para mi sorpresa la chica estaba masajeándole una enorme verga negra, gorda y grande que casi llegaba al volante del automóvil, el hombre al verme se sonrió y yo seguí. Pasé al tercer auto y en este un abuelito tenia sentada a la chica en sus piernas y hacía un movimiento que no pude ver nada. El cuarto vehiculo era un hombre solo y tenia la verga afuera y cuando pasé me miró y se la sacudía enseñándomela y sonriendo.
Cuando llegué al ultimo auto y por cierto el más retirado de todos no sabía sí pasar o no pues estaban fuera del auto. Era un hombre alto corpulento y su chica tenía sus manos sobre el auto dándole la espalda al señor. Él me miró y yo me paré pues no sabía que me encontraría por lado que él estaba.
El señor me dijo que si iba a pasar me tenía que quedar un rato cerca de él. Lo pensé y ya me iba a ir cuando al lado mío apareció papá. Me dijo anda ve donde él que yo me quedaré cerca. Entonces comencé a caminar cerca del señor y cuando llegue al lado de él este estaba metiéndole su verga a la chica por detrás. Era grande y cada vez que le metía y le sacaba aquello levantaba a la chica en el aire. El señor me preguntó si me gustaba y le contesté que sí pues mi padre estaba al lado y quería impresionarlo.
El señor se sacó la verga y me dijo que la tocara, ¡guau! era grande, dura, y estaba bien caliente. Fue entonces que el señor me dijo que me arrodillara cerca de la otra chica para que pudiera ver bien de cerca como se la metía. Me puse cerca de la parte trasera de la chica y veía como aquella cosa se abría paso y entraba descomunalmente dentro de ese huequito, aquel saco de bolas grandes le daba en las nalguitas y sonaban, entonces el señor le sacó la verga y me la enterró en mi boca, rápidamente miré a papá y me sorprendí pues mi padre estaba con su verga afuera masturbándose. El señor me sacaba la verga de la boca y se la metía a la chica y así estuvo un rato hasta que aquella cosa exploto con un liquido cremoso en mi cara, cerré los ojos y todavía no los había abierto cuando una mano volteó mi cara a la izquierda introduciéndome en la boca otra verga pero esta vez la notaba más gorda, mi boca se quería esgarrar pues era demasiado para mí. No podía abrir los ojos para ver quien era.
Con furia me la metía en la boca y la sacaba forzándome con su mano a que me la metiera hasta lo ultimo casi vomitaba pero la persona no paraba. Salvajemente me agarró con las dos manos detrás de mi cabeza y me metió aquel monstruo completo y me aguantaba con él hasta el final explotando dentro de mi garganta todo aquel líquido, no podía respirar, cuando la saqué comencé a vomitar, casi perdí el conocimiento y cuando pude mirar hacia arriba era papá, todavía con su verga afuera llena de mi saliva goteándole de aquel liquido cremoso. De ahí en adelante íbamos más temprano de lo acostumbrado al parque.
Fin

Amanda, una relación especial
7 de noviembre de 2024 en Relatos SDPA, Jovencitas, Incesto, LGBTQ+, Sexo en grupo
Amanda era una niña tímida, obediente y agradable, de cuerpo delicado y tez blanca. Tenía sólo 10 años.
Amaba con locura a su padre. El suyo era un lazo especial, a Amanda siempre le había gustado jugar con su padre, Juan. Cada vez que Juan miraba la televisión Amanda se acurrucaba al lado de él. A ella le encantaba cuando la noche era fría, en que se envolvían en una manta y Juan ponía su brazo alrededor de ella y la apretaba contra él.
La madre de Amanda, María, trabajaba de noche así que a Amanda pasaba muchos ratos con su padre.
Amanda tenía vacaciones en la escuela puesto que era Navidad. Eran las seis de la tarde y María se preparaba para ir a trabajar. Juan vio a María en bragas y sujetador, dispuesta a vestirse.
Hola tía buena, dijo Juan, que se excitaba fácilmente con su encantadora mujer.
María estaba agachada y Juan deslizó una mano entre sus piernas sobando su monte de Venus. Juan empezó a acariciar los labios vaginales de María cuando oyeron a Amanda preguntar.
¿Qué estáis haciendo?
María sacó los dedos de Juan de su coño mojado.
Nada Amanda, contestó María, sólo estábamos jugando.
María se dio la vuelta y le dijo a Juan.
Tengo que irme o voy a llegar tarde. Ya te veré por la mañana y acabaremos.
María terminó de vestirse, besó a su marido e hija y se marchó.
¿Qué quieres ver en la tele, papá?, preguntó Amanda.
Bueno, hija, mira a ver que hacen mientras yo voy a tomar una ducha.
Juan tenía que andar doblado para aguantar la tensión de su verga durísima después de haberle metido el dedo a María. Se había metido ya en la bañera y acababa de enjabonar su polla cuando entró Amanda. Juan quitó su mano de su miembro, pero no antes de que Amanda viera lo que hacía. La niña, siendo una chica educada y tímida, hizo como que no vio la polla larga y dura de su padre y empezó a explicarle qué daban en la televisión. Juan escuchaba a Amanda y notaba que su hija continuaba mirando su nabo. No pudiendo hacer nada para bajar su erección, Juan sacó el tapón de la bañera y abrió la ducha.
Amanda preguntó a su padre si podía entrar con él en la ducha. Juan que no deseaba aparecer extraño a su hija le pidió que fuera a buscar su pijama. Mientras Amanda iba, Juan pensaba poder pajearse, pero cuando estaba a punto de correrse, se abrió la cortina y entró su hija. Juan soltó su polla y abrió de nuevo el grifo de la ducha.
Cuando fue a asir el jabón, la mano de Amanda rozó la dura polla de Juan. Amanda fingió no notarlo, pero Juan dio un respingo.
¿Estás bien papá?
Sí, cariño.
Amanda dio el jabón a su padre y le pidió que le enjabonara la espalda. Cuando Juan se dio la vuelta fue su larga y dura verga la que se frotó con la espalda de la niña. Juan gimió otra vez y se dio cuenta de lo lindo, tierno y delicado que era el cuerpo de Amanda. Podía ver las líneas del broceado en su lindo culito y se sintió avergonzado de excitarse con su inocente hija.
A Amanda le gustaba la sensación de las manos de su padre lavándole la espalda.
Cuando ella dio un paso atrás, pudo sentir su miembro frotarle la espalda. Era emocionante sentirlo frotarse contra ella, así que se tiró un poco más hacia su padre y le pidió que la lavara más abajo. La respiración de su padre era cada vez más rápida mientras empezaba a enjabonar las caderas de Amanda, y gradualmente sintió como su mano se iba deslizando sobre la suave nalga de su hija, parecía que no podía detenerse. Sus dedos resbalaron entre las nalguitas de la niña, cuya respiración se detuvo cuando sintió los dedos de su padre frotando en la entrada de su culito, mientras continuaba sintiendo la dura polla frotando contra su espalda.
A Amanda le gustaba ese frotamiento; separó sus piernas lo suficiente para dejar que su padre la lavara mejor. La niña suspiraba a medida que él continuaba frotando, y él comenzó a ejercer más y más presión. Antes de que él mismo se diera cuenta, Juan frotaba sus dedos a través de los labios del conejito de Amanda. Pudo notar la pequeña apertura de su hija al resbalar uno de sus dedos por la rajita. A Juan le gustaba sentir la suavidad de ese conejito y comenzó a deslizar su dedo más profundamente entre los labios del coñito de Amanda.
Continuó frotando, ejerciendo más y más presión hasta que su dedo resbaló entre los pliegues de los jóvenes labios del suave conejito. Amanda gimió y arqueó sus caderas levemente hacia adelante, haciendo que el dedo continuara en su pequeño y apretado agujero. Empezó a follarla con el dedo durante varios minutos, suavemente insertando su dedo hasta el último nudillo y después lentamente sacándolo casi por completo.
Juan sintió los músculos en su coño contraerse apenas levemente, el cuerpo entero de la niña parecía tensarse por un momento y después se relajó.
Como el conejito de Amanda se ajustaba al dedo de su padre, Juan comenzó a empujar su dedo aún más rápido, mientras continuaba presionando su verga en la espalda de la niña. Y Amanda se inclinó contra la ducha con sus piernas bien separadas para que su padre pudiese meter mejor su dedo en ella. Ella no sabía realmente que pasaba, lo único que sabía es que confiaba en su papá y que le estaba haciendo sentir muy, muy bien.
Cuando oyó a su hijita gemir, Juan no pudo resistir más y sintió su dura polla estallar en la espalda de la niña, presionando su verga fuertemente contra ella y eyaculando su semen sobre la suave piel infantil hasta que la última gota salió. Entonces quitó lentamente su dedo del coño de Amanda. Juan se sintió avergonzado por lo que había hecho a su dulce e inocente chiquilla. Se volvió con pensamientos atormentados y se secó y abandonó el baño después de vestirse.
Una hora más tarde, Amanda apareció en el salón llevando un corto vestidito y se sentó en el sofá con su padre. Juan se alegró de que la niña actuara como si nada hubiese ocurrido.
Papá, mi cosita me escuece.
Juan pregunto.
¿Qué cosa?
Amanda se levantó, levantó su vestido y señalo su entrepierna.
¿Te lavó papá demasiado fuerte?
No papi, sólo que siente algo raro.
Juan que no sabía qué hacer le dijo que trajera la leche corporal de su vestidor. Cuando Amanda regresó, su padre le dijo que se quitara las braguitas y que se colocará sobre el sofá. Juan se arrodilló en el suelo y comenzó a aplicar la loción en el blando conejito rosado de la niña, antes de que él se diera cuenta, sintió su verga crecer y luchar por salir de su ropa. Mientras Juan frotaba su yema del dedo entre los labios del conejito de Amanda, le preguntó si el escozor había parado.
Sí papá, la loción sienta bien.
Por segunda vez, Juan no podía creer lo suave que era el conejito de su hija. Separando delicadamente los labios del coñito insertó lentamente su dedo, haciéndolo entrar gradualmente más profundo hasta que notó el himen de la niña. Juan fue ensanchando lentamente el himen de Amanda hasta que el dedo quedó enterrado hasta lo más profundo.
Amanda simplemente se quedó así, abriendo las piernas de par en par porque ella notaba como su papá la hacía sentir bien. Entonces Juan reaccionó, paro en seco, sacó su dedo y mandó a la niña vestirse nuevamente.
Más tarde Amanda subió a la cama, al lado de su padre, que estaba acostado viendo programas nocturnos.
Juan acostumbraba a dormir desnudo y a la niña le gustaba dormir en la cama con sus padres. La polla de Juan seguía estando dura después del frotamiento de la vulva de su hija, y él se giró de espaldas para evitar rozarla de nuevo y no excitarse más. De repente la niña, que estaba detrás de él, puso su mano en el estómago de su padre. Juan podría sentir la pequeña mano prácticamente tocando la cabeza de su polla. Amanda estaba ocupada viendo la televisión del dormitorio y no movió la mano. Después de un par de minutos, Juan se incorporó un poco para tomar un sorbo de refresco y cuando volvió a su posición original, la mano de la niña resbaló accidentalmente quedando la cabeza de la verga de su padre en su palma.
Amanda dio un respingo al darse cuenta que lo que tenía en la mano era el pene de su padre. Un poco apurada, dejó su mano donde estaba, pensando que él no lo notaría, pero cada vez que la verga palpitaba, hacía brincar su mano, que iba desplazándose hasta que lentamente quedó envolviendo el duro miembro.
Juan casi no podía respirar cuando sintió la mano de la niña envuelta alrededor de su verga. Estaba desconcertado, aquí estaba él, acostado en la cama con la polla dura como una roca y su hija con la mano firmemente apretada alrededor de su verga. Juan lentamente comenzó a mover las caderas muy ligeramente, Amanda que no sabía qué hacer apretaba su puño sobre la verga de su papá. Al notar que la niña aumentaba la presión, Juan aceleró el ritmo de sus caderas.
Amanda, ingenuamente, comenzó a frotar ligeramente su mano arriba y abajo de la verga de su padre. Era una sensación extraña en su minúscula mano, la verga de su padre era suave, pero muy dura y caliente. Él empezó a bombear su pene en la pequeña mano primero lentamente y luego cada vez más y más rápido. Ella estaba contenta porque parecía ser que a su padre le gustaba cuando exprimía su verga firmemente. Antes de que ella se diera cuenta, su padre envolvió una toalla alrededor de la mano de la niña y empezó a moverla rápidamente arriba y abajo de su duro miembro. Amanda sintió súbitamente que su mano se mojaba bajo la toalla y casi seguido su padre quitó la mano de la niña de su pene y la apartó.
Amanda pensó que ella había hecho algo malo, pero su padre se le acercó y le dio un beso de buenas noches. Amanda se sintió aliviada de que no estuviera enojado, se acurrucó cerca de su padre y se durmió. Juan en un primer momento se sintió mal por haber dejado que su niñita le hiciera una paja, pero tomó la firme determinación que nada así volvería a ocurrir.
Pero dos horas más tarde Juan despertó con una rabiosa erección, él estaba aún medio dormido cuando se pegó más a su esposa y colocó su verga entre sus piernas. Ella estaba toda acurrucada, hecha un ovillo, de espaldas a él. Juan gimió cuando sintió lo mojada que ella estaba, su larga verga resbalaba contra los labios de la vulva, que él sentía muy apretada al tener las piernas cerradas.
Amanda se despertó cuando sintió la dura verga de su padre resbalar entre sus piernas. Amanda todavía tenía leche corporal en su vulva y su entrepierna estaba muy resbaladiza. Ella sentía como la verga de su papá se frotaba entre los labios de su conejito y no sabía cómo reaccionar. Amanda no se movió por miedo de despertarle, así que ella permanecía muy calmada y dejó que su padre continuara frotando su polla contra su cuerpo.
Mientras tanto, Juan empezó a mover su verga rápidamente contra su coñito y cuando sintió que él estaba a punto de correrse, agarró a Amanda alrededor de la cintura y empujó su cadera colocando la punta de su polla justo en la apertura del conejito de la niña.
Juan empujó sus caderas y sintió su miembro deslizarse en el coño de su esposa. La cabeza entera de su polla estaba mojada de líquido preseminal. Él tomó su verga y la movió arriba y abajo de los pliegues del minúsculo coño sin pelos de su pequeña hija hasta que no pudo aguantar más. Se colocó en la entrada del suave chochito y empujó poco a poco, haciendo un esfuerzo para conseguir entrar en ese apretado agujerito. Los labios externos del coño de la niña se separaron y rodearon apenas la punta del glande, pero como él continuó empujando, sintió como las apretadas paredes vaginales comenzaron a ceder, e insistió hasta que la cabeza de la polla se deslizó lentamente adentro.
Amanda jadeó y sus párpados se cerraron lentamente. Su cabeza estaba inclinada hacia atrás y su boca estaba abierta levemente. Ella respiraba muy rápidamente. Él continuó empujando dentro de ella. Las paredes de su coño se apretaban firmemente alrededor de la polla, lo que hacía la penetración muy lenta. En ése momento, completamente despierto, Juan se dio cuenta de que su verga no estaba entrando en el coño de su atractiva mujer, sino que entraba en el conejito de su hijita. Juan estaba demasiado caliente para parar y continuó empujando su verga más profundamente en Amanda.
Amanda mordía su mano para evitar gritar cuando ella sentía el grueso glande del miembro de su padre partir en dos el orificio de su minúsculo conejito. Amanda no deseaba despertar a su padre así que ella cerró fuertemente sus dientes y dejó a su padre meter la punta de la polla en ella. Juan, dándose cuenta que no podía entrar más adentro, decidió fingir que estaba follando con su esposa.
Aflójate un poco, María, que no te lo puedo meter bien. Ábrete un poco más de piernas.
Amanda se sorprendió de que su padre pensara que era su mamá. Aún con el dolor de tener una verga tan grande en ella, levantó lentamente su pierna, Juan se emocionó cuando sintió que su dulce hija se le abría y le metió de golpe su verga. Cuando lo hizo… cinco gruesos y duros centímetros de polla entraron en su coño rasgando completamente el himen de la pequeña: Amanda gritó sin poder evitarlo y Juan sintió su verga entrar en erupción en el apretado coñito de Amanda. Soltó un chorro después de otro de su caliente semen en la vaginita de su querida hijita.
En el momento de máxima pasión, Juan empujó unos centímetros más de polla dentro de la niña, Amanda aguantó su respiración mientras sentía la verga de su papá palpitar dentro de ella. Amanda se alegró cuando sintió la polla de su padre ablandarse dentro de su conejito. Juan después de tirar toda su leche en el coñito de Amanda, se empezó a asustar de lo que él acababa de hacer, él no podía creer que se acababa de follar a su inocente niñita.
Después de pensar un rato, Juan puso sus brazos alrededor de Amanda y le preguntó si se encontraba bien. Amanda contesto con un susurro que sí, que un poco soñolienta, se acurrucó en los brazos de Juan y se durmió plácidamente.
Juan despertó temprano a la mañana siguiente y encontró a su esposa en la mesa.
¿Cómo te ha ido la noche María?
Ha sido aceptable, contestó María… Juan, ¿por qué las braguitas de Amanda están en suelo al lado del aceite corporal?
Amanda me dijo que su vulva le escocía y era lo que encontré más a mano para ponerle.
Se te puso dura, Juan.
Juan miró avergonzado hacia abajo y le dijo a María que se había levantado con una erección. María estaba a punto de sugerirle una mamada cuando Amanda apareció y abrazó a su madre. Juan se alegró de que Amanda actuara con la naturalidad de siempre, pero observo horrorizado que había semen seco entre los muslos de la niña.
Mientras Amanda se alejaba para ir a vestirse Juan y María pudieron observar el lindo culito de la niña.
Esta pequeña gatita no se preocupa mucho de la desnudez, ¿no Juan?
Juan hizo que no con la cabeza, mientras daba gracias al cielo de que María no hiciera ninguna mención sobre el esperma seco entre las piernas de Amanda. María se dio la vuelta y se fue a la cama.
Más tarde ese día, mientras estaban en la cama, María comenzó a frotar la polla de Juan, se giró hacia su marido y le preguntó acerca del semen seco en la cama. Juan se puso tenso ante la pregunta. Entonces María pregunto.
¿Te excitaste con el culito desnudo de Amanda frotándolo contra tu verga tan dura y tan grande, cariño?
Juan no contestó y María movió su mano arriba y abajo de su verga. María se había inclinado encima de él y lamía el glande de Juan cuando oyeron a Amanda acercarse a la cama para preguntar si podía dormir con ellos. María quitó de su boca la polla de Juan pero mantuvo su mano alrededor, mientras la movía arriba y abajo de forma que Amanda podía verlo perfectamente.
Para Juan era embarazoso que su verga fuera masturbada a pocos centímetros de la cara de Amanda, así que susurró a su esposa que no debía hacer esto delante de la niña. María preguntó a Amanda si el pene de su padre la incomodaba. La inocente niña se ruborizó e indicó con su cabeza que no. María dijo a Amanda que pusiera su mano alrededor del miembro de papá.
Juan comenzó a protestar cuando María colocó la pequeña mano de su hija alrededor de la gorda verga de su padre, pero al tacto de la mano de la niña dio un respingo de asombro, no podría creer que María estaba haciendo esto. Amanda comenzó a frotar ligeramente su mano arriba y abajo de la verga de su padre.
Juan sentía que estaba a punto de correrse con la mano de su hija que le exprimía la polla. Le susurró al oído a su mujer que se quería correr, pero ella le contestó que ya acabarían después de que Amanda se fuera a dormir. Juan gimió y asintió.
Mientras llevaba a su hija a su dormitorio, María le preguntó si su conejito todavía le escocía como ayer por la noche, Amanda se ruborizó y contestó que sólo un poco.
Entonces María le sacó el pijama y le dijo que se quitara las bragas. Después de vestirse con un camisón Amanda se colocó sobre la cama y separó sus piernecitas. María se quedó estupefacta de lo enrojecida que estaba la vulva de la niña, pero sin inmutarse precedió a aplicar una abundante cantidad de lubricante íntimo en el conejito de Amanda. Sólo como comprobación, María deslizó su dedo entre los labios de la niña y se sorprendió al ver su dedo desaparecer fácilmente casi por completo. Después de aplicar un montón de lubricante íntimo en y alrededor del coñito de Amanda. María le dijo a Amanda que quería que ella fuera a la habitación de sus padres, que se pusiera encima de su papá y que le mostrara cuánto lo amaba. Le explicó que las niñas pequeñas deben ser siempre agradables con sus padres abrazándolos firmemente.
También le ordenó que no bajara hasta que su padre se lo pidiera.
María subió a la cama al lado de su marido y le dio un beso de buenas noches, pero no antes de frotar ligeramente su verga un par de veces y de asegurarse que estaba bien dura. Amanda que era una niña cariñosa y obediente hizo lo que dijo su madre y se metió en la cama, se puso sobre el regazo de su padre por debajo de la manta y se estiró para abrazarle. La mano de María estaba acariciando los testículos de Juan en la base de su verga. Mientras que frotaba su verga ella le hablaba sobre el viaje del día siguiente. Actuando disimuladamente, María levantó como por descuido la verga de Juan de forma que quedó entre las piernas de su hija. Amanda sintió como al mover su madre el pene de su padre, su conejito presionaba contra su dura polla, pero ella continuó acostada encima de él, abrazándolo.
Juan gimió al contacto del conejito de su hija y presionó contra Amanda, él la envolvió con sus brazos en un fuerte abrazo para pegar su coñito firmemente contra su enorme polla. Juan rogó para que la mano de María permaneciera en sus huevos. Amanda se sintió presionada hacia abajo hasta que noto la cabeza de la polla de su padre empujar ligeramente entre sus labios vaginales, pero intentó hacer como si nada ocurriera. Juan hablaba un poco con María mientras que disimuladamente presionaba su verga hacia arriba contra el conejito de su hija.
Finalmente Juan notó como la punta de su polla expandía la vaginita de Amanda y se deslizaba hacia su interior. Su estrecho conejito se ajustó al glande del grueso pene como un puño. Él hizo como si ajustara sus caderas, y consiguió meter otro centímetro en el apretado coñito de su hija.
El masaje que le hacía María en las bolas, en la base del miembro, hacía que la punta de su verga hiciera un movimiento de entrada y salida del coño de Amanda. Antes de que Juan pudiera detenerse, gimió y su verga estalló en el conejito de Amanda. María sintió la base de la verga palpitar y supo que su marido estaba teniendo un orgasmo y que las contracciones que notaba significaban que estaba soltando una carga enorme de semen dentro de su propia hijita. Cuando Juan sintió que descargaba la última gota de su leche en Amanda, se dio cuenta que su esposa tenía que haberse dado cuenta.
María le susurró a Juan en la oreja.
Nuestra pequeña te ha hecho correr en su estómago, ¿no?
Juan, avergonzado, hizo con la cabeza que sí.
No pasa nada, sé que estabas muy caliente, y por lo menos no ha sido dentro de ella, seguro que no se ha dado cuenta de nada. Tranquilo, cariño.
Juan cabeceó otra vez con alivio y le dijo a Amanda que se fuera a dormir, pero él tenía muy claro que se había corrido en ella por segunda vez ese día y se sentía culpable.
Cuando Amanda se levantó para darse la vuelta Juan dio un respingo de asombro mientras que otros dos o tres centímetros resbalaban en el estrecho coñito de la niña, entonces ella se separó y se giró para dormir. María dio un apretón a la polla de su marido y rodó para dormir.
Después de que una hora de presionar su dura verga contra el suave culo de su esposa Juan se giró y sin darse cuenta sintió su polla pegada contra el culito de su hija. Juan que no deseaba despertar a su esposa presionó adelante hasta que la punta de su verga anidó entre las nalgas de Amanda.
Juan sabía que era incorrecto sentir eso, pero él deseaba follarse a Amanda una más vez. Su verga palpitó mientras resbalaba entre las mejillas mojadas del tierno culito.
Después de un par de minutos de presionar contra el culo de la niña, Juan se quedó helado al sentir la mano de su esposa rodearlo.
¿Juan, la tienes dura?, le preguntó mientras su mano se deslizaba por su vientre hacia su polla.
Juan comenzó a decir algo cuando la mano se envolvió alrededor de su dura verga.
María frotó ligeramente su mano a lo largo de la verga de Juan y notó que la punta estaba alojada en el culito de Amanda.
¿Amanda te la puso dura otra vez, cariño?
Juan articuló algún sonido ininteligible. Él comenzó a darse la vuelta, pero María le indicó que se estuviera quieto.
Sé que ella te tiene muy excitado, así que déjame ayudarte a frotarte contra su culito.
Juan no podía creerlo cuando sintió que María empezaba a deslizar la punta de su verga entre las nalguitas de su propia hija. Amanda que se había despertado, sentía a su madre frotar el miembro de su padre en su culito, pero no quería que supieran que se había despertado por miedo a que la enviaran a dormir a su cama.
Juan estaba muy nervioso y le dijo a María que mejor que pararan antes de que despertaran a Amanda.
María dijo a Juan que se relajara, que la niña dormía y que en un momento acabaría.
Después de un par de minutos de frotar su verga contra el culito y los labios del conejito de Amanda, Juan dijo a su mujer que si no paraban él se iba a correr. Ésta le contesto que no se preocupara de nada, que lo hiciera tranquilamente, pero que no desperdiciara su leche y puso la puntita de la polla de su marido entre los labios del coñito de la pequeña. Juan aflojó su cintura y dejó que María guiara su verga entre las piernas de la niña.
Empuja tus caderas, le susurró María.
Juan perdido totalmente por la sensación del suave conejito de su hija y la masturbación de la mano de su esposa empujó sus caderas adelante, el chochito de la niña, totalmente resbaladizo de lubricante y semen, se abrió fácilmente alrededor de la punta de la polla de su padre. María comenzó a masturbar con más fuerza la verga de Juan mientras lo empujaba adelante.
¿Sientes placer, Juan?, preguntó María.
¡Sí!
Entonces empuja un poco más…
Juan envolvió a Amanda con sus brazos y tiró de su pequeño y suave cuerpo hacia él, y con un leve impulso empujó varios centímetros más en su estrecho conejito.
La niña gruñó pero continuó inmóvil.
Juan notando la sensación del tierno coño de su hija envuelto alrededor de su verga comenzó a empujar sus caderas adelante y atrás haciendo que su polla entrara y saliera de Amanda. Su coñito apretaba su falo como un guante. Juan intentó forzar su enorme verga más adentro de la vaginita infantil de su hija tirando de ella hacia él, pero no entraba más, así que comenzó a bombear su verga dentro y fuera. Estaba tan apretado que Juan no pudo aguantar ni un momento más y su polla estalló en el estrecho coñito de Amanda una vez más. María notaba como la verga de Juan eyaculaba toda su leche en el interior de la inocente niña y masturbó su verga hasta que su marido acabó.
Así mi amor, así. Vacíate dentro de ella… goza, mi vida, córrete…
Amanda pudo sentir como su papá arrojaba chorros de líquido en lo más profundo de su vaginita, pero continuó haciéndose la dormida mientras su padre bombeaba su verga profundamente en ella.
María besó a su marido y le pidió que se cerciorara de sacar su miembro de la niña antes de que despertara. Amanda se dispuso a dormir de nuevo con la fláccida verga de su padre en su interior.
A la mañana siguiente Juan encontró a su esposa en la cocina preparando el desayuno.
María, no sé qué decir…
Entonces no digas nada ya que lo disfrutaste. Pero cariño, quisiera pedirte un favor… quiero que te la folles hoy en el coche para ver lo lejos que puede llegar estando despierta, dijo María con una sonrisa.
Pero María, ella no sabe nada de lo quesucedió…
Ya lo sé, solamente intentémoslo…
Entonces apareció Amanda bajando las escaleras. Andaba con las piernas un poco abiertas y había semen seco en su entrepierna.
¿Dormiste bien Amanda?, le pregunto su madre con una sonrisa.
Sí.
Amanda se ruborizó.
Anda, ve a darte un baño para que nos podamos ir…
¿Lo ves Juan? Todo está bien.
Juan sonrió y se fue a vestir. Se puso unos pantalones holgados y sin ropa interior.
María estaba en el cuarto de baño con Amanda.
Amanda, pongamos un poco más de cremita en tu rajita para mayor seguridad y mejor no te pongas ropa interior este fin de semana para dejar que el aire te dé en la entrepierna y se te cure el escozor.
María eligió una corta falda plisada azul para su hija y después cepilló su largo pelo rubio en una cola de caballo. Después de que Amanda se acabara el vestir, María la había puesto sobre la cama con sus piernas separadas de par en par. María se quedó perpleja al ver lo dilatada que tenía Amanda la entrada de la vagina, a medida que ella aplicaba lubricante íntimo en la vulva de su niña, deslizaba delicadamente la yema de su dedo sobre el tierno clítoris, entonces pasando su dedo por los labios vaginales María empezó a deslizarlo en el coñito de Amanda, haciendo el movimiento hacia adentro y hacia fuera hasta que entró totalmente.
Amanda grito de asombro al sentir el dedo de su madre resbalar adentro y hacia fuera y, sin darse cuenta, empezó a levantar sus caderas para aumentar la sensación de ese dedo entrando profundamente en ella. Cuando Amanda empezaba a disfrutarlo, su madre le ordenó dirigirse al coche.
Amanda subió en el asiento delantero con su papá porque el trasero estaba lleno de equipaje. María comenzó a conducir en dirección a la cabaña donde pasarían sus vacaciones. María apreció que Juan tenía su mano sobre el muslo de Amanda, y también podía ver el bulto de su erección en sus pantalones. Amanda estaba entretenida con un libro de colorear que tenía en su regazo.
Después de que cerca de cinco minutos Juan buscó en el suelo de atrás y sacó un refresco de la nevera, y al volverse a sentar su mano se deslizó ocasionalmente bajo la falda de su hija. Amanda hizo como que no notaba que la mano de su padre estaba a unos centímetros de su conejito. Juan podía notar la abundante cantidad de lubricante íntimo entre las piernas de su hija. Mientras que su hija continuaba coloreando, Juan comenzó a frotar ligeramente su dedo en el muslo y fue moviendo gradualmente sus dedos hacia arriba. Finalmente el dedo pequeño de Juan rozaba sobre los labios del conejito de Amanda. Él oyó a Amanda hacer una respiración profunda pero ella continuó coloreando. Juan comenzó a frotar su dedo arriba y abajo de la rajita de Amanda, aumentando con la presión hasta que la punta de su dedo meñique entró entre los labios del conejito.
María continuaba mirando de reojo, y se sorprendió de lo tranquila que estaba Amanda. Juan volviéndose más rudo, metió todo su dedo dentro de la vagina de la niña. Estaba tan lubricada y caliente que Juan comenzó a mover el dedo adentro y hacia fuera, frotando sobre su clítoris cada vez que el dedo se metía en la rajita. María finalmente se apartó del camino y se detuvo. Juan, pensando que María había cambiado de parecer sacó rápidamente su dedo del conejito mojado de Amanda.
¿Algo mal querida?, pregunto Juan.
Nada querido, sólo que necesito seguir estos mapas. Amanda, ¿te importaría sentarte en el regazo de tu padre? Así mis papeles no se arrugarán.
Amanda asintió. Mientras la niña recogía sus lápices, Juan aprovechó para desabrocharsus pantalones.
Amanda después de sentarse en el regazo de su padre continuó coloreando. Estaba inclinada hacia adelante absorta en su libro de colorear cuando notó la verga de su padre poniéndose dura entre sus piernas. Juan estiró repentinamente sus piernas, lo que hizo salir su dura verga fuera de sus pantalones, quedando entre las piernas de Amanda. La niña con las piernas una a cada lado de las de su padre, sentía la verga de su padre golpear rítmicamente contra su conejito, podía notar la punta de su enorme nabo contra su estómago bajo la falda.
Después de un par de minutos de tener su verga en contacto con el conejito mojado de la niña, Juan tiró a su hija hacia arriba y le dijo que se inclinara hacia atrás para aliviar la presión de sus piernas.
Amanda obediente como siempre, se inclinó hacia atrás y dejó a su padre ajustarla en su regazo. Juan levantó a su hija para arriba mientras sentía lentamente su verga resbalar hacia abajo por su estómago hasta que estuvo a la altura justa de los labios del coño de la niña. Entonces él le dijo que permaneciera así un rato. Amanda respiró profundamente al sentir la presión de la enorme y dura verga de su padre contra los labios de su conejito. Sabía lo que iba a pasar.
María miró a su hija y le pregunto si pasaba alguna cosa. Amanda que no deseaba ser un problema dijo que no a su madre con cara de resignación e hizo ver que coloreaba.
Mientras tanto, Juan separó las piernas para abrir más los muslos de Amanda. Y mientras separaba sus piernas, sintió los labios de la vulva de su hija extenderse alrededor de la punta de su verga. Levantó sus caderas lentamente hasta sentir su grueso glande rodeado totalmente por el conejito de la niña.
La respiración de Amanda se aceleró mientras sentía que la verga de su padre partía su conejito, pero actuada como si nada pasara.
Juan dejó escapar un gemido ahogado al notar lo apretado del chochito infantil de su hija. Él la sostuvo para dejar que su estrecho agujerito se acomodara a su gruesa polla.
Amanda que estaba en una posición estirada intentó tensar sus piernas para evitar que le entrara más ese miembro, pero al cabo de un ratito se cansó y las acabó relajando.
Conforme sus piernas se fueron cansando, la niña se fue destensando y dejándose caer gradualmente sobre la dura polla de su padre. Juan sintió que las piernas de Amanda se relajaban y empujó lentamente hacia arriba hasta que noto la agradable sensación de la vaginita de su niña abrochando firmemente su verga. Juan levantó a Amanda con suavidad para dejarla caer nuevamente sobre él y sintió que otros dos centímetros de polla resbalan dentro del estrecho y lubricado conejito. Juan quería saber cuánto era capaz de acoger el pequeño cuerpo de su niña en su interior, así que colocó sus manos bajo las piernas de su hija y la levantó hasta que su pequeña vulva quedaba situada justo sobre la punta de su polla.
Amanda, deja que te saque de encima de esta pierna, que se me duerme…
María miro disimuladamente con una sonrisa al darse cuenta de lo que Juan estaba a punto de hacer.
Amanda contuvo su respiración cuando sintió a su padre levantarla sobre su verga, se alegraba de que estuviera oscureciendo y su madre no podía ver lo que ocurría.
Amanda se sentía incomoda porque su papá hacía eso delante de su mamá. Juan consiguió con éxito embutir unos diez centímetros de su nabo en ella. Como no deseaba lastimar a su pequeña chiquilla, la iba bajando lentamente sobre su verga.
Notaba como su grueso aparato iba separando los labios del inmaduro conejito que se adaptaban firmemente alrededor de su enorme polla. Juan gimió cuando sintió que tres o cuatro centímetros más se alojaban en el pequeño coñito. Amanda aguantaba estoicamente el sentirse totalmente separada por el instrumento de su padre. Él consiguió meter dieciocho duros centímetros de polla en el apretado y minúsculo conejito de su hijita antes de llegar a bajarla del todo.
Amanda estaba asustada y se sentía incapaz de moverse con un pedazo de carne tan grande dentro de su cuerpecito. Ella se sentía partida, como si su vaginita hubiese sido abierta de par en par. Juan mantenía su verga enterrada profundamente en el vientre de la niña, ella era tan estrechita que él no se podía mover. Después de un rato intentó mover su polla dentro del coño de Amanda pero no pudo porque el conejito de la niña estaba cerrado firmemente alrededor del inmenso miembro. Juan intentó retirar su verga pero Amanda gruñó y él supo que estaban enganchados y que no se podría retirar de dentro de su hija hasta que no se corriera y perdiera la erección.
Al cabo de quince minutos Juan se dio cuenta que no podría correrse con el conejito de Amanda firmemente cerrado alrededor de su polla y se quedó inmóvil esperando perder la erección, aunque la excitación de tener su pene de adulto, de un tamaño más que respetable, empalado casi totalmente en el cuerpecito infantil de su inocente hija se lo impedía. María se preguntó por qué Juan había parado de moverse, así que tan pronto como pudo se detuvo en un área de descanso y le pidió a Amanda que fuera a sentarse con ella.
No puedo mamá… dijo la niña cabizbaja.
Amanda comenzó a llorar y su madre le preguntó qué era lo que pasaba.
Te enfadarás conmigo… sollozó Amanda.
Te prometo que no me enfadare…
Amanda miró tímidamente hacia su regazo, mientras gruesos lagrimones resbalaban por sus coloradas mejillas.
¡Oh, vaya!… dijo María.
Fue deslizando poco a poco su mano bajo la falda de Amanda hasta que notó la suave vulva de su hija separada grotescamente alrededor de la gruesa polla de su marido.
Parece que estamos enganchados, cariño… dijo Juan con una inocente sonrisa.
María no pudo aguantarlo y se puso a reír a carcajadas. María hizo que Juan reclinara su asiento hacia atrás y rodeó con la mano la base de la polla y comenzó a tirar suavemente de ella para sacarla de su encierro, intentando no hacer daño ni a su marido ni a su hija. Al final empezaron a salir dos o tres centímetros. Amanda se alegró cuando sintió el miembro de su padre comenzar a resbalar hacia fuera y comenzó a subir de su regazo para que acabara de salir. Entonces su madre le ordenó permanecer quieta.
María explicó a Amanda que sería conveniente dejar el pene de su padre dentro de ella y que incluso sería mejor si se deslizaba hacia arriba y hacia abajo a lo largo de él.
Amanda creyó a su madre y puso sus manos sobre el regazo de su padre para apoyarse y, con ayuda de su madre, lentamente se incorporó hasta que sólo la punta de la polla de su padre entraba en ella. Poco a poco dejó que su vaginita se acostumbrara, hizo una profunda inspiración y dejó caer su coñito por el propio peso de su cuerpo sobre el eje de la verga de su padre. Lo sentía tan grande dentro de ella.
Juan estaba en el cielo, desde su posición veía el pequeño y lindo cuerpo de Amanda y como su enorme polla iba desapareciendo en el vientre de su hija. Al mismo tiempo que la niña se dejaba caer sobre su verga, Juan comenzó a levantar sus caderas para arriba para empalarse mejor en el apretado coño infantil. Notó como el conejito de su hija cedía y la asió alrededor de las caderas y empujó cada centímetro de su dura verga en su vagina. Cuando tuvo sus veintiún centímetros dentro de su hija, no pudiendo aguantar más, empezó a eyacular grandes chorros de semen en lo más profundo del coño de Amanda en un increíble orgasmo, bombeando hacia el útero de la pequeña la misma leche que años antes le había dado la vida en el vientre de su madre.
La niña estaba perpleja cuando los veintiún centímetros irrumpieron en su conejito, ella se intentaba librar pero su padre la sostenía bien agarrada contra él. La pequeña sintió la polla de Juan palpitar dentro de su vientre, y después notó una humedad cálida y viscosa que fluía por sus muslos. Amanda se quedó inmóvil, sentada sobre la verga de su padre mientras notaba como se iba aflojando dentro de ella. Finalmente María la quitó de encima de su marido y le preguntó si se sentía mejor. Amanda asintió sin mucha convicción, mientras su madre observaba lo dilatada y enrojecida que estaba su pequeña vulva sin pelos, rebosando semen.
Siéntate sobre esta toalla para no manchar el coche… le mando… y no cierres las piernas o te escocerá otra vez la rajita.
María le dio un tierno beso a su marido y se dispuso a continuar el viaje hacia la cabaña donde iban a pasar sus vacaciones, mientras éste se disponía a dormir, exhausto después de ese tremendo orgasmo.
Amanda estaba confundida…
Fin

Una niña en mi bar
7 de noviembre de 2024 en Relatos SDPA, Jovencitas
La curiosidad de una niña de 10 años la lleva a descubrir y hacer cosas con su nuevo amigo.
Hola puedo decir bien alto que me encantan los niños, tanto como tales como sexualmente. Esto que les voy a contar no ocurrió hace mucho. Dirijo un pequeño bar en Sevilla capital que está apenas 30 metros de un colegio. Me encanta salir para ver desfilar a las niñas y niños cuando salen del colegio.
Bueno un buen día yo estaba en la puerta del bar y entró una chica de aproximadamente 10 años, no creo que tuviese más. Era una chica con el pelo oscuro muy liso que le podía llegar a mitad de la espalda, ojos verdes azulados, de tez blanca, con unas cuantas pequitas que le rodeaban la nariz respingona que tiene.
Al ver que no había nadie en la barra me preguntó con una dulce voz si yo le podía dar un vaso de agua. A lo que le contesté que le daba todos los que ella me pidiese. Ella con una preciosa sonrisa tomó el vaso y se lo bebió.
No pude dejar de pensar en esa chiquilla. Deseaba tenerla entre mis brazos, pellizcarle tiernamente el culito tan respingon que dejaba imaginar el chándal con el que había venido. Desde aquel día me obsesioné tanto por aquella niña que estaba más atento del colegio que de mi propio bar (que por cierto lo dejé porque no entraba ni Dios).
Creo recordar que a la semana y media volvió a aparecer por el bar y me volvió a pedir un vaso de agua. Me metí detrás de la barra y le propuse que en lugar de un vaso de agua se tomase un refresco, ella me replico que no tenía dinero para poder pagar. A lo que le contesté que la invitaba por ser la primera persona que entraba en el día.
Así que accedió a tomarse el refresco y estuvimos hablando de cosas tan cotidianas como el tiempo.Me dijo que se llamaba Lucia. Al día siguiente la vi corriendo dirigiéndose a mi bar y tal como entró, me preguntó algo sofocada si era la primera persona que entraba y aunque era mentira pues un señor se había tomado una cerveza, le dije que sí , pues así tendría la oportunidad de conocerla y disfrutar de ella.
Pues así pasaron los días y los meses. Rara la vez que no pasaba por el bar reclamando el premio de ser la primera persona que entraba en el bar. Cuando llevaba cerca de tres meses pasando por el bar prácticamente a diario, y la confianza era bastante grande, las conversaciones se fueron elevando de tono y terminamos hablando de sexo.
Al principio estaba que no sabía que hacer así que decidí cambiar de tema pero ella lo retomó, preguntándome si veía películas guarras y seguidamente que porque las veía, que era lo que sentía y que hacía. Me quedé atónito pues nunca pensé que una niña de 10 años podía hacerme una ristra de preguntas como aquellas.
Pero se las fui contestando de tal forma que ella lo entendiese todo. Mientras las iba contestando su cara iba mostrando rasgos de asco, sorpresa, curiosidad, e incluso mostraba mucha atención a lo que le iba contestando. Le pregunte si había visto alguna película guarra, a lo que me contestó que sí, en casa de una amiga habían visto un video del hermano. Aquello me sorprendió a la vez que me éxito muchísimo.
Le pregunté que como era la película que había visto y que había sentido viéndola. Me dijo que habían salido 3 tíos uno de ellos negro y dos tías y que se empezaron a tocar, a chupar y a meterse el pito de los hombres por todos lados. Y que sintió asco y mucha curiosidad. Le pregunté si había visto algún pito alguna vez y si era que sí si lo había tocado…
Ella respondió que sí había visto el pito a su padre y al hermano de su amiga. Pero que nunca lo había tocado. Le volví a preguntar si quería ver uno que si ella quisiera tocarlo podía. Ella quedó pensativa durante un rato, frunció el ceño y se marchó.
Pensé que jamás volvería y lo peor que me denunciaría y que se los diría a sus padres. Tuve esa preocupación cerca de mes hasta que volvió a aparecer por el bar reclamando el refresco con la mala suerte que apareció un buen cliente del bar, así que no pudimos charlar.
Pero a la tarde apareció por el bar y me pidió un refresco, yo se lo puse y le pregunte si se había enfadado por la proposición que le había hecho, y ella con una sonrisita me dijo que no pero que se lo tenía pensar, pues nunca antes se lo habían propuesto, mientras decía esto sacaba 2 euros para pagar su refresco. Le dije que no hacía falta que era un privilegio tenerla en el bar.
Ella cojiendome de la mano me dijo que sí. Yo me quedé igual.
Así que le pregunté ¿sí a qué?
Me dijo que quería ver un pito y si podía tocarlo. Con esa respuesta me quedé blanco no sabía que hacer. Era la primera vez que podía estar con una niña preciosa de 10 añitos. Así que le pedí que pasase al fondo mientras yo bajaba las persianas del local. Poniendo un cartelito de cerrado por enfermedad (Cosa que era cierta me estaba poniendo malo).
Una vez que cerré las persianas por dentro le pedí a Lucia que saliese que ya no pasaba nada. Una vez que salió encendí los focos interiores para poder verla mejor, puse un poco de música lenta nos sentamos y le pregunté que si realmente quería ver un pito y si realmente quería tocarlo. Y con mucha impaciencia me respondió que sí.
Yo me levanté y con un poco de pudor me desabroché los pantalones y los deje caer junto a los calzones. Saliendo a relucir mi verga medio flácida. Y con ojos como platos alzó el brazo tocando con miedo mi verga. Mi excitación era tremenda por lo que la erección comenzaba a notarse. Mi verga estando flácida mide aproximadamente unos 10 cm. de larga por 2 cm. de ancho. Estando en erección es de unos 20 cm. Por unos 4 cm. de ancho.
Ella estaba alucinada por como crecía ese gran desconocido para ella. Por momentos sentía más curiosidad, magreaba más mi verga, se acercaba, la olía, la cogía, la soltaba… No sabía que hacer… Le pedí que le diese un beso a aquella barra de carne que tenía entre las manos. Ella no supo que hacer, Así que me dijo que prefería dármelo a mí. Así que con todo bajado me senté de nuevo en la silla y la senté sobre mí. Sin esperarlo la comencé a besar… al principio se intentó resistir, la miré a los ojos y le dije que solo quería besarla. Ella se dejó hacer y como inexperta que era intentaba responderme a los besos.
Mi calentura era tremenda quería poseerla, quería que esa niña tan bonita solo fuese mía. Mis manos temblorosas comenzaron a acariciarla empezando por su culito respingon. Se incorporó y me preguntó que era lo que estaba haciendo. Le dije que solo la estaba acariciando. Que se dejase hacer pues le iba a gustar mucho. Volvimos a besarnos y seguí con mis caricias, levantando poco a poco su faldita y desabrochando todos los botones que mis manos se iban encontrando a su paso.
Le cogí una manita y se la puse en mi verga para que la fuese masajeando. Le fui quitando un chaleco oscuro seguido de su camisita blanca. Ella me imagino que muy incomoda con lo que estaba sucediendo, intentaba colocarse la ropa de alguna forma. Le rogué que me dejase verla desnuda que era eso lo que pretendía. Que no pasaría nada que ella no quisiese.
Así que no mucho más tranquila accedió, y sin pensármelo dos veces, la fui desnudando poco a poco…mientras la desnudaba mis labios y mi lengua iban recorriendo cada rincón de su espectacular cuerpo. Una vez que la tenía completamente desnuda ante mí, la cogí y la senté encima de la barra del bar. La seguí besando y poco a poco logré que abriese las piernecitas dejándome ver su tesoro más oculto. Mientras la besaba mi mano le acariciaba la pierna pasando por su muslo y terminando en su mágica conchita. Lo que más me maravilló era que no tenía un solo bello.
Al sentir mi mano recorriendo su conchita, metió un respingo replicándome que ella no sabía si quería que yo la tocase en su conchita. A lo que le respondí que solo eran caricias y como la quería tanto, también quería que ella disfrutase tanto como yo de lo que esta sucediendo, y que le iba a hacer una cosa que le gustaría muchísimo.
Así que dirigí mi cabeza a su entrepierna. La hice recostarse sobre una columna, y comencé a saborear aquel virginal conejito. Al principio solo eran quejas que si no debemos que si estaba mal… etc. Pero al parecer le comenzó a gustar y pronto cesaron las quejas.
Recuerdo que sus manos hacían prisionera mi cabeza, no quería que parase. Su respiración comenzaba a agitarse. Su cintura se movía sin parar y sus pequeños gemidos no se hicieron esperar. Saqué la cabeza de entre sus piernas y le pedí que me chupara la verga. Ella con cara de asco me dijo que prefería que le siguiese haciendo lo de antes que le había gustado mucho. Le dije que yo seguiría pero que ella me la tenía que chupar.
Me subí en la barra con ella, cogió mi pene se lo acercó a la boca y poco a poco se la fue introduciendo en la boca. Y torpemente la fue chupando dejando rozar los dientes con mi verga.
Le cogí un dedo y le expliqué como debía hacerlo. Me tumbe en la barra y comenzamos con el 69. Cada vez aquella lección que le había dado, la estaba mejorando segundo por segundo. Aun recuerdo aquellos lenguetazos que me daba sobre el prepucio.
No tardé mucho en llenarle aquella boquita de leche. Cuando notó como aquel chorro de leche penetraba por su garganta quiso retirar la cabeza, pero mis manos se lo impidieron hasta no terminar de correrme del todo. Me gritó que era eso tan asqueroso que se había tragado. Le dije que eso era mi leche, que eso era muy bueno para ella. Sinceramente no sé si lo creyó pero siguió chupando aquel trozo de carne flácida. Mientras tanto yo seguía chupando aquel hermoso y sabroso conejito.
La niña se retiró gritando que se estaba haciendo pipi… Le cogí del brazo y le dije que no se estaba haciendo pipi que lo que sentía era su primer orgasmo, Asi que le seguí chupando con más intensidad pues quería aquel delicioso manjar que estaba por salir.
Estuve chupando unos 3 minutos hasta que un grito y una contracción de cadera y de piernas me hicieron ver que estaba corriendose. Quería aquel dulce néctar. Me tragué, lamí y relamí aquellas gotitas que había soltado aquella preciosa niña. Lucia se incorporó y me dijo que le había encantado lo que le había hecho y que le había gustado el sabor de mi pito.
Le pregunté que si quería disfrutar mas de lo que había disfrutado, tendría que hacer lo que ella había visto en la película guarra. Pero nosotros dos solos. Ella me respondió que no sabía que hacer porque le parecía que estuviese haciendo algo malo. Mientras ella me decía esto yo le estaba acariciando su conchita y de vez en cuando la empezaba a penetrar con un dedo.
Sus movimientos de caderas no se hicieron esperar. Le dije que malo sería no terminar lo empezado, que si ya había empezado a disfrutar porque no terminar disfrutando más aun. Ella no sabía que hacer así que la tumbe en la barra y dirigí mi pene hasta la entrada de su virginal conchita. Dejé que el prepucio fuese entrando poco a poco sin empujar todo poco a poco.
Noté como una fina barrera. La miré a los ojos. Que vista…una niña de 10 años, desnuda con una carita preciosa, angelical, dedicándome posiblemente la mejor sonrisa de su vida. Aquel cuerpecito blanco, suave como la piel de un melocotón. Allí estaba ella lista para que la tomase.
Le advertí que al principio le podía doler, pero que al final disfrutaría muchísimo más que antes. Ella no dijo nada solo se quedo inmóvil esperando algo. Empecé a empujar algo más fuerte, veía en su cara muecas de dolor. Seguí empujando hasta notar como algo se rompía para dejar paso al gran trozo de de carne que estaba por entrar. En ese instante ella grito, y comenzó a llorar llevándose sus manos a su conchita.
Le pedí perdón si le había dolido. Ella aun llorando me pidió que se la sacara que se quería ir a casa. Le dije que ya no le dolería más que me dejase curarle su conchita que vería como le iba a gustar. Ella me dijo que me quería que por eso ella se había dejado hacer pero que a ella le parecía que yo no la quería y que por eso se quería ir. Mirándola a los ojos le dije que la quería, y que lo que estábamos haciendo el amor y que se lo hacia porque ella era una persona muy especial para mi.
Ella algo conforme con lo que le había dicho apartó sus manitas de su conchita dejándolas alrededor de mi cuello. Mientras ella sollozaba seguí con la penetración. Cada vez los lamentos iban disminuyendo, me decía que le escocia su conchita que era como un ardor muy fuerte. Mientras tanto mis embestidas se iban haciendo más fuertes y rápidas. Llegue a introducir toda mi polla en su conejito.
Aquellos sollozos dejaron de sonar y comenzaron a sonar pequeños gemidos. Con la voz entrecortada decía que lo hiciese mas lento, que le estaba gustando pero aun le dolía. Yo disminuí la marcha haciendo que mi eyaculacion que era eminente se retrasara un poco más. La miraba y aunque quedaban restos de las lágrimas derramadas a causa de la penetración se dejaba entrever que aquella niña de tan solo 10 años gozaba mas que ninguna otra mujer en el mundo de aquellos 20 cm de polla que la estaban penetrando sin parar.
Era una autentico deleite ver como aquel conejito acogía ese enorme trozo de carne. Aquella niña que mordía su labio inferior cada vez que le iba embistiendo, con esos ojazos semicerrados. Es una imagen que no puedo olvidar. Quería deleitarme viendo como aquella verga le iba entrando y saliendo.
Así que cambiamos de postura, poniéndose ella encima. Recuerdo que de una sola sentada se introdujo de golpe los 20 cm. de polla, saliéndole de su boca un gemido de autentica mujer. No dejaba de botar intentando clavarse más de esos 20cm. De ser una niña tierna y dulce, la había convertido en una autentica viciosa del sexo. Algo en su conchita empezó a lubricar mucho más de lo que ya estaba.
Cuando sin quererlo nos corrimos los dos a la vez. Cuando se la empezó a sacar una mezcla de sangre, semen y me imagino que flujo caían en mi cadera y resbalaban por sus muslos. Ella se asusto pero le explique porque había sangrado. Le pregunte si le había gustado lo que habíamos hecho y me contesto que si que le había gustado mucho.
Se bajo de la barra para ir a buscar sus braguitas y comenzar a vestirse pero cuando la vi agacharse para coger sus braguitas y aquel culito tan bonito quedo completamente a la vista me baje de la barra y me dirigí hacia ella y besándola en le cuello le comencé a penetrar con un dedo en su culito…
Ella comenzó a reírse y se dejo hacer. Fui corriendo a la cocina para coger un poco de aceite de oliva para echarle un poco en su culito. Le comencé a meter un dedito y después fueron dos…. Ella no hacia otra cosa que gemir…. Cuando ya estaba otra vez listo para penetrarla no lo dude le metí la polla por el culo…. Costo un poco pero entro casi toda así que la fui embistiendo hasta que se me apeteció hacer una cosa.
La deje apoyada en una mesa y volví corriendo a la cocina busque un amasador de madera que tiene forma de pene (bueno según quien lo mire) y volví junto a ella. Mientras yo la penetraba con mi verga por el culo utilicé el amasador para metérselo por el chochete…. Aquello me éxito muchísimo… notar otra cosa dura dentro de ella me puso a mil.
Ella se quejaba porque le dolía tener uno por el culo y el juguete por el chochete pero yo seguía. Y seguía no podía parar era algo increíble que morbo me estaba dando esa situación. No tarde mucho en correrme cuando se la saque tenia una mezcla de caca y semen. Nos limpiamos nos dimos un par de besos y nos despedimos.
Fin

El ascensor
6 de noviembre de 2024 en Relatos SDPA, Jovencitas
En el departamento 704 del edificio Crystal vivía Lucia, una pequeña de nueve años que se pasaba la mayor parte del tiempo sola en su casa mientras su madre trabajaba de enfermera en un hospital bastante retirado; algo que no le preocupaba a la niña de cabello largo, negro y brillante; ojos grandes de un marrón claro y una carita redonda de tez morena que le daban un aire de inocencia exquisito.
La nena se pasaba parte del día en su escuela y la otra parte recostada en su cama, esperando a que la alarma de su despertador sonara a las dos de la madrugada, avisándole que era hora de su actividad favorita.
Lentamente se levanto de la cama con suaves bostezos; tallándose los ojos con el dorso de la mano mientras trataba de desabotonarse la camisa escolar bajo la oscuridad de su cuarto. Sus pequeño e incipiente pecho quedo al descubierto después de aventar la camisa sobre la cama, pasando sus manos al pequeño cierre de la falda tableada que apenas podía cubrir sus grandes y redondas nalguitas que en muchas ocasiones permitía a algún afortunado contemplar sus lindas bragas infantiles y disfrutar de aquellas bien torneadas piernas de niña. Se quito las tobilleras, fue al baño, abrió las llaves de la regadera y se metió a bañar; sintiendo como cada gota de agua se escurría por sus pezoncitos rosados, mientras los ríos de agua enjabonada acariciaban su pequeña vulva lampiña haciéndola suspirar varias veces a lo que ella prefería detenerse y salir inmediatamente.
Lucia tomo una pequeña toalla rosa para secarse y luego se la enrollo sobre el cuerpo, aunque la prenda no lograba cubrir la pequeña rayita que insinuaba su vagina. Tomo un soplo de aliento mientras unas cuantas gotas cayeron de su cabello húmedo sobre sus también descubiertas nalguitas; se dirigió a la puerta y salió al oscuro pasillo del edificio en el que vivía.
Volteo a ambos lados, saltando ligeramente con el más mínimo ruido que insinuara la presencia de alguien. Todo estaba solitario. Se alejo un poco más de la puerta de su apartamento mientras miraba insegura en todas direcciones, temerosa de ser descubierta pero a la vez sintiendo como un liquido caliente le escurría por las piernas saliendo lentamente de su pequeño conejito. Era lo que le gustaba; ese sentimiento de ser descubierta mientras andaba por el edificio cubierta únicamente con una pequeña toalla le recordaba la vez que, en sus prisas, se había puesto las bragas de su madre por error y en el camino a la escuela tuvo que quitárselas porque se le caían hasta los tobillos, dejando al descubierto su pequeña hendidura cubierta solamente por la delgada faldita que apenas la tapaba. Esa sensación le perduro todo el día en la escuela a la vez que sentía como sus pezoncitos, duros por la excitación, se rozaban con la camisa; hasta que por fin, apretando los labios fuertemente para no hacer ningún ruido llego a lo que sería su primer orgasmo en medio de la clase al pensarse descubierta, aunque nunca ocurrió.
Volvió a despabilarse de sus recuerdos y se dirigió al elevador; apretó el botón y el pasillo se vio iluminado por la luz que salía al abrirse las puertas que luego se cerraron con ella dentro. Lucia subió al último piso del edificio pero no se bajo; las puertas del elevador se volvieron a cerrar; la niña dejo caer la toalla al suelo mientras una de sus manitas empezaba a acariciar en un vaivén su pequeña vagina y la otra apretaba el botón del primer piso. Los números iban disminuyendo con el aumento de la velocidad de sus frotes. El pequeño clítoris de la niña se empezaba a asomar entre sus labios, hinchado por el calor corporal. Los pezones, duros y rojos, sentían la tibia humedad vaginal que la niña les hacía llegar con sus manos de vez en cuando mientras los espasmos se hacían cada vez mas fuertes hasta que, cayendo de rodillas, con sus redondas nalgas apuntando a la salida y su pequeña mano abriendo ligeramente su vagina, sus líquidos infantiles salían disparados con la fuerza del orgasmo, en el mismo momento en que la puerta del elevador se abrió y las luces formaban una sombra en el exterior.
La pequeña se le quedo mirando con los ojos muy abiertos. No se esperaba que alguien utilizara el elevador a esas horas de la noche mientras su cuerpecito desnudo aun temblaba por el orgasmo que había sentido hace unos minutos. Ya lo conocía, vivía en el decimo piso; un hombre obeso, casi 50 años, calvo y que siempre parecía estar mirando a las niñas que salían del edificio.
El hombre se le quedo mirando. Atrás de sus gafas se podía notar una mirada lujuriosa y en sus pantalones se podía percibir un fuerte palpiteo. Dio unos pasos, cerrando tras de si la puerta mecánica y apretando el ultimo botón del elevador. Lucia solo sintió como una fuerte mano peluda la sujetaba de la cabeza sobre el suelo evitando que se levantara, mientras sus suaves nalgas eran apretadas con intensidad por el sujeto.
-Ya decía yo que tenias un buen culo, nenita- le decía el viejo mientras su mano jugueteaba con los glúteos de Lucia. Parecía obsesionado con el trasero de la niña.
Lucia no podía hablar. Su rostro estaba demasiado pegado al suelo por culpa de la velluda mano y lo único que podía hacer era intentar mover sus caderas para que el hombre dejara de tocarla, pero eso solo logro que el calvo se excitara con cada movimiento. Y sin mediar palabra libero su carcomido falo, lubricándolo con los restantes jugos vaginales de la niña.
Lucia sintió de repente un escalofrió cuando el anciano coloco la punta de su verga hinchada entre los labios de su virginal hendidura y presionaban lentamente para poder entrar. Quería gritar, pero le era imposible. Las lágrimas empezaron a recorrerle el rostro al sentir como aquel pedazo de carne se iba adentrando en su pequeña vagina de nueve años, desgarrándole el himen cuando la verga del hombre llego a tocar su útero y la sangre escurría por sus piernas.
El arrugado pene se quedo un rato dentro de la niña, esperando a que su rajita se amoldara al tamaño y entonces empezó a bombear. El palo carnoso entraba y salía como pistón en la infantil vagina mientras Lucia no dejaba de llorar en silencio aun con la peluda mano en la cabeza y la otra amasando sus nalgas. Sus labios vaginales se iban contrayendo con cada embestida y la sangre de sus piernas se iba diluyendo con una nueva oleada de éxtasis infantil.
-ya ves que si lo estas disfrutando, nenita- le dijo el hombre soltándole la cabeza, ahora usando sus dos manos para tomarla de las caderas y penetrarla con más fuerza. Su verga golpeaba con fuerza el útero de la pequeña la pequeña vulva se contraía con cada estoque.
Lucia había dejado de llorar. Solo sentía el extraño ardor en su vagina que le hacía escurrirse en sus jugos. Sus ojos ya no expresaban los orgasmos que se iban acumulando con cada piso que pasaba y los cuales se le hacían eternos a la pequeña. Y después de un rato sintió como su interior se iba calentando con un extraño líquido mientras el viejo de 50 años respiraba agitado con las manos apretándole los glúteos.
Lucia nunca supo cómo había llegado a su casa. Despertó como siempre con la alarma de su despertador, pero esta vez no se bañaba. Se desnudaba completamente y salía sin revisar los pasillos. Sus ojos no percibían nada más que los botones del ascensor y bajaba al último piso donde, al abrirse las puertas, la esperaba el calvo cincuentón y ella se agachaba mostrándole sus glúteos marcados por las manos del hombre, abriendo su vagina con ambas manos; rogando porque el viejo la llenara con su leche.
Fin