La inquilina, Parte 01 (de Cazzique)

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Ya me debía dos meses de renta la señora del trece, me dirigí entonces a la dirección en donde alquilo los departamentos y directamente llegué hasta dicho número, toqué la puerta no muy prepotentemente y nadie abrió, al parecer no se escuchaba ningún sonido dentro por lo que supuse nadie se encontraría. Estaba justamente a punto de retirarme cuando entró en la vecindad una joven delgada y alta como de unos catorce años. La miré mientras avanzaba por el pasillo y se detuvo justamente delante del departamento señalado.

La jovencita sacó una llave y entró, enseguida me fui detrás de ella y nuevamente volví a tocar a la puerta, la juvenil figura de la chiquilla se dibujó en el marco de la puerta mirándome extrañada durante algunos segundos. Posiblemente impresionada al no conocerme me examinó por algunos segundos; yo soy una persona alta, de complexión robusta, cabello oscuro y tengo cuarenta y siete años ya cumplidos.

– ¿Sí? – preguntó ella.

– ¡Hola, nena!… ¿Se encontrará tu mamá?

– No, se fue a trabajar… Regresa hasta la noche. – dijo mientras comenzaba a cerrar.

– ¡Oye, espera! – dije colocando la mano sobre la puerta de metal.

– ¡Dígame! – dijo deteniéndose.

– Mira, es que vengo a cobrar la renta… ¿No te dejó nada tu mamá?

– ¡Mmm!… Bueno, sí… Mamá me dijo que la aguante un poco más. – dijo la chiquilla poniéndose colorada. – Qué ya pronto le va a juntar el dinero.

Me le quedé mirando a la pequeña mientras decía esto, se notaba en su rostro la pena de decírmelo, justo esas situaciones que uno nunca espera que lleguen y luego finalmente se quedó con la mirada en el suelo y recargada contra el filo de la puerta metálica. Esos instantes los aproveché para mirarla detenidamente.

La nena era alta, de cuerpo delgadito, cara hermosa con sus cejas bien delineadas, ojos oscuros y cabello azabache largo por debajo del hombro y medio ondulado. Bajando un poco más se apreciaba su piel morena clara muy suave, traía puesta una playerita amarilla sin mangas solo con tirantes y sus hombros asomaban delicados y suaves; bajando un poco más noté unas par de hermosas tetas, la pequeña no traía brasier y se marcaban en la tela sus pezones casi a la perfección, hasta me pareció estárselas viendo en vivo. Continué bajando la mirada notando su plano vientre y descubrí unas anchas caderas, ya era toda una mujercita. Traía además una minifalda gris de esas tipo militar cómo camufladas y debajo se podían apreciar sus firmes piernas de piel morena. Estaba calzada por huaraches pues por acá hace mucho calor y es lo que comúnmente se usa cuando uno esta en casa.

Yo continué parado en la puerta pensativo y observando a la hermosa pequeñita que seguía con la cabeza agachada y mirándose los pies. Noté cómo en mi entrepierna se comenzaba a formar una potente erección mirando directamente los pequeños senos en formación de la jovencita y mi mente comenzó a trabajar rápidamente, pero la verdad es que no me atrevía a hacer nada que pudiera comprometerme en esas circunstancias pues me encontraba en una vecindad en donde había muchos vecinos que podrán estar observando. Saqué de mi portafolios un papel y torpemente comencé a hacer que escribía sujetando muy malamente el portafolios a modo de mesa, la chiquilla me observaba atenta y hasta un poco divertida por las maniobras qué estaba realizando, tras algunos fallidos intentos le pedí de favor que si me dejaba entrar para recargarme en una mesa o algo parecido, la chiquilla me observó algunos segundos y tras pensárselo un poco abrió la puerta del departamento haciéndose hacia un lado. Ingresé y echando una rápida mirada vi en una de las paredes una mesa con dos sillas.

– ¿Puedo sentarme? – pregunté mirando a la nena.

– Sí, adelante.

La chiquilla se acercó a la otra silla después de haber cerrado la puerta y miró que estaba escribiendo, era una nota para su madre informándole de mi presencia en el departamento sin haberla encontrado. Al terminar la doble bien y la metí en un sobre. Alargué el sobre por la mesa hasta la chiquilla que me miraba.

– ¿Se la podrías entregar a tu mamá?

– Sí…

– ¿Oye te puedo hacer una pregunta?

– ¡Dígame!

– ¿Tú le ayudas a tu mamá en algo?… ¿Me refiero a si trabajas o algo así?

– No. – dijo ella después de pensarlo unos segundos. – La verdad es que mamá me iba a meter a trabajar en donde ella, pero finamente algo pasó y no la dejaron que yo entrara allí.

– ¡Ah!… ¿Ósea que si ibas a trabajar?

– Sí, es que la verdad con lo que gana mamá a veces ni para comer nos alcanza.

– ¡Oh!… Ya entiendo… ¿Y dime algo?… ¿Tu estarías dispuesta a ayudarle a tu mamá?

– ¡Sí, claro!

– Pero me refiero a… Bueno… A ver, te explico… ¿Estarías dispuesta a ayudar a tu mamá sin que ella se dé cuenta?

– ¿Cómo? – preguntó ella extrañada.

– Mmm… No sé como explicártelo… Mira… Vamos a hacer algo… ¡Si tú me ayudas a mí!… Yo podría dejar de cobrarles la renta. – La chiquilla me miraba extrañada y más confundida aún.

– ¡No entiendo! – dijo.

– Mira… – me puse muy nervioso. – Si tú haces algunas cosas para mí, yo podría dejar de cobrarles la renta y tendrían más dinero… ¡Pero nadie tendría que saberlo!… ¿Entiendes?

La jovencita se quedó pensativa por algunos minutos mirando únicamente la carta que tenía en las manos y posiblemente sopesando la situación, seguramente había entendido perfectamente de qué le estaba yo hablando.

– No sé… Tendría que pensarlo. – dijo finalmente un tanto insegura.

– La decisión es tuya… – dije ya más confiado y seguro de que era una posibilidad que no podría ella rechazar. – Pero necesito que me contestes ahora… Hay otra chica que está por decidir y puede ser ella o tú, dejo la decisión en tus manos.

– No sé… Es qué… Bueno, me da un poco de miedo…

– No tienes nada que temer… Yo sé como hacer estas cosas y te voy a tratar bien… A demás piensa en todos los beneficios para ti y para tú mamá… Todo el dinero que gana sería únicamente para las dos… ¿No crees que eso sea algo bueno?

– Pues sí… Pero…

– Vamos, piénsalo qué ya me tengo que ir… ¿Lo aceptas o no?

– ¡Está bien!

– Veras que no te arrepientes.

Me levanté y caminé hasta quedar frente a ella.

– ¡Mira vamos a hacer algo para comenzar!

Tomé mi portafolios y saqué de él una revista porno que traía siempre para los ratos de ocio, las manos me temblaban y miré que ella también se puso nerviosa. Me encaminé hasta un sofá medio roído que se encontraba al otro lado de la sala lejos de la ventana y le pedí a la chiquilla que cerrara la cortina y se sentara a mi lado.

La chiquilla obedeció y tras cerrar las cortinas se acercó hasta donde yo me encontraba sentándose a mi lado. Me pegué bien a ella y abrí la revista en donde por el momento nada sucedía, solamente una pareja sentada en una sala. Con forme íbamos hojeando la revista noté que mi pequeña inquilina se sentía un tanto incomoda, pero continuó mirando.

– Nunca habías visto una de estas… ¿Verdad?

– ¡No!

– ¿Y que te parece?

La chiquilla no contestó únicamente se quedó pensativa, para comenzar a calentar más las cosas puse una de mis manos en uno de sus desnudos muslos pues la minifalda se le había subido hasta dejarlas bien a la vista. Ella se puso nerviosa pero me dejó continuar con la mano allí.

Ahora se veía a la chica mientras que se metía en su boca la gruesa y larga barra del individuo y mi compañerita se sonrojaba ligeramente. Mi mano subió lentamente hasta llegarle muy cerca de su entrepierna y acaricié esa zona delicadamente sintiendo cómo su piel se iba erizando.

– ¿Te gustaría hacer eso?

– ¡Nooo! – dijo quedamente sonrojándose más.

– ¿Por qué no?

– No sé…

– Lo qué pasa es que nunca lo has probado y crees que eso está mal… Pero te aseguro que ya que lo pruebes te va a gustar mucho.

La chiquilla se ruborizó todavía más y despegó de la revista los ojos. Yo por el contrario continué sobando su entrepierna y llegué a rozar sus bragas sintiendo que su cuerpo vibraba levemente. Dejé la revista sobre la mesita que teníamos al frente y recosté ligeramente a la niña que ya no decía nada y continué sobándole los muslos pero esta vez acariciando de vez en vez las bragas de color rosa que ella traía puestas. El olor que su cuerpo despedía encendía mucho más mi pasión y ya entre mis piernas se notaba un gran bulto formado por mi aprisionado pene que pugnaba por salir. Con la mano que tenía libre sujeté la manita de la chiquilla y la llevé sin mucha resistencia por su parte hasta mi endurecido garrote. La ice que comenzara a sobarlo levemente sobre la tela del pantalón y ella fue muy receptiva en esos instantes y rápidamente lo comenzó a hacer solita.

Para esos momentos yo ya restregaba mis dedos sobre la tela de las bragas sepultando levemente la misma en su rajada que ya se comenzaba a humedecer ligeramente. La chiquilla cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones que invadían su cuerpo. Le abrí un poco más sus piernas para poder trabajar mejor y levanté su minifalda todavía más apreciando lo hermoso de su entrepierna todavía con las bragas puestas. Cuando hice esto ella apretó un poco más su mano sobre el bulto de mi entrepierna y sentí un poco de dolor pues me lastimaba la tela del pantalón.

– ¡Espera! – dije.

Desabroché mi cinturón y poco después el botón de la cintura, levanté mis caderas y bajé mis pantalones hasta los muslos. Bajé también el calzón y dejé al descubierto mi grueso y largo tronco cabezón. Ella lo miró tímidamente y apartó la mirada de mi entre pierna.

– ¡No seas tímida!… Míralo, tócalo…

Tomé nuevamente su mano pero esta vez la puse directamente sobre mi tronco. Ella apretó sus dedos alrededor y miró no muy convencida en donde tenía la mano. Le pedí que moviera su mano arriba y abajo y ella lo comenzó a hacer lentamente. Eran movimientos torpes pero sumamenteexcitantes y la tuve que detener o de lo contrario terminaría viniéndome antes de tiempo. Medio levanté mi cuerpo y acomodé a la chiquilla recargándola contra el brazo del sillón y dejándola semi-recostada, sus piernas quedaron apuntando contra las mías y se las acaricié lentamente desde sus rodillas hasta sus caderas. Metí las manos por debajo de la minifalda pasando por detrás de sus nalgas, ella volvió a cerrar los ojos y la cabeza la echó hacia atrás. Jalé las bragas con los dedos y fui dejando desnuda su vagina, apenas tenía algunos vellos que comenzaban a darle forma a un delicioso triangulillo que se dibujaba tenuemente en su vientre. Ella por instinto apretó las piernas impidiendo que bajara más las bragas pero un poco después yo se las separaba más para bajar las bragas hasta sus rodillas.

Metí mi mano entre sus muslos y acaricié la vulva qué estaba sumamente caliente, mis dedos se pasearon arriba y abajo a lo largo de los hinchados labios vaginales de la chiquilla y ella al sentir esa caricia, apretó su labio superior contra el inferior. Con su rostro enrojecido la jovencita levantó la cara para mirar qué era lo que le estaba haciendo. Y abrió sus bellos ojos negros. Atenta observó cómo mi mano se movía arriba y abajo entre sus muslos y abrió ligeramente la boca, yo la observaba atentamente descubriendo que la niña se comenzaba a excitar. Su pecho subía y bajaba rápidamente tratando de jalar la mayor cantidad de aire posible. Levemente comencé a meter un poco más mi dedo medio entre los pliegues vaginales y ella al sentirme gimió levemente. Lentamente las piernas de la hermosa chiquilla se fueron aflojando y me dejaron trabajar más libremente, los labios también se aflojaron un poco y mi dedo comenzó a rozar todavía más profundamente pero sin meterlo en el agujero. Su clítoris también se comenzó a inflamar y mi dedo lo comenzó a rozar una y otra vez. 

La respiración de mi joven inquilina se hizo más difícil cada vez y tuvo que jalar el aire por la boca. Y a la vez sus gemidos se hicieron más largos y excitantes. Pronto su cabeza cayó hacia tras dejando su hermoso cabello ondulado moverse libremente. Las piernas se abrieron todavía más las bragas se estiraron a su máximo todavía en las rodillas de la chiquilla, el olor a sexo comenzó a invadir la habitación y de entre sus pliegues comenzó a salir un hilillo de caliente jugo vaginal.

– ¡Ahhh! – gimió ella arqueando su espalda. Sí, mi joven amiga estaba llegando al primer orgasmo de su vida. Mis dedos siguieron moviéndose hasta que la pequeña jovencita quedó desfallecida sobre el sillón y aún respirando rápidamente. 

– ¡Te dije que te iba a gustar!

La niña no respondió, se quedó así con las piernas abiertas dejando que mi mano siguiera moviéndose libremente sobre su vulva.

Tras algunos minutos la nena se fue reponiendo e incrédula fue levantando la cabeza, se me quedó mirando algunos segundos y luego apuntó la mirada a su entrepierna viendo como mi mano seguía allí, sobando sus partes íntimas.

– ¿Qué?… ¿Qué fue eso?… – – preguntó entrecortadamente.

– ¡Tuviste un orgasmo!… ¿Te gustó verdad?…

La niña no respondió, únicamente movió la cabeza muy levemente aceptando que la caricia le había gustado y mucho más lo que había sentido.

– ¿Quieres sentirlo de nuevo? – pregunté ansioso.

– ¡Sí! – dijo ella casi imperceptiblemente.

Me levanté del sillón con la verga completamente tiesa y la hice recostarse completa en él, le quité las bragas y levanté su falda hasta dejarla sobre su cintura. Esta vez ella solita abrió las piernas y mis dedos no tardaron en recorrer los dos húmedos y tibios labios vaginales. Esta vez metí levemente uno de mis dedos dentro de su conchita cerradita todavía. Tras mirar que el jugo comenzaba a regarse por su conchita me acomodé y apliqué sobre su vagina mis labios y lengua. La chiquilla abrió los ojos y levantó la cabeza para mirar lo qué le estaba haciendo y su respiración se agitó enseguida. Llevé una de mis manos hasta su pecho y acaricié por encima de la tela amarilla de su playera. La masita de carne estaba firme y el pezón comenzó a erguirse ante los manoseos que le daba.

La pequeña no tardó demasiado tiempo en comenzar a venirse, sus gemidos se incrementaron y el sudor en su cuerpo fue en aumento, finalmente sentí que la vagina se contraía contra mi dedo que estaba metido solamente hasta la mitad mientras que le chupaba el clítoris. Continué atacando su erguido botoncito y cuando ella se terminó de venir fui a su agujero para meter profundamente mi lengua y extraer lo más posible de esos deliciosos jugos. Mi boca estaba en su gruta cuando ella levantó la cara para mirarme de nuevo, en sus ojos se reflejaba lo mucho que había gozado nuevamente con este orgasmo. Levanté los ojos para mirarla y ella me sonrió coquetamente. Estaba caliente al máximo la chamaquita y se le notaba en su enrojecido rostro. Sin levantarme de su entrepierna le dije que ahora era su turno y ella se me quedó mirando sin comprenderme bien.

Me levanté con la verga erguida al máximo e hice a la niña sentarse, apunté mi verga a su cara y ella entendió de qué se trataba. Con un poco de asco o miedo la nena acercó su boca a mi glande y besó levemente la punta.

– Métetelo… – dije.

La pequeña abrió su boca y lo metió pero sin tocarlo con los labios ni la lengua.

– Ahora cierra tu boquita… No lo muerdas, solo chúpalo como si fuese una paletita.

La niña comenzó a hacer lo que le estaba diciendo y poco a poco fue haciéndome una deliciosa felación que se comenzaba a prolongar ya algunos minutos. Yo sujetaba su cabellera oscura y ondulada empujándole cada vez más verga al interior de su boquita. La naturaleza de esta nena era la de ser caliente y pronto lo comenzó a demostrar pues su boca ahora hacía las cosas por su cuenta y además lo hacía deliciosamente.

– Dentro de poquito me voy a venir. – dije. – Me va a salir lechita de mi pito… ¡Quiero que te la tragues toda y no la desperdicies! 

La chiquilla seguía mamándome y solamente meneó la cabeza en señal de que había entendido, me agaché para sobarle las tetas qué aún no había podido ver directamente. Tenía los pezones completamente erectos y se los pellizqué ligeramente apretándolos entre mis dedos. La nena seguía a una misma velocidad metiendo y sacando de su deliciosa boca mi erecto pene. Comencé a experimentar las primeras contracciones en mi miembro y dejé las tetas de la chiquilla para sujetar su cabeza. Le empujé mi garrote un poco más y enseguida comencé a soltar mi semen dentro de su boca.

Sorprendida la pequeña se trató de echar hacia atrás pero yo lo esperaba y la sujeté con fuerza arrojando hasta la última gota de mi venida en lo más profundo de su garganta, finalmente como pudo la chiquilla se logró zafar de mis manos y jaló todo el aire qué le estaba faltando. Enseguida comenzó a toser reclinando el cuerpo al frente, yo me hinqué con ella golpeando ligeramente su espalda y le mire la barbilla repleta con mi semen que escurría del interior de la boca. Algunas gotas de la leche cayeron sobre su playera notándose enseguida un tono más marcado de amarillo.

– ¡Te dije qué no desperdiciaras mi leche! – le recriminé.

– No, no, no lo esperaba así. – dijo ella entrecortadamente entre tosidos.

– No te preocupes… es la primera vez y lo has hecho muy bien.

– ¡Sabe raro, su cosa!

– ¿No te gustó el sabor de la leche? – pregunté.

– ¡No, sé!… es fuerte, ¿no?

– Solo es cuestión de que te acostumbres, por lo pronto creo que lo haz

echo muy bien… Tenemos que seguirlo intentando.

– ¡Sí! – dijo ella después de unos segundos de silencio.

– Veraz que pronto les va a ir mejor a ti y a tu mamá.

– ¿Y que va a pasar después de esto?

– No tengas miedo, voy a seguir visitándote durantes la semana y juntos vamos a aprender muchas cosas ricas… Dame la carta que te di para tú madre… – Rompí la carta frente a la chiquilla. – Te has ganado tu primera renta, si sigues siendo buena quizás te traiga hasta algunos regalitos… ¿Quieres que siga viniendo?

– ¡Sí! – dijo ella satisfecha del trato.

Nos pusimos de pie y acerqué a la pequeña atrayéndola por la cintura, me agaché para besarla en los labios y ella se dejó. Lamí el semen que tenía en la barbilla y luego volvía besarla metiéndole mi lengua dentro.

– ¡Oye!… ¿Se me olvidó preguntarte tú nombre?

– ¡Palma!

– ¡Qué lindo nombre!… ¿Qué significa?

– Victoria, es latín… ¿Y tú?

– ¡Gualberto!… pero no me preguntes que significa porque no sé.

– Yo te lo averiguó luego en el Internet… A veces voy al cyber de acá al lado.

– A qué bien, te lo agradezco. – dije sobándole las nalgas por debajo de la mini.

Me levanté el pantalón y los calzones y ella comenzó a ponerse las bragas que le había quitado. Todavía platicamos unos minutos más en el sofá donde la estuve acariciando nuevamente y después nos despedimos quedando de vernos dentro de tres días.


Continuará

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