El relato erótico "La depravación de una madre, Parte 08" es un texto de ficción, ni el autor ni la administración de blogSDPA.com apoyan los comportamientos narrados en él.

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Esta publicación es la parte 9 de un total de 10 publicadas de la serie La depravación de una madre
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Cuando los niños se levantaron en la mañana ya era casi mediodía como ellos acostumbraban a levantarse los domingos. Encontraron una nota de su madre en puerta de la nevera donde decía que ella iba por la esposa del reo.

Mientras María iba en camino a la casa Ana, pensaba en los acontecimientos ocurridos el último día. «Las cosas se aceleraron».n Cuando llego a la casita de barro, ella estacionó y bajo, el perro estaba atado a un árbol y empezó a ladrar, alertando a Ana y Anita que salieron con sus barrigas casi a explotar a la puerta. El perro pareció reconocer a María, y dejo de ladrar batiendo la cola. «Umm, ya olio a la perra en calor» pensaba María mientras avanzaba a la puerta donde las dos mujeres la esperaban con entusiasmo. Ella fue recibida y le alcanzaron una silla del sencillo comedor de pantry. María tomo asiento, mientras Ana y su hija, parecían estar ansiosas por conocer de noticias. María noto la desesperación de ellas, y sintió lastima por la situación desesperada que estaban.

«Me temo que tengo noticias que ustedes no esperan.» Dijo maría mientras vio las miradas de desconsuelo en las mujeres. «Es imposible que dejen en libertad a Arturo. Ahora afronta otro cargo que lo sumaron al anterior, y tiene que esperar por lo menos otros cinco años, antes de hacer una consideración.»

Las mujeres se le aguaron los ojos. «Pero tengo una oferta para ustedes, yo les ofrezco un techo donde vivir, y no les va hacer falta nada. Lo prometo» las mujeres parecían entusiasmadas ahora. «Necesito que una de ustedes me ayude en la casa, en los quehaceres e incluso van a recibir un sueldo. ¿Están de acuerdo?» sin pensarlo, las dos mujeres estuvieron de acuerdo.

«Yo vine a ustedes, porque nuestras familias, tienen cosas bizarras en común y necesito completo silencio de lo que ustedes vean y escuchen en mi casa. Así como su secreto está seguro conmigo, necesito que nuestro secreto este seguro con ustedes. Si están de acuerdo, entonces podemos cerrar el trato.»

«por nosotras no hay problema, seremos como una tumba.» Dijo Ana, casi que saltando de alegría.

«Otra cosa más, ustedes pueden hacer con sus vidas lo que les dé la gana, pero es muy importante que cualquier cosa que hagan este fuera del conocimiento de la ley. No quiero problemas con la justicia. ¿Me entienden?»

«Completamente señora.» Respondió Ana de nuevo. María les dijo que ellas iban a vivir en un anexo que había al lado de la casa que fue construido para alojar las visitas, pero que casi nunca se utilizó. El anexo estaba completamente equipado, por lo que no era necesario que llevaran cosas que no necesitaran. Las dos mujeres corrieron a recoger sus cosas personales, y alguno que otro artículo que estaba en buen estado. Después con la ayuda de María montaron todo en la camioneta. Luego Ana cerró con llave la casita de barro y desato al perro. Ella y el perro junto con los corotos fueron en la parte de atrás, mientras Anita y el niño acompañaron a María en la cabina. Cuando llegaron a la casa María estacionó frente al anexo. El anexo estaba al lado de la casa, aunque no se podía ver desde la carretera. El anexo tenía un corredor como era costumbre en todas las casas de la zona. Había unos bancos grandes de madera. Después de amarrar el perro en un árbol que estaba al lado del anexo María entro a la casa con Anita y Ana cargando a Danielito. Las mujeres no podían creer lo que veían, el lugar era un palacio comparado con la mugrienta choza donde vivían. Todo el interior estaba amueblado: Había dos habitaciones grandes con camas matrimoniales en cada habitación y un baño común, una sala y la cocina comedor con todos sus implementos; en la parte de atrás había otro cuarto que servía para guardar cosas. María dijo que allí podían poner las cosas que no necesitaban. María busco en un gabinete de la cocina y saco un llavero, donde estaba una copia de las llaves del anexo y otra copia de las llaves de la puerta principal de la casa y se la dio a Ana. Las dos mujeres llevaron sus cosas personales a un solo cuarto. Cuando ellas ya estaban acomodadas en su nuevo hogar, María les dijo en qué consistía su negocio, también les dijo que iba a tomarse unas vacaciones en unos quince días para estar en casa. Los niños todos iban al colegio y era necesario que una de ellas estuviera temprano en la casa para preparar el desayuno y la merienda para el colegio, los niños regresaban del colegio en la tarde cuando pasaba el trasporte como a las cinco. Y ella se iba a trabajar después que los niños salían para el colegio, y no tenía hora de llegada. Cuando maría completo todas las indicaciones de lo que ellas iban hacer en la casa, ella los invito para que conocieran la casa y a sus hijos.

Sus hijos habían visto a su mamá llegar junto con dos mujeres, un niño y un perro y algunas cosas. Entonces corrieron a sus cuartos a vestirse apropiadamente. Cuando María abrió la puerta principal de sus casa sus niños estaban bien vestidos y esperando en la sala. María presentó a cada uno de ellos a Ana y Anita. Los niños estaban un poco impresionados, no se imaginaron que su mamá traería a una familia completa a vivir en el anexo. No solo eso sino que las dos mujeres, estaban embarazadas. Las mujeres eran de tez morena. Ana era una mujer que parecía ser de la edad de su mamá, y aunque en el rostro se reflejaba la vida dura que estaba llevando, tenía un cuerpo conservado, llevaba una bata materna vieja que apenas cubría medio muslo. Las piernas morenas rivalizaban con las de su mamá, pero parecía tener un trasero más grande y redondo, sus tetas eran grandes, más que las de su mamá. Anita también era morena y parecía ser un molde de su madre. Sus rasgos infantiles todavía se le notaban en el rostro, también llevaba una vieja bata materna que no era más larga que la de su madre. El niño era moreno, y se parecía a su mamá; Iba vestido con una franela vieja y short y unos zapatos viejos. Después de la presentación María invito a Ana y Anita para mostrarles todo lo relacionado con el trabajo que ellas iban a desempeñar en la casa, luego ellas fueron a la cocina y prepararon una comida rápida. La tensión que había al principio se desvaneció y Ana y Anita se sintieron bienvenidas en la casa de María, al rato charlaban y se reían, como si fueran viejas conocidas. Después de servir la comida a la mesa todos se acomodaron alrededor. María dio la bienvenida a la nueva familia, y todos procedieron a comer. Mientras comían María dijo: «Niños podemos sentirnos seguros con Ana y Anita, yo ya hable con ellas, y juraron silencio. Ellas son tan bizarras como nosotros, así que nos llevaremos bien. ¿Verdad Ana y Anita?»

«Si señora, nosotras somos como una tumba.»

«Ven niños, porque tanta formalidad, será mejor que a partir de ahora seamos nosotros mismos. Incluso Ana y Anita, tampoco van a ocultarnos nada de sus bizarras perversidades.»

Todos terminaron la comida, entonces los niños corrieron al cuarto de Juanita y Patty. Media hora después, salieron del cuarto cuatro niñas, vestidas en la misma ropa que llevaban el día anterior. María miro las miradas de asombro de Ana Y Anita y dijo:

«Como dije nosotros somos una familia un poco rara.»

Juanita se acerco donde María y dijo: «Creo que estas violando el código de esta casa, perra.» María sumisamente se levanto y fue a su cuarto, unos minutos después salió del cuarto desnuda, en tacones y con el collar en su cuello. Las dos mujeres no podían creer lo que veían, la elegante señora, era una perra. María se acerco y dijo: En esta casa yo soy la perra de Vigilante, entonces salió de la casa, al rato María traía al perro por la correa, dijo:

«Vigilante, le presentó a Ana y Anita» ellas también son unas perras como yo. Ana y Anita sonrieron al perro y le dieron un cariño, pasando la mano por su pelaje. «Mucho gusto Vigilante. Muchacho suertudo, que perra te has encontrado.» Todos sonrieron. María fue detrás de las dos mujeres que aún permanecían sentadas a la mesa. Entonces se apoyo sobre Anita y le acaricio la oreja con su lengua. La muchacha se giro, y María le dio un beso húmedo a la muchacha. Después fue donde Ana e hizo el mismo procedimiento. Entonces tomo a Danielito que estaba en el regazo de Ana y lo monto en la mesa. Le dio un piquito en la boca, luego con destreza le bajo el short, desnudando al niño, que no tenía interior. El chico ya portaba un miembro que era del tamaño del de Pablito. «parece que este muchacho saco la herencia de su padre, mira este palo. Y apenas tiene cuatro años.» entonces abrió su boca metiéndose el miembro del niño con todo y bolas, mientras con una mano acariciaba su pequeño trasero. Después de unos minutos de fastidiar al niño. Subió el short a su lugar y bajo al niño de nuevo al regazo de Ana. «Porque ser tan formales Ana, aquí ya todos nos conocemos.» Entonces María se apoyo de nuevo apretando sus tetas contra la espalda de la mujer, y empezó a desabotonar la bata. «Levántate.» Luego que Ana estaba de pie, María quito la bata maternal de Ana, dejándola en sostenes y pantaletas. Los niños miraban con entusiasmo la perversidad de su madre. Las pantaletas eran blancas y llegaban a la cintura, a los niños le recordó las pantaletas que habían visto en la casa de la abuela. Grandes y tapaban de cintura para abajo, cubriendo completamente sus nalgas, eran blancas pero se veía un manchón negro que prácticamente iba desde la cintura hasta su coño. Entonces María soltó el sostén dejando al descubierto unas tetas que prácticamente colgaban hasta la cintura, grandes y redondas. Después María se agacho y fastidiando a la mujer con sus manos fue quitando las pantaletas hasta que estaban en los tobillos, entonces Ana levanto uno y después otro pie para que María terminara de quitarlas. El cuerpo de Ana nunca supo lo que era una navaja, sobacos, vientre y coño era un matorral de pelos. Después María fue donde Anita e hizo lo mismo exponiendo a sus hijos las dos mujeres completamente desnudas. Los niños estaban entusiasmados mirando el cuerpo de Anita que llevaba unos aretes, colgando de sus tetas, que eran tan grandes como las de María, también tenía tatuado un corazón en cada teta. En la nalga derecha también tenía tatuado un pene grande flácido con una leyenda encima que decía PAPÁ. En la izquierda un tatuaje que decía COGEME y en la altura de la cintura por la espalda otro que decía SOY UNA PUTA. Cuando los niños volvieron la atención a ella de nuevo, María dijo:

«Ven ahora si estamos cómodos, ustedes son bienvenidas en nuestra familia. Entonces María fue al baño y regresó con un paquete de hojillas de afeitar, entonces se lo dio a Ana y Anita para que se afeitaran todo su cuerpo. Fue a la cocina y preparo unas bolsas de mercado, para ellas. Ana tomo las bolsas, mientras Anita recogió sus pertenencia y al niño. Y María y los niños las despidieron en la puerta. Las dos mujeres regresaron al anexo, desnudas, pavoneándose. Cuando las mujeres habían desaparecido de la vista, María y sus niños regresaron adentro. María contó todo lo que sabía de ellas y del espectáculo que ellas habían montado en la choza, la primera vez que fue. Después los niños se entregaron a otra orgía como se había hecho costumbre entre ellos, y María fue por Vigilante y se unió a ellos. Después de unas horas los niños se fueron dejando a María y a Vigilante enganchados.

La alarma despertó a María en la mañana, entonces salió del cuarto con el perro. En la cocina estaba Anita, preparando el desayuno y la merienda, se escuchaban las voces de sus hijos preparándose para el colegio. María fue donde Anita y le dio un beso húmedo en la boca, entonces salió con Vigilante a la perrera. Aunque ya a esa hora transitaban muchas personas y carros por la carretera, María no le importaba nada, le dio el beso que se dan dos amantes cuando se despiden después de una noche de sexo, y regreso a la casa. Ya los niños estaban sentados en la mesa, mientras Anita servía el desayuno. María fue a su cuarto a alistarse para irse al trabajo. Cuando regreso a la cocina ya sus niños estaban esperando el trasporte. La corneta sonó y ellos fueron dando a su mamá el beso cariñoso de cada día, y corrieron al autobús. Antes de salir de la casa dio las últimas instrucciones a Anita, y se fue para el trabajo. Los días transcurrieron más o menos igual, en la casa de María, todos entregados al desenfreno y a las perversidades. Incluso Ana, Anita y el pequeño Daniel, comenzaron a participar, María iba, como era su costumbre los sábados al convento a llevar una contribución, ya ella había cuajado una solida relación con la madre superiora y muchas monjas del convento. Algunas de ellas habían participado en el rito aquella noche.

Continuará

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