Dos amigos, Parte 07 (de Cazzique)

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Esta publicación es la parte 7 de un total de 11 publicadas de la serie Dos amigos
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Por fin llegaron en la madrigada a la isla, el muelle y las “chozas” que habitaríamos durante un par de días eran en realidad uno solo, el muelle se extendía a lo largo de unos cincuenta metros en un blanco banco de arena y casi llegando a la playa se bifurcaba perpendicularmente el pasillo, este otro “pasillo” llevaba hasta dos “chozas,” una antes que la otra y que se levantaban unos dos metros por encima del nivel del agua, gruesos pilotes de madera se dibujaban bajo las aguas y subían dando vida a esta especial construcción.

El sol apenas se dibujaba en la lejanía del mar y un poco somnolientos aún bajaron del yate, el capitán amablemente los guió hasta las “chozas” diciéndoles que podían descansar todavía un par de horas y que después el se encargaría del equipaje.

Efectivamente descansaron durante dos horas más, al despertar el sol ya en lo alto bañaba la totalidad de la isla, ni una sola nube se dibujaba en el horizonte; Juan el primero que se levantó pudo apreciar el lujo que presentaban las hermosas “chozas,” la sala tenía un suelo de cristal que no había visto antes pues estaba aun oscuro el interior, ahora podía ver el claro mar debajo de sus pies, caminó por toda la “choza,” en realidad era hermosa – más que choza esto era toda una residencia – pues bien, el hombre se impresiono de lo bien equipada que estaba y luego de dar la última mirada salió a una amplia terraza, se sentó en una de las tumbonas y apreció el panorama que se extendía a lo lejos, no pudo menos que admirarse de lo hermoso.

Por fin después de una media hora ya todos estaban de pie, lo primero que había que hacer era darse un buen baño para después salir a dar una vuelta por la pequeña isla, así todos juntos se metieron al baño que en realidad casi parecía una piscina, luego salieron y tomando un ligero desayuno se apuraron a salir de la cabaña, el capitán que estaba haciendo la limpieza de las cubiertas los vio y de inmediato se acercó hasta ellos, les dijo que mientras ellos estuvieran fuera el se encargaría de transportar el equipaje y que podrían regresar a la hora que lo desearan.

Casi una hora después las dos familias se detenían ante una hermosa playa de arenas blancas como la nieve, la playa en realidad muy baja parecía una laguna, su agua sumamente transparente les alegró, tendieron sobre la arena unas grandes toallas y en lo que las niñas jugaban dentro del mar, los grandes se pusieron a platicar, las niñas estaban sumamente divertidas en la playa y el tiempo se pasaba volando.

Claudia sacó la cámara de video grabando los agradables momentos, Pedro y Juan disfrutaban de unas cervezas bien frías, las niñas seguían dentro del agua, pocos minutos después ambas chiquillas regresaron sentándose al lado de sus padres, Pedro abrazó a Nicole y sonriéndole la hizo recostarse en su regazo.

La mano de su padre estaba acariciando suavemente su hombro, el delgado cuerpo de la niña aun con gotas del agua emanaba un delicioso aroma característico de esta combinación de factores, lentamente la mano de Pedro fue acercándose a la parte alta del bikini de su hijita y sin querer rozó su apenas creciente seno derecho. La mano se quedó encima de la pequeña montañita de carne de la niña aun sobre la tela del bikini pero lentamente también comenzó a mover sus dedos en forma circular. Claudia desde otra palmera más alejada a ellos no perdía detalle de lo que pasaba con la cámara en la mano.

Por su lado Juan estaba acariciando la suave espalda de la pequeña Carolina que estaba recostada en otra de las toallas, sus manos sin más rodeos desanudaron el cordón trasero del bikini y la espalda quedó libre de toda prenda, lentamente los expertos dedos de su padre recorrieron la totalidad de su espalda y volvieron a subir, luego a cada vez que volvían a bajar acariciaban parte de las hermosas y paraditas nalguitas que se mostraban hermosas cubiertas aun por ese pequeño triangulo de tela color azul cielo.

Pedro ya había metido sus dedos entre la tela del brasier y la piel de Nicole acariciaba directamente el pezón de la chiquilla que lentamente se fue poniendo duro como la piedra, la niña echo para atrás la cabecita y su padre sin pensárselo dos veces depositó sobre sus labios un ardiente y prolongado beso al que la niña respondió con total amor. Sus lenguas se buscaron sedientas mientras sus labios se unían con fuerza y pasión. Con la mano que estaba libre Pedro buscó la parte baja del bikini y fue introduciéndola lentamente buscando la rajadita lampiña de su hijita; la encontró a los pocos instantes y con suavidad recorrió una y otra vez los suaves labios vaginales de arriba para abajo, la niña relajándose y disfrutando de las caricias aflojó la tensión de sus piernas abriendo un poco el compás y permitiendo así que la mano de su padre se moviera con más facilidad por toda su rajadita.

Juan comenzó a bajar lentamente la parte baja del bikini de su hijita dejando al descubierto sus hermosas nalguitas, la niña no hizo nada para evitar que su padre retirara la prenda y ya casi cuando esta salía por los pies ella los levantó para hacer más fácil la labor, las manos de su padre regresaron lentamente desde sus pies hasta sus nalgas y jugó con ellas por largos minutos, luego se agachó y beso cada uno de los hermosos y sedosos cachetes, buscó con su lengua el ano de la niña y lo mamó mientras que con las manos separaba los cachetes, dejando completamente desprotegido al arrugado agujerito. La lengua de su padre se enterró lo más profundamente posible dentro de su pequeño y caliente agujerito trasero y a los pocos minutos uno de sus dedos se fue clavando de igual forma pero más profundamente.

Nicole se puso de pie frente a su papá y Pedro la acercó a el tomándola por las hermosas nalguitas, los dedos de él buscaron las correas del bikini rojo y de un tirón deshizo el nudo que las sostenía unidas, los trozos de tela de adelante y atrás cayeron lentamente mostrando las hermosas partes ocultas de la chiquilla, a la vista de Pedro la apretada hendidura en la que minutos antes sus dedos se habían paseado, con delicadeza jaló la penda para que esta cayera al suelo completamente. Acto seguido acercó más a la niña hasta que la vulva de ella quedo a escasos centímetros de su cara, olfateó la rajada y acercó más la cara sacando su lengua y comenzando a darle una deliciosa mamada a la concha. La lengua buscó entre los pliegues de la niña el protuberante clítoris que casi al instante salió de su capucha haciendo que un temblor de placer estremeciera el joven cuerpecito de Nicole. Una y otra vez la lengua de su padre se introdujo, se paseó y lamió cada rincón de su cuevita y la niña entre espasmos de satisfacción alcanzó un potente orgasmo que la hizo gritar sin poder contenerlo.

Para este momento Juan se encontraba chupando las tetas de su hija, Carolina entre tanto masajeaba la tranca de su padre que ya estaba por completo desnudo, la blanca manita de la niña se agarraba con delicadeza alrededor del grueso tronco y con suaves movimientos lo movía arriba y abajo. Una de las manos de su padre le estaba explorando la conchita, con un dedo y en movimientos circulares su clítoris era atacado una y otra vez y sin mucho la niña también explotó entre gemidos y fuertes aspiraciones. Claudia desde su posición y con una mano en su caliente panocha no dejaba de filmar y para que las tomas fueran mucho mejores se comenzó a acercar tratando de no distraer la atención de los que se encontraban en la orgía.

Ya todos completamente sin prenda encima reiniciaron la exquisita sesión en la que se encontraban Pedro se recostó en las toallas con su palo completamente erecto y su hijita se dedico a mamárselo mientras que él la lamía la concha a Carolina que se montó sobre su cara y a su vez la niña se la mamaba a su papá que estaba parado al lado, las cabecitas de ambas chiquillas se movían rítmicamente y entre sus boquitas se perdían los gruesos instrumentos de sus padres. Decidieron cambiar de posición a los pocos minutos y ahora hicieron un cuadro, esto era de la siguiente forma, una niña era mamada por uno de los hombres y ella a su vez mamaba al otro, así cerraban el circulo mamándose todos, ya no importaba quien a quien.

Esta vez llegó el momento esperado, Pedro como estaba hizo que su hija Nicole se montara sobre el enterrándose la gruesa daga entre sus piernas, lentamente la niña fue dejando que la verga de su padre se perdiera entre sus labios vaginales, cuando la tarea estuvo concluida Juan le pidió a su hija Carolina que le mamara el ano y le metiera un dedo hasta que estuviera lista, obediente la chiquilla se colocó detrás de su amiguita y sin más su lengua comenzó a explorar el interior de su culo para luego comenzar a dedear la apretada oquedad. De vez en cuando la pequeña le daba tímidas mamadas al palo de Pedro que estaba profundamente incrustado dentro de la conchita que estaba debajo. Por fin después de unos diez minutos la niña se retiró y Juan se acomodó detrás de Nicole, Carolina, su hija le ayudo guiando la gruesa y púrpura cabeza de su nabo hasta la entrada trasera de su amiguita.

Lentamente el glande fue abriendo el apretado culito de Nicole, Claudia definitivamente se acercó para hacer un close-up de la penetración, la gruesa daga sacó algunos gritos de la garganta de la niñita pero aguantó como toda una puta y a los pocos minutos ya se la había tragado por completo; lentamente los dos hombres se comenzaron a mover dentro de los agujeros de la chiquilla, era una escena sumamente deliciosa ver como las dos gruesas varas abrían de par en par las cavidades de la nenita, los lentos movimientos ganaron velocidad cerca de diez minutos después y regalaban a la chiquilla un espectacular orgasmo que la hizo hasta llorar. Llegó el turno de Carolina y la niña ya más experimentada en estos asuntos se montó sobre Pedro pero de espaldas a su cara y solita se fue clavando el duro tronco de la verga del padre de su amiga en el culito, con cuidado la chiquilla se iba sentando en la parada daga hasta que le llegó completa al fondo, se recostó sobre el hombre quién pasando su manos sobre las tetas de la chiquilla se las acaricio despacio y amorosamente hasta poner los  pezones completamente erectos; el papá de Carolina, Juan se montó entonces sobre su hijita y dirigiendo su garrote con la mano lo acomodó entre los apretados y regordetes labios de su vagina, lentamente empujo y estos se fueron abriendo para recibir la ya conocida macana de su progenitor. 

En pocos minutos ambos hombres tenían completamente empalada a la hermosa Carolina y se comenzaron a mover igual lentamente al principio y ganando más y más velocidad después, los gemidos y ruidos guturales de todos se mezclaban, sus agitadas respiraciones y el copioso sudor corría por los cuerpos de los tres, Nicole descansaba en otra de las toallas pero sin perder de vista la caliente escena mientras que Claudia no paraba de filmar y tocarse la concha suavemente.

El primero en aumentar la velocidad de sus caderas fue Juan, moviéndose sobre su hija comenzó a meter y sacar más rápido su dura tranca, los chasquidos se escuchaban fuertemente y una y otra vez los apretados labios vaginales de la niña aprisionaron su barra, fue inevitable, con un sonoro gemido su papá comenzó a inundarle la concha con gran cantidad de caliente y espeso semen que ella al instante sintió como la inundaba y como si se hicieran uno solo ambos comenzaron a venirse, las contracciones vaginales de Carolina se hicieron más potentes cerrando así también el esfínter del ano y Pedro no dejó de sentirlo y segundos después también le inundaba el recto con su caliente leche, los movimientos en ese instante estaban en la cima y entre los gemidos ahogados de los tres lentamente fueron cesando a la vez que gruesos ríos de leche y jugos se mezclaban fuera de la concha y el culo de la niña produciendo aún más chasquidos con los últimos movimientos.

Estaban completamente agotados y ya Claudia libre de la cámara se recostó con los demás y así descansaron entre pláticas y halagos durante casi una hora, después las chiquillas siguieron jugando en el mar pero ahora ya con los adultos, así les dieron las cinco de la tarde y ya muy cansados retornaron hasta las hermosas “chozas” del muelle.

Pedro, Juan y las niñas venían sumamente cansados y en cuanto entraron a la “choza” buscaron inmediatamente sus respectivas camas, casi al instante se quedaron profundamente dormidos. Claudia que venía un poco más fresca que los demás salió a dar un pequeño paseo por la orilla de la hermosa playa con arenas blancas que estaba a un lado del muelle y “chozas”, terminando el piso de madera del muelle la mujer se descalzó y dejó su largo y ligero vestido bajo de sus zapatos, se encaminó por la suave arena rumbo unas grandes piedras que se veían casi al final de la playa, su esbelto cuerpo y sus redondeadas formas se dibujaban hermosas bajo la tela del bikini color amarillo encendido que traía puesto, le llevó cerca de diez minutos llegar hasta las piedras en las cuales levemente golpeaban las olas formando pequeños penachos de burbujeante agua que rápidamente volvía a estrellarse contra la dura masa pétrea.

Claudia se sentó en una de las rocas más alta observando como lentamente se iba ocultando el sol en el horizonte y mientras contemplaba la hermosa escena su mente regresó a lo acontecido, su mente se extravió por momentos en las escenas sucedidas y lentamente se comenzó a calentar, su mano se posó sobre el triangulo amarillo que cubría su vagina y lo palpó suavemente por unos minutos, un repentino “crack” en el palmero posterior a ella la sacó de sus pensamientos y la mujer volteó con presteza. Entre las palmeras logró identificar la silueta del capitán que se acercaba, esté al verla le sonrió saludándola desde lo lejos; cuando estaba a escasos metros la volvió a saludar pero esta vez ya hablándole directamente, ella respondió al saludo del apuesto y veterano hombre pidiéndole que se sentara a su lado.

Platicaron por espacio de media hora, Claudia le pidió al hombre que le platicara sobre esta isla y de como es que él había comenzado a trabajar para el amigo de Pedro (el dueño de la isla), el capitán a grandes rasgos le comentó como había llegado a trabajar con el Sr. Damián pero ignoraba cómo el se había echo dueño del hermoso islote, le contó también que la gente de la costa contaba una curiosa historia acerca de esta isla y de que en ella había una maldición, más o menos la historia era la siguiente: En tiempos de la conquista un grupo de los conquistadores se había extraviado del resto de las embarcaciones y fueron a naufragar en la pequeña isleta, eran cerca de veinte hombres, se dice que la isla era habitada por una pequeña tribu de no más de cien gentes, la mayoría ancianos; cuando los españoles llegaron y la gente los vio los confundieron con Dioses y los españoles cayendo en la cuenta de que había pocos nativos que les prestaran resistencia aprovecharon la ocasión. Se dice que como ofrenda pidieron a los nativos la totalidad de las mujeres jóvenes. Los viejos del pueblo aceptaron y entregaron a las niñas desde los doce hasta los veinticinco años, en total se cuenta que se juntaron unas treinta y seis mujeres. Los españoles también se apartaron en un lado de la isla y de inmediato se repartieron el botín, se dice que esa misma noche todas las niñas y mujeres fueron ultrajadas por ellos, a unas les encantó y a partir de ese momento vivieron con los extranjeros pero las demás se escaparon de nuevo a la pequeña villa y envenenaron el corazón de los más jóvenes de la isla diciéndoles que esos extraños seres no eran Dioses y que les iban a quitar a todas las mujeres, recelosos los más jóvenes y viendo ultrajadas a sus futuras esposas se reunieron una noche, no eran más de veinte. Los españoles apenas llevaban dos semanas en la isla cuando esto ocurrió, como le decía, los jóvenes se juntaron y mientras la mayoría de los conquistadores dormitaba tomaron por sorpresa a los guardias degollándolos, luego siguieron con los que estaban dormidos, acabaron con todos los extranjeros. Al ver que las mujeres se indignaban por la muerte de sus amantes ellas corrieron la misma suerte y en la isla solo quedaron los viejos y unas cuantas mujeres.

Se cuenta por ahí que a partir de esos acontecimientos los hombres no confiaron más en el sexo opuesto y nunca más volvieron a tocarlas, los grandes fueron muriendo con el paso del tiempo y las mujeres jóvenes se volvieron viejas, cuando los hombres decidieron tocarlas para que su raza no se perdiera ya era demasiado tarde y las mujeres ya no dieron hijos, lentamente toda la isla fue muriendo y la última de las mujeres que quedó lanzó sobre los hombres la maldición de perder toda su descendencia posterior, los más jóvenes que ya no eran muchos huyeron de la isla hacia la costa del continente y se dice que a pesar de lo mucho que lo intentaron con las jóvenes de allá nunca más volvieron a tener descendencia.

Claudia quedó maravillada con la leyenda que el capitán le contó sobre la isla y ya más en confianza le preguntó si en verdad no se sentía solo en su barco, el capitán con sagacidad capto al instante el escondido significado de Claudia y poniéndole sobre una de sus piernas su callosa manaza le dijo que siempre que había una hermosa mujer sentía esa soledad más que nunca. Sonrojándose la bella mujer trató de apartarse del fornido capitán pero el se lo impidió plantándole en los labios un forzado beso que lentamente ella fue respondiendo. La lengua de Claudia se enredo con la del rudo capitán y sus labios hicieron presión en los del hombre.

Con prudencia el bravo marino se levantó y le dijo a la bella mujer que bajaran las piedras por el lado opuesto al que había llegado pues desde ese punto podrían ser fácilmente visibles desde el muelle, con el corazón agitado a mil revoluciones la hermosa mujer bajó los peñascos ayudada por el fornido hombre, ahora ocultos por el pedrerío así de pie él la jaló hacia sí y comenzó a besarla de nuevo, Claudia sintió la dura protuberancia que ya se formaba en la entrepierna del hombre, las manos del capitán se pasearon entonces por la espalda de la mujer y llegaron con prontitud hasta las nalgas, acarició con fuerza y a la vez con suavidad las carnosidades, sus dedos buscaron la rajada que separa a los cachetes y bajando por ella acarició el ano sobre la amarilla tela del bikini; las ansiosas manos de la mujer buscaron entonces el broche del pantalón del hombre y nerviosa dejó caer los pantalones de esté, no usaba truza y casi al instante sintió como el duro pene del macho pegaba contra su estomago. Sin darle mucha oportunidad el corpulento capitán subió sus manos a los hombros de Claudia y la empujó haciéndola arrodillarse y comprendiendo al instante las hermosa boca de la mujer alojó el grueso miembro, comenzó ensalivando muy bien la púrpura cabeza del pene y después lentamente se comenzó a tragar la larga pieza, su boca fue engullendo cada palmo del duro y caliente miembro hasta que por fin se lo logró meter completo. Lentamente comenzó a moverse de adelante para atrás proporcionándole al capitán una indescriptible y satisfactoria sensación; las callosas manos del sujeto atraparon la cabeza de la bella dama guiándola en sus movimientos a la vez que las caderas iniciaron un leve movimiento envistiendo contra la boca que se tragaba la verga.

Después de unos diez minutos de mamarle la tranca el capitán se hincó junto con Claudia y volvió a besarla, luego desanudo el sostén amarillo del bikini y esté cayó en la blanca arena, las hermosas tetas quedaron libre y el hombre las acarició poniendo especial atención en los erectos pezones; se agachó y mamó con avidez el duro botón, la mujer sintió las rudas mamadas del capitán y aprisionó su cabeza contra el pecho enajenada de pasión. Entonces las manos del musculoso hombre buscaron la parte baja del bikini desanudándola también y la prenda fue retirada al instante, con la palma completa de la mano el sujeto acarició toda la vulva de la mujer, haciendo que se estremeciera y un fluido cálido y de olor embriagador se escurrió en los dedos del aventurado individuo.

El capitán después de unos instantes de mamar el hermoso y firme pecho de la dama hizo que se recostara en la arena y acomodándose entre las piernas de está se abandonó a una rica mamada de la suculenta y jugosa panocha, abrió con los dedos los labios apreciando los rosados interiores enseguida pegó su boca y comenzó a lamer con intensidad los pliegues que antes hubiera apreciado. El ataque tan inesperado en su concha hizo que Claudia soltara un profundo gemido de satisfacción. La boca experta y ruda del capitán estaba ocasionando estragos tan intensos en el interior de Claudia que antes de cinco minutos estaba experimentando un intensísimo orgasmo que la hizo gritar intensamente. Pero el capitán en lugar de detenerse y dejar descansar a su presa siguió moviendo sus labios y lengua en el interior de la mojada concha, se bebía ávidamente cada gota de los jugos de la dama y sin poder evitarlo otro orgasmo se encadenó al primero, las caderas de ella se movieron circularmente y arqueó un poco la espalda para así ofrecer más abiertamente su vagina. Claudia sintió que litros y litros de su néctar eran tragados por el capitán, se abandono completamente a los caprichos de esa boca que la estaba dejando seca; pero por fin el hombre se separó de esa concha que ahora estaba abierta de par en par y aun rezumando un poco de sus delicias.

Esperó unos instantes y mientras se acomodaba entre las piernas, Claudia tuvo unos segundos de reposo, pero solo fueron unos cuantos y acomodando la cabeza de su pene en la entrada de los abiertos labios dejó que está fuera resbalando despacio al cálido y húmedo interior. Los pliegues se fueron abriendo y dando cabida a la gruesa daga, en pocos segundos la penetración fue completa y el capitán comenzó a bombear primero lentamente para después arreciar un poco los movimientos. El cuerpo de la mujer vibraba a cada embestida del corpulento hombre y lo abrazó con las piernas por la cintura abriéndole completamente los cálidos pétalos de su vagina. La penetración era completa y ambos la disfrutaban al máximo. Los labios del capitán se pegaron a los de Claudia y sus lenguas se buscaron, las manazas del hombre se apoderaron de las tetas de ella y las estrujaron con impaciencia; contracción tras contracción el capitán supo cuando su compañera comenzó a experimentar otro orgasmo más, sus movimientos entonces se volvieron más profundos y lentos, los gemidos no tardaron en aparecer y Claudia se dejó arrastrar una vez más por las exquisitas sensaciones.

El corpulento capitán a pesar de su madurez se manejaba muy diestramente y rodando por la arena el fue a quedar ahora sobre la cama de arena mientras Claudia quedaba sobre este. Acomodándose ella quedó montada y sin perder la penetración comenzó a mover sus caderas sobre el vientre del capitán; las manos del sujeto no se despegaban de las hermosas tetas que una y otra vez eran recorridas con suavidad poniendo eso sí mucha atención a los erguidos pezones. También las caderas del hombre se comenzaron a mover al ritmo de los movimientos de Claudia, los chasquidos de los jugos se dejaron escuchar fuertes mientras escurría el néctar bañando así los ensortijados vellos púbicos del hombre. No pasó mucho después de ese último orgasmo cuando ella empezó a experimentar otro más y el hombre arreció sus movimientos contra la concha de la bella dama, cuando se lo anunció Claudia el capitán certeramente coincidió con su venida y semen y jugos vaginales se mezclaron al movimiento de los cuerpos. Los gemidos y gritos hicieron lo propio en las últimas sacudidas de los gozantes.

Después de la tormenta ambos permanecieron recostados uno al lado del otro sobre la arena, pasaron cerca de treinta minutos mientras la oscuridad se encargaba de irlos envolviendo, luego se adentraron en el agua aún tibia y jugaron varios minutos corriendo de un lado al otro y así se fueron acercándose hasta llegar a las “chozas del muelles”.


Continuará

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