Capítulo 8. Celia's Bukkake.
Relato que tiene a una de mis ninfas adolescentes como protagonista. En ella se relata la historia del rodaje de la primera película pornográfica de Celia y en donde la pequeña protagonizada su primera escena Bukkake.
Diana aguantaba la mano de su hija intentando tranquilizarla. Celia se movía nerviosa mientras la maquilladora daba los últimos retoques a su cuerpo totalmente desnudo. Un ligero toque en las aureolas y trazas de base en el rostro. Nada evidente, sólo lo justo para evitar brillos incómodos delante de la cámara. Brillos que inevitablemente aparecerían más pronto que tarde, conforme el rodaje fuese avanzando, cuando los cuerpos comenzasen a sudar durante la cópula, cuando las vergas hurgasen en el interior de su cuerpo juvenil.
Y eso precisamente era lo que iba a ocurrir irremisiblemente en breves momentos, delante de varias cámaras y con algunos espectadores de lujo que habían pagado auténticas fortunas por ver el estreno cinematográfico de la muchacha en directo. Después pasarían un fin de semana inolvidable con la estrella en ciernes. Ella les complacería gustosa consciente de que hay que mantener contentos a los patrocinadores.
- Tranquila, todo irá bien. Lo harás estupendamente.
- Sólo quiero estar a la altura… cinco… son muchos…
- Actúa con naturalidad…
- Ya… pero… ¿Has visto la de ese negro? Es… enorme…
- Relaja el cuerpo… déjate hacer…
- Lo sé.
- ¿Qué tal el enema?
- Bien, pero tengo el culito un poco sensible…
- ¿Y eso? Creí que en el harén no había chicos…
- Pero sí muchos consoladores…muchas chicas… mucho tiempo libre… y mucho vicio.
- Entiendo….
- Además el Emir dio una fiesta anteayer para unos chinos amigos suyos…nos hicieron de todo… sobre todo por detrás. Son unos enfermos.
Al escuchar aquello Diana se sintió algo culpable, no en vano ella había sido el artífice al introducir a su familia en aquella vorágine de incesto y prostitución. Disipó las dudas comprobando por enésima vez la dureza de los senos de si única hija. Cántaros divinos causantes de reverdecer viejos deseos que creía olvidados. La perfección hecha carne, ahora coronados por dos joyas doradas con pequeñas turquesas que combinaban a la perfección con los ojos de Celia. La joven anticipó la respuesta.
- Eso fue un regalo de los chinos… dependiendo de lo que estuvieses dispuesta a hacer te regalaban uno, dos, tres… o cuatro.
- Veo el tercero en el ombligo…
- El cuarto lo verás más de cerca… cuando estemos solas… seguro que a papá le encanta…
- ¡Dios mío!
- También tengo la garganta irritada…
- ¿Los consoladores? – Inquirió Diana con tono dubitativo.
- No… la orina.
- ¡Eso me pasa por preguntar! – y como queriendo cambiar de tema señaló unas ligeras marcas en la espalda. - ¿Y eso? ¿Lo's chinos?
- ¡Ah, esto! No fueron exactamente los chinos – dijo Celia sin darle la menor importancia- Los perros del Emir. El cuarto pendiente no se conseguía, así como así… ¿Sabes?
Celia miró al espejo sonriendo ligeramente. Repetía mentalmente el ritual aprendido en la consulta del Doctor Méndez, diciéndose a sí misma que no era más que un pedazo de carne puesto en este mundo para obedecer las órdenes del galeno. Deseaba verle más incluso que a sus propios padres, enseñarle lo aprendido, satisfacer su voluntad una y mil veces. Esperaba conocer de su boca cuál sería su próximo destino.
Las furgonetas, apartamentos de lujo o simplemente hacer la calle como la más vulgar de las prostitutas. A ella le daba lo mismo. Cualquier cosa con tal de complacer a su amo. Le sacó del letargo una palmada en el trasero. Sonrió tiernamente a Diana. Madre e hija no se había visto en todo el verano. La joven había pasado el estío en algún lejano emirato árabe. Confinada junto con Ana la “Bombilla” y casi medio centenar de chicas más para mayor gloria de un senil Jeque árabe multimillonario del petróleo en una jaula de oro con todo tipo de lujos.
Al buen señor ya ni la más avanzada industria farmacéutica podía ayudarle, pero nada le impedía recrearse la vista y el tacto. Aunque su delicado corazón le impedía dedicarse a tales menesteres tanto como él quisiera no perdía ocasión para magrearlas a conciencia. Chicas de diversas edades y razas exhibían sus encantos bien al natural, bajo las más lujosas y delicadas prendas de alta costura.
Todas con un denominador común, con dos, mejor dicho. Las hembras de aquel lugar independientemente de su edad lucían en su pecho dos contundentes senos que, parodiando una vieja película, desafiaban la ley de la gravedad. Cien por cien naturales, nada de silicona. Los representantes del buen señor las seleccionaban por todo el mundo. Celia era una más entre ellas.
El harén era el paraíso terrenal para un único hombre, El Emir. Sólo en contadas ocasiones otros privilegiados cruzaban las puertas de aquel lugar. Multimillonarios que, tras cerrar algún suculento negocio para el anfitrión rubricaban el acuerdo pasando unos días inolvidables con algunas de las jóvenes hembras más espectaculares del mundo.
Pero la presencia de pervertidos del sexo masculino no era nada habitual. De hecho, Celia sólo había vivido aquella situación un par de fines de semana en los dos meses y tres días que permaneció allí confinada. Tal ausencia de testosterona fomentaba el lesbianismo que, lejos de ser censurado, era fomentado por las asistentas que organizaban el lugar.
Las chicas dormían en enormes camas por docenas, allí o en cualquier otro rincón del palacio daban rienda suelta a su imaginación. No tenían porqué esconderse. Todo estaba permitido.
Todo excepto las drogas, tabaco y alcohol, cosa que a más de una le costó asimilar, con un síndrome de abstinencia de caballo. El harén no era una cárcel. Todas las chicas sabían a lo que iban, a complacer a aquel viejo verde. Mantenían un contacto diario con sus casas, vía telefónica o internet. Estaban atendidas por los mejores médicos del mundo y lo más importante, podían largarse cuando quisieran. Bastaba expresarlo claramente y en menos de veinticuatro horas estaban de vuelta en su casita, cualquiera que fuese su lugar de procedencia.
No era eso lo que había sucedido con Celia exactamente. Había sido su mentor, el Doctor Méndez quien la había reclamado. La fama de Celia crecía exponencialmente a como lo hacían sus pechos. Tenía para ella una serie de encargos que no había podido posponer por más tiempo, entre ellos, rodar su primera película pornográfica. El avión privado había hecho escala en un país balcánico donde la ninfa se había reunido con su madre. Héctor, el padre, no había podido acompañarlas, inmerso como estaba en liquidar todas sus posesiones. A partir de septiembre la familia completa abandonaría su vida anterior. Se establecerían en una de las fincas que el Doctor tenía en un paraíso fiscal, viviendo de las rentas que Celia obtuviese prostituyéndose.
A Celia le costó un poco acostumbrarse a los focos. Intentó evadirse de la presencia de las cámaras, y recordar el guion, a fin de cuentas, la trama de la película era muy sencilla. Mejor dicho, inexistente, follarse a cinco sementales; un tío sonriente simulaba hacerle una especie de entrevista a la jovencita rubia. Completamente desnuda, con las manos en la espalda, se dejaba sobar por el reportero que hablaba sin cesar ante la cámara en un inglés bastante chapucero.
- Hola de nuevo amigos. Desde España nos ha venido este precioso regalo como caído del cielo. Antes de empezar con el espectáculo, vamos a saber algo más de nuestra estrella invitada… A ver, cielo ¿Cómo te llamas?
- Me llamo Celia. - contestó mirando fijamente a la cámara.
- Muy bien, Celia. ¿Cuántos años tienes?
- Catorce y medio.
- ¿Seguro? ¿Con este par de tetas? Me estás engañando…
- No… no señor, lo que pasa es que mi pecho está muy desarrollado…
- ¿Desarrollado? Desarrollado es poco, pedazo de puta. ¿Qué talla de sujetador utilizas? - Una ciento cinco – dijo Celia realmente bastante avergonzada con un hilito de voz y mirando al suelo.
- ¿Cómo dices? No te oigo, tetas grandes. Habla un poco más alto para que nuestros espectadores sepan que lo que están viendo es algo real.
- Una talla ciento cinco – Celia, un poquito orgullosa, predicó a los cuatro vientos las medidas reales de su generosa anatomía. En un solo verano había aumentado todavía más su volumen.
- Vaya par de melones. Y duros como piedras, se lo digo yo que los estoy sobando desde que comenzó la entrevista. Perdona, princesa. Aguanta el micro que me hacen falta las dos manos para abarcar semejante par de monumentos.
En efecto, aquel pervertido no se cortó un pelo en amasar durante un par de minutos los pechos de la jovencita, a la vez que profería los más obscenos comentarios acerca de ellos.
Celia estaba colorada como un tomate, pero se dejó hacer. Después de dedicar un par de besos a los pezones, el supuesto periodista siguió con su entrevista.
- Bien, Bien. Celia. ¿Eres virgen? Coño… boca… ya sabes…
- No, para nada.
- ¿Y por el culo?
- Tampoco. Puede meterme los dedos que le apetezca para…
- De momento, no hace falta. Pronto comprobaremos lo que dices.
- ¿Cuándo fue la última vez que follaste y con quién?
- Con el conductor del coche que me ha traído hace una media hora.
- Menuda puta estás hecha.
- Sí, soy una puta, lo reconozco. Desde hace un añito. Y cobro bastante por serlo…
- Desde los trece años…
- Exacto…
- ¿Y con el conductor de antes…?
- Con ese lo hago gratis.
- ¿Y eso…?
- Porque es mi padre – mintió, siguiendo el inefable guion que le habían proporcionado. Su padre se lo imaginaba, pero no sabía exactamente qué estaba haciendo en aquel momento su niña. Se suponía estaba en un campamento de verano.
- ¿Follas con tu padre?
- Y con mi madre. Y con mi novio. Y con el padre de mi novio. Y con el hermano mayor de mi novio…y con un montón de gente más… ¡Ah, se me olvidaba…! ¡Con mi perro Truco!
- ¡Joder! Menudo carrerón llevas. ¿Y con quién te gusta más? ¿Hombres? ¿Mujeres?... ¿Animales?
- Me gustan más los hombres, sobre todos los casados. Me he follado a los padres de todas mis amigas y algunas madres también… incluso a algún abuelo…
- ¿Y cuál es tu fantasía sexual que vamos a satisfacer esta noche, pedazo de zorra...?
- Pues…- Celia era una buena actriz y aparentó sentirse un poco incómoda – pues…
- Venga, Celia, que estos señores se mueren por que les cuentes qué va a pasar ahora.
- Me gustaría follar con varios hombres a la vez…, que se corran en un vaso y…
- ¿Y?
- Y bebérmelo todo después.
- ¡Qué hija de puta! Pues eso mismo va a pasarte esta noche. ¿Y de cuántos hombres estamos hablando? ¿Con cuántos has follado a la vez?
- Bueno. Me lo he montado con tres tíos al mismo tiempo, pero…
- Pero te parecen pocos ¿Verdad?
- ¡S…sí!
- Bien, pues. Celia esta noche vas a ser nuestra estrella invitada. ¿Qué te parecen cinco enormes pollas para ti solita?
- ¡Guau, sería estupendo! No sé qué decir… - Contestó ella con un entusiasmo que no parecía fingido.
- Pues no digas nada porque van a ser diez, diez rabos los que tendrás que trabajarte esta noche para llenar este gran vaso que nos trae nuestra preciosa azafata.
Una niña de no más de cinco años correteó desnuda hacia el presentador llevando entre sus manitas especie de matraz aforado.
- Gracias princesa, luego estamos contigo – y le dio una palmadita en su blanquito trasero – Bien, Celia. Conozcamos a los afortunados que se te van a tirar esta noche. ¡Que pasen los sementales!
En el fondo del plató se abrió una enorme puerta. Tras una columna de humo aparecieron los diez fornidos machos en pelotas. Eran de todo tipo de razas y edades, pero con una característica común. El tamaño de sus penes superaba con creces la media de la especie humana. Celia se llevó las manos a la cara en claro gesto de sorpresa, aquello superaba la mejor de sus expectativas. Un cambio de guion fruto sin duda de la mente calenturienta del Doctor. Tenía que estar a la altura.
- ¡Señores! Señores, un poco de atención. Me gustaría presentar a Celia, nuestra invitada de esta noche. Ella se encargará de satisfacerles. Por favor, dejen que ella se encargue de todo. Ustedes solamente deberán disfrutar y limitarse a eyacular en el recipiente que ella les ofrezca.
Celia alzó el matraz para que todos lo viesen. Se veía diminuta entre tanto macho caliente. El Speaker continuó con su plática.
- No se apuren señores si creen que Celia es demasiada niña para todo esto a sus catorce años, es toda una profesional, como podrán comprobar ustedes inmediatamente. Comienza la cuenta atrás. Tienes dos horas para llenar el recipiente hasta la señal, señorita, caballeros ¿Preparados?
Como si de una carrera de pueblo se tratase, aquellos sementales se colocaron en una imaginaria línea de salida. Comenzaron a masturbarse de manera evidente y obscena. La meta era el cuerpo de Celia, una meta que todos iban a alcanzar más pronto que tarde.
- ¡Tres! … ¡Dos! ... ¡Uno!... ¡Cerooooooo!
Como una jauría enloquecida, los hombres se abalanzaron sobre el delicado cuerpo de la ninfa adolescente. Enormes manos recorrían cada rincón de su cuerpo de manera simultánea. Ella no dejaba de sonreír a la cámara, incluso cuando varios dedos se introdujeron en su boca a medio abrir. El resto de sus agujeros no recibieron mejor trato.
Un par de manos tiraron de las joyas de sus pezones, haciendo que la apariencia de sus senos fuese todavía más ostentosa. Celia no perdió el tiempo y el comentarista narraba la escena como si fuese un locutor deportivo. La chica montó a un macho tumbado en el suelo por su coñito mientras chupaba dos pollones de manera alternativa. Sus manos se movían frenéticamente pajeando a otros dos mulatos, que miraban al cielo en claro signo de éxtasis.
Los generosos pechos botaban libremente al ritmo de la cabalgada, pero todavía quedaba un agujero libre y un negrazo se disponía a rellenarlo con su tremenda manguera. Celia, de reojo, vio lo que le esperaba. Lejos de acobardarse, arqueó su cadera para facilitar la profanación de su cavidad anal. No obstante, aquel mástil era tan enorme que debió cesar el resto de sus actividades y concentrarse en ser enculada convenientemente, eso sí, sin que el miembro viril que llenaba su coño se desacoplase ni un milímetro.
Un primer plano mostró como aquel pedazo de carne, negra como el carbón, se introducía dentro de las sonrosadas y tiernas entrañas de la ninfa. No sin esfuerzo y profundo dolor, Celia consiguió que el acople fuese completo. Los dos afortunados sementales acompasaron sus movimientos de forma que el coito se desarrollase de manera placentera para todos los participantes.
Cuando el ritmo se hizo constante, Celia volvió a sus trabajos manuales y se tragó uno de aquellos arietes hasta el fondo de su garganta. El resto de aquellos animales rodeaban al grupito, masturbándose lenta y reposadamente. En pocos minutos, el cabrón que disfrutaba del coño de Celia hizo claros gestos de que su momento había llegado. El negrazo sacó su estilete del trasero de la pequeña actriz principal, que en todo momento se mostraba como la profesional que era.
Inmediatamente, ella se arrodilló y sostuvo con sus manos el recipiente cristalino. Como poseído, el cabronazo Nibelungo ese se levantó del suelo con el pene a punto de reventar.
No obstante, Celia quería exprimir aquel par de cojones todo lo posible. Sin dejar de mirar lascivamente a la cámara, colocó aquel torpedo entre sus grandes y juveniles pechos y lo apretó con fuerza con la ayuda de sus muñecas. El tío aquel no pudo contenerse y folló compulsivamente el canalillo de la chica.
Celia intentó torpemente apuntar el agujero del capullo a la abertura del recipiente, pero en medio de aquel frenético vaivén no pudo evitar que el primer chorro de esperma se estrellase en su cara en lugar de en el objetivo deseado.
- Ten cuidado, Celia. Así no conseguirás llenar el tarro de miel.
Celia no contestó, se limitó a colocar el vaso debajo de su cara y al menos una parte del líquido que recorría su rostro acompaño al resto de la corrida del semental que, entre bramidos había acertado a descargar en el lugar correcto.
La lolita no tenía la menor intención de limpiar los restos de lefa de su juvenil rostro adolescente, consciente ella de que aquello excitaba tanto al espectador de la cinta como al resto de pollas con patas que la rodeaban. No obstante, un tremendo empujón hizo que cayese de bruces contra el suelo. Afortunadamente para ella, aunque el vaso se le escapó de las manos, el esperma que contenía era tan viscoso que no se derramó. El causante del destrozo era el negro, que como macho alfa demandaba el uso del agujero trasero de la pequeña.
De un solo golpe, ensartó a la pequeña con tanta violencia que ella no pudo reprimir un tremendo grito de dolor. Celia era buena actriz, pero hasta cierto punto. Aquel rabo la estaba partiendo en dos. El grito era real como el resto de los que le siguieron. Insultó de mil formas al animal aquel, pero eso, lejos de aliviar su tortura, hacía que en moreno todavía imprimiese más ímpetu en sus embestidas hacia su pequeño orificio anal.
Los otros folladores esperaban su turno con impaciencia para poder disfrutar de la niña, pero a ninguno se le pasó por la cabeza interrumpir a aquel monstruo musculoso de casi dos metros que taladraba el culo de la pequeña rubia tetona. Hubiera sido toda una locura. El sufrimiento de la pequeña Celia tuvo una gran recompensa. El mandingo agarró el tarro y descargó toda su furia en el interior. Era tremendo ver como de aquel falo de ébano manaba una fuente de esperma que parecía no tener fin.
Cuando Celia se repuso un poco se dirigió al negro viendo el tarro lleno casi hasta la mitad de su capacidad.
- Gracias.
- De nada, pequeña zorrita. Ha sido todo un placer – le contestó mostrando sus dientes blancos con una sonrisa de oreja a oreja.
El pene del moreno, lejos de venirse abajo, continuaba duro como una piedra. El tiparraco agarró del cabello a Celia y acercó de nuevo su herramienta a la boca de la rubia. El locutor intentó evitarlo.
- Lo siento amigo. Las reglas dicen que los participantes sólo podrán eyacular una vez por cada concursante. Se acabó tu turno. Deja que otro disfrute del pastelillo…
- No me sale de los cojones. Gilipollas. Haré lo que me dé la gana…
- Pero…no puedes – el comentarista no se esperaba aquella reacción – son las reglas…
- ¿Y quién narices va a evitarlo? ¿Tu, mariquita?
Los demás rieron la ocurrencia del moreno. El speaker no sabía qué hacer. Celia ya tenía el pedazo de carne en su boca cuando el del micrófono continuó su cháchara.
- Bueno… dadas las circunstancias… podremos hacer una excepción…
Celia suspiró para sus adentros. Ella no estaba del todo conforme. Sabía por experiencia que la segunda eyaculación era mucho más difícil de conseguir que la primera. Además, la cantidad de esperma que se obtenía en el segundo envite sería irremisiblemente inferior. El tiempo corría en su contra así que hizo gestos al resto de machos para que se acercasen y la follasen de nuevo. Durante la siguiente hora y media de filmación, Celia desplegó lo mejor de su repertorio delante de la cámara. Hasta una doble penetración vaginal que arrancó los aplausos del resto de sementales. Le hubiese gustado probarlo por su agujero posterior pero no tenía tiempo para juegos.
Era una batalla perdida. Faltaban cinco minutos y todavía no superaba la marca. Los tíos ponían todo el interés, pero era inútil. Los había dejado secos.
- Es una lástima, Celia. Por poco no vas a conseguirlo. No obstante, que sepas que eres la concursante de este año que más cerca ha estado del objetivo. Con un poquito de trampas eso sí, pero…
El negro hablaba poco pero cuando lo hacía todos le entendían.
- ¡Fóllate al marica! Está empinado desde que comenzó toda esta mierda…
Celia no se lo pensó dos veces. Sus piernas no la tenían en pie, pero gateó hasta el tipo con el micrófono. Cuando le bajó la cremallera de la bragueta el tío intentó resistirse
- Un momento, pequeña. Yo no cuento. Esto no estaba en el guion…Yo… ¡Joder, que gusto!
Con los pantalones en los tobillos, un dedo juvenil metido en el culo y la polla a punto de reventar en la boca de una tierna lolita de catorce años, por primera vez en toda la escena el hijo de puta aquel se calló por un momento. Apenas hicieron falta un par de profundas succiones y derramó su jugo en la boca de la pequeña Celia que tan ansiosamente le mamaba.
La chiquilla abrió la boca, mostrando a la cámara la importante cantidad de esperma que el supuesto marica le había regalado. Medio minuto antes del tiempo límite, vomitó el semen en la probeta. La cosa estaba clara. Superaba por varios milímetros el volumen requerido.
- Bien… - el comentarista se subió los pantalones y compuso su vestimenta antes de continuar – Bien, esto ha sido una sorpresa agradable… para todos. Veamos el resultado después de tan arduo trabajo…
Un primer plano del recipiente no dejaba lugar a dudas. La materia viscosa superaba claramente la marca deseada.
- Estupendo Celia, prueba superada. Pasas a la gran final. Volveremos a verte junto con otras estupendas jovencitas en poco tiempo….
Miró a la cámara fijamente.
- En fin, señores, esto es todo por hoy. Han comprobado que Celia es una seria aspirante al premio del millón de dólares…
- ¡Y una mierda! Esa puta se lo tiene que tragar todo. Mi leche no se desperdicia tirándola al retrete…
De nuevo el gigante negro tomó las riendas del programa y arrebatándole el micro al conductor se dirigió a una extenuada Celia, la niña todavía estaba sentada en el suelo, intentando reponerse de esta orgia en la que había participado a sus escasos catorce años.
- Celia. Te llamas así ¿verdad princesa? Ponte de rodillas, mira hacia arriba y abre esa preciosa boquita que tienes. Traga. Traga todo lo que puedas. Es tu premio. Te lo has ganado. Eres increíble.
Celia continuó sonriendo y obedeció al gigante todo lo rápido que su maltrecho cuerpo le permitió. La cámara no se perdió detalle de lo que ocurrió en aquel mágico momento. Medio metro por encima de aquella inmaculada colección de perlas abiertas de par en par, el macho color azabache giró lentamente el matraz y un hilito de espesa mezcla de esencias masculinas cayó sobre la juguetona lengua de la bella Celia.
La hermosa chichilla comenzó a tragar el semen de sus amantes. El ritmo de la caída era tan lento que impedía que la niña se atragantase y desperdiciara involuntariamente la menor parte de esperma. Entre pitos y aplausos una tercera parte del néctar pasó directamente al estómago de la adolescente. El negro alucinaba con la pequeña. Era toda una profesional.
De repente, inclinó bruscamente el vaso y una buena cantidad de lefa llenó la boca de Celia, que ya se temía algo parecido. La pequeña no pudo tragarla toda y buena parte del esperma se derramó por su cara, cayendo sobre sus grandes pechos adolescentes y en gran parte de su abdomen. La niña Mimosa, jugueteaba con el líquido frente a la cámara, haciendo gárgaras con él y, que entrase y saliese de su boca.
La última parte de la leche cayó sobre el dorado cabello y la frente de Celia, ante el aplauso general de los presentes. Estaba totalmente envuelta de esperma. Incluso se extendía el ungüento por todo el cuerpo, que brillaba ante la luz de los focos.
- Muchachos, deberíamos limpiarla ¿no creéis? – volvió a comentar el negro.
El que no entendió a la primera qué narices tramaba el moreno, en seguida se dio cuenta de qué se trataba. Meó sobre la sorprendida niña que comenzó a reírse a carcajada limpia ante la ocurrencia del semental. Cerraba sus ojos para evitar el escozor, pero no así su boca, que fue el objetivo de la orina de aquellos salidos. Exhausta como estaba, no hizo esfuerzo alguno en evitar la lluvia dorada que diez imponentes vergas le estaban regalando.
El último plano de la película mostraba como aquel negro incansable volvía a colocar a Celia a cuatro patas y se disponía de nuevo a penetrarla. No obstante, el objetivo de la camada se centró en la cara rebozada de esperma y orina de la niña...
Movió sus labios como diciendo algo, pero no emitió sonido alguno. A partir de entonces, sus más de cien películas pornográficas acababan siempre de aquel modo. Todo el mundo le preguntaba, pero ella no explicó jamás su significado. En realidad, era una especie de dedicatoria. Un gesto para sus fans números uno.
Su padre y su madre.
Pero en especial para el Doctor Andrés Méndez.
Su amo que a la corta edad de 13 años la había introducido en este mundo de sexo y lujuria en el cual ella estaba hechizada y feliz.
Continuará