Abandonada, Parte 04 (Final)

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Esta publicación es la parte 4 de un total de 4 publicadas de la serie Abandonada
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Despierto después de un rato. Aún tengo entre mis brazos al desnudo cuerpo de Alicia, la cual duerme profundamente, con una sonrisa en su boca. Con mucho cuidado, salgo de la cama, saco una sábana seca del clóset y la cubro con ella. Voy al baño y tras vaciar mi repleta vejiga, me veo al espejo. Realmente me veo distinta. Lo que acababa de pasar hace un par de horas en mi cama fue la experiencia más maravillosa de mi vida. Comienzo a llorar. Llorar de alegría, porque Dios me permitió encontrarme con ésta frágil y hermosa ángel que duerme desnuda en mi cama. Salgo del baño, y me acuesto junto a mi joven amante. Al sentirme, me abraza y se acurruca en mi pecho. Así quedamos dormidas el resto de la noche.

Al día siguiente el Sol parece relucir con más brío, los pájaros parecen cantar más lindo, el aire se respira más limpio. Abro los ojos y recuerdo que no estoy sola. No. Tengo a la más dulce de las compañías a mi lado. Con dulzura, le doy un beso al tiempo que la despierto. La niña abre sus hermosos ojos, y sonriendo me da los buenos días.

Como un par de niñas (bueno, ella técnicamente lo era) nos metemos al baño juntas, jugando. Nos metemos bajo la ducha para asearnos y refrescarnos. Comenzamos, de nuevo, con nuestros juegos. Al principio eran juegos normales, pero se fueron haciendo más y más sensuales. Hacer el amor bajo la ducha fue una nueva experiencia, igualmente mágica que la de anoche. Nuestros cuerpos enjabonados frotándose entre nos ofrecieron una gama de sensaciones sumamente eróticas y placenteras. Tras un buen rato bañándonos y tras no sé cuantos orgasmos, salimos hambrientas de la regadera, nos vestimos, ella con un suéter de manga larga y unos pantalones sumamente entallados multicolor, y yo con una minifalda de mezclilla y un top, y fuimos a desayunar. De nuevo, no acudí a clases. Seguramente todos en el salón creeían que era debido a que estaba deprimida por mi boda cancelada. Nada más distinto a la realidad. Lejos de sentirme deprimida, me sentía feliz, contenta, llena de energía y gusto por la vida. Alicia fue la que hizo ese cambio en mí.

El día transcurrió con normalidad. Desayunamos en un pequeño restaurante, tras ello fuimos a una plaza comercial a mirar los aparadores, pero terminamos comprando varias bolsas de ropa y accesorios. Comimos una deliciosa paella en un pintoresco restaurante español y paseamos por las calles de la ciudad, siempre tomadas de la mano, disfrutando del estar vivas. Alicia me dice de pronto: – Me gustó mucho lo de anoche Ari… me gustó el hacerlo contigo… y dormir contigo -. Tenía ganas de besarla, pero me contuve y sólo la abracé, al tiempo que le digo: – a mí también me encantó todo lo de anoche, de hecho me gustaría que ya durmieras todas las noches conmigo, ¿que dices?-. La niña asiente encantada. – Y también tendremos que pasar toda tu ropa al clóset de nuestro cuarto, ¿verdad?-. La niña me abraza, llorando de alegría. Nuestro cuarto. Ya no éramos ella y yo por separado. Ya éramos nosotras.

Ya eran casi las dies de la noche, los antros del centro de la cuidad comenzaron a llenarse, a pesar de ser lunes. Decidí que mejor regresaríamos a casa a descansar. Cuando cruzábamos por uno de ellos, me pareció ver algunas caras familiares. Parecían varios de los amigos y amigas de Jorge. Me puse algo nerviosa. Primero porque venía tomada de la mano de Alicia. Segundo, porque Jorge no tomó muy bien el rompimiento y tenía tendencia a ser algo violento. Tercero, por la circunstancia anterior, temía que lastimara a Alicia.

Cruzamos enfrente de dicho antro. En efecto, eran los amigos de Jorge, bebiendo en pleno día laboral. Seguramente allí estaba él, pero no quize voltear. Tras dejar el establecimiento detrás, suspiro de alivio. Alicia lo nota y me pregunta si me pasa algo. Le digo que no, que todo está bien. Ella me toma del brazo y vamos así, caminando juntas hacia el estacionamiento. En eso, oigo un grito detrás de mí: – ¡Regrésate maldita puta! A mi nadie me deja así cabrona, ¡ven o voy por tí!-. Mi corazón se aceleró, y volteo a ver. Si, era Jorge, quien venía, con copa en mano, hacia mí. Varios de sus amigos y amigas lo seguían, riéndose. Llega conmigo y comienza a gritarme: – ¡No te voy a dejar ir perra, tú eres mía y siempre vas a ser mía, y por mis huevos que así va a ser por la buena o por la mala! -. Realmente estaba asustada. Jorge estaba obviamente pasado de copas y sumamente enojado. Instintivamente me pongo enfrente de Alicia, protegiéndola. – Cálmate Jorge, no hagas una escena, ya te dije todo lo que tenía que decirte y sigo en pie con lo del rompimiento. Ya no te necesito, entiéndelo por favor -. Mis palabras fueron apagadas nuevamente por sus gritos: – ¡Cállate! ¿!Que ya tienes otro o qué pinche puta!? -. En eso ve a Alicia. Mi corazón estaba al mil por los nervios. La pobre estaba detrás de mí, asustada, casi llorando. – !Y quién es ésta pinche niña!- dice al tiempo que trata de sujetarla. Con eso, me le puse enfrente tratando de detenerlo. Al no permitirle tocar a Alicia, su frustración llegó al máximo y me aventó, con lo cual caí estrepitosamente. Volteo a ver a Jorge quien se dirige hacia mí. En ese momento deseé haber tomado las clases de karate cuando era niña en lugar de las clases de ballet. Se veía sumamente enojado, me arroja su copa, pero logro esquivarla. -Vas a ver cabrona, ahora sí vas a ver -. Me preparé a recibir un golpe. Pero en eso, sale Alicia y le da un puñetazo en la cara. Jorge se desconcierta ante ello, y trata de golpear a la niña. La agilidad de Alicia hace que logre esquivarlo, y le da una patada en sus pies, haciendo que Jorge se desestabilize y caiga brutalmente de cara. Ni las manos puso el bastardo.

Comenzaron las risas y burlas de sus compañeros. Se oían cosas como “te madreó una morrilla wey”, o “iii que mal pedo que te partiera la madre una niñita”. Yo estaba sorprendida. Ante la confusión, tomo de la mano a Alicia y salimos corriendo de allí. Estaba asombrada. Supongo que el vivir en la calle le enseñó una o dos cosas a Alicia. Al llegar al auto, nos miramos y nos echamos a reír. Le doy las gracias y la beso en los labios. Nos besamos más rato, cada vez más apasionadamente. La adrenalina del momento, el ver cómo Alicia me rescató y estarla besando tan sensualmente en el auto terminaron por excitarme de sobremanera. Así, arranco el auto y vamos a casa.

Me sentía demasiado excitada. Quizá fue ver a Alicia no como una linda lolita, sino como una “príncipe azul” que vino a mi rescate. El punto es que en cuanto llegamos a casa, comienzo a besarla apasionadamente, al tiempo que comienzo a acariciar su cuerpo. Llegamos a nuestra habitación y nos sentamos en la cama. Alicia comienza a meter su mano bajo mi falda, y haciendo a un lado la tela de la pantaleta, comienza a masturbarme. A mi vez, meto mi mano por debajo de su pantalón hasta acariciar sus suaves nalgas. Me sorprendió el hecho de que no estuviera usando ropa interior. Comienzo a acariciar su vulva, la cual ya estaba bastante húmeda. En eso, se me ocurre algo. Recorro mi dedo hasta el delicado ano de Alicia, el cual comienzo a masajear. Alicia parecía disfrutarlo bastante. En eso, se pone de pie y se quita la ropa, mostrándose su deliciosa desnudez. Yo también me desnudo, y me recuesto en la cama. -Ven- le digo, y la hago que se coloque encima de mí, mirando a mis pies, para formar un 69. Procedo a acariciar su delicioso trasero, lo beso, lo lamo, y también comienzo a lamer su vulva. Alicia comienza a hacerme lo mismo. Separando mis labios, comienza a lamerme mi vulva, introduciendo su lengua en mí. Estábamos ardiendo. Yo seguía lamiendo con entusiasmo la vagina de la niña, saboreando sus jugos con gusto, con su ano pegado a mi nariz, lo que me permitía inhalar su dulce aroma. En eso, decido comenzar a masajearle el ano nuevamente. Era increíble como ese pequeño anito respondía a mis caricias: se contraía y luego se relajaba abriéndose muy ligeramente. Mi lengua no puede más, y comenzé a lamerle el ano. No sé porqué me excité tanto al hacerlo. Tanto que tuve un par de orgasmos, lo cual hizo que Alicia lamiera más y más vigorosamene, al tiempo que movía sensualmente sus caderas en mi cara. Mi lengua recorrió cada milímetro y cada pliegue de su rosado anito, el cual sabía delicioso. Decidí introducir ligeramente mi lengua en él, lo cual hizo que Alicia gimiera de placer. Tras lamerle su ano, comienzo de nuevo a lamer su clítoris, pero ésta vez decidí introducir la punta de unos de mis dedos en su orificio trasero mientras lo hacía. Sentía las paredes de su esfínter apretar mi dedo vigorosamente, y comienzo a sentir que Alicia literalmente escurre de su vulva: está teniendo un intenso orgasmo. Rendida, cae encima de mí. Toma aire, luego voltea a verme y me dice: -Eso fue genial, yo también quiero probarte de allá atrás-. Así, nos ponemos de lado, para así ambas poder tener una mejor vista del trasero de la otra.

Llena de lujuria, inmediatamente comienzo a lamerle el ano, primero suavemente, luego más vigorozamente, tratando de introducirle mi lengua, mi dedo, mi cara. Ella empezó a besarme y lamer mis nalgas, y posteriormente comenzó a masajear mi ano con uno de sus dedos. La sensación era increíble, asombrosa. Había cierto morbo en el sexo anal que lo hacía extraordinariamente excitante. Cuando sentí su lengua en mi ano, me estremecí y sentí tener un intenso orgasmo. Entonces procedo a lamerle más apasionadamente el de ella, haciendo que se viniera ota vez, y otra, y otra, y no sé cuantas veces más. Igualmente yo, sentía un orgasmo tras otro. Tras unos minutos de intensos orgasmos anales, nos acostamos una al lado de la otra, riéndonos. – ¿Somos unas pervertidas verdad? -. Me pregunta. Yo asiento, la abrazo y la beso en los labios.

Aún agitadas por el sexo, Alicia finalmente pregunta algo que seguramente tenía en la cabeza desde hace un buen rato: – Ari, ¿quién era ése que te atacó?-. Procedo a contarle mi historia. Ella escucha atentamente mientras le digo lo falsa que era mi vida antes de conocerla. Al ver que estoy llorando, la niña me abraza. – Éres lo mejor que me ha pasado Alicia, eres todo para mí… te amo como no tienes idea-. La niña me da un suave beso en los labios, y me dice: – Gracias por todo lo que me has dado Ari. Quiero estar contigo para siempre. Te amo- .


Por la mañana me desperté yo primero, y volteo a ver a mi ángel que yace junto a mí en la cama. Nunca me había sentido tan feliz. Extrañamente, lo primero que hice antes de salir de la cama fue, rezar. Casi nunca lo hago, siempre me consideré alejada de Dios, pero últimamente he tenido grandes pruebas de su amor y de su existencia, que no pude evitar darle las gracias por todo esa mañana.

El resto de la mañana transcurrió como es usual: falté (de nuevo) a clases, ésta vez decidimos desayunar en casa, jugar con Katy, disfrutar del estar juntas. Ya eran como las tres de la tarde, cuando estábamos haciendo de comer, que suena el timbre de la casa. Me sorprendí pues casi nunca recibo visitas, y cuando las tengo primero me avisan desde la puerta de acceso al fraccionamiento. En fin, tomo el interfon y pregunto quién es: era mi padre.

Algo nerviosa, voy a la puerta y lo recibo. Mi padre, quien vino solo, pasa a la casa. Le ofrezco algo de comer, a lo cual accede. En eso se percata de la presencia de Alicia, a quien saluda amablemente, y la niña, un poco tímida, hace lo mismo.

– Vine para platicar contigo Ariana- dice mi padre con voz grave. Ya oigo venir el sermón sobre la importancia de los compromisos sociales, sobre el estátus, sobre el linaje, etcétera. Pero en lugar de ello, me sorprende cuando me dice: – Sabes, hija, yo siempre te apoyaré en tus decisiones. Tu madre no comparte tanto ésta opinión, pero ya se calmará… siempre lo hace…-. Hace una pausa, toma un bocado, y continúa: – Si cancelaste la boda, tus motivos has de tener. A mí lo único que me importa eres tú. Tú siempre has sido diferente a tus hermanas, por eso vine a platicar contigo. Quería dejarte bien en claro que lo único que deseo es tu felicidad. No me importa si te casas o no, o si te enamoras de alguien pobre, alguien rico, de un hombre, de una mujer, de alguien más viejo, de alguien más joven… no me importa siempre y cuando tú seas feliz-.

Con lágrimas en mis ojos, me lanzo hacia mi padre y lo abrazo, llorando de alegría. No sé porqué dijo esas palabras. ¿Acaso sospechaba algo sobre mi sexualidad? ¿Fué porque vió a Alicia conmigo? No lo sé, y nunca me molesté en averigüarlo. Me sentía feliz de contar con el apoyo total de mi padre.

Tras comer y charlar otro rato, mi padre se prepara a retirarse. Hizo un espacio en su apretada agenda para volar desde la capital para verme, pero ahora iba de regreso para seguir con su trabajo. Antes de irme, finalmente hace la pregunta: – ¿Y puedes decirme quién es ésta adorable jovencita?- dice, mientras voltea a ver a Alica, quien sonrojada, se oculta detrás de mí. Así, procedo a contarle nuestra historia, claro, omitiendo ciertos detalles que eran o muy explícitos, o que bien aún no me sentía preparada para contarle. Mi padre sonríe y me dice: – Me da gusto que hayas encontrado a alguien que te acompañe. Pero como siempre lo he dicho: si vas a hacer algo, hazlo bien. Mañana te enviaré los datos de un juez amigo mío para que te ayude a que seas la tutora legal de Alicia. Así podrás enviarla a la escuela y ser la responsable de ella. Otra cosa más: ya no faltes a clases y por favor…- mi padre toma aire y dice: – si ése imbécil te pone la mano encima de nuevo, avísame y me encargaré de él-. Diciendo ésto, se despide de nosotras y aborda el taxi que lo esperaba en la puerta desde hace unos minutos.

¿Cómo supo mi padre de mi incidente de anoche? Nunca lo sabré. Supongo que alguien lo publicó o le avisaron personalmente. Una vez que mi padre se fue, yo tomo de las manos a Alicia y le pregunto: – ¿Oíste eso? ¿Quieres que sea tu tutora para que podamos estar juntas para siempre?-. Alicia, con los ojos llenos de lágrimas, sonríe, me abraza, me besa y me dice: – Claro que sí Ari, quiero estar contigo para siempre -.


EPÍLOGO

Pasaron varias cosas desde aquél día. Inscribí a Alicia al colegio, y yo retomé mis clases. Aún recuerdo el primer día de Alicia, se veía tan hermosa con su uniforme que no pude evitar hacerle el amor en cuanto llegó de la escuela. El convertirme en la tutora de Alicia resultó ser muy sencillo gracias a las influencias de mi padre, quien por cierto seguía manteniéndome mientras estudiaba. Una vez que me gradué, y gracias a las recomendaciones de mi padre, pude instalarme en un lucrativo puesto de negocios. Alicia también la estaba haciendo en grande. En le escuela demostró ser brillante, y si bien era tímida, era bastante energética y asertiva. Como una manera de dar gracias a la sociedad y a Dios, me asocié con Sandra e iniciamos una fundación para ayudar a los niños y niñas en situación de calle. Era mucho trabajo, pero la fundación creció cada vez más, lo cual nos llenó de satisfacción. Alicia y yo seguimos tan enamoradas como siempre o incluso más. He decidido que nunca la separaré de mí, y yo nunca me alejaré de ella. Ella fue quien llegó a mi vida y llenó ese vacío. Desde que estoy con ella, ya no me siento sola, ya no me siento apartada de todos, ya no me siento alienada, ya no me siento… abandonada.


Fin

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