Ninfómana y orgullosa

4.3
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– ¿Desde donde debo lamerlo mami? – preguntó Elena a su madre.

– Empiezas por la parte de abajo y luego subes, así.

Daniela pasó su larga y rojiza lengua por mi falo, subía por el tallo, hasta el glande sin despegar su lengua de este. Cuando llego a la cabeza de mi pene, con la lengua lo relamía ante la mirada atenta y divertida de su hija.

– ¿Ya viste?

Elena asintió.

Con su pequeña lengüita rosada imitó lo mismo que su madre pero con cierta lentitud. Cuando llego a la punta un chorro de líquido pre-seminal la esperaba. Ella se aparto al sentir el contacto y luego rió.

– Ahora las dos.

De manera simultánea madre e hija pusieron sus lenas a ambos lados de mi erecta verga que estaba a punto de explotar por tanta emoción. Ambas me hacían sentir en el cielo. Como un hombre completo con sus dos mujeres dándole placer.

Cuando ambas llegaron a la punta sentí un éxtasis completo cargado de adrenalina, era demasiado para este pobre mortal. Expulsé mi semen como un volcán en erupción con chorros y chorros de líquido blanco que salían a borbotones y se estrellaban en la cara de mis amantes y… desperté.

El despertador rechinaba a mi lado con ese estúpido sonido de ¡Bip!, ¡Bip!, ¡Bip! Retumbando en mis oídos.

– ¡Mierda! – exclamé airado – Maldito despertador, porque no te arruinas o te rompes o algo. Estaba en la mejor parte de mi sueño y lo arruinaste.

Sentí la humedad de mi entrepierna y me di cuenta de que mi ropa interior y las sabanas estaban manchadas con mi semen. Sueño mojado de nuevo, me va a costar lavar las sabanas… de nuevo. Pero solo faltaban dos días para que mis novias vinieran a mi casa, a mi reino, al mi palacio de la perversión. Tenía que valer la pena, jamás había esperado tanto en toda mi vida, los días, las horas, los minutos y los segundos eran interminables.

Me di un baño con agua fría porque hacía mucho calor, 34 grados y en aumento, y eso que era las seis de la mañana, vaya día el que me espera. Mientras me secaba el pelo, vibró mi celular; un nuevo mensaje. Era Daniela, 25 mensajes enviados. Ella estaba más emocionada que yo, y eso solo me ponía más ansioso.

– No puedo esperar a que nos encontremos, decía el mensaje, pero tampoco puedo hacer nada para adelantar nuestro viaje, ambos vivimos lejos y eso es un problema. Le dije a mi madre que pasaría el fin de semana en casa de una amiga y que por favor me cuide al nene, que para cuidar a ambos no tendría tiempo. Pero tú sabes que sabes que ambas queremos estar contigo, Elena me pregunta impaciente por ti, diciéndome que quiere conocerte y estar contigo, yo no puedo hacer otra cosa más que mordeme los labios y decirle que se espere un par de días más. Ella se enfada un poco pero lo entiende.

Suspiré antes de responderle: Mi amor. Tu haces que me mi corazón palpite más rápido, hace que la espera sea más larga, pero no podemos evitarla, no podemos avanzar el tiempo, debemos ser pacientes.

Yo hablando de paciencia cuando estoy desesperado por verlas, que gracioso.

– Ahora ustedes lo son todo para mí y anhelo tenerlas entre mis brazos para apretarlas con fuerza y no dejarlas ir. Quiero hacerles cosas sucias, indecibles, impensables, llevar sus cuerpos al límite y agasajarme con sus orgasmos. Quiero que se deleiten con mi cuerpo que hagan con el lo que se les atoje, úsenme para su beneficio, alcancen la dicha con mis genitales y háganme ustedes el amor. Deseo ser un instrumento para ustedes, un instrumento de felicidad.

¡Wow! Inspirado era una buena palabra para describirme en ese momento. Daniela tardo en responder:

– ¡Oh amor! Me has sacado un lagrima, casi me quedo sin respiración. Me emociona y me excita a la vez, por eso yo lo adoro tanto y se que Elena también lo amará. Quiero hacer cosas sucias, inmundas contigo también. Bueno, me debo ir a trabajar, me cuesta hacerlo, porque todo el tiempo estoy pensando en ti. Te mando muchos besos, póntelos donde quieras. ¡Ah! Y ahora te envío las fotos que me pediste, para aguantar la espera.

Mando por mensajería un set de fotos de Elena desnuda. Quince fotos calientes de mi nena posando para mí. Cada día me enviaba un set diferente, la vestía con diversas ropas y luego se las quitaba para el deleite de mis ojos. Su culito y vagina de mi niña se las veía tan brillantes y vírgenes, era difícil pensar que podría caber algo en ellos, ni siquiera un alfiler.

– Intente meterle un par de dedos a su colita pero esta muy estrecha, se quejaba un poco y me daba cierta lástima, escribió.

– ¡Pero es que esta preciosa mi vida! La niña es divina, un ángel como usted. Ya sabes que me masturbo viéndolas, me agasajo con esto que me envías, es simplemente increíble. Tú tienes la culpa de mis sueños mojados mi amor. Anoche soñé que ambas me lamían el falo, ¡Al mismo tiempo! Me moje todo y desperté caliente como huevo frito en pleno verano.

– Tus palabras me hacen reír y me moje por tú culpa ahora. ¡Dios! Es tan bonito hablar contigo, me iluminas el día. Me debo ir, piensa en nosotras.

– Siempre – dije al aire.

Fue otro día largo. Calor y humedad, ruido en la ciudad y personas a las que soportar. Para mi todo era gris, extrañamente gris. A veces me saltaba al baño de la oficina solo para admirar las fotos de Elena, eso por lo menos me alegraba la jornada.

Llegó la noche y de nuevo en casa solo. Quería masturbarme otra vez pero decidí guardar esperma para su llegada. Prendí la tele y a los pocos minutos me quede dormido.

De nuevo un sueño, estaba conciente de que era uno porque Elena se encontraba encima de mí con las piernas abiertas y su coñito friccionando mi pene. Movía sus caderas de forma lenta y pausada, de arriba hacia abajo, apoyando sus manos sobre mi pecho.

– ¿No te duele? – le pregunté.

Agitó la cabeza

– Se siente bonito – dijo toda inocente.

– ¿Sientes cosquillas?

Asintió.

– Yo también, ¿Dónde esta tú mamá?

– Nos dejo, ¿No lo recuerdas?

– No, la verdad no. ¿Qué dijo?

– Que nunca hay parejas de tres, esas nunca duran. Que solo entre dos puede existir unión.
Medité unos segundos sus palabras.

– Eso dijo.

– Si, y después alisto sus maletas y se fue.

– ¿No te importa quedarte conmigo?

Negó con la cabeza. Mientras más inocente es más me excita.

– ¿Quieres penetrarme? – su pregunta me tomo por sorpresa.

– ¿Qué?

– Hablas de eso todo el tiempo, ya se que se lo haces a mi mamá pero me dolía cuando lo intentabas conmigo.

– ¿Quieres que lo haga ahora? – pregunté aunque siendo este un sueño sabía cual sería la respuesta.

– Sip.

Paro sus movimientos de cadera y espero que yo hiciera algo. Me quede en esa posición sin hacer nada. Tenía miedo de lastimarla, era extraño, entendía que todo esto era un sueño y aún así no quería hacerle daño.

– ¿Qué pasa? – me preguntó azorada – ¿No es esto lo que querías?

– Si, pero tengo miedo- era verdad una extraña sensación de parálisis me corroía el cuerpo – miedo de lastimarte.

– Tonto – sonrió y después acomodó mi pene en la entrada de su coñito- pero si fácil, es como chuparse el dedo, mira.

Elena se introdujo mi pene de una manera tan sutil y descarada que me costaba creer que fuese una niña, Sin embargo la emoción que me hacia sentir era tan real que me costaba respirar y se me hacia un nudo en el estomago. Ella sonreía plácidamente al sentir todo mi falo en su interior, contrajo su respiración y dio un largo suspiro, luego se movió lenta y paulatinamente sobre sus caderas incrementando las pulsaciones de mi corazón. La expulsión de mi semen era inminente, que llenaría su cavidad como fuegos artificiales en día de fiesta.

Golpearon la puerta.

Mi sueño acabó en la mejor parte, aquella donde nunca quieres despertar pero siempre despiertas, ese instante donde del sueño pasa a la realidad en un instante como si te cayese un saco de piedras sobre el pecho. La cabeza te da vueltas y deseas que romperle la cara al que terminó abruptamente con tu dulce fantasía.

Desperté aletargado y furioso. Me senté al borde de la cama en pose de pensador. Luego vinieron las preguntas: ¿Quién rayos viene a estas horas? Ni siquiera es de mañana y vienen a moles…

Las palabras quedaron suspendidas en el aire. Vino la respuesta a mi mente.

Corrí a toda prisa hacia la puerta de mi casa, así en paños menores me dirigí al encuentro de quienes querían verme hacia semanas. Mucha fue la espera pero por fin están aquí.

Pero… un momento… ¿Qué hoy no es viernes? Ellas debían llegar el sábado.

Abrí la puerta como quien ve el amanecer después de la tormenta, ahí paradas frente a mi estaban mi dos amores, con el rostro cansado pero con un sonrisa en los labios.

– ¡Sorpresa! – Dijeron al mismo tiempo – Ya estamos aquí- Amplié mi sonrisa más que el de ellas, antes de gritar a todo pulmón:

– ¡Bienvenidas!

Continuará

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