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    Mi abuelo el mago, relato SDPA en blogSDPA.com

    Mi abuelo el mago, Parte 05 (Final) (de Janus)

    22 de diciembre de 2024 en Relatos SDPA, Jovencitas, Incesto

    Esta publicación es la parte 5 de un total de 5 publicadas de la serie Mi abuelo el mago

    Había pasado una semana desde que el abuelo le había dado a Beth, de seis años, su primer orgasmo y Beth había masturbado a su abuelo. En los días siguientes, el abuelo no volvió a sacar su herramienta especial ni estimuló a Beth hasta el punto de provocarle un orgasmo. Sacaba monedas de todos los lugares habituales: ojos, orejas, nariz, boca, pecho, ombligo y su hermoso y fruncido culo. Todos los días, le daba cuerda lentamente a su nieta, pero nunca le permitía experimentar el mismo éxtasis que había tenido aquel día. Beth, por su parte, estaba lo suficientemente feliz como para sacudir su alcancía y maravillarse del creciente peso de las monedas que contenía. Los juegos a los que jugaba con el abuelo eran placenteros, pero no había experimentado el mismo nivel de éxtasis que había tenido la semana anterior. Si bien era consciente de que nunca había alcanzado la misma felicidad que la semana anterior, Beth no estaba segura de cómo expresarle esta preocupación al abuelo. Él seguía utilizando los mismos métodos de búsqueda que la semana anterior, así que no podía ser eso...

    Esta mañana, el abuelo había logrado sacar monedas de veinticinco centavos de su boca y nariz. Ahora estaba masajeando su coño de bebé, moviéndose desde su orificio para orinar hasta el final de la hendidura y luego hacia abajo nuevamente. A Beth le gustó cuando él buscó allí, a pesar del hecho de que solo había encontrado monedas de veinticinco centavos allí una vez. Subconscientemente, arqueó la espalda mientras permanecía desnuda frente a su abuelo, lo que le permitió un mejor ángulo para su dedo.

    Beth sintió que una sensación cálida le subía por el estómago. Justo cuando sintió que la sensación comenzaba a extenderse hacia afuera, el abuelo se detuvo. Lo mismo había sucedido todos los días durante la semana anterior. Con una expresión de decepción, Beth miró al abuelo.

    —Abuelo, ¿no crees que hoy hay monedas de veinticinco centavos en mi pis? —preguntó esperanzada.

    —No estoy seguro, cariño —dijo el abuelo sacudiendo la cabeza—. Hace mucho que no encontramos nada allí. ¿Crees que deberíamos seguir intentándolo?

    —Creo que sí, abuelo —dijo Beth alentadoramente.

    "Sé que hay otra forma de sacar las monedas de ese lugar, cariño. Apuesto a que podría usar mi boca y succionarlas".

    Beth consideró esta posibilidad, imaginándola en su cabeza. "¿Quieres decir que sería como una aspiradora?"

    -Sí. ¿Quieres intentarlo?

    —Está bien —dijo Beth, olvidando por un momento su frustración sexual. Le agradaba la idea de intentar algo nuevo para encontrar más monedas—. ¿Qué hago?

    —¿Por qué no te recuestas así en el sofá y te relajas? —le indicó el abuelo—. Así es, ¿quieres una almohada? Bien, bien, abre las piernas. Buena chica. Ahora veamos qué puede hacer tu abuelo.

    El abuelo se lamió los labios con anticipación. Beth yacía con las piernas abiertas frente a él, sus labios hinchados estaban deliciosamente separados. Su diminuto clítoris coronaba la parte superior de su raja mientras que debajo su brillante coño rosado daba paso a una abertura oscura de aspecto misterioso.

    Inclinándose hacia ella, se detuvo para inhalar su aroma. Las niñas siempre tenían un olor muy característico, una mezcla de jabón, sudor y orina. El abuelo se lamió los labios nuevamente, extendió la lengua y probó por primera vez el aroma de su nieta Beth.

    Casi se desmaya de lujuria mientras pasaba lentamente la lengua desde su vagina hasta su clítoris. Su erección se asomó en sus pantalones. Al igual que su hermana mayor, Beth sabía tan dulce como la miel. Usando sus manos, separó sus labios y comenzó a lamer con seriedad.

    Beth permaneció inmóvil en el sofá mientras procesaba las nuevas sensaciones que la recorrían. Había sentido el aliento de su abuelo en su ano y luego su lengua comenzó a lamer entre sus piernas. La sensación era completamente diferente a cuando el abuelo había usado su dedo. Su lengua era mucho más activa en sus exploraciones y era más, bueno, resbaladiza. Sintió que sus labios se cerraban en ciertas partes entre sus piernas, apretando partes de su piel que produjeron grandes oleadas de calor y hormigueos en ella.

    En particular, Beth sentía una sensación muy fuerte cuando el abuelo se concentraba en una parte justo por encima de su orificio para orinar. Sus labios apretaban esa pequeña protuberancia de carne que había allí y la apretaban, provocando que Beth suspirara cada vez. Era consciente de que entre sus piernas había una humedad creciente, que parecía como si se hubiera orinado encima. Pero no había tiempo para preocuparse por eso ahora. La pequeña de seis años sintió que se elevaba en el aire otra vez, como la semana pasada. Cerró los ojos.

    Mientras se elevaba más y más en éxtasis, Beth sintió que su abuelo movía la lengua contra ella. De repente, sintió que el intruso se retorcía dentro de ella. ¡Estaba sorprendida! Nunca había sabido que había una abertura allí abajo. No era su ano ni su pis, eso lo sabía con seguridad. La lengua del abuelo estaba explorando un lugar entre los dos y ella suspiró de nuevo mientras se movía dentro de ella. Sintió que su pulgar comenzaba a frotar ese lugar especial sobre su pis.

    Beth suspiró profundamente. La lengua del abuelo comenzó a entrar y salir de ella mientras su pulgar le hacía cosquillas con insistencia. El placer emanaba de entre sus piernas y se extendía por todo su cuerpo hasta que la pequeña sintió un calor extraño. Era como si hubiera estado corriendo varias veces por el patio trasero y podía sentir la sangre corriendo por todo su cuerpo.

    Entonces sintió que la lengua del abuelo se retiraba de su interior y subía, haciéndole cosquillas en el orificio de la orina antes de posarse en el punto especial que su pulgar había estado presionando.

    Beth jadeó de repente. La lengua del abuelo estaba deliciosamente húmeda mientras jugaba con su botón. Se sentía como si una criatura cálida se estuviera frotando contra ella. De nuevo sintió que sus labios se cerraban alrededor de su punto especial y sus caderas se sacudieron y se elevaron en el aire cuando él la chupó. Beth sintió que se elevaba cada vez más alto del suelo, como si estuviera sosteniendo un globo de helio. Suspiró de nuevo.

    De pronto, sintió como si el globo ganara potencia y ahora fuera un cohete. Si antes se elevaba lentamente, ahora se movía rápido como un avión a reacción. La boca del abuelo seguía masajeando su punto especial y sus labios la apretaban y succionaban con más fuerza. Pero entonces sintió algo en la entrada de ese agujero, el que no sabía que existía hasta hace unos minutos. Supuso que debía ser el meñique del abuelo, y se quedó sin aliento al sentirlo empujar dentro de ella, dentro del espacio entre su orificio para orinar y su orificio para caca.

    El calor dentro de la niña de seis años explotó. La lengua del abuelo se movía rápidamente en su punto especial y su dedo dentro de ella se flexionaba y exploraba suavemente cuando sintió oleadas de placer que la recorrían. Con los ojos cerrados, las piernas de Beth se sacudieron involuntariamente y su espalda se arqueó, para poder presentarse mejor a la insistente presión de la lengua del abuelo.

    La sensación de calor y las olas se fueron disipando lentamente, dejando a Beth completamente satisfecha. Se sentía de nuevo como si acabara de despertar de un largo sueño y ahora estuviera acostada en su cama antes de comenzar su día. Pero esta vez, sintió una gota de sudor rodar por su sien y su respiración comenzó a disminuir. Era como si hubiera estado haciendo ejercicio. El abuelo sacó suavemente su dedo de su interior. Beth abrió los ojos.

    La cara sonriente del abuelo surgió de entre sus piernas. "¿Estuvo bien, cariño?"

    —Sí, abuelo, ¡fue muy agradable! —confirmó el niño de seis años—. ¡Me sentí como si estuviera flotando! ¿Qué pasó?

    —Bueno, cariño, cuando te sientes así de bien significa que tu cuerpo está produciendo muchas monedas de veinticinco centavos. ¡Mira! —El abuelo abrió la mano y en su palma había ocho monedas de veinticinco centavos.

    —¡Guau! —suspiró Beth—. ¿De dónde han salido?

    "Desde dentro de ti, donde estaba mi dedo", explicó el abuelo con paciencia. "Usé mi lengua para hacerte cosquillas en tu punto especial y luego mi dedo pudo entrar en ti para sacar las monedas".

    —¿Te refieres a este lugar, abuelo? —Beth metió la mano entre sus piernas abiertas y metió el dedo en su coño todavía húmedo. Lo introdujo fácilmente.

    "Así es, cariño", sonrió el abuelo mientras su nieta se masturbaba inocentemente con los dedos.

    —¿Crees que hay más dentro? —preguntó Beth ansiosamente mientras deslizaba su dedo más profundamente.

    El abuelo fijó su mirada en el dedito de Beth mientras éste se deslizaba completamente dentro de ella. "Puedes probar todo lo que quieras, cariño", le dijo. "Nunca está de más probar".


    El abuelo y Beth jugaron juntos a su juego especial durante todo el verano. Todas las mañanas, Beth se inclinaba sobre el regazo de su abuelo mientras sus dedos exploraban su interior. Al final del verano, Beth podía recibir cómodamente el gran dedo medio del abuelo en su trasero y su dedo índice encajaba casi por completo en su coño de niña sin vello. A veces, el abuelo hacía que el hormigueo se apoderara de Beth hasta que chillaba y apretaba los puños con fuerza. En otras ocasiones, Beth se contentaba con recoger las monedas que el abuelo encontraba dentro de ella.

    Por su parte, Beth se volvió experta en usar sus manos sobre el pene del abuelo. El anciano se sentaba y ella le bajaba la cremallera de los pantalones y le sacaba el pene, acariciándolo hasta que se ponía duro. Beth lo apretaba y tiraba hasta que salía la crema blanca. A veces, el abuelo incluso se ponía a cuatro patas para que Beth pudiera ordeñar su pene y fingir que era una vaca. Ambos se reían cuando jugaban así.

    Sin embargo, justo antes de que comenzaran las clases, se decidió que el abuelo se mudaría de nuevo a Florida antes de que llegara el invierno. La madre de Beth estaba preocupada por la posibilidad de que su padre soportara los fríos inviernos de Minnesota. El abuelo decidió que tenía razón y se hicieron los arreglos para que regresara a Florida. Cuando lo dejaron en el aeropuerto, Beth se despidió de su abuelo entre lágrimas.

    Después de que el abuelo se fue, Beth intentó jugar sola. Sin el abuelo, no era tan divertido y nunca encontró monedas. La pequeña de seis años se sintió muy frustrada consigo misma.

    "¿Por qué no consigo encontrar monedas por mí misma?", se preguntó. "Tal vez sea porque tengo los dedos demasiado pequeños".

    Beth empezó a buscar por toda la casa objetos que pudieran ampliar su alcance. Era lo bastante inteligente como para empezar con objetos pequeños. Empezó con bolígrafos y lápices y experimentó para ver hasta dónde podía introducirlos. Estos objetos se deslizaron por su ano con bastante facilidad, y la primera vez pudo introducir casi todo el lápiz. Pero su coño, como lo llamaba ella, no cooperaba tanto. Solo lograba introducir unos centímetros del lápiz antes de detenerse.

    Desalentada, Beth se concentró en su agujero del excremento. No encontró monedas, pero después de unas semanas de experimentación, olvidó que esa era la razón principal por la que comenzó a introducir cosas. La experimentación se convirtió en una especie de obsesión: ¿qué tan grande podría ser el objeto que pudiera introducir en su interior?

    El mango del cepillo de dientes entró en su ano con bastante facilidad. Era más o menos del mismo tamaño que el dedo meñique del abuelo, aunque el mango le quemaba y le irritaba un poco al introducirlo. Al recordar cómo el abuelo usaba el material resbaladizo en su dedo, Beth decidió que ella necesitaba lo mismo. Su dedo entró con mucha más facilidad cuando estaba cubierto con aceite de oliva (lo mejor que pudo encontrar). Ahora equipada con un lubricante, Beth comenzó a experimentar con todo lo que pudo encontrar: palillos chinos, bolígrafos de regalo de gran tamaño, mangos de destornilladores, candelabros, la pierna de su Barbie... Todas estas cosas se deslizaron dentro de ella con facilidad.

    El invierno se convirtió en primavera y se convirtió en verano. Beth cumplió siete años. Una vez que la temperatura se hizo más cálida, Beth encontró todos los juguetes que podría necesitar en el jardín de su padre. Encontró los calabacines y pepinos, todos creciendo en diferentes tamaños, perfectos para sus necesidades. Empezó con los pequeños, eligiendo los bebés. Armada con una botella de aceite de oliva, Beth comenzó a insertar verduras experimentalmente. El calabacín tenía una piel suave y agradable que se deslizaba con bastante facilidad, pero a veces Beth prefería los pepinos porque tenían pequeñas espinas en la superficie que le hacían cosquillas en el ano cuando lo empujaba hacia adentro y hacia afuera.

    A finales de ese verano, Beth estaba practicando con un pepino, del tamaño de un perrito caliente. Las espinas que tenía le hacían cosquillas en el lugar justo y descubrió que su coño estaba un poco húmedo, igual que cuando el abuelo jugaba con él. Explorando con los dedos, Beth encontró el punto especial y sensible en el que el abuelo siempre se concentraba con su dedo o su lengua. Con una mano trabajaba el pepino espinoso dentro y fuera mientras con la otra mano le hacía cosquillas en su punto especial. Mientras se tocaba con los dedos, Beth pensó en la vez que el abuelo usó su boca sobre ella.

    La idea de la suave boca del abuelo excitó aún más a la niña. De repente, sintió esa sensación familiar, la que no había sentido en tanto tiempo. Una ola rugiente se acumuló en su cuerpo. Beth sintió que el placer solo aumentaba a medida que frotaba su punto especial con más fuerza y ​​​​rápido. El pepino espinoso le hacía cosquillas en su pequeño agujerito. Beth sintió que el placer explotaba dentro de ella mientras se mareaba por los hormigueos que electrizaban su cuerpo de siete años.

    Beth recuperó lentamente el aliento. Se dio cuenta de que sus dedos que tocaban su lugar especial estaban muy húmedos. Aunque se sentía más satisfecha de lo que había estado en mucho tiempo, Beth deseaba que su abuelo estuviera con ella para explicarle todo lo que estaba sucediendo. Sacó el pepino de su ano, sabiendo que no podía sustituir el cálido y cariñoso dedo de su abuelo. Beth suspiró, preguntándose si alguna vez él volvería a mudarse con su familia...


    Fin

    Fiesta familiar, relato erótico de Cazzique, en blogSDPA.com

    Fiesta familiar, Parte 37 (de Cazzique)

    22 de diciembre de 2024 en LGBTQ+, Sexo en grupo, Relatos SDPA, Jovencitas, Incesto, Jovencitos

    Esta publicación es la parte 37 de un total de 42 publicadas de la serie Fiesta familiar

    Me desperté como a eso de la nueve de la noche y Mónica todavía continuaba dormida a mi lado, me levanté de la cama sin hacer ruido y baje a la sala, ahí ya se encontraban Vanesa, Ramiro, Patricia y Marina; nos pusimos a preparar una cena ligera en lo que los demás terminaban de bajar. Cuando ya todos estábamos abajo nos pusimos a cenar y después platicamos un rato, luego las chicas dijeron que ahora había que jugar un poco para así ir calentando el ambiente un poco, todos estuvimos de acuerdo y nos sentamos en el suelo de la sala en forma circular, luego colocamos una botella en medio de todos y comenzamos a hacerla girar (el clásico juego de la botella), por supuesto que los castigos iban a ser relacionados con el tema sexual.

    El primer castigo le toco a Daniel y Marina era la que tenía que imponerlo, el chico tuvo que desnudarse por instrucciones de ella, él así lo hizo y el mismo castigo fue aplicado a los demás a cada turno, el que repetía a ser castigado se le daban castigos simples como besar a alguien o tocarle algo. Después de que todos estuvimos desnudos llegó la hora esperada por todos, al que apuntara la botella tenía que escoger a su pareja y ambos salir del juego para hacer lo que quisieran. La botella entonces comenzó a girar y poco a poco se fue deteniendo hasta que la boquilla quedo completamente detenida y apuntando al primero que escogería, la boquilla apuntaba directamente a Ramiro, el entonces levantó su cara y miro a todos en la sala varias veces, luego de unos segundos señalo a Armando, todos aplaudimos y volvimos al siguiente turno, esta vez la botella apunto directamente Daniel quien sin dudarlo mucho le dijo a mi hija que era ella la elegida, el siguiente turbo fue el mío y entonces elegí a Carmina, la tome de la mano y nos fuimos a sentar a un sillón para terminar de ver el resto de las parejas que se formaran. La botella comenzó a girar, el cuello de la botella apuntó directamente a mi hermana Marina y ella escogió como pareja a mi papá, Quedaban tres parejas todavía y todas eran mujeres; así de nuevo giró la botella y esta vez la punta quedo apuntando a Patricia quién escogió a su hija Carolina y por lo tanto Patricia mi esposa se quedo en pareja con mi sobrinita Montserrat.

    Yo entonces me voltee y comencé a besar a ardientemente a la dulce Carmina, sus labios delgaditos fueron devorados por mi boca y nuestras lenguas se encontraron en una ardiente lucha que se prolongo por varios minutos, mis manos buscaron sus erectos pezones y se los acaricié delicadamente, luego separe mi boca de la de ella para comenzar a mamar esos ricos botoncitos de carne; yo me recosté boca arriba en el sofá y le pedí a Carmina que se montara sobre mí de manera que hiciéramos el sesenta y nueve, sus blancas carnes entonces quedaron a mi disposición, su lampiña vaginita quedo a mi vista, rosadita, apretadita y hermosa, mi lengua busco entonces sus labios vaginales para saborearlos, al mismo tiempo sentí como su boquita se comenzaba a pasear por el tronco de mi verga a la vez que su manita se paseaba de arriba para abajo a todo la longitud de esta; puse mis manos en las nalguitas de la pequeña y separé los cachetes para poder apreciar el rico ano de la pequeña, su esfínter se apretaba de vez en cuando mientras que yo seguía mamándole la conchita, por supuesto que ensalive uno de mis dedos y se lo clavé en el culito, poco a poquito mi dedo se fue perdiendo en el ardiente ano de Carmina hasta que se lo tragó por completo. Con mi boca me comencé a tragar completa su vagina, procuraba abarcar por entero los pequeños labios vaginales de la chiquilla a la vez que le sepultaba mi lengua en su agujerito y la meneaba circularmente en su interior para así poder sentir como las paredes de su panocha me humedecían y apretaban. Logró Carmina llegar a un orgasmo gracias a las caricias que mi boca le estaba proporcionando y la deje que descansara por algunos segundos después de los cuales la puse en cuatro sobre el mismo sofá y con la cara hacia el respaldo del mismo, me puse de pie detrás de ella y me ensalive muy bien la punta de mi pene, luego lo coloque en la entrada de su dilatado anito y empuje despacio hasta que la cabeza se perdió dentro de su anito, el esfínter de la chiquita se fue abriendo lentamente dando alojamiento a el resto de mi tronco, me encanta ver como ese pequeño agujerito se va abriendo poco a poco y va recibiendo la gruesa verga hasta que logra tragársela por completo, así la niña quedo completamente penetrada por mi pene y allí me quede por un par de minutos para poder sentir las contracciones de su ano. Despacio comencé a sacarle mi verga de su rico y apretado ano, lentamente hasta que llegue casi a sacar la cabeza, entonces nuevamente se la comencé a sepultar, en pocos minutos el ritmo en la cogida tomo un poco de velocidad, la niña comenzó entonces a menear sus caderas en forma circular y de vez en vez se aventaba en contra de mis embestidas para así clavarse el pito lo más adentro posible; mis manos estaban acariciando sus nalgas, sus caderas, su espalda, sus senos y su terso cabello. Carmina gemía y se contorsionaba a cada una de mis envestidas y en pocos minutos logró alcanzar otro orgasmo, entonces yo le saque lentamente mi verga de su culito y deje que la pequeñita descansara un ratito.

    Esta vez me senté en el sofá y puse de pie a la niña en frente de mí, le acaricie su espalda y sus nalguitas y la fui jalando hacia mi, me jale más hacia la orilla del sillón y entonces junte mis piernas para que ella con las piernas abiertas se fuera sentando sobre mi verga, ella fue descendiendo y cuando su conchita rozó con el glande entonces pase una de mis manos a mi palo y lo guíe hasta la húmeda vaginita. La cabeza de mi verga se introdujo entre los rosados labios vaginales de la niña y ella solita se fue sentando sobre mí hasta que se tragó por completo mi barra de carne. La sujete por las caderas y la comencé a menear de arriba para abajo y así comenzamos a coger de nueva cuenta mientras que nuestras lenguas se juntaron y nos perdimos en la delicia de ese beso, ella me abrazó y de esta forma aprovechaba para impulsarse contra mi miembro erecto. Luego de un rato de estar en esa posición note que alguien se colocaba detrás de Carmina, entonces me recosté en el sofá y dejé las nalguitas de la niña al aire, era Ramiro y detrás de el se encontraba Armando completamente clavado en su ano. Ramiro entonces se acomodo de forma en que comenzó a penetrar a Carmina por su anito mientras que yo la tenía clavada por la vagina, cuando su verga se perdió en el interior de la apretada cavidad entonces Armando volvió a clavársela a Armando, así comenzamos a coger con movimientos lentos y profundos a la niña, las dos macanas entraban y salían de los agujeritos de la niña de once añitos a la vez que una verga entraba y salía del ano de su tío Ramiro. Nos estuvimos moviendo por varios minutos hasta que ellos me pidieron cambiar de posición, entonces Armando fue el que clavó su verga en el anito de la niña y Ramiro se lo comenzó a coger a él. En esta nueva posición iniciamos de nueva cuenta las embestidas contra Carmina y a los pocos minutos comencé a sentir que mis mocos comenzaban a salir estrepitosamente de la punta de mi verga y eran depositados en lo más interior de la panochita de la niña, torrentes de mi semen inundaron las calientes paredes vaginales de la niña y después comenzaron a escurrir por mi propio palo y mojaron mis bolas hasta escurrir por mi ano, al sentir como mi garrote la inundaba Carmina también comenzó a explotar y gracias a esto los apretones en su ano fueron más intensos lo cual propicio una reacción en cadena y Armando también se comenzó a venir e inundo con su esperma el ano de la chiquita, a su vez Ramiro inundó el culo de Armando con su simiente, fueron torrentes de esperma que comenzaron a escurrir de los anos de Carmina y Armando, nos estuvimos moviendo todavía por algunos segundos más hasta que nuestros orgasmos cesaron, luego nos zafamos de la chiquita y ella nos chupo la verga a cada uno hasta dejarlas completamente lubricadas con su saliva. Aún estábamos en condiciones de seguir cogiendo gracias a que Carmina nos había parado de nuevo la macana con sus mamadas, entonces Ramiro tomo se acostó en el sofá y le metió el nabo en su panochita, yo se la metía ahora por el culito y Armando me comenzó a meter su garrote a mí.

    Reiniciamos de nuevo la cogida de esta manera, moviéndonos lenta pero profundamente para prolongar el momento de goce de todos y cada uno, Carmina gemía y gemía presa de varios orgasmos, sus jugos salían y empapaban la verga de su tío, la escena era suculenta, era un sándwich doble, la niña en medio de su tío y yo, y yo mismo en medio de Carmina y Armando, los movimientos se aceleraban cada vez más y más, y en cuestión de minutos Armando me comenzó a llenar las entrañas con su caliente semen, yo me detuve y apreté mi esfínter para que el sacara lo más que pudiera ese rico y caliente jugo que me estaba quemando las entrañas, así él terminó de llenarme y se salió de mi, entonces yo reinicié con las metidas y sacadas en el ano de la niña, no tardé mucho en comenzar a venirme de nueva cuenta y a los pocos segundos Ramiro también se vino más tarde Carmina terminó junto con nosotros; los cuatro quedamos completamente rendidos y nos recostamos en el sofá y nos besamos entre todos, mientras descansábamos estuvimos apreciando el espectáculo que los demás que aún seguían cogiendo nos daban.


    Continuará

    Niños adoptivos, relato erótico SDPA en blogSDPA.com

    Niños adoptivos, Parte 01 (de FosterDaddy)

    21 de diciembre de 2024 en Jovencitas, Incesto, Relatos SDPA

    Esta publicación es la parte 8 de un total de 9 publicadas de la serie Federico

    Después de años de medicación, terapia holística, compresas de hielo, terapia de reemplazo hormonal, fertilización in vitro y una variedad de posiciones que supuestamente ayudarían a la fecundación, mi esposa y yo abandonamos la idea de tener nuestros propios hijos.

    Después de pasar por ese período difícil, finalmente decidimos convertirnos en padres adoptivos para ver cómo sería cuidar a un niño que no era nuestro.

    Nuestra primera acogida fue Mackenzie. Era una niñita adorable de 9 años que había sufrido un abuso sexual bastante grave. Al parecer, la familia había sido advertida, pero el abuso continuó. Nos sentimos muy mal por esta niñita porque era muy dulce, bondadosa e inteligente.

    Se adaptó rápidamente a su nueva habitación y pronto trató nuestro lugar como si fuera su hogar. Fue una sensación agradable. Comenzamos a recibir abrazos con regularidad, besos de buenas noches en la mejilla y una sensación de amor en nuestras interacciones.

    Un sábado por la mañana, mi esposa recibió una llamada del trabajo que la obligaba a ir a trabajar durante unas horas. Acepté cuidar a Mackenzie, ya que estaría en casa y realmente esperaba que ella durmiera hasta tarde. Mi esposa agarró su carpeta de trabajo y se dirigió a la oficina, mientras yo me relajaba en mi sillón reclinable con una camiseta y unos pantalones de pijama.

    Poco después, Mackenzie se subió a mi regazo y me despertó de repente. Puse dibujos animados y ella se recostó sobre mi pecho para mirar.

    Fue en ese momento cuando me di cuenta de que tenía una erección bastante importante y, con el pijama de algodón ligero que llevaba puesto, no había forma de ocultarla. Estaba apretada contra el pequeño montículo de su coño porque llevaba una camiseta larga y bragas.

    Hice lo mejor que pude para sacarlo de mi mente e ignorar la sensación, esperando en vano que la erección desapareciera, o al menos disminuyera.

    Pero entonces fue evidente que ella podía sentirlo. Se levantó un poco, movió un poco su pequeño trasero y se recolocó deslizándose por la tienda de campaña dentro de mis pantalones. Fue una sensación increíble y realmente pensé por un momento que podría correrme en mis pantalones.

    Me quedé allí tumbado, disfrutando de la sensación de su suave coñito acariciando mi polla a través de mi pijama, cuando de repente empezó a flexionar los músculos de su trasero y sus piernas. Era embriagador.

    Los siguientes momentos cambiarían mi vida para siempre: ella se inclinó entre sus piernas y comenzó a frotar su coño. Luego, sin pensarlo dos veces, se inclinó aún más y comenzó a frotar mi pene y a presionarlo contra su coño.

    Empecé a gemir y me preparé para un orgasmo épico... y entonces ella se detuvo y se puso de pie. La repentina frustración [y casi pánico] de necesitar correrme casi me hizo gritar. Y entonces sucedió. Se inclinó y se quitó las braguitas. Luego se dio la vuelta y liberó mi pene de mi pijama.

    ¡Esta niñita sabía exactamente lo que estaba haciendo! Se dio la vuelta, se subió a mi regazo y apoyó su culito contra mi pene. Se inclinó, separó los labios de su coño y acercó mi pene a su pequeño agujero.

    Entonces, esta pequeña cosa caliente se levantó un poco, se reposicionó directamente sobre mi pene y comenzó a deslizarse hacia abajo. Al principio se movió un poco lento, pero la cuchara había recorrido toda la longitud de mi palpitante pene. Después de un momento de esperar aparentemente a que las cosas se calmaran, comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo sobre mi vara mientras se tocaba el clítoris.

    Pronto pude sentir que ella comenzaba a temblar y apretarse contra mi pene, y me di cuenta de que estaba comenzando a tener un orgasmo. Esta sensación me llevó al límite y comencé a correrme con fuerza, llenando su pequeño coño. Chorro tras chorro de mi semen caliente llenaba su pequeño útero. La abracé fuerte contra mí y besé su cuello y sus orejas, deleitándome con esta exquisita sensación de amor y pasión.

    Luego se inclinó hacia delante y comenzó a deslizarse fuera de mi polla, finalmente se retiró con un pequeño sorbo. Se dio la vuelta, se puso de rodillas y puso su boca sobre la longitud de mi polla. Continuó chupando y lamiendo mi polla, limpiándola por completo. Si hubiera sido unos años más joven, probablemente habría estado lista para otra ronda, pero sabía en mi corazón que tendríamos experiencias como esta nuevamente, mientras pudiéramos conservar a esta hermosa criaturita.


    Continuará

    Todo es culpa suya, relato erótico SDPA en blogSDPA.com

    Todo es culpa suya (de UncleFrank)

    21 de diciembre de 2024 en Exhibicionismo, Relatos SDPA, Jovencitas, Incesto, Jovencitos

    Es todo culpa de Linda. Tiene que ser así. Ella tiene la culpa. Si no fuera por ella, nada de esto habría sucedido.

    Todo empezó cuando nos mudamos a nuestra primera casa. Yo tenía un nuevo trabajo y no ganaba mucho dinero, así que compramos algo pequeño: un bungalow de dos habitaciones.

    Eso estuvo genial, por un tiempo. Cuando nació Jenny, instalamos el dormitorio de invitados como guardería. Un año después, llegó Freddy. También se quedó allí. Dos años después, cuando Lisa llegó, las cosas no habían mejorado mucho en el trabajo, así que tuvimos que arreglárnoslas. Se quedó en nuestro dormitorio hasta que Linda me sorprendió con Amy, luego la trasladaron al "dormitorio de los niños", como lo llamábamos. Así que tuvimos a Jenny, de 6 años, Freddy, de 5, Lisa, de 3 y un nuevo bebé.

    Con la recesión, los recortes y todo lo demás, mi trabajo no mejoró mucho con el paso de los años, pero nos las arreglamos. Comprar una casa nueva estaba fuera de cuestión. Y cuando Amy creció lo suficiente como para notar las cosas, tuvimos que trasladarla también al dormitorio de los niños. Todos se llevaban tan bien como se puede esperar... teniendo en cuenta las circunstancias. Una cosa que me molestó fue que mi esposa instaló dos camas dobles allí, en lugar de dos juegos de literas. Lo sé, lo sé, consiguió una gran oferta cuando las compró y no podíamos permitirnos nada más caro, pero estoy seguro de que podría haber encontrado algo más si realmente lo hubiera intentado.

    Bueno, hace unos tres años, la empresa en la que trabajo atravesó una gran expansión y conseguí varios ascensos rápidos, acompañados de aumentos salariales. Finalmente pudimos permitirnos comprar una casa más grande.

    Linda se inventó una y otra vez excusas para explicar por qué no podíamos hacerlo: no quería que los niños se mudaran lejos de sus amigos, no quería mudarse lejos de sus amigos del vecindario, no quería obligarlos a cambiar de escuela, quería ahorrar hasta que pudiéramos comprar una casa realmente linda, no podíamos encontrar nada que fuera perfecto, y así sucesivamente. Como dije, excusas.

    Empecé a preocuparme porque los niños estaban creciendo y empezaban a sentir curiosidad por ciertas cosas, pero Linda no le dio importancia a mis preocupaciones. Trató de convencerme de que los niños eran solo niños y que nunca sucedería nada.

    ¡JA!

    Por supuesto que no presioné las cosas, porque cuando nos mudamos juntos acordamos que yo era el sustentador de la familia y me encargaría de las cosas fuera de la casa, y ella era la ama de casa y se encargaría de las cosas dentro de la casa.

    Aprendí a mantener la boca cerrada.

    Hace un año y medio, empecé a sospechar aún más cuando noté que pasaba bastante tiempo rondando la puerta del dormitorio de los niños. Dijo que no pasaba nada y que todo era mi imaginación, por supuesto, claro, y en realidad yo soy un pequeño extraterrestre verde. Mi nariz me decía lo contrario. De vez en cuando, también lo hacían mis oídos.

    Linda negó todo.

    Bueno, los niños la sorprendieron mirándola de vez en cuando. A mí también me sorprendieron, pero solo cuando Linda ya estaba asomándose por la puerta. Con Jenny, la mayor, a la cabeza, comenzaron a volverse más aventureras. Empezaron a ponerse sus pijamas cada vez más temprano. Jenny empezó a usar camisones más sexys y pronto Lisa empezó a seguir su ejemplo.

    Un día, Jenny salió a cenar con un babydoll sin bragas. Se le veían los pezones hinchados y los pocos pelos que empezaban a crecer en su coño, que por lo demás estaba pelado, pero Linda no dijo ni una palabra. Por supuesto, la noche siguiente, Lisa tuvo que copiar a su hermana mayor.

    Naturalmente, Freddy se dedicó a pasear sin nada más que sus calzoncillos. Sé que Linda vio sus frecuentes erecciones, porque la vi mirándolas cuando pensaba que nadie la estaba mirando. ¿Qué pasaba por su mente? No tengo idea.

    Los niños se volvieron cada vez más salvajes. Empezaron a dejar la puerta de su dormitorio abierta. Empezaron a tener sexo delante de su madre. Empezaron a ir y venir del baño desnudos. ¿Y Linda? Mantenía la boca cerrada.

    Sé que ella tenía esa charla de pajaritos y abejas con las dos niñas mayores, igual que yo con Freddy, para que supieran cuáles podrían ser las consecuencias. Cuando le pregunté a Linda si podía hacer que las niñas tomaran la píldora, me dijo que sí, que tan pronto como cumplieran dieciséis años, ni un día antes, y que sólo lo harían si ellas lo deseaban.

    De alguna manera dudo que lo hagan.

    Lo que finalmente me convenció de que Linda sabía exactamente lo que estaba pasando, pero que intencionalmente hacía la vista gorda ante las actividades, fue el hecho de que cada vez que los niños hacían algo particularmente escandaloso, ella me follaba a más no poder en cuanto podía arrastrarme hasta el dormitorio. También comenzó a ser negligente en cuanto a cerrar la puerta de nuestro dormitorio en esa época.

    Bueno, Jenny y Freddy siguieron poniendo a prueba los límites de Linda, solo para ver hasta dónde podían llegar. ¿Hasta dónde llegaron? Pruebe esto para ver qué tal.

    Un día, después de cenar, estábamos todos sentados viendo la televisión. Linda y yo estábamos en el sofá. Freddy estaba en un sillón con sus calzoncillos puestos. Lisa y Amy estaban en el sillón reclinable, una con su camisón corto, la otra sin nada más que sus bragas. ¿Y Jenny? Estaba tumbada boca abajo en el suelo, mirando la televisión, sin nada más que una camiseta pequeña, con las piernas bien abiertas. Por supuesto, todo el mundo podía ver su trasero y su coño desnudos, pero los llevaba mostrando durante meses sin que Linda dijera nada.

    Durante un comercial, Jenny fue a la cocina y se preparó una bebida y cuando regresó, se sentó en el sillón con Freddy. Bueno, en realidad, se sentó en su regazo. Se retorcieron un poco, luego se recostaron y miraron el programa. No me preguntes qué estaban haciendo, porque no tengo ni idea. Los estaba mirando. Verás, la forma en que se sentó sobre él, parecía casi exactamente como si se hubiera sentado directamente sobre su polla. Unos minutos después, supe que se había sentado sobre su polla porque sus piernas se abrieron un poco y se podía ver que se hundía en el coño de la niña.

    Linda lo vio todo, por supuesto, y nunca dijo una palabra. No lo haría. Fingía que no pasaba nada. Incluso cuando los niños empezaron a retorcerse, no dijo nada. No sé cómo se las arregló para fingir que no se daba cuenta de sus gruñidos y gemidos. Y cuando Freddy llenó el pequeño y apretado coño de su hermana con su jugo de bebé, Linda tenía que saber lo que estaba pasando. Diablos, yo estaba en el otro extremo del sofá y podía ver las ondas que subían desde el fondo de su polla y la sustancia blanca que rezumaba por los bordes.

    La noche siguiente, fue el turno de Lisa. Se sentó en el regazo de Freddy mientras todos mirábamos la televisión, se aseguró de que todos la vieran mientras ella abría las piernas y metía la polla de él en su coño, y luego se deslizó hacia arriba y hacia abajo sobre la polla de su hermano hasta que él echó millones de espermatozoides en su vulnerable y joven útero. Después de eso, cuando nadie dijo nada, fue casi un suceso nocturno.

    A veces Jenny iba primero, pero normalmente era Lisa, que se iba a dormir más temprano. Cada una de ellas hacía un gran espectáculo cada vez, subiéndose al regazo de su hermano, sacando su polla de sus pantalones cortos, recostándose contra él, abriendo bien las piernas para que todos pudieran ver bien, y luego retorciéndose lenta y ruidosamente hasta que su polla estuvo lo más adentro de sus pequeños coños que pudo.

    Ambos se aseguraban de que su padre, madre y hermanas pudieran darse cuenta de que estaban teniendo relaciones sexuales vaginales completas con su propio hermano. Por supuesto, Linda fingió no darse cuenta; aunque no entiendo cómo pudo ignorar los frenéticos gruñidos, gemidos y jadeos, mientras la polla de nuestro hijo se hinchaba con semen incestuoso y el chico llenaba de esperma el sexo sin protección de su propia hermana. La pequeña Amy generalmente tenía la nariz a unos cinco o siete centímetros de distancia de donde se unían sus hermanas y su hermano. A veces Linda tenía que hacer que se moviera porque le bloqueaba la vista; no con tantas palabras, por supuesto. A Linda le bastaba con decir el nombre de Amy.

    Después, las niñas volvían a mirar televisión como si nada hubiera pasado. Ninguna de las dos se molestaba en limpiarse; simplemente se quedaban allí acostadas con grandes y pegajosas gotas de la potente semilla de su hermano que lentamente rezumaban en espesas gotas blancas de su pequeña vagina bien utilizada. A las dos parecía gustarles acostarse allí con las piernas abiertas para que toda la familia pudiera ver el viscoso charco blanco de la semilla de su propio hermano empapándose lentamente en su vientre desprotegido.

    ¿Cómo sé que no usaban protección? Créanme, no lo usaban. Verán, esta mañana, cuando todos los niños se preparaban para ir a la escuela, tomé algunas fotografías para poder recordar este momento para siempre.

    Primero tomé la foto de Jenny. A esta altura ya no quiere usar nada hasta que tenga que prepararse para ir a la escuela. Está en octavo grado (13 años de edad) y lo único que puede usar es ropa muy suelta. Si la pones de lado como hice yo, parece que se hubiera tragado una pelota medicinal. Su pequeña barriguita sobresale mucho, mucho, y sus diminutos pechos parecen dos mitades de limón pegadas a un pequeño pecho flacucho. Se parece a su madre: es bajita y delgada.

    Lisa es igual en ese aspecto, bajita y delgada. Sólo que todavía está completamente calva entre las piernas y sus pechos no son más que dos pezones hinchados. No sé cómo se las arregla para seguir entrando en su camisón, porque parece que se hubiera tragado una pelota de voleibol. Supongo que está unos dos meses por detrás de su hermana mayor. Su bebé nacerá antes de finales de verano, así que nuestra hija del medio ni siquiera estará en sexto grado (tiene 10 años de edad) cuando tenga el bebé de su hermano mayor.

    ¿Y Linda? Todavía no ha dicho ni una maldita palabra sobre ninguno de los dos. Todo lo que dijo fue que estaba contenta de haber decidido finalmente tener otro. Está previsto que nazca unos tres meses después que Lisa. No, seguro que es mío. ¿Sabe que las niñas están embarazadas? Bueno, anoche Lisa se sentó con ella en el sofá y Linda pasó la mayor parte de la noche frotando la enorme y gorda barriga de nuestra hija de diez años. Luego me arrastró a la cama y me hizo bombear tres cargas de semen en su coño antes de que quedara satisfecha.

    Ahora me pregunto cuándo se pondrá Amy a coger. Nuestra pequeña puede que sólo tenga siete años; pero anoche, mientras Linda frotaba la gran barriga de Lisa, Amy se subió por primera vez al regazo de Freddy. Sí, todo el camino. La polla en el coño, jadeando, resoplando, gimiendo y terminando con una descarga de esperma de su hermano mayor hasta donde su apretado coño podía llegar. Las grandes gotas que brotaron de su coño esa noche eran todas de distintos tonos de rosa; así que todos sabían que era la primera vez de la pequeña.

    Linda observó todo el asunto, por supuesto, pero nunca dijo una palabra; ni siquiera cuando Freddy gruñó y metió su pene hasta la raíz en el vientre de la niña, mientras que por el frenético celo de los dos niños y la mancha blanca alrededor de la base de su pene, se sabía que el adolescente estaba haciendo todo lo posible para engendrar un hijo con la pequeña de 7 años; tal como ya lo había hecho con las dos hermanas mayores de la niña. Incluso desde mi punto de vista pude ver el pene de mi hijo abultarse al menos tres o cuatro veces, mientras se vaciaba en el vientre de su hermana pequeña.

    Casi me corro en mis calzoncillos, ya que la obscena visión de un adolescente sacando leche de un bebé que estaba dentro de su propia hermana pequeña de 7 años era casi demasiado erótica para creerla. Por supuesto, (como dije antes) Linda nunca dijo una palabra; o pareció notar algo... aunque estaba mucho más cerca de los dos niños y tenía una visión mucho mejor de la "acción" que yo.

    Así que, con su hermano mayor cachondo bombeando su esperma también en su pequeña y linda barriguita, es sólo cuestión de cuándo, no de si, Amy comenzará a hincharse, al igual que sus hermanas mayores. Y, si se parece a su madre, podría darse cuenta antes de cumplir nueve años. Puedo imaginarla hinchada hasta aquí, al igual que sus hermanas mayores, mucho antes de que salga del tercer grado. Con un poco de suerte, tal vez incluso antes; ya que Amy comenzó a tener cólicos (todavía no eran realmente períodos) hace unos dos meses, mientras que Linda no comenzó a tener ni siquiera eso, hasta que tuvo casi un año más.

    ¿Cambiará todo cuando nazca la nueva camada de niños? Apuesto a que no mucho. Verás, vamos a comprar una casa nueva (Linda de repente ya no tiene excusas), pero sólo tiene tres habitaciones, y Linda dice que con eso basta: una para nosotros dos, una para los bebés y otra para los niños. Tengo la sensación de que voy a estar hasta las caderas en ropa de bebé antes de que nuestros cuatro primeros hijos terminen la escuela preparatoria. Para entonces, quién sabe qué estarán haciendo SUS hijos. Sé que Linda no tiene pensado comprar camas separadas para ellos, como tampoco lo hizo para Freddy y sus tres hermanas.

    Como dije, todo es culpa de Linda. Ella es la que dejó que las cosas se salieran de control. Después de todo, ella es la que manda en la casa. No tengo nada que decir sobre lo que hacen los niños. Si ella no se opone a lo que hacen nuestros hijos, entonces ¿qué puedo decir? Linda es la que empezó todo esto en primer lugar, al hacer que los niños durmieran juntos; y es ella a la que no parece importarle que Freddy se reproduzca con sus tres hermanas como si fueran un semental. Por supuesto, ella tampoco parece darse cuenta de que él lo hace. Sí, claro. SEGURO que ella no sabe lo que está pasando. De todas mis hermanas, Linda es definitivamente la más rara.


    Fin

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    El día siguiente llegó. Como de costumbre, Beth se despertó para ver a su madre salir a trabajar. Luego, ella y el abuelo jugarían al juego de la moneda. Como tenía solo seis años, ya había olvidado la conversación del día anterior sobre el uso de la herramienta del abuelo. El propio abuelo decidió que era mejor esperar un poco más antes de introducir su herramienta en el juego.

    Mientras tanto, le sacaba monedas de todos los orificios a Beth, excepto de la boca y la vagina. Beth no entendía por qué su boca solo producía monedas cada pocos días. Y el abuelo nunca encontraba nada en su agujerito. Sin embargo, ella se ponía más feliz cuando él hurgaba en su pequeño agujerito marrón y buscaba monedas. Su trasero nunca dejaba de sacar al menos dos monedas. Además, le gustaba la sensación del gran dedo del abuelo dentro de ella. A veces usaba su pulgar para jugar con su agujerito al mismo tiempo y la combinación la hacía sentir bien por dentro. Casi con cosquillas, pero con un hormigueo al mismo tiempo.

    Pasaron dos semanas y jugaban al juego de las monedas todas las mañanas sin falta. Como de costumbre, Beth estaba tumbada en el regazo del abuelo, con las bragas alrededor de los tobillos y el vestido de verano subido hasta el pecho. Él tenía su dedo bien lubricado profundamente arraigado en su canal rectal. A estas alturas, Beth ya estaba acostumbrada a su dedo y lo deslizaba sin esfuerzo dentro y fuera de ella. El abuelo le explicó la semana pasada que este movimiento de entrada y salida le permitía hacer que las monedas subieran a la superficie para poder alcanzarlas. Beth había llegado a disfrutar de la sensación que este movimiento del dedo le provocaba.

    Pero después de diez minutos de búsqueda, el abuelo suspiró.

    "Beth, no puedo encontrar nada allí".

    —Awww —dijo Beth con un puchero de decepción. Los últimos días habían generado muchas menos monedas de lo habitual.

    "Seguiré intentándolo", dijo el abuelo mientras disfrutaba de la metida de dedo que le estaba dando a su nieta. Su recto apretado se sentía aterciopelado y exquisito en su dedo y pensó que se correría allí mismo, envuelto en sus cálidas paredes anales.

    "Beth..."

    —¿Sí, abuelo?

    "Creo que podría encontrar más monedas si uso dos dedos dentro de tu culo", el abuelo escudriñó el rostro de Beth en busca de una reacción. "¿Crees que estará bien?"

    Beth lo pensó un momento. Cuando le metió el dedo por primera vez en el trasero, lo sintió bastante grande, pero ahora ya estaba acostumbrada a la sensación. "Está bien, abuelo", asintió Beth. "Usarás esa cosa resbaladiza, ¿verdad?"

    —Por supuesto, cariño. —El abuelo retiró el dedo medio de Beth y comenzó a lubricaro junto con el índice. Se dio cuenta de que, después de retirar el dedo, el pequeño ano de Beth permaneció abierto por un segundo. Sonrió mientras observaba cómo el enorme agujero se cerraba lentamente y el anillo fruncido recuperaba su forma normal.

    Él comenzó a masajear su entrada marrón. Beth suspiró.

    "¿Qué te pasa, cariño?"

    "Nada. Me siento raro cuando haces eso".

    "¿Quieres que me detenga?"

    "No... me gusta. Me calienta el estómago y el pecho".

    —Ah. —Mientras le masajeaba el perineo con el lubricante KY, el abuelo bajó el pulgar hasta su pequeño coño y empezó a acariciar su clítoris. Beth suspiró de nuevo. Él empezó a introducir los dos dedos en el recto. Al principio hubo un poco de resistencia, pero Beth había aprendido a relajar los músculos anales y pronto lo introdujo hasta el segundo nudillo.

    —¿Todavía estás bien, cariño?

    —Sí... —El pulgar del abuelo empezó a detectar un rastro de humedad reveladora cerca de su coño. Fácilmente podría haber sido transpiración, pero definitivamente emanaba del fondo de su raja. El abuelo hundió el pulgar por la hendidura de sus labios, separando los pliegues de sus labios de bebé. Ahora ligeramente lubricado, su pulgar regresó a su clítoris y comenzó a girar con más fuerza e insistencia alrededor de su botón de placer. Beth se retorció un poco en su regazo y suspiró de nuevo.

    "¿Aún estás bien, Beth?"

    —Sí, abuelo... —respondió Beth. Pero hizo una pausa antes de responder y el tono de su voz era distante, porque necesitaba tiempo para procesar lo que decía. Ahora se sentía muy rara por dentro. Cuando el abuelo había jugado con ella antes, solo había sentido un leve cosquilleo en lo profundo del estómago. Pero esta vez era diferente. La sensación cálida comenzaba a extenderse hacia su pecho y piernas. Su cabeza también se sentía ligera. Sintió como si quisiera irse a dormir, no porque estuviera cansada sino porque la sensación cálida comenzaba a abrumarla. Cerró los ojos y de repente pareció que estaba volando. Lo único que sentía en su cuerpo eran los dos dedos de su abuelo, ahora enterrados profundamente en su ano, y su pulgar que frotaba sobre su ano.

    El pene del abuelo comenzó a endurecerse en sus pantalones mientras su nieta de seis años se retorcía en su regazo. Notó que su respiración se había vuelto un poco más superficial y rápida. Además, su pequeño coño brillante definitivamente estaba produciendo humedad ahora. La otra mano del abuelo se unió a la diversión mientras su meñique hurgaba suavemente en su pequeño coño.

    Beth suspiró de nuevo. Las atenciones de su abuelo le estaban produciendo sensaciones y sentimientos que nunca antes había experimentado. Acostada en su regazo, se sentía como los sábados por la mañana antes de levantarse de la cama: cálida y relajada por dentro mientras se envolvía cómodamente en su manta. Ahora también se sentía así, pero también se sentía como si fuera un globo de helio que se elevaba cada vez más alto. Su cuerpo se sentía deliciosamente cálido mientras sus dedos la exploraban y la acariciaban.

    De repente, Beth sintió que una sensación cálida y expansiva salía de entre sus piernas. Ya no se elevaba, sino que simplemente flotaba, y sintió un delicioso latido que se extendía por todo su cuerpo, hasta los dedos de los pies.

    El abuelo sonrió encantado cuando su nieta experimentó su primer orgasmo allí, en su regazo. Una persona sin experiencia tal vez ni siquiera lo hubiera considerado un orgasmo, pero el abuelo sabía que no era así. Es cierto que el abuelo había visto orgasmos más fuertes e intensos en su vida, pero esos provenían de mujeres mayores. Su pequeña sobrina de seis años tuvo su propio orgasmo, a su manera especial. Probablemente se sintió como un instante de euforia, pero él había sentido los signos reveladores. Sus dos dedos en el recto de Beth habían sido apretados cómodamente por su anillo de músculos e incluso su meñique podía sentir su coño tensarse. Y la parte inferior de su pulgar ahora estaba resbaladiza por los jugos.

    —Ajá —dijo el abuelo. Sacó el meñique de los pliegues de su coño y metió la mano en el bolsillo para sacar una moneda de veinticinco centavos—. ¡Mira lo que encontré en tu agujerito, Beth!

    Beth abrió los ojos y se giró para mirar al abuelo. Ahora se sentía como si fuera sábado por la mañana otra vez y estaba cómoda envuelta en su cálida cama. El abuelo le tendió cuatro monedas de veinticinco centavos. Beth las tomó y reflexionó sobre ellas por un segundo. Por un momento, casi se había olvidado del juego.

    —¡Cuatro monedas! —gritó. Todavía desparramada sobre el regazo del abuelo, se estiró para alcanzar su alcancía que estaba sobre la mesa de café. La dejó caer con un tintineo satisfactorio y se dio la vuelta sobre el regazo de su abuelo. Sintiendo lo que quería, el abuelo la tomó en sus brazos y la acunó como a un bebé.

    Beth se acurrucó contra su abuelo y enterró la cara en su camisa de pana. "Eso fue genial, abuelo".

    El abuelo meció suavemente a Beth de un lado a otro. "¿Te gustó cómo se sintió?"

    "Sí, me hizo sentir feliz. ¿Por qué me sentí así?"

    "Bueno, cariño, cuando tu cuerpo decide entregar muchas monedas, así es como te sientes. Cuando toco tu cuerpo en el punto correcto, te da esa sensación de felicidad y luego esa sensación de felicidad hace que las monedas se abran".

    —Entonces, ahora que sabemos cómo conseguir más monedas, ¿podemos hacerlo de nuevo? —preguntó Beth con los ojos muy abiertos.

    El abuelo se rió entre dientes. "Sí, querida. Todo a su debido tiempo". El abuelo dejó de mecerla y la bajó para que su cuerpo descansara sobre su regazo.

    Beth sonrió. Estaba emocionada porque su agujerito finalmente había cedido su lugar. Mientras yacía en el regazo de su abuelo, se dio cuenta de que algo presionaba contra su espalda. Se sentía como si un dedo la estuviera pinchando. De repente, recordó la conversación que habían tenido semanas antes.

    "Abuelo, ¿esa es tu herramienta de nuevo?"

    —¿Qué herramienta, cariño? —preguntó el abuelo inocentemente.

    —Eso de ahí —dijo Beth, estirando torpemente el brazo para tocar la entrepierna de los pantalones del abuelo—. Puedo sentirlo presionando contra mi espalda. Pensé que habías dicho que podías usarlo para encontrar más monedas.

    "Sí, Beth, es cierto. Puede encontrar más monedas".

    "¿Ahora?" preguntó Beth con impaciencia.

    —Está bien, está bien —se rió el abuelo. Levantó a su nieta de nuevo y la dejó en el suelo—. Para que mi herramienta funcione, Beth, te ayudará si te quitas toda la ropa. ¿Te parece bien?

    A modo de respuesta, la niña apartó de una patada las bragas que tenía en los pies. Levantó el vestido por el dobladillo, se lo subió por la cabeza y lo arrojó a un lado. El abuelo miró a Beth con satisfacción. Ella no se dio cuenta, pero su pecho todavía tenía un rubor que se desvanecía por su orgasmo anterior. El abuelo también se tomó un momento para admirar su abultada abertura entre las piernas.

    Beth, a su vez, miró la tienda de campaña que llevaba su abuelo en sus pantalones. "Saca tu herramienta, abuelo, quiero ver cómo es".

    Reclinado en su sillón, el abuelo se desabrochó los pantalones y bajó la cremallera. Metió la mano en su ropa interior y metió su pene erecto por el agujero de sus calzoncillos. Se sentó con su pene duro apuntando hacia arriba y miró a su nieta.

    Su rostro no reflejaba sorpresa, sino más bien acusación. "Abuelo, esa no es una herramienta especial. Es tu pene". Beth esperaba una herramienta real, como un martillo o un destornillador.

    —Sí, cariño. ¿Cómo sabes de penes?

    —Mamá me dijo lo que era el verano pasado. Ella estaba cuidando a Andrew en la casa de al lado y le cambió el pañal y yo lo vi —hizo una pausa, observando el pene que tenía frente a ella—. Pero el tuyo es mucho más grande que el de Andrew. Dijo que ahí es donde hace pis.

    El abuelo asintió. "Es cierto, cariño, pero los penes son herramientas especiales. También pueden hacer otras cosas. Puedo usarlos como si fueran mis dedos para encontrar monedas".

    Beth parecía dudosa: "¿No es demasiado grande?"

    —¡Claro que sí, es más grande! Lo uso cuando mis dedos no alcanzan a llegar lo suficientemente lejos. Mira —dijo, sosteniendo su dedo medio junto a su pene—. ¿Cuánto más grande es?

    Beth estudió su dedo y su pene. "¡Lo sé!", exclamó. Salió corriendo y regresó segundos después con una regla.

    El abuelo sonrió. "Eso es muy inteligente de tu parte, cariño. Bien, ahora mide mi dedo primero".

    Beth sostuvo la regla contra su mano. "Um, creo que mide cinco pulgadas y, uh..."

    —Una cuarta parte —completó el abuelo—. Y ahora mi pene...

    Beth se arrodilló frente a su abuelo y sostuvo la regla directamente contra su pene.

    —Ahora, para medirlo correctamente, tendrás que sostenerlo de manera que quede justo contra la regla, Beth.

    Obedientemente y sin vacilar, Beth agarró su pene y lo sostuvo contra la regla. Sus cejas se fruncieron en concentración mientras descifraba los números. Mientras tanto, el abuelo disfrutaba de la sensación de sus pequeños dedos de seis años sobre su pene.

    —Um, creo que son... seis y cuarto. ¿Verdad, abuelo? —Beth le tendió la regla y marcó la posición con el dedo.

    —Sí, es cierto, cariño. Entonces es más largo, ¿no? —El abuelo volvió a poner el dedo sobre su pene para que ella lo juzgara.

    Beth asintió con la cabeza con aire crítico. Decidió que su dedo también era un poco más fino que su pene. Se parecía más a un perrito caliente, mientras que su pene era más grueso, como una salchicha.

    —Entonces, ¿cómo funciona tu herramienta para encontrar monedas, abuelo?

    El abuelo se sentó y le dio unas palmaditas en el regazo. La niñita desnuda se subió obedientemente a su regazo. El abuelo la colocó de manera que su pierna desnuda rozara su pene todavía erecto.

    "Bueno, cariño, mi pene puede hacer dos cosas: una, puede ayudarme a encontrar monedas de veinticinco centavos, de la misma manera que uso mis dedos. O puede producir monedas de veinticinco centavos por sí solo. Pero necesito tu ayuda para que lo haga".

    "¿Cómo?"

    - ¿Sabes de dónde viene la leche, Beth?

    "Sí. De las vacas."

    -¿Y cómo se obtiene la leche de la vaca?

    "Tiene unas cosas colgantes debajo y si las aprietas, sale leche. Nos lo mostraron cuando fuimos de excursión a una granja".

    "Mi pene funciona de la misma manera, Beth. Tienes que apretarlo y ordeñarlo para que salga mi crema especial. Y con la crema salen las monedas".

    Beth arrugó la nariz. "¡Qué asco! ¿Quieres decir que la crema sale de donde sale la orina?"

    El abuelo se rió de ella: "Esta no es la clase de crema que se usa en la comida. La crema a la que estás acostumbrada está hecha con leche de vaca. Pero mi crema es diferente. ¿No has visto cómo los bebés obtienen su alimento de sus mamás?"

    Beth pensó por un momento: "Ellos beben leche que sale de los pechos de las mamás".

    "Exactamente. Y esto es lo mismo. De hecho, es muy nutritivo. Sobre todo para las niñas".

    Beth asintió. Había olvidado que los bebés siempre bebían leche de los pechos de sus mamás. Ahora, la idea de que saliera crema del pene de su abuelo no le parecía tan descabellada después de todo.

    "Beth, ¿recuerdas cómo obtenían la leche de las vacas cuando fuiste de excursión?"

    "Sí, sí. Apretaron las cosas colgantes así", demostró con las manos, "y luego salió la leche".

    "Así es como funciona mi pene también. ¿Por qué no lo pruebas?"

    —Está bien. —Beth extendió ambas manos y agarró el pene de su abuelo. Le dio un apretón y lo movió hacia abajo como había visto a la mujer hacer en la granja.

    - ¿Es así, abuelo?

    —Así es, cariño. Así. Aquí —dijo, tirando de la palanca del sillón.

    Beth se rió de alegría cuando la silla volvió a su posición reclinada. Chilló cuando casi se cayó de la silla, pero todavía estaba agarrada al pene del abuelo y logró mantener el equilibrio. El abuelo la levantó por las axilas y la colocó sobre su estómago inferior para que quedara a horcajadas sobre él y de espaldas.

    El abuelo miró los dos globos de bebé que eran sus nalgas frente a él. "Ahhh, así está mejor", dijo. Beth continuó con su movimiento de arriba a abajo sobre su pene.

    "¿Por qué no sale crema?" preguntó.

    "Eso lleva tiempo, cariño. No es tan rápido como las vacas. Pero", dijo mientras tomaba la gelatina KY de la mesa, "puedes hacer que salga antes si usas esto para que quede más resbaladiza".

    Beth le quitó el KY, le quitó la tapa y apretó una buena cantidad en la palma de la mano. Le gustaba la sensación. Siempre había querido apretar el tubo de pasta de dientes de la misma manera, pero nunca le permitían desperdiciar la pasta de dientes.

    "¿Así, abuelo?"

    "Así es, cariño. Frótalo bien en ambas manos. Ahora pon un poco en mi pene también..."

    Las manos lubricadas de Beth se deslizaron sobre el pene de su abuelo. Soltó una risita. Era divertido ver cómo sus manos se movían de esa manera. Fingió que intentaba trepar por un poste grasiento, pero sus manos se le resbalaban una y otra vez.

    —Muy bien, Beth. Muévete hacia arriba y hacia abajo con un movimiento suave —le indicó el abuelo—. Así es, hasta la punta y luego hacia abajo. Y otra vez hacia arriba y otra vez hacia abajo...

    Beth obedeció las instrucciones de su abuelo. Notó lo cálido y vivo que se sentía el pene en sus manos, casi como si fuera una serpiente. El año pasado, durante la excursión al zoológico de mascotas, había tocado una serpiente. Estudió atentamente el pene de su abuelo, que definitivamente no se parecía a una serpiente, excepto en la forma. La punta era una protuberancia violácea que parecía un casco. Debajo de eso había un color de piel normal, excepto por unas pocas venas rojas y azules aquí y allá. Donde terminaba había una pequeña mancha de pelo áspero que le hacía cosquillas en las manos cada vez que completaba un movimiento hacia abajo.

    En cuanto al abuelo, se reclinó felizmente en su sillón mientras su nieta lo masturbaba. Resistió el impulso de acercarse y acariciar su pequeño y esbelto cuerpo. Era importante que Beth sintiera que tenía el control. Él volvería a tocar su cuerpo inmaduro pero hermoso, pero por ahora era su turno de explorar.

    Beth continuó ordeñando el órgano duro que tenía en las manos, tal como le había dicho su abuelo. Era extraño, pensó, porque recordaba que los órganos de las vacas eran definitivamente suaves y flexibles al tacto. Pero el pene de su abuelo se sentía duro debajo de la piel, como si tuviera huesos.

    Mientras sus manos recorrían el pene del abuelo de arriba a abajo, la mente de Beth vagaba. Pensó en el pequeño pene de Andrew, en lo diminuto y arrugado que era y en lo diferente que era al de su abuelo. Y luego su mente vagó de nuevo y recordó diez minutos atrás, cuando estaba acostada en el regazo de su abuelo. Disfrutó inmensamente de las cálidas y agradables sensaciones que sintió en su cuerpo cuando su abuelo encontró las monedas dentro de ella. Se preguntó cuándo volverían a hacerlo.

    De repente, sintió que el pene del abuelo se sacudía entre sus manos. Alarmada, detuvo sus movimientos por un segundo.

    —No pares, Beth —dijo el abuelo apretando los dientes—, la crema está a punto de salir.

    Beth, obediente, reanudó sus movimientos. Detrás de ella, oyó al abuelo inhalar con fuerza.

    "Así es, Beth, no pares, cariño. Lo estás haciendo muy bien. No pares, no pares... Pase lo que pase, no pares".

    Beth sintió nuevamente que el pene de él se sacudía en sus manos, pero esta vez lo ignoró y continuó acariciando de arriba a abajo. Sin embargo, el pene no dejó de sacudirse en sus manos. Detrás de ella, el abuelo emitió un pequeño gemido. De repente, un chorro de líquido blanco brotó de la punta de su pene. Trazó un arco en el aire y antes de aterrizar, su pene se sacudió nuevamente y hubo otro arco y luego otro.

    Beth observó con asombro cómo el líquido blanco volaba por el aire. "Debe ser la crema", pensó. Una parte cayó sobre los pantalones del abuelo y otra sobre el suelo. Un poco incluso aterrizó en su brazo, pero, siguiendo las instrucciones del abuelo, Beth no dejó de acariciarle el pene.

    El abuelo se estremeció cuando el orgasmo que tanto había esperado golpeó su cuerpo. Casi olvidándolo, metió la mano en el bolsillo y sacó un puñado de monedas de veinticinco centavos. Metió la mano debajo de la pierna y las dejó caer al suelo.

    Beth oyó el ruido de las monedas y, mientras seguía acariciando el pene duro que tenía delante, se inclinó ligeramente hacia delante para ver qué sucedía. Se alegró al ver varias monedas tiradas en el suelo, esparcidas a los pies de su abuelo.

    Se reclinó satisfecha. Ya no salía crema del pene, pero de todos modos siguió moviendo sus manitas. Tal vez saldría más crema si continuaba, ¡y entonces con la crema saldrían más monedas!

    —Mmm, Beth, ya puedes parar, cariño —murmuró el abuelo detrás de ella.

    "¡Pero quiero que vengan más crema y monedas, abuelo!"

    "Lo siento cariño, pero solo puedes hacer que la crema se corra cuando mi pene esté duro y, como ves, mi pene se está ablandando". Fiel a su palabra, el pene del abuelo comenzó a perder su dureza. Beth observó consternada cómo el pene se ablandaba en sus manos y comenzaba a encogerse.

    —¿Qué pasa, abuelo? —preguntó—. ¿Por qué se encoge tanto?

    El abuelo sacó su pañuelo del bolsillo y apartó a Beth de su estómago para que se sentara en el sillón junto a él.

    "Beth, hiciste un muy buen trabajo", dijo mientras comenzaba a limpiarle el gel KY de las manos. "Hiciste que la crema saliera y luego las monedas de veinticinco centavos vinieron con ella. Pero todo ese trabajo hace que mi pene se canse, por lo que se ablanda y se esconde".

    Beth hizo un puchero mientras veía a su abuelo limpiarse las manos. "¿Te refieres a cuando una tortuga esconde la cabeza en su caparazón?"

    El abuelo asintió. —Sí, es algo así. —La acercó a él y le dio un beso en la mejilla—. Eso fue muy agradable, Beth. ¿Recuerdas cuando hice que salieran las monedas de veinticinco centavos y eso te hizo sentir feliz por dentro? Bueno, tú hiciste lo mismo conmigo.

    Beth se rió cuando el áspero mentón de su abuelo rozó la suave piel de su rostro y cuello. Su decepción se disipó y gritó cuando él le hizo cosquillas en las costillas desnudas.

    "Abuelo", dijo mirando su brazo, "se te olvidó limpiar una mancha". Señaló la crema que había caído sobre su brazo.

    "Deberías probarlo, cariño. Es bueno para ti".

    Beth lo miró con recelo. Él la miró a su vez, alentándola. Había oído lo mismo una y otra vez en la mesa cada vez que le servían verduras. Pero, como no quería decepcionar a su abuelo, extendió un dedo y tomó un poco de crema. Se llevó el dedo a la boca y probó con cautela el líquido blanco.

    "Y bien, cariño?"

    "No es muy dulce. Me gusta más la crema de vaca".

    El abuelo se rió y le dio una palmada en la barriga. Con su pañuelo, limpió el resto del semen del brazo de Beth. Luego la levantó y la dejó en el suelo.

    —Bueno, señorita, ¿no tiene algunas monedas para recoger? Una vez más, Beth casi se había olvidado de las monedas.

    "¡Qué bien!", gritó. Se dejó caer al suelo y comenzó a buscar a cuatro patas las monedas que el abuelo había dejado caer. Mientras tanto, el abuelo se subió la cremallera y disfrutó de la vista mientras su nieta desnuda de seis años gateaba frente a él, exponiendo descaradamente sus labios desnudos y sin vello y su ano guiñando el ojo. Iba a ser un buen verano.


    Continuará

    Fiesta familiar, relato erótico de Cazzique, en blogSDPA.com

    Fiesta familiar, Parte 36 (de Cazzique)

    21 de diciembre de 2024 en Sexo en grupo, Relatos SDPA, Jovencitas, Incesto, Jovencitos, LGBTQ+

    Esta publicación es la parte 36 de un total de 42 publicadas de la serie Fiesta familiar

    Todos despertamos hasta el siguiente día, la experiencia para los padres de Carolina había sido lo máximo, en el ambiente se respiraba la excitación, por tandas entramos todos a bañarnos y luego nos preparamos para un suculento desayuno, nadie quería separarse del grupo y en el desayuno se comentó lo que haríamos para ese día ya que deberíamos de festejar el acontecimiento de tener a toda la familia y a la familia de Carolina y Ramiro unidas por el sexo; Armando entonces nos dijo que tenían ellos una casa en un pequeño poblado no muy lejos de la ciudad en donde por cierto siempre hace mucho calor, su casa es muy privada y además tiene piscina, todos estuvimos de acuerdo en que era la mejor idea y nos preparamos para salir, los hombres fuimos al súper a hacer unas compras para la comida y las mujeres se encargaron de preparar la ropa y lo que hiciera falta para el sorpresivo paseo.

    Terminamos de preparar todo como a las diez de la mañana y ya como a las onces estábamos todos en los carros listos para la salida. La casa de los padres de Carolina se encuentra como a unas tres horas de la ciudad, así que calculamos llegar como a eso de las 14:30 horas al lugar, llevábamos tres carros para no ir muy amontonados. Ramiro era el encargado del último carro, en este llevaría a Carolina, mi papá y a mi mujer, su sobrina Carmina, Daniel y mi sobrina Montserrat iban con migo en el segundo, con Armando que era el guía iban Vanesa, mi hermana y Mónica. Íbamos a velocidad moderada y nos detuvimos unas dos veces a comprar algún antojo en los diversos pueblitos que pasamos y que son famosos por la comida que preparan.

    Por fin llegamos como a eso de las 14:15 horas, la casa es chica pero esta en un terreno bastante grande, la casa en medio de unos bellos jardines y la piscina en un costado de la casa, lo primero que hicimos fue comer algo ya que todos teníamos hambre para esas horas después del viaje.

    Terminamos la comida y nos cambiamos para ir a la piscina, las mujeres se tumbaron bajo los rayos del sol mientras que los hombres nos dedicamos a jugar un rato en la piscina, de vez en cuando veíamos como las damas se doraban recostadas con sus bikinis puestos, los esculturales cuerpos se veían apetecibles y por supuesto que no dejábamos de piropearlas. Ellas coquetas se meneaban sensualmente y nos mostraban parte de sus tetas o abrían las piernas impúdicamente mostrándonos sus partes pero aun escondidas por el bikini. Por supuesto que todos los hombres ya teníamos una muy notable erección; Daniel se sentó en la orilla de la piscina y Armando se coloco en medio de sus piernas, abrazo al niño y deposito en sus labios un apasionado beso, el chiquillo correspondió al beso sacando su lengua y metiéndola en la boca de Armando, luego busco su verga y la saco del bañador y lentamente lo comenzó a masturbar, la manita de Daniel se meneaba de arriba para abajo a lo largo del tronco, Vanesa y Carolina se sentaron en sus lugares para observar la candente escena que se estaba desarrollando en la piscina.

    –Métemela... – susurro Daniel en el oído de Armando.

    Armando bajó al niño de la orilla y lo metió al agua, luego le bajó el bañador dejándolo completamente desnudo, lo hizo darse vuelta y empinarse un poco en la orilla, las nalguitas del niño quedaron en pompa y Armando se colocó detrás de él; ensalivó mucho su verga y apunto la cabeza a la entrada del ano, lentamente se la fue clavando mientras que con su mano masturbaba al niño. Yo me acerque hasta donde ellos estaban y me baje también mi traje de baño, mi verga estaba en plena erección, me coloque detrás de Armando y puse mi verga en el culo de Armando, me sujete de él por el pecho y le bese la nuca, despacito le dejé ir mi verga en su culo y después de que esta entro comencé a bombearlo, pronto sentí que alguien se ponía detrás de mi y vi a mi padre sujetando su verga con la mano y apuntándolo a mi culo, todos nos detuvimos y entonces él me la metió, al mismo tiempo que terminaba de clavarme Ramiro se colocó detrás de mi papá y también se la dejó ir hasta los huevos.

    Todos los hombres estábamos haciendo un trenecito, nuestros movimientos eran lentos, la sensación de estar cogiendo con alguien a la vez que alguien más te la mete es deliciosa, los chasquidos del agua eran rítmicos con los movimientos de nuestras caderas, casi al mismo tiempo todos meneábamos nuestras caderas una contra la otra y a la vez que la verga de uno iba saliendo la del otro se iba clavando hasta el fondo del ano del otro, fue increíble, si nos hubiésemos puesto de acuerdo no hubiera sido mejor.

    Todas las mujeres observaban el caliente espectáculo de sus maridos, padres y tíos cogiendo unos con otros mientras comenzaban a acariciar sus entrepiernas en clara muestra de excitación, Montserrat busco entonces a Carolina quien inmediatamente la comenzó a besar, Vanesa se junto con Carmina, mi mujer y Mónica también hicieron pareja y entre todas se comenzaron a besar y acariciar mientras que los bikinis iban saliendo disparados por todos lados, el primer sesenta y nueve lo hicieron Carmina y Vanesa, las dos niñas se comenzaron a dar lengua mutuamente en esas maravillosas y tiernas vaginitas, era algo sumamente delicioso, luego siguieron Mónica y Patricia y al final Carolina y Montserrat. En esos momentos mi hermana Marina se quedo sola y se estaba masturbando viendo el excitante espectáculo que se estaba sucediendo, sus dedos acariciaban su clítoris y de vez en vez se los clavaba en la vagina y en su culo, ella estaba sentada en una de las sillas de playa que estaban al borde de la piscina. Los hombres decidimos entonces salir de la alberca y darnos ese placer también fuera, nuevamente nos volvimos a juntar en el trenecito pero esta vez lo cerramos formando un circulo así que Daniel le metió su verga a Ramiro que era el final del trenecito.

    Mujeres y hombres por su lado se daban mutua satisfacción, gemidos, chasquidos, chupadas, metidas, panochas, pitos, anos, jugos, todo se mezclaba en una ardiente orgía que invitaba a permanecer así durante mucho tiempo; como no queríamos terminar los hombres tan rápido decidimos entonces buscar pareja para continuar con la cogida, esperamos a que las chicas tuvieran su orgasmo y después fuimos tomando pareja.

    Mi papá busco a Montserrat, Ramiro a Vanesa, Armando a Carmina, Daniel con Patricia, Marina con Carolina y Mónica conmigo, lo siguiente fue buscar un buen lugar en el jardín para acomodarse, claro sin perder de vista a los demás.

    Montserrat y mi padre buscaron una toalla y se acomodaron en el pasto, mi padre se hinco y comenzó a besar a mi sobrina, su lengua busco la de la niña mientras que sus manos se apoderaron de sus hermosas nalgas, luego la recostó sobre la toalla y se acomodo entre sus piernitas para comenzar a mamarle la rajadita, su lengua salió presta para explorar los pequeños y lampiños labios vaginales de la niña de once añitos, sus largas piernitas estaban flexionadas mientras que sus manos se posaron sobre la cabeza de mi padre y le acariciaba su cabello, la lengua de papá se clavo en la rayita de la nena como cogiéndosela con esta, pronto algunos jugos escaparon del interior cálido de la panochita, la niña llegó entonces a su primer orgasmo y mi padre después de dejarla descansar por algunos segundos se acostó de espaldas sobre la toalla y le pidió a Montserrat que ella sola se clavara; la niña se monto entonces a horcajadas sobre mi padre y con su manita guió la gruesa verga de él hasta la entrada de su conchita, la roja cabeza del pene se incrusto entonces entre los labios vaginales que lentamente se fueron abriendo al paso del caliente instrumento, los jugos de la niña hacían más cómoda la penetración y la gran capacidad de mi sobrinita para tragar verga lograron que en pocos minutos el pene de mi padre fuera completamente devorado por esa apretada conchita. Montserrat entonces comenzó a subir y bajar a su propio ritmo sobre el pene de mi papá, es increíble como esa panochita se adapta al grueso palo y se lo saca y se lo mete con gran placer. Mi sobrinita gemía y suspiraba con cada estocada que ella sola se daba, tuvo que colocar sus manos sobre el pecho de mi padre para sostener mejor el paso de sus cabalgadas, las nalguitas subían y bajaban dejando ver bajo de ellas el lubricado miembro que entraba y salía, a los pocos minutos los dos llegaron a un intenso orgasmo, mi padre llenó con sus mocos las tibias entrañas de la pequeña y su esperma que comenzó a escurrir junto con los jugos de la niña hasta mojar sus bolas, fue un orgasmo riquísimo que dejó a los dos fuera de combate.

    Por otro lado Ramiro y mi hija buscaron una de las mesas en el jardín y mi hija acostó sobre la superficie de la mesa, Ramiro se hincó y comenzó a mamar la panochita de mi niña, su lengua buscó el clítoris de Vanesa y con movimientos expertos pronto la hizo llegar a un orgasmo, luego se puso de pie y tomando las piernas de mi hija en lo alto acerco su verga a la panocha de mi niña y se la dejó ir despacio, la verga por fin alcanzó las profundidades de la cueva y comenzó a bombearla, Vanesa comenzó a gemir cuando sintió lo largo del palo de Ramiro y la forma como se la estaba cogiendo; Ramiro logró hacer que mi hija tuviera otro fuerte orgasmo y después de este la dejó descansar unos minutos, luego coloco su verga completamente lubricada por los jugos vaginales en la entrada del ano y empujó despacio, mi hija fue recibiendo en su culo el grueso instrumento por completo, sin cambiar siquiera de posición Ramiro se comenzó a menear dentro del apretado ano de mi niña hasta que sintió que sus mocos comenzaban a llenar su huevos, sus movimientos se hicieron cada vez más y más rápidos, por su lado Vanesa supo que ya pronto se vendría Ramiro y comenzó a masturbarse con una de sus manos sobre su clítoris, Ramiro le aviso que ya y los dos juntos comenzaron a venirse, la verga de él se clavó en lo más profundo de su culo y comenzó a escupir gruesas y calientes gotas de esperma que a los pocos segundos y por tanta cantidad comenzaron a escapar del ano de mi niña y a caer sobre el suelo.

    Armando se encontraba parado al borde de la alberca y Carmina estaba hincada mamándole la reata, la boquita de la pequeña niña de once años se abría lo más que podía para recibir la gruesa tranca que se podía tragar solo hasta la mitad, después de unos minutos de estársela mamando Armando la tomo por las nalguitas y la cargo, la niña se abrazo del potente cuello de él y con movimientos de sus caderitas logro hacer que la verga que apuntaba a su coño se clavara un poco en este, Armando entonces la fue dejando caer lentamente y la verga se fue sepultando en la apretada y húmeda cavidad, Carmina meneaba las caderas circularmente para permitir mejor la penetración de la gruesa tranca, tras unos minutos de lucha la verga por fin logró su objetivo de quedar completamente enterrada en esa joven panocha y los poderosos brazos de Armando comenzaron a hacer que la niña subiera y bajara por su tronco, sujetándola de las nalgas y clavándole un dedo en el culito Carmina comenzó a ser bombeada por el padre de Carolina, ella también ayudaba con sus bracitos al cuello de el, sus bocas se fundieron en un prolongado beso y poco después la niña logro su primer orgasmo de esa tarde, ambos descansaron por algunos segundos y luego Armando le dijo que se quedara parada y él la empino un poco, se colocó detrás de ella y desde ese punto le colocó de nueva cuenta la verga entre los labios vaginales; las manos de él buscaron los pequeños senos de la niña y los comenzó a acariciar mientras que su verga se iba sepultando en las entrañas de la pequeñita, pronto las bombeadas que le daba ya tenían un buen ritmo y los jugos que ella estaba segregando avisaban que pronto llegaría a otro orgasmo más, los gemidos de Carmina aumentaron en volumen y entonces Armando aumentó también la velocidad de sus bombeadas, casi al mismo tiempo el orgasmo los alcanzó, por un par de segundos el de él fue primero que el de la niña, sus mocos inundaron la apretada cavidad de la pequeña y poco después se estaban mezclando con los jugos que ella comenzaba a manar gracias a su venida, los dos gimieron y gritaron con fuerza mientras daban los últimos movimientos de sus cuerpos hasta que por fin cesaron y ambos buscaron un lugar en el pasto para dejarse caer uno al lado del otro.

    Mi mujer estaba mamándole la verga a Daniel mientras que sus manos acariciaban las nalguitas del joven, también uno de sus dedos busco el ano del niño y lo sepulto hasta la raíz, el chico le acariciaba las tetas a ella agachándose un poco, así estuvieron unos minutos y luego cambiaron de posición, mi esposa se puso de pie y se recargó en una media barda dejando las piernas abiertas y su vagina expuesta, el niño se hinco entre las piernas de mi mujer y comenzó a mamarle la rajada, su lengua salía a encontrarse con los labios vaginales de ella y de vez en vez se perdía entre los pliegues para meterse lo más adentro posible en la gruta y tratar de sacar sus jugos que bebía con gran satisfacción. Patricia logró un orgasmo gracias a la inexperta lengua del niño y luego ella se recostó sobre el pasto con las piernas abiertas de par en par, el chico inmediatamente se ubicó en su lugar y empujo su verga al interior de mi mujer, con movimientos pausados de él mi mujer logró llegar una vez más al orgasmo, luego el chico le pidió que cambiaran de posición, ella entonces se acomodo de lado y con una de sus manos sujeto una de sus piernas en el aire, el chico se acostó también de lado y atrás de ella, luego apuntó su pene nuevamente en la panocha húmeda de Patricia y se la clavó de una sola estocada hasta el fondo, ahora comenzó a menear sus caderas con un poco más de velocidad, la verga entraba y salía de su rayita con velocidad, acarreando en sus embates el jugo del interior y haciendo que este escurriera por la pierna de mi mujer y por las bolas de Daniel, chasquidos y gemidos se escuchaban mientras que una de las manos de él se apoderaba de uno de los hermosos senos de Patricia, ella por su parte llevó una de sus manos a las nalgas de el niño y lo guiaba en el ritmo a seguir; los mocos de el chico salieron disparados con gran potencia dentro de la concha de mi mujer quien al sentir la venida del muchachito también comenzó a venirse, los gemidos y jadeos de ambos se confundieron con los de los demás y luego de sus corridas se quedaron recostados pero ya sin moverse en la misma posición, todavía Patricia con la verga de él clavada en la raja.

    Mónica me llevó hasta el pasto cerca de unos arbustos, comencé por besar ardientemente a la madre de la amiga de mi hija mientras que mis manos se paseaban por sus erectos pezones, ella se sujetaba fuertemente de mis nalgas apretándome contra ella para así poder sentir mi erección, luego nos tumbamos sobre el pasto e hicimos un rico sesenta y nueve, ella sabe chupar la verga deliciosamente, se la traga completa y lo hace además con mucha saliva, lo cual hace de la sensación algo muy placentero, a demás te aprieta con su lengua y su paladar de una deliciosa forma, dos o tres veces le tuve que pedir que parara para no venirme, yo le chupe su concha lo mejor que pude y la hice acabar dos veces, me bebí sus deliciosos jugos y deje su panochita completamente lubricada mientras que con sus propios jugos me lubrique uno de los dedos y se lo clave en el culo bombeándola con este. Después de que estuvimos bastante rato chupándonos me senté sobre el pasto con las piernas extendidas y ella se sentó sobre mi verga quedando los dos de frente, así estuvimos cogiendo hasta lograr que ella tuviera otro orgasmo, en esta posición mis manos se podían apoderar completamente de sus nalgas y acariciarlas a mi antojo a la vez que sus tetas quedaban al alcance de mi boca, mame y chupe sus pezones con gran satisfacción, dejándolos completamente erectos. Cambiamos de posición y esta vez ella se puso de a perrito sobre el pasto y yo hincado detrás de ella se la volví a clavar por la panocha y le clave un dedo en el ano, comenzamos cogiendo de nueva cuenta y así estuvimos hasta que ambos nos corrimos intensamente, solo que ella se vino primero que yo y me pidió que le dejara mis mocos en la boca así que antes de correrme me safé de ella y me coloque frente a su cara, ella se metió mi pene en su boquita y bastaron solo unas cuantas mamadas para que mi verga comenzara a segregar todo su simiente dentro de la boca de Mónica, ella se tragó todos mis jugos sin dejar que una sola gota se desperdiciara, después de mi venida se me acerco y ambos nos besamos, compartiendo mis mocos dentro de su boca.

    Carolina y mi hermana estaban enfrascadas en un candente sesenta y nueve, ambas se chupaban sus vaginas y con los dedos las estaban abriendo de par en par, sus rosados agujeritos eran ricamente lamidos por cada una de sus respectivas lenguas, uno de los dedos de Carolina se clavaba en el agujero de mi hermana, las manos de Marina acariciaban con gran placer las hermosas nalgas de Carolina; la boca de mi hermana se pegó como sanguijuela a la panochita de Carolina y no paró de mamar y chupar hasta que la bella jovencita alcanzó un fuerte orgasmo que la hizo gemir y gritar de satisfacción, mi hermana se bebió por entero los jugos que escapaban de la rajadita de la niña. Después fue el turno de Carolina y ella le aplicó la misma técnica a mi hermana, la mamó y chupó hasta lograr que su orgasmo invadiera con sus jugos su boca. Después de que ambas ya habían disfrutado de sus respectivos orgasmos mi hermana buscó con su boca el apretado ano de Carolina y se lo comenzó a chupar, primero los cachetes de la nalgas y luego poco a poco se fue acercando hasta su apretado ano y se la comenzó a coger con la lengua por ese agujerito hasta que la niña se vino de nueva cuenta.

    Fue una intensa sesión sexual que podríamos repetir en la noche ya después de descansar por largas horas, todos nos fuimos para dentro de la casa y nos acomodamos a dormir con las parejas que ya habíamos escogido.


    Continuará

    Bonnie y clyde sadicos - blogsdpa.com

    Bonnie y Clyde sádicos

    21 de diciembre de 2024 en Relatos SDPA, Jovencitas, Incesto, BDSM, Violacion

    Una madre disfruta del sexo extremo y la tortura con su hija de 14 años. Relato ficticio un poco fuerte.

    Me enamoré de él la primera vez que le vi en los informativos. La expectación creada había sido enorme. Durante casi 3 años, la policía había estado buscando al violador y asesino de jovencitas que les había estado trayendo en jaque, actuando una y otra vez impunemente, riéndose de ellos y de la sociedad que, alarmada e indignada, pedía la cabeza del responsable de aquellas muertes y arremetía contra ellos por su incapacidad para detenerle.

    Siempre adolescentes de gran belleza, siempre con evidencias de tortura en sus cuerpos inertes. El monstruo hacía gala de gran crueldad, recreándose en el dolor y sufrimiento de las niñas y en el de sus padres y familiares, a los cuales hacía llegar cartas en las que relataba con todo lujo de detalles el martirio a que había sometido a las chicas, haciéndoles saber igualmente lo mucho que había disfrutado él y lo mucho que habían padecido ellas con ello, refiriéndolas con los términos más despectivos y soeces, tildándolas de “putas”, “zorras” y otras lindezas del estilo.

    Fue un flechazo a primera vista. Desde niña he sentido atracción por el mundo del morbo y la crueldad sexual. Soy una puta masoca, me encanta que me peguen palizas, que me violen y me escupan, que me humillen y me usen como un simple objeto de placer. Como a casi todo el país, los asesinatos habían despertado mi interés, aunque no por el mismo motivo. Si aquéllos se mostraban horrorizados por ellos, a mí en cambio me excitaba terriblemente leer los detalles de cada nuevo crimen en la prensa. Lo hacía igual que leo los relatos pornográficos, masturbándome compulsivamente a continuación. ¿Compasión por las niñas? ¡En absoluto! Sólo admiración por el responsable de aquéllos, al cual imaginaba, no sé por qué, un pobre diablo de aspecto más bien indiferente. ¡Cuán equivocada estaba! En su lugar, un dios rubio de apariencia nórdica apareció ante las cámaras, y la fría mirada azul que dirigió a una de ellas con una sonrisa, hizo que me enamorara de él como nunca pensé que pudiera enamorarme de nadie.

    Casualmente, la tan ansiada detención se había producido en la ciudad en que resido. En su modus operandi, el tipo actuaba en distintas de ellas sin orden aparente, pudiendo cometer dos o más crímenes en una misma o no repetir en ninguna durante varios. Con ello, había conseguido desconcertar a las fuerzas de seguridad, que hasta ahora no habían podido darle el jaque mate. De saber que iba a ser tan guapo, hubiera intentado librar ese día por todos los medios, aunque me costase el empleo, para esperarle en la puerta de los juzgados y poder verle. Pero no fue así, y hube de conformarme con hacerlo desde la televisión del hospital en que trabajo de enfermera.

    Me interesé entonces por todos los detalles acerca de él, su vida, familia, trabajo, etc…, hasta el punto de llegar a convertirse el tema en una verdadera obsesión para mí. Comencé entonces a escribirle a la cárcel, haciéndole saber de mi admiración y amor por él. Lo hacía todas las semanas, hablándole de pasión y promesas de entrega, pese a que lo único que obtenía por respuesta era su total indiferencia. Finalmente, al cabo de varios meses, recibí un día una carta suya:

    “¿Tienes las tetas gordas, puta?”

    Sólo éso. Nada más. Pero fue más que suficiente para que alcanzara el orgasmo con sólo leerlo, mojando mis bragas como jamás había conseguido hombre o mujer alguno que hiciera.

    Comenzó entonces una relación por correspondencia entre nosotros. Muy tibia por su parte al principio, pero que fue calentándose con el tiempo y mi insistencia. En sus cartas me preguntaba sobre detalles íntimos y muy guarros, cosa que yo adoraba. Me contaba también cosas horribles que había hecho con las niñas, con la clara intención de indignarme y horrorizarme, pero lo único que conseguía con ello era ponerme aún más cachonda y tenerme más rendida a sus pies. Una y otra vez, le suplicaba me permitiese verlo en un vis a vis, pero siempre se negaba. Habiendo sido una de sus primeras preguntas mi edad, sabía que tenía 32 años, y me había dejado muy claro desde el principio que era una vieja, pese a que tan sólo le sacaba 4, y que era muy raro que él se fijara en una chica mayor de edad, yendo su permisividad al respecto hasta los 21 o 22 años en los casos más extremos. Ni siquiera se dignó ver las fotos que le mandé, despreciándolas de entrada. No obstante, insistí e insistí, hasta que conseguí una cita con él, aunque no fuera vis a vis, sino a través del cristal de la cabina. Para ello, hube de hacerme con una documentación falsa e inventarme un personaje, pues soy mujer casada. Mucho me costó conseguirla, pues no es fácil encontrar una de calidad que pueda pasar sin mosquear a los responsables de conceder aquellas visitas, pero el dinero todo lo puede y finalmente la obtuve.

    La primera impresión que me produjo al verlo en persona, no pudo ser más excitante. En aquellos ojos azules ardía un fuego de luna lujuria y perversión que no se pueden describir con palabras. Era como mirar a los ojos al Diablo. En un primer momento ni siquiera me miró a la cara, clavando su mirada en mis tetas que, tal y como él me había exigido, llevaba perfectamente marcadas con una camisa blanca y sin sujetador.

    Llegados a este punto, he de decir que soy mujer bella. Pese a haber tenido dos partos, mi cuerpo sigue siendo muy atractivo para los hombres, siendo voluptuoso y luciendo unos bonitos pechos de tamaño medio retocados, que no aumentados, tras el segundo alumbramiento. No obstante, su expresión al verme fue de evidente desagrado.

    -¿Tanto rollo para ésto? ¡No eres más que una pureta! ¡Qué asco me das!

    Él a mí, en cambio, no me dio ningún asco. Es más, con aquellas palabras de desprecio ,no hizo sino aumentar el deseo que mi mente masoquista experimentaba por aquel bastardo.

    -A ver… enséñame las tetas.

    Lo miré sorprendida.

    -¿Qué pasa? ¡Vamos! ¡Desabróchate la camisa!

    Miré a un lado y a otro. Habían más presos comunicando con familiares y allegados, y también los guardias que vigilaban.

    -Anda –protestó poniéndose en pie para salir-, no me hagas perder más el tiempo, payasa.

    -¡No, no…! Espera.

    Apresuradamente, procedía desabrocharme los botones, desnudando mis pechos tal y como me había ordenado. Se montó entonces un coro de risas, carcajadas y comentarios obscenos del resto de presos, acudiendo los guardias enseguida a reprenderme y dar por terminada la visita. Si antes ya me habían mirado con desprecio al saber de mi condición de admiradora del monstruo, lo de ahora ya rayó en el puro asco. Pero, a pesar de todo, aquéllo significó un punto de inflexión para mejor, que con el tiempo me llevaría a la más absoluta felicidad.

    En efecto, a partir de entonces Francisco, que así se llamaba mi amor, comenzó a plantearse darme una oportunidad para conocerme mejor y, a los pocos meses, me concedió finalmente el tan ansiado vis a vis. Llegado a él, procedió a examinarme como quien examina un caballo, mirándome los dientes, tocándome las tetas, el culo, etc… comprobando la calidad del producto sin dirigirme una palabra.

    -A ver, desnúdate.

    Obedecí sin dudarlo un segundo, quedando en pelotas ante sus ojos.

    -¡Buuff! ¡Qué asco! ¡Estás gorda y fláccida!

    No era verdad. A mis 32 años, tenía un muy buen cuerpo que era objeto de deseo de mis compañeros de trabajo y de todos aquellos hombres cuya mirada se posaba en él. Tengo que reconocer que tenía algún michelín tras los partos y que mis carnes ya no eran tan prietas como las de una lolita, pero, para mi edad, era todo un bellezón. No obstante, entendí que mi dueño, porque ya yo había decidido entregarme como propiedad exclusiva y total suya, era alguien extraordinario y, como tal, sólo podía aceptar lo mejor.

    -Vete, me da asco mirarte.

    -Pero…

    -¡¡Que te vayas!! –gritó furioso a la vez que me propinaba una sonora bofetada.

    Lo hice. Pero volví a escribir, suplicando me diera otra oportunidad y prometiendo mejorar para la siguiente, Tras mucho rogar y rebajarme, me la concedió, pero, a pesar de que para entonces había conseguido adelgazar 3 kilos y apretar las carnes con una intensificación de mi rutina en el gimnasio, siguió sin encontrar mi cuerpo de su agrado.

    -Francisco… si me lo permites…

    -¿Qué…? –preguntó mosqueado.

    -Hazme una lista de los cambios que quisieras ver en mí y haré todo lo posible para conseguirlos.

    Me miró de arriba abajo con desprecio.

    -Olvídalo. Tendrías que volver a nacer.

    -Déjame intentarlo… por favor.

    Tras pensarlo por unos momentos, acabó accediendo finalmente.

    -Está bien. A ver; de entrada, te sobran al menos 5 kilos más. Naturalmente, una vaca como tú se quedaría hecha una mierda, si es que es posible estar peor de lo que estás, si adelgazara tanto. Te quedarías sin pecho y sin culo, y te quiero con unas tetas bien gordas y un pandero enorme.

    -¿Entonces…?

    -¿Tengo que decírtelo todo? ¿Eres tonta o qué? ¡Opérate, coño! Te quiero al menos con una talla 110 de pecho y 95 de caderas. Quiero una mujer sin grasa pero con curvas, con unos melones y un trasero impresionantes, y olvídate a partir de ahora de usar ropa interior. También quiero esos labios más carnosos, mucho más. Como los de Esther Cañadas o Scarlett Johansson. ¿Capicci?

    -Capicci.

    -Ah, y esa melena, fuera.

    ¡Mi hermosa melena negra! No me la había cortado, salvo las puntas, desde los 11 años. Llegaba casi hasta mi trasero y sentía verdadera adoración por ella.

    -Quiero esa nuca al aire. Te quiero con cara de puta. A las putas el pelo les molesta para comer pollas, así que se lo cortan. Que no te llegue más allá de un par de dedos por debajo de la altura de las orejas. Ahora, márchate.

    Cabizbaja y muy frustrada al no haber conseguido esta vez tampoco que me dejara siquiera mamársela, obedecí tocando al timbre para que vinieran a dejarme salir, dando por terminada la visita.

    1 año después, volví convertida una mujer totalmente distinta. Sus ojos se iluminaron al verme. Tenía que reconocer que estaba mucho mejor, guapísima. Aun si no me hubiera dado cuenta de ello por mí misma, las miradas de los hombres no dejaban lugar a dudas, especialmente las de los funcionarios de la prisión, que, al llevar tanto sin verme sin verme, se quedaron realmente impresionados. Mis tetas ahora eran realmente enormes, de un tamaño intermedio entre las de Malena Gracia y Pamela Anderson digamos, y su explosividad siliconada las hacía saltar literalmente a la vista y casi del escote. Mi culo, antes algo dado de sí y con dificultades para mantenerse más o menos arriba, desafiaba ahora descaradamente la ley de la gravedad, pronunciando mis glúteos una curva de delirio desde el final de mi espalda al comienzo de mis macizos muslos. Mis labios, ahora voluminosos, sugerían obscenamente promesas de indescriptible placer oral. La puta que siempre había sido, se manifestaba ahora claramente en mi físico.

    A Francisco le encantó. Nunca debió creer que pudiera llegar a verme así transformada, y fue evidente que un cambio se operó en él en su consideración hacia mí.

    -Muy bien, Gloria –alabó sonriente. Muy bien. Te siguen sobrando 15 años al menos, pero contra eso ya no se puede hacer nada.

    Ese día me permitió mamársela, y yo pude por fin degustar aquel semen que tanto se me había resistido. Sentirlo deslizar por mi garganta hacia mi estómago, fue la experiencia más placentera que hubiera tenido hasta entonces.

    A partir de entonces, aquellos vis a vis pasaron a convertirse en algo más frecuente. En ellos, normalmente, le mamaba la polla hasta que se corría en mi boca y tragaba toda su leche con gusto, y sólo tras muchos Km de polla tragada en aquella habitación, comenzó a follarme por el coño y por el culo, en sesiones de sexo en las que llegaba a desmayarme de placer. También intimamos más durante ellas y llegamos a conocernos más profundamente. Así supe yo de lo que había sido su vida hasta entonces, de las víctimas suyas que la policía desconocía y del placer que experimentaba torturándolas sádicamente. Así supo él también de la mía, de mi familia, mi trabajo y mi profunda vocación masoquista. Muy especialmente, se le iluminaron los ojos el día que le comenté que tenía dos hijas.

    -¿Hijas? ¿Qué edad tienen?

    -Una 8 años, la otra 14.

    -¡Huuuumm! Seguro que son tan putas como su madre.

    Sonreí excitada.

    -¿Tiene buenas tetas la mayor?

    -Sí… -respondí dudando un poco. Por muy excitada que estuviera, era mi hija.

    -Quiero vérselas.

    -Francisco… por favor. Es mi hija.

    -¡Es una puta! Seguro que tiene las tetas más sobadas que el pasamanos de una escalera, y seguro que le ha hecho ya cubanas a medio instituto.

    Me sentí un poco violenta.

    -Si para la próxima visita no me traes fotos de sus tetas, no te molestes en venir. Nunca más.

    Huelga decir que se las llevé. Y no sólo de sus tetas. Ya puesta al tema, me encontré excitadísima acechando a mi hija a través de la rendija de la puerta del baño y el dormitorio para conseguir las fotos exigidas. No pude contener mi cachondéz y no me limité a sus pechos, sino que también la capté totalmente desnuda, desde varios ángulos y en varias ocasiones, retratando su tierna rajita y su bonito culo además de sus tiernas tetitas adolescentes.

    Evidentemente, Francisco no podía resignarse a pasar 30 años –es lo máximo que permite la ley española- de su vida en prisión, ni yo consentir que lo hiciera. La vida de 13 putas de entre 13 y 17 años, que eran de las que se le acusaba, no lo merecía. Ni siquiera las de la totalidad de las que había matado en realidad y no podían acusarle, con las cuales la cifra subía hasta 21. Francisco escupía sobre ellas, y yo me cagaba, riéndonos ambos de su desgracia y el dolor de sus familias. De hecho, tenía vídeos en casa con escenas en que se les veía destrozados por el dolor y en sus entierros, y los usaba para masturbarme mientras los veía, cachondísima y excitadísima por su sufrimiento.

    El caso es que, en breve, Francisco habría de ser trasladado temporalmente a la prisión de la provincia en que resido –para las visitas había de trasladarme hasta el penal de Daroca en Huesca, donde estaba recluido-, para ser allí juzgado por la muerte de la niña de 14 años que en ella había secuestrado, violado, torturado y asesinado. Aprovechando ésto, elaboramos el plan de fuga. Fue relativamente fácil. Provocó una pelea en la cárcel con sus compañeros, presumiendo de lo mucho que había disfrutado violando y asesinando a las niñas, lo cual causó inmediatamente la indignación e ira de otros reclusos y propiciando un enfrentamiento con algunos de ellos. Francisco era demasiado hombre, demasiado fuerte y potente para ellos, aun siendo 3 contra él, así que supo defenderse y esquivar sus pinchos artesanales hasta que aparecieron los funcionarios a la carrera para evitar su linchamiento. Entonces se dejó apuñalar en lugares no vitales, seguro de que aquéllos se encargarían de salvarle antes de que perdiera la suficiente sangre como para no poder seguir defendiéndose, como, efectivamente, así fue. No obstante, había encajado varias puñaladas en el cuerpo, por lo cual hubo de ser trasladado inmediatamente al hospital de la ciudad, donde nadie contaba mi amor disponía con alguien dispuesto a ayudarle. En efecto, siendo enfermera de éste y sin que nadie sospechara de mí, pues las visitas a la cárcel siempre fueron hechas con una identidad distinta, me las ingenié para dormir a los policías que hacían guardia ante su puerta con un narcótico en spray, facilitándole la huída a continuación a mi chulo, que en realidad no estaba tan grave como parecía, pues sólo había sufrido las heridas que él había permitido y en los lugares que sabía no le dificultarían la fuga. Tampoco era demasiada la sangre que había perdido a causa de éstas. Al haber sido producidas prácticamente justo antes de acabar la pelea, fue trasladado enseguida y no hubo tiempo para ello. Con todo, la huida pudo producirse felizmente sin complicaciones.

    Durante unos días, permanecimos en una casa de campo en ruinas, a la cual había llevado yo todo lo necesario para pasar en ella al menos dos semanas en los anteriores. Nada más llegar allí, me arrancó la ropa con una violencia inusitada. Abrí la boca para exclamar algo por la sorpresa, aunque en modo alguno a manera de protesta, pero, antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, la palma de su mano se estrelló en mi cara en una sonora y dolorosa bofetada que me lanzó contra la pared. Aún no recuperada de ésta, me agarró con saña del cabello, derribándome a continuación de un fortísimo tirón. Siguió a continuación una lluvia de puñetazos y patadas en todo mi cuerpo. Me golpeó furiosamente las tetas, me pateó con fuerza el estómago, me propinó puñetazos en los muslos que los cubrieron de cardenales y harían que durante un par de días al menos caminase con dificultad a causa del dolor. Fue algo salvaje y llegué a pensar que podría morir a causa del ataque de mi chulo, pero no crean que, ni por una fracción de segundo, lamenté haberle ayudado a huir. Es más, estaba cachondísima y deseaba que me pegara más y más.

    En un momento dado, se alzó y, mirándome soberbio desde arriba, se soltó la correa y se desabrochó los pantalones para orinar sobre mí. Apuntaba a mi cara y reía como un demente, y no hizo falta que me dijera nada para que yo misma abriese la boca para recibir su deliciosa lluvia dorada, lamentando cada gota que dejaba escapar, ya que la deseaba toda en mi estómago. Acabada la meada, tomó la navaja que me había pedido y yo le había conseguido en sus manos. La observó por un momento. La hoja brilló reflejando la luz del sol que entraba a través del boquete en el techo de la casa, venido abajo en parte. Me miró de nuevo. Sonrió.

    -Vas a morir, puta.

    Agachándose, colocó la punta del chuchillo en la entrada de mi coño, haciéndome sentir su helado contacto que me transmitió una descarga que me recurrió la médula espinal. Lejos de asustarme, abrí las piernas solícita. Me miró a los ojos sorprendido y yo le sonreí.

    -Hazlo. Soy tuya. Para lo que desees. Si te apetece rajarme y sacarme las tripas, hazlo. Sólo vivo para ser tu esclava y darte todo el placer que pueda. Incluso con mi muerte.

    Debió excitarle mucho aquella entrega, pues, arrojando el arma a un lado, se lanzó sobre mí para follarme ferozmente. Fue fantástico. Era como ser asaltada por un animal salvaje.

    Los días siguientes transcurrieron con la misma tónica. Palizas, violaciones, vejaciones, humillaciones… ¡el Paraíso!

    -¿Realmente me amas?- me preguntó en una ocasión.

    -Más que a nada o nadie en el mundo, incluida yo misma.

    -Incluida… ¿tu familia?

    Lo miré a los ojos. No dudando, sólo intentando leer sus pensamientos.

    -Más que a mi familia.

    -¿Más que a tus hijas?

    -¡Francisco, me ofendes! ¡Por supuesto que te quiero más que a mis hijas! ¿Cómo puedes dudarlo?

    -¿No las quieres a ellas pues?

    -No, no es éso. ¡Por supuesto que las quiero! Es sólo que a ti te quiero más aun.

    -Por supuesto. Las has llevado en tus entrañas. Y las has parido con dolor.

    -Con mucho dolor. Adoro a mis hijas y todavía más te adoro a ti. ¿A qué viene esto?

    -Las mujeres sois todas unas putas, no me fío de ninguna. Si de verdad me amas más que a nada en el mundo, tendrás que demostrármelo.

    -¿Aún necesitas más para estar seguro de ello?

    -Por supuesto, aun necesito más. Estuviste escribiéndome a la cárcel hasta que conseguiste que te contestara, y después seguiste hasta que te concedí primero una visita y luego los “vis a vis”. Te has arriesgado para ayudarme a escapar, y has abandonado para ello trabajo, familia y casa. Has soportado mis palizas e incluso me has ofrecido tu vida, pero todo eso no me dice nada. Eres una puta masoca, y te encanta que te apalee como a una perra, que te veje y trate como a una cerda. Parece que te estás meando cuando te corres con todo ello. No, si quieres convencerme de que realmente soy tu dueño, tendrás que hacer algo más.

    Lo miré rabiosa.

    -Dime qué quieres que haga.

    -Tráeme aquí a tu hija mayor.

    No debió sorprenderme la petición, pero lo hizo. Considerando la conversación, estaba cantada, pero en mi frustración por sus dudas, mi cerebro se había ofuscado y no atinaba a pensar en nada que no fuera mi ira y ansia por demostrarle mi total entrega.

    -¿Águeda? ¿Para… para qué la quieres?

    -Para violarla y asesinarla. ¿Para qué si no?

    No llegué a dudar. Sabía que si quería a Francisco, y lo quería más de lo que jamás persona alguna podrá querer a alguien, no tenía más opción que entregársela.

    -Es muy arriesgado. La Policía tendrá mi casa y a mi familia vigilada por si me pongo en contacto con ellos. Tendrán los teléfonos intervenidos también.

    -Por supuesto. Pero eres una mujer muy inteligente. Hallarás la forma.

    -¿Y si me cogen?

    -Pues irás a la cárcel y las otras reclusas te matarán a palos por haber ayudado escapar a un violador y asesino de niñas. Por supuesto, no le dirás nada a la Policía que pueda ayudarles a encontrarme.

    Por supuesto.

    Tenía razón, era una mujer muy inteligente. Demasiado. Más inteligente de lo que a la niña le hubiera convenido. Jamás la Policía podría adelantarse a mis pasos, jamás detenerme si yo no lo deseaba. Todo estaba anticipado, y en la casa en ruinas teníamos todo lo necesario, no ya sólo para subsistir en ella el tiempo razonable para que pensaran que ya no nos encontrábamos en la ciudad y la búsqueda en ella se relajara, facilitándonos con ello la salida, sino también pelucas, tintes, lentillas, ropa y todo lo que pudiera necesitarse para modificar nuestra apariencia.

    Así, convertida en rubia de ojos azules y melena ondulada, me acerqué hasta una localidad cercana, donde, llamando por teléfono al 11811, solicité el número del teléfono fijo de una familia cuyo hijo menor estaba en la pandilla de mi hija. Llamándoles, haciéndome pasar por amiga de su hijo mayor, que ya tenía veintitantos años, y les pregunté por él. Como ya sabía me responderían, pues no ignoraba que a esas horas estaría en el trabajo, me dijeron que no estaba en casa. Les comenté entonces que era importante que hablara con él, pues creía haber olvidado las llaves de casa en su coche y las necesitaba para entrar, y les pedí por favor el número de su móvil, que no tuvieron ningún problema en darme. Telefoneando después al chico, me hice pasar ante él como una mujer casada que se acostaba con su hermano adolescente -16 años- “¡Qué cabrón el nano!”, debió pensar. “¡Y lo calladito que se lo tenía”! Le comenté asimismo la conversación que había tenido con sus padres, alegando que había sido necesario mentirles, pues ellos, con toda probabilidad, no aprobarían esa relación del chaval y se negarían a facilitarme su número de móvil. No obstante, llegados a este punto y tal como esperaba, también él dudó.

    -Oye, y si te estás acostando con mi hermano… ¿cómo es que no te ha dado su número?

    -Lo sabes mejor que yo. Está enchochadísimo con Cecilia, y no quiere arriesgarse a que yo me enchoche también con él y pueda llamarle o mandarle mensajes en momentos inoportunos.

    -Ya. Oye, mira… ésto es muy raro. Mi hermano acostándose con una mujer mucho mayor que él, no te ha dado su número…

    -Por supuesto, entiendo que desconfíes. Mira, no hace falta que me des el número. Yo lo único que quiero es decirle una cosa, pues hace un par de días que no lo veo. El único sitio donde lo puedo encontrar es en el parquee con su pandilla, pero entenderás que no es plan.

    -Está bien; dame el recado y yo se lo paso.

    -Es personal. Mira, hacemos lo siguiente. Dime a qué hora vas a estar con él. Te llamo entonces y me lo pasas. ¿OK?

    -Bien… -respondió como pensando- Creo que así va bien. Llámame a las 6:00 por ejemplo. ¿OK?

    -OK. Quedamos así pues. Oye, una cosa; no le digas a tu hermano que te he contado nada, ¿OK? Creo que no le sentaría muy bien y el chaval me gusta. No quiero que se mosquee conmigo. ¿OK?

    -¿OK?

    Evidentemente, a las 6:00 en punto estaba llamando al chico.

    -Hola, soy yo. ¿Está Pedro?

    -Sí, aquí está. Te lo paso.

    Se oye “es ella” en el auricular.

    -Hola. ¿Quién eres?

    -¡Ja, ja, ja! Hola, guapo.

    -¿Te conozco?

    -Me conoces, pero no sabes quien soy todavía. Hazme un favor, aléjate un poco de tu hermano. No quiero que escuche la conversación.

    -Vale, ya está. Dime; ¿Quién eres?

    -La rubia tetona del parque.

    El chaval quedó cortado y yo hube de esforzarme para no reír. A través de Andrea, sabía de la existencia de una rubia, al parecer bastante despampanante, que salía a pasear su pastor alemán al parque todas las tardes, pasando por el lugar en que su pandilla se reunía. A los chicos se les caía la baba con ella, y siempre le lanzaban algún silbido o piropo, algunos bastante subidos de tono…

    -¿Sigues ahí?

    -Sí… claro.

    -¿Sabes que estás muy bueno?

    Se escuchó un carraspeo y aún hube de esforzarme más para no romper a reír.

    -Mira… me he estado fijando en ti cuando paso por el parque. Me gustan mucho los jovencitos, ¿sabes? Me puse cachondísima cuando me dijiste aquello de mi ojete, ¿recuerdas?

    -S…si- respondió cortadísimo.

    -Anda… repítemelo.

    -¡Buuuff!

    Sabía perfectamente lo que le había dicho a la chica, mi hija me lo había contado riéndose, pero el muchacho se cortaba mucho.

    -Vamos, dímelo. ¡Me encantó!

    -¡Qué va, tía! Me corta.

    -Bien, lo diré yo entonces; dijiste que me comerías hasta el ojete.

    Sin necesidad de verle lacara, sabía que en esos momentos debía estar colorado como un tomate.

    -¿De verdad me lo harías?

    -Claro que sí- respondió algo más envalentonado ante la perspectiva de un triunfo tal.

    -¡Huuumm! Verás que bien lo vamos a pasar. ¿Eres virgen?

    -No… tengo novia.

    Ya lo sabía.

    -Bueno, mejor. Más morbo. Te voy a hacer cosas que ni has soñado con ella. Y como recompensa quiero toda tu lechita en mi boquita. ¡Seguro que está deliciosa!

    El chaval debía tener un empalme tremendo.

    -Pero escucha… no sólo me he fijado en ti. ¿Sabes?, me gusta también una de las chicas de tu grupo.

    -¡¿Una chica?!- se sorprendió, y de nuevo casi rompo a reír.

    -Si. La rubia esa de pelo largo y liso y tetas muy gordas.

    -¿Verónica?

    -Supongo que debe ser ella.

    No suponía; sabía.

    -Está buenísima.

    -¿Eres… bisex?

    -Muy bisex. Y me gustaría montarme un trío con los dos.

    -¡Uff! ¡Imposible!

    -¿Por…? ¿No te gustaría tenernos a las dos para ti solo?

    -¡Buah…! ¡Claro que me gustaría! ¿A quién no? Pero a ella no le va para nada el boyo.

    -Bueno, éso lo dicen todas al principio. Deja éso en mis manos. Tú sólo pásame su número y no te preocupes por nada más.

    Evidentemente, me lo pasó. Y a Verónica, llamándola en una hora en que sabía estaría con mi hija, le dije que había encontrado un teléfono móvil en la calle, que el suyo era uno de los números en su agenda y que llamaba para localizar a su propietaria para devolvérselo.

    -¡Águeda!… es para ti. Dice que ha encontrado el teléfono que perdiste.

    -¿Diga…?

    -Águeda, escucha. No hagas ninguna expresión rara ni digas mi nombre. Soy mamá.

    La niña debió quedar helada. Por lo que decía saber, a su madre la buscaban por haber ayudado a escapar a un sádico y asesino violador de jovencitas y había huido con él.

    -Escucha, no puedo explicarte todo lo ocurrido por teléfono, y no he querido llamar a papá, porque no sé si me creería. Estoy muy mal, cariño. Ese cabrón me amenazó y obligó a ayudarle. Hoy he conseguido escapar, pero estoy confusa y no sé que hacer. Estoy pensando en ir a la policía, pero antes me gustaría verte, Es posible que me encierren hasta que todo se aclare. No sé cuanto tiempo sería éso, pero sí sé que no lo aguantaría sin verte después de todo lo que he pasado.

    -Por supuesto. ¿Dónde quieres que quedemos?

    -Espérame al lado del primer chiringuito de la playa en una hora. ¿Te va bien?

    -Claro que sí.

    -Vale, quedamos así pues.

    Al la hora acordada, fui a recogerla en una furgoneta, por supuesto, robada y con las placas de matrícula cambiadas. La niña se emocionó mucho al verme, lanzándose a mi cuello para abrazarme y besarme, diciendo lo muy preocupada que había estado por mí. Yo, por mi parte, noté como el coño se me hacía agua de sólo pensar en la barbaridad que estábamos a punto de cometer.

    -Cariño, hazme el favor –le pedí ya con el vehículo en marcha-; pasa detrás y vístete con la ropa que hay ahí.

    Me miró extrañada.

    -Es un uniforme de colegiala. Vamos a tomar un café a un bar que hay frente a un colegio y, así vestida, pasaremos más desapercibidas.

    -Pero mamá… ésto no es un uniforme de colegiala normal. La falda es muy corta. Demasiado corta. Y la camisa muy ceñida. Diría que parece como de las guarras de las fotos porno.

    -Sí, bueno; es que no sabía donde encontrar uno y lo compré en un sex shop. Pero la brevedad de la faldita pasará desapercibida bajo la mesa, y la camisa tampoco cantará mucho.

    Con un gesto de resignación, confiando, como toda niña, en lo que su madre le decía, se puso el uniforme sin más pegas.

    -Estás preciosa con él. En la bolsa tienes gomas también. Hazte un par de coletas.

    -¿Para qué?

    -Para que se te vea más nena. Es mejor para pasar inadvertida. Y quédate detrás. Es mejor también, con los cristales oscuros no podrán verte y si lo hacen desde delante a través del parabrisas pasarás prácticamente inadvertida.

    De nuevo, obedeció. Cuando volví a mirar por el retrovisor, yo misma sentí un deseo casi irresistible. Si ya de por mí había sido siempre extraordinariamente viciosa y lasciva, Francisco había conseguido llegar a lugares todavía más depravados de mi alma, creando un monstruo que suponía su complemento ideal.

    -Mamá… tienes moratones en la cara.

    -Sí… me los hizo el pervertido.

    -¡Hijo de puta! ¡Ojalá lo cojan pronto y se pudra en la cárcel!

    No pude contener una cínica sonrisa. Afortunadamente, Águeda no se apercibió de ella.

    En un momento dado, detuve la furgoneta junto a un semáforo donde Francisco esperaba. Disfrazado con una peluca y barba postiza, resultaba totalmente irreconocible y la niña se extrañó mucho cuando se sentó junto a ella.

    -¿Quién es, mamá?

    -Un amigo, tranquila.

    -Hola, preciosa –saludó él-. Tu madre me había dicho que eras muy guapa, pero veo que se quedó corta.

    Sin cortarse un pelo, dejó caer su mirada para posarla en las adorables tetas de la niña, ya muy desarrolladas a su edad.

    -Muy, muy bonita.

    Sus ojos iban de sus pechos a sus piernas, sin preocuparse lo más mínimo en ocultar su lascivia, haciéndola sentir muy incómoda.

    -Mamá… ¿puedo pasar delante contigo?

    -No.

    No me molesté en darle más respuesta que esa.

    -Oye… me gustan tus tetas.

    El corazón de la criatura debió dar un vuelvo. A través del retrovisor, pude ver cómo me miraba asustada y alarmada, lo cual hizo que me resultara imposible contener por más tiempo mi orgasmo. Intentó entonces ella levantarse para pasar delante sin importarle ya mi permiso, pero Francisco la asió fuertemente del brazo y tiró hacia abajo para obligarla.

    -¡Siéntate, puta!

    -¡Mamá…! ¡Me hace daño!

    Ahora sus ojos me miraban suplicantes, implorando una ayuda que de ninguna manera estaba dispuesta a darle. Llegué a sentir un desvaído de sublime, perverso placer, que incluso llegó a nublarme en parte la vista mientras orgasmaba continua y abundantemente. Francisco por su parte, tomó uno de los deliciosos pechos adolescentes en su mano libre.

    -No está mal. Os crecen antes las tetas que los dientes. Quítate el sujetador.

    Comoquiera que la nena dudó, le cruzó la cara con una sonora bofetada que incluso le hizo sangrar el labio.

    -¡¡Que te quites el sujetador!!

    Ahora sí se apresuró a obedecer la putilla, liberándose de la prenda íntima sin llegar a mostrar sus pechos desnudos, cuyos pezones quedaron descaradamente marcados sobre la camisa.

    -¡Huuuuummm! – se relamió él admirándolos y tomando de nuevo uno en su mano.- Esto ya es otra cosa. Sácate una teta y pónmela en la boca.

    Hizo amago de dudar pero no llegó a confirmar la duda.

    -¡No… no! –se apresuró a tranquilizar a Francisco aterrorizada cuando ya éste se disponía a darle otra bofetada. Sin hacerse más de rogar, sacó pues su linda teta fuera de la blusa e, incorporándose, llevó el pezón hasta la boca de su secuestrador, que con sumo deleite se aplicó a mamar de ella. No obstante, al poco y separándose para mirarla a los ojos, pellizcó con saña éste, haciéndola gritar de dolor.

    -¿De qué vas, perra? ¿Quiero que tu madre te escuche gemir de placer como una puta?

    Dicho y hecho. La niña comenzó a gemir de una manera que dejó patente que sabía de qué iba la cosa y ya antes había suspirado así. Le hizo quitarse entonces las braguitas también para acariciar su tierno coñito, y así, sumidos en una banda sonora de suspiros y chupeteos, llegamos hasta la casa abandonada. Una vez allí y nada más bajar de la furgoneta, Francisco le cruzó la cara a la chiquilla con una tremendísima bofetada que dio con ella en tierra, sentándose a continuación sobre su cuerpecito juvenil para, atrapándole los brazos bajo sus rodillas, proceder a abofetearla con furia y repetidamente.

    -¡No…! –gritaba como podía entre golpe y golpe- ¡Por favor… no me pegues más! ¡Mamá!

    Pero su mamá estaba demasiado ocupada con su mano metida bajo la falda, masturbándose como una posesa mientras, en pie ante ellos, contemplaba extasiada la escena, y aquel diablo no paró de golpearla hasta que se hubo cansado, dejándola tendida en el suelo semiinconsciente.

    -Eso ha sido sin hacer nada. Simplemente porque me ha apetecido. ¡Imagina si se te ocurre contrariarme lo más mínimo! ¿Lo has entendido?

    La niña afirmó afirmativamente, pero, al borde de la inconsciencia, casi sin fuerzas, y su voz apenas resultó audible.

    -¡¡¿Que si lo has entendido, hija de puta?!! – le gritó colérico a la vez que le propinaba un puntapié en el hígado.

    -S-si…- se esforzó por responder haciendo acopio de las energías que le quedaban y medio asfixiada por la patada.

    -Pues venga, levanta que tienes que hacernos la cena. A partir de este momento eres nuestra esclava. Tu madre es una mierda que besa donde piso, y tu eres la mierda de la mierda, que sólo vivirá mientras me resulte divertido y placentero violarte y hacerte padecer. ¿Entendido?

    -S-si…

    Otra patada.

    -¡Si, mi chulo! Es lo que quiero escuchar a partir de ahora.

    -Sí… mi chulo.

    -Pues venga, en pié, que antes de que prepares la comida quiero echarte un par de polvos.

    Dicho y hecho. Pasando dentro, entramos a lo que antaño fue una habitación y ahora nos servía de dormitorio con unas colchonetas en el suelo. De un violento empujón, derribó a la niña de espaldas sobre uno de éstos para, a continuación y sin ningún tiempo de contemplaciones, follársela en mi presencia. Como antes, la obligó a suspirar como si realmente disfrutara enormemente con todo aquéllo, corriéndose finalmente dentro de su coño.

    -No te preocupes, que no vas a vivir lo suficiente como para que el bombo te resulte un problema.

    Desconsolada y desesperada, Águeda lloraba buscándome con la mirada. Una mirada que me decía sin palabras: “¿por qué?” Como respuesta, yo simplemente sonreía sádicamente.

    Como Francisco le había ordenado, nos hizo la cena, y luego limpió los cacharros escrupulosamente mientras nosotros follábamos como locos delante de ella. Y mis suspiros no eran fingidos.

    -Ven aquí –le ordenó después.

    Temblorosa pero sin osar dudar, obedeció.

    -A cuatro patas y con el culo destapado.

    Sin rechistar. Francisco sonrió. Sacando su navaja, apoyó la punta en su ojete, que en el acto se contrajo estremecido.

    -Eso es… ténsate. Voy a romperte el culo, y quiero que te duela.

    Todavía no lo había comentado, ¿verdad? ¡Francisco tiene una polla realmente gloriosa! Un verdadero pollón de más de 20 cm reales, y con el grosor de una pelota de golf. Es algo que realmente impresiona al verlo, y no os digo nada al sentirlo en tus entrañas. Si una mujer no alcanza el séptimo cielo con éso, mejor que se suicide, porque ya no lo alcanzará en esta vida con nada.

    Sin necesidad de decirme nada, tal grado de compenetración entre nosotros alcanzada, me senté ante ella para inmovilizarle los brazos mientras, sin ningún tipo de preámbulos, él colocaba la cabeza de su monstruo de gloriosa carne en la entrada del virginal culo de mi hija. Sus ojos húmedos, sollozando, me miró a los míos.

    -¡Por favor…! –susurró suplicante.

    -Esto te va a doler muuuucho, zorra… -le respondí sonriente.

    Francisco le dio un fuerte azote en las nalgas entonces para hacerle perder cualquier relajación a que hubiera podido acceder en un ejercicio de voluntad destinado a limitar en lo posible el dolor y, acto seguido, sin dejarla recuperarse de la sorpresa, le hundió todo aquel gigantesco pollón hasta los cojones de un solo golpe. El alarido debió escucharse en kilómetros a la redonda, y él empezó a follarla sin compasión, golpeando como una terrible taladradora su desgarrado orificio posterior. Incapaz de resistir el morbo, me arremangué la falda para, cogiendo a la niña por los pelos, hundir su cara en mi baboso coño.

    -¡Come, guarra! ¡Cómeme el coño!

    Comoquiera que no comía, recibió dos potentes puñetazos por parte de Francisco en los riñones que le hicieron arquear la espalda agónicamente.

    -¡Cómele el coño a la puerca de tu madre o te reviento a golpes!

    -Y más te vale hacerme disfrutar, porque sino todo esto te va a parecer una caricia.

    Huelga decir que no hubo que repetírselo. ¡Maravilla de maravillas! ¡Cómo comía coño la zorrita! Hay que ver lo que se puede conseguir con el suficiente poder de convicción. Comencé a orgasmar a los pocos segundos y ya no acabé hasta que separó su boca, que fue, claro, cuando a él le vino su corrida. Sacó entonces su enorme polla, ahora bañada en sangre, revelando un terrible desgarro anal. Le ordenó darse la vuelta.

    -Trágatelo todo. Como se te escape una sola gota la vas a recoger del suelo con la lengua y sin dientes.

    Deberíais haber visto con que glotonería pasó todo por la garganta e la putita camino de su estómago. Después, la hicimos desnudarse completamente y atamos sus muñecas juntas de una viga que en tiempos había sostenido un techo de forma que quedara de puntillas. Francisco contempló extasiado como la sangre procedente del destrozado ano de mi hija deslizaba por su tersa piel a lo largo de sus muslos marmóreos. Liberó su cinturón.

    -Ahora quiero oírte gritar, cerda.

    El primer correazo restalló en sus nalgas con un sonido tremendo, haciéndola a ella aullar y obligándome a mí a comenzar a masturbarme de nuevo. Girando alrededor de su cuerpo desnudo, la fue azotando por todo él sin compasión y con toda la fuerza de que era capaz en nalgas, espalda, tetas y vientre. Luego, me ordenó continuar haciéndolo a mí y, en mil vidas que viviera y mil idiomas que aprendiera, no podría describiros el extraordinario placer que sentí con aquello. Tanto fue así, que hubo de ser él quien finalmente acabara teniendo que agarrarme y arrebatarme el cinturón de las manos, convertida en una furiosa y perversa sádica con ansia de sangre. Al fin y al cabo, no queríamos que la niña quedase inutilizada por el dolor tan pronto. Todavía tenía que darnos mucha más diversión y placer con su tormento.

    Esa noche hicimos el amor como locos Francisco y yo a los pies de mi hija. Después, nos dormimos muy abrazados, dejándola a ella allí atada e inmovilizada. Al despertar al día siguiente, lo primero fue una nueva tanda de azotes para la muchacha. Después, hacerla servir de toilette para nosotros.

    -Abre bien la boca –le ordenó él tras haber meado abundantemente en su boca obligándole a tragar todo sin dejar escapar una sola gota-. Ahora voy a cagarte en la boca y vas a comértelo todo. En el tiempo que te queda de vida, nuestra mierda y nuestros meados van a ser tu comida y bebida. Y procura tragarlo todo enterito y no vomitarlo, porque si lo haces te aseguro que lo vas a lamentar mucho. ¡Pero que muuuucho, mucho!

    ¡Buuuff! ¡Qué morbazo me dio ver a la puta de mi hija con la boca abierta comiéndose la mierda de Francisco como si fuera un delicioso manjar! Nueva paja que me tuve que hacer frotando mi coño compulsivamente con los dedos. Por supuesto, también cuando, a continuación, me llegó el turno a mí de vaciarme en la boca de la guarra. ¡Qué gustazo ver como se comía mis zurullos y se tragaba mis pedos!

    Para la niña debieron suponer un suplicio inenarrable aquellos días. Fueron sólo 4, pero en ellos conoció realmente el Infierno en la Tierra, hartándose de ser violada por todos sus orificios; de ser azotada, golpeada vejada y humillada; de comer mierda y tragar meados y escupitajos; de servir de esclava y ser constantemente castigada. Finalmente, al cuarto y cuando ya daba muestras de estar al borde mismo de su resistencia, atada a la viga a la que siempre la atábamos como un animal, Francisco decidió que había llegado el momento de acabar con su vida. Colocándose ante ella, la miró a los ojos sonriendo semejante al Diablo. Águeda le miró sin fuerzas ya para resistirse o suplicar. No obstante, lo hizo con la mirada. De nada le sirvió. Abriendo la navaja, la hundió en el juvenil vientre que ya nunca albergaría un hijo en sus entrañas. Teniendo sumo cuidado de no perforarle ningún órgano vital, rajó su barriga dejando caer sus intestinos que, con un sonido de carne fluyendo, se desparramaron a sus pies. Todavía los pisoteó y restregó con fuerza en el suelo con la suela de sus botas para provocarle aun más sufrimiento. Después, nos sentamos a verla morir lentamente mientras fumábamos un cigarrillo y yo le hacía una soberbia mamada a mi amor, recreándonos en la contemplación de su agonía.


    Fin

    Mi hermanita también quiere, papi. Clip loli en blogSDPA.com

    Clip L0L1: "Mi hermanita también quiere, papi"

    20 de diciembre de 2024 en Videos L0L1 & Sh0t4

    Esta publicación es la parte 17 de un total de 32 publicadas de la serie Videos L0L1 & Sh0T4