Las compañeras de Magdalena, Parte 05 (de Cazzique)

Esta publicación es la parte 5 de un total de 6 publicadas de la serie Las compañeras de Magdalena
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Viernes por la tarde, e l teléfono sonó y Magdalena corrió a contestar. Estuvo platicando algunos minutos con la persona que llamaba mientras que yo la podía ver desde el escritorio de mi oficina, el teléfono se encontraba en el pasillo a un lado. Traía puesto un pantalón de mezclilla que se amoldaba a su cuerpo perfectamente dejándome apreciar sus hermosas curvas, una playerita de tirantes bajo la cual se dibujaban las curvas de sus pechos bajo el sostén que traía. Su cuerpo se movía con la gracia de su juventud y al notar que yo la estaba mirando ella se contoneó sensualmente y me sonrió, le devolví la sonrisa imaginando lo que pronto estaría a punto de suceder.

Mi hija colgó el auricular y alegre se dirigió hasta la oficina, se recargó en el marco de la puerta con su amplia sonrisa y sin dejar de mirarme carraspeó.

– Mamá llamó, va a llegar un poco tarde.

– Muy bien pequeña… ¿Se te ocurre algo que podamos hacer mientras llega?

– No lo sé… se me ocurren varias cosas.

– Te voy a decir lo que vamos a hacer… ¡Quiero que te vistas como si fuéramos a ir a una fiesta! Algo bonito, con lo que te sientas muy bien… ¿Te parece?

– Sí…

– ¡Pues adelante!

Magdalena salió corriendo directamente a su cuarto y cerró con llave, escuche como abría la regadera y se metía a bañar. Yo entretanto terminé lo que estaba haciendo y luego subí a mi cuarto para comenzar a arreglarme también. Me bañé, me perfumé y me vestí con un traje oscuro, camisa blanca impecable y corbata. Me peiné y bajé. Como de costumbre todavía tuve que esperar algunos minutos antes de que Magdalena bajara.

Cuando la vi bajando no pude evitar pasar un poco de saliva y admitir que mi nena era toda una belleza. Traía puesto un vestido de color blanco ceñido a su cuerpo, se había recogido el cabello en un chongo, tacones blancos y medias naturales. Vaya se veía tremendamente sensual a pesar de su corta edad. Le tendí la mano y salimos al garaje, abrí la puerta del auto y luego me subí. La llevé a un tranquilo lugar al que nos encantaba ir siempre que había oportunidad, pedimos una cena ligera y agradable y por primera vez dejé que ella tomara una copa de vino tinto acompañando la cena.

Luego bailamos un par de piezas como si fuéramos un par de enamorados y claro que lo éramos. La gente se nos quedaba mirando pero eso no importaba, la gente del local sabía que ella era mi hija. Pasamos un par de muy agradables horas en el lugar y después regresamos a la casa, todo estaba a oscuras y no se escuchaba un solo ruido.

Tomando a mi pequeña de la mano subimos la escalera hasta mi habitación, nos detuvimos ante la cama y entonces le pregunté a Magdalena si le había gustado la velada. Me contestó que había sido algo sumamente romántico y estaba muy contenta. La besé, estábamos de pie, ella se colgó de mi cuello rodeándome con sus brazos; su lengua buscó rápidamente la mía y nos entregamos completamente a la alucinante droga del placer.

Mis manos recorrieron su espalda sobre la suave tela del vestido, llegue a su cabellera y le deshice el chongo, su cabellera quedó libre, se la acaricié. Nos quedamos mirando a los ojos y ese indescriptible placer de estar juntos, nos volvimos a besar, ella deshizo el nudo de mi corbata y desabotonó los primeros botones; metió las manos bajo la camisa acariciando mi pecho velludo.

– ¡Eres muy guapo, papá!

– Gracias pequeña… me vas a hacer sonrojar.

– En serio… me haces sentir cosas muy ricas… me encanta que me toques.

– Lo sé.

Volvimos a besarnos y mis manos buscaron el cierre del vestido, jalé la pequeña pestañita y fue bajando lentamente por los dientes que se iban abriendo y mostrando la suave piel de mi nena. Poniendo los dedos en sus hombros jalé lentamente los tirantes hasta dejarlos fuera y lentamente el vestido corrió por sus brazos delicados desnudando su parte alta.

Magdalena no dejó caer le vestido, esperó a que yo la mirara solamente desnuda de la parte del pecho, sus senos ocultos aun bajo el sostén. Puse mis manos en la prenda y acaricié las dos masas de carne ardiente que estaban debajo, ella gimió.

– ¡Que rico! ¡Sigue papi!

Amasé con delicadeza los pechos pero sin quitarle el sostén, no quería romper ese delicioso encantó de ir paso a paso. Mi hija dejó caer sus brazos y el vestido continuó bajando hasta caer completamente a sus pies. Sus pantimedias dejaban ver debajo las bragas blancas a juego con el sostén.

Me hinqué y la despojé de los tacones que traía. Puse mis manos sobre sus tobillos y lentamente fui subiendo hasta llegar a las rodillas, desde ese punto mis caricias se hicieron circulares abarcando lo más posible sus muslos, subiendo más lentamente. Después de atormentadores minutos por fin llegué hasta su entrepierna y comencé a rozar su zona genital, ella gimió nuevamente como cuando tomé sus pechos; mis manos recorriendo cada milímetro de su entrepierna y luego de unos instantes me puse de pie.

Ahora fue ella quién me comenzó a quitar las prendas, comenzó con el sacó y luego la camisa, me besó los pezones y continuó bajando por mi estómago. Desabrochó el cinturón y sus manos me acariciaron el palo ya erecto por encima de la tela del pantalón. Jaló el cinturón y buscó después el seguro del pantalón. La prenda se deslizó por mis pies hasta llegar al suelo. Cómo yo hiciera ella se hincó y me quitó los zapatos y los calcetines e hincada puso sus manos en mis nalgas. Me acarició los cachetes metiendo sus manos por debajo de los calzoncillos y luego jaló estos hasta mis rodillas.

Mi verga saltó frente a su carita y sonriendo la cogió con su mano. Lentamente me masturbó moviendo la piel de adelante para atrás y dejando que la cabeza se asomará completamente. Magdalena abrió su boca y dejó que la barra la penetrara, su calor y humedad me envolvieron enseguida. La sujeté por la cabellera con una mano y la fui guiando en sus movimientos. Su lengua me acariciaba la base del tronco cuando mamaba y cuando se la sacaba con su lengua recorría todo mi glande.

Al sentir que me estaba acelerando más de lo indicado la hice ponerse de pie y entonces le quité su sostén, me hinqué y le quité las pantimedias. Se veía hermosa, acerqué mi nariz hasta su entrepierna impregnándome de su agradable aroma de hembra. Puse mis dedos en los costados de las bragas y lentamente las fui jalando, descubriendo su intimidad. Le quité completamente las bragas sacándoselas por los pies y regresé con mis manos a su conchita. Le acaricié la vulva lentamente utilizando toda la palma de mi mano, ella abrió un poco el compás para dejar más espacio a mi mano. Abrí sus labios vaginales con los dedos y juguetee con su clítoris con ellos. Magdalena llegó a un orgasmo que mojó mis dedos y escurrió un poco por sus muslos.

Me levanté y tomándola en mis brazos la levanté hasta dejarla cómodamente recostada en la cama. Me acomodé a su lado y nos comenzamos a besar despacio, sin prisas, jugueteando con nuestras lenguas y nuestros labios. Besé después todo su cuerpo y como punto final de mis besos llegué a su entrepierna.

Le abrí los pétalos con los dedos y mi lengua entró profundamente entre sus rosados labios vaginales, con movimientos circulares recorrí cada una de las paredes y de sus pliegues. Pronto alcanzó el segundo orgasmo de esa noche.

Me recosté a su lado y ella se levantó para montarse sobre mí. Sus caderas se movieron hasta encontrar mi pene y con su manita lo sujetó para apuntarlo a su entrada. Lentamente se fue dejando caer y la barra la fue penetrando, la humedad de su vagina facilitaba completamente la penetración que en pocos segundos se hizo completa. Magdalena se quedó quieta con la verga enterrada hasta la raíz.

– ¡Que grande es papá! ¡La siento bien adentro!

Al terminar de decir esto apoyó contra mi pecho sus manos y sus caderas comenzaron a subir y bajar con delirante lentitud. Su vagina atrapaba fuertemente mi tronco que se movía a su ritmo. Puse mis manos sobre sus nalgas acariciándoselas con movimientos circulares y apretando levemente de vez en cuando. Los senos de mi nena se balanceaban lentamente con sus pezones erectos sobre mí. Levanté la cara para atrapar con mi boca uno de los pezones erectos que se me ofrecían y lo lamí y chupe. Pronto las caderas de mi nena comenzaron a ganar velocidad y en pocos minutos llegó a su tercer orgasmo, sus piernas se apretaron contra mis costados y su panocha se cerró apretando más fuerte mi garrote. Yo a estas alturas la sujetaba por la cintura y movía debajo de ella mis caderas lo más profundamente posible. Al menguar su orgasmo ella se dejó caer sobre mi cuerpo, besándome y diciéndome lo mucho que la hacía gozar.

Cambiamos de posición, en esta ocasión la hice colocarse en cuatro patas sobre la cama. Me acomodé detrás de ella y la penetré por la vagina. Mi verga se fue adentrando lentamente entre sus labios hasta que la metí entera. Me sujeté de las caderas de mi hija y me moví sin parar. Sus pliegues se rozaban contra mi tronco increíblemente y creí no poder soportarlo mucho tiempo pero afortunadamente la hice llegar a otro orgasmo más sin eyacular. Se la saqué de la panocha y sin cambiar de posición la empujé lentamente en su ano. Ella gimió al sentir como la iba penetrando. Empujé la verga con fuerza pues su culito es sumamente estrecho. Ella gemía y pujaba y dejó caer su cara contra las sábanas dejando su culo completamente en pompa. Mi verga la penetró hasta el fondo y me comencé a mover rítmicamente dentro de su ano. Llevé una de mis manos hasta su vulva restregando el clítoris y así proporcionarle un mayor placer. Después de unos minutos de estar trabajando en su ano ya podía sacar mi verga completa y ver como lentamente se comenzaba a cerrar la estrecha oquedad, pero antes de que se sellara de nuevo la volvía a clavar hasta el fondo. Esperé lo más que pude pero ahora si las sensaciones me estaban matando y sin poder detenerme comencé a eyacular con gran fuerza dentro de su agujero, la leche ardiendo golpeó lo más profundo de sus entrañas y ella soltó un gemido al sentirla, continúe moviéndome y empujando lo más profundamente posible dentro de su agujero hasta derramar toda la crema que tenía, ella comenzó a venirse segundos después de que yo lo hiciera y gritó con fuerza al sentir que terminaba, su culo se apretó más contra mi tronco regalándome las últimas sensaciones de esa noche.

Quedamos completamente rendidos de esa sesión y pronto nos quedamos profundamente dormidos. Cuando mi mujer escuchó que ya estábamos roncando salió del escondite en donde se encontraba, sus bragas estaban completamente empapadas, sus dedos igual, pegajosos y oliendo a su sexo.

La sesión había sido planeada para que ella pudiera ver todo sin interferir, con cuidado salió del cuarto y se baño en el cuarto de huéspedes, volvió a masturbarse mientras se bañaba y quedó profundamente satisfecha de la sesión que ella también se había dado mirándonos; desnuda se recostó en la cama y al igual que nosotros se quedó profundamente dormida.

Al día siguiente le pregunté lo que le había parecido y me pidió que deberíamos de repetir esa noche en otra ocasión. Por supuesto que le comenté que sabiendo que ella nos observaba me había puesto sumamente caliente y que me había encantado hacerlo de esa forma. Entonces le pedí un favor: “Me gustaría verte a ti con otra persona… ¿Te gustaría?” Mi mujer se quedó callada unos minutos y luego de meditarlo bien me comentó que sería muy excitante hacerlo. Terminamos de comer y por la tarde nos quedamos los tres mirando películas en la cama.


Continuará

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