Era lunes el día que toqué de nuevo la puerta del departamento trece, la cortina se movió y supe que era Palma la que tenía la costumbre de mirar antes de abrir. Se escuchó el seguro de la puerta abrirse y su hermosa figura se dibujó invitándome a pasar con la mirada. Enseguida de que entré ella me ofreció disculpas por no haberse encontrado la semana pasada y me explicó que su madre la había mandado a casa de su abuelita.
Le dije que no se preocupara que lo entendía perfectamente y vaya que lo entendía. Y no solo lo entendía sino que lo había disfrutado mucho, pero ahora era su turno y no se me escaparía.
– ¿Sabes?... ¡Me puse lo que me regalaste!
– ¡Qué bien!... ¿Y que es lo qué esperamos?
Palma y yo nos dirigimos inmediatamente a la habitación y la comencé a besar en cuanto nos acostamos en la cama, traía puesto un pantalón de mezclilla que se pegaba deliciosamente a su cuerpo y una playerita blanca delgada.
La acaricié por encima de la ropa comprobando qué efectivamente debajo traía el brasier y seguramente las bragas como ella me había dicho, continuamos besándonos y poco después le dije que se levantara.
– ¡Muéstramelo! – le dije.
Palma caliente comenzó a levantarse la playera y pude ver el brasier de encaje que le había regalado, sus pequeñas tetas se apretaban deliciosamente en él. Más pausadamente comenzó ella a sacarse los zapatos y luego el pantalón de mezclilla. Miré que efectivamente tenía las bragas tipo tanga que le compre a juego con el brasier y se veía sumamente deliciosa. Esa pequeña niña era muy sensual y mi verga no tardó en ponerse completamente dura tan solo con verla así. Recostado como estaba me comencé a quitar los pantalones y la camisa mostrándole a la nena la potente erección que se dibujada debajo de mis calzoncillos.
Palma se acercó por un lado de la cama y con su mano palpó la verga que se escondía debajo, le pedí que me la chupara y ella sin quitarme la truza sacó mi verga por la parte de arriba. Su boquita se abrió y comenzó a meterse la verga en ella, con su mano sujetaba la base y su boca avanzaba lentamente tratando de tragar más y más verga. Se veía deliciosa su carita de beba con ese grueso tronco profundamente sepultado en la boca. Su cabeza comenzó a subir y bajar regalándome deliciosas sensaciones. Una de mis manos fue hasta su trasero acariciándole el culito sin quitarle la ropa interior que le había comprado. Metí uno de mis dedos en su ano mientras ella seguía chupándome el nabo.
Me levanté e hice que la chiquilla se recostara en la cama pero con las piernas colgando, me acomodé hincado entre ellas y haciendo a un lado la braga descubrí su conchita ligeramente velluda. Pegué mi boca separando sus labios con los mío y metiéndole mi legua ligeramente en la gruta. Ella gimió y abrió más las piernas dejándome actuar en su conchita con libertad. Los dedos de sus manos se enredaron en mi cabellera y empujó más mi cabeza contra su conchita.
Le estuve mamando la gruta por varios minutos y noté como en cada minuto que pasaba ella se humedecía más y más. Finalmente la hice llegar a un poderoso orgasmo que hizo escapar de su garganta deliciosos gemidos.
Palma estaba sumamente excitada y me pidió que me la cogiera como la otra vez. Me levanté y cargando a la pequeña la hice colocarse frente al tocador justamente como lo había echo con su madre. La chiquilla mirto su cuerpo enfundando en esa sensuales prendas y una sonrisa se dibujó en su rostro.
– ¿Te gusta como me veo? – pregunto coqueta.
– Mira como me pones. – dije balanceando mi verga para que ella la viera completamente erecta
– ¡Que rico! – contesto.
Me coloqué hincado detrás de ella y bajé las bragas hasta dejarlas en sus muslos, le lamí el agujero del culo y estuve dedeándola por largos minutos hasta dejarla completamente lista para la penetración. Me levanté y acomodándome detrás de ella le apunté mi garrote contra su ano, ella ya lo había probado antes y sabía lo que se sentía. Ensalivé bien la punta de mi verga y empujé, ella apretó los labios y cerró los ojos justamente como su madre lo había echo. El glande se abrió camino a través de su esfínter y continuó entrando lentamente en la deliciosa cavidad anal de la niña.
Su cuerpo delgadito y de piel suave era en verdad un manjar difícilmente fácil de dejar, algo que se vuelve como un vicio. Le acaricié las tetas por sobre la tela del brasier y noté que sus pezones estaban bien duritos. Bajé las copas del brasier para dejar libres las bolitas y las amasé delicadamente empujando eso sí cada vez más verga dentro del delicioso culito de Palma. La chiquilla gemía y su cuerpo se erizaba por el placer que experimentaba, finalmente logré penetrarla completamente. Comencé a bombear el delicioso agujero lentamente pues su fricción era mucho más intensa que la del culo de su madre y me podría venir en cualquier momento.
La delgada y bella Palma comenzó a venirse unos pocos minutos después de que la estuve bombeando y cuando terminó su orgasmo me detuve pues de lo contrario terminara yo, sabía que si me venía no iba a tardar en recuperar la erección pero la verdad es que quería gozar cada segundo que pasara con la deliciosa criaturita.
– ¡Quero ver como me la metes!... ¿Puedo? – dijo ella.
– ¡Claro que puedes!
Esta vez nos fuimos moviendo sin zafarnos hasta quedar de lado al espejo, de esta manera la nena podía verse completamente penetrada por mi grueso tronco. Sujeté su cintura y la hice empinarse todavía más a modo que formara su cuerpo un ángulo de noventa grados y de esta manera ella podía girar su carita y ver como mi verga entraba y salía de entre sus nalgas. Yo también de esta manera podía ver la diferencia de tamaños entre su cuerpo delgado y pequeño con el mío grande y voluminoso.
Reinicié nuevamente las embestidas contra su cuerpo y ambos nos quedamos mirando al espejo, con la imagen las sensaciones se hicieron mucho más intensas y solamente tardamos algunos minutos más, la primera en comenzar a venirse fue mi joven amiguita y casi enseguida yo. Su culo se apretó deliciosamente contra mi tronco cuando comenzó a experimentar su orgasmo y tras de ella yo aventé en su interior mi caliente semen, gemidos mezclados de nuestros labios se escaparon y el disfrute fue tan intenso que casi caernos al suelo de no ser porque ella logró apoyarse contra el mueble. Mi leche corría poderosa y caliente por sus intestinos y los jugos de ella bajaban por entre sus muslos, tanto que llegó a mojar las bragas que se encontraban en la mitad de éstos.
Lentamente saqué mi verga de su agujero apreciando como este se quedaba abierto con la deliciosa cogida que le acababa de dar. La dejé empinada para mirar como poco a poco el agujero comenzaba a retornar a su tamaño normal y aunque no se apretó del todo si logró recuperarse bastante solo dejando un leve agujerito oscuro y rezumando algo de mi leche.
Nos recostamos para descansar algunos segundos y ella seguía con las bragas a mitad de los muslos, bajé mi mano y comencé a pasar un dedo por toda su rajada que ya estaba más que húmeda, dejé que mi dedo se metiera ligeramente en la panochita de la nena y ella comenzó a mover sus caderas circularmente.
– ¡Eres una chiquilla caliente! – le dije.
– ¡Sí, me gusta eso!... ¡Sigue!
Continué meneando mi dedo en su conchita, arriba, abajo, aun lado y al otro aumentando con cada movimientos los gemidos que escapaban de la boca de mi hermosa compañerita. Llevé mi dedo hasta la parte alta de la vagina buscando el clítoris de la niña y lo encontré ya perfectamente erguido, tras solo algunos pases alrededor del botoncillo la nena comenzó a tener un orgasmo más, sus jugos se precipitaron al exterior de la concha mojándome uno de los dedos, con esa lubricación aproveché par meter más profundamente mi dedo dejando por el momento el clítoris.
– ¡Auch!... ¡Sí, que rico!... ¡Mételo más, sí! – gemía ella.
Entonces saqué el dedo y me levanté, le jalé las bragas para sacárselas completamente y me recosté boca abajo entre sus piernas, le abrí los muslos al máximo dejando la concha completamente visible y abierta, pegué mi boca a los pliegues de la vagina y comencé a chupársela desesperado. Quería beberme toda la miel que de esa conchita escapara y así lo comencé a hacer. Palma me regalaba jugos al por mayor y yo continué chupando y sorbiendo en cada rincón de su deliciosa panocha. Metí la lengua por delante, por detrás de sus labios vaginales, entre los pliegues de su agujero y bajé hasta el ano sorbiendo algo de mi propia leche.
Me estaba poniendo esa situación sumamente caliente y ya no soportaba la erección que se me había formado nuevamente.
– ¿Me dejas que te la meta por aquí? – pregunté a la niña.
– Sí damelo... ¡Lo quiero sentir!
– Sí... Quiero metértelo todo, estás muy rica nena.
– Me va a doler... ¿Verdad?
– Sí, pero después lo vas a disfrutar como loca y vas a poder coger con quien se te antoje. – le dije jadeando.
– Métemelo... Dame tu verga.
Le quité el brasier y comencé a mamarle las tetas allí me estuve unos minutos tratando de bajarme un poco la calentura o de lo contrario con solo apuntárselo me estaría viniendo. Cuando sentí que me encontraba un poco más calmado cogí las piernas de la nena y las levanté hasta dejarlas sobre su pecho. Su panocha se abría de esta manera deliciosamente y quedaba a mi completa disposición. Ella miraba su entrepierna y vio mientras le acercaba mi erguido y ancho pene. La cabeza se posó entre los labios vaginales y restregué arriba y debajo de la rajada la gruesa cabeza que brillaba por la saliva que le había puesto segundos antes.
Nerviosa y ansiosa Palma esperaba que la apuntara al interior, así lo hice tras algunos minutos de estar estimulando sus labios, con una mano sujeté el pene y empujé la punta ligeramente en el pequeño agujero. Hasta esos momentos nada sucedía Palma miró atenta como mi glande se metía solo un poco en su conchita. Empujé un poco más de nuevo y ella trató de echarse hacia atrás pero sin conseguirlo.
– ¡Me dolió! – dijo.
– Sí, vas a tener que aguantar.
Ella regresó la mirada a su entrepierna y yo nuevamente empujé mi verga inútilmente. Ella se volvió a quejar pero esta vez soportó sin moverse. En realidad tenía el agujerito muy estrecho y vi que costaría mucho trabajo el metérselo, pero era inevitable que sucediera. Acomodando mi cuerpo un poco más arriba volví a sujetar el pene y lo apunté sin empujar en esta ocasión. Con las caderas moví la verga hasta dejarla en una posición agradable y empujé levemente volviendo a clavar el pequeño pedacito que le entraba. Miré sus ojos que no se desprendía de su entrepierna y todavía esperé un poco más. Ella se sujetaba las piernas para mantenerlas sobre su pecho y su cabecita estaba levantada sin dejar de mirarse y mirar mi pene entre sus labios vaginales. Muy lentamente fui moviendo mi cuerpo buscando el ángulo adecuado para el ataque. Por fin lo conseguí y esperé solamente un par de segundos más. Empujé entonces con fuerza y el glande se sepultó entero en la conchita.
– ¡Ayyyy! – fue algo así entre gemido y grito.
Inmediatamente un hilillo de sangre se precipitó por su conchita y bajó por las nalgas. Yo empujé todavía con más fuerza y ella volvió a pegar esa especie de grito, pujido y gemido. Mi verga estaba una cuarta parte dentro de su cuerpo. Era difícil avanzar pues la pequeña estaba sumamente estrecha y a pesar de la lubricación me costaba trabajo empujar, también mi pene se lastimó un poquitín. Pero no era momento como parta detenerse y seguí avanzando en su interior mientras que ella se quejaba y lloraba.
Soltó sus piernas pero yo ya me encontraba preparado para eso y las sujeté con mis manos aplastándolas contra su pecho y empujando con más fuerza mis caderas contra su vagina. La mitad de mi tronco había logrado ya ingresar y lentamente me comencé a retirar pero solo algunos milímetros para luego volver a avanzar y empujar cada vez más y más profundo.
Palma trató de zafarse por todos los medios posibles pero ya no iba a ser posible que lo lograra pues la tenía sujeta con fuerza y empujaba mi verga más, lloraba y no podía articular palabra mientras me miraba con algo de odio en su carita.
– ¡Aguanta nena!... Ya casi te la meto toda... ¡Aguanta! – le dije.
Ella no contestó pero desistió de seguir escapando y aflojó un poco su cuerpo, finalmente tras unos diez minutos mis bolas chocaban contra su ano, las lágrimas habían dejado de correr por las mejillas de la niña y solamente continuaba mirando como mi verga se perdía profundamente en su rajada.
– ¡Ya!... Lo tienes todo dentro... ¿Qué sientes?
– ¡Todavía me duele!
– Aguanta un poco más chiquita... ya va a comenzar a doler menos.
Inicié un lento y pausado bombeó tratando de no lastimar más a mi hermosa Palma, la verga se comenzó a retirar de su más profundo interior y la saqué casi hasta el glande, luego reingresé, todo lentamente. Lo estuve haciendo de esa manera durante unos diez minutos y afortunadamente el placer se comenzó a imponer, la expresión en el rostro de mi pequeña damita fue cambiando lentamente y sus gemidos se comenzaron a imponer a sus quejas.
Con esa satisfactoria señal comencé a aumentar el ritmo en mis movimientos, la lubricación en su interior también se incrementó y ahora era más satisfactorio el entrar y salir de mi garrote para ambos. Los ojos de la niña se fijaron en los míos y me regaló una hermosa sonrisa que me demostraba ahora que ya comenzaba a gozarlo. Seguía aumentando la velocidad de mis embestidas y se comenzaron entonces a producir los clásicos chasquidos húmedos al entrar y salir del garrote.
Sin sacarle la verga a la nena dejé que estirara las piernas pues seguramente ya se le habían acalambrado, ella las estiró lentamente mientras que yo seguía profundamente clavado entre sus labios vaginales.
Con sus piernas estiradas y abiertas la penetración se volvió más fácil y así ella comenzó a dar sus primeros gemidos verdaderamente satisfactorios. Mi grueso tronco completamente embarrado con los jugos de su interior siguió bombeando una y otra vez y ya comenzaba a sentir los primeros espasmos del orgasmo. La velocidad aumentó entonces más y Palma me abrazó por el cuello ofreciéndome sus labios, me agaché para responderle y empujé con más fuerza contra su vientre.
La niña se comenzó a venir justamente junto conmigo, nuestros cuerpos se movía al unísono y su vagina se apretó intensamente contra mi tronco, sus jugos se mezclaron con el semen que comencé a dejar profundamente en cueva, el placer se prolongaba con cada embestida contra el delicado cuerpo de Palma y ella gemía, casi gritaba por lo que comenzaba a experimentar.
La niña me exprimió por entero, toda mi leche quedó dentro de su vagina y sus jugos se mezclaron con ella, cuando saqué mi verga la leche corrió por sus labios vaginales abiertos y mojó la colcha. EL semen blanco y sus jugos se mezclaban con un poco de sangre de su desvirgamiento. Nos recostamos y descansamos un par de horas, al final le entregue una buena cantidad para que la disfrutara junto con su madre.
Llevó tres años cogiendo con esa tierna criatura y ya vive en una mejor propiedad que por supuesto yo le he pagado. Ella coge con quien lo desea y así ninguno de los dos tenemos problemas para hacerlo con quien tengamos oportunidad.
Fin