El relato erótico "La dulcerita, Parte 02 (Final)" es un texto de ficción, ni el autor ni la administración de blogSDPA.com apoyan los comportamientos narrados en él.
No sigas leyendo si eres menor de 18 años y/o consideras que la temática tratada pudiera resultar ofensiva.
- La dulcerita, Parte 01
- La dulcerita, Parte 02 (Final)
Sandy llegó al piso, avanzando muy lento por mis piernas; sin dejar de masturbarme y mirarme la verga, pasó junto a ella dándole un rápido y veloz lenguetazo. Como una auténtica viborita, reptando se deslizó sobre mis piernas desnudas con mis pantalones y bóxers hasta los tobillos, pasándome su entrepierna vestida sobre ellas y mis rodillas, restregándose con pasión inexplicable en una niña de 14 años.
Al fin quedó montada en mis pantorrillas; con las manos sobre mis muslos bien derechita, me miraba fijamente la reata en silencio, con una carita de vicio y calentura que la hacía verse muy bonita. Yo le enseñaba la verga sacudiéndomela frente a sus atentos ojos, mostrándole completos lo bien largo y grueso de ella, que siempre me ha enorgullecido y hecho sentir tan seguro de sus dimensiones y de su efectividad en todos mis encuentros con el sexo opuesto. Ahora se la mostraba a esta nena, de quien sólo sabía su nombre y edad, además de que ya me había aceptado, sin entrar en detalles, que no era la única verga que había visto en su vida, pero por la expresión de su cara, yo notaba que era la mejor que hasta hoy conocía, y ésto lo iba yo a aprovechar, vaya si no.
La diferencia de estatura quedaba de manifiesto en la postura en que estábamos, su casi metro y medio descansaba cómodamente en mis piernas (yo ando sobre el metro 85 ), incluso se acomodó con confianza, con sus codos en mis muslos, para ver más de cerca el garrote que le enseñaban, viendo a escasos 20 cms como me lo jalaba y me pelaba bien la cabezota, que para entonces ya era morada de lo caliente que me encontraba; ni siquiera sentía su peso, de no más de 40 kgs y para nada me molestaba tenerla montada sobre mis piernas, estaba muy ligerita la nenita. Solita acercó su carita a mis pelotas, rozándolas con la naricita con suavidad y con cariño; así, de detrás de mi garrote, me mandó una tierna y traviesa sonrisa. Ni aquí y ni así dejaba de ser una niña.
Yo la tomé de la nuca y le puse la verga a lo largo del rostro, con la barbilla descansando en la base, sobre mis testículos, cruzándole por la boca, la nariz y la frente… uffff!!, le salía sobre el copete toda la cabezota de mi pitote y de ancho casi le tapaba la mitad de la carita.
Ahí afloró mi lado sátiro, el que yo no conocía… Le pasé el fierro por las mejillas muy lentamente, sin prisas, no sólo gozando de la sensación de la caricia, sino del cuadro mismo que en primera fila observaba. El desigual encuentro de un adulto bien dotado con una Lolita de facciones infantiles y con esa expresión de vicio en ellas al sentir como le acariciaban tan obscenamente la cara con una vergota de más de 8 pulgadas, me puso loco.
Le levanté la cara y la enderecé para que me la agarrara con las manos y me la jalara, la tomó y la sacudió; un sincero y admirado «Está bien grande!!», salió de su boca antes de ponerse la punta del chile en los labios, sola se metió la cabeza y me la empezó a succionar con calma, sabiendo lo que hacía. Era obvio que no había tenido algo así en el interior de su boca pues buscaba el modo de mamármela sin rozarla con los dientes, quería abrir la boca lo más que pudiera, pero ya era todo lo que daba. Esta niña bien que sabía el efecto incómodo que causan los incisivos en la delicada piel de un pito masculino. Vaya!!, cuántas sorpresas.
Así estuvo un rato, mamándome bien el tolete, ya más cómoda después de que le dije que me lo llenara bien de saliva para que resbalara mejor entre sus labios y de que su boca dio de sí, aceptando ya muy bien toda la cabezota y algunos centímetros de verga invadiéndosela casi hasta la garganta. ¡¡Qué vicio, qué delicia!! La tomaba de su cabeza por los oídos y le marcaba el ritmo, sintiendo lo pequeño de su cabecita, mis manos la agarraban con facilidad como si fuera una pelota mediana, moviéndola y forzándola a los lados para ver como se le dibujaba mi glande en las mejillas, distendiéndolas al máximo, abusando de ella. Parecía que quería agujerárselas con mi pitote.
Ella se retiró de mi verga y se puso una cosa, como liga forrada, que traía en la muñeca para sostenerse el pelo en un chongo, qué linda se veía!! con sus brazos sobre su cabeza, maniobrando para hacerse el chonguito sin dejar de mirar un solo instante mi irritada y ensalivada palomota. Parecía una mujercita en miniatura.
Al terminar se dispuso de nuevo al juego, yo al notar como le cambió la cara con el cabello recogido, no la dejé volver a clavarse mi pico en la boca, sino que la levanté en vilo y me la monté, aún vestida, sobre mi abdomen para besarla, acomodándole la verga entre las piernas.
Ella se tomó de mi cuello y empezamos otra sesión de húmedos besos. Mis manos la empezaron a recorrer como si de una mujer hecha se tratara. Le acaricié la espalda y las nalguitas sintiendo como respondía y sus besos se apasionaban más y cómo se movía sobre mi camote, notándolo claramente a lo largo de su rendijita apretada por su pantaloncito.
Le metí las manos por debajo de la camisetita que traía y le sobé los incipientes pechitos, sólo sentía sus pezoncitos muy parados, casi no había más, pero a ella le gustó mucho y solita se levantó la blusa, forzándola porque le quedaba muy justa, y me tomó de la cabeza invitándome a probar. Tuve que levantarla un poco de las axilas, no alcanzaba bien, y me puse a chupetear y lamer esos botoncitos como frijolitos tiernos del mismo color de su piel.
Ella sola se empezó a desabrochar el pantaloncillo, mientras yo le chupaba los pezones, tal parecía que estaba dispuesta a pasar al siguiente nivel. Cuando vi que ya el broche y el sierre estaban libres la bajé de mí y la puse de pie en el suelo. Sus manos deslizaron la prenda por sus caderitas y aparecieron sus calzones, blancos, inmaculados… Sin darle tiempo a que siguiera quitándoselos, la atraje a mí y le metí la mano entre el calzón y su abdomen, era increíble la humedad que encontré, parecía gel y su cantidad era muchísima.
Le metí un dedo y ella sumisa abrió las piernas para que yo le siguiera. Entonces metí otro dedo y cupo!! Le pregunté si ya no era virgen y me dijo que no, sólo con la cabeza, como ya era su costumbre.
La puse de espaldas y me la senté en la verga, con su pantalón hasta medio muslo. Desde allá metí mi mano otra vez por entre su calzón, sin quitárselo y le recorrí toda la pepita, llenándomela del liquido vaginal que la cubría toda la vulva y le seguía saliendo.
Le metí los dedos y ella sola se restregaba apasionadamente mi vergona en las asentaderas, moviéndose como una serpiente, descontrolada.
Se vino la nena… y vaya que se vino. Me parecía que se iba a desmayar, por un momento me asusté. La sentí ponerse tiesa, hasta pesó menos… Me sacó un susto, carajo!!
Cuando reaccionó la puse de ladito sobre mí, como bebé y la miré de cerca, examinándola. Como si de una mujer se tratara, abrió sus ojos, se limpió el sudor de la frente con ambas manos y mirándome fijamente me dijo: «Haayyy, qué rico… Oiga… Qué rico me hizo»… No pude menos que volver a prenderme de esa boca y meter mi lengua lo más profundamente que pudiera, impresionado y destanteado por esta criatura que no terminaba de sorprenderme. Desde luego ella aceptó perfectamente la lascivia de mis besos acoplándose de inmediato a mi exigencia. Así descansando en mi brazo la tomé con mi otra mano de la cara y con mis dedos le apretaba las mejillas forzándola a abrir bien la boquita y así le metía la lengua y le pedía que sacara la suya para chupársela y lengueteársela con la mía, en un beso muy, pero muy cachondo.
Ya muy calientes le dije que se la quería meter, que si podría aguantar mi vergota… Respondió que sí, sólo que se lo hiciera despacito pues la tenía demasiado gorda. Le pregunté que comparada con quién. No lo podía creer, me interesaba mucho saber quién más le metía mano a esta niña, como si se tratara de una mujer… de una de mis mujeres.
En eso estábamos, casi le saco la confesión cuando se escucha el cerrojo de la puerta principal… En la madre!!, quién podría ser a estas horas, tal vez mi padre… Ya valió verga!!
Como en las caricaturas a toda velocidad nos empezamos a vestir y yo desesperado notaba cómo no pudieron abrir y empezaron a tocar la puerta con fuerza. Ella tranquila me dijo que había puesto el cerrojo interior, que no iban a poder entrar si no lo retirábamos desde adentro. Bendita seas!! Si no hubiera hecho eso cuando llegó, nos hubieran sorprendido gacho.
Escuché el grito de: «Licenciado, Licenciado…ábranos!!» Eran los señores que hacían la limpieza, un matrimonio de edad al que papá tenía confianza para trabajar de noche en el aseo general de las oficinas, no me acordaba. Agarré a Sandy de la mano y con su canasta la llevé al lobby y la escondí bajo el escritorio de la recepcionista. Les abrí a los señores del aseo, confiado en que siempre empezaban de atrás hacia delante, o sea del fondo hacia el frente de las instalaciones. Nos saludamos y ellos se fueron al fondo a empezar su labor.
Cuando vi que estaban lejos y ocupados fui y saqué a la nena de donde la escondí y le dije que si me esperara en la calle, que se fuera a la esquina de a dos cuadras y que pasaría por ella en mi coche, que si podía ser?, que tenía muchas ganas de cogérmela y no aguantaba . Claro!!, oiga -me dijo- yo también quiero todo con usted. Nos besamos como novios y la saqué a la calle, no sin antes asomarme a ver si no había quien nos viera… ¡¡Qué onda, cabrón!!, que chingados me pasaba?? Esta chavita me traía loco perdido, cómo era posible…
Fui y me despedí de los afanadores y me subí al carro, todavía evaluaba lo que iba a hacer, pero no había más: Hasta la saliva de esa criatura me gustaba!!, los que han tenido muchas mujeres en su vida me entenderán, cuando se junta el gusto por una combinación de detalles de una mujer ( físicos desde luego, los «internos» como ellas dicen, nos valen madre), esa nos pierde, nos enloquece, y tal parece que no importa su edad…
Me dirigí a la esquina acordada y allí estaba. Puta madre!!, es una niña, no mames… pensé cuando la vi tan pequeña, media cuadra antes de llegar. No traía su canastita. Al subirse le pregunté por ella y me dijo que la había encargado en el resturante de la esquina, amigos de ella, para no tener que cargarla, que allí la dejaba siempre.
Y ahora qué?, pensé. No. No, se me hace que ahí la dejamos, no me vaya a meter en un pedo… en un broncón. Casi estaba por decirle que mejor ahí la dejábamos, que se bajara, cuando en un semáforo en rojo, se hincó en su asiento y echándome los brazos al cuello me metió la lengua en la boca; me dio un beso tan sabroso y me apretó la verga con suavidad sobre el pantalón, que me desarmó. Diciéndome con sinceridad inocente: -«Hay, oiga, ya quiero estar con usted. Me gusta bastante, lo amo… nunca pensé que se me hiciera con usted; se lo voy ha hacer bien rico»…
Ufff!!!, la verga me dio un brinco, sentí clarito como me salía un chisguete de jugo preseminal retenido; pinche niñita… le sacaba años luz a algunas pendejas, mucho mayores que ella, que se han cruzado en mi camino.
El semáforo cambió y avanzamos, aprovechando que traigo los vidrio tintados y que ella no hacía mucho bulto, me abrí la bragueta y me saqué la reata rampante y muy hinchada, por la poca acción de la semana y por como me la ponía esta mocosa.
Ella se sentó bien y la miró, encantada y feliz. Me la saradié y conduciendo le dije: -Mámamela, chiquita, mira que rica la tengo. Solita se inclinó sobre mí y se puso a saborear su nuevo juguetote, mientras yo pensaba en una lugar seguro para darle final feliz a mi locura. Incluso, moví el espejo interno para con la luz mercurial, ver aunque sea poquito, como me la chupaba. Así de ladito le cabía más porción de chile y se sentía divino.
Me acordé de un motel, sobre una carretera de las que entran a la ciudad, a donde he ido varias veces. En auto entras hasta el cuarto, nunca se ve a la pareja que llevas, solo sacas el dinero por la ventanilla, por una rendija sin bajar el vidrio. Sandy iba dándome una mamada deliciosa, de esas que sientes que las plantas de los pies te arden, cabrona niña, que bien sabía comer verga!! En los semáforos la agarraba de la cabeza y le decía cómo le hiciera, que me lamiera con su larga y delgada lengua todo el camote y que me la metiera por el agujero de la cabezota. Iba yo encantado!! La tuve que interrumpir para que me dijera hasta qué hora podría llegar a su casa, ya eran casi las 9 pm. Fue algo chistoso oír el ruido que hizo su boca cuando le saqué el fierro de ella, incluso la tuve que agarrar del chongo pues se resistía a separarse de la vergona que se estaba refinando. Me dijo que no había problema, que ella algo inventaba, que no me preocupara. Se clavó el garrote otra vez hasta las amígdalas y le siguió sin importarle siquiera adónde íbamos.
Al llegar a las cercanías del motel, la separé de mi reata y le dije que se echara mi chamarra encima hasta la cabeza. Así entramos sin problema. Después de pagarle a un tipo nos pasaron a una habitación con cochera y cerraron tras nosotros el portón. Bajé a la nena envuelta en la chamarra y yo con la reata de fuera y nos encerramos con llave. Ya estaba, ya no había reversa, le iba a meter mis urgidas 8 pulgadas y ¼ en su agujerito de 13 años.
Encantada se puso a revisar el cuarto y a moverle al televisor, feliz e impresionada, no creo que hubiera pisado un motel en su vida, ya sería mucha mamada.
Entré al baño, a enjuagarme la verga en el lavabo y exprimírmela un poco, cuando salí ya estaba desnuda, encueradita completamente. Se acercó a mí y me abrazó por la cintura, recargando su cabeza en mi pecho; de puntas en sus pies era notable la diferencia de estaturas. Le di un besito en la cabeza y la separé de mi, la cogí de las manos y la invité a que me modelara para verla bien.
Muy delgadita, espigada. Sus pechitos apenas eran una promesa y su cintura muy breve. Sus caderas si eran algo sinuosas, seguramente por los camotes que ya se había tragado y sus piernas bien proporcionadas a su delgadez, largas y torneaditas. Su chuminito era lampiño, tenía algunos pelitos, no gran cosa. Lo que me gustó mucho fueron sus nalguitas, llenitas y esponjosas, redonditas y muy tersas.
-Qué bonita!!, chiquita, qué chula estás…le dije, sabiendo que su joven vanidad necesitaba incentivos y eso, a mí, me daría mejores resultados. –Le gusto?, oiga. Usted también me gusta mucho, siempre me ha gustado… desde hace mucho que me lo quería «echar»… me confesó, inocente y enamorada.
Vaya con la niña, ya me traía en jabón!!
Algunas veces conversando con mis amigos tocamos el tema de las chavitas y discutíamos cuando alguien afirmaba que ya ellas estaban muy adelantadas. Ahora lo compruebo.
La acosté boca abajo en la cama, con las piernas colgando y me dispuse a gozar de esas nalguitas que tanto me habían gustado. Me hinqué en el suelo y se las besé con calma y se las lamí metiendo mi lengua entre las dos, acariciando la tersura de sus muslos. Ella se empinó un poco y pude llegar fácilmente hasta su culito y su rajadita. Qué delicia, limpiecitos, deliciosos. Suspirando se subió bien en la cama y se puso de rodillas y empinándose arqueó sus nalguitas dejándome el camino más fácil todavía, para meterle la lengua bien adentro de la pepita y en la colita.
Después de un rato, la volteé y la puse de espaldas en la cama, le abrí bien las piernas y me dejé ir a su rajita a lamer y chupar como bien sabía que le gusta a las viejas. Se puso como camión y se vino en un delicioso orgasmo, temblando como un pajarito mojado, apretándome la cabeza con sus muslos. Agridulce, fresco, exquisito, así es el jugo de esta criatura; caliente y suave… Nunca probé nada igual.
Mientras ella estaba como dormida, como antes en la oficina en su primer orgasmo de la noche, yo me desvestí completo. La cargué y la llevé a un sofá que estaba a un lado de la cama, para quitar las sábanas y meternos bajo ellas.
Cuando regresé por ella ya estaba «conciente» y, recargada de lado en el sofá con las piernas abiertas, se tocaba con los dedos la rajadita de la pepita. La manera como me miraba me hizo pensar si acaso no sería una mujer hecha y derecha atrapada en un cuerpo de niña de 13 años. Qué pendejadas, verdad? No puedo describir la expresión de su rostro, de sus ojos. Era una mirada de «mira lo que te ofrezco, saboréalo…», de calentura inaudita, descarada y cachonda.
Me acerqué y ella en ningún momento dejó de acariciarse sola y de mirarme a los ojos. Al verla así se me antojó un beso de esos que ella sabe dar y me puse de rodillas en el piso. Me acerqué y me pegué a su boca sintiendo el delgado estilete de su lengua entrar hasta mi campanilla. Estuvimos cerca de 10 minutos ensalivándonos mutuamente las bocas, ella nunca dejó de acariciarse la vulvita mientras me besaba. Me enderecé y le ofrecí mi garrote, henchido ya de la presión que traía, con las bolas a punto de rompérseme de lo atrasado que andaba.
Se lo metí en la boca y le solté el pelo de la liga que traía, se veía muy sensual… Movía su cabellera, cambiando de posición para mamarme bien la verga, echando su cabellera sobre ella y retirándola de un golpe de su cuello y cabeza, buscando mi fierro desde otra posición.
La recargué otra vez en el sofá y me monté encima de ella, con mis rodillas a ambos lados de su cuerpo. La tomé de la cabeza y la empecé a poseer por la boca. Le metía mi palote hasta que topara y se lo sacaba todo, sólo para que tomara aire o para hacerla que me besara y lamiera los guevos y se la volvía a enterrar con firmeza. Al no sentir sus manos ni en el fierro ni en mis piernas, las busqué y las encontré entre sus muslos, pajeándose a todo lo que daba con ambas. Nunca dejó de autosatisfacerse.
De su boca salía una gran cantidad de saliva que ella sorbía cuando le daba oportunidad. Mi verga estaba increíblemente parada y gorda. Sólo la loca casada que me estoy cogiendo ha logrado ponérmela así y eso cuando me dice en la cama que quiere que su marido nos vea cogiendo para que vea el vergón que le están metiendo y que sepa cómo se hace; y como lo conozco a él y esta perra antes de mí, era muy mojigata, me acelera la arrastrada.
Sentí como desde lo más profundo de mi próstata se desprendían los mocos por litros y me recorrían todo el tubo del fierro y sin parar de literalmente jodérmela por el hocico, le dejé ir lo primero que salió, dando un grito que seguramente se escuchó por todo el puto motel. Ella se aguantó, firme, valiente. La leche le salía a presión por los lados de la boca, como si ella misma la estuviera escupiendo sobre mis muslos. Cuando se la quise sacar ella no se dejó… quería que me la siguiera chingando por la boca. Se la volví a meter y así a medio palo, volvimos a la carga sólo para que un par de minutos después ella fuera la que descansara en un sabroso orgasmo, más silencioso que el mío, pero no menos rico. Se había estado masturbando mientras yo se lo hacía por la boca, será caliente la nena?
Nos fuimos al baño y nos metimos en la ducha. Con cariño y paciencia me lavó bien todo el garrote y los testículos mientras platicábamos. Le preguntaba que con quién más había estado y se resistía a responder. Le dije que no fuera fea, que me tuviera confianza, que me ponía triste que no me lo dijera… –No, oiga, no se ponga triste porque me hace llorar…yo lo amo y no quiero verlo así… me respondió, y se le llenaron los ojos de lagrimas.
Ah chingado!!, pensé. Pues cuándo empezó esta niña a soñarme? Bueno, pues ahí voy. Tengo que aprovechar y sacarle la sopa, no? A ver que me dice. Además falta lo bueno, dejarle ir mi buen amigo, «el 8 pulgadas y ¼», hasta que tope bien adentro de sus entrañas….
Fin
NOTA: No logré encontrar la continuación de éste relato 🙁