Foto de familia, Parte 03 (de Kamataruk)

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    Capítulo 3

    - Te gusta el helado.

    - Está muy bueno.  Muchas gracias.

    Sveta y Sara disfrutaban del dulce mientras esperaban a Iván un viernes de puente por la mañana. La relación entre la primera y el padre de la segunda se estaba consolidando y a la mujer le interesaba mucho hacerse amiga de las niñas para no tener problemas a la hora de consumar sus planes. Quería congeniar con ellas y decidió empezar con la más pequeña sin duda mucho más proclive a aceptar esa relación. Estaba sopesando las diversas opciones que tenía cuando la pequeña le preguntó de improviso:

    - Oye, Sveta. ¿Puedo preguntarte una cosa?

    - Dispara.

    - Iván... ¿tiene novia o algo así?

    - ¿Te importa?

    - ¿Sí o no?

    - Algo hay...

    - ¿Qué pasa?, ¿Te gusta?

    - Pues... sí… un poco.

    - ¿No es un poco mayor para ti?

    -  No, no sé... quizás.

    - ¿Te apetecería... ya sabes... hacerlo con él?

    - ¿Tirármelo...? Nooo... - contestó la pequeña con gran soltura y poca convicción.

    Sveta había olvidado que Sara no entendía de eufemismos.

    - ¿Seguro?

    - ¡No se lo digas! Me moriría de vergüenza si se entera.

    - Tranquila. Será un secreto entre nosotras. Las chicas tenemos que ayudarnos.

    - De acuerdo.

    - Yo te contaré otro secretito...

    - ¿Cuál?

    - Pero no se lo digas a nadie.

    - Seré una tumba.

    - Iván... y yo... a veces...

    - ¿Te lo tiras? - interrumpió la niña entre toses.

    A punto estuvo de atragantarse con el helado.

    - Bueno... algunas veces. Pero desde que estoy con tu papá no lo hemos hecho más. No soy de esas que van poniendo los cuernos por ahí…

    - ¡Joder!

    - Y no es que él no lo intente, pero tu padre me gusta bastante.

    - Increíble.

    - Está como loco por hacerlo.

    Por una vez en la vida Sara se quedó sin decir la chorrada de turno. Sintió un cosquilleo en el bajo vientre al imaginar al Adonis rubio tremendamente excitado.

    - Sara... espero que no te moleste la pregunta. Tú ya lo has hecho, ¿verdad?

    - ¿El qué?, ¿Follar con un chico? ¡Pues claro...! - Dijo poniéndose en la boca una considerable porción de helado.

    - Pero... ¿cómo?, ¿cuándo?

    - El verano pasado me lo hizo un monitor del campamento. Laia no me cree, pero es cierto. Lástima que el muy gilipollas esperó a la última noche si no podríamos haber follado más veces...

    - ¿Era mayor?

    - ¿Mayor? - Sara se pensó la respuesta - Sí, un viejo...  como tú más o menos.

    - Un viejo como yo - repitió Sveta con una sonrisa -. ¿Y te lo hizo bien?

    - Bueno... no sé. Supongo. No tengo a nadie más con quién comparar. En la fiesta de despedida me llevó detrás de la casa rural, hizo que se la chupara, me bajó las bragas y me la metió...

    Sveta realmente estaba asombrada con la poca importancia que la chica daba a la entrega de su virgo. Lo que para otras había sido un trauma ella lo contaba como si de una excursión en el campo se tratase.

    - ... y cuando se cansó me la metió en la boca y se corrió. Casi no le salió leche. En realidad, no era más que un pervertido de mierda. Entraba en los vestuarios mientras nos duchábamos con excusas la mar de tontas y se ponía las botas a la hora de los masajes. Me robó las bragas y todo el muy puerco. Me dijo que coleccionaba las de todas las niñas que se cepillaba. Pero ahora cuéntame tú. Iván ¿qué tal lo hace?

    - Muy pero que muy bien...

    - ¿Mejor que mi padre?

    A Sveta le pilló algo desprevenida la pregunta. Se pensó la respuesta porque ambas opciones tenían ventajas e inconvenientes.

    - Lo hacen diferente.

    - ¿Puedes explicarte?

    - Eres una chica curiosa.

    - Tú has empezado. Yo te he contado todo.

    - Tu papá es más dulce, le gusta hacerlo más despacio con más sentimiento. En cambio, Iván es un salvaje.

    Los ojitos azules de Sara brillaron al escuchar aquello.

    - Salvaje... - murmuró.

    - Sí. Es un bruto. Además, le gusta hacer otras cosas aparte del sexo vaginal...

    - ¿Otras cosas?

    - Sí, ya sabes...

    - No. No sé... cuenta...

    - Y Laia... ¿también lo ha hecho?

    - ¿Laia? ¡Qué va! Si ni siquiera se toca apenas. Es una monja, una estrecha. Hasta los chicos de su clase lo dicen. A ella lo que realmente le gustaría es...

    Sara paró en seco su perorata. Dudó en revelar el secreto más íntimo de su hermana. Había jurado por la tumba de su madre que jamás lo haría.

    - Dime, ¿qué le gustaría hacer a Laia?

    - No... no puedo decírtelo.

    - Venga. Confía en mí. No se lo contaré a nadie.

    - No... no.

    - Venga. Si me lo dices te prometo que buscaré la manera de que puedas estar a solas con Iván. Ya me entiendes...

    Sara dudó y en la duda estuvo su perdición.

    - No sé.

    - Venga...

    - Lo que a Laia le gustaría es... - hizo una pequeña pausa aclarándose la garganta - ... que su primer polvo fuese con papá.

    - ¡No fastidies!

    Al ver la expresión de incredulidad de Sveta intentó plegar velas, pero ya era demasiado tarde.

    - Bueno es lo que creo yo. Ella no me ha dicho nada, pero como a veces duermen juntos...

    - ¿Duermen juntos?

    Sara estaba cada vez más alarmada. En lugar de suavizar las cosas su verborrea las empeoraba por momentos.

    - Solo cuando llueve. Tiene miedo a la lluvia, eso es todo. Pero eso no significa nada. Júrame que no le dirás nada a nadie. ¡Prométemelo!

    - Te lo juro por mi madre, que también está muerta.  Mira, ahí está Iván.

    - ¿En serio? - Dijo la niña en tono aliviado al verse libre del embrollo en el que se había metido. 

     - Antes de que llegue te contaré uno de sus secretos.

    - ¡Dime!

    - Le gusta hacerlo... por detrás...

    - ¡Por el culo! - y de forma inconsciente se metió por la boca tal cantidad de helado que a punto estuvo de salírsele por la nariz.

    - Sígueme el rollo y verás como hoy mismo será tuyo.

    - Hola chicas. ¿Qué tal estáis?

    - Muy bien.

    - Hola... Iván.

    - Hay cambio de planes.

    - ¿Cambio de planes? - preguntó el muchacho.

    - No vamos a hacer las fotos en el parque.

    - ¿Ah, no? -  Las haremos en el estudio. Allí estaremos más cómodos, ¿verdad Sara?

    - Sí - respondió la niña nerviosa. - Mucho más cómodos.


    Mientras recorrían las calles en dirección al estudio los hermanos intercambiaron impresiones sin que la otra tuviese la menor idea acerca de qué hablaban:

    - "¿Qué cojones pasa?" – Preguntó Iván en su lengua materna.

    - "Eres un chico con suerte, vas a tirarte a esta putita. "

    - "¡No jodas! ¿Y eso?"

    - "Es una especie de acuerdo con ella. Tú déjate llevar y disfruta, cabrón."

    - "Estupendo" - Y regalando la mejor de sus sonrisas agarró a su próxima amante de la cintura.

    No tardó demasiado en meterle la mano en el bolsillo trasero del pantaloncito corto. Sin perder la sonrisa ella la sacó de aquel sitio las dos primeras veces. A la tercera dejó que se quedase allí. Le agradaba sentir el calor en la nalga y esos leves apretoncitos que de forma insistente él le daba.

    Sveta no podía evitar reírse para sus adentros acerca de la actitud de la lolita frente al hombre adulto. Era muy joven, pero sabía usar sus armas mucho mejor que la mayoría de las mujeres. Tenía una sonrisa permanente en los labios, jugueteaba con uno de los botones de la camisa hasta que finalmente logró desabrocharlo, echaba los hombros ligeramente para atrás para exaltar su casi inexistente busto y no cesaba de reírle las gracias a Iván.

     Anduvieron los tres deambulando por las calles hasta llegar a la parte trasera de la tienda. Una vez dentro la pequeña Sara observaba cómo los fotógrafos iban de aquí para allá preparándolo todo. Se encontraba algo nerviosa pero también decidida a hacer todo lo que fuese necesario para conseguir al chico espigado de larga y rubia melena.

    - Pon esa cámara aquí y la otra más allá.

    - ¿Así está bien?

    - Muy bien.

    Sveta se acercó a Sara alcanzándole un par de zapatos rojos con un tacón de aguja considerable.

    - Toma. Póntelos. Creo que son de tu talla...

    La niña abrió la boca con la intención de explicarle a la otra que jamás había llevado un calzado similar a aquel, pero temió estropearlo todo así que se los calzó y, no sin cierta dificultad, caminó algunos pasitos cortos por el set de decorado.

    - Bueno, ya está todo listo. Podemos comenzar...pero Sara... ¿Aún estás así?

    - Ya me he puesto los zapatos...

    - Eso ya lo veo, mi vida. Pero no me has entendido bien o he sido yo la que no me he explicado correctamente... tenías que llevar puestos los zapatos... - Y tras una pausa Sveta continuó - ... solamente los zapatos.

    La preadolescente miró a los otros dos. Él sonreía y la fotógrafa le insistía con la mirada para que la obedeciese. También contempló las cámaras de video y sus luces parpadeando de forma intermitente, señal inequívoca que estaban en pleno funcionamiento.  En su mente aparecieron dudas. Ya no estaba tan segura de desear todo aquello. La semana anterior, cuando le comió el coño a su hermana en prácticamente idéntica situación lo hizo para demostrarle a la estrecha de Laia que sabía mucho más acerca de sexo que ella, pero en aquella ocasión era distinto. No tenía que demostrar nada a nadie. Se sentía incómoda.

    - ¡Vengaaa!

    La ninfa respiró profundamente y sus manos buscaron el siguiente botón de la camisa. Mientras lo hacía intentó consolarse imaginando la cara de envidia de Laia cuando le contase lo ocurrido. Dos polvos a cero, una más que considerable ventaja. Pronto los nervios se transformaron en furia hacia sí misma por parecer ante el chico más guapo del mundo nada más que una niña tonta. Decidió seguir adelante ocurriera lo que ocurriese. Lástima que el botón que tenía entre los dedos no opinase lo mismo.

    - Tranquila, yo te ayudo.

    Y fue el propio Iván quien terminó la tarea. Uno a uno los ojales fueron liberados y el torso desnudo de la niña apareció al verse despojados de la única prenda que los cubría. El hombre acarició tiernamente los minúsculos senos.

    - Tienes unas tetas preciosas.

    - Gracias - contestó la otra sinceramente agradecida -. Son un poco pequeñas. Las de Laia son más grandes.

    - A mí me gustan así... menuditas y sensibles, como las tuyas.

    Y les dio un segundo repaso todavía más intenso que el primero. Los botoncitos se erizaron casi más que el vello de la nuca de la lolita de trece añitos. Sin solución de continuidad ella sintió como aquellas manos descendían por su vientre, atacando firmemente el cierre de su mini pantalón que también cedió ante la pericia de Iván. Bastó un leve empujoncito para que dicha prenda y la braguita que le acompañaba cayeran hasta los tobillos de su dueña.

    - Eres un ángel. – Dijo Iván mientras agachado ayudaba a la pequeña a despojarse total mente de las prendas.

    - ¿Te gusto?

    - Muchísimo… - Contestó él mientras se levantaba.

    En su camino, sus dedos acariciaron el interior de los muslos de Sara, llegando incluso a rozar su pubis. Ella reaccionó abriendo las piernas ligeramente, prueba evidente de que deseaba que la maniobra se repitiese, pero lo que en realidad obtuvo fue un ardiente beso que la pilló totalmente desprevenida.

    - "¡Eso es! ¡Fóllatela!"  - Dijo Sveta visiblemente alterada con la cámara de video al hombro.

    Se moría de celos al ver a su hermano en manos de otra hembra, pero al mismo tiempo sabía que aquellas imágenes iban a reportarles pingües beneficios. El precio de la niña iba a subir como la espuma. Justamente el beso fue la chispa que necesitaba Sara para lanzarse por el precipicio sin paracaídas. Se colgó literalmente del cuello del muchacho, afanándose en complacer a la lengua furiosa que se colaba entre sus labios. Iván la agarró del trasero, alzándola para hacerle las cosas más fáciles. Sveta aprovechó el momento para realizar un plano corto de los pequeños orificios que pronto su querido hermanito iba a reventar.

    Cuando lo consideró conveniente indicó al chico el siguiente paso, una vez más utilizando su lengua materna. Sara sintió con desgana como el chico la volvía a postrar en el suelo. Ella hubiese preferido seguir así enroscada toda la vida con aquel trozo de carne buceando en su boca.

    - Ahora es mi turno, quítame la ropa.

    - Claro. - A Sara se le inundó el corazón de alegría, su segundo polvo se acercaba a pasos agigantados.

    El muchacho tuvo que agacharse un poco. Ni aun con tacones le daban los brazos a Sara para cumplir el encargo. Desprovisto de la camiseta, fue él que recibió las caricias y piropos.

    - Joder ¡cuántos bultitos!

    - ¿No habías visto nunca el torso de un hombre?

    - Sí, claro. Pero no como el tuyo. Está muy marcado… y duro.

    - Pues si quieres sentir algo duro de verdad… toca esto.

    Y agarrando la manita de la joven se la introdujo por el interior del pantalón hasta llegar a su miembro. Ella no dijo nada, pero tampoco retiró la mano.

    - ¿Qué te parece?

    Sara no perdió el tiempo en contestar. Atolondrada y febril, hubiese desabrochado aquel pantalón aun a base de mordiscos de ser necesario. Una vez el Apolo estuvo en cueros no podía dejar de mirar su estilete. Era algo digno de verse como ya intuía la niña. La miraba desafiante con su único ojo.

    - Sara. Baja a la tierra y escúchame.

    - ¡Sí! - Respondió la interpelada meneando la cabeza sin separar la vista de la serpiente.

    - Ponte de rodillas y agárrala mirando a la cámara.

    Hipnotizada, sin pensar las consecuencias de sus actos se apresuró a obedecer la orden.

    - ¿Así? - Apuntó la otra una vez cumplió su cometido.

    - Eso es. Ahora repite exactamente lo que yo diga y después... te la metes en la boca.

    - "Voy a follarme a este cabrón. Gritaré como una perra cuando me viole. Soy muy puta y adicta al semen. Mi hermana y yo estamos en venta. Pujad por nosotras y no os arrepentiréis."

    Difícilmente podía adivinar la niña el significado exacto de las palabras que había pronunciado en un japonés bastante chapucero. Tan solo le interesaba introducirse cuanto antes la barra de carne que Iván tenía entre las piernas. Era infinitamente mejor que la del monitor del campamento, tan curvada y minúscula.

    - ¿Te gusta?

    - Mucho - balbuceó entre mamada y mamada.

    - Métela todo lo que puedas y mira a la cámara.

    La niña se atragantó, le pudieron las ganas de complacer. Iván se molestó un poco y, cogiéndola del cabello prácticamente la obligó a continuar.

    - ¡Chupa! - le dijo sin contemplaciones follándole la boca a un ritmo más vivo.

    - "¿Qué tal lo hace?" - preguntó Sveta a su hermano.

    - "Tiene mucho que aprender aún, pero al menos le pone afición. No veas las ganas que tengo de mearle ahí dentro..."

    - " No... todavía es muy pronto para eso."

    - ¿Qué... decís?

    - Nada. Iván quiere meterte cosas en el culo mientras te folla - contestó Sveta con toda naturalidad -. Yo le digo que eres muy pequeña, que se limite a hacértelo por delante y nada más...

    - Pero si Sara lo está deseando, ¿verdad? ¿Verdad que quieres que juegue con ese culito tuyo?

    - ¡Sí! - Contestó la niña eufórica a más no poder.

    - ¿Ves? Díselo a Sveta, que no se lo cree.

    - Sí... - repitió - quiero que juegue con mi trasero. Quiero que haga lo que le salga de la polla con él.

    -Nunca mejor dicho.

    - Vale, tú misma. Ve a buscar los juguetes...  ya sabes dónde están, ¿verdad?

    Al principio le costó a la ninfa reaccionar, pero luego cayó en la cuenta de lo que Sveta quería decir. Se levantó como un rayo hacia el set de maquillaje y, en lugar de los bártulos de afeitar, recogió con sus manos las otras vituallas que allí se encontraban. No sabía cuál era la preferida de Iván así que optó por abarcarlas todas.

    - “A ver, a ver. Usaremos... bolitas pequeñas... no. Mejor los dos grandes. “

    - “Lubrícalas bien.”

    - Ya sé, ya sé – contestó algo molesto con su hermana por ser tan controladora -.  Sara, mi vida. Colócate en posición de perrito ¿Sabes cuál es?

    - ¿A cuatro patas?

    - Perfecto. Así la sodomización será más profunda...

    - Sodo... ¿qué?

    - Hacértelo por detrás...

    - Encularme, vaya.

    - ¿Te lo han hecho antes?

    - No, eso no.

    -  Siempre hay una primera vez para todo. ¿Trajiste el botecito rosa?

    - ¿Rosa?

    - Aquí está.

    - ¿Para qué sirve?

    - Es lubricante…

    - Lubricante… - el tono de Sara indicaba que no sabía muy bien de qué se trataba.

    - Lubricante, vaselina… llámalo como quieras. Es una especie de jabón para que no te duela el coño cuando te mete la polla ni el culito cuando te meta esta bolita...

    - ¡Ahgggg!

    Ella ya no pudo continuar hablando. Iván, de forma traicionera había agarrado su estoque y de una sola arremetida perforó la vulva de la niña de manera inmisericorde. No obstante, ya había tanteado el terreno comprobando sobre la marcha la lubricación del minúsculo sexo. Era más que evidente que la abertura delantera de ella no necesitaba de aderezo alguno, literalmente chorreaba jugos.

    - “Pero mira que eres bruto. No es más que una niña.”

    - “Que se joda, por puta”

    - Mmmm

    Los sonidos de dolor que salían de la boca de la pequeño potrilla pronto se transformaron en placer. Iván sabía perfectamente cómo moverse para hacerla vibrar.

    Sveta se movía de un lado para otro, buscando el mejor ángulo y la postura más explícita. Se recreó un buen rato con el pene de su hermano entrando y saliendo duro y brillante de aquel minúsculo, pero dilatado sexo. Alucinaba con las niñas como Sara, parecían delicadas y frágiles pero una vez en posición horizontal su elasticidad infantil les permitía realizar cosas en principio impensables para su edad, tales como albergar en sus entrañas hermosos cipotes como el de Iván. En realidad, ella misma había sido una de ellas y a una edad mucho más temprana que la de la niña de pequeños senos. Su papá tenía muchos amigos con ganas de jugar al doctor con ella.

    - “Se ha corrido” – anunció Iván sintiendo el incremento de mocos alrededor de su miembro.

    - ¿Te has corrido, Sarita?

    - Un… un poco.

    - No te reprimas. Los japoneses van a vender un montón de zapatos contigo.

    - Sí, sí… zapatos. – Dijo Iván entre dientes.

    - “¡Cállate, imbécil!  ¡Vas a joderlo todo! – Le gritó su hermana molesta.

    Furioso, Iván fijó su ira en la niña. Remplazó el ritmo rápido y suave por intensas y secas arremetidas que hicieron brotar grititos de su boca. La cara se Sara era un poema, totalmente descompuesta y sudorosa. Lo que aquel semental le estaba haciendo sentir era indescriptible, nada que ver con el torpe monitor que la inició, que apenas duró sobre ella un par de minutos para luego venirse en su boca. Iván estaba borrando a base de pollazos tan frustrante iniciación. Sintió hacia él un agradecimiento infinito. Haría todo lo que le pidiese sin vacilación alguna. Por eso, cuando notó que el muchacho jugueteaba con su ano no lo rechazó, sino que ella misma utilizó sus manitas para abrirse los glúteos. Deseaba por encima de todo hacerle feliz.

    - “¡Mírala, parece una perra en celo!” – murmuró el jinete introduciendo uno de sus dedos hasta las profundidades del agujero negro –.  “Aprieta de una forma increíble. Creo que voy a correrme pronto”

    - “Métele la puta bola primero y házselo en la cara, que eso vende”

    Tan excitado se sentía el semental que olvidó usar el lubricante, presionando con la bola el susodicho agujerito. La diferencia de tamaños era considerable pero aun así estaba decidido a cumplir su objetivo. Sara, lejos de amilanarse todavía tuvo fuerzas para abrir su culito tanto como pudo. Mordió uno de los cojines intentando de aquella forma ahogar su grito.

    - ¡No lo muerdas! ¡Grita, grita cuanto quieras, pero no lo muerdas!

    A una señal de su hermana, Iván presionó con fuerza. La fotógrafa pensó que iba a filmar un tremendo alarido que no fue tal en la realidad. El agujerito cedió con suma facilidad ante el estupor de los mellizos.

    - ¡Ummm… qué bueno!  - Se limitó a decir la potrilla, mordisqueándose el labio inferior.

    - “¡Se ha corrido otra vez! ¡Será guarra!"

    - ¿Lo… lo hago bien? – Dijo Sara en tono inocente con la esfera y la verga todavía en su interior.

    - Sí, mi vida. Eres la mejor. Ya habías jugado con tu culito antes ¿Eh? Ya te habías metido cositas por ahí. ¿A qué sí?

    -  S… sí. – Contestó mientras sentía como la bolita poco a poco abandonaba su orto.

    - Dime, ¿qué cosas?

    - El… el cepillo de… dientes… – continuó la niña alojando de nuevo a la esfera en su ser- … eléctrico.

    - ¿Por el mango?

    - ¡Sí!

    - “Nos vamos a hacer de oro con esta puta. Báñala en leche, que lo está deseando…”

    Ni cinco segundos invirtió Iván en sacarle la verga de la vagina, colocársela a centímetros del rostro y cumplir el mandato de su hermana.

    - ¡Joder, cuánta lech...!

    La niña no pudo terminar la frase ya que sus labios se vieron interrumpidos por el miembro babeante de Iván que derramó en su boca una porción considerable de su tibia esencia. Ella llevaba casi un año esperando que aquello volviese a suceder así que no tuvo problema alguno en tragárselo y buscar con su lengua cada resto de esperma que rodeaba el balano. Prácticamente a ciegas ya que sus párpados se encontraban empapados de semen comenzó a mamarlo esta vez con mayor intensidad si cabe. Deseaba para sí todo lo que aquel cipote estuviese dispuesto a darle.

    - “¡Rómpele el culo, a ver si después se ríe tanto!”

    Sarita se quedó con la boca abierta con evidentes ganas de seguir mamando, pero pronto volvió a estar a cuatro patas cosa que le indicó que iba a ser de nuevo penetrada y eso le agradó mucho. Su pequeño cuerpo cada vez le pedía más guerra.

    - Toma, chúpala… - dijo Iván poniendo a disposición de ella la esfera más pringosa.

    La lolita sintió una arcada tremenda al cumplir su cometido, pero hizo un soberano esfuerzo y no soltó el nauseabundo bocado. No quería estropearlo todo. Pronto su asco fue mitigado por placer al notar como el estoque rígido de Iván, presionaba decidido la entrada de su intestino. No pudo evitar al abrir la boca buscando aire que las bolas chinas cayesen sobre los cojines al percatarse de que su flor iba abriéndose cada vez más.

    - Des… despacito. – Murmuró sin apenas un hilo de voz.

    - Tranquila. Sé lo que me hago.

    - ¡Magnífico! – Intervino Sveta viendo por su objetivo la impoluta sodomización de la niña

    - ¡Hostia puta!

    - ¿Te gusta?

    - Mucho. Tienes un culito increíble, princesa. ¿Te duele?

    - Me… me escuece un poquito, pero está bien. – mintió Sara.

    - Voy a darte más fuerte.

    Y sin esperar respuesta procedió a trabajarle el culo a conciencia. La cría ya no pudo retenerse más y comenzó a gimotear a cada sacudida. Por mucha voluntad que tuviese el cipote del mellizo estaba haciendo estragos en su púber anatomía. Estaba a punto de cagarse y le dolía todo el cuerpo. Sentía chasquidos en su interior a cuál más doloroso.

    - ¡Para... por favor... me duele mucho!

    Pero su súplica no obtuvo la clemencia implorada. Iván estaba desatado, los contoneos de Sara intentando zafarse todavía encendía más su fuego. Alcanzó el clímax tras cuatro o cinco intensas empelladas que a punto estuvieron de dejar sin sentido a la chiquilla. Cuando él se levantó ella se quedó hecha un ovillo, rota de dolor, con el culo en carne viva y las lágrimas brotando sin consuelo de sus pupilas azuladas. Tan descompuesta estaba que ni siquiera se movió cuando sintió un cálido chorro de líquido indeterminado cayendo sobre su nuca.

    Sveta no reprendió a su hermano por haber orinado sobre la jovencita. Sabía que era inútil. Cuando Iván se ponía así era del todo ingobernable. Se preocupó bastante, no por el estado de Sara que realmente le tenía sin cuidado, pero sí con su reacción ante la lluvia dorada. Era realmente pronto para aquello. No era extraño que las niñas aceptasen con gusto jugar con aquel tipo de fluidos e incluso en algunas ocasiones habían llegado a defecar en la mismísima boca de alguna que otra ninfa, pero eso solía ocurrir cuando su sometimiento estaba más adelantado, cuando estaban a punto de ser vendidas y enviadas a sus pervertidos dueños. Pero en aquella ocasión, en la que el proceso apenas estaba comenzando, era una práctica arriesgada que podía dar al traste con toda la operación y se jugaban mucho en aquel negocio. Un paso en falso podía costarles no solo dinero, sino también la vida.

    - Ve a ducharte, Sara. - acertó a decir solamente -. Dentro de un rato vendrá a buscarte tu padre.

    - ¿Puedo quedármelos? - Dijo Sara unos minutos más tarde al tiempo que mascaba chicle de manera compulsiva.

    Sveta no pudo por menos que sorprenderse ante la reacción de la niña. Estaba ahí, hablándoles como si nada hubiese pasado: alegre, jovial, descarada y desenfadada.

    - ¿Los zapatos? Pues claro...

    - Me los llevo puestos. Me hacen un culito más guay... ¿a que sí?

    Dijo acercándose a Iván que ya vestido se afanaba por recoger los restos de la cópula.

    - Toca... verás que duro se me pone.

    El muchacho le dio dos o tres cachetes para comprobar que lo que ella decía era totalmente cierto.

    - ¿Te duele?

    Sveta abrió los ojos. Era la primera vez que escuchaba algo parecido. Su hermano jamás se preocupaba lo más mínimo por las consecuencias de sus acciones en cuanto a la práctica del sexo se refiere. Nunca se había interesado por alguien, ni siguiera por ella.

    - ¡Naaa!

    - La próxima vez te daré más fuerte...

    - Me pongo cachonda con solo pensarlo. El día que viene repetimos, ¿vale?  Pero con una condición...

    Los mellizos se alertaron. Las condiciones solían traer problemas.

    - Que vuelvas a hacerte pipí encima de mí.

    Apenas pronunció estas palabras, cuando el padre de la pequeña viciosa llamó a la puerta del establecimiento.

    - Hola, ¿qué pasa? ¿Por qué cerráis con llave?

    - Hola - le contestó Sveta con un beso en los labios -. Lo hacemos siempre que tenemos una sesión. No queremos que algún entrometido se cuele en las fotos.

    - ¿Me estás llamando entrometido?

    - Puede...

    - ¡Bruja!

    - Te recuerdo que esta noche cenamos en nuestra casa con Iván. Trae vino, no te olvides.

    - Vale, vale. Oye, Sara ¿y esos zapatos?

    - ¿Te gustan?

    - ¿No eres un poco joven para esos tacones?

    - No seas pesado. Me los llevo a casa para practicar.

    - ¿Practicar? ¿Para qué?

    - Para desfilar, tonto. Voy a ser famosa en Japón. ¿A que sí, Sveta?

    - Bueno - Contestó la chica -. Te aseguro que en ámbitos especializados así será. Sin duda alguna.


    Poco después de marcharse su papá, Laia y Sara cenaron animadamente. A decir verdad, puede decirse que prácticamente pasaron directamente al postre y procedieron a atacar el enorme tarro del helado que tanto les gustaba.

    - ¡Cuenta!

    - ¡Iván me lo ha hecho!

    - ¡No fastidies! ¡No me lo creo…!

    - Que síiiii… Ha sido una pasada, mucho más guay que con el gilipollas del campamento…

    - Eres una mentirosa.

    - La tiene así de grande... – continuó la hermana pequeña simulando el tamaño del miembro de Iván y haciendo caso omiso de las dudas que la mayor expresaba –... y es tan guapo.

    -Ya te digo que no me lo creo.

    Sabía que dirías eso… aunque esta vez vas a joderte. Tengo pruebas.

    - ¿Pruebas?

    - Sí, pruebas. Le pediré a Sveta que te enseñe el vídeo…

    - ¿Vídeo? ¿Me estás contando que hay un vídeo de Iván y tú… haciéndolo?

    - Follando. Sí, eso es. ¿Por qué lo dices?

    - No, por nada.

    A Laia seguía sin cuadrarle que fuese necesario desnudarse para promocionar toda serie de productos y mucho menos practicar sexo con el mismo objetivo.

    - Lo que pasa es que tienes envidia.

    - No es eso… ¿no te parece un poco raro? Lo de las fotos, y eso…

    - Pues no. No te rayes con tonterías. Sveta es genial e Iván... tendrías que hacerlo con él.

    - Estás loca.

    - No se me ocurre nadie mejor que él para la primera vez. Es guapo y sabe hacer cosas increíbles con su pene.

     -Eres una guarra.

    - Y tú una ilusa. ¿Crees que papá va a hacerte algo teniendo a Sveta disponible?

    - ¡Te dije que fue solo un sueño! ¡Estás enferma!

    - No te mosquees, que es una broma.

    - Imbécil. No se lo habrás contado a nadie ¿verdad? Te mato…

    - No. – Mintió Sara lo mejor que pudo consciente del desliz que había cometido con la novia de su padre, esa misma mañana.

    - Más te vale.

    - ¿Sabes qué? – Repuso la más pequeña intentando desviar la atención – No solo me folló…

    - Sí, ya sé. Se corrió en tu boca o alguna barbaridad así…

    - No, bueno sí. Pero no es eso… me hizo otra cosa.

    - ¿El qué? Estoy empezando a asustarme.

    - Te lo cuento, pero si nos desnudamos antes.

    - ¡Uf! Estás loca…

    Laia estaba un poco hasta las narices de las niñerías de su hermana. Desde que Sveta les había dicho que practicaba nudismo en casa le faltaba tiempo para quitarse la ropa cada dos por tres. Incluso su padre le había reprendido un par de veces por ello, pero la niña era un espíritu libre y difícilmente domesticable.

    - ¡Vengaaaaa! ¡Y te dejo un rato los zapatos!

    El ofrecimiento hizo temblar las convicciones de la mayor de las hermanas. Se había muerto de la envidia al ver llegar a Sara con ellos puestos. Hasta entonces había pensado que ese tipo de calzado no iba con su forma de ser, pero al verlos en los pies de su hermana cambió inmediatamente de opinión.

    - Bueno, está bien...

    La niña más tierna dio unos saltitos de alegría. Le faltó tiempo para despojarse de cuanta prenda cubría su cuerpecito. También se quitó los zapatos de suela roja, los había llevado puestos todo el día pese a que en realidad le estaban haciendo un daño tremendo en los pies. Se había percatado de cómo los miraba Laia y por nada del mundo hubiese dejado pasar una ocasión como aquella de demostrar su superioridad frente a su hermana.

    - ¡Oh! - Exclamó Sara al observar a su rival completamente en cueros.

    - ¿Qué?

    - Estás muy buena.

    En efecto, la combinación entre las curvas de Laia y los zapatos de aguja resultaba endemoniadamente atractiva. El cabello ondulado cubría ligeramente los turgentes senos y los Louboutin  realzaban sus caderas de una forma espectacular.

    - ¡Ojalá yo sea algún día tan hermosa! - Continuó con sus halagos.

    -  Venga ya. No me tomes el pelo.

    - ¡Mira! - Dijo Sara llevando a su hermana delante de un espejo.

    Laia se miró al espejo y ciertamente se sorprendió de sí misma. Se encontró bonita por primera vez en su vida. Antes cuando observaba su reflejo todo eran defectos. Recibió una inyección de moral a la vez que un sonoro cachete en el culo.

    - ¡Ay!

    - ¡Tía buena!

    Pero Laia esta vez no contestó. Se quedó un buen rato mirándose desde diversos ángulos hasta que finalmente preguntó:

    - ¿Crees que le gusto?

    - ¿Gustar? ¿A Iván? ¡Seguro, tonta!

    - No... a Iván no...

    - ¿A quién pues?

    - A.… papá.

    Ninguna de las dos articuló palabra alguna hasta que por fin Sara contestó.

    - Eres hermosa. Todos los hombres te desearían si te viesen así... todos, incluido él.

    - ¿Crees que soy un monstruo por desear eso, por desear tener sexo con papá?

    Tras otra pausa más larga de lo habitual la más pequeña contestó:

    - No y no te hagas pajas mentales por desear eso. Lo que te pasa es más normal de lo que crees. Voy a contarte un secreto, pero prométeme por mamá que no se lo dirás a nadie.

    - Lo prometo.

    - Iván y Sveta lo hacen y son hermanos.

    - ¿Iván y Sveta?

    - Sí. Bueno, lo hacían hasta que papá y ella se han hecho novios...

    Laia se quedó muda.

    - ¡Pero ahora lo hará conmigo en lugar de con ella! Por todos los sitios como esta mañana, hasta por aquí…

    E intentó sin mucho éxito introducir uno de sus deditos en el ano de su hermana.

    - ¡Oye, estate quieta! ¡Serás cochina! – Gritó Laia zafándose - ¡Lo has hecho por detrás!

    - ¡Síiii!  Iván me ha sodo… sodo…

    - ¡Sodomizado!

    - ¡Eso es!

    - ¡Qué guarra! ¿Y qué sentiste? Una de clase lo hizo una vez y me contó que le dolió muchísimo…

    - ¡Va! No es para tanto.

    Contestó la otra quitándole importancia a lo acontecido.

    - Laia…

    - ¿Qué?

    - ¿Vemos una peli… de papá?

    - ¡Tú estás enferma! Yo paso…

    - ¡Vengaaaa! – replicó Sara haciendo pucheros.

    Y decidió atacar a la otra a base de cosquillas en las axilas, sin duda el punto débil de la de mayor edad hasta que esta cedió.

    - De acuerdo, pero solo una, no vaya a volver papá y nos pille…

    - ¿Volver papá? No volverá hasta mañana por la mañana, como siempre.

    Laia asintió, muy a su pesar. Sveta le caía genial y su padre parecía otro desde que salía con ella, pero no podía evitar aquel sentimiento de celos, no solo como hija sino también como la incipiente mujer que era. Siguió con la mirada a su hermana, que previo pasó por el cuarto de baño, se introdujo en la habitación paterna dando saltitos de alegría. Sara rebuscó en el último cajón de la cómoda, allí donde su padre guardaba una docena de películas pornográficas. Las había descubierto unos meses antes y desde entonces cada vez que su padre estaba fuera se dedicaba a visionarlas tumbada en la cama matrimonial en el reproductor que el hombre tenía en su alcoba.

    - ¡Anda! ¡Esta es nueva!

    - Si tú lo dices… a mí todas me parecen iguales…

    - “Con cariño, de Sveta” – leyó la niña - Mira esta chica. Es muy guapa.

    Le mostró a la otra la portada y en ella aparecía una joven altísima, bien proporcionada y con un cabello más rubio que el de las hermanas, tremendamente largo hasta prácticamente las caderas. Estaba evidentemente sin ropa y con la cara ligeramente manchada de esperma.

    - “Katrina… dieciocho años y un día”.

    - Ponla de una vez y acabemos con esta chorrada cuanto antes. - Espetó Laia metiéndose entre las sábanas.

    Instantes más tarde tenía que taparse los ojos, no podía aguantar el intenso tratamiento que tres sementales extremadamente bien dotados le estaban dando a la rubia.

    - ¡Por Dios! ¡Cómo puede gustarte eso!

    Pero Sara no podía contestarle. Prácticamente desde la primera escena jugueteaba con el cepillo de dientes y su entrepierna. Laia soltó un bufido y dándose media vuelta intentó dormirse. Le resultó algo difícil entre los bramidos de la tele, los gemidos de su hermana y en traqueteo que esta le infligía al colchón. Se perdió la escena final, la que sin duda más impactó a la niña. Los tres morlacos orinando directamente en la boca de la joven protagonista y ella tragando pipí como si de champagne se tratase.

    Cuando la película terminó volvió a dejar el disco en su escondite y se fue a su cuarto dejando a Laia durmiendo plácidamente, totalmente en cueros, en la cama de su padre. No obstante, no pudo conciliar el sueño hasta que bajó a la cocina, cogió un vaso de cristal y se encerró en el baño. Después durmió plácidamente pese a la irritación en su garganta provocada por tragar su propia orina.


    Continuará

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