–Eres un malnacido… un cabrón de mierda… un hijoputa… un pervertido pederasta… un maltratador… un violador sin entrañas…!
Todos estos epítetos malsonantes, que Ruth me decía a través de la verja de mi pequeño jardín cada vez que pasaba con paso cansino, desde, o hacia su vecina casa, cuando me veía tomando la fresquita de las tardes ya casi veraniegas, tumbado a la sombra sobre mi hamaca, me sonaban tan a música celestial que me la ponían durísima. Tan durísima, que tuve que cambiar mis pantalones cortos de algodón ligero, por otros pantalones cortos vaqueros más largos y fuertes, para evitar que mi polla se saliese por los huecos de abajo.
Pero lo peor de todo, es que esa polla mía echaba de menos a Ruth y deseaba su estrechísimo coño, que sin yo saberlo ni proponerme a ello, estrené y desvirgué dos tardes antes. De ahí su paso cansino. Su coño de todavía 11 años, era demasiado estrecho para mi pollón de camionero. Sus presunciones de experta putita infantil, me excitaron de tal manera que la traté con dureza. Con demasiada dureza, de la que ella posteriormente incluso presumió que le gustó ser follada así.
Y qué deciros de mí. Muchas putas me he follado en casi 40 años de viajes nacionales e internacionales con el camión. Muchos de sus coños eran adolescentes, ¡pero el coño de Ruth…! El coño de Ruth era lo más maravilloso del mundo. Una pequeña colina púbica coronada por una pequeña y estrecha grieta ¡que yo abrí al mundo! Grieta que penetré con toda mi rabia y deseos masculinos agitados por las amenazas y gritos de mi niña. Sí ¡MI niña Ruth! Porque esa niña ya era mía, y estaba seguro de que lo sería para siempre.
A pesar de su edad, mantenía esa colina perfecta y deliciosamente rasurada, ofreciendo sin obstáculos, una preciosa visión del cráter de la entrada de su vagina, de su cueva hasta entonces inexplorada. Mi lengua penetraba justa por esa grieta, pero el grosor de la misma y su rugosidad, excitaban a su propietaria, la hacían moverse constantemente… ¡y se corría una y otra vez! Y mi niña me excitó como ninguna otra antes y la forcé. La obligué a mis deseos. Casi la violé.
Y mi polla, con un coño así engrasado con mi saliva y por sus propias corridas, y ejerciendo fuerte presión con mi propio cuerpo, no tuvo problema “grave” en poder entrar en esa cueva sin estrenar. Sus paredes vaginales se pegaban a la misma. Era difícil muchas veces despegar mi polla de sus paredes, para poder follarla, metiéndola y sacándola a gusto de los dos (sobre todo del mío) y eso a ella, por extraño que parezca a sus 11 años, la volvía loca de placeres ¿acaso sería masoca?
Poco a poco, a pesar de los movimientos de su cuerpo y sus gritos que yo tapaba con mi mano en su boca, mi polla cumplió sus funciones: La desvirgó completamente — Llenó su coño de leche por primera vez — Y le dio placeres que ella misma buscaba y deseaba ¡hasta me obligó a follarla bajo amenazas!
Ahora, tumbado y relajado en mi pequeño jardincito, con mis ojos cerrados soñando, más que pensando, en esa follada gloriosa, con una sonrisa beatífica de santo varón en mis labios, yo pensaba en ella, en esa niña algo delgada para mi gusto, pero tal y como son ahora las niñas, quizá de 162-165 cm de altura, con una boca grandecita y labios muy adecuados para ser una gran mamona, con dos preciosas mandarinas casi naranjas como tetitas, y unas areolas y pezones dignos de más grandes pechos, dos largas piernas y un culo respingón más a mi gusto, más digno de llamarse culo, y que cuando llevaba sus ajustados pantalones, le marcaban unas preciosas y deseables curvas.
Pero como el gran Calderón de la Barca decía: «Los sueños, sueños son». Y mientras pensaba-soñaba en mi deseada niña, me relajaba y me fumaba un estupendo cigarro. Intenté además saborear un buen vaso de coñac que había llenado poco antes, cuando de repente y a tientas lo cogía de la mesa para beber, oigo abrir la verja de la entrada de la calle, y oigo una voz casi susurrante pero mandona, que me dice:
–¡Quieto ahí Arturo!
¡Era la voz de la maldita Ruth! ¡La maldita dictadora, siempre dando órdenes y con deseos de ser la mandona del barrio a pesar de su edad!
–Oye machote ¿qué cojones vas a hacer con ese vaso? -me preguntó-
Y solo tuvo que alargar su mano y ser ella quien cogiese mi vaso de coñac. Y como si fuese agua del grifo, se fue bebiendo el contenido del mismo ¡Joder con la puta! ¿Cómo era posible que esa maldita cría se bebiese como si nada, alrededor de las 3/4 partes del contenido de un vaso normal de cocina? Se limpió su boca con el dorso de su mano y mirándome a los ojos me dijo:
–Jamás pensé Arturo, que fueses el mayor cabrón del mundo. No te imaginas el dolor de mi coño, sobre todo cuando me masturbo, y cómo me escuece por dentro cada vez que me corro… ¡y eso es algo que hago muchas veces cada día! El polvo de anteayer me destrozó el coño. Nunca me imaginé que tu polla fuese tan gruesa y que mis músculos vaginales fuesen tan inflexibles y no se dilatasen más… pero jamás pensé en gozar tanto, y tal y como te prometí ¡tú serás a partir de ahora, mi semental!
–¿Cómo que tu semental? –pregunté yo asombrado-
Y antes de que me diese cuenta y pudiese evitarlo, su mano se posó encima del bulto de mi pantalón y lo empezó a acariciar, mientras una demoníaca sonrisa se dibujaba en su preadolescente y mamona boca. Nunca tenía en cuenta el supermercado que tenía frente a mi casa con tanta gente entrando y saliendo, o a los que nos viesen desde la calle, o desde las ventanas y balcones. Y encima, me coge también el puro y empieza a fumarlo ¡tragándose el humo!
–Si Arturo, mi semental. Ya te lo dije anteayer cuando me destrozaste el coño. Y ahora he venido para que me hagas madre por el culo. Y me vas a follar cada día. Y me vas a enseñar a ser la mejor puta de la ciudad. Y como estás jubilado del camión por tus problemas en tus rodillas, te dedicarás a buscarme clientes para follar como puta. Y no te preocupes, ya verás cómo te voy trayendo unas amigas del cole, de mi edad y más niñas, para que puedas explotarnos a todas y ganar un buen dinero con nuestros coños, bocas, y culos. Y ahora vamos para dentro ¡quiero salir dentro de una hora con el culo bien dilatado, y abierto para siempre!
Y la muy puta casi consigue que me corra allí fuera ¡es buena la putita, muy buena… Sin vergüenza y sin prejuicios! Y al igual que dos días antes, no me pude contener y un intenso calor interior me invadió. La miré a los ojos y vi que no iba de broma. Se ladeó su camiseta de tirantes para enseñarme una teta y demostrarme que no llevaba sostén. Y se levantó por delante la pequeña falda y tampoco llevaba bragas. Y agachándose un poco sobre mí, me dijo suavemente al oído:
–¿Estás seguro, pederasta de mierda, que no deseas abrirme el culo y disfrutar de ese estrecho agujero? Vamos pedazo de cabrón, demuéstrame lo camionero que eres… Hazme puta, pero sobre todo ¡hazme mujer!
Se puso el puro en la boca y lo siguió fumando como si el camionero fuese ella. Me levanté un poco acojonado por su forma de comportarse al aire libre, y pensando que si ella quería que le abriese el culo ¿quién coño era yo para negarme a ello? Pero joder ¡era una cría de aún 11 años!
Al dirigirme a la entrada de mi casa, vi como ella cogía la botella de coñac sin abandonar el puro, y pensé en el lio que me estaba metiendo con esa niña con unos vicios tan perversos. Pero ¿acaso no se vive solo una vez? Pues yo iba a disfrutar de ese cuerpecito y de todos sus agujeros llenándolos de leche de estupenda calidad. Y si encima me iba a traer amiguitas ¡dioses benditos!
Esta vez no me detuve en el salón y el sofá. Sinceramente deseaba follarla duro, muy duro, pero bien. Me la llevé a una habitación interior, aparté las sábanas y colcha, y al girarme mientras me desnudaba, vi que la niña se estaba llevando la botella de coñac a la boca y bebía un largo trago directamente ¿acaso se estaba emborrachando para aguantar el dolor de la enculada? Dejó la botella en una mesita y el puro en un cenicero y sin más preámbulos, se quitó la camiseta y la faldita quedándose totalmente desnuda. Y al ver ese cuerpecito, tan maravilloso y angelical al mismo tiempo, me calenté sobremanera y le pregunté:
–¿Estás segura Ruth que quieres que te abra el culo? Mira mi polla, te va a doler. Piensa como te duele aún el coño.
–Desde anteayer conozco tu polla y sé el dolor que me provocaste. Soy muy joven Arturo, “casi” una niña, pero si algo he aprendido en mi corta vida, es que si quieres algo en serio te la tienes que jugar ¿acaso no te la estás jugando tú follándote a una niña de 11 años y pudiendo ir a la cárcel? Necesito dinero, quiero ser puta y quiero que tú seas mi maestro, mi semental, y mi chulo. Así que adelante ¡Hazme un buen agujero! Porque yo soy quien sufrirá y tú quién gozará.
Y como tenía razón, me decidí abrirle ese agujero para siempre.
Metí la mano en el cajoncito de la mesita de noche y saqué una botellita de lubrificante, y tal y como estábamos de pié la abracé, y mis dedos, gruesos y rudos, empezaron a jugar con su culo y a ponerle una generosa ración de aceite mientras intentaban dilatarla un poco. Pero ese abrazo no fue pensado y trajo consecuencias. La niña se abrazó estrechamente a mí, empezó a mover sus caderas, y ese movimiento me venía muy bien para engrasarle el culo… pero me venía fatal para mi polla, porque la niña la estaba rozando de forma consciente, como una profesional… Puso mi polla durísima, y a mí a punto de correrme.
Me aparté un poco de ella. Dejé de masajear su culo y de engrasarlo para la gran penetración y la besé. Fue besarla en su boca infantil y meter mi lengua dentro de ella y mi Ruth se corrió. Y fue correrse y Ruth aún se me abrazó más estrechamente a mí, mientras me preguntaba con voz ronca por el deseo:
–Arturo ¿Serás mi semental para siempre y serás mi chulo como puta? Sabes que nos conocemos unos años y a pesar de mi mal carácter te tengo cariño y confianza. Necesito que seas mi maestro, que me perviertas y me hagas viciosa, que me busques clientes, y necesito que me cuides y me protejas como un buen amigo ¿lo harás?
Noté la calidez de su cuerpecito. Noté también como temblaba por su excitación y miedo. También pensé que nunca tuvo padre, y su madre era una borracha inculta y le dije:
–Si Ruth, si eso es lo que quieres, lo haré. No sé cómo, pero lo haré.
Y fue oír eso, soltarse de mí, arrodillarse ante mí y meterse mi polla en su boca. Su boquita hacía tiempo que era lo único que no era virgen. Sabía mamarla de maravilla, y yo ya no podía aguantarme más o me correría en su boca ¡y lo que yo quería era su culo! La aparté de mí, ella entendió y con una rara sonrisa, ella misma se tumbó en la cama poniéndose la almohada bajo su vientre. Separé sus duros glúteos y vi ese ansiado cráter lleno de crema y muy brillante ¡pero extraordinariamente pequeño… estrechísimo! Le metí un pulgar y lo roté cierto tiempo. La niña gemía, pero no lloraba.
Intenté meter otro dedo, pero era imposible meter más de la mitad, y retiré mi pulgar mientras pensaba cómo romper ese culo… sin romperlo de verdad. Y de repente la niña me dice:
–Ya sé que es muy estrecho. Yo misma me he metido deditos y no caben más de dos de los míos. Pero haz lo mismo que hiciste con mi coño, pon la punta de tu polla en el agujero y déjate caer ¡y no hace falta que me tapes la boca, porque no gritaré! Llorar, lloraré seguro, pero no gritaré ¡ya lo verás!
Y con mi polla acariciando siempre su ano, me fui moviendo sobre su cuerpo. Lo acariciaba, palmeaba con fuerza sus glúteos, lo masajeaba, lo besaba… Alternaba el dolor y la caricia, y ella se iba relajando mucho. De vez en cuando me paraba, hacía una pequeña presión con mi capullo en ese virgen agujero… y seguía acariciándola y golpeándola. Y así la engañé. Porque en uno de esos momentos de hacer presión con mi polla en su ano, lo dejé justo en la entrada del túnel bien engrasado, y me dejé caer sobre ella empotrando casi la mitad de mi polla en su culo a la primera ¡y no gritó!
Sus manos agarraron con terrible fuerza las sábanas. Sus nudillos se pusieron blancos. Sus piernas se tensaron brutalmente. Notaba como sus músculos anales apretaban mi polla con enorme fuerza, y cómo su cuerpo se curvaba como un arco momentos antes de disparar la flecha. La acaricié, la besé. Dejé mi polla allí enterrada sin moverla, y mi niña ¡sí, MI niña! se fue relajando, y tal y como se iba relajando, yo empecé a mover mi polla lentamente, sin prisa alguna. Algunas veces la saqué casi toda, la llenaba de lubrificante y la volvía a meter. Y poco a poco, empezó a moverse mejor dentro de su estrechísimo culo.
Y mi mano empezó a masturbarla al mismo tiempo que follaba su culo. Lo intentaba hacer sin demasiada fuerza para no hacerle daño por la ligera inflamación que aún perduraba de la follada vaginal ¡y se corrió muy pronto! Pero al mismo tiempo, me dice con su mala leche habitual:
–Más fuerte cabrón, házmelo más fuerte que tengo ganas de correrme miles de veces!
Y la masturbé más fuerte. Y follé su culo más fuerte. Y el cuerpo de mi niña empezó a estremecerse, a dar pequeños saltos. Elevaba su culo para que la follase mejor y la penetrase más profundamente. Y la fui follando mejor ¡joder, que estrecha era y como apretaba mi polla! Y de la misma manera que yo disfruté follando su pequeño coño, ahora empecé a disfrutar con ese culo tan estrecho y a la vez tan profundo ¡toda mi polla enterré ese primer día! Desgraciadamente todo en esta vida tiene fin… y dando un grito ¡si, si, el que gritó ahora fui yo!, me corrí intensa y profundamente.
Dejé pasar unos pocos minutos, con mi cuerpo sobre ella y mi polla totalmente clavada en su culo preadolescente, los dos en un profundo silencio. Poco a poco me fui levantando y sacando mi polla de su ano. Fui al baño, traje una jofaina con agua calentita, una esponja, jabón y una toalla, y me dediqué a limpiar sus dos agujeros. Los sequé. Le puse crema antiinflamatoria en los dos, me senté unos instantes en la cama mirando su desnudo, sudado, e infantil cuerpo, y seguimos en total silencio.
Cuando Ruth notó que ya estaba seca y yo ya me volvía al baño a dejar las cosas, ella se levantó lentamente, se puso su camiseta y su faldita, sus chanclas, y empezó a andar. Cogió de nuevo la botella de coñac, bebió un largo trago, y con paso inseguro y tambaleante, pero en total silencio, se marchó a su casa.
Pero al verla desde atrás como se iba, también vi como en su pierna izquierda se iba deslizando, desde arriba a abajo, parte del semen que yo había introducido en su culo ¡y sonreí! Sí, sería o posiblemente ya lo era, su semental. Y ella sería todo lo que ella quisiese ser conmigo, porque yo tenía muy claro que nunca podría renunciar a ella.
Durante dos días no la vi, pero en las dos siguientes semanas vino ocho veces a follar y en cada ocasión le follaba un agujero… prestando además, una atención cariñosa al otro. Se la daba a mamar todos los días, para que se acostumbrase al grosor y longitud de mi polla y lo hacía de categoría. Estábamos juntos entre una hora y media y dos horas maravillosas, y me fui olvidando de los posibles problemas con los vecinos chismosos. Pero un día…
Casi tres semanas después de abrirle el culo, abrió la puerta del jardincito y entró con una preciosa amiga de enormes ojos y sonrisa, y me dice:
–Arturo, esta es mi amiga Irina. Es de mi clase y también quiere ser puta, y yo le he dicho que tú le enseñarás y le buscarás clientes. Aún tiene 10 años y seguro que nunca has follado una niña de 10 años y que solo hace dos meses ya ha tenido la regla. Serás nuestro chulo y Amo ¿verdad cariño que le enseñarás y follarás como haces conmigo?
Y mientras me hablaba sonriendo, me guiñaba un ojo. Con una mano levantaba la faldita de Irina para que viese su desnudo coñito y con la otra, me acariciaba mi amada polla ya dura de verlas ¿cómo negarme a ser el maestro sexual de esas dos angelicales bellezas? De dos niñas, que tantas y depravadas enseñanzas necesitan a tan tierna edad. Por supuesto, les enseñaría todos los vicios posibles ¡ABSOLUTAMENTE TODOS!
Continuará