Mientras sirvo algo de limonada en unos vasos, veo desde la cocina a la esbelta figura sentada en mi sala. Decidí traerla a mi casa, al menos mientras decidiera bien qué hacer. Estaba por escuchar la historia de Alicia, quien, luego de llorar todo el camino, finalmente se tranquilizó.
Me contó algunos detalles de su vida. Luego de la muerte de sus padres en un accidente, cuando ella tenía 6 años, sus abuelos la acogieron. Su vida era tranquila y normal, pero luego de algún tiempo, sus abuelos también fallecen, primero su abuelo, y luego de unos meses, su abuela. Una tía lejana la acogió. Ella ya tenía un par de hijas y un hijo. Allí comenzó el infierno. El hijo y el padre bebían mucho alcohol, y golpeaban a su tía y a sus hijas. Éstas a su vez desquitaban su coraje con Alicia, la humillaban, la encerraban en la casa, la hacían trabajar mucho, y la golpeaban si no obedecía. Su tío y su primo también llegaron a golpearla y a hacerle insinuaciones sexuales. Trataban de espiarla mientras dormía o se duchaba. Su único escape era la escuela, donde era una excelente alumna. Ésta situación llegó al límite cuando el primo, de unos 19 años, llegó tomado y gritando a la casa. Alicia estaba sola en ese momento, haciendo quehacer. El primo la golpeó, la arrojó a la cama e intentó violarla. Alicia gritaba, y en su desesperación, logró quitarle a su primo la botella que aún sujetaba, y se la rompió en la cara. El desgraciado cae inconsciente. Alicia afirma que respiraba muy raro, y sangraba demasiado. Así que, asustada, tomó su mochila de la escuela, un paquete de galletas y salió corriendo de la casa, aprovechando que la puerta había quedado abierta.
Anduvo por las calles un tiempo, hasta que unos chicos y chicas que lavaban parabrisas la hallaron y la invitaron a su “casa”, o sea, un cuarto en una vecindad. Ahí estuvo un tiempo, hasta que algunas de las chicas, envidiosas por la belleza y educación de Alicia, le robaron su mochila, en la cual tenía sus preciados libros. Además le inventaban chismes, y finalmente la agredieron físicamente. Algunos de los chicos también la agredieron, por lo que decide escapar. Estuvo así como dos semanas, sola, deambulando por las calles de la ciudad, comiendo de los contenedores, y si algún ciudadano se apiadaba, comprando algo en la tienda.
– Ese día estaba muy contenta porque una señora me regaló veinte pesos, fui al minisuper y me compré mis galletas favoritas. Éstaba tan emocionada que atravesé la calle sin fijarme y…-
Me sentía a punto de llorar. Al oírla decir ésto, supe que se refería a la noche que la atropellé. Sin decir nada, me acerco a ella y la abrazo. Ella recarga su cabeza en mi pecho y comienza a llorar. Yo misma estaba ya derramando algunas lágrimas. En eso, oigo que la niña me dice, con el rostro aún hundido en mí, mientras lloraba – creo que el ser atropellada fue lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo… –
Pasaron algunos minutos, y al notar la tranquila respiración de Alicia, me percato de que está dormida. Tratando de no despertarla, la cargo y la llevo a acostar a la habitación de huéspedes. La recuesto, le quito el calzado y la tapo con una sábana. Está profundamente dormida. Me siento junto a ella, y comienzo a acariciarle el cabello. Es cuando mi estómago ruge, y decido que voy a ir a comer algo. Antes de salir de la habitación, me acerco a ella y le doy un suave beso en la mejilla.
Preparé algo rápido para comer, a pesar de ser ya las 6 de la tarde, me preparo unos huevos con tocino (mi debilidad es el tocino). Tras comer, me asomo a la habitación de Alicia. Aún duerme. Me voy a la sala a descansar un rato, en eso suena mi celular. Era Jorge. En ese momento él era la menor de mis preocupaciones, así que decido finalizar todo de una vez. Contesto. Él me pidió perdón, me dijo que iba a cambiar, etc. No era la primera vez que oía éstas palabras. Pero ya estaba harta de él. En ese momento, me sentía llena de una nueva fuerza en mi interior, por lo que pude decirle la verdad: ya no me interesaba nada. Le dije que le pagaría lo que había gastado, pero que ya no tenía interés en casarme, y que todo estaba cancelado. Le hable tranquilamente, en plan de amigos, con un tono de voz soprendentemente relajado. Sin embargo, él no lo tomó tan bién. Comenzó a elevar el tono de voz y a insultarme, decirme mojigata, que era una hipócrita por vestirme como una zorra y no acceder a tener sexo. En fin. Tras un rato de escucharlo, sin inmutarme demasiado (la verdad ya no me importaba lo que él u otros opinaran de mí), dice que me vaya al diablo, que él conseguirá a otra mujer de “de verdad”, y cuelga. Cuando lo hace, me siento extrañamente relajada, como si me hubiese quitado un peso de encima. Tras unos minutos, reparé en que muy seguramente iba a recibir llamadas de mis amistades o de mis padres. Vendrían tiempos difíciles seguramente. Pero nada se comparaba con lo que había vivido Alicia. Si ella ha sido de capaz de sobrevivir a todo eso, y aún así ser capaz de sonreír como lo hace, yo podría enfrentar esto.
No pasaron ni 10 minutos cuando sonó de nuevo mi celular. Creí que sería mi padre o mi madre. Pero no. Era Sandra. – Cómo estás, qué pasó siempre con la niña?- Me preguntó. – Terminé por traerla conmigo a casa- Le dije y añadí – creo que ella esta sola por completo y no tiene a dónde llegar- . – En serio? Vaya! Y qué harás después?-. Lo mismo me he preguntado desde que comenzó todo ésto. Le respondo: – No lo sé. Creo que dejarla conmigo unos días, luego… simplemente no sé- suspiré. – Si ocupas ayuda u otra cosa me llamas sale? Oye y que onda con Jorge? Ya cambió su estatus a soltero!- Eso me recordó que yo misma tendría que cambiar el estatus tan pronto como fuera posible. – Cancelé la boda- le dije, y procedo a platicarle la historia. Sandra se escuchaba feliz. No por mi rompimiento, sino porque finalmente tuve el valor de hacer lo que yo quería, y no lo que otros me decían que debía hacer.
Tras finalizar la llamada, procedo a entrar a mi perfil. Cambio el estatus a “soltera”. Doy una revisada a mi perfil. Ví mis cientos de fotos de fiestas, viajes, reuniones… ví mis más de mil “amigos”… vi mis sugerencias de amigos. Suspiré. Decidí borrar mi perfil. Tras hacerlo, doy otro largo y profundo suspiro de alivio.
En eso, escucho unos pasos y una vocecita. – Está bien señorita?- Volteo a ver a Alicia. Aún amodorrada, despeinada, con una carita de preocupacíón. – Hola mija, sí estoy bien, no te preocupes, ah! Y no me digas señorita, llamame Ariana o Ari, y háblame de tú, no de usted, pues me haces sentir viejita! – Con eso, nos reímos juntas.
Platicamos un momento en la sala. De ésto y de lo otro. No dejaba de sorprenderme de su inteligencia y de su fortaleza. Comenzó a oscurecer. Me pongo de pie y le invito a cenar fuera. Ella acepta encantada, y entusiasmada, se pone su chamarra.
Decido ir a un restaurante en una plaza comercial. Pensé que sería lo mejor pues aparte de cenar podríamos distraernos un rato. Alicia se veía un tanto tímida en la calle, incluso asustada. Íbamos caminando cuando en eso, siento que me toma del brazo. Por alguna razón, mi corazón se aceleró cuando hizo eso.
Cenamos y conversamos buen rato. Alicia se veía fascinada con todo. Parecía que todo era nuevo para ella. El panini que se comío y la soda italiana que bebió parecieron fascinarle. Ya eran las 11 cuando salimos. El tiempo realmente voló. Pasamos frente a un cine, el cual ella miraba fijamente. Casi bobamente. – Otro día te traigo al cine ¿sale?- le dije. Ella volteó conmigo y sonriendo, asiente encantada.
“Otro día te traigo al cine”. Me sorprendió la naturalidad con que dije esas palabras. ¿Qué esperaba realmente de todo ésto? Pareciera como sí diera por sentado que Alicia iba a estar conmigo varios días más. Y ella parecía no tener intenciones de irse. Llegamos a casa. Alicia estaba exhausta, por lo que se retira a dormir. Le doy una pijama (que también compré en mi frenesí) y le dije que mañana acomodaríamos todo en el clóset. De nuevo, me sorprendí al decir eso: ¿acaso eso significaba que quería que Alicia se quedara conmigo indefinidamente? Le doy las buenas noches, y me retiro a mi cuarto. Mientras me dirigía a mi habitación, paso por la puerta principal. Casi nunca la cierro con llave, pues hay vigilancia en el coto y nunca pasa nada. Pero esa vez, cerré con llave, la cual guardé conmigo. No supe bien por qué lo hice. Creo que no quería que Alicia se escapara mientras dormía. Me dirigí de nuevo a mi cuarto, pero me detuve de pronto, recordando el cómo sus tíos la encerraban a ella. De inmediato, quité la llave a la puerta y así, me retiro a dormir.
Amanece nuevamente. Es fin de semana, pero me levanté muy temprano para ducharme y vestirme. Son apenas las ocho, y supuse que Alicia seguiría dormida. Pero mi corazón se estremece al pensar que quizá se escapó durante la noche. Me dirijo a su cuarto, y abro la puerta lentamente. La cama estaba tendida, pero no había nadie. Mi corazón se estemeció aún más, sobre todo porque todo estaba en absoluto silencio. Comienzo a llorar. En eso, se abre la puerta del baño del cuarto y sale Alicia, vestida ya, secándose el cabello. Se sorprende al verme, sobre todo porque estaba llorando. – Hola Ariana, buenos días… ¿te ocurre algo? -. Sonriendo y suspirando de alivio al verla, aún con la voz entrecortada por el llanto, le contesto: – estoy bien, es sólo que… creí que te habías ido -. Alicia sonríe, y me abraza un momento, luego, se separa de mí y me da las gracias. La dejo en el cuarto mientras termina de arreglarse, y voy a la sala a esperarla para el desayuno.
¿Qué rayos fue lo que me pasó? ¿Por qué lloré cuando creí que se había ido? Algo me estaba pasando. Esa niña me estaba haciendo sentir cosas que a mis 27 años nunca había sentido. No sabía qué hacer. Todas esas emociones eran nuevas para mí. Para cualquier otra persona resultaría obvio lo que me estaba sucediendo, menos para mí. Mi forma de vivir todos estos años nunca me había permitido experimentar esa misteriosa emocion que estaba sintiendo ahora.
Tras desayunar, vamos a su cuarto a acomodar toda la ropa. Ella se veía muy emocionada de ver toda la ropa que le compré y que ya tenía dónde guardarla. Yo estaba guardando sus blusas, y ella su ropa interior. En eso, de reojo, veo que saca la tanga que compré y se queda observándola. Siento mi piel erizarse, y mi corazón agitarse, pero hice como si no viera nada y continúo haciendo lo que estaba haciendo. Alicia observó un momento la prenda, sonrojada intensamente. En eso, veo que la abraza suavemente, y procede a guardarla. Ese acto me sorprendió un poco, pero no quise abordar el tema.
Es sábado, y casi siempre suelo salir con mis amigas a desayunar o al café. Casi siempre mi teléfono está sonando toda la mañana con invitaciones. Pero hoy no. Con mi perfil borrado, y con todos los números de mi agenda bloqueados (excepto el de Sandra), mi celular permaneció en calma. Como era de esperarse, tenía alrededor de 300 llamadas perdidas. Al menos 100 de ellas eran de diferentes números.
– ¿Qué quieres hacer hoy? – Le pregunto a mi joven invitada. Titubeando, y sonrojadísima, me dice, tímidamente – n…no sé… ¿ir.. al… cine?- . Sonrío ante la encantadora imagen que tengo enfrente. Le contesto: – Eso me parece muy bien, pero mejor déjalo para la noche, yo digo ¿ahorita a dónde quieres ir?
Y así, fuimos al parque. Al parecer, a ella le gustaba mucho ir cuando vivían sus padres y sus abuelos, y nunca había tenido oportunidad de ir desde entonces. Preparamos un lonche para comer allí. Jugamos un buen rato, corrimos, nos perseguimos, nos revolcamos como niñas. Creo que no me había divertido así desde… nunca. Era realmente increíble el estar con ella. Me divertía mucho y me encantaba convivir con esa frágil pequeña. Exhaustas, nos sentamos a comer el lonche. Mientras devorábamos las salchichas, veo que de pronto su semblante se pone serio. – ¿Te pasa algo mija?- le pregunto. Con la mirada baja, responde: – No, es sólo que… me siento muy contenta… me siento muy feliz contigo Ariana…-. Su rostro se enciende como carbón al rojo vivo, y siento que el mío hace lo mismo. Me acerco a ella, me siento a su lado, la abrazo y le doy un beso en la cabeza. Ella sonríe y reanudamos nuestro lonche. Más tarde, llegamos a casa y Alicia se mete a bañar para alistarse para el cine, y lo mismo hago yo. Al salir, de bañarme, suena mi teléfono. Como todos los números están bloqueados menos el de Sandra, era evidente que era ella.
– Hola Ari, ¿cómo estas?-. – Bien, bien Sandra, y tú?-. – Excelentemente, pero oye, qué onda con tu vida, tus papás me hablaron para preguntarme de tu rompimiento!-. Mis padres (sobre todo mi madre) nunca aceptaron por completo mi amistad con Sandra, decían (de nuevo, sobre todo mi madre) que no era de nuestro nivel. Por eso era muy extraño que le hubieran hablado. – Lamento eso, es que bloquee todos los números para que no me molestaran con eso- . – Lo entiendo, pero estás bien ¿verdad?-. – Claro, Sandrita, nunca me he sentido mejor -.
Me dijo que mis padres estaban decepcionados (sí, sobre todo mi madre) y que era una pena y que más valía que buscara una reconciliación y rápido. También me dijo que el face estaba loco por el chisme. Y que al parecer Jorge ya andaba con otra chava (creo que resulta obvio el pensar que ya andaba con ella desde antes). Tras conversar un rato más, me pregunta: – oye, ¿y qué pasó con Alicia?-. Me sonrojé, y le contesto: – Nada, sigue aquí conmigo, le acondicioné un cuarto, ya guardamos su ropa allí. En la mañana fuimos al parque y se está bañando porque vamos a ir al cine al rato-. Sandra responde: – Me da gusto por ustedes dos, en serio. Creo que ambas se sentían muy solas por diferentes razones, ¡y ahora están acompañándose una a la otra! –
Era cierto, ambas estábamos muy necesitadas de compañía, y ésta situación nos cayó del cielo. Esa niña realmente me hacía sentir feliz. Tras vestirme con unos ajustados y sexys jeans, y una escotada blusa, me perfumo, me maquillo ligeramente y voy a la sala, donde ya está Alicia, jugando con mi pequeña Katy (mi pequeña gatita blanca y peluda). La veo, vestida con una falda de mezclilla y una blusa formal, y un saquito que le combinaba. Se da la vuelta y me pregunta cómo se ve. – Hermosa- respondo. Ella sonríe. En eso le digo que me espere. Voy a mi tocador por un perfume que me encanta. Regreso, le coloco en el cuello, manos y pecho. – Ahora sí estamos listas!- le digo.
No había mucho de dónde escoger en el cine. Una comedia romática hollywoodense, una película de unos superhéroes que nunca había escuchado en mi vida, una pretenciosa película de arte, y una película infantil de animación digital. Optamos por ésta última, ya que queríamos divertirnos, no aburrirnos o llorar.
Compré unas palomitas y unas sodas. Era una película que tenía de todo: comedia, algo de drama, y muy emotiva y dulce. En eso, Alicia me dice que le acompañe al baño pues había tomado mucha soda. Salimos de la sala, usamos el baño (yo también bebí mucho refresco) y regresamos. Al entrar, nos dirigimos lentamente a nuestros asientos. La escena en la pantalla era oscura, por lo que no se veía muy bien la sala. En eso, siento que Alicia me toma de la mano. Mi corazón comienza a latir fuertemente. Mientras caminamos, entrelazo mis dedos con los de ella, y finalmente nos sentamos, aún tomadas de la mano, y con su cabecita recargada en mi hombro. Duramos así el resto de la película. Realmente no presté mucha atención al resto del filme. Estaba concentrada en la sensación de su mano en la mía, y también estaba embelesada mirando sus largas y esbeltas piernas, pues su falda le cubria sólo como medio muslo, supuse que la posición en que estaba le había levantado un poco la falda.
Sus piernas eran realmente lindas. Su carita infantil sumamente hermosa. El aroma del perfume que le puse se combinó con su propio olor dando por resultado una embriagante fragancia que me estaba enloqueciendo. No me había sentido así nunca. Creo que me estaba excitando. Al salir de la sala, aún tomadas de la mano, le digo que voy al baño nuevamente. Ella me esperó afuera. No quería ir al baño en realidad, sólo tenía que verificar algo. Así, me encierro en uno de los retretes, me bajo la pantaleta y me reviso. Sí, en efecto, mis sospechas se confirmaron. Estaba sumamente mojada. Me limpio mientras pienso en el porqué de ésto. El mentirme a mí misma siempre me ha resultado fácil, pero últimamente ya no lo era. Era obvio lo que estaba pasando. Alicia me excitó.
Al salir, estaba allí mi joven compañera, la cual me toma de la mano, mientras caminamos hacia la salida. En eso, me encuentro con Sandra y su novio. Al parecer, a Sandra se le antojó ir al cine cuando le dije que Alicia y yo saldríamos también.
Nos saludamos, nos presentamos y conversamos un poco. Ya nos despedíamos cuando llega Ana, una conocida en común, también del jet set. Me interrogó sobre mi rompimiento, y al ver que estaba con Alicia, aún tomadas de la mano, me pregunta: – ¿Y quién es ésta niña?- Sandra intentó salir al paso, pero yo, con una señal, le hice ver que todo estaba bien. Pude haber dicho que era mi prima, mi sobrina, una amiga. Pero lo que dije fue : -¿Oh, ella? Ella es mi compañera-. Ana se veía confundida, pero por fortuna se despidió y se fue. Sandra sonrió, y también se despidió y se fue. Alicia y yo nos dirigimos entonces al auto.
Todo el camino nos fuimos tomadas de la mano. Platicamos sobre la película y las palomitas. Al llegar a casa nos sentamos en la sala a descansar. Es cuando Alicia me pregunta: – ¿Qué quisiste decir con “compañera?-. No supe qué responder en el momento. Pero tras unos segundos, y tras tomarle de las manos, le contesto: – Compañera es… alguien especial, que te hace sentir feliz y contenta. Alguien con quien puedes platicar, jugar, o llorar. Una compañera es alguien a quien …-. – ¿Alguien a quien quieres?- Me interrumpe, mirándome con sus tiernos ojos, grandes como la luna, verdes como aguamarina, y expectantes como un gatito. Extendiendo, léntamente, mi mano derecha, hasta tocar suavemente su mejilla. Ella cierra sus ojitos, y sonríe. Mi corazón palpita a mil por hora. No sé que está sucediendo con exactitud, pero mi cuerpo parece actuar por su cuenta. Con mi pulgar acaricio suavemente sus labios de coral. Ella abre sus ojos nuevamente. Al verlos, reacciono nuevamente, y finalmente le contesto:
– sí, es alguien a quien quieres-.
Tras ese momento de trance no sucedió gran cosa. Ella sonrió, me abrazó, y seguimos conversando sobre varias cosas. Finalmente, luego de unos momentos de bostezar, se retira a su habitación. Le doy las buenas noches y yo misma me retiro a mi cuarto, suspirando, con mi cabeza dando vueltas, aún sin comprender que acaba de suceder en la sala de mi casa. Me recuesto en mi blanda cama, y tomo el celular. Más llamadas perdidas, más mensajes bloqueados, y ningúna notificación. Decido marcarle a Sandra. – Hola Ari, ¿cómo estás?-, me contesta animada. – Bien, creo… oye ¿vas a estar ocupada mañana por la mañana?-. -Mmm… no, creo que no tengo planes…-. Un poco nerviosa, le digo: – ¿Podemos vernos en algún lado?, tengo que platicar contigo-. Quedamos de vernos en un café que acostumbrábamos. Tras colgar, caigo profundamente dormida, sin ni siquiera haberme vestido para ello.
Me despierto temprano, y tras bañarme y vestirme, voy a la habitación de Alicia. Aún duerme, pero despierta al escucharme. – Voy a salir un momento mija, te quedas solita OK? Hay panqués de microondas y cereal en la cocina -. – ¿Te vas a tardar?- me pregunta, inquieta. – No, voy con Sandra pues quiere platicar conmigo de algunas cosas, no me voy a tardar- . Ella sonríe y se acurruca nuevamente. Salgo despacio del cuarto, y cuando estaba cerrando la puerta, me detengo. – No te apures Ari, no me voy a salir, te voy a estar esperando aquí-, me dice. Era cierto, eso era lo que en verdad me preocupaba, y de algún modo esa niña pudo leer mis pensamientos (o mis sentimientos). Más tranquila, acudo al sitio de mi encuentro con Sandra.
Al llegar, al café, la veo en nuestra mesa de siempre: en un rincón, junto al jardín, bastante apartada de las demás mesas. Allí, refugiada tras una humeante tasa de café, la veo recibirme, sonriente. Conversamos un momento, pido mi taza de té chai y finalmente me pregunta: – y bien, ¿de que querías hablar conmigo?-. Siento mi rostro sonrojarse un poco, y tras dar un sorbo a la taza, le digo, suspirando: – pues, quería hablarte de… de Alicia-. Ella abre sus ojos, sorprendida: – ¿En serio? Creí que querrías hablarme sobre la boda cancelada o Jorge -. – No, eso ni me apura en realidad, es un capítulo cerrado de mi vida y uno que preferiría olvidar -. Ella me observa y me interroga de nuevo: – ¿Y qué hay con la niña?-. Tras contarle lo que sentí al creer que se había ido, lo del parque, lo sucedido en el cine, lo que sentí cuando nos tomamos de las manos, lo de la plática en el sillón de la sala, de cuando la acaricie en el rostro y en los labios, ella me mira con seriedad, da un sorbo a su café que acababa de llenar nuevamente la camarera, cierra sus ojos y me dice, con un tono de voz serio pero relajado: – Ari, lo que te voy a preguntar lo hago como tu amiga… ¡no!… como tu hermana. Y creéme que contestes lo que contestes, nada, pero absolutamente nada va a cambiar lo que siento por ti, el cariño y el afecto que te tengo, y la profunda amistad que nos une, pero por favor, sé sincera al contestarme-. Sorprendida por sus palabras, únicamente asiento con la cabeza y la escucho mientras me pregunta, sin rodeos: – ¿Te gusta Alicia? -.
Continuará