Luego de mi primera visita a aquel tan original como delicioso prostíbulo, donde “trabajaban” niñas de corta edad, y de mi hermosa experiencia con aquella niñita de tan solo 10 añitos, Alicia, me quedé con ganas de más. Obviamente que regresé nuevamente a esta casa, ya que le había hecho saber al explotador de tan rentable negocio, mi intención de regresar y convertirme en un cliente de ese lugar siempre y cuando tuvieran tan buen “material” para ofrecer a quienes gustamos de este tipo de “relación personal” con tan hermosas niñitas.
La noche siguiente me hice presente nuevamente y luego del ritual de mostrar a las nenitas que estaban disponibles, solamente dos en esta oportunidad, pregunté por Alicia, ya que ella no se encontraba, y esta niñita había despertado no solamente mi morbo y mi deseo por ella, si no también la curiosidad por saber como había sido su iniciación con su padre, o sea que quería que me contara toda la historia, tanto de la relación con su padre como así también con el amigo de su padre que era el que manejaba ese “negocio”. Me dijo que no había venido esa noche, pero que estaba esa nenita nueva de tan solo 8 añitos, si no me gustaría pasar con ella. En realidad estaba hermosa la pendejita, pero yo quería ver si era factible buscar a Alicia; este individuo me dijo que iba a enviar a buscarla, pero que tardaría una rato en venir, si la encontraban, acepté esperar y le dije que mientras buscaban a Alicia iba a pasar con la chiquilla de 8 añitos, me dijo que se llamaba Marcelita y que el precio por gozar de esta niñita era de $ 50, considerando que era muy chiquita y con “muy poco uso”, palabras textuales de este sujeto. Aboné el precio fijado y pasé a la habitación con esta nenita, mientras iban a buscar a Alicia. Una vez dentro de la habitación, miré con más detenimiento a esta niñita, y la verdad, me dio algo así como vergüenza de estar en esta circunstancia con ella.
Era una rubiecita hermosa aunque con el sello inconfundible que llevan impresos todos quienes vienen de una clase social muy baja, y no es que sea discriminatorio, ya que yo también provengo de un hogar muy humilde, pero…, esa es la realidad, y por más que tratemos de maquillarla con palabras, no la podemos cambiar. Continúo con describir a mi compañera de cuarto circunstancial, menudita, una piel blanca, casi translúcida, a través de la cual se le veían sus venitas azules, delgadita, pero no delgadita por naturaleza, sino por falta de alimentos adecuados para su edad, unos enormes ojos azules, los cuales mantenía muy abiertos observándome casi con temor a lo que yo iba a hacer con ella, no se podía decir que tenía alguna forma de mujer, solamente su bello rostro, su boquita bien formada, con unos labios rojos, por naturaleza, y bien formaditos, como así también su largo cabello rubio bien peinado y limpio; vestía una remerita muy gastada y rota en algunas partes y en cuyo frente ostentaba orgullosamente la imagen de Barbie, una pollerita de jean también muy gastada y rota, bien cortita, que dejaba sus delgadas piernitas casi totalmente al descubierto, completando su vestimenta con unas zapatillas que como no podía ser de otra manera, eran también muy viejitas y rotosas. Todo este conjunto que se ofrecía a mi vista me hizo vacilar en cuanto a mis intenciones y deseos de cojerme a esta nenita, pensando que me estaba por aprovechar de la extrema necesidad y pobreza de esta criatura. Pero bueno me dije, si no la cojo yo seguro que viene otro y se la coje, por que para eso está aquí, así que dejando de lado mi prurito de dignidad, procedí a hacer lo que se suponía había venido a hacer. A culiar. La tomé de sus manitos y acercándola bien a mi le pregunté su nombre, cosa que ya sabía, pero había que romper ese halo de temor que se había formado en torno a esta niñita, y la mejor manera era hablándole.
-Marcelita
-¿Cuántos años tienes?
– Diez señor
-No me digas señor, mi nombre es Claudio
-Bien señor Claudio
– Marcelita, a ver si nos entendemos, no me digas señor, dime solamente Claudio
-Bueno
-Bueno que?
-Bueno Claudio
-Bien, así está bien; ahora dime, ¿Cuándo lo hiciste por primera vez?
-Mis dos hermanos me lo hacen desde hace mucho
-Ah si, y solamente tus hermanos te lo han hecho, ¿tu papá nunca te lo hizo?-
-No, mi papá no
-Cuantos años tienen tus hermanos?
-El más grande tiene doce y el otro once
-¿Te meten el pitito en tu cuevita?
-Si
-¿Y a vos te gusta?
-No, no me gusta mucho
-Pero algo te gusta
-Una sola vez me gustó
-¿Qué sentiste?
-No se…, una cosa linda
-Y cual de los dos la tiene más grande?
-Carlos, el de doce
-Y Carlos, ¿te la mete a toda?
-Si, pero me hace doler
-¿Y el otro como se llama y ese también te la mete?
-Roberto, y si, me la mete un poquito por que se le dobla y no me la puede meter a toda.
-¿Y ese también te hace doler?
-No, ese no por que no me la mete a toda, se le dobla
-¿Y que más te hacen?
-Me da vergüenza
-Anda cuéntame, no tengas vergüenza, ¿Qué más te hacen?
-Me meten el pito en la boca y me hacen chupar
-Y a vos eso te gusta?
-No por que tiene feo gusto, y además Carlos me hecha un jugo en la boca.
-A los dos se la chupas?
-Si, pero a Roberto no le sale casi nada de jugo.
-Y a mi, ¿me la chuparías?
-Y si usted quiere si, por que si no se la chupo después me pegan
Metí la mano entre sus piernitas y la comencé a acariciar suavemente mientras le preguntaba si ella sabía besar como las personas mayores, y me dijo que no, que solamente la besaban a veces su hermano Carlos.
– Quieres que yo te enseñe como besan los mayores?
-Bueno
-Pon tus bracitos alrededor de mi cuello y cuando yo ponga mi boca sobre la tuya, abres un poquito tus labios y permite que mi lengua entre en tú boquita, y con tú lengüita, acaricias la mía, como si estuviéramos luchando con nuestras lenguas. ¿Entendiste?
-Si
Puse mi boca sobre la suya y ella abrió la suya, me separé un poquito y le dije,
– no tanto, entonces continuamos besándonos, bah, yo la continué besando mientras que con mi mano seguía acariciando sus piernitas y subiendo por las mismas llegué hasta su conchita a la que sentí abultadita y con unos labios pequeños, me puse saliva en esa mano y le seguí acariciando su conchita, separé un poquito sus labiecitos y suavemente introduje mi dedo medio hasta la segunda falange, al llegar ahí dio un pequeño respin go y trató de retirarse, pero no se lo permití, continué de una manera mas suave y mas lenta la introducción, pero sin ir mas allá de donde había llegado, metía y sacaba suavemente mi dedo mientras la seguía besando. A todo esto ella ya había tomado un poco mas de ritmo en el beso y me daba su lengüita con mas confianza, la que yo chupaba con deleite y bebía su saliva, que insisto, en niñitas de corta edad, la saliva de ellas es deliciosa. De a poco ella solita sin que le dijera nada comenzó a separar sus piernitas demostrando de esa manera que no le era nada desagradable la caricia que le estaba haciendo. Arrecié con mi movimiento del dedo medio y lo fui introduciendo cada vez más, hasta que llegó a entrar todo. Yo sentía que su hoyito se iba humedeciendo de a poco y poniéndose resbaloso,
– Te gusta?,
– Un poquito,
– ¿Te duele todavía?,
-No, ahora casi nada,
– ¿Quieres que ahora te meta mi pija?,
– Bueno, pero despacito. Me despojé de mi pantalón y en mi boxer se veía como estaba escandalosamente parada mi verga, Ella miró el bulto y me dijo que parecía que yo la tenía más grande que su hermano Carlos. Me quité el boxer y cuando me enderecé y me vio la verga, me dijo,
– ¡Que grande que la tiene!, ¡Es mucho más grande que la de mi hermano!,
– Ven le dije, tócala, trae tu manito y agarrame bien toda la pija,
– ¡Que caliente que está y que gruesa que es, es muy gorda! Y mientras decía todo esto ella no la soltaba y la miraba como fascinada,
– Dale un beso. Me miró y volvió a mirar mi pija, acercó su boquita lentamente y como con temor depositó sobre el glande un beso rápido y se quedó mirándola como si esperara que pasara algo más. –Métela en tú boquita y chupámela un ratito. Volvió a mirarme y como con temor se fue acercando a mi pija y trató de meterse en su boquita la cabeza, pero era muy chiquita su boquita y en ese primer intento no pudo. Le dije que juntara saliva en su boquita y que le pusiera a toda la cabeza de la pija para que le entrara en la boca. Lo hizo ella y logró meter el glande en su boca. ¡Que placer el sentir ese calor y esa suavidad de la boca de esta nena, y además verla con mi pija en su boca. La dejé que la chupara un poquito nomás por que no quería acabar en su boquita, quería culiarla. Le saqué toda su ropita y bien desnudita hice que se acostara con las piernitas bien abiertas y que con sus deditos separara los labios de su conchita, acerqué mi pija a esa divino agujero, apenas abierto, y traté de introducírsela, pero la diferencia de tamaño era muy pronunciada así que no podía; insistí varias veces hasta que logré que entrara un poco, ella dijo:
– ¡Ay, ay, me duele, no, no la meta que me va a lastimar!, mientras que con sus manitos trataba infructuosamente de separarme de ella. Yo, ciego y sordo a todo lo que sea que tratara de impedir de completar la penetración de tan pequeño como estrecho chochito, continuaba empujando y así hasta que logré meter casi toda mi pija, entonces caí en la cuenta de que ella estaba llorando desconsolada y desesperadamente, pero ya estaba dentro de su cuerpito y sentía que mi pija latía intensamente por la presión a que estaba sometida por las paredes de tan pequeño útero. Comencé de a poco a moverme dentro y fuera, primero un pedacito y así sucesivamente hasta que sacaba casi toda mi verga de su estuchito y la volvía a sepultar hasta sentir que tocaba fondo, y cada vez que esto sucedía ella se estremecía y me decía,
-Basta ya, basta por favor que me duele mucho. ¡Sáquela que no aguanto más! Pero yo seguía firme buscando el final de mi placer, que llegó eyaculando largos y varios chorros de leche caliente y espesa en el interior del cuerpo de esta niñita que seguí llorando, aunque ya no tan fuerte, ahora era solamente como un pequeño sollozo con hondos suspiros de alivio. Una vez que recuperé un poco de cordura, me bajé de sobre ella y me acosté a su lado en la cama. Le dije,
– ¿No era que te cojían tus hermanos? ¿Por qué lloraste tanto?
–Es que usted la tiene muy grande.
–¿Tu hermano la tiene más chica que yo?.
–Claro, es como ese dedo que me metía primero.
-¿Te duele mucho tú conchita?
– Si, ahora no me duele tanto, pero me arde y…, mire, me ha lastimado por que me sale sangre. Me mostró su mano que se había pasado por su rajita y efectivamente, tenía en su mano un poco de sangre.
–A ver, le separé las piernitas y me fijé en su argollita y vi. que esta estaba bien colorada y que le salía un poquito de sangre, producto sin duda de un pequeño desgarramiento que sufrió cuando le introduje mi pija.
– Bueno, ya va a pasar, en un ratito te deja de doler y lo hacemos de nuevo.
–Noooo, me dijo, no quiero que me la meta más por que me hace doler muy mucho.
– Bueno, pero si no te la meto como vamos a hacer?
–No se yo, pero por favor no me la meta más, y comenzó a llorar de nuevo.
–Bueno, pero si no te la meto me la vas a chupar hasta que acabe y te eche mi leche en tu boca.
– Bueno, pero no me la meta.
–Bueno, pero además cuando te de mi leche en tu boquita te la debes tragar a toda.
–No, no me gusta tragarla, mi hermano también quiere lo mismo pero a mi no me gusta.
–Bueno, si no te la tragas entonces en vez de chuparla culiamos de nuevo.
–No, no, si se la chupo y me tomo toda su leche, pero no me la meta de nuevo por que me arde mucho mi conchita.
–Está bien, si me la chupás bien y te tomas mi leche no te la meto, así que ahora agarrala con tu manito y acaríciala para que se me pare de nuevo, pero antes ven, vamos a lavar tú conchita para sacarle la lechita de antes y así te deja de arder.
La llevé al baño y lavé bien su vaginita, con mucho cuida y muy suavemente por que ella decía que le ardía, la sequé y nos fuimos a la cama nuevamente, se acostó y yo metí mi cabeza entre sus piernitas para ver como había quedado su agujerito, estaba enrojecido y todavía permanecía un poquito abierto, apenas un poquito teniendo en cuenta que su chochito era pequeñito, pequeñito y hermoso, acerqué mi boca al mismo y deposité un beso en sus labios vaginales, luego con mucha suavidad fui pasándole la lengua, primero sobre esos labiecitos hermosos y gorditos y a medida que percibía que ella se iba relajando con mis dedos se los fui separando e introduciéndole mi lengua, cada vez le abría más su conchita, y cada vez le metía más adentro mi lengua, mientras ella de a poco me daba cuenta que separaba cada vez más sus piernitas, de pronto con su manito empezó a acariciar mi cabeza y abrió todo lo que pudo sus piernitas, a todo esto mi verga ya estaba totalmente parada, dura y caliente lista para la acción, lentamente me subí sobre ella y la comencé a besar mientras acomodaba mi pija en la entrada de su conchita, empujé un poquito y se la dejé bien afirmada contra su panochita, ella me preguntó si se la iba a meter nuevamente y al responderle afirmativamente, me dijo de una manera un poco mimosa, pero ya sin miedo, que no, que no se la metiera, por que le iba a doler otra vez, le dije que no, que ahora no le iba a doler por que ya tenía su huequito abierto, pero que si le dolía me dijera y que se la iba a sacar, ella me dijo que bueno, y lentamente pero de una manera firme empujé y de a poco iba entrando la cabeza de mi pija hasta que logré que entrara toda, ella se quejó un poco y yo me quedé quieto gozando de esa deliciosa presión a la que estaba sometido mi glande, no hablamos ninguno de los dos, luego proseguí intentando metérsela y poco a poco se la metí a toda de nuevo, busqué su carita para ver su reacción y vi que tenía cerrado sus ojitos y su boquita entreabierta, su rostro totalmente enrojecido como si estuviera haciendo un esfuerzo enorme, me doblé un poco para alcanzar con mi boca su boquita y le dí un beso, ella abrió sus ojitos, inmensos, azules y me dijo,
-Ahora no me duele.
–Dame otro beso, le dije yo. Me besó y con su lengüita buscó la mía, y me chupó la lengua con fuerza y con ganas, de una manera tal que casi me hace eyacular, recurrí a mi dominio personal y evité volcar mi leche en su interior, comencé el dulce movimiento de mete y saca, primero sacaba nada más que un poquito mi pija y se la metía nuevamente y de a poco fui intensificando el movimiento hasta que se la sacaba casi a toda, y se la sepultaba con fuerza hasta el fondo, hasta donde hacía tope, en ocasiones se la sacaba a toda y le decía a ella,
-Mira, mira todo lo que te meto en tu conchita.
–Huy, está muy gorda y es muy larga, por eso me parece que me llega a la boca.
-¿No te duele ahora?
–No, no me duele, me parece que me hace unas cosquillitas muy ricas ahí adentro.
-¿Quieres que te la saque?
–No, ¿por qué la quiere sacar?
–Bueno, sigamos culiando por que yo tengo muchas ganas de culiarte, de llenarte la conchita con mi lechita, ¿quieres?
–Bueno, siga por que ahora no me duele y estoy sintiendo algo lindo.
-¿Cómo aquella vez que te gustó cuando lo hiciste con tu hermano?
–Si, pero esta vez es más lindo por que usted la tiene mucho más grande y me la hace llegar hasta la boca, ¡huy, huy que lindo!, siento algo lindo ahí adentro por que su pija está muy caliente, ¡ahhhh, ahhhh, me estoy haciendo pis! ¡huy, usted también me está echando la leche por que siento que está muy caliente. ¡ahhhh, cuanta leche me echó! ¡que lindo! A todo esto yo sentía que mi cuerpo se disolvía y se transformaba en esperma, esperma que iba depositando a chorros dentro de ese pequeño cuerpito que estaba conteniendo mi miembro que estaba hinchado en su máxima dimensión y cuyo glande empujaba como un ariete al chocar con su matriz de niña, que a pesar de su tamaño propio de una criatura de tan solo 8 añitos, supo aguantar toda mi furia, toda mi violencia, y todos los embates que le propiné con mi enfurecida verga y a pesar de la diferencia de tamaños, consiguió sentir placer y supo gozar y disfrutar de la pija que la agredía y le daba gusto. Fue un polvazo. Realmente fue un orgasmo intensísimo por parte de los dos.
Me bajé de ella y quedé destruido a su lado, ella se acurrucó contra mi cuerpo y se quedó dormida. Yo también me dormí hasta que sentí que golpeaban la puerta, era el patrón del lugar que me comunicaba que no la habían encontrado a Alicia, pero si quería que me traía a la otra chiquilla que estaba en el lugar. Le dije que no por que no tenía tiempo, que me tenía que ir. Cerré la puerta y vi que Marcelita estaba despierta mirándome y escuchando lo que hablaba con el otro individuo.
–¿Te vas?, me preguntó.
–Si, le dije yo.
–Quédate un ratito mas, me gusta estar con vos.
–No, me tengo que ir, pero mañana si vos querés vuelvo y te busco, ¿o te quieres venir conmigo a mi casa? Ví que le brillaban sus hermosos y azules ojos y me preguntó,
-¿Cuándo?
–Ahora, te llevo a mi casa.
–No, ahora no por que mi hermano me va a venir a buscar para llevarme a casa pero si quiere mañana cuando salga de la escuela me busca y me voy con usted. Bueno, pero esto es otra historia, que desde ya les adelanto que esta niñita vivió conmigo 12 años y que fue una ardiente y complaciente amante, dispuesta satisfacer mis más disparatados e inesperados deseos.
Fin