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Capítulo 4
Diego estaba algo nervioso aquella noche al pulsar el timbre pese a que no era la primera vez que Sveta le invitaba a cenar en su casa. Se había detenido en una tienda gourmet para comprar dos botellas de buen vino. No terminaba de acostumbrarse a la tremenda afición que tenían sus anfitriones acerca del nudismo. No obstante, tenía la esperanza de que la presencia de la pareja de Iván, recién llegada de Londres pusiera un poco de recato en las costumbres de aquella casa.
Pero en cuanto una diosa un palmo más alto que él, cabello color miel hasta prácticamente la cadera pese a su recogido; le recibió con una sonrisa angelical entre sus labios como única prenda, se dio cuenta de estaba totalmente equivocado.
– Hola. Tú debes ser el famoso Diego.
– Hola – Balbuceó él con la mirada fija en tan espectacular cuerpo.
La chica le era familiar pero no sabía exactamente el motivo.
– Yo me llamo Katrina – Y sin mayor preámbulo le estampó tres besos en los morros al más puro estilo soviético y después gritó algo en un idioma totalmente incomprensible para él.
– Hola, Diego. – Se oyó la voz de Iván desde un lugar indeterminado de la casa.
– Hola cariño.
Sveta con una cálida sonrisa le dio también un beso, aunque mucho más tórrido y húmedo.
– Entra y ponte cómodo. Estamos terminando de prepararlo todo.
– ¡Has traído el vino! Eres un encanto. ¿Puedes darme un poquito antes de la cena? – continuó la otra mirando la etiqueta – Parece bueno…
– No sé. No entiendo demasiado.
Y se dirigió al mueble bar para descorchar una botella.
– ¿Y a qué te dedicas?
– Soy… empleado de banca. Director de una sucursal solamente…
– ¡director, nada menos! – Continuó la rubia una vez se mojó los labios -. ¿Pero a qué esperas? ¿Quieres que te ayude?
– ¿A qué…?
– ¡A desnudarte, bobo! ¿No has oído a Sveta?
– Sí, sí… ya voy.
Y con bastante vergüenza procedió a quitarse la ropa bajo la atenta mirada de la joven.
– Vaya… veo que te alegras de conocerme. Sveta es una chica con suerte.
– Lo… lo siento. Yo… – Diego intentó torpemente tapar su erección.
– ¡Qué mono eres! No te preocupes, es algo normal. Hay que dejar que nuestra naturaleza se exprese libremente. Hay que volver a nuestros ancestros…
– Sí – repuso él, conocedor de las teorías que gobernaban aquella casa -. ¿Y tú, a qué te dedicas?
– Soy actriz porno. – Contestó Katrina con la mayor naturalidad del mundo.
A punto estuvo Diego de atragantarse con el vino ante tal confesión. Incluso tosió ligeramente.
– Precisamente acabo de llegar de Londres de filmar una escena con un negro gigantesco. Tengo el ojete en carne viva ¿Svetaaaa?
– Dime.
– ¿No le has enseñado a tu chico alguna de mis películas?
– Por supuesto que sí ¿Es que no lo recuerdas? El otro día te regalé su primera peli.
– Sí… ya lo recuerdo. Es estupenda… – Diego estaba de lo más alterado. Cayó en la cuenta del porqué la cara de Katrina le era tan familiar.
– Esa era demasiado light. Tendrías que ver todo lo que me hacen ahora… ¿Quieres verla? La tengo ahí, todavía no ha salido a la venta…
– Ahora no, putita – intervino Sveta para sacar a su hombre del apuro – La cena está lista. Después quizás…
Y con un guiño cogió de la mano a Diego guiándole hasta la mesa. Iván apareció con los platos a base de caviar ruso y ostras frescas. También se hizo con una bandejita llena de porros, pastillas y rayitas blancas de un polvito indeterminado.
– Vaya, menudo banquete. Deberías habérmelo dicho y hubiese traído un vino blanco en lugar de tinto.
– No te preocupes, es perfecto. – Le dijo Sveta pasándole el primero de los cigarros.
Diego le dio una profunda calada. No había probado droga alguna desde su etapa universitaria. A partir de ahí la conversación se volvió monotemática acerca de las andanzas de Katrina en el mundo del porno. Hablaba de personas sobre las que el pobre Diego no tenía ni idea, pero por lo que la chica decía, debían ser muy importantes dentro de la industria pornográfica. Las botellas de vino pronto estuvieron vacías y la habitación se llenó de humo procedente de los canutos de la hierba de las cinco puntas. Cada vez Diego estaba más a gusto.
– … y mi agente me está buscando algo para rodar en Estados Unidos ¿No es increíble?
– Genial.
– ¿Y cuánto llevas en este mundillo? – Preguntó Diego intrigado ya que veía a la muchacha demasiado joven para dedicarse a ello.
– Bastante poco, la verdad. Rodé mi primera escena exactamente con dieciocho años y un día… y de eso hace tres… no, cuatro meses. Desde entonces he rodado siete escenas más y la orgía del otro día ¡Fue increíble! Hasta pronuncié unas cuantas frases antes de follármelos a todos. Hasta ahora siempre eran tipo gonzo, de esas en las que se va al tema directamente y todo eso. En esta hay un guion…
– Digno de un Óscar. Entras en un vestuario de chicos, les dices que te has equivocado de puerta y…
– …y me los follo a todos. – concluyó la frase Katrina entre risas -. Oye, puede parecer poco, pero por algo se empieza.
– Claro que sí, cariño.
– Muchas chicas no pasan de una triste enculada en una peli de mala muerte y yo ya he rodado dos como protagonista. ¿Queréis verla?
– Que sí, pesada. Todavía falta el postre.
– ¡Siiii! El postre. Os tenemos preparada una sorpresa. No os mováis de aquí. Ve poniendo la peli…
Y las chicas desaparecieron después de despejar completamente la mesa. Diego aprovechó el momento para despejar una duda que le estaba rondando la cabeza desde hacía un buen rato.
– No te ofendas Iván, pero… ¿Katrina y tú estáis juntos?
– Sí. Desde que éramos prácticamente unos niños -. Contestó el otro mientras introducía el DVD en el televisor último modelo de pantalla gigante.
– Y… ¿no te importa que se dedique a hacer películas de ese tipo?
– ¿Importarme? No, qué va. Ella ha tenido siempre muy claro a qué quería dedicarse. Ahí donde la ves lleva mucho tiempo preparándose: clases de modelaje, interpretación, danza, expresión corporal, inglés… y follando mucho, por supuesto. Yo lo tengo muy asumido y no soy nada celoso. De no haber sido así no me hubiera casado con ella…
– ¿Estáis casados?
– Desde el año pasado. Es un espíritu libre. Se emancipó de sus padres hace casi dos.
– Joder.
– Sí. Es increíble. El sexo con ella es fantástico… ya lo verás.
A punto estaba de replicar Diego cuando se quedó patidifuso al percatarse del improvisado traje de baño que presentaban las dos muchachas. Ambas tenían los pechos cubiertos de una sustancia blanca, una botella de Moët en una mano y un bote en la otra.
– ¡Joder qué fría está la nata! Te dije que la sacases antes de la nevera.
– Tiene que estar así. De esta forma se te endurecen antes los pezones.
– ¡Endurecerse los pezones! Pero sí tú te excitas con un plátano…
– Espero que no seas alérgico…
Y sin darle tiempo a reaccionar Sveta estampó uno de sus redondos senos en la boca de un Diego cada vez más alterado. Katrina por su parte hizo lo mismo con su marido no sin antes poner en marcha el reproductor de vídeo.
– Está buena.
– Muy rica.
– Toma, prueba esto.
– ¿Qué es?
– ¿Confías en mí?
– Por supuesto.
– Pues entonces, trágatela. – dijo Sveta introduciendo una píldora en la boca de su próxima víctima.
Después le dio a beber un buen trago y le estampó un beso de tornillo como si de una anaconda se tratase.
– «Este ya está listo»
– «Dile que mire a la tele»
– Mira la tele, mi vida…
En efecto delante del hombre maduro apareció la rubia de largo cabello entrando en un vestuario vestida de colegiala. Allí no menos de una decena de machos la esperaba fingiendo de forma penosa una sorpresa. Ni dos minutos tardó en arrodillarse Katrina, y comenzar con la fiesta.
Diego empezaba a sentirse realmente bien, muy pero que muy bien. Eufórico podría decirse. Sintió su pene rígido como el hierro y con una seguridad en sí mismo totalmente impropia de él. Buscó con sus manos a Sveta, quería agarrarla y montarla allí mismo, pero ella se escapó como una anguila.
– Ven aquí…
– Primero tendrás que atraparme…
Poco tardó en levantarse el hombre de su asiento, pero al extender el brazo pronto se vio inmovilizado con una presa de judo y lanzado hacia el sofá de cuero blanco que presidía la sala.
– Tranquilo, mi vida. Yo también quiero postre.
Y la rubia se le acercó moviendo el bote de nata desparramando una buena parte de su contenido sobre las partes nobles de un cada vez más alterado Diego.
– ¡Joder! – Exclamó el hombre al sentir su pene totalmente engullido por la boca más profunda que jamás le había mamado.
– ¡Qué golosa eres, Sveta! ¿Y para mí?
– Toma. No seas envidiosa.
Y de nuevo sintió Diego como su pito volvía a cubrirse de blanco. Sveta se levantó, dejando el camino expedito a la actriz porno que, dejando a un lado a su marido procedió a trabajarse el estoque erecto con la maestría propia de la profesional que era. Sveta a su lado parecía no más que una aprendiz.
– Lo hace bien mi chica, ¿verdad?
– Es… muy buena.
– Tienes una polla muy guay. Podrías dedicarte al porno… – apuntó Katrina entre chupada y chupada.
– ¡Qué buena idea! Grabemos una peli…
– No, no…
– ¿Por qué no? Será divertido. Así, cuando sea famosa, podrás fardar con los amigos. Les dirás que te lo montaste con una estrella porno…
Diego no pudo objetar nada por múltiples motivos. Bien sea por los efectos de la pastilla, o por el intenso tratamiento que la chica le estaba dando, o por verla siendo enculada por dos penes simultáneamente en la tele o por el hecho de montárselo con ella delante de su propio marido, lo cierto es que ya no le pareció tan mala idea.
Como por arte de magia Sveta ya se había hecho con una cámara de vídeo y en un instante ya estaba inmortalizándolo todo.
– Ponle algo sobre los ojos, así tendrá más morbo.
Le faltó tiempo a Katrina para cumplir el deseo de la directora de escena. Por tercera vez experimentó el semental el frío en sus testículos y unos labios majestuosos succionando su miembro con infinita maestría. En su agonía, Diego pensó que al verse privado de la vista sus otros sentidos se acentuaban ya que sin duda la tercera de las felaciones era incluso mejor que sus predecesoras. Apenas sintió cuando alguien se sentó a su lado y quitándole la venda le susurró al oído:
– ¿A que lo hace bien mi marido?
Casi se le salen los ojos de las órbitas al cuarentón al contemplar aterrado como era el otro hombre el que le estaba dando placer. Su mente intentó reaccionar, pero sin duda perdió la batalla frente al gozo que su pito estaba sintiendo. Si agarró al muchacho por el cabello no fue para apartarle sino para obligarle a que se la metiese más adentro de su garganta.
– «Maricón de mierda” – masculló Sveta mientras no perdía detalle de lo sucedido.
Fue Katrina la que dio el siguiente paso, separando al ucraniano de la polla del hispano para montarla ella sin solución de continuidad.
– Me muero por follarte…
– Y yo… – contestó Diego fuera de sí.
Katrina comenzó la danza del vientre a un ritmo vertiginoso. Estrujaba con su vagina el miembro viril que la llenaba. Se estaba portándo como un auténtico campeón y ella lo agradecía dándole lo mejor de sí.
– Dame por la boca… – Le gritó a su marido.
– Claro, mi vida.
Y como una gacela él se puso de pie sobre el sofá de tal forma que su cipote quedase prácticamente entre los otros dos amantes. Katrina succionó un par de veces el príapo para luego besar a Diego. Repitió el camino varias veces hasta que prácticamente sus labios, los de Diego y el miembro de Iván fueron uno. Cuando sintió que la descarga en su vagina simplemente ordenó:
– ¡Chúpasela!
Y como un autómata el respetable señor Martínez se jaló el miembro viril tanto como pudo bajo la atenta mirada del objetivo. En cuanto el papá de Laia y Sara probó la fruta prohibida… ya no pudo soltarla. Los otros tres hicieron con él lo que le dio la gana pese a la presencia de la indiscreta cámara. Las mismas bolas que profanaron la entrada de su hija pequeña exploraron su intestino sin la menor cortapisa, el mismo falo que desvirgó analmente a su niña penetró su culo de la forma más salvaje y el mismo pene que orinó sobre la cabecita de Sara eyaculó en su boca dándole a probar el más dulce de los néctares. Sveta dejó la cámara fija en un trípode y se unió a la fiesta. Ebrio de alcohol, lujuria y drogas Diego hizo realidad todas y cada una de sus fantasías sexuales aquella noche.
Continuará