El relato erótico "En la oficina" es un texto de ficción, ni el autor ni la administración de blogSDPA.com apoyan los comportamientos narrados en él.
No sigas leyendo si eres menor de 18 años y/o consideras que la temática tratada pudiera resultar ofensiva.
Tengo 35 años y trabajo en una empresa importante como director de contabilidad. Mitrabajo no es especialmente variado. Por eso me sorprendió, hace unos días, cuando me dirigía a mi puesto saludando maquinalmente a los administrativos, encontrar a un jovencito, parece un niño, pensé en el primer momento, sentado a una mesa no muy lejana a la puerta del despacho. Comenté luego a mi secretaria.
¿Y este chaval?
Se llama Tony y es nuevo. Es hijo de un amigo de Jaime. Estará por un tiempo como chico de los recados y para ayudar en lo que se necesite.
Parece un crío, ¿no?
Bueno, creo que ha cumplido los dieciséis años. Pero no mucho más.
Si Jaime lo había traído no había nada que decir. Él era el jefe de personal y ya sabría lo que hacía. Supuse que era algún favor que debía al padre de Tony.
Mi despacho era acristalado y desde mi mesa, una de esas grandes mesas de oficina, debajo de la cual podría moverse una persona sin ser vista, podía ver de cerca la mesa de Tony. Le observé varias veces durante la jornada. Era un muchacho algo regordete, sin vello en la cara, con las mejillas sonrosadas y el pelo algo largo y ondulado. Parecía tímido. Aunque es su primer día, reflexioné.
Cuando se levantó tuve ocasión de observarle de cuerpo entero. Era de estatura regular, y sus formas delataban un reciente ingreso en la pubertad. Visto de espaldas se le marcaba un culito bien redondeado y pronunciado. Me hubiera gustado magreárselo y me imaginé deslizando un dedo para tantear su ano. Me atraen los culos de los jovencitos. Olerlos, besarlos y, desde luego, follármelos. Habría que ver qué se podía hacer con Tony. Me empalmé pensándolo y tuve que desabrocharme el pantalón, sacar mi polla y acariciarla un rato mientras lo contemplaba. De todas maneras mi mesa era suficiente para ocultarme a la vista de los empleados.
Un par de días después Tony seguía en su puesto y parecía tímido como siempre. Yo había vuelto a ponerme caliente y decidí tomar la iniciativa. Ordené por el teléfono a una de mis secretarias que me mandara a Tony con unos documentos. Muy educadamente, el muchacho llamó a mi puerta.
¿Se puede, señor?
Adelante, Tony.
Aquí le traigo los documentos.
Ponlos sobre la mesa.
Cuando se acercó lo suficiente, alargué la mano y sin ningún miramiento le palpé las nalgas carnosas. Tony se sobresaltó.
Pero, señor…
Y, con el azoramiento, dejó caer los papeles. Éstos planearon hacia el suelo y quedaron debajo de la mesa.
Agáchate y recógelos.
Tony obedeció. Cuando lo tuve debajo de la mesa le agarré por el pescuezo y le dije con voz autoritaria.
Ahora no te muevas y obedece.
Me bajé la cremallera de los pantalones y extraje mi verga que ya se había puesto medio dura. La dirigí a la boca de Tony.
Mámala, chaval. Chúpala como si fuera un caramelo.
No se atrevió a protestar y se encajó mi polla en la boca. Era evidentemente inexperto y le costaba respirar de forma adecuada. Pero al cabo de unos minutos su técnica mejoró y me puso el rabo durísimo. Empezó a soltar algunas gotas de líquido preseminal.
Tony lo notó e hizo un intento de zafarse.
Quieto, Tony, sigue mamando. Lo haces muy bien. Y tendrás que tragarte todo lo que salga.
Le amorré con más fuerza contra mi entrepierna. Tony jadeaba y seguía mamando con entusiasmo. Noté que me iba a correr. Dije con voz entrecortada.
Toma toda la leche. Trágala. No sueltes ni una gota.
El roce cálido y húmedo de la boca del adolescente me produjo un orgasmo brutal. Se me nubló la vista de la oficina y empecé a soltar chorros de semen. No sé cómo lo hizo, pero Tony consiguió tragárselo todo. Cuando noté que me recuperaba, la saqué de su boca y la sequé con un pañuelo. Le alargué otro a Tony.
Venga, sal de ahí y límpiate.
Tony se incorporó. Tenía la cara enrojecida y el pelo revuelto, y se le marcaba un buen bulto en los pantalones. Le resbalaba una gota de leche por la comisura de los labios.
Pasa por el lavabo antes de volver a tu sitio.
El chico desapareció en un instante.
Al día siguiente pasé deliberadamente ante la mesa de Tony. Éste levantó la vista y me dirigió una amplia sonrisa. Esto me animó. No se lo habrá pasado mal, pensé yo. Otro día me concentraría en su culo.
No tardé mucho. Tres días después decidí que era un buen momento. Mandé aviso a Tony de que me esperara en el archivo. El archivo estaba en el sótano y no era demasiado concurrido. Estaríamos tranquilos.
Cuando llegué Tony me esperaba ante la puerta y me sonrió, mientras se ruborizaba.
Cuando entramos cerré la puerta por dentro. Supongo que el chico esperaba otra buena dosis de leche pero le desconcerté.
Bájate los pantalones.
Pero, señor…
Haz lo que te digo.
Se puso algo nervioso y no acertaba a desabrocharse. Cuando lo logró y los pantalones le cayeron al suelo vi que llevaba unos calzoncillos con personajes de dibujos animados. Como un crío, vaya.
Y ahora bájate los calzoncillos.
Tardó unos segundos en decidirse. Era bastante tímido.
Bien, así me gusta.
Se quedó de frente. Lucía una polla regular, descapullada y que estaba a punto de empinarse.
Quédate quieto ahí.
Mientras tanto yo también me desabroché los pantalones y me los saqué e hice lo mismo con el slip. Mi verga se alzó, ya dura, hacia Tony. Éste hizo ademán de acercarse e inclinarse. Ya me hubiera gustado que volviera a mamármela, pero no eran mis planes.
Date la vuelta e inclínate sobre la mesa. Quiero verte el culo.
Cuando se dobló, sus nalgas salientes quedaron a pocos centímetros de mí. Se las veía carnosas y suaves, casi sin vello y sin ninguna marca de calzoncillos. Las acaricié lentamente con una mano mientras recorría mi polla con la otra.
Ábrete las nalgas con las manos y muéstrame el ojete.
Tony lo hizo sin rechistar. Verdaderamente era un chico dócil. Quizá porque no sabía lo que le esperaba. Su ano era rosado, algo abultado, muy limpio. Acerqué un dedo.
Murmuró con voz entrecortada.
¿Qué hace, señor?
Voy a meterte un dedo en el culo… por ahora. Te gustará, pero tienes que estar tranquilo.
Me agaché y hundí la cara entre las nalgas. Aspiré hondo. Aunque estaba muy limpio, noté vagamente el aroma característico de un buen culo masculino. Esto me excitó.
Introduje el dedo. Para mi sorpresa, el músculo no ofreció ninguna resistencia. Mejor, no me hubiera gustado tener que partirle el culo con violencia. Soltó un gemido y yo empecé a girar el dedo dentro de su ano. Los gemidos de placer se hicieron más intensos. Saqué el dedo, lo olí y me lo metí en la boca para chuparlo. Me encantó su sabor. Tony volvió ligeramente la cabeza para ver qué estaba haciendo.
¿Te gusta, Tony?
Sí, señor, no me lo saque…
Vaya con el chaval. Parece que no podía estarse sin el culo vacío. O sea que ahora le metí dos dedos. Le costó un poco más, pero se los tragó sin rechistar. Sólo decía.
Oh, sí, si…
Mientras le iba dilatando el agujero dirigí la otra mano a su paquete. Estaba empinado y aproveché para masturbarle ligeramente. Se retorcía de gusto y apretaba con el culo para introducirse mis dedos más adentro. Pronto estuvo a punto de caramelo. Mi polla se había puesto durísima y reclamaba su sitio. Acerqué el capullo a su ano mientras lo sujetaba por los hombros.
Ahora sí que Tony se sobresaltó. Como sabía que tenía mis manos en sus hombros, no imaginaba qué era lo que estaba presionándole el ojete. Intentó escabullirse y debí sujetarle más fuerte. Como aún se resistía, tuve que propinarle un par de cachetes. Se calmó.
¿Verdad que te gustó que te metiera los dedos? No te has quejado, putito. Pues ahora va a ser mejor. Te voy a meter toda la polla por el ano y te soltaré la leche dentro. O sea que calla y disfruta, putito. Te va a desvirgar un macho.
Hice presión con el glande en su orificio. El muchacho estaba bastante dilatado con los juegos preliminares y mi capullo entró en seguida. Soltó un chillido sordo.
No te quejes y ve pajeándote.
Así lo hizo. Pronto tuve toda la polla dentro de su culo. Lo notaba muy caliente y suave, y cedía sin dificultad. Empecé a follarle lentamente, metiendo y sacando mi verga rítmicamente. Aceleré. Alargué una mano hasta la entrepierna de Tony, que se estaba masturbando sin parar. De pronto sentí las contracciones del ano de Tony alrededor de mi rabo y en el mismo momento me inundó la mano con su leche de adolescente. No aguanté más y me vacié en su interior. Mi semen salió en varias oleadas, llenándolo todo y resbalando hacia el exterior por sus muslos. Cuando extraje la polla le ordene.
Date la vuelta y límpiala con tu lengua.
Así lo hizo sin mediar palabra. Nos secamos y volvimos a la oficina. A la salida del sótano le di un pellizco en la mejilla.
Muy bien, Tony. Hasta otra ocasión.
Fin