El relato erótico "Yo 16, él 51" es un texto de ficción, ni el autor ni la administración de blogSDPA.com apoyan los comportamientos narrados en él.
No sigas leyendo si eres menor de 18 años y/o consideras que la temática tratada pudiera resultar ofensiva.
Esto me pasó hace dos veranos, estando yo en la playa con mi familia. Por allí cerca hay una playa gay y me solía ir porque me gusta tomar el sol y bañarme desnudo.
Ahora tengo dieciocho años y entonces estaba para cumplir los dieciséis.
Aquél día dejé mi bici como de costumbre atada junto al camino que está junto a unas dunas donde la gente se pone a tomar el sol y después de estar un rato echado en la arena me fui hacia la playa para tomar un baño. Yo llevaba puesto un speedo que luego me quito para entrar en el agua.
Cuando iba hacia la playa me encontré con un señor muy alto y algo mayor, pero muy guapo y con un cuerpazo que hizo que mi instrumento comenzara a ponerse en plan de ataque.
Conforme lo iba viendo aproximarse me entraban ganas de decirle algo y empecé a ensayar mentalmente el saludo que le iba a dirigir, pero al cruzarnos estaba lleno de vergüenza y no le dije nada.
Cuando pasó me quedé mirando y de pronto él se volvió y me vio mirando. Me dio mucha vergüenza y me volví disimulando hacia la playa.
Me di un baño y con el agua fresca se me pasó el calentón que llevaba. Volví a las dunas y me tendí sin secarme y desnudo para tostarme un poco. Como el sol me molestaba en la cara me puse la camiseta sobre los ojos y creo que hasta me dormí un rato.
Me despertó una voz que me decía.
Hola, chico.
Me quité la camiseta de la cara y me quedé todo alucinando: era él, que estaba allí, de pie delante de mí, con los brazos cruzados y las piernas un poco abiertas, a contraluz, y su figura se recortaba en la luz del sol y me parecía una visión.
Me quedé mudo de asombro y muy cortado y le respondí con un escueto hola.
Entonces me dijo que si me molestaba que se sentara a mi lado. Yo me puse la camiseta sobre mi polla que estaba casi dura para taparme y le dije que no me molestaba que se sentara a mi lado. Me preguntó que cómo me llamaba y lo que estudiaba y si venía por aquí con frecuencia. Tenía una voz muy agradable y se veía que era una persona muy culta y educada.
Yo empecé a perder el miedo y le iba contestando a sus preguntas y preguntando también algo. Le dije que solía venir los fines de semana. Entonces me preguntó si le dejaría hacerme unas fotos porque era un chico muy guapo. Yo era bastante alto para mi edad, un poco delgado y con el pelo muy largo y sin nada de vello todavía.
Al principio le dije que no, que me daba corte estar desnudo así, y él me dijo que no hacía falta que me quitara el bañador, que era porque mi cuerpo le parecía muy bonito y la melena al viento tenía una gran belleza y cosas así. Al final le dije que sí, pero que luego no las enseñara a nadie. Él me prometió que así sería y quedamos para el siguiente fin de semana que se traería el equipo de fotos.
Toda la semana estuve pensando en él y cada vez me apetecía más estar con él y me lo imaginaba junto a mí en la cama haciendo el amor y se me ponía dura como un tronco y terminaba haciéndome una paja pensando en aquél hombre.
Llegó el fin de semana y estando yo en el mismo sitio apareció él con una bolsa y un trípode. Me dio las gracias por haber venido y me dijo que cuando quisiera empezaba con las fotos. Estuvimos un rato midiendo la luz y los enfoques y cosas de esas. Yo no entiendo mucho de fotos, pero él se notaba que era muy aficionado. Luego empezó la sesión, en las dunas con el agua del mar al fondo. Esa mañana no había nadie cerca y no nos molestó ninguno de los curiosos que se pasean para ver a los que tomamos el sol, desnudos. Me hizo fotos con la camiseta puesta, luego sin ella, atándomela a la cintura y poniéndomela como un turbante en la cabeza, con la toalla sobre los hombros y caída sobre el cuerpo y un montón de poses sentado, acostado sobre la arena jugando con ella, de pie, de espaldas, con el pelo recogido y con la melena al aire, porque soplaba una brisa que decía que era muy bonito así.
Cuando terminó todavía no sé cómo, le dije que si quería que me desnudase del todo y me hacía alguna foto así. Se paró a pensar y me dijo que él no me lo pedía, pero que si yo quería que de acuerdo. Me bajé el speedo y mi polla estaba erecta. Me dijo que así no era lo adecuado, que no quería pornografía sino arte, que me bañara a ver si se bajaba y eso hice. Luego volví y conseguí que no se pusiera dura y me hizo unas cuantas fotos más. Cuando guardó sus cosas nos despedimos y le pregunté cuándo las podría ver. Él me dijo que me avisaría, y yo le dije que prefería ir a su casa a verlas. Me dijo que las traería a la playa pero como yo insistí, al final me dijo dónde vivía. No estaba muy lejos de mi casa y podía ir con la bicicleta.
A los cuatro días me presenté allí de sopetón y al abrirme la puerta se quedó un poco sorprendido. Me dijo.
Tienes prisa por verte, ¿eh?
Yo le dije que sí, pero en realidad lo que quería era estar con él porque estaba muy pillado por aquél hombre. Pasé a su casa. Era muy bonita, un dúplex muy bien decorado, con un sofá enorme en el salón y una chimenea y todo. Tenía una habitación pequeña con cosas para revelar fotos y entró y las sacó. Nos sentamos en el sofá y empezó a enseñármelas, haciendo comentarios de cuáles eran las mejores y por qué le gustaban unas más que otras. La verdad es que a mí me parecían todas muy buenas y me veía más guapo de lo que soy.
Le pedí si podía darme alguna y me dijo que sí, que tenía copias para mí. Me dijo que si quería tomar algo antes de irme y yo le dije que sí, más que nada para poder estar más rato allí. Él se metió para adentro y salió al rato con unos vasos y unas coca-colas.
Me la fui tomando poco a poco haciendo tiempo. Cuando terminé no me pude aguantar más y me acerqué a él y le cogí la mano y le dije gracias. Él se quedó callado yme puso su mano sobre mi rodilla. Entonces yo me acerqué más y le cogí la cara y le di un beso en los labios. Se quedó muy parado y me dijo que si sabía lo que estaba haciendo, que yo era un menor y él tenía 51 años. Le dije que no me importaba, que yo lo quería y que me gustaría que él me quisiera. Lo dudó un tanto, pero al fin me cogió suavemente por los hombros, me acercó y me besó. Yo empecé a abrazarlo y a meterle la mano por dentro de la camisa y a acariciarlo. Poco a poco le fui quitando la camisa que llevaba casi desabrochada porque hacía calor. Entonces él me sacó la camiseta de tirantes que llevaba puesta y me acarició el pecho. Yo hacía lo mismo. Él tiene algo de vello, pero no mucho. Y empecé a besarle el pecho y lamerle los pezones y besarle en el cuello. Le fui acariciando su paquete que estaba muy duro y él hacía lo mismo con el mío. Me bajé los bañadores, me quedé con el calzoncillo tanga nada más. Él me decía que no había visto nada más excitante en su vida. Fue besándome desde el pecho hasta llegar a mi ombligo y empezó a lamer mi vientre hasta llegar al tanga. Entonces yo me lo bajé de golpe y me quedé desnudo ante él. Luego cogí su pantalón corto y se lo desabroché. Volvió a decirme si estaba seguro de lo que quería hacer. Le dije que sí, que ya no me importaba nada y comenzó a chuparme la polla y yo estaba que alucinaba. Luego empecé yo a hacer lo mismo. Le dije que no me penetrara, que no me gustaba y él me dijo que no pensaba hacer nada que yo no quisiera. Así estuvimos un rato que se me hizo a la vez corto y largo por lo que estaba disfrutando, hasta que ya no pude más y me corrí en su mano mientras él me masturbaba. Luego yo seguí mamándole la polla hasta que él se corrió echando todo su semen sobre mi pecho.
Yo había estado alguna vez con colegas de mi edad, pero esto no tenía nada que ver con aquello. Nadie me había tratado con ese cariño.
Esta fue la primera vez. Tardamos en vernos un par de semanas y desde entonces yo iba a su casa cada tres o cuatro días y cada vez era mejor, siempre con la delicadeza suya y a la vez el morbo que me daban sus formas educadas y su cuerpo maduro pero fantástico.
Al terminar el verano regresé con mi familia a la capital. Él vive en una zonaresidencial y yo sigo yendo a su casa desde entonces. Es el amor de mi vida y me estoy preparando para darles el disgusto a mis padres y decirles que me voy con él, porque saben que soy gay, pero no han acabado nunca de creérselo. Acabo de cumplir los dieciocho y estoy ya en la universidad, haciendo literatura que es lo que me gusta. Pienso irme a vivir con él y espero que las cosas no cambien nunca, aunque nuestra diferencia de edad sea tan grande.
Fin