Verónika decide morir (de Kira Nevo)

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Algo había pasado en la vida de Verónika para que decidiera morir. A los veinticinco años, su existencia no podría considerarse perfecta a sus propios ojos, aunque para los demás lo parecía en todos los sentidos. Tenía una familia que la quería con locura, un trabajo estable donde todos la veían como la compañera ideal, y un círculo de gente a la que ella, en sus momentos de lucidez, consideraba sus amigos. Sin embargo, nada de eso llenaba el vacío que llevaba dentro, un hueco que se había abierto cuando apenas tenía cinco años y que con el tiempo había crecido hasta devorarlo todo.

A esa edad, Verónika conoció por primera vez el dolor disfrazado de algo que no entendía. No fue un accidente, ni una enfermedad, sino algo que un adulto cercano le impuso en secreto. Su tío, un hombre de cuarenta años, alto, atlético y, porqué negarlo, bien parecido, había comenzado a acercarse a ella de formas que parecían inocentes al principio. "Juegos nuevos, divertidos y misteriosos", le decía él con una sonrisa que a los adultos les parecía normal, pero que a Verónika la dejaba confundida, con una sensación extraña en el estómago.

Verónika era una niña solitaria por naturaleza, aunque no falta de amigos. Tenía grandes ojos verdes que brillaban intensamente con la luz del sol, labios gruesos y suaves, piel muy blanca que se sonrojaba con facilidad y cabello castaño ondulado que caía en cascadas sobre sus hombros. Como cualquier niña de su edad, vivía en un mundo de fantasía donde los adultos eran protectores y los secretos eran sobre regalos de cumpleaños o escondites en el jardín. Pero ese día, en una reunión familiar llena de risas y olor a comida casera, todo cambió.

La casa estaba llena de voces: padres, tíos, primos corriendo por todas partes. Verónika, con su vestido rosa favorito que le llegaba a las rodillas y sus pantis blancos con encaje, muy a la moda de los 90's, sintió la necesidad de ir al baño sola, "como las niñas grandes", pensaba para sí misma. Subió las escaleras con paso seguro, orgullosa de su independencia. Nadie la vio entrar, nadie notó que su tío la seguía discretamente, escabulléndose entre las conversaciones de la planta baja. El ambiente era ruidoso, con música y charlas sobre trabajo y chismes familiares; "nadie se preocuparía por un par de minutos de ausencia", pensó el hombre.

Dentro del baño, Verónika cerró la puerta a medias, pero su tío la empujó suavemente y puso el seguro tras de sí. El clic sonó como un estruendo en los oídos de la niña. Ella se asustó al verlo allí, un adulto que no era su mami ni su papi invadiendo su espacio privado. "¿Qué haces aquí?", quiso preguntar, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Sus ojos verdes se abrieron grandes, llenos de confusión y un miedo que no sabía nombrar. Su tío se agachó a su altura, con esa voz calmada y empalagosa que usaba para todo.

"No te preocupe, mi princesita. Es un juego especial, solo entre tú y yo. Un juego que nos hará sentir bien. No se lo digas a nadie, ¿ok? Será nuestro secreto".

Verónika no entendía. Mientras hacía pipí, sentada en el inodoro con su vestido arremangado hasta sus muslos y las piernas colgando, sintió sus manos temblar. Su tío la miraba de una forma que la hacía sentir expuesta, vulnerable, como si estuviera haciendo algo malo aunque no supiera el qué. Él comenzó a hablarle en susurros dulces, diciéndole lo bonita que era y que quería que lo mirara, que no tuviera miedo, que era algo natural. Lentamente, se desabrochó el pantalón, dejando que cayera al suelo. Verónika vio algo que no comprendía: una parte de él que se veía diferente... dura, extraña, húmeda y palpitante. Olores nuevos invadieron el pequeño espacio, olores que eran dulces y salados al mismo tiempo, que la confundían aún más.

La niña había terminado de orinar, pero no se movía. Quería levantarse e irse, pero la curiosidad mezclada con el miedo la paralizó. Su tío, viendo esa mirada inocente, dió el siguiente paso. Se acercó más, masturbándose mientras le pedía que no apartara la vista. "Mira lo que me provocas", le decía. Sus manos se movían a ritmo constante, y Verónika sentía las mejillas arder, un calor que subía desde su entrepierna hasta su rostro. No sabía si era vergüenza, miedo o algo más que su mente de cinco años no podía procesar.

Él incrementó el ritmo, respirando agitadamente. Luego, con una mano, acarició el rostro de Verónika, sus mejillas sonrojadas. Bajó hasta sus labios, metiendo un dedo en su boca pequeña. Por instinto infantil, la niña lo lamió, como si fuera un caramelo, sin entender porqué. La saliva comenzó a escurrir por su barbilla, cayendo en gotas sobre sus piernas desnudas. Su tío sacó el dedo húmedo y lo llevó a su erección.

Usando esa humedad él continuó, su respiración cada vez más agitada. Al final, le pidió que cerrara los ojos y abriera la boca. Ella lo hizo, de nuevo, sin entender porqué, confiando en ese monstruo. Sintió algo cálido, extraño y viscozo entrar en su boca, un sabor entre dulce y salado que la hizo escupir por reflejo. Otras gotas cayeron en sus mejillas y en su pierna. No lloró, no gritó. Solo se quedó allí, quieta, mientras su tío eyaculaba frente a ella, usando su inocencia como parte de su placer prohibido. Él se conformó con masturbarse frente a ella, eyaculando en su boca y rostro, marcándola de una forma que ella no entendería hasta años después.

Cuando terminó, la prisa lo invadió. Rápidamente guardó todo, limpió el rostro, piernas y ropa de Verónika con un pañuelo que sacó del bolsillo, borrando cualquier rastro visible. "Ya estás limpia, mi amor. Prométeme que no dirás nada. Es nuestro secreto, ¿verdad? Si se lo cuentas a alguien, todos se enojarán contigo y dejarán de hablarte". Verónika asintió asustada, sintiendo que había hecho algo malo. Antes de salir, él se inclinó y depositó un beso suave en sus labios, saboreando por un segundo más esa lengua infantil. Fue solo un suspiro, pero suficiente para que Verónika sintiera otra oleada de confusión.

Salieron por separado. Él bajó primero, uniéndose a la conversación en la sala con los padres de Verónika y su esposa, riendo como si nada. Ella, minutos después, fue a jugar a las escondidillas con sus primos. Corría, se escondía, reía por fuera. Pero algo había cambiado irreversiblemente. Sus ojos verdes, que antes brillaban con vida pura, ahora parecían apagados, atenuados por una sombra invisible. Nadie lo notó. Nadie vio que, oculto bajo su ropa interior, algo en ella se había encendido de una forma distorsionada: una mezcla de curiosidad prohibida, vergüenza y un vacío que comenzaba a formarse.

Los años pasaron, y ese secreto se repitió en otras ocasiones, siempre en momentos robados, siempre con promesas y amenazas infantiles. Verónika creció guardando eso en lo más profundo, sin palabras para describirlo. En la escuela, era la niña callada pero aplicada. En casa, la hija perfecta. Pero por dentro, el vacío crecía.

A los veinticinco, admitió para sí misma que no existía razón para seguir. El vacío la había consumido. Su familia seguía amándola, sus amigos la invitaban a salir, su trabajo la premiaba. Pero nada llenaba ese hueco que su tío había abierto con sus "juegos". Se paraba frente al espejo y veía a una mujer hermosa por fuera, muerta por dentro. Desde ese día en el baño, había decidido morir poco a poco.


Fin

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Kira Nevo
Kira Nevo
♫♫ And you don't seem to understand ♫♫ Pervertida Anónima.

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