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La niña que quería ser mujer, relato SDPA en blogSDPA.com

La niña que quería ser mujer, Parte 02

19 de febrero de 2025 en Relatos SDPA, Jovencitas

Esta publicación es la parte 2 de un total de 2 publicadas de la serie La niña que quería ser mujer

–Eres un malnacido… un cabrón de mierda… un hijoputa… un pervertido pederasta… un maltratador… un violador sin entrañas…!

Todos estos epítetos malsonantes, que Ruth me decía a través de la verja de mi pequeño jardín cada vez que pasaba con paso cansino, desde, o hacia su vecina casa, cuando me veía tomando la fresquita de las tardes ya casi veraniegas, tumbado a la sombra sobre mi hamaca, me sonaban tan a música celestial que me la ponían durísima. Tan durísima, que tuve que cambiar mis pantalones cortos de algodón ligero, por otros pantalones cortos vaqueros más largos y fuertes, para evitar que mi polla se saliese por los huecos de abajo.

Pero lo peor de todo, es que esa polla mía echaba de menos a Ruth y deseaba su estrechísimo coño, que sin yo saberlo ni proponerme a ello, estrené y desvirgué dos tardes antes. De ahí su paso cansino. Su coño de todavía 11 años, era demasiado estrecho para mi pollón de camionero. Sus presunciones de experta putita infantil, me excitaron de tal manera que la traté con dureza. Con demasiada dureza, de la que ella posteriormente incluso presumió que le gustó ser follada así.

Y qué deciros de mí. Muchas putas me he follado en casi 40 años de viajes nacionales e internacionales con el camión. Muchos de sus coños eran adolescentes, ¡pero el coño de Ruth…! El coño de Ruth era lo más maravilloso del mundo. Una pequeña colina púbica coronada por una pequeña y estrecha grieta ¡que yo abrí al mundo! Grieta que penetré con toda mi rabia y deseos masculinos agitados por las amenazas y gritos de mi niña. Sí ¡MI niña Ruth! Porque esa niña ya era mía, y estaba seguro de que lo sería para siempre.

A pesar de su edad, mantenía esa colina perfecta y deliciosamente rasurada, ofreciendo sin obstáculos, una preciosa visión del cráter de la entrada de su vagina, de su cueva hasta entonces inexplorada. Mi lengua penetraba justa por esa grieta, pero el grosor de la misma y su rugosidad,  excitaban a su propietaria, la hacían moverse constantemente… ¡y se corría una y otra vez! Y mi niña me excitó como ninguna otra antes y la forcé. La obligué a mis deseos. Casi la violé.

Y mi polla, con un coño así engrasado con mi saliva y por sus propias corridas, y ejerciendo fuerte presión con mi propio cuerpo, no tuvo problema “grave” en poder entrar en esa cueva sin estrenar. Sus paredes vaginales se pegaban a la misma. Era difícil muchas veces despegar mi polla de sus paredes, para poder follarla, metiéndola y sacándola a gusto de los dos (sobre todo del mío) y eso a ella, por extraño que parezca a sus 11 años, la volvía loca de placeres ¿acaso sería masoca?

Poco a poco, a pesar de los movimientos de su cuerpo y sus gritos que yo tapaba con mi mano en su boca, mi polla cumplió sus funciones: La desvirgó completamente — Llenó su coño de leche por primera vez — Y le dio placeres que ella misma buscaba y deseaba ¡hasta me obligó a follarla bajo amenazas!

Ahora, tumbado y relajado en mi pequeño jardincito, con mis ojos cerrados soñando, más que pensando, en esa follada gloriosa, con una sonrisa beatífica de santo varón en mis labios, yo pensaba en ella, en esa niña algo delgada para mi gusto, pero tal y como son ahora las niñas, quizá de 162-165 cm de altura, con una boca grandecita y labios muy adecuados para ser una gran mamona, con dos preciosas mandarinas casi naranjas como tetitas, y unas areolas y pezones dignos de más grandes pechos, dos largas piernas y un culo respingón más a mi gusto, más digno de llamarse culo, y que cuando llevaba sus ajustados pantalones, le marcaban unas preciosas y deseables curvas.

Pero como el gran Calderón de la Barca decía: «Los sueños, sueños son». Y mientras pensaba-soñaba en mi deseada niña, me relajaba y me fumaba un estupendo cigarro. Intenté además saborear un buen vaso de coñac que había llenado poco antes, cuando de repente y a tientas lo cogía de la mesa para beber, oigo abrir la verja de la entrada de la calle, y oigo una voz casi susurrante pero mandona, que me dice:

–¡Quieto ahí Arturo!

¡Era la voz de la maldita Ruth! ¡La maldita dictadora, siempre dando órdenes y con deseos de ser la mandona del barrio a pesar de su edad!

–Oye machote ¿qué cojones vas a hacer con ese vaso? -me preguntó-

Y solo tuvo que alargar su mano y ser ella quien cogiese mi vaso de coñac. Y como si fuese agua del grifo, se fue bebiendo el contenido del mismo ¡Joder con la puta! ¿Cómo era posible que esa maldita cría se bebiese como si nada, alrededor de las 3/4 partes del contenido de un vaso normal de cocina? Se limpió su boca con el dorso de su mano y mirándome a los ojos me dijo:

–Jamás pensé Arturo, que fueses el mayor cabrón del mundo. No te imaginas el dolor de mi coño, sobre todo cuando me masturbo, y cómo me escuece por dentro cada vez que me corro… ¡y eso es algo que hago muchas veces cada día! El polvo de anteayer me destrozó el coño. Nunca me imaginé que tu polla fuese tan gruesa y que mis músculos vaginales fuesen tan inflexibles y no se dilatasen más… pero jamás pensé en gozar tanto, y tal y como te prometí ¡tú serás a partir de ahora, mi semental!

–¿Cómo que tu semental? –pregunté yo asombrado-

Y antes de que me diese cuenta y pudiese evitarlo, su mano se posó encima del bulto de mi pantalón y lo empezó a acariciar, mientras una demoníaca sonrisa se dibujaba en su preadolescente y mamona boca. Nunca tenía en cuenta el supermercado que tenía frente a mi casa con tanta gente entrando y saliendo, o a los que nos viesen desde la calle, o desde las ventanas y balcones. Y encima, me coge también el puro y empieza a fumarlo ¡tragándose el humo!

–Si Arturo, mi semental. Ya te lo dije anteayer cuando me destrozaste el coño. Y ahora he venido para que me hagas madre por el culo. Y me vas a follar cada día. Y me vas a enseñar a ser la mejor puta de la ciudad. Y como estás jubilado del camión por tus problemas en tus rodillas, te dedicarás a buscarme clientes para follar como puta. Y no te preocupes, ya verás cómo te voy trayendo unas amigas del cole, de mi edad y más niñas, para que puedas explotarnos a todas y ganar un buen dinero con nuestros coños, bocas, y culos. Y ahora vamos para dentro ¡quiero salir dentro de una hora con el culo bien dilatado, y abierto para siempre!

Y la muy puta casi consigue que me corra allí fuera ¡es buena la putita, muy buena… Sin vergüenza y sin prejuicios! Y al igual que dos días antes, no me pude contener y un intenso calor interior me invadió. La miré a los ojos y vi que no iba de broma. Se ladeó su camiseta de tirantes para enseñarme una teta y demostrarme que no llevaba sostén. Y se levantó por delante la pequeña falda y tampoco llevaba bragas. Y agachándose un poco sobre mí, me dijo suavemente al oído:

–¿Estás seguro, pederasta de mierda, que no deseas abrirme el culo y disfrutar de ese estrecho agujero? Vamos pedazo de cabrón, demuéstrame lo camionero que eres… Hazme puta, pero sobre todo ¡hazme mujer!

Se puso el puro en la boca y lo siguió fumando como si el camionero fuese ella. Me levanté un poco acojonado por su forma de comportarse al aire libre, y pensando que si ella quería que le abriese el culo ¿quién coño era yo para negarme a ello? Pero joder ¡era una cría de aún 11 años!

Al dirigirme a la entrada de mi casa, vi como ella cogía la botella de coñac sin abandonar el puro, y pensé en el lio que me estaba metiendo con esa niña con unos vicios tan perversos. Pero ¿acaso no se vive solo una vez? Pues yo iba a disfrutar de ese cuerpecito y de todos sus agujeros llenándolos de leche de estupenda calidad. Y si encima me iba a traer amiguitas ¡dioses benditos!

Esta vez no me detuve en el salón y el sofá. Sinceramente deseaba follarla duro, muy duro, pero bien. Me la llevé a una habitación interior, aparté las sábanas y colcha, y al girarme mientras me desnudaba, vi que la niña se estaba llevando la botella de coñac a la boca y bebía un largo trago directamente ¿acaso se estaba emborrachando para aguantar el dolor de la enculada? Dejó la botella en una mesita y el puro en un cenicero y sin más preámbulos, se quitó la camiseta y la faldita quedándose totalmente desnuda. Y al ver ese cuerpecito, tan maravilloso y angelical al mismo tiempo, me calenté sobremanera y le pregunté:

–¿Estás segura Ruth que quieres que te abra el culo? Mira mi polla, te va a doler. Piensa como te duele aún el coño.

–Desde anteayer conozco tu polla y sé el dolor que me provocaste. Soy muy joven Arturo, “casi” una niña, pero si algo he aprendido en mi corta vida, es que si quieres algo en serio te la tienes que jugar ¿acaso no te la estás jugando tú follándote a una niña de 11 años y pudiendo ir a la cárcel? Necesito dinero, quiero ser puta y quiero que tú seas mi maestro, mi semental, y mi chulo. Así que adelante ¡Hazme un buen agujero! Porque yo soy quien sufrirá y tú quién gozará.

Y como tenía razón, me decidí abrirle ese agujero para siempre.

Metí la mano en el cajoncito de la mesita de noche y saqué una botellita de lubrificante, y tal y como estábamos de pié la abracé, y mis dedos, gruesos y rudos, empezaron a jugar con su culo y a ponerle una generosa ración de aceite mientras intentaban dilatarla un poco. Pero ese abrazo no fue pensado y trajo consecuencias. La niña se abrazó estrechamente a mí, empezó a mover sus caderas, y ese movimiento me venía muy bien para engrasarle el culo… pero me venía fatal para mi polla, porque la niña la estaba rozando de forma consciente,  como una profesional… Puso mi polla durísima, y a mí a punto de correrme.

Me aparté un poco de ella. Dejé de masajear su culo y de engrasarlo para la gran penetración y la besé. Fue besarla en su boca infantil y meter mi lengua dentro de ella y mi Ruth se corrió. Y fue correrse y Ruth aún se me abrazó más estrechamente a mí, mientras me preguntaba con voz ronca por el deseo:

–Arturo ¿Serás mi semental para siempre y serás mi chulo como puta? Sabes que nos conocemos unos años y a pesar de mi mal carácter  te tengo cariño y confianza. Necesito que seas mi maestro, que me perviertas y me hagas viciosa, que me busques clientes, y necesito que me cuides y me protejas como un buen amigo ¿lo harás?

Noté la calidez de su cuerpecito. Noté también como temblaba por su excitación y miedo. También pensé que nunca tuvo padre, y su madre era una borracha inculta y le dije:

–Si Ruth, si eso es lo que quieres, lo haré. No sé cómo, pero lo haré.

Y fue oír eso, soltarse de mí, arrodillarse ante mí y meterse mi polla en su boca. Su boquita hacía tiempo que era lo único que no era virgen. Sabía mamarla de maravilla, y yo ya no podía aguantarme más o me correría en su boca ¡y lo que yo quería era su culo! La aparté de mí, ella entendió y con una rara sonrisa, ella misma se tumbó en la cama poniéndose la almohada bajo su vientre. Separé sus duros glúteos y vi ese ansiado cráter lleno de crema y muy brillante ¡pero extraordinariamente pequeño… estrechísimo! Le metí un pulgar y lo roté cierto tiempo. La niña gemía, pero no lloraba.

Intenté meter otro dedo, pero era imposible meter más de la mitad, y retiré mi pulgar mientras pensaba cómo romper ese culo… sin romperlo de verdad. Y de repente la niña me dice:

–Ya sé que es muy estrecho. Yo misma me he metido deditos y no caben más de dos de los míos. Pero haz lo mismo que hiciste con mi coño, pon la punta de tu polla en el agujero y déjate caer ¡y no hace falta que me tapes la boca, porque no gritaré! Llorar, lloraré seguro, pero no gritaré ¡ya lo verás!

Y con mi polla acariciando siempre su ano, me fui moviendo sobre su cuerpo. Lo acariciaba, palmeaba con fuerza sus glúteos, lo masajeaba, lo besaba… Alternaba el dolor y la caricia, y ella se iba relajando mucho. De vez en cuando me paraba, hacía una pequeña presión con mi capullo en ese virgen agujero… y seguía acariciándola y golpeándola. Y así la engañé. Porque en uno de esos momentos de hacer presión con mi polla en su ano, lo dejé justo en la entrada del túnel bien engrasado, y me dejé caer sobre ella empotrando casi la mitad de mi polla en su culo a la primera ¡y no gritó!

Sus manos agarraron con terrible fuerza las sábanas. Sus nudillos se pusieron blancos. Sus piernas se tensaron brutalmente. Notaba como sus músculos anales apretaban mi polla con enorme fuerza, y cómo su cuerpo se curvaba como un arco momentos antes de disparar la flecha. La acaricié, la besé. Dejé mi polla allí enterrada sin moverla, y mi niña ¡sí, MI niña! se fue relajando, y tal y como se iba relajando, yo empecé a mover mi polla lentamente, sin prisa alguna. Algunas veces la saqué casi toda, la llenaba de lubrificante y la volvía a meter. Y poco a poco, empezó a moverse mejor dentro de su estrechísimo culo.

Y mi mano empezó a masturbarla al mismo tiempo que follaba su culo. Lo intentaba hacer sin demasiada fuerza para no hacerle daño por la ligera inflamación que aún perduraba de la follada vaginal ¡y se corrió muy pronto! Pero al mismo tiempo, me dice con su mala leche habitual:

–Más fuerte cabrón, házmelo más fuerte que tengo ganas de correrme miles de veces!

Y la masturbé más fuerte. Y follé su culo más fuerte. Y el cuerpo de mi niña empezó a estremecerse, a dar pequeños saltos. Elevaba su culo para que la follase mejor y la penetrase más profundamente. Y la fui follando mejor ¡joder, que estrecha era y como apretaba mi polla! Y de la misma manera que yo disfruté follando su pequeño coño, ahora empecé a disfrutar con ese culo tan estrecho y a la vez tan profundo ¡toda mi polla enterré ese primer día! Desgraciadamente todo en esta vida tiene fin… y dando un grito ¡si, si, el que gritó ahora fui yo!, me corrí intensa y profundamente.

Dejé pasar unos pocos minutos, con mi cuerpo sobre ella y mi polla totalmente clavada en su culo preadolescente, los dos en un profundo silencio. Poco a poco me fui levantando y sacando mi polla de su ano. Fui al baño, traje una jofaina con agua calentita, una esponja, jabón y una toalla, y me dediqué a limpiar sus dos agujeros. Los sequé. Le puse crema antiinflamatoria en los dos, me senté unos instantes en la cama mirando su desnudo, sudado, e infantil cuerpo, y seguimos en total silencio.

Cuando Ruth notó que ya estaba seca y yo ya me volvía al baño a dejar las cosas, ella se levantó lentamente, se puso su camiseta y su faldita, sus chanclas, y empezó a andar. Cogió de nuevo la botella de coñac, bebió un largo trago, y con paso inseguro y tambaleante, pero en total silencio, se marchó a su casa.

Pero al verla desde atrás como se iba, también vi como en su pierna izquierda se iba deslizando, desde arriba a abajo, parte del semen que yo había introducido en su culo ¡y sonreí! Sí, sería o posiblemente ya lo era, su semental. Y ella sería todo lo que ella quisiese ser conmigo, porque yo tenía muy claro que nunca podría renunciar a ella.

Durante dos días no la vi, pero en las dos siguientes semanas vino ocho veces a follar y en cada ocasión le follaba un agujero… prestando además, una atención cariñosa al otro. Se la daba a mamar todos los días, para que se acostumbrase al grosor y longitud de mi polla y lo hacía de categoría. Estábamos juntos entre una hora y media y dos horas maravillosas, y me fui olvidando de los posibles problemas con los vecinos chismosos. Pero un día…

Casi tres semanas después de abrirle el culo, abrió la puerta del jardincito y entró con una preciosa amiga de enormes ojos y sonrisa, y me dice:

–Arturo, esta es mi amiga Irina. Es de mi clase y también quiere ser puta, y yo le he dicho que tú le enseñarás y le buscarás clientes. Aún tiene 10 años y seguro que nunca has follado una niña de 10 años y que solo hace dos meses ya ha tenido la regla. Serás nuestro chulo y Amo ¿verdad cariño que le enseñarás y follarás como haces conmigo?

Y mientras me hablaba sonriendo, me guiñaba un ojo. Con una mano levantaba la faldita de Irina para que viese su desnudo coñito y con la otra, me acariciaba mi amada polla ya dura de verlas ¿cómo negarme a ser el maestro sexual de esas dos angelicales bellezas? De dos niñas, que tantas y depravadas enseñanzas necesitan a tan tierna edad. Por supuesto, les enseñaría todos los vicios posibles ¡ABSOLUTAMENTE TODOS!


Continuará

La niña que quería ser mujer, relato SDPA en blogSDPA.com

La niña que quería ser mujer, Parte 01

12 de febrero de 2025 en Jovencitas, Relatos SDPA

Esta publicación es la parte 1 de un total de 2 publicadas de la serie La niña que quería ser mujer

Como todas las tardes desde que comenzó el buen tiempo primaveral, saqué mi hamaca y mi mesita auxiliar al jardín delantero de mi casa, deposité sobre la mesita una botella de coñac, un vaso, una cajita de puros medianos, y me dispuse a distraerme mirando y a veces hablando, con las vecinas que acudían al supermercado frente a mi casa. Pero apenas me senté en la hamaca, una enfadada y gritona voz infantil, me sobresaltó.

–Arturo ¿se puede saber que cojones te pasa a ti, para decirme delante de la puta y borracha de mi madre, que soy una cría?

Quien a casi grito pelado me hablaba así desde la calle, en la otra parte de la verja del jardín, era Ruth, una vecinita mía de 11-12 años, casi normal en todo menos en su maldito genio y en sus tetas, que eran maravillosas y crecientes mandarinas perfectamente comestibles.

–Me paso la vida diciéndole a mi madre que ya soy una mujer ¡en todo!, para que pase de mí, me deje fumar, tomar licor, y hasta me deje follar cuando yo quiera, y vas tú, y ayer le dices al saludarla estando conmigo, ¿a dónde vas con esa niña tan guapa? Niña, niña… ¿cómo voy a ser una niña con las ganas de follar que tengo y hacerme mujer total? Tú mismo ¿quieres follarme y verás cómo te hago feliz?

Me la quedé mirando fijamente y muy sorprendido. Llevaba un vestido corto pre-veraniego que permitía ver unas piernas con muslos macizos, culo relativamente marcado ya, cuerpo proporcional con el resto, un rostro agradable, con una boca algo grande de labios relativamente carnosos, bonitos ojos que en estos momentos arrojaban rayos laser contra los míos… y esas preciosas tetitas bien desarrolladas y que debían tener unos preciosos pezones que se le marcaban perfectamente.

Pero a veces y aunque ya tengas 61 años y montañas de experiencias sexuales, no eres consciente que, mientras mis ojos miraban esa tetuda niña, mi cerebro miraba y pensaba otra cosa más pasional para hacer con ella, y mi polla empezaba a crecer, y tal y como estaba yo tumbado en mi hamaca con pantalones cortos y ligeros, el crecimiento de mi polla se notaba más que perfectamente. Y esta niña ¡porque era una niña!, lo notó y apreció, dejó de gritarme, sonrió, abrió la puertecita, se acercó a mí, y sin importarle que mi pequeño jardín diese a la calle, puso su mano sobre mi polla y la acarició.

Yo me levanté más rápido que si me hubiese picado un escorpión, y sin darme tiempo a pensar, la muy hijaputa me dice con voz muy suave:

–O me follas ahora mismo o empiezo a gritar que quieres violarme, y toda la calle se enterará y tú irás a la cárcel. Menuda polla se te ha puesto ¡violador! Me gusta su grosor y la quiero toda.

Yo no podía creerme lo que me estaba pasando. Una maldita cría me estaba poniendo entre la espada y la pared, casi en la misma calle y una calle relativamente transitada, y la muy cerda seguía sonriendo mientras me decía:

–No se te olvide Arturo, las muchas veces que en la escuela nos previenen de los violadores y pederastas como tú. Y hasta mi madre, que es más puta que las gallinas, me previene y me habla de esto ¿de dónde crees que aprendo estas cosas? Pues ya sabes y no pierdas el tiempo, quiero polla, necesito polla, y la quiero ahora.

–Ruth, aunque yo quisiera follarte, ahora no es posible entrar tú conmigo en mi casa. Mira esas mujeres que están frente al Super, nos están mirando porque tú me has estado gritando. Ven dentro de un rato, dejaré la puerta del patio trasero abierta y la de mi casa también. Podrás entrar por allí y hablaremos. Solo eso ¡hablaremos!

–Que no Arturo, que no. No quiero hablar. Ayer me ofendiste como nunca nadie, me humillaste, me trataste de niña ante mi madre, y quiero demostrarte que ya no lo soy. Quiero fumar, quiero emborracharme, pero sobre todo quiero follar. Y me tiene igual chillar que me violas desde este patio que desde dentro de la casa, así que si entro será para que me folles ¿queda claro o tu cerebro no entiende lo que entiende tu polla…? Mira como la tienes de dura. No voy a perder esta oportunidad única de chantajearte…

–De acuerdo, te follaré. Ven dentro de un rato y cuando nadie te vea entrar.

Extraordinariamente enfadado, recogí la hamaca, entré con ella a la casa, la deposité como siempre junto al armario de la entrada y me dirigí al salón, me senté en el sofá y encendí un cigarrillo. Estaba tenso, desorientado, nervioso, sin saber qué hacer, porque ¿qué puede hacer un adulto como yo, soltero, camionero de toda la vida, ardiente follador nato de jovencitas, con una cría de unos 11-12 años que encima me chulea y chantajea. Y antes de darme cuenta, oí como la puerta del patio se cerraba casi sin ruido y entraba ella ¡pero ya no era ella!

En esos pocos minutos se había cambiado. Ahora llevaba una holgada camiseta ultraligera de tirantes, quizá de su madre, que casi dejaban la totalidad de sus pechitos al aire. Y una faldita de cuadritos como del cole, pero que solo le tapaba algo más que el culo. Sus labios estaban ligeramente maquillados de rojo suave. Me miró desde la puerta del salón y sin más, se quitó la camiseta y con ella en la mano se acercó lentamente.

Dios mío, yo os había dicho que tenía un par de mandarinas preciosas pero no era cierto. Sus tetas, que ya no tetitas a esa edad, eran casi naranjas con unas areolas y pezones preciosos y muy destacables, que me la pusieron mucho más dura aún, si eso era posible.

Dejó la camiseta sobre el sillón y ahora su rostro ya no era sonriente, era más bien tenso. Cogió un cigarrillo y empezó a fumarlo con toda naturalidad mientras su mano derecha se introducía dentro de mis cortos pantalones, y poco a poco iba agarrando mi polla sin oposición por mi parte. Cuando la pudo coger bien y comprobó su grosor, dijo:

–Joder Arturo ¡menuda polla… me vas a destrozar!

–Entonces Ruth, mejor lo dejamos, porque no tienes ni idea de cómo dilatará tus agujeros, del tiempo que puedo estar follándote sin cansarme, ni de la cantidad de leche que saca

–¡Ni de coña! Jamás he tenido nada parecido a esto entre mis manos o en mi boca, y ¡ya era hora! Vas a follarme y no solo ahora, sino que, posiblemente, todos los días vendré a veros a los dos. No tienes ni idea de las ganas que tengo de follar a tope aunque me preñen.

Mientras dejaba el cigarrillo quieto entre sus labios, abrió el corchete de su falda y la dejó caer ¡no llevaba bragas y estaba rasurada! Dioses del Olympo ¡qué vulva más majestuosa y poderosa! Era un imán para mis ojos. Una preciosa colina sin césped, maravillosamente sonrosada entre sus dos piernas, y en la que se destacaba un pequeño corte en su centro ¡la entrada de su divina cueva y que yo iba a atravesar sin misericordia alguna! Se quitó el cigarrillo de la boca, expulsó su humo hacia mi rostro, y sonriendo me dijo:

–¿Te gusto, cabrón de mierda? He tenido suerte de encontrarte a ti con esa preciosa polla que estoy tocando. Te voy a convertir en mi macho personal, en mi semental, vas a hacer todo lo que yo te ordene o te denunciaré por violarme. Vas a ser mío hasta que me canse de ti… ¡si me canso! Y no pierdas más el tiempo ¡fóllame ya! No debes pensar en mis años, sino en mis ganas de ser follada ¡Seguro que nunca has tenido una oportunidad como esta!

Tiró el cigarrillo al suelo y se puso a mi lado en el sofá, ofreciéndome toda la panorámica de su culo y su cuerpo. En ese momento perdí todo mi juicio y mis principios si alguna vez los tuve. Tenía un culo carnoso, sonrosado, prieto, y con dos pequeños agujeros de placeres celestiales a mi vista, a mi lado y para mí. Me arranqué, más que quitarme, el pantalón y el calzoncillo, y me tiré sobre Ruth.

Su cuerpo era grácil, ligero, suave. Su piel, aunque ligeramente sudada por el calor y los nervios, era sencillamente placentera. Mis manos acariciaban, resbalaban por todo su cuerpo, y cuando mi fuerte y grande mano derecha cogió su vulva y la estrechó con fuerza, casi se corre del placer. La besé con fuerza en la boca, le metí mi lengua hasta el fondo de la misma, y ella se arrojó sobre mí, y me abrazó nerviosamente devolviéndome cada uno de mis besos mientras me decía:

–Hazme feliz Arturo, fóllame duro y hazme tuya para siempre. Nunca me trates como niña. Trátame con dureza. Sé mi maestro sexual.

No pude aguantarme más. La cogí con mis manos y la tiré sobre el brazo del sofá entre las risas nerviosas de la niña que “creía saber” lo que vendría ahora. Ese culo y esos dos infantilmente estrechos agujeros me atraían con locura. Jamás había visto y mucho menos disfrutado, de esta posibilidad de hacerlos míos y de gozar con ellos y menos aún a mi edad. Pero Ruth quería follar duro y yo la iba a follar duro sin importarme nada más que mi placer. No pensé en complacerla a ella, sino en complacerme a mí y a mis pervertidos deseos.

Separé sus glúteos, incliné mi cabeza sobre ese pequeño espacio que los cobija y mi lengua penetró con fuerza, con furia, con un desbordante deseo de sentir esa sensación tan primitiva del sabor anal y del vaginal de una preadolescente. Mi lengua penetraba alternativamente en cada agujero y jugaba unos momentos con él llenándolo de saliva, mientras la niña me insultaba, me pedía más, y que la follase de una puta vez. Estaba muy excitada, tan excitada, que en pocos minutos tuvo una corrida que la estremeció. Sorbí tan maravillosos néctares recién salidos de su fuente, y me di cuenta que su cuerpo se había relajado.

Aproveché ese orgasmo y esa relajación suya. Me incorporé, me acerqué desde atrás a ella, y sin avisarle, apoyé mi glande en la entrada de su pequeño y húmedo coñito y me dejé caer sobre ella… tapando con mi mano su boca para que no se oyese el enorme rugido que iba a salir de su garganta… ¡y que realmente salió! Su grito fallido fue brutal, pero no solo no sentí compasión por ella, al revés, me excité como jamás creí posible.

Con el peso de mi cuerpo y la humedad de saliva y orgasmo en su coñito, mi polla casi la penetró hasta el fondo en ese primer golpe. Mientras seguía con mi mano tapando su boca, mi otra mano agarraba su cuerpo para que dejase de moverse. Si la niña quería ser follada, iba a ser terriblemente follada. Ya no me importaba lo que me pasase si me denunciaba, solo quería satisfacer mis deseos más salvajes, deseos que ella misma había provocado. Sus tetitas eran duras y mis manos las aplastaban. Sus pezones estaban desarrollados y los pellizcaba cruelmente. La estaba volviendo a calentar.

Mi polla, pese a la fuerza que yo hacía, se movía lentamente, muy ajustada a sus estrechas paredes, como pegada. Tan estrecha era, que incluso pensé en que me estaba follando a una niña “muy virgen”. Pero ¿cómo pensar que Ruth pudiese ser virgen con esa forma de hablar, de fumar, de desear llenarse de licores, y de dirigirse sin respeto a las personas maduras como yo? Pero pensase yo lo que pensase, su coño era muy estrecho. Mi polla se pegaba a las paredes y el cuerpo de la niña bailaba para todas las partes, ya que no es nada cómodo follar en un sofá estando yo de rodillas detrás de una niña, alta, pero de poco peso, solo tumbada sobre el brazo.

–¡Para, para, maricón de mierda, para, que me estás destrozando y me haces mucho daño! Para, Arturo por favor! Esa polla es enorme ¡No puedo más!

–No Ruth, no voy a parar, tú deseabas follar y follar duro, y te estoy follando tal y como querías. Me es igual que me denuncies porque el placer de esta follada me durará hasta más allá de mi tumba. Como me es igual si te quedas preñada, porque te estoy follando sin condón y me voy a derramar dentro de ti, voy a llenarte de semen. Jamás he follado a una niña como tú y lo voy a gozar.

–No joder no, no me tomo nada y estoy entre dos reglas ¡No me preñes Arturo!

Pero si, a pesar de sus gritos y lloros la follé duro. Aunque ella se corrió otras dos veces, y la segunda vez fue tan intenso su orgasmo que me mordió la mano que intentaba tapar su boca. Jamás he deseado a nadie como la estaba deseando a ella. Creéroslo ¡la estaba deseando! Ni jamás había follado a nadie con las ganas que tenia de destrozarla a ella. Mi polla entraba y salía muy apretada, extraordinariamente apretada a su vagina, y ese mismo placer me impulsaba a hacer locuras, a disfrutar lujuriosamente de ese pequeño cuerpo tan lloroso e inquieto.

Y la seguí forzando. Pellizcaba sus pezones, agarraba como loco sus tetas mientras mi polla destrozaba y dilataba como nunca ese coñito. Y ya cuando el cuerpo de la niña era una madeja de lloros y mocos, me corrí dentro de ella. Totalmente dentro de ella, Le entregué hasta el último espermatozoide y sin importarme nada más que mi placer.

Poco a poco fui dejando ese cuerpecito sobre el brazo del sofá, mientras yo sacaba mi polla de su estrechísimo canal vaginal y disfrutaba viendo como poco a poco, mi espeso semen abandonaba esa preciosa y estrecha cueva. Cuando de repente, oigo como la muy puta de la niña, con voz baja, entrecortada y nerviosa, me decía:

–Qué cabrón ¿has disfrutado mucho follándote a una niña virgen y con ese pollón de bestia? Joder, no me imaginaba tanto dolor y placer ¡ha sido una pasada!

¡Joder con la niña… realmente era virgen… hasta ahora!


Continuará