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    La isla del Edén, relato erótico SDPA en blogSDPA.com

    La isla del Edén, Parte 01 (de Janus)

    12 de noviembre de 2024 en Relatos SDPA, Jovencitas, Incesto

    Esta publicación es la parte 2 de un total de 6 publicadas de la serie La isla del Edén

    Año 2024.
    Por la mañana.

    "¡Claire! despierta cariño, casi es hora de ir a la escuela"

    La niña de siete años se incorporó aturdida ante la voz de su madre. Salió a trompicones de la cama, desnuda, y caminó hacia el baño. Se lavó la cara y cepilló sus dientes, medio dormida. Su piel ligeramente bronceada mostraba algunas pecas. No se molestó el peinar su cabello castaño oscuro. Era corto y lacio, terminaba justo debajo de las orejas, dándole una apariencia de una chica poco femenina, o de un chico muy afeminado. Terminó de alistarse y bajó las escaleras.

    "Bueno, pero mira quien despertó", dijo su padre, dejando su taza de té. Estaba sentado en la mesa de la cocina, leyendo el periódico, hasta que su madre irrumpió en la cocina. Ambos estaban desnudos, Claire se acercó a su padre y le dió su acostumbrado beso de los buenos días en la mejilla. Mientras ella se inclinaba para darle el beso, su mano se apoyó en el muslo derecho de su padre, rozando su pene.

    "Aquí está tu avena, cariño", dijo su madre, besando su frente.

    "¿Puedo ver las caricaturas en la tele mientras desayuno, mami?" preguntó Claire.

    "Muy bien", le permitió su madre. "Pero sólo tienes quince minutos, sino perderás el autobus."

    Claire tomó su tazón de avena y entró en la sala de estar. No le gustaba sentarse en el sofá de cuero, porque normalmente estaba demasiado frío para su delicado culo desnudo, prefería sentarse en el suelo. Tomó el control remoto y cambió distraidamente los canales.

    Tenía las noticias matutinas del canal 4. Ambos presentadores de noticias estaban desnudos.

    El canal 7 tenía una película que mostraba a dos adultos teniendo relaciones sexuales. Claire miró brevemente por algunos segundos mientras el hombre penetraba analmente a la mujer, antes de cambiar de canal.

    Un programa de cocina estaba en el canal 8. La niña arrugó la cara al ver a un hombre gordo y de pene pequeño preparar la comida.

    El canal 9 mostraba otra película, ésta tenía a una mujer y una niña de la edad de Claire haciendo sexo oral a un hombre. La mujer adulta daba consejos a la niña. "Así se hace", dijo ella, "pasa tu lengua por la base del pene. ¿Lo sientes temblar en tu boca?". Su interés despertó, Claire vió un poco más antes de cambiar nuevamente el canal.

    Tenía el canal de las caricaturas en el 11, es lo que ella quería. Claire dejó el control remoto, sin olvidarse de comer su avena mientras mira la TV. Se echó a reir cuando vió al gato y al ratón persiguiéndose. Enseguida fueron a comerciales.

    "¿Está su niña creciendo?" pregunta un hombre en la TV. "Esté segura que ella recibirá el entrenamiento que necesita con "Joven y Lista", el dilatador anal diseñado para ayudar a esas pequeñas niñas que quieren estar listas para ese día especial con su papi."

    De repente, Claire recordó algo. Apagó el televisor y tomó el plato de avena vacío. "¡Mami!" dijo, corriendo a la cocina. "¡Olvidé ponerme mi dilatador!"

    "Oh, cariño..." dijo su madre, secándose las manos con una toalla. "¿Po qué no vas arriba y lo traes? yo te lo pondré". Claire subió corriendo las escaleras para buscar el kit. Regresó segundos despues sin aliento.

    "Aquí está, mamá"

    "Vamos a ver..." dijo su madre, abriendo el kit. En su interior, había una serie de seis dilatadores anales graduados. El más pequeño era el nivel 1, que era casi tan grande como un tampón. El mas grande era el número 12. que medía mas de 15 centímetros de largo, y tan ancho como el brazo de Claire. "¿Qué tamaño usas, cariño?"

    "El número seis, mamá", dijo Claire. Su madre selecció el número indicado y comenzó a aplicar el lubricante. El número seis era todavía relativamente pequeño, sólo 7.5 centímetros de longitud.

    "Cariño, ¿por qué no te paras en la silla?", preguntó su madre. "Así es, levanta tu culo hacia mí. Perfecto, mi amor".

    Claire contuvo la respiración al sentir la punta fría del dilatador contra su abertura anal. Su madre comenzó, haciéndolo girar contra su ano, distribuyendo el lubricante mientras aplicaba una leve presión. Sintió que su ano se abrió ante el frío intruso.

    "Buena niña", le dijo su madre. "Sólo unos centímetros mas... eso es, cariño". Claire se aferraba a la parte posterior de la silla de la cocina, inhaló lentamente mientras su madre deslizaba el dilatador en el interior se su pequeño anito. Sintió los músculos de su ano expandirse para alojar el intruso, cerrándose cómodamente alrededor de la cabeza bulbosa.

    "¿Mi niña está creciendo?". Preguntó su padre, cuando entró a la cocina. Acarició afectuosamente la cabeza de Claire. "¿Que talla eres ahora, preciosa, cuatro?".

    Claire hizo una mueca. "No, papá", dijo.

    "Tu hija ya es talla 6", su madre le dijo, empezando a limpiar la mesa.

    "¡Seis!", exclamó su padre. "Estoy tan orgullo de ti, mi amor".

    Claire se sonrojó con orgullo. "Talez la próxima semana puedas intentar una talla 7", agregó su madre. "¿No piensas eso, Claire?", la joven asintió con entusiasmo.

    "Estás creciendo muy rápido", su padre se maravilló. "Vas a estar lista para el sexo anal conmigo un día de estos. ¡Mira!", dijo apuntando a su entrepierna. "Se me puso dura sólo de pensarlo".

    Él se rió, Claire tambien se echó a reir, de la verguenza y el orgullo. "Oh, papi", dijo ella. La niña de siete años acarició el pene erecto de su padre, midiéndolo mentalmente y pensando cómo se sentirá tenerlo dentro.

    "Muy bien ustedes dos", dijo su madre. "Claire va a llegar tarde a la escuela y papá va a llegar tarde al trabajo si ustedes no se mueven. Habrá un montón de tiempo para el sexo esta noche."

    Continuará

    Sadismo Satánico, relato erótico SDPA en blogSDPA.com

    Sadismo satánico

    12 de noviembre de 2024 en Relatos SDPA, Jovencitas, BDSM, Violacion

    Fue allá a finales de los 80, que mi familia hubo de trasladarse a vivir a Noruega por una temporada. Mi padre, que era diplomático, fue destinado en aquella época a aquellas nórdicas y glaciares tierras, que a mí se me representaban entonces como un deplorable destino helado, pero que ganaron un lugar en lo más profundo y cierto de mi corazón, del cual ya nunca saldrán y me acompañarán en él hasta que me reclame la Parca.

    Mi nombre es Atenea. Atenea A. M. Mi padre, irredimible enamorado de la mitología clásica, así lo quiso. A mis 14 años, decían que ya era un verdadera damita, cuya hermosura hacía en todo honor a la de la diosa guerrera, cuyo nombre tan orgullosa portaba. No eran lacios y rubios como los suyos mis cabellos, ni claros mis ojos, sino negros y ondulados los unos, color avellana los otros. Ojalá el capricho de la genética hubiera querido que también me pareciera a ella en eso, pero la verdad es que nunca pude quejarme. A pesar de todo y como dije antes, seguía siendo una adolescente bellísima. Sí heredé su porte y talle, llegando ya en aquella edad a 179 cms mi estatura, que un año más tarde alcanzaron los al 181, donde ya se plantaron. Es curioso, pero ésta ha parecido ser una constante en mi evolución de niña a mujer. Me desarrollé como tal muy bien y pronto, pero, a partir de los 15 años más o menos, pocos y muy suaves cambios experimentó ya mi cuerpo. Mis pechos, por ejemplo, también resultaron muy voluminosos para una chica que recién asomaba a la adolescencia, pero ya no crecieron más después y han llegado a ser unos de tamaño medio para la mujer ya desarrollada que soy hoy, manteniendo además su belleza y firmeza. Pero bueno, ésto tiene su historia, en la que influyó algo más que la genética, y no me estoy refiriendo a la cirugía o similar.

    Oslo es precioso. ¿Qué os voy a contar de los fiordos, sus costas de aguas de un azul intenso, transparentes y gélidas, o de los nórdicos glaciares que dieron origen a los legendarios gigantes de hielo, mortales y eternos enemigos de los dioses argardianos? ¿Qué de la aurora boreal o del sol de medianoche? Quien no lo ha visto con sus ojos y ha sido testigo de ello, jamás podrá hacerse cuenta de lo que al espíritu, que ante tales y tan soberbios espectáculos de la Naturaleza se encoge en su humildad, significa; quien sí lo hizo, jamás lo olvidará; quien allí vivió, languidecerá en cualquier otro lugar.

    Junto a mis padres y mi hermana pequeña, nos instalamos en una casa tradicional, que allí vienen a ser una especie de chalets de madera, en una zona periférica de la ciudad. A esa edad, andaba yo, evidentemente, más pendiente de los chicos que de cualquier otra cosa. Lo que digo de la tierra, vale también para sus hijos. Nunca había visto yo gente tan bella y en tanta cantidad, hasta que allí llegué. Auténticos dioses nórdicos, tanto ellos como ellas, de rubios cabellos, piel blanquísima y ojos claros de una belleza tal que resulta difícil plasmar con palabras. Acostumbrada al eterno sol mediterraneo, había acogido con abatimiento y desilusión la noticia de aquel traslado, pero, desde el momento en que allí llegué, me enamoré de aquella tierra y olvidé para siempre a la mía natal.

    Yo, que en intelecto he heredado tanto de la diosa que me presta su nombre, como en belleza, a aquella edad ya hablaba 4 idiomas. No habiendo por aquel entonces ninguna española por allá, fui matriculada en una escuela alemana, cuya lengua era una de las que dominaba perfectamente, para cursar el equivalente a nuestro 1º de BUP de entonces. Siendo el idioma germánico hermano del holandés, sueco, danés y demás nórdicas, no tardé en empezar a ir manejándome en noruego.

    Teníamos un vecino. Un hombre entrado en la cuarentena, de aspecto atractivo y elegante, pero que, no obstante, resultaba inquietante por algún motivo. Sus ojos, de un azul intenso, evocaban las aguas del gélido mar del norte. Me miraba con deseo y desprecio que no se preocupaba en ocultar, y yo me sentía molesta e incómoda. Me miraba las tetas sin recato, sin ningún tipo de disimulo. Normalmente es de esperar que un varón de su edad se corte un tanto al mirar de esa manera a una niña, pero no era el caso del tipo. Ni mucho menos. Al contrario, me miraba los pechos, el culo, las piernas... me miraba de arriba abajo, con un aire de superioridad que lo hacía odioso y era yo la que había de bajar la mirada cortada. Nunca les dije nada a mis padres. Aquel hombre me daba miedo. Esa mirada que te taladraba, te hacía sentir un frío glaciar interior. Sentía algo así como si estuviera pisando la sombra de un dios y lo que menos me apetecía era hablar del tema.

    En esa edad andaba, vista mi decimocuarta primavera y camino de la media treintena, cuando una tarde, al regresar del colegio, alguien me asaltó por la espalda al pasar ante una furgoneta blanca. Obstruyó mi boca y nariz con un pañuelo impregnado en cloroformo. Me vi entrando a la fuerza en el vehículo y, a los pocos segundos, la consciencia abandonó mi cuerpo.

    Cuando desperté, me encontré en una especie de bodega de techo muy alto, acondicionada como cámara de tortura. Grilletes en las paredes, látigos, instrumentos de tormento medievales, horno con carbones ardiendo y fuelles... Yo misma me encontraba desnuda y atada a una cruz en forma de X. Reconocía algunos de aquellos instrumentos. Una silla de púas, una dama de hierro, un potro... peras de brazos metálicos que se introducían en la vagina de las adúlteras o en el ano de los homosexuales y, una vez dentro, se abrían mediante un mecanismo de rosca, desgarrando las entrañas... Me sentí aterrada y comencé a llorar.

    Entraron entonces tres personas. Dos hombres, uno de unos cincuenta y tantos años, el otro en la sesentena, y una mujer, también cincuentona, pero cuidada y atractiva. Como dije, era una chica inteligente. Muy inteligente. Sabía que iba a morir. No podía ser de otra manera cuando mostraban sus rostros sin cubrir. Presa ya de la más profunda desesperación, rompí definitivamente a llorar.

    -Por favor... no me hagáis daño. ¡Haré lo que queráis, pero no me matéis!

    Ni siquiera me contestaron, limitándose a reír y magrearme los pechos, las nalgas y todo lo que les vino en gana. Evidentemente mi sufrimiento les divertía. Luego me dejaron sola.

    Poco más tarde, entraron dos mujeres, aparentemente criadas. Me soltaron y me condujeron a otra habitación, donde me peinaron y me vistieron de colegiala sexy. Ya sabéis; coletas, camisa blanca muy ceñida, minifalda tipo escocesa y muy mini, que dejaba asomar las cachas de mi culo... sin nada de ropa interior, por supuesto. Yo me dejaba hacer abatida, pero una esperanza nació en mí, pues también me tiñeron de rubia y me pusieron lentillas azules. Pensé que si hacían aquello, era porque debían pretender variar mi aspecto para dificultar el ser reconocida, lo cual implicaba que quizá no fueran a matarme. ¡Pobre ingenua!

    Tras volver al cuarto de tortura y pasar varias horas en él, volvieron mis tres atormentadores, esta vez acompañados por... mi vecino. Se acercó a mí y, tras manosearme los pechos todo lo que quiso, apretándolos y haciéndome bastante daño, me soltaron.

    -¡Asquerosa puta española! ¡Ni teñida de rubia pareces aria!

    Sin más y sin ningún tipo de necesidad, me derribó de una sonora bofetada sobre un camastro que allí había. Y digo sin ningún tipo de necesidad porque, evidentemente, una niña de 14 años, asustada y paralizada por el terror, hubiera hecho todo lo que hubiera querido aquél canalla con sólo pedírselo. Con el labio ensangrentado, lo vi acercarse hacia mí como una bestia furibunda con ansias de sangre.

    -¡No, por favor...! ¡No me pegues!

    Mi suplica sólo consiguió excitarle aún más. Arrojándose sobre mí, comenzó a abofetearme con violencia, con una sonrisa diabólica en su rostro y enardecido por las risas de los otros 3. Yo apenas podía cubrirme con mis bracitos, ni defenderme con mi fuerza de la de aquel hombretón, de más de 190 cms de altura y bastante corpulento. Afortunadamente, su propia furia y excitación acabó por vencerle y, abandonando toda racionalidad y vestigio de humanidad, destrozó mi blusa, arrancando los botones de un violento tirón para devorarme los pechos. Y digo ahora devorarme, porque lo que me hizo no puede llamarse de otra manera. Con saña mordió mi tierna carne y mis pezones, produciéndome un dolor atroz, mientras mis brazos permanecían inmovilizados por los suyos y yo totalmente indefensa y expuesta. Pensé que iba a mutilarme con sus dientes, y esperaba de un momento a otro sentir lacerar y desgarrar mis tetas, pero por algún motivo, no lo hizo.

    Fue algo inhumano. Me violó sin ningún tipo de compasión ni miramiento. Yo ya había dejado de ser virgen antes de llegar a Noruega, también fui precoz para eso, pero nada parecido a aquello. Las pocas veces que me habían penetrado anteriormente, había sido con dulzura y cuidado, y lo habían hecho chicos que me llevaban poca edad de diferencia. En cambio, ahora lo hacía una bestia desbocada, haciéndome sufrir enormemente. Pero, si pensaba que aquello sería el culmen de mi sufrimiento, pronto pude comprobar lo equivocada que estaba, y lo que se puede llegar a sufrir cuando tu agonía es el placer de tu atormentador.

    Con gran violencia, me hizo girar sobre el colchón y, escupiendo sobre mi orificio posterior, me penetró hasta el fondo de un sólo golpe de riñones, arrancándome un alarido que las gruesas paredes de piedra se encargaron de ahogar, y que de otra manera estoy segura de que hubiera podido escucharse en al menos un par de Km a la redonda. Lubricado por mi propia sangre que abundante manaba e mi ano totalmente desgarrado, me folló el culo sin ningún tipo de piedad, hasta que finalmente sacó su polla de él para, volviéndome de nuevo, correrse en mi boca y obligarme a tragarme toda su leche.

    Después de él me violaron los otros dos y aun orinaron sobre mi cuerpo para completar la humillación. Incluso ella, colocándose de cuclillas sobre la cama, una pierna a cada lado de mi cara, lo hizo directamente sobre mi cavidad bucal, obligándome a tragarlo todo. Después, me ataron las muñecas a una cuerda que, tras pasar sobre una viga de madera que cruzaba la estancia a unos 4 metros de altura, se enrollaba a una polea. Como si se tratase de lo más divertido del mundo, tiraron de ella para suspenderme en el aire. Mi vecino se acercó hasta mí. Sonriente, sádico... diabólico.

    -Vas a morir. Esta noche lo harás asesinada en un ritual satánico, pero antes nos divertiremos en él produciéndote todo el dolor que tu cuerpo pueda soportar. Abre la boca.

    -¿Q... qué?

    Un puño de hierro en la boca de mi estómago, sacó de él todo el aire que contenía y me dejó agónicamente sin respiración.

    -Cuando un ser superior te de una orden, obedece al instante, puerca. ¡Abre la boca!

    No osé preguntar esta vez, obedeciendo en el acto. Con todo el desprecio del mundo, carraspeó entonces su garganta y escupió dentro de ella.

    -Trágatelo.

    Obedecí sin dudar de nuevo.

    -Tira de la polea –le dijo entonces al otro-. Quiero ver a esta puerca colgando bien alto hasta la hora.

    Tras hacerlo, se fueron dejándome así suspendida, mis brazos ardiendo en agonía. Rompí a llorar abatida. La psicología humana es una locura. En mi desesperación, comencé a pensar con horror en todo lo que me estaba pasando, y en lo que aún estaba por venir. Nunca entenderé por qué ni cómo fue posible. Supongo que debió tratarse de algún mecanismo de defensa de la mente, que ante lo inevitable busca las alternativas posibles para evitar el mayor sufrimiento posible, pero, en algún momento, comencé a sentirme excitar con todo aquello. Casi imperceptiblemente al principio, pero más y más cada vez, hasta sorprenderme totalmente cachonda. Y eso fue lo que me salvó la vida. Bueno, aquello, y el error de mis torturadores, provocado por su propio abandono a sus pasiones.

    Me habían alzado mucho en el aire. La viga estaba cerca. Demasiado. Durante años había practicado la gimnasia rítmica, y mi condición era la de una joven atleta. Minutos antes, el agónico dolor de mis brazos me hubiera impedido cualquier tipo de intento, pero ahora era diferente. Lejos de suponerme un freno, me gustaba ese dolor. Así pues, no tuve mayor problema en, tirando sobre todo de abdominales, alzar mis piernas y, doblando mi cuerpo, levantarlas para cruzarse sobre la cuerda primero, sujetarme a la viga después. Un esfuerzo más, y estaba encaramada sobre ésta, desatando el nudo que aprisionaba mis muñecas con los dientes. Una vez libre, salté al suelo.

    En la seguridad de que me habían dejado totalmente indefensa, no se molestaron mis secuestradores en cerrar la puerta con llave, así que no tuve mayor problema en salir de la cámara. Algo más complicado fue, tras subir las escaleras que daban a las estancias superiores, avanzar por la casa y ganar el exterior. Incluso hube de abatir a una de las criadas que obstaculizaba el camino a mi libertad. Preparando una mesa de espaldas a mí, no se apercibió mi presencia, y sin más la golpeé en la cabeza con un gran cenicero, dejándola inconsciente. Ya fuera de la casa, eché a correr sin dirección ni rumbo prederterminado. Me encontraba en la montaña, semidesnuda con mi destrozado uniforme de colegiala, y no me detuve hasta tener la confianza de haber puesto 2 o 3 Kms de por medio entre mí y aquel infierno. Sólo entonces me permití detener para recobrar aliento.

    Sentada contra el tronco de un gran abeto centenario en un bosque lleno de ellos, fui recuperando la normalidad en mi respiración mientras pensaba en todo lo que me había sucedido. Sentía que me dolía todo el cuerpo y, ahora en frío y ya sin la tensión que provoca la lucha por sobrevivir, fui consciente de nuevo del dolor en mi culo. Un dolor atroz. Un dolor que, con toda seguridad, ahora, ya en frío, ralentizaría muchísimo mi capacidad de avanzar. Como dije antes, la psicología humana es una locura.

    Quizá los que nos creemos cuerdos seamos los más locos, y los que tenemos por locos, los más cuerdos. Sintiendo aquél dolor, fui poniéndome cachonda de nuevo. Llegada a un punto, ya era yo misma la que lo buscaba, tocándome e introduciéndome los dedos para hacerme daño conscientemente. Llegué así a un punto de calentura en que resulta imposible pensar con claridad y, contra toda sensatez y sentido común, hice lo que jamás nadie hubiera pensado que podría hacer: ¡Volví por mi propio pie a la casa de la que acababa de huir!

    Fue un suplicio delicioso hacerlo, sintiendo todo aquel dolor que casi no podía soportar. Sabía que me iban a matar y que antes de hacerlo me producirían tanto sufrimiento que llegaría a lamentar haber nacido, pero ya no me importaba. Es más, ¡lo deseaba! ¡Con toda la fuerza con que se pueda desear algo en esta vida! Deseaba entregar mi vida y mi cuerpo a aquellos sádicos para que se divirtieran cruelmente con mi sufrimiento y mi muerte. Así, de esa manera tan repentina y brutal, despertó mi naturaleza masoquista.

    Ya casi anochecía, cuando llegué a la puerta. Toqué al timbre. Ni siquiera me abrió una criada, sino que lo hizo mi vecino. En su cara de delataba a las claras el miedo. Cuando se percataron de mi huida, debieron ser conscientes de que nada podrían hacer ya por alcanzarme y debían verse ya en la cárcel, padeciendo el trato que a los violadores de niñas dan los otros presos. Lo último que podían haberse imaginado era encontrarse a su corderita de regreso por su propia voluntad. Desconfiado, echó una mirada alrededor.

    -No viene nadie conmigo. Nadie sabe lo que ha pasado ni dónde estoy. He regresado para que me torturéis a placer y me matéis.

    Totalmente sorprendido, me miró con cara indescriptible para, a continuación, agarrarme del pelo y, de un violento tirón, arrojarme al suelo, ya dentro de la casa. Lo que siguió fue una auténtica paliza. Una verdadera lluvia de patadas y puñetazos por parte de él, sus dos amigos, la mujer y hasta las criadas, que me golpearon hasta saciar su rabia sin que yo hiciera nada por cubrirme, dejándome al borde de la inconsciencia. Una vez pararon, tardé lo mío en recuperarme, tras lo cual los miré desde el suelo con una sonrisa ensangrentada y un brillo satánico en mis ojos.

    -¡Síiii...! ¡Así! ¡¡Pegadme más!! ¡¡Destrozadme!!

    Tomando mi camisa con ambas manos, la separé para ofrecerles mis pechos.

    -Aquí... ¡pegadme en las tetas!

    Un puño de acero golpeó en una de ellas como un trueno, haciéndome sentir el más agónico dolor que hubiera experimentado en mi entonces todavía corta vida, y yo me sentí orgasmar. Tras recuperarme un poco, volví a ofrecérselas para que golpearan de nuevo.

    Fue una locura. Sentí el látigo y los cinturones sobre mis tetas, mis nalgas, mi coño... Sólo quería más y más dolor, saturar mi cuerpo de él y llevarlo a su límite máximo de tolerancia, antes de estallar definitivamente y entregar con placer mi vida. Pero mi entrega tuvo un efecto inesperado.

    -Es una lástima sacrificar a una puerca así –opinó en algún momento la mujer. Se miraron entre ellos confusos, y yo los miré a ellos repentinamente desilusionada.

    -¡No...! ¡Por favor...! ¡Matadme! ¡Os lo suplico! ¡Quiero morir de dolor!

    Agarré los camales de mi vecino, que para ese momento ya era para mí mi dueño y señor, mi dios. Con desdén, se liberó de mí dándome una patada en la cara.

    -No... Olga tiene razón. Sería demasiado fácil para ti. Hoy no morirás. En cambio, jamás regresarás con tu familia. Jamás volverás a salir de la bodega. Nos ensañaremos contigo. Te torturaremos, violaremos, prostituiremos y todo lo que nos dé la gana durante años y, cuando por fin nos cansemos de ti, te asesinaremos de la forma más dolorosa posible. Será un verdadero infierno para ti.

    -¡¡¡Sí!!! –grité repentinamente ilusionada, desquiciada- ¡¡Hacedlo, por favor!! ¡No me dejéis regresar con mi familia! ¡Quiero conocer el Infierno!

    Me miraron sobrecogidos. Aún hoy, creo que llegaron a tener miedo de mí en ese momento. En mi interior parecía arder un fuego impío que me empujaba hacia la locura, y un diablo perverso parecía haberse adueñado de mi voluntad y mi sexualidad.

    -Está... está loca –opinó uno de los hombres con verdadera aprensión-. ¡Esta niña está loca! ¡Deberíamos matarla!

    Parecieron pensárselo y de nuevo sentí un mundo en mi estómago. No ya por miedo a ser asesinada, sino a ser privada de esa deliciosa tortura que se me había prometido.

    -¿Y tú qué dices?- me preguntó mi vecino, a partir de entonces mi señor.

    -Yo no tengo que decir nada, mi dueño y señor. Te pertenezco como cualquier otra propiedad tuya. Haz conmigo lo que te venga en gana, que yo estaré complacida de hacerte disfrutar con mi muerte o mi integridad física. Pero, si decides retenerme como has dicho, conservarme con vida y prolongar mi tortura y agonía todo lo posible, sabe que esta puerca tuya te estará infinitamente agradecida y hará todo lo posible por complacerte.

    Se lo pensaron. La propuesta debió parecerle muy prometedora e interesante a mi señor.

    -¿Y qué nos darás tú a cambio?

    -¡Mi vida! ¡Mi cuerpo! ¡Mi dolor! ¡Mi total esclavitud!

    -No. Eso no es lo que tú nos vas a dar a nosotros, sino lo que nosotros te vamos a dar a ti. Lo estás deseando. No es un precio, sino una recompensa.

    -¿Entonces...?

    -Otra víctima inocente ha de ocupar tu lugar como víctima ofrecida a Satán en sacrificio.

    -¿Queréis que os ayude a secuestrar a otra chica?

    La idea no me pareció desagradable en absoluto. En unas pocas horas había cambiado más que la mayoría de la gente en toda una vida, tornándome criatura de pura depravación.

    -Tu hermana pequeña.

    -¡Sí...! –contesté encantada, sin dudar un sólo momento.

    -Pasará por lo mismo que tú pasaste y aun más. Será violada, torturada, martirizada... Le produciremos delante tuya todo el dolor y sufrimiento que podamos y luego la asesinaremos lentamente, derramando su sangre sobre tu cuerpo. ¿Estás dispuesta a ver así tratada a tu hermanita de 9 añitos?

    -¡¡Sí!!- me mostré ilusionada con la idea- ¡Os ayudaré a secuestrarla, a martirizarla, violarla y asesinarla! ¿Cuándo?

    -¡Ja, ja, ja!- rieron. –Tranquila. No por el momento. Por seductora que resulte la idea, a estas horas te estarán buscando como locos tus padres y la policía. Será mejor dejar que pase el tiempo. Además, me gusta que las zorritas tengan sus formas de mujer. Quizá dentro unos años. Entretanto, vamos a experimentar con tu cuerpo para saber cuánto dolor puede aguantar un ser humano.

    Le miré emocionada, como sólo se puede mirar a un dios al que amas por encima de todas las cosas.

    -¿Cuándo empezamos?

    Fin

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    En la oficina

    12 de noviembre de 2024 en Relatos SDPA, Jovencitos, LGBTQ+

    Tengo 35 años y trabajo en una empresa importante como director de contabilidad. Mitrabajo no es especialmente variado. Por eso me sorprendió, hace unos días, cuando me dirigía a mi puesto saludando maquinalmente a los administrativos, encontrar a un jovencito, parece un niño, pensé en el primer momento, sentado a una mesa no muy lejana a la puerta del despacho. Comenté luego a mi secretaria.

    ¿Y este chaval?

    Se llama Tony y es nuevo. Es hijo de un amigo de Jaime. Estará por un tiempo como chico de los recados y para ayudar en lo que se necesite.

    Parece un crío, ¿no?

    Bueno, creo que ha cumplido los dieciséis años. Pero no mucho más.

    Si Jaime lo había traído no había nada que decir. Él era el jefe de personal y ya sabría lo que hacía. Supuse que era algún favor que debía al padre de Tony.

    Mi despacho era acristalado y desde mi mesa, una de esas grandes mesas de oficina, debajo de la cual podría moverse una persona sin ser vista, podía ver de cerca la mesa de Tony. Le observé varias veces durante la jornada. Era un muchacho algo regordete, sin vello en la cara, con las mejillas sonrosadas y el pelo algo largo y ondulado. Parecía tímido. Aunque es su primer día, reflexioné.

    Cuando se levantó tuve ocasión de observarle de cuerpo entero. Era de estatura regular, y sus formas delataban un reciente ingreso en la pubertad. Visto de espaldas se le marcaba un culito bien redondeado y pronunciado. Me hubiera gustado magreárselo y me imaginé deslizando un dedo para tantear su ano. Me atraen los culos de los jovencitos. Olerlos, besarlos y, desde luego, follármelos. Habría que ver qué se podía hacer con Tony. Me empalmé pensándolo y tuve que desabrocharme el pantalón, sacar mi polla y acariciarla un rato mientras lo contemplaba. De todas maneras mi mesa era suficiente para ocultarme a la vista de los empleados.

    Un par de días después Tony seguía en su puesto y parecía tímido como siempre. Yo había vuelto a ponerme caliente y decidí tomar la iniciativa. Ordené por el teléfono a una de mis secretarias que me mandara a Tony con unos documentos. Muy educadamente, el muchacho llamó a mi puerta.

    ¿Se puede, señor?

    Adelante, Tony.

    Aquí le traigo los documentos.

    Ponlos sobre la mesa.

    Cuando se acercó lo suficiente, alargué la mano y sin ningún miramiento le palpé las nalgas carnosas. Tony se sobresaltó.

    Pero, señor…

    Y, con el azoramiento, dejó caer los papeles. Éstos planearon hacia el suelo y quedaron debajo de la mesa.

    Agáchate y recógelos.

    Tony obedeció. Cuando lo tuve debajo de la mesa le agarré por el pescuezo y le dije con voz autoritaria.

    Ahora no te muevas y obedece.

    Me bajé la cremallera de los pantalones y extraje mi verga que ya se había puesto medio dura. La dirigí a la boca de Tony.

    Mámala, chaval. Chúpala como si fuera un caramelo.

    No se atrevió a protestar y se encajó mi polla en la boca. Era evidentemente inexperto y le costaba respirar de forma adecuada. Pero al cabo de unos minutos su técnica mejoró y me puso el rabo durísimo. Empezó a soltar algunas gotas de líquido preseminal.

    Tony lo notó e hizo un intento de zafarse.

    Quieto, Tony, sigue mamando. Lo haces muy bien. Y tendrás que tragarte todo lo que salga.

    Le amorré con más fuerza contra mi entrepierna. Tony jadeaba y seguía mamando con entusiasmo. Noté que me iba a correr. Dije con voz entrecortada.

    Toma toda la leche. Trágala. No sueltes ni una gota.

    El roce cálido y húmedo de la boca del adolescente me produjo un orgasmo brutal. Se me nubló la vista de la oficina y empecé a soltar chorros de semen. No sé cómo lo hizo, pero Tony consiguió tragárselo todo. Cuando noté que me recuperaba, la saqué de su boca y la sequé con un pañuelo. Le alargué otro a Tony.

    Venga, sal de ahí y límpiate.

    Tony se incorporó. Tenía la cara enrojecida y el pelo revuelto, y se le marcaba un buen bulto en los pantalones. Le resbalaba una gota de leche por la comisura de los labios.

    Pasa por el lavabo antes de volver a tu sitio.

    El chico desapareció en un instante.

    Al día siguiente pasé deliberadamente ante la mesa de Tony. Éste levantó la vista y me dirigió una amplia sonrisa. Esto me animó. No se lo habrá pasado mal, pensé yo. Otro día me concentraría en su culo.

    No tardé mucho. Tres días después decidí que era un buen momento. Mandé aviso a Tony de que me esperara en el archivo. El archivo estaba en el sótano y no era demasiado concurrido. Estaríamos tranquilos.

    Cuando llegué Tony me esperaba ante la puerta y me sonrió, mientras se ruborizaba.

    Cuando entramos cerré la puerta por dentro. Supongo que el chico esperaba otra buena dosis de leche pero le desconcerté.

    Bájate los pantalones.

    Pero, señor…

    Haz lo que te digo.

    Se puso algo nervioso y no acertaba a desabrocharse. Cuando lo logró y los pantalones le cayeron al suelo vi que llevaba unos calzoncillos con personajes de dibujos animados. Como un crío, vaya.

    Y ahora bájate los calzoncillos.

    Tardó unos segundos en decidirse. Era bastante tímido.

    Bien, así me gusta.

    Se quedó de frente. Lucía una polla regular, descapullada y que estaba a punto de empinarse.

    Quédate quieto ahí.

    Mientras tanto yo también me desabroché los pantalones y me los saqué e hice lo mismo con el slip. Mi verga se alzó, ya dura, hacia Tony. Éste hizo ademán de acercarse e inclinarse. Ya me hubiera gustado que volviera a mamármela, pero no eran mis planes.

    Date la vuelta e inclínate sobre la mesa. Quiero verte el culo.

    Cuando se dobló, sus nalgas salientes quedaron a pocos centímetros de mí. Se las veía carnosas y suaves, casi sin vello y sin ninguna marca de calzoncillos. Las acaricié lentamente con una mano mientras recorría mi polla con la otra.

    Ábrete las nalgas con las manos y muéstrame el ojete.

    Tony lo hizo sin rechistar. Verdaderamente era un chico dócil. Quizá porque no sabía lo que le esperaba. Su ano era rosado, algo abultado, muy limpio. Acerqué un dedo.

    Murmuró con voz entrecortada.

    ¿Qué hace, señor?

    Voy a meterte un dedo en el culo… por ahora. Te gustará, pero tienes que estar tranquilo.

    Me agaché y hundí la cara entre las nalgas. Aspiré hondo. Aunque estaba muy limpio, noté vagamente el aroma característico de un buen culo masculino. Esto me excitó.

    Introduje el dedo. Para mi sorpresa, el músculo no ofreció ninguna resistencia. Mejor, no me hubiera gustado tener que partirle el culo con violencia. Soltó un gemido y yo empecé a girar el dedo dentro de su ano. Los gemidos de placer se hicieron más intensos. Saqué el dedo, lo olí y me lo metí en la boca para chuparlo. Me encantó su sabor. Tony volvió ligeramente la cabeza para ver qué estaba haciendo.

    ¿Te gusta, Tony?

    Sí, señor, no me lo saque…

    Vaya con el chaval. Parece que no podía estarse sin el culo vacío. O sea que ahora le metí dos dedos. Le costó un poco más, pero se los tragó sin rechistar. Sólo decía.

    Oh, sí, si…

    Mientras le iba dilatando el agujero dirigí la otra mano a su paquete. Estaba empinado y aproveché para masturbarle ligeramente. Se retorcía de gusto y apretaba con el culo para introducirse mis dedos más adentro. Pronto estuvo a punto de caramelo. Mi polla se había puesto durísima y reclamaba su sitio. Acerqué el capullo a su ano mientras lo sujetaba por los hombros.

    Ahora sí que Tony se sobresaltó. Como sabía que tenía mis manos en sus hombros, no imaginaba qué era lo que estaba presionándole el ojete. Intentó escabullirse y debí sujetarle más fuerte. Como aún se resistía, tuve que propinarle un par de cachetes. Se calmó.

    ¿Verdad que te gustó que te metiera los dedos? No te has quejado, putito. Pues ahora va a ser mejor. Te voy a meter toda la polla por el ano y te soltaré la leche dentro. O sea que calla y disfruta, putito. Te va a desvirgar un macho.

    Hice presión con el glande en su orificio. El muchacho estaba bastante dilatado con los juegos preliminares y mi capullo entró en seguida. Soltó un chillido sordo.

    No te quejes y ve pajeándote.

    Así lo hizo. Pronto tuve toda la polla dentro de su culo. Lo notaba muy caliente y suave, y cedía sin dificultad. Empecé a follarle lentamente, metiendo y sacando mi verga rítmicamente. Aceleré. Alargué una mano hasta la entrepierna de Tony, que se estaba masturbando sin parar. De pronto sentí las contracciones del ano de Tony alrededor de mi rabo y en el mismo momento me inundó la mano con su leche de adolescente. No aguanté más y me vacié en su interior. Mi semen salió en varias oleadas, llenándolo todo y resbalando hacia el exterior por sus muslos. Cuando extraje la polla le ordene.
    Date la vuelta y límpiala con tu lengua.

    Así lo hizo sin mediar palabra. Nos secamos y volvimos a la oficina. A la salida del sótano le di un pellizco en la mejilla.

    Muy bien, Tony. Hasta otra ocasión.

    Fin

    El culito de Florencia, relato erótico SDPA en blogSDPA.com

    El culito de Florencia, Parte 02 (Final)

    12 de noviembre de 2024 en Relatos SDPA, Jovencitas, Violacion

    Esta publicación es la parte 2 de un total de 2 publicadas de la serie El culito de Florencia

    Luego de haber cogido a Florencia de la forma como lo hicimos; luego que se nos pasara la calentura y, en parte, el efecto del alcohol, comenzamos a preocuparnos por lo que podría contar la nena a sus abuelos.

    - Mirá, nena, si llegás a abrir la boca, no solo los vamos a echar de la estancia a vos y a tus abuelos, sino que los vamos a matar y a enterrar en el medio del campo –amenazó mi papá a la pequeña-.

    - No don Javier… por favor… yo no voy a decir nada… se lo juro.

    Un poco más tranquilos, nos fuimos subiendo cada uno a su caballo y nos fuimos. Yo me fui en el Sulky con Florencia, que no decía palabra.

    Mi padre y los peones se adelantaron en el camino, y como los perdí de vista, aproveché que estaba en el medio del campo y nadie me veía, para aprovechar a Flopi antes de llegar al casco de la estancia.

    Yo llevaba las riendas del Sulky y entonces, con voz firme le ordené a Flopi que se arrodillara delante de mí, en el piso del carruaje. Lo hizo sin chistar.

    Paré un segundo el carro y abrí la bragueta de mi pantalón, saque mi pija (que ya estaba parada de nuevo) y me senté nuevamente. La nena la miraba y no emitía palabra.

    Le ordené que la chupara como lo había hecho hacía un rato atrás. Las pequeñas y frías manos de Florencia tomaron mi pija y se la llevaron a su boca. La nena era inexperta en estas cosas, por lo tanto le fui enseñando como chuparla, a pasarle la lengua a la cabeza, a tragarla bien adentro e incluso a chuparme los huevos.

    Era hermoso. Mientras yo conducía el Sulky, la nena se entretenía con mi verga, hasta que me vine dentro de su boca; y se ve que le había quedado en su cabecita las palabras de mi padre, que le había dicho que la leche de un hombre no se tiene que desperdiciar, porque tragó hasta la última gota.

    Acomodé mi ropa y seguimos camino hasta la estancia. Cuando llegué, dejé a Florencia y los cacharros de la comida en casa de su abuelo y me fui.

    Los días siguientes, como su abuelo estaba enfermo, Flopi no tenía quien la llevara a la escuela, así que me ofrecí en llevarla. Ella iba a una escuela rural, a varios kilómetros de la estancia. Estaba en quinto grado.

    Yo manejaba una vieja camioneta Ford F100, con la que, una vez por semana iba a comprar mercadería a la ciudad, y con la que –por supuesto- llevaría a la nena a la escuela.

    El primer día que la llevé, me desvié en el camino y estacioné bajo unos árboles y detrás de un follaje que no dejaba ver a la camioneta desde el camino.

    La nena se imaginaba lo que venía y comenzó a buscar una excusa para zafar de la situación.

    - Voy a llegar tarde don Jorge.

    - No te preocupes que esto es rápido y en la escuela no te dicen nada si llegas un poco tarde.

    Eran las siete y media de la mañana, pero el clima era bueno. La hice bajar, saque de la caja una vieja alfombra que utilizábamos cuando teníamos que tirarnos debajo de la camioneta para arreglarla, y le saque el delantal escolar, para que no se ensuciara.

    Me saqué el pantalón para hacer todo más cómodo. Le bajé un pequeño short de lycra y sin esperar más, comencé a frotarle la conchita con mi dedo mayor. Me acerque a su boca y empecé a besarla apasionadamente, mientras con mi dedo comenzaba a escarbar en su virgen conchita.

    No aguanté más. La puse boca abajo, me puse encima de ella y comencé a frotar mi verga –roja de caliente- entre sus glúteos.

    Me apoyé en mis rodillas, mojé bien la cabeza de mi pija y empecé a buscar el agujerito de su culo.

    Le dije que me ayude y la nena me indicó cuando la tuvo en la puerta de su hoyito.

    - Ahí está por entrar.

    Cuando escuché su vocecita, sin miramiento, la perforé de un solo empujón.

    Flopi comenzó a gritar desesperadamente, pero era imposible que alguien la escuchara.

    Sin taparle la boca continué penetrándola. No se que me pasaba, pero mientras más escuchaba sus ruegos desesperados, más me excitaba y más salvajemente le cogía el culo. Me levanté, quedando de rodillas, y sin sacarle la pije del culo la puse en cuatro patitas, como un perrito y la seguí cogiendo. Ya no gritaba.

    Mientras más la cogía, más grande sentía mi pija. Parecía que iba a partirle el culo en cuatro pedazos. Fue una sensación única.

    Me vacié todo, dentro del hoyito, que le quedó rojo y lleno de leche. La limpié con un trapo, la hice vestir y la llevé a la escuela.

    Mi padre no era ningún tonto y se dio cuenta del por qué tanta amabilidad de mi parte para llevar a la niña a la escuela, y cuando llegué me dijo que al mediodía iríamos los dos a buscarla.

    Papá, desde que había muerto mi madre, no había tenido una pareja estable, y de vez en cuando visitaba a una prostituta de la ciudad. Y yo, realmente, luego de terminar de estudiar, no he tenido mucho contacto con el sexo opuesto, así que se imaginan que, estábamos muy “alzados”.

    Al mediodía, cuando Flopi salió de la escuela y nos vio dentro de la camioneta a mi papá y a mí, le cambió la cara. Sabía que le íbamos a coger el culo nuevamente.

    Así pasaron los días, hasta que don Zacarías se mejoró y podo llevar a su nieta a la escuela, cogida tras cogida. Flopi recibía dos buenas vergas de desayuno y de almuerzo. La cogíamos en todas las poses y formas, pero siempre por el culo: mientras cabalgaba encima de mi verga, ensartada en su orto, mi papá le cogía la boca desenfrenadamente. Luego cambiábamos de posición y yo era el encargado de tocarle la campanilla de su garganta con la punta de mi pija.

    Fue una semana maravillosa, inclusive, el último día de la semana, papá invitó a Martín para que le metiera sus 30 centímetros de carne en su culito. Fue al mediodía.

    La desnudamos toda y nos desnudamos nosotros. Hacía mucho calor y la cogimos directamente encima del pasto.

    La teníamos en el aire, boca arriba. Mientras una la sostenía de las axilas, otro la levantaba de la cintura, le levantaba las piernas y la cogía a placer.

    Cuando le llegó el turno a Martín, Flopi comenzó a gritar nuevamente, pero mientras mi papá le tapaba la boca, el empleado le hundió su terrible garrote sin miramientos. La cogió tan salvajemente que me asusté cuando vi como le había quedado el agujero del culo. Creo que entraba mi puño de tan grande que le había quedado. Mi papá soltó a la nena, que quedó parada, sollozando y chorreando esperma por una de sus piernas. La limpiamos y nos fuimos. La nena cojeaba, pero como no era la primera vez que la cogíamos, cuando llegamos a la estancia, ya caminaba normalmente.

    Lamentablemente, don Zacarías se había curado y ya no tendríamos que llevarla a la escuela, así que teníamos que agudizar el ingenio para poder seguir cogiéndonos a nuestra pequeña esclava sexual, sin que sus abuelos se dieran cuenta.

    Además, le dije a mi padre que me moría de ganas de romperle la conchita y poder acabarle adentro, e incluso cogerla de a dos.

    - Se nota que sos hijo mío, porque yo quiero lo mismo, y me parece que ya encontré la forma…

    Fin

    Supuestamente este es el último capítulo, pero esa frase final deja abierta la historia...

    El culito de Florencia, relato erótico SDPA en blogSDPA.com

    El culito de Florencia, Parte 01

    12 de noviembre de 2024 en Relatos SDPA, Jovencitas, BDSM, Violacion, Sexo en grupo

    Esta publicación es la parte 1 de un total de 2 publicadas de la serie El culito de Florencia

    Hola. Mi nombre es Jorge, tengo 22 años y vivo en la zona rural de la provincia de Buenos Aires, en la Argentina. Esta historia que les voy a contar sucedió hace casi un año, en la estancia que tiene mi padre. Además de 10 peones, en la estancia trabaja don Zacarías, un hombre mayor, que vive en la casa del casero con su esposa Hilda y con su nietita Florencia. Flopi, como le decimos tiene 10 años y fue criada por sus abuelos, ya que sus padres se separaron y cada uno rehízo sus vidas, pero no contaron en sus planes a la pequeña, que desde los 5 años vive con sus abuelos.

    Los trabajos que realizamos en el campo son muy duros, ya que no importa si el día está lindo o feo, soleado o lluvioso; cuando hay que hacer algo, se hace.

    Uno de esos trabajos es el de la yerra, o el marcado a fuego de las vacas, por si se pierden o las roban.

    Ese trabajo lo realizamos en unos corrales distantes a dos leguas del casco de la estancia, muy cercano a un monte de eucaliptos. Allí vamos cada vez que tenemos nuevo ganado, tres o cuatro peones, mi padre, yo y don Zacarías, que por su edad nunca hace trabajo pesado, sino que nos ceba unos mates o calienta la comida que nos hace su esposa. La historia que les voy a contar sucedió hace casi un año. Ya había llegado la primavera, y los primeros calores ya se hacían sentir. Mi padre había adquirido ganado nuevo y había que marcarlo antes que se perdiera.

    Ese día salimos muy temprano con tres peones: José, un correntino de 45 años; Martín de 35; y Esteban que tenía mi edad. Además, fue mi padre, Javier de 55 años, y yo.

    Mi papá fue a buscar a don Zacarías a la casa del casero, pero ese día el viejo (tenía casi 70) estaba muy enfermo y no podía acompañarnos.

    Mi papá ya se venía, cuando doña Hilda tuvo una genial idea.

    - Don Javier, ¿Por qué no se la lleva a la Flopi? Ella les puede hacer unos mates y calentar la comida al mediodía.

    - Pero, ¿no tiene que ir a la escuela?

    - Ya es tarde, además la iba a llevar Zacarías y no puede.

    - Bueno, que venga.

    Así, la nena se cambió el vestido que tenía y se puso ropa de entrecasa y partimos rumbo a los corrales.

    Florencia era una nena muy callada, pero muy voluntariosa. Nos tenía mucho respeto.

    La mañana transcurrió con normalidad. Nosotros marcábamos las vacas y terneros, y Flopi nos hacía mates. Cerca del mediodía casi habíamos terminado el trabajo, y José prendió el fuego para calentar la olla con comida que nos había preparado doña Hilda. Florencia revolvía un riquísimo guiso que su abuela nos había preparado, para que no se queme y se pegue en el fondo.

    Terminado el trabajo, comimos y tomamos un poco de vino que mi padre había traído de la casa. No siempre tomamos vino, porque los peones se empedan y no quieren seguir trabajando, pero como habíamos terminado el trabajo, mi padre pensaba darles la tarde libre.

    Después de un rato, mi padre, un poquito entonado por el vino comenzó a convidar a Flopi con vino, pero la nena se lo rechazó, una y otra vez. Mi papá ya se había puesto un poco pesado y la nena, para no contradecirlo, tomó un poco. Se ve que no estaba acostumbrada a tomar alcohol, porque al ratito se reía de cualquier cosa.

    En realidad, todos estábamos un poco alcoholizados, pero me llamó la atención la actitud que iba tomando mi padre. Tomaba y cada vez estaba más pesado.

    En un momento, comenzó a molestar a la nena. Quería que bailara para nosotros. Estábamos sentados en unos troncos, debajo de la sombra de los eucaliptos, donde habitualmente comíamos y descansábamos cuando realizábamos algún trabajo en los corrales.

    La nena se negó, pero al ver a mi padre en un estado en el que nunca lo había visto, se asustó y comenzó a moverse, en una especie de baile muy torpe. Todos comenzaron a aplaudir, alentando a la niña para que siguiera, que con más miedo que ganas seguía meneándose al ritmo de las palmas.

    En momento, mi padre hizo hacer silencio, se paró y dirigiéndose a la niña le dijo.

    - ¿Sabías que esta es la última semana que va a trabajar tu abuelo?

    - No, no sabía don Javier.

    - Si niña, tu abuelo está muy viejo y ya no puede trabajar en el campo. Voy a tener que contratar a alguien más joven como casero.

    - Y… nosotros donde vamos a vivir… -preguntó la pequeña-

    - Se van a tener que buscar una casa por ahí. La casa donde viven ustedes la necesito para el nuevo casero.

    Yo, por un momento, creí que se trataba de una broma de mi padre, aunque él no era de hacer bromas. Más bien era un persona muy seria.

    La nena comenzó a sollozar, casi a llorar. Yo y los peones nos mirábamos, pero en el lugar reinaba un silencio absoluto, que solo era cortado por el llanto de la nena.

    - Cuando lleguemos a la estancia se lo voy a comunicar a tus abuelos, así comienzan a preparar las valijas para irse.

    Me animé a preguntarle a mi papá si era cierto o solo era una broma, producto de su borrachera. Mi padre me reprendió delante de todos.

    - Ninguna broma, ya estoy cansado de pagar un sueldo a una persona que ya no puede trabajar.

    - No, por favor –dijo Flopi- trabajaré yo. Yo puedo limpiar su casa y cocinar. Darle de comer a las gallinas y a los cerdos…

    Mi padre se quedó pensativo. Miró a la nena de arriba abajo y sonrió.

    - Ese trabajo ya tengo quien lo haga, Flopi, pero se me ocurre una linda idea.

    Mi padre se corrió al lado de la nena y comenzó a acariciar su cabeza y luego su cuello.

    - ¿Harías cualquier cosa para que no los eche a la calle?

    - Si, por favor, no nos eche, por favor don Javier…

    Entonces sucedió lo imprevisto. Mi padre se paró delante de la nena y tomando sus hombros con sus manos, tiró hacía abajo el vestido de la nena, que quedó casi desnuda, solo con una bombachita blanca.

    La nena se asustó mucho, y nosotros, ni les cuento. No sabíamos que hacer. Flopi se tapaba con sus manos como podía. Mi padre, con un tono muy prepotente, tomo los brazos de la nena y los levantó, mostrándola, como si fuera un trofeo de guerra.

    Mientras sostenía los brazos de la niña hacía arriba, se dirigió a Esteban y le ordenó bajarle la bombacha a la nena. Esteban era el más chico de los peones y tenía mucho respeto por mi papá, e inmediatamente realizó su pedido.

    A Florencia solo le quedaba puesto los zapatos y una medias marrones.Era una nena muy bonita, de ojos marrones grandes. Sus pechos no existían todavía. Su pubis era más bien gordote. El resto, estábamos atónitos por lo que pasaba. Mi padre soltó los brazos de la nena y tomándola del pelo comenzó a regañarla-

    - ¿Querés seguir viviendo en la estancia, eh? Muy bien. Vas a tener que hacer todo lo que te pidamos o los vamos a echar como a perros.

    La nena no emitía sonido. Solo asentía con la cabeza. Mi padre la hizo arrodillar frente a él, mientras la segía retando.

    - Vas a hacer todo lo que te pida, sin regañar y no le vas a contar a nadie, ¿estamos?

    - Si don Javier, pero no me lasti….

    No terminó de decir eso, que mi padre ya había sacado su pija fuera de su pantalón. Nunca había visto desnudo a mi padre. Tenía una pija de muy buen tamaño que, modestia aparte, yo había heredado.

    De un golpe metió la pija en la boca de Flopi, que se resistía, pero ante los tirones de pelo de mi papá, comenzó a engullirse la verga de papá.

    Nosotros (José, Martín, Esteban y yo) no podíamos creer lo que veíamos y comenzamos a excitarnos.

    La vida en el campo es muy dura, y pasamos mucho tiempo sin la compañía de una mujer, por lo que no necesitamos mucho tiempo para calentarnos. José fue el primero en bajarse los pantalones y dejar su pija al aire. A el lo seguimos los demás.

    Flopi seguía chupando la verga de mi papá, que parada, mediría unos 25 centímetros, al igual que la mía. La de José era un poco más chica; la de Esteban era como la nuestra, pero un poco más gruesa. Lo que nos sorprendió fue el tamaño de la de martín. Era enorme. Mediría como 30 o 32 centímetros.

    Mi papá le sacó la pija de la boca y la empujó hacía nosotros.

    - Ahora chupasela un poco a ellos, que ahora seguimos.

    José se paró delante de la nena y espero que esta tomara su pija y comenzara a chuparla. Inmediatamente, Martín se puso a su lado y le pidió prestada a su compañero de trabajo, la boquita de la nena. Así, las vergas de los peones de mi papá se alternaban, un rato cada uno en esa deliciosa boquita.

    Luego hicimos lo mismo Esteban y yo. Mientras me comía mi verga, Esteban se la pasaba por las orejas, por la naríz y los ojos. Esteban no aguantó y se vino en su cara, ante el asombro de la nena, que por lo visto, nunca había visto una pija, y menos sabía que largaba leche.

    Esteban quizo limpiarla, pero mi padre, que observaba todo sin dejar de masturbarse, lo retó y, acercándose a la nena, comenzo a juntar la leche con su dedo, corriéndola hacia la boca de la nena, que sin chistar, comenzó a tragarla.

    - La leche de un hombra jamás se tira ni se escupe, ¿entendiste?

    - Si don Javier, fue sin querer… -dijo Flopi con mucho miedo-

    Mi papá miró hacía ambos lados, como buscando algo, y clavó la mirada en un viejo tronco, que nos servía de asiento. Agarró una manea de la silla de su caballo y comenzó a atar a la nena al tronco. La puso boca abajo, encima del madero, como abrazándolo y ató sus muñecas con ambos extremos de la manea. La niña había quedado inmóvil, con su culito apuntando al cielo.

    Sin decir palabra, mi padre se acercó a Florencia, le abrió las nalguitas y escupió en su hoyito. Inmediatamente comenzó a penetrar el culito de la nena con su dedo mayor. La nena comenzó a gritar, pero en esa parte del campo, nadie podía socorrerla.

    Mi papá tenía todo el dedo dentro del culo de Flopi, y comenzó a moverlo de adentro hacia afuera, de un costado a otro, de arriba hacia abajo, lo hacía girar… y reía a carcajadas.

    Entonces escupió su mano, la pasó por la cabeza del choto y lo acercó al culo de la pequeña. Lentamente comenzó a perforarlo. Primero metió la cabeza y, cuando vio que ya no se podía salir, arremetió con toda la fuerza, empalando a la nena, que trataba de zafar del suplicio inútilmente. Estuvo casi 10 minutos cogiéndose el culo de la nena, que ya estaba como entregada y ya no luchaba.

    En un momento dado, mi padre comenzó a acabar con grandes gritos, dentro del culito de Flopi. Se desplomó encima de la nena y luego de unos minutos se retiró y me hizo una seña, para que me la cogiera yo.

    Florencia tenía su culo abierto, enrojecido. La nena comenzó a tirarse pedos, y de su interiro comenzó a salir la leche de mi papá, mezclada con algo de sangre.

    Mi papá se acercó, y tomando el vestido de la nena, limpió su culo, y me lo dejó limpito para mi.

    Lubriqué mi verga y comencé a cojerla. La nena comenzó a corcovear como un caballo cuando lo están domando, pero pronto se dio cuenta que había varias pijas esperando el turno para empalarla, y se relajó.

    Debido a mi juventud, me vine enseguida. Así siguieron José y Esteban que, al igual que yo le llenaron el culo con leche.

    Todos esperábamos el turno de Martín, y se ve que la nena también, porque cuando salió de encima Esteban, comenzó a mirar para los costados, como esperando la cojida de esa enorme pija, que un rato antes, había mamado. La nena estaba muy nerviosa y le rogaba a Martín que no la cojiera.

    - Noooooo, por favor señor, no me la meta, por favor. Se la chupo si quiere, pero no me la meta, noooo.

    Después de la cojida de cuatro hombres con pijas de tamaño respetable, el culo de Flopi había quedado realmente grande, muy rojo, sin una forma definida, pero podíamos ver parte de su interior.

    A pesar del tamaño que había tomado ese culo, quedó realmente chico cuando Martín comenzó a enterrar su pija. Era enorme, pero de a poco Flopi se lo fue tragando todo. Martín sacaba su pija, la mojaba con saliva y la volvía a meter.

    En un momento, a mi padre se le ocurrió algo. Estaba caliente de nuevo, así que también quería gozar con la nena. La desató e hizo que Martín, que todavía no había acabado, se acostara en el piso, boca arriba, con su enorme pija, que parecía un obelisco.

    Papá y yo tomamos a la nena de los brazos y la obligamos a sentarse en la pija de Martín. La teníamos de los costados, mientras, con su propio peso, le iba cogiendo la verga al peón.

    La soltamos y, todos, nos pusimos adelante para ver como el culito de Flopi, con solo 10 años, se tragaba la enorme verga de Martín, que la sostenía de la espalda, mientras la nena comenzaba a moverse rítmicamente, de arriba abajo.

    Luego de un rato, los 30 centímetros de pija de Martín estaban completamente adentro. Mi padre se paró y le introdujo la pija en la boca a la nena, e inmediatamente comenzó a llenarla de leche. Flopi de ahogaba, pero no paraba de tragar la leche de mi papá.

    - Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh…

    Se escucho el grito de Martín, que se venía a baldes dentro del culo de la nena.

    - Así putita, asíiiiiiiiiiiiiiii.

    Antes que Martín sacara su pija del culito de Florencia, el resto comenzamos a pajearnos y a llenarle la cara, el pelo y la boca de leche. Fue la cojida más hermosa que tuve en mi vida. Fue sensacional.

    Pero esa no fue la única vez que nos cojimos a Flopi, todavía faltaba enseñarle otras cosas. Todavía, su conchita, estaba sana, pero no por mucho tiempo…

    Continuará

    La isla del Edén, relato erótico SDPA en blogSDPA.com

    La isla del Edén, Parte 00 (Introducción) (de Janus)

    11 de noviembre de 2024 en Relatos SDPA

    Esta publicación es la parte 1 de un total de 6 publicadas de la serie La isla del Edén

    En 1960, el gobierno de los Estados Unidos negoció un acuerdo con el gobierno mexicano para comprar una pequeña isla frente a la costa del estado de Baja California. La isla era dos veces el tamaño de Manhattan y lo suficientemente grande como para construir una pequeña comunidad, eso fue lo que los Estados Unidos se propusieron hacer, bajo la dirección de la Dra. Lana Watson. Ella era un médico que había sido pionera en el campo de los trastorno psicológicos. La propuesta de la doctora Watson había sido la construcción de un pequeño centro de detención en la isla con la finalidad de llevar a cabo su investigación. El gobierno de los Estados Unidos accedió a la petición, con la condición de que el proyecto se mantuviese en secreto. Ellos imaginaron la isla como una cárcel para presos peligrosos y políticos corruptos.

    Mantener en secreto el plan no fue un problema para la Dra. Watson, pues ella tenía sus propios planes.

    La isla en sí era la elección perfecta para este tipo de instalaciones. Estaba a 250 kilómetros de la costa, lo suficiente como para existir sin molestar ni ser molestados. Estaba situada en una región de alta actividad geotérmica, que proporciona una fuente ideal de energía renovable. Combinado con un clima extremadamente propicio, los habitantes podrían cultivar sus propios productos y fuentes de alimento. Una vez que se construyeron las instalaciones adecuadas, la isla sería, en efecto, autosustentable con poca necesidad de intervención externa.

    En 1963, la lista estaba preparada. Una planta de energía geotérmica se había instalado en primer lugar, seguido por la instalación del reclusorio. Siguiendo los planes de la Dra. Watson, equipos de construcción crearon una pequeña comunidad, con calles, casas, hospitales y escuelas, así como los edificios comerciales e industriales. Lo único que quedaba era encontrar un grupo de colonos.

    La Dra. Watson y su equipo examinaron cuidadosamente los solicitantes, estableciéndose finalmente en un grupo de 750 colonos. Había 350 hombres y 400 mujeres, con edades comprendidas entre 22 y 34 años. En el momento en que llegaron a la isla, eran conscientes de lo que debían hacer.

    El plan de la Dra. Watson era convertir la isla en una colonia nudista. Ésto no era extraño en absoluto, pero ella quería ir un paso mas alla, deseaba una isla libre de cualquier tabú sexual. Así, animó a los colonos a procrear, pero se les dijo que sus hijos deberían ser criados en un ambiente de libertad sexual. Los términos pedofilia, incesto y abuso sexual no existirían en la isla, ya que serían los sucesos cotidianos normales.

    La hipótesis de la Dra. Watson fue que en la isla no existiría los traumas sexuales. Ella nombró la isla como Edén, con la esperanza de tener razón y transformar a la isla en un paraiso sin pecado.

    Continuará

    Angelita diablita, relato erótico SDPA en blogSDPA.com

    Angelita diablita

    11 de noviembre de 2024 en Sexo en grupo, Relatos SDPA, Jovencitas

    Esta publicación es la parte 4 de un total de 9 publicadas de la serie Federico

    Pues comenzare este episodio de mi vida desde un punto trascendental. Habían pasado tres semanas desde aquel hermoso sábado en el que estuve con las tres preciosas niñas: Lili, Sofi y Lici. En todo ese tiempo no las pude ver ni un día, debido a que habían comenzado sus exámenes, y estaba un poco asustado por el hecho de que nos descubrieran en cualquier momento.

    Ya no me sentía preocupado por el paradero de las infantes ya que sabia donde se encontraban, pero aun así trataba de evitar algún acercamiento con ellas. Sin embargo, el destino me tenia otro propósito. Faltaban dos días para las vacaciones; la mayor parte de las alumnas se estaban preparando para disfrutar de aquellas dos semanas de libertad, aunque había algunas que preferían quedarse en el colegio a disfrutar sus vacaciones; ¿la razón?, debido a que la mayoría eran de familias muy ocupadas, principalmente las niñas mas pequeñas, pobres pequeñas. Me llegaba un sentimiento de tristeza cuando veía a algunas de las nenas despedirse de sus amiguitas, porque se iban a quedar en el colegio. (nota: Si son de familias adineradas, que nada les impida estar con sus hijos, no los dejen solos). También me acordaba de Liliana que, cuando la conocí, la embargaba una tristeza por la falta de sus padres; fue cuando la abracé, ¿se acuerdan?.

    Pero ya entrando en el meollo del asunto. Aquel día, jueves en la mañana, estaba limpiando las áreas verdes; muchas de las alumnas ya se habían marchado, y las pocas que se quedaron no significaban ninguna molestia para nosotros los empleados. Incluso la vieja bruja, Josefa, mostraba una ocasional sonrisa y alivio por la falta del alumnado.

    -Hola, Quico- me saludo jovialmente una vocecilla detrás mío.

    -Buenos días, Lili- respondí con igual simpatía mientras observaba a la pequeña. Liliana estaba mas preciosa que nunca ese día; con un vestido rosa, sin mangas y de tela ligera que se amoldaba a su cuerpecito mostrándome las bellas curvas de la infante; unas lindas sandalias con decorados de girasoles, trasparentes, que me dejaban ver aquellos lindos pies de niña; y un peinado en dos coletas que remataban su apariencia tan sexy.

    -¿cómo has estado?, ¿cómo te fue en los exámenes?.

    -me fue muy bien- respondió –gracias a que mi hermana me ayudo a estudiar.

    -¿tu hermana?- pregunte incrédulo -no me dijiste que tenias una hermana. A ver si algún día me la presentas, jejeje.

    -jijiji, tienes razón- me dijo sonriente.

    -¿Y en que te puedo servir, nena?- le pregunte cariñosamente.

    -bueno....- puso sus manitas en su espalda y se balanceo sobre sus tobillos muy tiernamente. –vine a invitarte a mi fiesta de cumpleaños, ¿quieres venir?. Es mañana, en mi habitación.

    -¿tu cumpleaños?- pregunte con un asombro algo paternal –¿cuántos años cumples?.

    -once, jijiji- me respondió alegremente.

    -¿once?, ya eres toda una señorita; y además eres muy bonita- le dije sinceramente.

    -gracias, jijiji- sonrió -¿y si vas a ir?.

    -no me lo perdería por nada del mundo, ahí nos vemos- le dije entusiasmado.

    -gracias, ahí te esperamos- me contesto y se fue corriendo con su energía habitual. Una vez que se fue, yo seguí con mis labores. Mientras cortaba unos arbustos me preguntaba que darle de regalo a esta niña preciosa; mi mente relajada estaba feliz con la sola idea de asistir a su cumpleaños; pero algo nublo tal sensación de felicidad; ¿y si en la fiesta solo estamos las tres niñas y yo?, Liliana me pediría de regalo mi........; agite mi cabeza y decidí pensar en mi trabajo.

    -parece que te llevas muy bien con las niñas, ¿verdad, Quico?- me pregunto una voz maternal junto de mi. Era mi amiga Agustina.

    -s...si- le conteste nervioso –me agradan los niños, jejeje.

    -pues esa es una buena actitud- me dijo emocionada –porque recuerda que te quedaras solo por una semana, y las únicas que están en la escuela son las niñas pequeñas y una que otra muchacha, jajaja.

    -es cierto- dije acordándome de las vacaciones de mi amiga y la otra señora, y maldiciendo mi mala memoria – ¿entonces yo me encargare de todo?.

    -no te asustes, Quico- me dijo tranquilamente –recuerda que el colegio tiene guardias; además no tendrás mucho trabajo con las alumnas de vacaciones.

    -tienes razón, Agustina- le conteste mas calmado.

    -vaya, ¿desde cuando me hablas de tu?- me pregunto con una sonrisa –bueno, no hay problema, eso quiere decir que ya somos amigos, jajaja.

    -en serio, gracias- conteste. -la amistad no se agradece, Quico- me respondió –ahora sigue con tu trabajo, nos vemos. Cuando la señora Agustina se retiro, una gran felicidad me lleno todo el cuerpo. Tener como amiga a la señora Agustina, e ir a la fiesta de cumpleaños de Liliana me emociono mucho. Me encantaba mi vida.

    Y entonces llego el día esperado. Iba vestido como siempre, pantalones de mezclilla y camisa de manga corta, pero un poco mas arreglado. Como regalo para la pequeña: una bolsita llena de galletas y decorada con un moño rosa. Golpee suavemente la puerta de la habitación de la pequeña, esperando la invitación para pasar; pero fue la pequeña Lici la que me abrió la puerta, mirándome a los ojos, y me dejo pasar. La niña traía puesto un lindo disfraz de diablita, de esos que parecen leotardos de gimnasia, dejando al descubierto sus lindas piernitas pero cubriéndole los brazos hasta la muñeca y pegándosele al cuerpo, de tal forma que se veían muy claramente las curvas de la pequeña; en su cabecita tenia unos cuernos que, mas que miedo, le daban un toque muy tierno y sensual; y para rematar, Lici estaba perfectamente maquillada con unos labiecitos rojos que la hacían verse sexy.

    La habitación de las niñas estaba muy bien arreglada para la fiesta de Liliana; Lici cerro la puerta detrás mío y después, tímidamente, se sujeto de mi brazo esperando que caminara junto con ella; Alicia no me miraba a la cara, sus mejillas se pusieron coloradas cuando se percato de que la miraba con dulzura, por lo que tuve que encaminarnos hacia una de las camas, la cama mas alejada, la cama de Lili.

    -¿cómo estas , Lici?- le pregunte cordialmente, mientras veía como la pequeña se ponía cada vez mas roja y me percataba de que no había nadie mas. -¿estas solita?.

    -si- contesto mirándome fugazmente los ojos para luego volver a ver el piso.

    -¿y tus amiguitas?- le pregunte.

    -Sofía se fue de vacaciones con sus papas- me respondió casi en un susurro, parecía un tomatito por lo rojo de su cara. –Y Lili fue por su hermana y unas compañeras que invito a la fiesta.

    -bueno.....- afirme a su respuesta. -¿Y porque estas disfrazada, nena?.

    -pu...pues, po...porque- la pequeña empezó a tartamudear; ya había averiguado el porque del color rojo de sus delicadas mejillas. –A Lili se...se le ocurrió hacer una fiesta de disfraces y....y me dijo que me disfrazara de diablita.

    -¿pero porque te pones tan nerviosa, Lici?- le pregunte cálidamente mientras la sentaba sobre mis rodillas y la abrazaba cálidamente.

    -es...es que me da pena este disfraz- me dijo sin mirarme. Sus lindos ojitos, aun detrás de las gafas, se veían tiernos e infantiles.

    -que no te de pena, pequeña- le dije sinceramente y sin morbo. –las niñas lindas como tu se ven preciosas cuando están disfrazadas de diablitas, y además se merecen un beso y muchas cosquillas, jejeje- le comente mientras le daba un beso en la frente y le hacia cosquillas en su abdomen. La excitación no fue la que me incito a hacer eso, fue la alegría de ver a la pequeña disfrazada de esa forma, apenándose por su vestimenta; por lo que le hice cosquillas para que se relajara un poco.

    -jijiji, no, cosquillas no, jijiji- me suplico entre suaves risas, relajándose por fin.

    -¿Y esta diablita no tiene zapatitos?- le dije paternalmente al ver sus infantiles pies desnudos.

    -sipi, pero me gusta andar sin zapatos- me contesto mas alegre, con la misma actitud de Liliana; por fin, la niña mas tímida del trío coqueto, empezó a confiar mas en mi; y desde ese día, cuando habla conmigo, se pone muy alegre. Que interesante es la forma de actuar de las niñas; cuando son tímidas, como Alicia, solo se portan alegres con sus amigas o con las personas que estiman. Cuando las niñas son curiosas, como Liliana, no les importa mucho si son familiares o amigos, se comporta felices de la vida con todos. Y cuando son un poco atrevidas, como Sofía, un poco de trato con las personas y ya los consideran buenos amigos. Y es aquí, amigos lectores, donde se da la pequeña curiosidad de tres amigas con personalidades diferentes; y no trato de engañarlos, así es como recuerdo a las tres pequeñas, cada una diferente.

    -bueno, Lici, ¿cuánto crees que tarden en llegar Liliana y las demás?- le pregunte mientras miraba el reloj, eran la 1 de la tarde.

    -no tardaran mucho - me respondió viendo también el reloj.

    -¿por qué?, ¿ya te vas?.

    -es que tengo cosas que hacer- le dije; su carita se empezó a entristecer. –pero no te preocupes, volveré en la tarde.

    -¿en serio?, ¡¡¡que bien!!!- me contesto animada y me abrazo rodeándome el cuello con sus brazos. Yo, mientras tanto, la abrace de la cintura hasta sentir el contacto de su infantil cuerpo y, casi por instinto, mi mano derecha acariciaba su redondito trasero.

    -bueno, ya me voy, nos vemos al rato- le dije, despidiéndome de la niña con un beso en la mejilla. Yo no tenia muchas cosas que hacer en esos momentos; muchas habitaciones de mi área estaban vacías; los salones de clases ya no tenían “prisioneras”; las áreas verdes estaban perfectamente arregladas y el gimnasio se encontraba reluciendo; realmente no tenia nada que hacer en todo el día, pero le mentí a Lici para evitar tentaciones; la excitación casi me controlaba cuando vi a la niña con tan lindo disfraz, y para evitar problemas decidí retirarme. Volví al cuarto de empleados para descansar un poco, sentándome en una de las sillas de aquel cuartucho; y empecé a soñar despierto, imaginándome a Lili con un disfraz de diablita como Lici; y mejor aun, imaginándome a Amanda con el mismo disfraz.

    -Oye, Quico- escuche una voz que me bajo de las nubes, era mi amiga Agustina.

    –La directora nos dio permiso a los tres de salir temprano, ¿nos vamos ya?.

    -¿irnos?, bueno, lo que pasa, es que, y luego- dije tartamudeando como Lici.

    -Si, si, ya se: una de las niñas te invito a su fiesta y vas a ir- me dijo con sabiduría materna.

    -¿co...como lo supo?- pregunte nervioso. -pues porque aquí afuera esta la hermana de la cumpleañera- me contesto señalando hacia la puerta. –Y quiere que la ayudes con la música.

    -¿la hermana?- me quede confundido, intentando ver quien era la hermana de Liliana. Pero ustedes ya se imaginaban desde el principio quien era la hermana de Lili, ¿verdad?. Afuera, buscándome a través de la puerta, se encontraba Amanda; vestida con unos pantalones de mezclilla y una blusa blanca de mangas largas; con una diadema que sostenía su cabello, dejando al descubierto su hermoso rostro, con esos ojos verdes que me miraban con alegría.

    -Hola, Federico- me saludo con su voz melodiosa. –¿Podrías ayudarme con la música?, por favor.

    -¿Amanda?.....si, si, ahora te sigo- dije atontado por la que en esos momentos era mi amor platónico.

    -pero apresúrate, que la fiesta ya va a empezar, jajaja- me dijo Agustina, dándome una palmada en la espalda y sacándome de mi bobo estado. –nos vemos en una semana, ADIOS.

    -Adiós, que te la pases bien, Agustina- y me despedí de mi amiga. Después de despedirme me dedique a seguir a Amanda a la habitación de Lili. No podía creer en mi suerte; Lili, la pequeña a la que le desvanecí la pureza, era hermana de mi amor platónico. El miedo me lleno el cuerpo al pensar en ellas como hermanas; ¿qué pasaría si Lili le confiesa a su hermana lo que le hice?, no solo perdería a mi amor platónico, también me iría directamente a la cárcel. Que nervioso estaba.

    -¿por qué estas tan nervioso?- me pregunto mi hermosa acompañante.

    -bu...bueno, no, no es nada, jejeje- sonreí nervioso. -Mi hermana me contó muchas cosas sobre ti. - me comento sonriente.

    -¿en...enserio?- pregunte mas nervioso.

    -si, me ha dicho que eres muy amable con ella y sus amigas- me respondió con una sonrisa. –también que le has regalado muchos dulces y que las haces reír, jejeje. Además, algunas de mis amigas me dijeron que eres muy buena onda.

    -gra...gracias- le respondí un poco aliviado. También me acorde de muchos de los favores que les hacia a algunas de las alumnas, cuando trabajaba con los últimos grados. ¿recuerdan que les dije que le caía bien a las alumnas?.

    -bueno, espero que no te estorben las amigas de Liliana- me comento en cuanto llegamos a la puerta de la habitación de Lili. Incluso antes de abrir la puerta, las voces de las niñas se escuchaban fuertemente salir de la habitación. Amanda abrió la puerta y nos encontramos con un mar de infantes; casi treinta niñas, todas con disfraces de todo tipo, platicando entre si o jugando entre risas. -A ver niñas, dejen pasar a los  adultos- les pidió Amanda mientras me tomaba del brazo y nos abríamos camino entre el mar de pequeñas. Yo me puse feliz al sentir su delicada mano en mi brazo.

    –aquí esta el estereo, ¿puedes poner música?, porfis.

    -si, ahora mismo lo hago- le conteste entusiasmado, esperando hacer un buen papel para impresionarla.

    –ya esta.

    -¡¡¡increíble!!!, eres muy rápido- me dijo sorprendida por la velocidad en que conecte el aparato musical.

    -gracias- conteste orgulloso.

    -Hola, Quico- me saludo una vocecita atrás de mi.

    -Vaya; por fin se aparece la cumpleañera- contesto alegremente Amanda. Cuando me di la vuelta encontré a una hermosa muñequita vestida como bailarina de ballet; sus lindas mallas blancas, que se asemejaban al disfraz de diablita de Lici, se pegaban al cuerpo de la niña; su faldita, osea su “tutu”, venia decorado con plumas; su cabello arreglado en un único chongo, sostenido con mas plumas, y que dejaba al descubierto un hermoso rostro infantil con los labios pintados de un rosa claro muy sexy; y para dar el toque final, unas zapatillas blancas de bailarina.

    -Hola, Lili- salude alegremente a la linda muñequita.

    -Gracias por las galletas- me agradeció por la bolsita que había dejado hace rato.

    -No hay de que, ¿te gustaron?- le pregunte sonriente.

    -Si, mucho, aunque mi hermana me robo algunas- contesto mirando con un enojo tierno a su hermana.

    -Bueno, bueno, perdóname, luego te compro mas- se disculpo con la sonrisa que me había conquistado. -¿y donde esta Lici?.

    -Aquí estoy- respondió Alicia mientras salía de entre sus demás compañeras.

    -Que bonita pareja; parecen una diablita y una angelita muy amigas- las elogie, aunque pensé que había sonado un tanto pervertido.

    -jejeje, tienes razón- sonrió Amanda. –Aunque la diabla debió ser Liliana y el ángel Alicia, jejeje.

    -¿tu crees?- me pregunto confusa Lili mientras rodeaba a su amiga para compararse.

    -no, así están bien; ahora diviértanse con sus compañeras, ahorita pondré un poco de música.

    -¡¡¡SIIII!!!- contestaron emocionadas las chiquillas y se adentraron en el mar de niñas. La fiesta fue muy divertida; todas las pequeñas disfrutaban de la música; bailaban sin descanso mientras yo platicaba con Amanda, pues éramos los únicos adultos que se encontraban en la habitación.

    A veces, sin que Amanda se diera cuenta, contemplaba a Lili y Lici que estaban bailando con suma alegría desbordante; moviendo sus infantiles cuerpos con el ritmo de la música, mientras yo veía las hermosas curvas de ambas. Ya eran las ocho de la noche y Amanda decidió que era el momento de terminar con la fiesta de disfraces. Todas las pequeñas, por supuesto, se mostraron descontentas por tan repentina decisión; pero en cuanto la pelirroja les ofreció bolsas de dulces todas estuvieron de acuerdo. Rápidamente la habitación se vació y solo quedamos nosotros cuatro: Amanda, Liliana, Alicia y un servidor. Los cuatro en una habitación increíblemente desordenada.

    -parece que tengo mucho que limpiar, jajaja- les comente carismáticamente en broma.

    -no te preocupes, ahorita te ayudamos- dijo presurosamente Amanda.

    –vamos, niñas, ayudemos a Federico.

    -no, no se preocupen, yo puedo con todo esto- les dije deteniéndolas antes de que movieran un músculo.

    -pero....-pareció preocupada mi pelirroja.

    -no hay problema, ahorita mismo limpio todo, además es mi trabajo, no te preocupes- le comente,  esperando ganar puntos en su corazón tratando de impresionarla.

    -bueno....entonces me retiro a mi habitación- comento. –no le causen problemas, niñas.

    -no te preocupes- le dijo vivazmente su hermanita.

    -bueno, ya me voy....y gracias- me agradeció con un beso en la mejilla que me hizo ponerme rojo, luego se retiro.

    -adiós- se despidieron las niñas, cerrando la puerta con seguro cuando Amanda salió. Mi reacción por aquel beso me dejo anonadado; me sentía feliz, agradecía mi suerte y el haber nacido humano. El amor es tan hermoso, y, si, amigos, yo estaba enamorado de aquella hermosa pelirroja. Me encontraba en un estado sin reacción, del que parecía que no podía salir por mas que lo intentara; hasta que sentí un ligero jaloncito en ambos brazos que me devolvieron a la realidad.

    Las niñas se habían sujetado a mis brazos y me miraban sumamente felices, sin soltarme, cada una, de un brazo.

    -¿qué pasa, niñas?- les pregunte, aunque ya sabia lo que querían cuando se frotaban mis manos en sus tiernos vientres.

    -ya se fueron todos- me comento Liliana con un tono cómplice. –y yo quería que me dieras otro regalo.

    -¿en serio?, ¿y que quieres?- le pregunte, notando que la inocencia había desaparecido una vez mas de su voz.

    -quisiera que me metieras tu cosa en mi hoyito- dijo un poco descarada.

    -¿que forma de pedir es esa?- le pregunte contrariado, aunque mi verga se empezaba a notar dura por debajo del pantalón. –mejor me pongo a limpiar y luego me voy- les conteste muy nervioso.

    -por favor, yo...yo quisiera hacer lo mismo que hicieron Lili y Sofi- me rogó tímidamente Lici. Ya descubrí a donde se fue la inocencia, me dije a mi mismo mientras la pequeña me sostenía de la camisa mirando al suelo con un poco de vergüenza.

    -porfis, solo un ratito- rogó Liliana con dulzura, sujetándose aun mas fuerte de mi brazo.

    -pero...es que yo....- tartamudeaba. Estaba muy confundido; ¿a quien debía hacerle caso?, al placer o a la razón. Sabia que de cierta forma lo que hacia con las niñas estaba mal, pero sin embargo el tiempo que había pasado con ellas fue maravilloso; además, de cierta forma, ya era culpable de muchas cosas, entre ellas la de quitarle la inocencia a Lili y Sofi.

    -vamos, solo un ratito y luego te ayudamos a limpiar- me dijo Liliana con un tono tan inocente que era casi imposible no aceptar.

    -es...esta bien- les dije resignado. La excitación y el placer habían triunfado sobre mi persona.

    Lamentablemente, hasta el día de hoy no me arrepiento de haber aceptado. Incluso Liliana, mi “cuñadita”, se ha mostrado mas cariñosa conmigo; y aun enfrente de su hermana, no duda en abrazarme y darme pequeños besos en las mejillas. Lo que paso esa noche fue como un sueño hecho realidad; e intentare contárselos lo mas fielmente posible. En cuanto acepte Liliana me tomo del brazo y me sentó en la cama de en medio, la de Sofi; yo inmediatamente, y con la excitación previa, me baje una vez mas la bragueta frente a las niñas y, con un poco de dificultad porque tenia pantalón de mezclilla, me saque mi pene. Cuando me quede mirando aquel pedazo de carne incluso me asuste; las venas saltaban de excitación, y el glande se ponía cada vez mas rojo, casi morado; incluso la sensibilidad de mi miembro había aumentado, porque la mas leve brisa parecía una caricia. El tamaño, de por si impresionante, me tenia agobiado con su aumento.

    -que chistosa se puso tu cosota, jijiji- me comento Liliana entre risas. –hasta parece que se mueve sola, jijiji.

    -ti...tienes razón- secundo Lici sin dejar de mirar mi verga, la cual estaba saltando de desesperación por dejar libre la leche sexual. –incluso....parece mas grande.

    -bueno, vamos a empezar- le dijo Lili a su amiga. –Pero acércate, o sino como vas a aprender a hacerlo.

    -esta bien, ya voy- dijo un poco temerosa la niña ante el reclamo de su amiguita. Se acerco lentamente y se arrodillo frente a mi.

    -Si no quieres, no lo hagas- le dije a la pequeña cuando vi su temor y le acaricie su carita para que se relajara.

    -Vamos, no es tan difícil- le decía Liliana sentada en la cama de enfrente, mientras se quitaba el tutu de su disfraz y dejaba el arreglo de plumas de su cabello sobre la almohada. –yo te enseñare. Lentamente la pequeña se acerco a su amiga y le tomo delicadamente las manos, las levanto poniéndolas sobre mi pene y le empezó indicar el movimiento que tenia que hacer.

    -esta....esta caliente- contesto Alicia un poco sorprendida al sentir la piel de mi verga; pero dejaba que su amiga la guiara con sus propias manos hasta que por fin lo hacia ella sola.

    -¿y por que no le ayudas, Lili?- le pregunte excitado. ¿qué clase de monstruo era?.

    -¿y como?- me pregunto con ternura.

    -pues así, nena- le dije mientras la tomaba de la mano. Acerque un poco a Liliana y puse sus manitas sobre mi glande, dejando que las caricias de la pequeña se cubrieran con el liquido preseminal, mientras Alicia seguía con el movimiento de arriba abajo desde la raíz de mi verga. Verlas tan sumisas, vestidas con aquellos disfraces tan provocativos me calentaban horriblemente. La pequeña diablita, con su aire inocente, sobando el tronco de mi enorme falo me hacia pensar en metersela en su boquita; pero me contuve muy bien.

    Mientras que la pequeña angelita, con aire pícaro y tierno, me hacia pensar en el calor de su cuerpo y el sabor de su piel. Hasta que, inevitablemente, empecé a chorrear mi leche varonil sobre el rostro de tan bella parejita; cubriendo con semen el rostro inocente de Lili y salpicado completamente el disfraz de diablita de la tímida Lici. Mientras que las pequeñas intentaban capturar con la boca los últimos chorritos saltones de mi pene. Suavemente me deje caer sobre la cama, agotado por tan maravillosas caricias; mientras las pequeñas, en juegos, se embarraban mi leche sexual por todo la ropa. Verlas jugar de esa manera me hacia, de cierta forma, feliz. Ni siquiera me importaba si me pasaba algo, porque era feliz; y hasta el día de hoy sigo siendo muy feliz por la vida que me toco. Estaba extasiado; pero inmediatamente sentí como unas cálidas manitas se aferraban nuevamente a mi flácido miembro, intentando despertarlo de su letargo.

    -¿ya...ya podemos hacerlo?- me pregunto la tímida Lici, mirándome al rostro con sus tiernos ojos negros ocultos tras las gafas manchadas con semen, también veía ocasionalmente a su amiguita con aire cómplice, y mantenía mi pene mirando hacia el cielo.

    -¿estas segura........Alicia?- le pregunte un poco temeroso de lo que pasaría.

    -s....si, quiero hacerlo- me decía temblorosa mientras veía a su amiga, la cual le sonreía con dulzura. Sin dejar que la pequeña intentara lo mismo que sus amigas, pararse encima de mi y penetrarse solita, la tome de la cintura y la acosté sobre la cama. Se veía excitantemente inocente; tendida sobre la cama, viéndome con temor, cubriéndose el pecho con sus bracitos mientras yo la miraba con dulzura, acariciando su cara con mis manos.

    -no te preocupes, pequeña, no te lastimare- le dije para calmarla, pues se veía claramente que tenia mucho miedo., incluso mas que siempre.

    -si, no te preocupes, todo va a salir bien- le decía Liliana del otro lado de la cama, mirándola con un sentimiento de amistad que relajo mucho a Lici.

    -esta bien.....- tomo aire y cerro sus ojitos. Verla disfrazada de diablita me tenia muy “caliente”; sus piernitas desnudas me incitaban a acariciarlas con mis manos, lo que hice sin chistar, mientras que Alicia solo sentía la calidez de mis roces acercándose cada vez mas a su pequeño tesoro. Aquel conejito cubierto con una tela muy delgada, que dejaba ver la forma de su vagina, y al que no cubría nada mas que el disfraz. Acerque mis manos con suma delicadeza e hice a un lado aquel pedazo de tela, revelándome aquélla conchita que ya había lamido hace días.

    Aquellos labios infantiles que cubrían suavemente un pequeño clítoris me estaban llamando a besarlos. Me acerque lentamente para poder admirar mejor tan delicado conejito.

    -por favor......me da vergüenza- me rogaba la pequeña cuando se dio cuenta de que solo le miraba la vagina.

    -no te preocupes, todo saldrá bien- la reconfortaba Liliana, sujetándola de una mano y dándole ánimos.

    Entonces con uno de mis dedos empecé a acariciar la pequeña hendidura de la niña; acariciaba con delicadeza el clítoris y abría suavemente los labios vaginales, mientras que Alicia empezaba a suspirar y su cuerpo se iba calentando.

    -¿y por que nunca me hiciste eso a mi?- me pregunto Liliana viéndome a los ojos.

    -¿por qué nunca me dejaste hacerlo, jejeje?- le respondí con una sonrisa.

    -bueno.....¿y me lo harás a mi también?- me dijo con ilusión.

    -si, pero ahora deja que tu amiguita se sienta bien- le dije mientras seguía acariciando la vagina de su amiga con mis dedos. Lici apretaba cada vez mas fuerte la mano de su amiguita, soportando mis manos que exploraban su conejito. Empecé a meter lentamente uno de mis dedos en aquella pequeña cuevita, sintiendo como su conchita se contraía sobre mi dedo, amoldándose poco a poco; mojándome lentamente la mano con su deliciosa miel mientras suspiraba cada vez mas fuerte. La temperatura de la niña iba aumentando conforme mi dedo entraba y salía, mientras que Liliana se sonrojaba con tremenda actuación y veía como intentaba acomodarse su “payasito”(así se le dice al traje de las bailarinas) en la parte entre sus piernitas, hasta que me di cuenta de que se estaba mojando con su miel y que la niña se excitaba con lo
    apretado de su disfraz. Delicadamente saque mi dedo del conejito de Lici; coloque las piernitas de la niña sobre mis hombros y acerque mi boca a aquella hendidura, soplando lentamente, haciendo que la pequeña se excitara cada vez mas con mis suspiros. Saque mi lengua y empecé a saborear aquella húmeda conchita que se había puesto roja por el placer; metiendo mi lengua entre sus labios vaginales, bebiendo directamente sus jugos infantiles, mientras mis manos acariciaban sus piernitas sobre mis hombros hasta que estuvo completamente humedecida. Separe mi boca de su conejito; me levante, y sujetándola de sus tobillos le abrí levemente sus piernitas, acostando mi verga sobre su vientre y acariciándole con esta su vagina.

    -se siente...calientito, me gusta- decía Alicia mientras mi verga se frotaba a poca velocidad sobre su conchita.

    -ya, por favor, metesela, ya quiero mi turno. Además es mi cumpleaños- me reclamaba Liliana con un poco de desesperación, pero entre inocentes berrinches.

    -ya voy, ya voy, no te desesperes- le decía para tranquilizarla. Pero desde la primera vez que había visto la vagina de Lici me pareció que era mas chica que la de Sofi o Liliana.

    Debía tener cuidado de no lastimarla; tenia que ser muy cuidadoso o lastimaría a la pequeña. Deje de frotarle mi verga sobre su vientre y apunte mi aparato hacia la vagina de Alicia. Lento, muy lento fui introduciendo mi falo; entro mi glande, pero con muchas dificultades; Lici empezaba a sentir un poco de molestia por aquel pedazo de carne; seguí lentamente, metiendo mas a fondo mi verga, pero era muy difícil.

    -me...me duele, me duele- decía Lici, mirando con temor y preocupación a su amiga que no le había soltado la mano.

    -aguanta un poco, luego te gustara mucho- la reconfortaba; pero el palpitar de mi verga, o lo poco que se había introducido, la lastimaban bastante.

    -aaaaayyy....no, ya no quiero, ya no quiero, por favor- gritaba levemente la niña cuando intente meter aun mas mi verga.

    –esta muy grande, me duele.

    -ya, ya, no te preocupes- le decía mientras le sacaba mi animal de su cuevita, viendo como unas pequeñas lagrimas recorrían su carita. Tome a Alicia entre mis brazos, la arrullaba como si fuera su papa y le daba besitos en la frente mientras le decía que no le iba a pasar nada. Puede que mis actos en esos momentos pudieran parecer degenerados, pero mis sentimientos seguían siendo los mismos al ver a la pequeña sollozar entre mis brazos, no podía soportarlo; incluso Liliana se veía un poco preocupada por su amiga. Paso casi media hora; los tres ya estábamos mas relajados. Alicia ya se había recuperado un poco y nos miraba a Lili y a mi con timidez.

    -perdón, si hubiera aguantado un poco mas- nos dijo, tratando de disculparse ella misma.

    -no es tu culpa, Lici- le dije. –estas cosas pasan, tu no tienes la culpa de nada.

    -tiene razón, además recuerda lo que nos dijo Sofi- intento animarla su amiga. –Nos dijo que a su hermana tampoco le cupo la cosa de su novia, pero luego lo volvió a intentar y le gusto mucho.

    -es cierto- afirmo con una tímida sonrisa. –lo intentare de nuevo.

    -esta bien, esta bien, preciosa, pero no ahorita- le decía al ver su carita decidida. –Otro día, ahorita te puedes lastimar.

    -esta bien- acepto la niña.

    -bueno, ahora si es mi turno, quiero mi regalo- me comento Liliana mientras me abrazaba por el cuello con mucha alegría.

    -muy bien, muy bien, pero déjame respirar- le comente al sentir la fuerza de sus brazos sobre mi cuello.

    –pero antes, quítense sus ropitas. Las dos pequeñas obedecieron sin chistar y rápidamente se desnudaron, mostrándome aquellos delicados y exquisitos cuerpos que estaban en el apogeo de su belleza. -no, no te quites los cuernos- le pedí a Lici, que se iba a quitar los cuernos de diablita. –y tu Lili, ponte de nuevo las plumitas en tu cabeza. Cuando las pequeñas se colocaron frente a mi con sus hermosos cuerpos y sus tiernas caritas, con aquellas decoraciones de sus disfraces, un aire fetichista se apodero de mi al verlas. Las acerque a mi y las abrace al mismo tiempo, haciendo que sus cuerpecitos se tocaran el uno al otro mientras mis manos acariciaban sus espalditas.

    -que suave es tu piel, Lici, jijiji- elogio Lili a su amiga cuando sintió su cuepecito tocar el suyo.

    -gra...gracias, tu también estas muy suave- le comento la tímida niña.

    -Las dos estas muy suavecitas, nenas- las elogie; ellas me miraron, se sonrieron, y luego se abrazaron felices. Excitadísimo con aquella escena las abrace para que sus cuerpos no se separaran; mis manos acariciaban sus espaldas y ocasionalmente les daba pequeños besos en las mejillas.

    -ahora, Lili, te voy a dar tu regalo- le dije a la niña cuando nos separamos del abrazo.

    -¡¡¡SIIII!!!, esta bien- grito emocionada la pequeña. Me volví a recostar sobre la cama, con mi verga completamente erecta por los abrazos de las niñas.

    Inmediatamente, Liliana se paro en la cama sobre mi, apuntando mi pene a su conejito y lentamente se fue arrodillando hasta que la punta de mi falo rozaba sus labios vaginales. Puso, como siempre, una mano sobre mi pecho para apoyarse mientras que con su otra mano se introducía mi gruesa verga en su cuevita; su conejito ya estaba húmedo desde hace rato, por lo que mi verga entro fácilmente hasta la mitad, como siempre había sido.

    -se siente mas rico que antes, jijiji- decía alegremente la niña cuando sintió como mi pene palpitaba dentro de su conchita.

    -ven aquí, Lici- le dije a nuestra pequeña espectadora, que estaba mirando con mucho detalle y que con esos cuernitos se veía encantadora.

    –ponte encima de mi cara.

    -¿de...de tu cara?, ¿para que?- me preguntaba mientras veía como su amiga se iba metiendo y sacando la mitad de mi pene de su vagina.

    -no te preocupes, solo párate sobre mi cara y quédate viendo a Liliana- le dije excitado por la idea que se me había ocurrido en esos momentos. La niña se acerco hacia nosotros, se subió a la cama, se paro con las piernitas abiertas sobre mi rostro en dirección a su amiguita y lentamente fue doblando las piernas, hasta que tanto su vagina y su ano se podían apreciar perfectamente sobre mi cara. Fue entonces que, con mis manos sujetándole las nalguitas, empecé a saborear aquellos huequitos que se veían deliciosos.

    -se....se siente rico- decía la pequeña miedosa al sentir mi lengua metiendose en sus orificios, abrazando a su amiguita para no caerse. Podía sentir como ambas pequeñas empezaban a escurrir mas y mas miel; una sobre mi larga y gruesa verga, y la otra sobre mi rostro mientras abrazaba tiernamente a su compañera. El calor de ambas niñas me ponía en un estado inconsciente que no podía evitar.

    -aaaayyy, creo que esta creciendo mas....aaaaaaahhh- decía Liliana entre suspiros y gemidos tiernos, mientras sentía como mi verga se iba hinchando dentro de ella.

    –que rico. El movimiento de arriba abajo iba acelerando su marcha en la dulce Liliana, mientras que mis dedos exploraban detenidamente los orificios de Lici, sintiendo las contracciones de la vagina de la niña. Hasta que, como siempre debe suceder, las niñas empezaron a escurrir chorros interminables de miel; miel que se iba escurriendo sobre mi rostro y sobre mi verga, obligando a las pequeñas caerse sobre mi por el cansancio; con el traserito de Alicia sobre mi pecho, donde la había colocado; mientras que  sujetaba a Liliana de la cadera para que no se lastimara con su propio peso sobre mi verga, la cual empezó a chorrear semen cuando sintió el peso de la niña.

    Las pequeñas seguían abrazadas, respirando agitadamente sobre mi  cuerpo, ensuciándome la ropa con su néctar. Suavemente las retire de encima mío y las deje abrazaditas sobre la cama de su amiga Sofía, exhaustas por tremenda excitación mientras que yo las veía sonriente, mirando sus caritas inocentes con los cuernitos y las plumas. Me recosté un momento para recuperarme un poco. Después de un rato, casi una hora, me levante encontrando a las pequeñas dormidas juntas en la misma cama. Sin hacer ruido me puse a limpiar la habitación de las infantes; y para no despertarlas, las deja dormir juntas cubriéndolas con unas sabanas. Cuando por fin termine de limpiar la habitación, me limpie los residuos dulces de las niñas y salí de la habitación; dejando a aquella angelita picarona y a esa diablita inocente dormir juntas. Me dirigí al cuarto de empleados para recoger mis cosas e irme a mi casa; porque esta semana va a haber mucho trabajo, con Agustina y el adefesio de Josefa de vacaciones.

    Mejor me preparo.

    Fin

    No estoy segura si esta serie de relatos termina acá, pareciera ser que no, pero no tengo la continuación, ¿y tú?

    Lili, Sofi y Lici, relato erótico SDPA en blogSDPA.com

    Lili, Sofi y Lici, Parte 02

    11 de noviembre de 2024 en Sexo en grupo, Relatos SDPA, Jovencitas

    Esta publicación es la parte 3 de un total de 9 publicadas de la serie Federico

    Era sábado en la mañana cuando llegue al colegio; debido a que las alumnas pasaban casi todo el año en la escuela, nosotros los empleados de limpieza trabajábamos todos los días de la semana.

    Ese día por casualidad resulto día de fiesta, por lo que ya se imaginaran que la mayoría de las alumnas se encontraban desperdigadas por todas las áreas del colegio, haciendo un poco mas difícil el trabajo de nosotros tres; Agustina, la odiosa Josefa y un servidor. ¿Qué de que día de fiesta se trataba?, pues no sabría decirles con seguridad, solo que el verano empezaba a hacer su aparición con su tremendo calor. Y como era día de fiesta, lógicamente las alumnas salían sin sus uniformes; y no que salieran desnudas, jejeje; salían con ropas ligeras que les permitieran estar frescas. Es aquí cuando cabe mencionar que yo estaba algo embobado con todas las chicas que pasaban, ¿y quien no?.

    -parece que el verano ya llego a tu cuerpo, jajaja- menciono sorpresivamente una voz.

    -¿qué.....?, Agustina, bu..buenos días- le conteste a mi amiga, tratando de ocultar mi vergüenza.

    -no te preocupes- dijo Agustina con simpatía- ya te dije que mis hijos pasaron por lo mismo que tu, también eran unos calientes cuando veían alguna muchacha frente a ellos, jajaja.

    -jajaja- reí temerosamente- pues ¿a quien habrán salido?.

    -jajaja, tienes razón- comento mi amiga -por cierto, ya sabes que Josefa se ira temprano hoy y que mañana no vendrá.

    -¿y eso por que?- le pregunte un poco extrañado.

    -¡¡¿qué demonios te importa?!!- grito fuertemente una voz detrás de mi que me hizo dar un salto del susto.

    -bu...buenos día Josefa- salude con temor a la horrible arpía que se encontraba detrás mío.

    -pónganse a trabajar rápidamente- dijo con su característico mal humor –estas brutas están haciendo un “desmadre”, que seria un milagro que termine temprano. Comento la señora y se retiro mirando a todos con desprecio. Perdón por la palabra de antes; ya les había comentado que no quería un relato vulgar, pero no se me ocurrió otra forma de escribir lo que había dicho la señora.

    -tiene razón, mejor nos apresuramos- dijo la señora Agustina y se paso a retirar. Cuando ya no vi a ninguna de mis compañeras, me quede mirando una vez mas a las estudiantes con sus ropas veraniegas. Pero realmente no estaba mirando solo por “morboso”, no; estaba buscando a la chica pelirroja con la que me había tropezado el otro día, y es que me había cautivado con su belleza. Ustedes estarán comentando: “pero si tenias tres hermosas niñas con quien “jugar”, porque buscar a esa muchacha”. Pues porque por alguna razón no podía quitármela de la cabeza; incluso cuando pensaba en Liliana, Sofía y Alicia, la pelirroja siempre aparecía en mi mente. ¿Me habré enamorado, solo con verla una vez?, damas y caballeros. ¡¡¡Así es!!!.

    Aunque en esos tiempos no sabia que se convertiría en mi prometida. Bueno, sigamos. Yo estuve buscando a la chica pelirroja por un tiempo, pero como mi suerte es algo mala no la pude encontrar y me retire a hacer mis quehaceres.

    Hasta que a eso de las dos de la tarde.

    -Oye, Federico- me aviso la voz de Agustina cuando llegue al cuarto de los empleados, para comer. –Josefa ya se fue, así que nosotros dos nos encargaremos de cualquier problema que surja en
    su área, ¿estas de acuerdo?

    -no se preocupe, Agustina- le dije un poco emocionado por la noticia de que Josefa se había retirado –ya sabe que yo antes me encargaba de esos grupos, bueno, casi de todos.

    -jajaja, tienes razón.....ya come algo o no tendrás fuerzas para la noche- me dijo con expresión maternal.

    -¿la noche?....¡¡¡es cierto!!!- dije un poco sobresaltado –el guardia sufrió un accidente y debemos cubrirlo.

    -si...así es- contesto extrañada mi amiga –¿pero porque reaccionas así?.

    -Es que no avise en mi casa, debo hablarle a mi mama- le decía mientras salía corriendo del cuarto de empleados.

    -que chico tan despistado- alcance a oír lo que decía Agustina. Pues ya sabrán como fue todo eso; hable a mi casa, le dije a mi madre, me regaño un rato; pero como toda madre, me dijo que me alimentara bien, que me cuidara, que me abrigara en la noche, ustedes saben.

    -si mama, nos vemos, que mis hermanos no me esperen y dile a papa que sobro un poco de refresco de anoche- le decía cálidamente para después colgar.

    -¿con quien hablabas, Quico?- pregunto una vocecita que me hizo dar otro salto por lo inesperado de la pregunta.

    -¿quién?.....ha, hola Sofi- salude al darme cuenta de que la pequeña rubia se encontraba atrás de mi. Cuando pude verla mejor sentí como el calor veraniego me cubría lentamente. Y no es para mas; la sexy Sofía venia vestida con una camisa de botones sin mangas color rojo, con el cuello blanco y echa de una tela delgada; también tenia puesto un pequeño short de mezclilla rosa que le daba su acostumbrado aspecto sexy y que mostraba muy bien sus torneadas y blancas piernas; tenis blancos y calcetas del mismo color; y para rematar, iba peinada con una colita de caballo que dejaba su carita al descubierto, y aquellos labios rosas que me invitaban a besarlos.

    -hola....¿con quien hablabas?- volvió a preguntar sin quitarme sus lindos ojitos azules de encima.

    -con mi madre- le dije- porque tengo que quedarme en la escuela toda la noche.

    -es cierto, bueno, nos vemos en la noche, jijiji- me comento sonriente y dejándome algo extrañado.

    -¿en la noche?.......¡¡¡demonios, es cierto!!!- me grite a mi mismo cuando me acorde de la promesa que les había hecho a las pequeñas. –¿ahora que voy hacer?. Volví a entrar en un estado de distracción que me produjo el acordarme de semejante promesa. Las niñas querían iniciarse en el mundo del sexo, y me habían elegido a mi precisamente para sus jugueteos; aunque realmente, siendo yo el único hombre aparte de unos maestros algo mayores(entre 55 y 62 años), creo que vieron una oportunidad perfecta cuando conocí a su amiga Liliana.

    -¡¡¡oye!!!- grito otra voz melodiosa detrás de mi.

    -¿quién.....?- me volví a quedar mudo. La muchacha pelirroja que estuve buscando todo el día se acercaba corriendo hacia mi. Vestida con una blusa blanca, sin mangas; una falda ligera que se elevaba con su velocidad y que dejaba ver su licra; y es que mi prometida nunca fue tonta, cuando usaba faldas siempre se ponía un licra o un short para que no se le vieran las bragas; su cabello caía como una cascada detrás de su espalda, y unos pequeños mechones le cubrían su rostro de modelo de forma muy sexy; y de remate, unas lindas sandalias que me permitían ver sus también perfectos pies, con uñas pintadas de rosa.

    -¿oye, estas bien?- me pregunto cuando me volvió a ver abobado.

    -si...si, estoy bien, jejeje- le sonreí tontamente -¿qué se te ofrecía?.

    -es cierto- dijo sobresaltada –podrías venir a mi cuarto, es que mi estereo no funciona.

    -¿a tu habitación?, por supuesto- le dije, sintiéndome como en el paraíso. Y empezamos el recorrido hacia su habitación. Mis primeros pensamientos fueron de alegría al encontrarme con esta jovencita; la miraba de momentos para que no se diera cuenta, pero creo que si se dio cuenta porque me sonrió.

    -¿y como te llamas?- me pregunto sorpresivamente –yo me llamo Amanda y tengo 18 años.

    -yo...yo me llamo Federico- le dije algo nervioso, pero feliz por los datos que me había proporcionado –y también tengo 18 años.

    -que curioso, jijiji- sonrió con alegría -¿y estudias?

    -ya termine mis estudios de preparatoria y me estoy preparando para ingresar a la universidad- le dije un poco orgulloso.

    -¿y porque trabajas aquí?- pregunto secamente, pero aun con la alegría en su rostro. Así es Amanda, siempre preguntándome sin duda en su voz y con su sonrisa de ensueño.

    -bueno....- le dije algo nervioso. –decidí tomarme un año sabático para estudiar lo suficiente, y como me hacia falta el dinero tome este trabajo.

    -debes estar feliz por trabajar en una escuela para mujeres- me dijo sonriente.

    -si...algo, jejeje- me había puesto nervioso. Incluso en esos momentos me dije a mi mismo que esta muchacha, a pesar de ser muy bonita, era algo rara.

    -ya llegamos, puedes pasar- me dijo mientras habría la puerta de su habitación y entraba en ella.

    -esta bien- le dije -¿y en que te puedo ayudar?.

    -lo que pasa- me dijo con un poco de nerviosismo.

    -¿qué pasa?- le pregunte al notar su nerviosismo, incluso yo creí que iba a pasarme algo muy bueno por su forma de hablar, con un tono de inocencia.

    -podrías ayudarme a arreglar mi estereo- me dijo a final de cuentas –es que lo intente conectar a la televisión y no se oye nada.

    -bu...bueno- le dije algo decepcionado, pero me repuse rápidamente. Amanda siempre se pone nerviosa cuando le pide ayuda a alguien, y es porque no le gusta. Siempre quiere hacer las cosas por si misma, ¿que puedo hacer?. Me acerque hacia el aparato electrónico para poder ver los problemas. Amanda se alejo un poco, parecía que estaba buscando a alguien; yo mientras tanto quitaba los cables y los volvía a poner.

    -que malvadas, se fueron- comento un poco enojada, pero no le di importancia.

    -ya esta, probemos ahora- le dije cuando hube terminado de arreglar el desperfecto.

    -que bien, ya puedo escuchar todo- me dijo cuando prendió la televisión y el estereo y todo funciono. –eres muy bueno para esto, gracias.

    -no hay de que- le dije un poco atontado cuando ella se inclino para agarrar el control remoto de la tele y me mostró su lindo trasero, respingon y hermoso. –bueno, ya me voy.

    -si, nos vemos, y gracias por esto- me dijo sonriente. Salí rápidamente agradeciendo mi suerte y pidiendo que volviera a pasar algo así. Y esta, amigos lectores, fue mi primera experiencia con Amanda. Yo estaba muy emocionado por lo ocurrido, pero de repente me acorde de algo que me dejo helado y al mismo tiempo con una excitación sobresaliente. En la noche tenia que ir al cuarto de Liliana como se los prometí a sus amiguitas; se me ocurrió no asistir, pero pensé que ellas me saldrían a buscar de todas formas armando un gran barullo. Además sentía un poco de deseo de asistir.

    La noche llego y mis obligaciones habían terminado. Estuve un rato con Agustina en el cuarto de limpieza, hablando sobre programas de televisión o cualquier otra cosa. Cuando dieron las ocho de la noche, simplemente me retire diciendo que iba a dar un vistazo. Y sin detenerme en ningún momento llegue frente a la puerta del cuarto de las pequeñas.

    -pasa- me contestaron al unísono las tres cuando toque la puerta. Al momento de entrar no podía ver nada debido a que mantenían las luces apagadas; me tropezaba con todo lo que se ponía a mi paso y las pequeñas no me daban muestras de que estuvieran ahí. Sin darme cuenta me tropecé, según yo, con un muñeco y caí sobre una de las camas, sobre un cuerpecito tibio que no podía ver.

    -taran- grito Liliana al momento de prender la luz y revelándome sobre quien había caído.

    -Ho...hola- me saludo tímidamente Lici cuando nos quedamos frente a frente, pues había caído sobre ella.

    -ay, lo siento, nena, no te vi- le pedí disculpas, percatándome que estaba cubriéndose fuertemente con sus sabanas.

    -no te preocupes- me dijo sonrojada y cubriéndose cada vez mas con las sabanas.

    -¡¡¡Lici!!!- grito otra voz que salía del armario –hace mucho calor, quítate las sabanas- ordenaba Sofi sin salir del armario.

    -¿que pasa?- le pregunte a Liliana cuando la mire, pero me puse totalmente colorado cuando la vi completamente desnuda, como la otra vez, con dos lindas trencitas que colgaban de sus hombros.

    -no pasa nada- me dijo con su inocencia característica –es que Alicia no quiere quitarse las sabanas, aunque hace mucho calor, ¿verdad, Quico?.

    -si, tienes razón- le conteste mas excitado.

    -ya oíste, Lici- gritaba la rubia desde el armario, sin mostrarse.

    -pero tu tampoco has salido del armario- le reclamaba la tímida niña.

    -bu...bueno- titubeo Sofi si salgo, tu te quitaras las sabanas, ¿esta bien?.

    -bi...bien, estoy de acuerdo- le contesto la niña acomodándose sus tiernas gafas sin descubrirse.

    -no sean miedosas, ya salgan- les decía Liliana mientras tomaba mi mano y se la ponía sobre su cuerpo. Podía sentir sus pezoncitos creciendo con mi roce, y la pequeña se frotaba contra mi brazo mientras me veía a los ojos.

    -esta bien- dijo decidida Sofi – a la cuenta de tres.

    Una.....dos........tres.... Sofía salió rápidamente de su escondite; desnuda, igual que su amiga, con el pelo suelto y mostrándome su perfecta figurilla.  Sus pechitos apenas eran dos bultitos que podía aplastar con tres dedos y ocultarlos. Su linda figura curveada le daban el toque sexy; y su vagina, como la de toda niña de 10 años, era pequeña y deliciosa a la vista, sin un solo vello y que ocultaba muy bien el clítoris.

    -eso no es justo, tramposa- replico la huerita al ver que su amiga, Lici, no se había quitado las sabanas.

    -es....es que me da vergüenza- dijo la inocente niña y se cubrió la cara con las sabanas.

    -si como no......- la rubia se me quedo mirando. Se cubrió sus insipientes senitos y su  delicada vagina y corrió hasta su cama para cubrirse con las sabanas como Alicia.

    -¡¡¡vamos!!!- exclamo Liliana con un tierno berrinche –ustedes querían hacerlo, no tengan miedo- decía sin dejar de frotarse el cuerpo con mi brazo y produciéndome una erección que se notaba claramente por debajo del pantalón.

    -pero......- dijo dudosa Lici cuando se descubrió la cabeza y miro mi erección.

    -diles que no tengan miedo, Quico- me pidió Lili con dulzura –muéstrales que les va a gustar.

    -es...esta bien- le dije dudoso. Y es que si fuera una de ellas, también me asustaría con semejante animal que quería escaparse de su jaula. La pequeña Sofi se me quedo viendo a los ojos cuando me senté junto a ella por estar mas cerca.

    -no tengas miedo- le dije de forma tranquilizadora, pero mi voz estaba temerosa.

    -esta bien- dijo la pequeña mientras veía mi pene sobresaliendo por debajo del pantalón. -pero antes que nada, quítate la ropa, Quico- sugirió Liliana sin el menor problema. –y nada de replicas, porfis- me pidió al ver que iba a decir algo. Desde aquí no recuerdo haber dicho nada mas.

    Empecé a obedecer las ordenes de las niñas sin chistar, debido a la gran excitación que tenia en esos momentos. Me quite mi camisa delgada, metiendo el estomago para no parecer tan gordo; después me quite rápidamente los zapatos y los calcetines y los avente hacia el pasillo que conducía al baño; me quite mis pantalones de mezclilla que me apretaban fuertemente la verga; solo había quedado en calzoncillos.

    -pareces un osito, jijiji- comento Liliana al volver a ver mi cuerpo peludo

    -¿verdad que si?. -si, jijiji- contestaron sus amiguitas ante lo chusco de la escena, relajándose de esta manera.

    -bueno, ahora quítate el calzoncillo- me ordeno Liliana. Lentamente me fui bajando el calzoncillo, doblándome para poder sacarlo sin mostrar todavía mi endurecido miembro, hasta que me lo quite completamente; al momento de levantarme, mi verga se irguió poderosa sobre mis testículos, con un tamaño casi descomunal, incluso a mi me sorprendió. ¿Nunca les ha pasado eso?; que un día tienen una erección y se dan cuenta de que parece mas grande de lo que pensaban.

    -es....esta mas grande que la ultima vez- dijo Sofi con mas miedo que el de antes. –no se si quiera aprender.

    -ti...tienes razón- secundo Lici y se volvió a esconder bajo las sabanas –me da miedo.

    -no pasa nada, miren- les dijo Liliana y tomo mi enorme falo con sus dos manitas. Empezó a masturbarme como le había enseñado, de arriba abajo, acariciando lentamente mi glande, humedeciéndose las manitas con mi liquido preseminal y embarrándomelo por todo el tronco de mi verga. Mi excitación llegaba al borde de la fantasía y el éxtasis al sentir las tibias manitas de Lili apretando mi verga con suavidad; hasta que volví a sentir aquella humedad tibia que había sentido con Sofi, y es porque Liliana se estaba metiendo mi pene en su pequeña boquita. Sus lindos labios, suaves y tiernos, cubrían todo el grosor de mi miembro; la lengua de la niña empezó a juguetear con mi glande y parte de mi tronco; la niña estaba imitando perfectamente todos los movimientos de su amiguita Sofi; pero con la sutil diferencia de que, mientras me lamía el pene, jugaba con mis testículos sobre sus manitas. ¿De donde aprendió eso?, no tengo la mas mínima idea. Solo podía ver las caritas de asombro de sus amiguitas mientras veían a su compañerita ahogándose con el animal que tenia dentro de la boca. Me intentaba contener para no eyacular dentro de la boquita de Liliana, pero eran tremendamente excitantes los jugueteos de la lengua de la niña que no pude contenerme y empecé a lanzar los primeros chorros dentro de su garganta. Lili se saco mi verga rápidamente con un poquito de miedo por la sorpresa, pero no pudo esquivar los otros tres chorros que le cubrieron su hermoso rostro.

    Volvió a tomar mi verga con sus manos y la apunto hacia su boquita, tomándose el ultimo chorrito de semen que había salido; después, con la misma determinación, empezó a limpiarme el pene con su lengua.

    -ven, no es para asustarse- les dijo Liliana a sus amigas sin soltar mi verga.

    -esta bien, yo lo intentare- dijo Sofi, sin dejar de ver como mi semen se escurría por las mejillas de Lili.

    -no, así no- le comento Lili a su amiga al ver que la pequeña quería meterse mi verga en su boca. –eso ya lo hice yo, ahora te toca que te la meta por tu cosita.

    -esperen un poco, niñas- les dije un poco cansado, y es que no dejaban que mi verga reposara por lo menos un rato –déjenme descansar un momento, por favor.

    -esta bien- dijo Sofi con un poco de alivio. Lentamente y con un poco de esfuerzo llegue a sentarme en una de las camas, precisamente en la cama donde Alicia estaba escondida. Mire un rato aquellos ojitos negros escondidos detrás de esas gafas tan tiernas; la pequeñase había descubierto la cabeza y me dejaba ver dos pequeñas coletas en su cabello que la hacían aun mas inocente. Lentamente mi verga se iba endureciendo cuando la pequeña agachaba la mirada con vergüenza y sus amiguitas empezaron a repelarle.

    -vamos, Lici- dijo la huerita –no tengas miedo.

    -pe...pero- seguía dudando. Cuando mi verga estuvo de nueva cuenta en todo su esplendor, me le quede viendo a la inocente niña.

    -no te va a pasar nada, corazón- le decía completamente dominado por la excitación.

    -esta bien- me contesto mientras me miraba a los ojos y aflojaba su capullo de sabanas.

    -mira, te voy a mostrar como hacerlo- le dije a la tímida Alicia. Lentamente le fui quitando todas las sabanas con las que se había cubierto hasta dejarla completamente desnuda como sus amiguitas. Allí estaba la pequeña, arrodillada sobre su cama; desnuda, con solo sus gafas cubriéndole el rostro; miraba su infantil cuerpo y podía notar sus pezoncitos rosas, suaves al contacto de mi piel; y mas abajo se encontraba aquel botoncito, tierno e inocente que invitaba al deseo. Tome con delicadeza sus piernitas y las levante sobre su abdomen, dejándome ver perfectamente aquel conejito tan delicado y pequeño y al mismo tiempo su hermoso anito rosado como sus pezoncitos.

    -¿qué...que vas a hacer?- dijo la pequeña mientras se cubría el rostro con sus manitas debido a la pena que le daba que le estuviera viendo sus mas preciosos agujeritos.

    -no te preocupes, Lici, esto ya se lo he hecho a Liliana- le dije para tranquilizarla.

    -¿es cierto eso?- le pregunto Sofía a su amiga Lili.

    -si, fue lo primero que me hizo, jijiji- comento la pequeña sin perder la sonrisa del rostro. Las dos niñas volvieron a dirigir la mirada hacia lo que estaba haciendo. Empecé a bajar mi boca hacia aquellos lindos orificios; saque mi lengua y empecé a saborear el ano de Alicia, mientras un aroma dulce llegaba a mi nariz y me producía una excitación suprema.

    -aaahhh.....aaaahhh- gemía levemente la pequeña al sentir mi lengua metiendose dentro de anito. Mi lengua entraba en aquel orifico con suma delicadeza, excitando cada vez mas a la pequeña, la cual empezaba a humedecerse con mis húmedos roce. Luego mi lengua fue subiendo hacia el cáliz que derramaba tan exquisito elixir. Saboree los jugos de la pequeña mientras con mis manos abría un poco mas aquella hendidura y mi lengua jugaba con su clítoris. La niña solo dejaba escapar delicados suspiros y gemidos, pero nunca me pidió que me apartase, por lo que seguí con la faena.

    Mis manos habían abierto un poco aquel conejito tan delicioso y mi lengua se metía incesantemente dentro de su cuevita. Hasta que por fin, en un pequeño espasmo, Alicia esparció sus infantiles jugos dentro de mi boca y a la vez escurriéndose sobre la cama.

    -que....que rico- comento la pequeña con bastante cansancio, cerrando los ojos hasta quedarse completamente dormida. Que niña tan tierna.

    -parece que su amiguita se a quedado dormida- les comente a las niñas, pero mi mirada se fijo directamente en la rubiecita.

    -tienes razón- dijo Liliana mientras revisaba a su amiguita y le limpiaba con la mano los restos húmedos que tenia sobre su vagina –esta muy mojada, jijiji.

    -¿y esta bien?- pregunto la pequeña rubia tratando de esquivar mi mirada, pero siempre mirando hacia mi verga.

    -tu amiguita esta bien, solo tuvo un orgasmo- les dije un poco indiferente, pero muy suave para que se relajaran un poco.

    -ahora te toca a ti, Sofi- le comento Liliana a su amiga.

    -si...esta bien- le contesto mientras me miraba con algo de temor.

    -si no quieres, no te hago nada, pequeña- le dije, ya con algo de coherencia en mi cabeza.

    -no, estoy bien, ¿qué debo hacer?- pregunto decidida.

    -no es difícil, ven- le ordeno inocentemente Lili mientras a mi me tumbaba boca arriba sobre la cama de Sofi, con mi verga apuntando hacia el techo. –solo te paras sobre Quico y vas metiendo lentamente su cosota en tu hoyito.

    -esta bien- respondió la niña y se subió sobre la cama, poniendo su delicada vagina arriba de mi verga. La pequeña Sofía se fue agachando lentamente; tomo con una de sus manitas mi verga y la puso a la entrada de su conejito, abriendo sus labios vaginales con el glande. Con un poco de esfuerzo se metió el glande; lo apretado de la hendidura ya la notaba mi pene, y la vagina de la niña empezaba a tener pequeños espasmos
    para poder contener tremendo animal.

    -no....no, me duele un poquito- decía la  niña cuando no había entrado ni la mitad de mi verga y se la había sacado de su conchita.

    -no te preocupes, te dolerá un poco, pero luego se siente bonito- la animaba su amiguita. Una vez mas, Sofi se metió la punta de mi verga y empezó a bajar cada vez mas. Sus ojitos estaban cerrados por el dolor, pero quería continuar y siguió bajando. Mi verga ya estaba sintiendo el cálido himen de la pequeña cuando la detuve con mis brazos.

    -espera, si lo haces lentamente te va a doler mas- le dije mientras la sostenía con mis brazos de su pecho, tocando al mismo tiempo sus tiernos pezones.

    -¿entonces?- me pregunto la pequeña con las lagrimas queriendo salir de sus ojitos.

    -déjame a mi- le dije. Entonces levante a la pequeña sin sacarle mi verga de su vagina, la detuve un momento para que se amoldara al tamaño de mi verga y de un movimiento rápido la ensarte en mi pene. La pequeña sintió toda mi verga entrar rápidamente en su estrecha hendidura, parecía que iba a dar un grito muy fuerte, pero se contuvo y tumbo sobre mi; con las lagrimas escurriéndole sobre las mejillas, apretaba fuertemente mi pecho y lanzaba pequeños gemidos de dolor. Mi verga aun no realizaba ningún movimiento, hasta que sentí como una cálida humedad estaba escurriendo de la vagina de la niña y se resbalaba por mi verga.

    -ay, esta sangrando- grito Liliana un poco asustada.

    -no te preocupes, Lili, es normal cuando es la primera vez- le dije para tranquilizarla.

    –¿te acuerdas que a ti también te paso?. -es...es cierto- afirmo Lili, acordándose de aquella vez.

    –pero....¿por qué no haces nada aun?.

    -Es que la vagina de Sofi tiene que amoldarse al tamaño de mi pene- le dije cuando sentí que ya era el momento.
    Lentamente fui metiendo y sacando mi verga de la vagina de la niña, la cual ya estaba un poco mas relajada. Los movimientos de arriba abajo empezaron a hacerse mas rápido y Sofi empezó a disfrutar de aquella sensación tan placentera.

    -aaaahhh....si...siento bonito...aaaaah- dijo la pequeña al sentir el placer en su hendidura. La niña iba de arriba abajo cubriendo mi verga un poco mas de la mitad de lo que hacia el conejito de Lili. El movimiento era cada vez mas rápido hasta que llegamos al punto en que los dos no pudimos contenernos mas. Sofía lanzo un grito sordo de placer y su vagina empezó a escurrir sus jugos fundidos con mi semen, el cual no podía salir por lo apretado de la niña; pero en cuanto levante a la pequeña, sacándole mi verga, los jugos de los dos empezaron a salir de su tierna conchita. Coloque a Sofi a un lado mío. La pequeña estaba cubriendo su cama con aquellos mieles sexuales mientras que la pequeña Liliana se acercaba a su amiga y la limpiaba con las manos, tratando de no tocar la sangre pero saboreando mi leche y la miel de su amiga. Después de eso se acerco a un lado mío y se recostó sobre mi cuerpo; pude sentir que la pequeña Lili estaba húmeda, debido a la excitación seguramente. Y como una de las ventanas estaba medio abierta; el aire veraniego nos lleno de un sopor que ninguno pudo contener.

    Y aunque no lo crean, me quede dormido. Cuando me desperté, me di cuenta de que ya eran las 11 de la noche y que la pequeña Liliana se había quedado dormida sobre mi, por lo que me levante con mucho cuidado para no despertarla y la lleve a su cama. Durante un buen rato estuve moviendo a las niñas para limpiar sus camas y las acomode para que durmieran bien. Me volví a vestir, apague la luz y salí sin hacer ruido. Como ya era muy noche pensé que Agustina estaría extrañada. Rápidamente me dirigí hacia el cuarto de limpieza y me encontré a mi Amiga dando respingos sobre una silla, estaba durmiendo.

    -¿Quico?, ¿eres tu?- pregunto mientras intentaba quitarse el cansancio. -¿qué hora es?, válgame, estuve durmiendo dos horas y media, ¿por qué no me despertaste?.

    -bu...bueno...- conteste con la alegría de mi suerte.

    -bueno, olvídalo, no le digas a nadie que me quede dormida- me pidió mi Amiga.

    -no se preocupe, jejeje.

    Continuará

    Lili, Sofi y Lici, relato erótico SDPA en blogSDPA.com

    Lili, Sofi y Lici, Parte 01

    11 de noviembre de 2024 en Sexo en grupo, Relatos SDPA, Jovencitas

    Esta publicación es la parte 2 de un total de 9 publicadas de la serie Federico

    Nota: para ya no volver a describirme, favor de leer mi primer relato (La inocencia de Lili).

    Habían pasado cerca de dos semanas desde mi encuentro con Lili; y desde aquel día no la había vuelto a ver, llegando incluso a desesperarme un poco por la preocupación de no saber que le había pasado. Mis nervios estaban matándome y no podía relajarme mucho.

    -¿estará bien?- me preguntaba a mi mismo mientras caminaba distraído por los pasillos de la escuela. No ponía atención a mi dirección por pensar en Lili; y esque mi mayor defecto era preocuparme demasiado por los demás, ya sean conocidos o desconocidos, no podía evitar preocuparme aunque sea un poco.

    Pero mi preocupación me metió en un lío cuando de pronto sentí que chocaba con algo, y ese algo resulto ser la vieja histérica, Doña Josefa.

    -¡¡¡fíjate pedazo de animal!!!- grito furiosamente el esperpento cuando choque pesadamente contra ella. –¡¡¡¿que no te fijas por donde caminas, idiota?!!!.

    -di...discúlpeme- intente disculparme, pero me había puesto mas nervioso con el graznido de la vieja.

    -¡que fácil es pedir disculpas!!!- grito con tono sarcástico.- ¿acaso eres estúpido?

    -Ya deja al muchacho, Josefa- ordeno una voz autoritaria. Cuando Josefa volteo se encontró cara a cara con Doña Agustina, quien con mirada severa se quedo viendo a los ojos a aquella hiena con el rostro deformado por la ira. No sabia que era lo que iba a pasar; tenia miedo de que Josefa se atreviera a atacar a mi amiga, porque ya la consideraba mi amiga, y yo no pudiera hacer nada; pero mi sorpresa fue increíble cuando vi que la vieja apretaba los puños e intentaba tranquilizarse.

    -Lo defiendes porque se parece al escuincle, pero no lo es- respondió y se retiro mirándome con desagrado.

    -uffff- suspiro Agustina cuando el ogro se retiro. – pues en que venias pensando muchacho; mira que si hubiera llegado dos minutos tarde la señora te armaba el pleito.

    -lo siento, no quise chocar con Doña Josefa- conteste tratando de aguantarme el llanto que me producían los nervios y el miedo. -pero esque estaba pensando en algo y sin darme cuenta.....

    -ya, ya, ya- me detuvo Agustina- no es necesario que me expliques, tus problemas son tuyos y de nadie mas. Ahora relájate un poco y procura evitar a Josefa, ¿esta bien?- me contesto con amabilidad y tono maternal.

    -si, gracias- le agradecí y me fui a mis labores cotidianas. Les pido una disculpa si todavía no llego a lo que quieren, pero como dije antes no quiero que mi narrativa parezca vulgar al hablar de sexo al principio de la historia. También quiero contar parte de mi vida para desahogarme un poco, aun soy muy preocupon, y liberar mi mente. Además, creo que una historia con una trama bien desenvuelta les permite disfrutar mas de lo que esperan con ansias. Como iba diciendo. Después de mi encuentro con el monstruo ese y mi rescate por parte de Agustina, le tome mas aprecio a mi amiga, claro que me asalto una duda en esos momentos, ¿a que se refería con eso del escuincle?. Trate de no pensar mas en ello, tanto que incluso había olvidado mi preocupación por Lili.

    Empecé a arreglar las áreas verdes sin ningún pensamiento en mi cabeza hasta que de repente llego a mi una tierna vocecilla muy conocida.

    -Hola, Quico- saludo la pequeña Liliana con alegría; vestida con su uniforme escolar: blusa blanca, de tela delgada y casi transparente; falda tableada de color azul oscuro y que le llegaba a mitad del muslo; suéter de botones, del mismo color que la falda; calceta blancas hasta las rodillas y zapatillas negras de tacón mediano que la hacían lucir muy inocente; y para rematar, una boina azul que cubría dos lindos chongos en su cabeza.

    -¡¡¡Hola, Lili!!!- grite sin aguantarme la emoción de verla.- ¿cómo has estado?, ya no te he visto....

    -pues he estado en clases, jijiji- contesto con ingenuidad- y he estado estudiando mucho porque ya se acercan los exámenes.

    -tienes razón- respondí un poco mas tranquilo.- ¿y que haces por aquí?, ¿no tienes clases?.

    -nop, además quería verte- me dijo mientras se ponía las manos a la espalda y se balanceaba sobre sus talones dándole un toque muy tierno. - quería ver si podrías ir a mi habitación después de clases.

    -¿a tu habitación?, ¿para que?- le pregunte con extrañeza, pero no por el pedido. Me extrañaba el coqueto tono de voz que estaba usando, como si la inocencia con la que la había conocido se hubiera ido y ahora fuera toda una mujercita. Había oído hablar de niñas que son muy inocentes debido a la virginidad de sus cuerpos y que al dejar de ser vírgenes empezaban a actuar de una forma mas madura. ¿Acaso era esto lo que pasaba?, ¿qué había hecho?, le quite la inocencia a una niña.

    -porfis- contesto con suplica y sin contestar a mis preguntas.

    -bueno, estaré ahí después de que terminen tus clases- le conteste mirando la alegría de su rostro y viendo en sus ojos ese toque de inocencia que creí perdido. Cuando dieron las tres de la tarde ya había terminado la mayor parte de mis deberes y me dispuse a visitar a Lili en su habitación. Al llegar frente al cuarto de la pequeña escuche unas risas que me indicaban que la niña no estaba sola. Di unos golpes a la puerta y los cuchicheos que había escuchado se detuvieron repentinamente.

    -adelante- contesto Lili desde el otro lado de la puerta. Cuando entre en la habitación encontré a Liliana sentada en la orilla de su cama, vestida únicamente con una pequeña camiseta de tirantes color azul; sus bragas rosas y unas pequeñas calcetas que, unidas a los pequeños chongos de su cabello, le daban un toque muy inocente. No se notaba que había dejado de ser virgen a tan temprana edad.

    -¿con quien hablabas, Lii?- le pregunte mientras revisaba la habitación sin encontrar a nadie mas.

    -pues con mis amiguitas- dijo la niña con voz inocente y llena de ternura.- ¡¡¡Salgan; es Quico. Sofi, Lici!!!- grito con su alegría característica. De pronto, saliendo del cuarto de baño, salieron dos preciosas niñas. La que llego primero; una linda rubiecita de pelo largo y piel blanca; cuerpo delgado, con unos pequeños bultitos en el pecho y piernas curveadas deliciosamente; venia vestida de igual manera que Lili; camiseta de tirantes blanca, bragas de igual color, con los pies  desnudos. Sus lindos ojitos azules me mostraban que la pequeña era muy atrevida, y sus labios pintados de rosa me confirmaron lo sexy que era la niña.

    La otra pequeña, ocultándose detrás de la rubia, me miraba con temor y curiosidad. La niña tenia el pelo negro como el de Lili, pero era corto hasta los hombros; sus tiernos ojitos negros eran cubiertos con unas gafas delgadas que le daban ese toque inocente; tenia una cuerpo parecido al de Lili, delgado y bien curveado, pero se veía mas como una niña que su amiga; además la pequeña venia vestida con un lindo camisón rosa que se sostenía con dos delgados tirantes y que apenas le cubría sus braguitas amarillas.

    -¡¡¡Hola, yo soy Sofía, pero me puedes decir Sofi!!!- contesto la rubia con mucha confianza y entusiasmo.-¡¡¡y ella es Alicia!!!.

    -Hola- dijo tímidamente la pequeña de pelo corto.

    -también le puedes decir Lici, para mas corto, jijiji- comento Liliana desde su cama. Las dos pequeñas recién llegadas se me quedaron mirando un buen tiempo mientras su amiguita, Lili, cerraba con seguro la puerta de la habitación y se acercaba a mi. -oye, Quico- dijo Liliana mientras tiraba de mi camisa para que le hiciera caso.

    -¿qué pasa, nena?- le dije muy confianzudo, pero tratando de que no me escucharan sus amiguitas y al mismo tiempo metiendome las manos en los bolsillos delanteros del pantalón para acomodarme la verga sin ser visto.

    -¿podrías enseñarles tu cosota a Sofi y a Lici?, porfis- me dijo con voz baja al oído, levantándose sobre las puntas de sus piecesitos para alcanzar mi cabeza.

    -¿qué, que?- dije sorprendido por el pedido de la niña. Y aunque sentía una tremenda excitación por la forma de vestir de las tres pequeñas, la sola idea de mostrarles mi pene a las otras dos niñas me desconcertaba bastante.

    -no, no puedo, tengo mucho trabajo que hacer, debo hacer otras cosas, tengo mucho trabajo- balbuceaba sin saber que decir.

    -porfis, di que si, se los prometí- me comento con la inocencia que me gustaba tanto.

    -esque no puedo, enserio, tengo que irme- trate de librarme de aquel pedido, pero Lili se agarraba de mi brazo con toda la fuerza que podía mientras las otras pequeñas me veían con una carita de “por favor”.

    -solo muéstraselos un ratito- me suplicaba. En este tipo de momentos muchos de ustedes hubieran accedido inmediatamente; pero aunque no lo crean, desistí casi durante media hora, intentando liberarme de la débil fuerza de la niña y de las miradas curiosas de las otras dos pequeñas. Hasta que, con decisión, Lili me sentó en la cama mas cercana y se aferró a mi cuello. -no te dejare ir hasta que digas que si- me dijo mientras apretaba mi cuello con bastante fuerza.

    -si- dije en broma y sin pensarlo para que me soltara, pero las pequeñas se lo habían creído porque me miraban con alegría y aun así, Liliana seguía aprisionándome con sus suaves bracitos. No tenia otra opción, solo la de escapar haciendo uso de la fuerza, pero no quería lastimarlas y tuve que acceder a la petición de Lili.

    -¡¡¡que bien!!- grito Lili algo entusiasmada.- vengan, acomodémonos aquí- les ordeno feliz a sus dos amiguitas. Las tres pequeñas se arrodillaron frente a mi; mientras, yo, seguía sentado en la cama agradeciendo de cierta forma esta suerte que me había tocado.

    Mire a las niñas con sus ropitas tan sexys; voltee a mirar las ventanas y la puerta para ver que nadie mas estuviera viendo. Y cuando por fin me sentí seguro, lentamente empecé a bajarme la cremallera y con una mano saque lentamente mi muy hinchado pene. Hasta que por fin libere mi verga de aquella apretada prisión.

    -¡¡¡WAAAAAAAOOOOOOOOO!!!- gritaron asombradas las amiguitas de Lili. Tenían la misma impresión que tuvo Liliana cuando me vio el pene por primera vez.

    -Si que esta muy grande- comento Sofía tratando de parecer poco impresionada, como si supiera muy bien lo que tenia frente a sus ojos azules, sin embargo veía en su carita que realmente era muy inexperta en
    estas cosas.

    -s....si- acepto Lici con timidez.

    -bueno, ya hice lo que me dijeron, ahora me....- no logre terminar cuando de pronto sentí las cálidas manitas de Liliana acariciando mi pene y sosteniéndolo con un poco de fuerza.

    -miren, es muy suave, ¿quieren tocarlo?- les dijo Lili a sus amigas que tenían cara de “yo quiero hacerlo”. -no tengan miedo, miren, así se hace. Las dos pequeñas veían incrédulas como su amiguita me estaba sobando las 9 pulgadas de largo y 6 de ancho que tenia mi verga, acariciando como la ultima vez que me había masturbado en la tina de baño. Yo, agobiado por la excitación, empecé a acariciar el suave rostro de Liliana y a recordar cuando la tenia sobre mi pene. Las niñas miraban estupefactas aquella escena, hasta que.......

    -de...déjame intentarlo, Lili- pidió la rubiecita con un poco de duda.

    -esta bien, jijiji- le respondió la niña con alegría y carisma. Sofi me miro con sus brillantes ojos azules antes de empezar. Entonces la huerita tomo mi pene entre sus manos, intentando cubrirlo, sin éxito; realizaba movimientos de abajo hacia arriba, esta niña si sabia como masturbarme pues me bajaba la piel que cubría el glande y rozaba con sus tiernas manitas aquella bola rojiza e hinchada de excitación. Yo cerré los ojos por tanto goce; las caricias de la pequeña eran maravillosas, incluso mas que las caricias de Sofi. Estaba perdiendo la razón por semejante calidez sobre mi verga hasta que sentí un tibia humedad sobre mi glande; abrí los ojos y vi a la pequeña rubia tratando de meterse, sin mucha dificultad, mi verga dentro de su boquita; acariciando con su suave lengua todo lo que le cabía de mi “animal” en su boca. Sofi tenia unos dulce labios, pintados de rosa, que se amoldaban justo al tamaño de mi pene, y que con los jugueteos de su lengua me orillaron a eyacular intensamente dentro de la boca de la pequeña. Pero la niña no sacaba mi verga de su boquita; intentaba tragarse toda la leche que me salía, pero era tanta que incluso estaba escurriéndose por las orillas hasta caer sobre el suelo.

    -uffff- tomo aire la niña después de haberse tomado todo el liquido lechoso.-sabe chistoso, y estaba calientito, jijiji. Liliana y Lici observaban a la huerita. Los restos de semen le escurrían por sus labios mientras seguía tomando aire. Mientras tanto, yo me tumbe en la cama por el cansancio que me dio esa “supereyaculacion”; y esque, después de lo ocurrido con Liliana hace dos semanas, mis “contenedores lácteos” se habían llenado hasta el tope por no querer sacarlos manualmente. Yo no podía moverme, no se que me paso, estaba fatigado a pesar de mi poca actividad en el jugueteo de las niñas. Tomaba bocanadas de aire y aun así me costo trabajo respirar; me había bajado un poco la presión, eso pasa por no hacer ejercicio, pero después de un rato me recupere. Las infantes, por su parte, estaban conversando muy animosamente. Platicando con Sofi y felicitándola por tremenda actuación, riéndose como las niñas que eran.

    -¡¡¡Increíble, Sofi!!!- felicito entusiasta la linda Lili.

    -si, nunca había visto nada así- secundó Lici mientras me lanzaba miraditas curiosas.

    -les dije que ya sabia de esto- contesto confiada la hermosa rubia. –mi hermana se la pasaba haciéndole lo mismo a su novio durante las vacaciones. Ni siquiera se dio cuenta de que la observaba- comento con alegría.

    -Pues yo puedo hacer algo que ustedes no pueden- comento Lili con orgullo. -¿qué cosa?- preguntaron las dos niñas bastante confundidas. Yo levante la cabeza para ver de que tanto hablaban, pero me encontré con una maravillosa visión; Lili se estaba quitando toda su ropa hasta quedar totalmente desnuda, de pies a cabeza, mostrándome aquel perfecto cuerpecito que ya había visto antes. La niña se acerco hacia mi e intento poner en erección mi humedecido pene, el cual estaba medianamente erecto.

    -¿qué haces, Lili?- le pregunte, a sabiendas de lo que pretendía la niña.

    -solo quiero mostrarles lo que hicimos la otra vez.....¡¡¡ya esta!!!- grito entusiasmada la niña cuando por fin pudo levantar a la bestia dormida.

    Liliana se subió a la cama y se puso de pie, con su hermosa vagina apuntando
    directamente hacia mi verga en erección; lentamente se fue arrodillando hasta
    que toco la punta de mi pene con su cálida y tersa conchita. Puso una de sus
    manitas sobre la cama para no caerse, mientras que con la otra iba metiendo
    lentamente mi verga dentro de aquella cuevita conocida. Mi verga apenas había entrado hasta la mitad cuando sentí la pared uterina; ya no le cabía mas a Lili.

    Su conejito se amoldaba perfecto a mi garrote. La mire a la cara; la pequeña
    había cerrado los ojos con un poco de molestias mientras intentaba que mi pene se acomodara bien dentro de su vagina.

    -bu...bueno, ahí voy- dijo Liliana con sus manitas sobre mi pecho, mirándome a la cara con un poco de alegría y cansancio; mientras sus amiguitas no salían del asombro de ver como su amiga se había metido mi cañón en su pequeño botón de flor.

    -¿estas lista?- dije incoherentemente. Y digo incoherentemente, porque en ese tipo de sucesos una persona hubiera intentado negarse. ¿o no?.

    -s...si- me contesto con suavidad. Y entonces ocurrió una vez mas. Lili se movía de arriba abajo, sacando y metiendo la media verga que tenia dentro de su vagina, humedeciendo con sus jugos infantiles mi ya humectada verga.

    Empezó a sujetar con fuerza mi camisa mientras veía como la excitación se apoderaba de ella, lanzando suaves gemidos de placer que la pequeña intentaba callar cerrando la boca. Alicia y Sofía se quedaron hipnotizadas con semejante escena.

    -¿no...no te duele?- pregunto Lici con mucha timidez, pero no recibió mas que ligeros gemiditos de su amiga.

    -claro que no le duele- le respondí Sofi- solo duele la primera vez, y ella ya nos había dicho que ya lo había hecho. Las niñas discutían sin dejar de ver como mi verga se iba introduciendo cada vez mas rápido dentro de la conchita de Lili.

    -¿que se sentirá?- se pregunto Sofi mientras se acercaba a nosotros y se inclinaba frente al culito de Liliana -¿qué pasa si toco un poquito?.

    Sofía acerco su dedo y empezó a acariciar con suavidad la parte de mi verga que iba entrando y saliendo de su amiguita, y al mismo tiempo tocaba la vagina de Liliana.

    -no...no me toques...ahí- dijo Liliana sin poder contener el placer que le ocasionaba mi verga y el suave dedito de su amiga que estaba tocando su conchita.

    -sabe saladito, pero muy rico- dijo la rubia mientras se llevaba su dedo humedecido con nuestros jugos a su boca- mira, Lici, ven a probar- le recomendó la niña a su tímida amiguita. Alicia se acerco lentamente a su amiga y tímidamente imito lo que su amiga había hecho. -

    no...porfis...no me toquen- volvió a rogar Lili que intentaba cubrir con una de sus manitas la parte expuesta que le producía tanto placer.

    -tienes razón, sabe rarito, pero esta rico- contesto Alicia, quien había probado ya la excitante combinación de líquidos.

    -porque no lamen con sus lenguas, niñas- les aconseje. Ni siquiera hasta estos días se el porque de semejante petición. Tal vez fue por la excitación, pero creo que nuca lo sabré. Sofi y Lici se miraron con duda.

    -no...no lo se- respondió Alicia con temor.

    -yo...yo lo intentare- contesto decidida Sofi, pero con un tono dudoso. La rubiecita se volvió a acercar a nosotros; acerco lentamente sus labiecitos al
    punto medio del placer de su amiguita y con su lengua empezó a saborear aquel liquido sexual.

    -no...aaaaaahhh...por favor...no lo hagas- suplico Lili, que ya no podía cubrirse porque le había agarrado sus bracitos. El placer en la cara de Liliana iba incrementando al igual que mi propia excitación al sentir tan dulce lengua saborear, una vez mas, mi verga. La excitación llego hasta el punto fulminante. Mi niña preciosa, Lili, estaba escurriéndose en néctar infantil junto con mi semen, mientras que Sofi seguía lamiendo aquella unión de leche y miel, saboreando sin dejar una sola gota. Lentamente saque mi verga de la conchita de la niña; “destapando” el pequeño orificio y escurriéndome con leche y miel sobre mi pantalón. Deje a Lili a un lado de la cama; tome grandes bocanadas de aire y me senté sobre la orilla de la cama, viendo como Sofi le daba a probar a Lici un poco de aquella revoltura de jugos que tenia en su manita. Sin que las niñas se dieran cuenta, me dirigí inmediatamente al baño y me limpie todo el liquido de mi verga y mi pantalón, para que no se notara cuando saliera.

    Luego regrese a donde estaban las niñas, y me asombre cuando vi a las amiguitas de Liliana limpiándola con sus manitas y saboreando todo lo que pudieran. Incluso Lici, que se veía muy tímida y un poco cobarde, no dejaba de lamer con verdadero gozo aquella néctar.

    -bueno, ya me tengo que ir- les dije a las pequeñas, las cuales se me quedaron viendo; a excepción de Lili, que se encontraba agotada sobre la cama.

    -no, espera, yo también quiero que me metas tu cosota- me suplico Sofi, esta vez con mucha mas confianza.

    -yo...yo también quisiera- dijo la tímida Lici.

    -no....no puedo, enserio, ahora si debo irmeles dije, pero ambas, incluso Alicia, se aferraban a mis brazos e intentaban detenerme.

    -no, no te dejaremos ir- dijo Sofi con un poco de enfado.

    -bueno, bueno, esta bien, lo haré, pero no hoy- les dije para intentar liberarme –mañana, que es sábado, me quedare en el colegio, y en la noche vengo a su cuarto, pero esperen un poco.

    Las niñas se quedaron resignadas, pero aceptaron la oferta que les había dado. Cuando me soltaron, rápidamente abrí la puerta y me cercioré de que no hubiera nadie que me viera salir de la habitación. Y entonces puse pies en polvorosa para no ser descubierto, dejando a las pequeñas en su cuartito.

    -¿en que líos me estoy metiendo?, puedo ir a la cárcel por estar con esas niñas- empecé a reflexionar, ya sin la excitación en la cabeza que no me dejaba pensar. Estaba corriendo sin prestar atención, hasta que volví a chocar con alguien, cayendo al suelo con la victima de mis torpezas. -demonios, demonios- pensé, pues creí que había chocado una vez mas con Josefa.

    -auch, me dolió- me contesto una hermosa voz. Cuando mire de quien se trataba, me di cuenta de que era una de las alumnas de los cursos avanzados. Me repuse, me levante y me dispuse a ayudar a aquella jovencita.

    -lo siento, ¿estas bien?- le pregunte mientras la ayudaba a levantarse.

    -si, no te preocupes- me dijo amablemente –yo también venia algo distraída.

    Cuando la mire bien, me di cuenta de que había chocado con la mujer mas hermosa que jamás había visto. Cabellera larga, pelirroja; de piel blanca y cara de modelo; sus ojos verdes me miraban con preocupación; sus labios pequeños me invitaban a besarlos; y aun con el uniforme del colegio se podía observar su hermosa figura juvenil. Yo estaba atontado por tanta belleza.

    ¿te encuentras bien?- me pregunto con delicadeza.

    -¿qué?.....a, si, si estoy bien- le conteste, saliendo del letargo en el que me mantuve con semejante visión.

    -bueno, creo que ya me voy, nos vemos- me dijo con una sonrisa y se alejo rápidamente. Y es así, amigos, como conocí a la que seria mi prometida en estas fechas. Rápidamente volví a mis labores, intentando no pensar en la muchacha que había visto antes. Pero entonces me acorde de la promesa que les hice a la niñas. ¿qué iba a hacer?

    Continuará