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    La princesa los panties, relato erótico en blogSDPA.com

    La princesa y los panties, Parte 01

    8 de enero de 2025 en Relatos SDPA, Jovencitas, LGBTQ+

    Esta publicación es la parte 1 de un total de 3 publicadas de la serie La princesa y los panties

    Tras finalmente salir del clóset a mis 30 años, y tras una decepción amorosa terrible, donde perdí a mi mejor amiga (de la cual estaba enamorada), decidí tomarme una semana de vacaciones, yo sola, en una playa en un lujoso hotel.

    Luego de registrarme esa tranquila mañana de domingo, y de que un amable bellboy me llevara a mi habitación, me recosté en la cama. Me sentía sola, aún triste, pero el sonido de las olas golpeando la arena, la cálida brisa que entraba por mi ventana, y las copa de tequila que me acababa de tomar, terminaron por relajarme.

    Me asomo al balcón, con una increíble vista a la playa. Se alcanzaban a ver algunas personas asoleándose en la arena, y las albercas se encontraban casi a tope, y se escuchaba todo el bullicio de las personas que estaban disfrutando de su último día de estancia. Para esto, opté por hospedarme en un hotel familiar, no en un hotel para adultos. Quería pasar desapercibida y no dar la impresión de que voy a buscar pareja o una aventura de una noche.

    Para mí, a mis treinta, todo una profesionista, con un círculo social bien formado, con expectativas familiares altas, fue difícil declararme homosexual. Ya me conocía como tal desde la secundaria, cuando me dí mi primer beso con mi mejor amiga. Para ella fue al parecer sólo práctica, para mí fue una epifanía. Tras ello, busqué parejas sexuales en la clandestinidad. Citas de sólo una noche, nada serio. Era una vida excitante, pero me sentía vacía. Necesitaba sentirme no sólo deseada, sino amada. Mi amiga Dora, a quien conocía desde hace algunos años, siempre me pareció atractiva, y sin darme cuenta me fui enamorando de ella. Tras una fiesta, donde ella había tomado un poco de más, la llevé a casa en mi auto (siempre suelo ser la conductora designada porque no acostumbro a beber). Ella estaba con una actitud que me pareció un tanto de coqueteo. Ella también era soltera y sin novio desde hace varios años, por lo que pensé que tendría oportunidad con ella. En su casa, la siento en el sillón, la comienzo a acariciar en el rostro e intento besarla. Ella me detiene, se carcajea, y me pregunta qué rayos estoy haciendo. Le confesé mis sentimientos, ella se rió y me dijo que estaba loca, antes de quedarse dormida. El lunes siguiente en el trabajo, ella me llama por teléfono y me dice muy seriamente que ya no la busque ni la llame, pues ella no es “de esas”.

    Por fin me levanto de la cama, me pongo uno de los trajes de baño que traje conmigo, un bikini por cierto, color rosa intenso, muy sexy para algunos. Me pongo bloqueador en todo mi cuerpo. Frente al espejo me maquillo discretamente, mientras veo mis ojos verdes y mis voluptuosos labios. Bajo a la alberca a buscar un camastro dónde recostarme bajo la sombra en espera de que el bloqueador surtiera efecto (no quiero que mi blanca piel sufra quemaduras). Tras un rato de búsqueda, encuentro el camastro perfecto bajo una sombra a la orilla de la piscina familiar. Me recuesto, me pongo mis gafas de sol y me relajo. Pido una piña colada y me refresco mientras pasan los 20 minutos recomendados por el fabricante de Eclipsol.

    En la alberca hay un montón de niños y niñas jugando, así como varias sexys mamás cuidando de sus retoños. Pero alguien llama poderosamente mi atención. Es una niña, de unos 6 años, muy bonita ella, una carita blanca, cabello castaño claro largo hasta media espalda, con una cola de caballo. Su ojos grandes y azules como el cielo, sus labios color coral, carnosos. Su redondeada carita mostraba una hermosa sonrisa con unos dientes blancos, perfectos, aunque con una que otra pieza ausente (mudanza de dientes, supuse). Estaba un poquitín alta para su edad, delgadita, con un vientre plano, un pecho igualmente plano, pero con un trasero que me pareció muy, muy atractivo: redondito, apretadito, tamaño perfecto, prominente, con sus piernas igualmente bien torneadas y largas. Parecia como cuerpo de gimnasta o nadadora. Llevaba puesto un traje de baño azul marino, de una pieza, que se veía muy sexy en ella. Sexy. Una palabra que no creí usar para describir a una niña de 6 años. Pero al ver su mojado traje de baño pegarse a su cuerpecito, marcando sus pezones infantiles, y metiéndose entre sus glúteos, sentí que comenzaba a lubricarse mi vulva.

    Desoncertada, me pongo de pie, me quito el sombrero y me meto a la piscina, esperando que el agua fría me hiciera olvidar de esos pensamientos hacia esa pequeña. Era la primera vez que me sentía así. Bueno… honestamente no lo era. A lo largo de varios años, navegando en internet, me encontraba “accidentalmente” con páginas de modelaje de niñas, y otras de lolicon. Al principio las veía por curiosidad, pero al notar que mi cuerpo reaccionaba ante esas imágenes, en un acto más de negación que de otra cosa, cerraba esa pestaña del navegador y abría otra de porno lésbico convencional.

    Doy gracias a Dios porque mis lentes de sol no revelaban hacia dónde estaba mirando, pues a pesar de estar dentro del agua (la cual estaba bastante tibia para mi sorpresa) seguía dirigiendo mis ojos hacia esa niña, y mi vagina seguía produciendo sus jugos. Tenía miedo de que llegaran los padres reclamando el porqué no quito los ojos de su hija, y llamaran a la policía o algo así. Pero nunca pude ver a los padres de la niña. Se veían los padres de los otros niños gritando cosas como “Jonathan, no empujes a tu hermano” o “Paty, cuidado con la resbaladilla”, pero ningún rastro de los padres de mi musa, a quien yo seguía mirando fijamente, casi descaradamente. En algún momento pensé en tomarle fotos, pero creí que eso sería demasiado. En fín, me puse a nadar un rato, siempre mirando a mi angelita. En eso, yo creo que la niña sintió mi mirada, y voltea conmigo. Me observa con esos grandes y hermosos ojos, y me sonríe, al tiempo que me saluda con su mano derecha. Yo me sonrojé súbitamente, como pude, devolví el saludo sonriéndole de vuelta, y decido que es mejor ir al restaurante a comer algo. Salgo del agua, voy a cambiarme y me dirijo al restaurante, con mi mente aún en esa hermosa niñita.

    Tengo que admitir que mis ojos buscaron a esa niña durante la comida, pero no la hallé. – Ni hablar- suspiré. Y me dirigí al cuarto a descansar un poco del calor al abrigo del aire acondicionado.

    Por la tarde, antes de ir a comer, decido ir al área de computadoras, pues decidí ir sin mi laptop y eso de navegar en el teléfono no es lo mío. Evito a toda costa el Facebook, pues no quiero saber de nadie en éste momento de reflexión. Veo algunos artículos, noticias, algunos tablones de imágenes, en fin. En eso, oigo a una mujer que entra junto con una niña. Era ella, con su madre. No me pareció haberla visto en la alberca. Su madre era bastante atractiva, pero parecía prestar más atención a otras cosas, menos a su hija. Probablemente era soltera, no lo sé. La madre toma una máquina y comienza a hacer algo en Power Point. La niña toma otra máquina y va a una página de juegos en flash. Allí estaba, sentadita con sus sandalias rosas con piedrería, un delgado vestidito floreado, su pelo en cola de caballo adornado con un broche de estrellas de mar. Comienzan a platicar de algo, pues al parecer el cumpleaños de la niña estaba cerca:

    – Mami, ¡que me vas a regalar en mi cumpleaños?

    – No lo sé hija, espérame… ¿dónde dejé esas facturas…?

    – ¿Sabes que quiero mami?

    – ufff… ¿qué, Melanie? Así supe que esa hermosa muchachita se llamaba Melanie.

    – Unos panties usados

    Casi escupo mi limonada al oír eso. La madre, más enojada que sorprendida, le dice:

    – ¿unos panties usados? ¡Y de quién o qué!

    La niña continuó:

    – sí, unos panties usados: unos tuyos, unos de mi hermana mayor, otros de mi tía Celia, otros de mi amiga Fernanda, otros de tu amiga, ¿cómo es que se llama? Esa muy bonita… ¡Clara!, y otros de la miss Tere…

    Estaba totalmente sorprendida ante la respuesta de la niña, sobre todo ante la naturalidad con que lo decía. Mi mente comenzó a divagar preguntándose para qué quería una niñita unos panties de mujer usados. Al parecer su madre tenía la misma duda:

    – ¿y para qué quieres unos panties usados? Preguntó al tiempo que ponía al lado del escritorio un grueso fólder.

    – ¡porque me gusta olerlos!

    Casi me desmayo tras oír esa respuesta. La madre no parecía demasiado sorprendida.

    – Tú estás loca. Ya te he dicho que no pienses esas cosas.

    – pero es que sí me gusta olerlas, cuando las huelo, siento algo raro en mi colita… algo rico

    Tras escuchar eso, siento que mi vagina tiene un espasmo y se moja notablemente. Oficialmente, estoy excitada, y mucho. Mientras sumo mi mirada en mi monitor, afino mis oídos para seguir escuchando, al tiempo que aprieto mis muslos, porque mi excitación es mucha.

    – Ya te dije que dejes eso, y espérame aquí que tengo que ir a la sala de juntas. Te veo para comer en una hora. Y ya deja esas cosas ¿de acuerdo? Si no, no va a ver fiesta.

    – Está bien mami… nos vemos al rato.

    Tras esto, la madre se pone de pie y se retira. La observo mientras se aleja, observando su voluptuosa figura, contoneándo sus caderas mientras camina.

    Melanie sigue jugando en la computadora. Está a dos máquinas de distancia. Estamos solas en ese cuarto. Volteo a verla, y ella voltea y me sonríe. Hago lo mismo, y la saludo, tratando de ocultar mi nerviosismo.

    – Hola. Melanie, ¿verdad?

    – sí, y tú cómo te llamas?

    – C… Carolina Respondo con la boca seca, como llena de algodón. Tratando de sacar algún tipo de conversación más… interesante, le pregunto:

    – ¿Y va a ser tu cumpleaños pronto, Mel?

    – Sí, el próximo mes, el 27. Voy a cumplir 7 años!

    La edad que calculé fue la correcta. Queriendo tener una plática más sexy le interrogo sobre los panties.

    – oí que de regalo quieres… unos panties usados verdad? Por qué?

    Mirándome tímidamente, me contesta, sonrojada:

    – es que… yo… no le vayas a decir a nadie eh?… pero es que me gusta oler los panties usados de mujeres. Es que una vez fui a casa de mi amiga Ana, y fui al baño y su mamá que es muy bonita dejó sus panties allí, y estaban usadas. Eran unos panties negros como de encaje. Y los ví y no se por qué se me ocurrió olerlos y me gustó el olor, además de que en mi colita sentí rico no sé por qué.

    Nerviosa como nunca, le continúo preguntando:

    – ¿y haces eso muy a menudo?

    – a veces, sobre todo con la ropa de mi mami o mi hermana, pero casi siempre la esconden o la llevan luego luego a la lavandería.

    – ¿y te gustan todas las panties?

    – no, sólo la de las mujeres bonitas, o también niñas. Es que una vez ví en internet unas fotos de unas modelos de ropa interior y me gustó mucho verlas, y las ví mucho tiempo, y sus pantaletas se me hacían muy lindas, pero vino mi mami y me regañó y me dijo que no debía ver esas cosas. Eran unas modelos muy bonitas.

    Casí mordiéndome el labio, le pregunto:

    – ¿bonitas? ¿Y las panties que le pediste a tu mamá son de mujeres bonitas?

    – sí, todas ellas son muy bonitas. Parecen modelos.

    Mirándome de arriba a abajo, agrega sonriendo:

    – ¡tú también eres muy bonita como modelo de ropa interior!

    ¿Modelo, yo? Nahh… Es decir, soy algo alta (170 cm), mi cara es linda, mi cabello a los hombros… pero… mi busto es bastante grande, copa E (herencia de mi madre), y aunque tengo una cinturita y un vientre plano, mis caderas son muy anchas y mis nalgas, bueno, bastante generosas (eso sí, sin celulitis). Más que cuerpo de modelo yo diría que es de actriz porno. Pero no por eso dejé de sentirme menos halagada por su comentario.

    – ¿de veras te parezco bonita?

    Pregunto, con una evidente emoción en mi voz

    – sí, es más, en la alberca creí que eras la mujer más bonita de allí

    – ¿me viste en la alberca?

    – sí, ¿a poco no te acuerdas que te saludé?

    Así que sí recordó que me vió en la alberca. Me sentí orgullosa, me sentí… feliz. En eso, se acerca a mí sacando algo de su bolso. Era un teléfono celular. Bastante costoso, contra agua, contra polvo, con cámara… un gadget muy sofisticado y caro para una niña de 6 años. Comienza a cambiarle la tarjeta de memoria.

    – es más, mira, te voy a enseñar algo pero no le digas a mi mami, y no te vayas a enojar por favor…

    – te lo prometo… ¿qué ocurre?

    – es que te tomé unas fotos en la alberca…

    – ¿en serio? ¿Y por eso no quieres que le diga a tu mamá?

    – sí, porque ella a veces me revisa el teléfono y si ve fotos de una mujer en traje de baño me va a castigar

    Tomo su teléfono y comienzo a ver las fotos. Ella me mira, nerviosa, pero emocionada. La primera foto está algo movida, soy yo de cuerpo entero, de pie junto al camastro. Otra foto, más clara, soy yo acostada, otras en la alberca, y llego a una que me llama poderosamente la atención. Es un acercamiento a mi trasero, y estoy, como dicen vulgarmente, “comiéndome” el bikini. La volteo a ver a los ojos, ella me ve y pregunta, temerosa:

    – ¿estás enojada porque te tomé esta foto?

    – no… no realmente, sólo que me sorprendió…

    – se te ve muy bien tu cuerpo en esa foto, por eso te la tomé. Y éstas otras también…

    Diciendo ésto, me enseña unas fotos de mi busto (mi pezón se alcanzaba a apreciar a través de la tela del bikini) y otra de mi zona pélvica, donde se veía claramente mi corte brasileño.

    Me sentía más y más mojada, al grado de empapar por completo mi tanga negra. Le entrego el aparato a Melanie.

    – ¿Te gustaron?

    Me pregunta.

    – sí, son muy lindas… muy lindas

    – ¿puedo quedármelas Caro?

    – sí, si, claro…

    Tras un rato de silencio, me pregunta:

    – ¿cuánto tiempo vas a estar en el hotel Caro?

    – 5 noches, ¿y tú?

    – también. Vine con mi mami a un viaje de negocios. ¿Y tú vienes sola?

    – sí, vine sola, a relajarme un poco.

    Mirando hacia el suelo, balanceando sus piernas, me pregunta:

    – Caro, ¿me puedes dar tu número de teléfono? Para platicar y que no estés tan sola y yo tampoco…

    Nunca antes me sentí tan emocionada porque alguien me pidiera mi número. De hecho, había mantenido apagado mi teléfono desde que llegué, pero ese era un gran motivo para encenderlo, cosa que hago en el momento.

    – Por supuesto, es el… mmm… permíteme… es el 55 6693452

    Ella lo anota en su teléfono, y me marca. Su número aparece en la pantalla de mi aparato.

    – ¡y ese es mi número!

    Para ese momento estaba tan excitada como nunca en mi vida. Decidí hacer algo un tanto peligroso.

    – Mel, te voy a dar algo prestado, al ratito que me veas me lo devuelves ¿sale?

    – ¿Sí, que es?

    – y tampoco le digas anda a tu mami ¿de acuerdo?

    – ¡de acuerdo!

    Miro a los lados cerciorándome de que no halla nadie alrededor. Me inclino sobre la silla y rápidamente me quito la tanga metiendo la mano debajo de mi vestido. De prisa la cubro entre mis manos y se la entrego a Melanie, quien me observa con los ojos abiertos, sorprendida. Estirando sus manitas, toma mi mojada prenda.

    – ¡está muy mojada..!

    Dice susurrando al tiempo que la guarda en su bolso.

    – ¿por qué está tan mojada Caro? ¿Hiciste pis?

    – no, no es pis… luego te explico ¿sale?

    – Está bien… muchas gracias, luego te la devuelvo… ehhh…

    En eso suena su teléfono, acelerando aún más mi ya taquicárdico corazón.

    – Es mi mami… ¿bueno? Sí, aquí estaba platicando con una señora…

    ¿Señora?, bueno, creo que ya tengo edad para pasar como tal.

    – sí, ya voy, nos vemos ahorita mami… adiós.

    – ya me voy Caro, te veo luego para darte tu ya sábes qué… adiós!

    – Adiós Mel!

    La niña sale casi corriendo del cuarto, sujetando fuertemente su bolso, como quien lleva algo muy valioso. Suspiro, y decido que es hora de ir a comer también, pero primero tengo que ir a ponerme algo de ropa interior a mi habitación.

    Mientras me pongo otra pantaleta, pienso en las posibles consecuencias de lo que hice. ¿Se dará cuenta su madre? ¿Qué pasaría si así fuere?. Y sobre todo, me pregunto sobre mis verdaderas intenciones con esa niña. No dejo de pensar en esa pequeña y en lo mucho que me excitó el sólo conversar con ella. ¿Qué es lo que realmente espero de ella? ¿sexo?… ¿qué piensa ella de mí? Es decir, hoy muchos niños (gracias a la maldita TV e internet con artículos alarmistas y pseudocientíficos) están conscientes del abuso infantil y de los pederastas y pedófilos. Yo nunca me he visto como una pedófila, pero esa niña, de veras me movió el piso. Además, abusar de ella es algo que nunca haría. Me gustaría, honestamente, tener contacto físico más íntimo con ella, pero sin lastimarla ni hacer nada que ella no quiera. Pero eso sí, si ella quiere, llegar hasta donde me sea posible.

    Llego al restaurante, tomo mi plato y escojo mis alimentos. Oigo a lo lejos una voz que hace que mi corazón palpite fuertemente de emoción. Es Melanie, platicando con su madre, alegremente. Parece que todo está bien, todo normal. Me quedo viéndola un momento, de espaldas a su madre, quien no se percata de mi presencia. La niña me ve, se sonroja y sonríe timidamente. Su rubicundez era tal que la madre le preguntó qué le pasaba, a lo que la niña respondió con un “nada”. Tras comer voy a la alberca. Eran alrededor de las tres. Me puse un sexy bikini y me recosté junto a la piscina familiar. Realmente esperaba que llegara Mel. Pero no la ví. Tras un buen rato, decido ir a asomarme al snack bar, y a la playa, pero nada. Un tanto desilusionada, me recuesto en un camastro en la playa, viendo al mar azul, azul como los ojos de mi hermosa pequeña. Nunca me había sentido así, ni mucho menos en tan poco tiempo. Me sentía un poco tonta sintiéndome como una adolescente enamorada, y sobre todo por una niña tan pequeña. En eso, escucho que llega un mensaje a mi teléfono. Creí que era del trabajo, o quizá Dora. Sin mucho entusiasmo, tomo mi teléfono. Era un mensaje de Mel. Me había olvidado que le dí mi teléfono y yo tenía el de ella. Leí, con el corazón a mil por hora, su mensaje, el cual decía:

    “Hola Caro salí de paseo con mi mami espero estés bien en el cuarto fui al baño con tu panti estaba muy mojada todavía y olía muy rico y tamién la probé y tenías razón no es pis es otra cosa que también sabía rico hasta mi colita se mojó y sentí raro hasta me toqué un poco pero mi mami tocó la puerta y tuve que salir al rato de devuelvo tu panti tqm”

    Eso fue todo. Fue mi límite. Tomé mis cosas, fui de prisa al cuarto, me desnudé y comenzé a masturbarme. No podía creer lo mojada que estaba. Estaba literalmente escurriendo, bastaron sólo unas cuantas caricias en mis labios y mi clítoris para tener mi primer orgasmo. Pensaba en Mel. La imaginaba oliendo y lamiendo mi húmeda tanga. Me la imaginaba oliendo y lamiendo mi húmeda vulva. Le la imaginaba entre mis brazos, acariciando su plano pecho, sus deliciosas nalgas y su virginal vulva. Me vine otra vez, y luego otra, y otra más, y otra más. Quedé exhausta. Las sábanas quedaron sumamente mojadas de mis fluidos. Me bañé y me vestí nuevamente. Me recosté en la hamaca del balcón, pensando en Mel. Tomé el teléfono. Quería llamarla. Pero no tuve el valor, no sabía si estaba con su madre. Quedé dormida unos minutos. Me despertó otro mensaje, de Mel. Decía simplemente:

    “ya regresé me muero por verte tqm”

    Como adolescente emocionada para ir a ver al chico más popular de la prepa, me arreglo, me maquillo, incluso me perfumé, y bajo al restaurante a cenar.

    Al llegar, casi no disimulo el que estoy buscando a alguien. Entonces, la veo llegar por la escalera, junto con su madre. Mi corazón (y mi vagina) palpitan. Se ve hermosa, con su cabello suelto, una blusita rosada y una falda holgada, blanca. Para mi sorpresa, se sientan en la mesa de junto. Trato de disimular mi emoción. Mel también se ve visiblemente excitada, con sus mejillas rojas y una sonrisa tímida. Su madre me queda de espaldas y ella de frente, así que puedo disfrutar de su rostro sin problemas.

    Aunque su madre despedía un delicioso aroma a perfume y su ceñido conjunto perla le resaltaba su voluptuosa figura, yo sólo veía a su hija de 6 años. Su madre se retira al baño unos minutos, caminando con su particular contoneo y atrayendo las miradas de los excitados varones y de las envidiosas damas. Mel cambia de asiento quedando más cerca de mí, y sacando algo de su bolso, me lo da entre sus manitas:

    – aquí están tus panties

    me dice susurrando.

    Niego con la cabeza y le digo.

    – No. Mejor quédatelas, son mi regalo de cumpleaños para tí.

    – En serio? genial!

    Guarda mi ya seca tanga en su bolso, y me dice:

    – te extrañé mucho Caro.

    – Y yo a tí princesa.

    – Mañana vamos a jugar en la alberca juntas sí? Mi madre tiene junta a esas horas y yo estoy solita toda la mañana.

    – de acuerdo, a qué hora te veo?

    – mmm… no sé, la junta de mi madre es a las 9, entonces yo creo que a esa hora está bien, pues mi mami y yo desayunamos muy temprano, hasta me enojo porque digo, entonces para que vinimos de vacaciones si me voy a despertar temprano?

    No puedo evitar reírme de su inocencia y franqueza. En eso, mi mano, casi por su cuenta, se acerca a su cara y le acaricia su mejilla y su cabello. Ella cierra sus ojitos. Un plato se cae a lo lejos y reaccionamos. Ella sonríe y vuelve a su silla, y yo retomo mi posición. Su madre llega tras un momento y luego se van las dos, con Mel viéndome y sonriéndome mientras se alejan.


    Continuará

    La inquilina, relato erótico de cazzique en blogSDPA.com

    La inquilina, Parte 01 (de Cazzique)

    8 de enero de 2025 en Jovencitas, Relatos SDPA

    Esta publicación es la parte 1 de un total de 5 publicadas de la serie La inquilina

    Ya me debía dos meses de renta la señora del trece, me dirigí entonces a la dirección en donde alquilo los departamentos y directamente llegué hasta dicho número, toqué la puerta no muy prepotentemente y nadie abrió, al parecer no se escuchaba ningún sonido dentro por lo que supuse nadie se encontraría. Estaba justamente a punto de retirarme cuando entró en la vecindad una joven delgada y alta como de unos catorce años. La miré mientras avanzaba por el pasillo y se detuvo justamente delante del departamento señalado.

    La jovencita sacó una llave y entró, enseguida me fui detrás de ella y nuevamente volví a tocar a la puerta, la juvenil figura de la chiquilla se dibujó en el marco de la puerta mirándome extrañada durante algunos segundos. Posiblemente impresionada al no conocerme me examinó por algunos segundos; yo soy una persona alta, de complexión robusta, cabello oscuro y tengo cuarenta y siete años ya cumplidos.

    – ¿Sí? – preguntó ella.

    – ¡Hola, nena!... ¿Se encontrará tu mamá?

    – No, se fue a trabajar... Regresa hasta la noche. – dijo mientras comenzaba a cerrar.

    – ¡Oye, espera! – dije colocando la mano sobre la puerta de metal.

    – ¡Dígame! – dijo deteniéndose.

    – Mira, es que vengo a cobrar la renta... ¿No te dejó nada tu mamá?

    – ¡Mmm!... Bueno, sí... Mamá me dijo que la aguante un poco más. – dijo la chiquilla poniéndose colorada. – Qué ya pronto le va a juntar el dinero.

    Me le quedé mirando a la pequeña mientras decía esto, se notaba en su rostro la pena de decírmelo, justo esas situaciones que uno nunca espera que lleguen y luego finalmente se quedó con la mirada en el suelo y recargada contra el filo de la puerta metálica. Esos instantes los aproveché para mirarla detenidamente.

    La nena era alta, de cuerpo delgadito, cara hermosa con sus cejas bien delineadas, ojos oscuros y cabello azabache largo por debajo del hombro y medio ondulado. Bajando un poco más se apreciaba su piel morena clara muy suave, traía puesta una playerita amarilla sin mangas solo con tirantes y sus hombros asomaban delicados y suaves; bajando un poco más noté unas par de hermosas tetas, la pequeña no traía brasier y se marcaban en la tela sus pezones casi a la perfección, hasta me pareció estárselas viendo en vivo. Continué bajando la mirada notando su plano vientre y descubrí unas anchas caderas, ya era toda una mujercita. Traía además una minifalda gris de esas tipo militar cómo camufladas y debajo se podían apreciar sus firmes piernas de piel morena. Estaba calzada por huaraches pues por acá hace mucho calor y es lo que comúnmente se usa cuando uno esta en casa.

    Yo continué parado en la puerta pensativo y observando a la hermosa pequeñita que seguía con la cabeza agachada y mirándose los pies. Noté cómo en mi entrepierna se comenzaba a formar una potente erección mirando directamente los pequeños senos en formación de la jovencita y mi mente comenzó a trabajar rápidamente, pero la verdad es que no me atrevía a hacer nada que pudiera comprometerme en esas circunstancias pues me encontraba en una vecindad en donde había muchos vecinos que podrán estar observando. Saqué de mi portafolios un papel y torpemente comencé a hacer que escribía sujetando muy malamente el portafolios a modo de mesa, la chiquilla me observaba atenta y hasta un poco divertida por las maniobras qué estaba realizando, tras algunos fallidos intentos le pedí de favor que si me dejaba entrar para recargarme en una mesa o algo parecido, la chiquilla me observó algunos segundos y tras pensárselo un poco abrió la puerta del departamento haciéndose hacia un lado. Ingresé y echando una rápida mirada vi en una de las paredes una mesa con dos sillas.

    – ¿Puedo sentarme? – pregunté mirando a la nena.

    – Sí, adelante.

    La chiquilla se acercó a la otra silla después de haber cerrado la puerta y miró que estaba escribiendo, era una nota para su madre informándole de mi presencia en el departamento sin haberla encontrado. Al terminar la doble bien y la metí en un sobre. Alargué el sobre por la mesa hasta la chiquilla que me miraba.

    – ¿Se la podrías entregar a tu mamá?

    – Sí...

    – ¿Oye te puedo hacer una pregunta?

    – ¡Dígame!

    – ¿Tú le ayudas a tu mamá en algo?... ¿Me refiero a si trabajas o algo así?

    – No. – dijo ella después de pensarlo unos segundos. – La verdad es que mamá me iba a meter a trabajar en donde ella, pero finamente algo pasó y no la dejaron que yo entrara allí.

    – ¡Ah!... ¿Ósea que si ibas a trabajar?

    – Sí, es que la verdad con lo que gana mamá a veces ni para comer nos alcanza.

    – ¡Oh!... Ya entiendo... ¿Y dime algo?... ¿Tu estarías dispuesta a ayudarle a tu mamá?

    – ¡Sí, claro!

    – Pero me refiero a... Bueno... A ver, te explico... ¿Estarías dispuesta a ayudar a tu mamá sin que ella se dé cuenta?

    – ¿Cómo? – preguntó ella extrañada.

    – Mmm... No sé como explicártelo... Mira... Vamos a hacer algo... ¡Si tú me ayudas a mí!... Yo podría dejar de cobrarles la renta. – La chiquilla me miraba extrañada y más confundida aún.

    – ¡No entiendo! – dijo.

    – Mira... – me puse muy nervioso. – Si tú haces algunas cosas para mí, yo podría dejar de cobrarles la renta y tendrían más dinero... ¡Pero nadie tendría que saberlo!... ¿Entiendes?

    La jovencita se quedó pensativa por algunos minutos mirando únicamente la carta que tenía en las manos y posiblemente sopesando la situación, seguramente había entendido perfectamente de qué le estaba yo hablando.

    – No sé... Tendría que pensarlo. – dijo finalmente un tanto insegura.

    – La decisión es tuya... – dije ya más confiado y seguro de que era una posibilidad que no podría ella rechazar. – Pero necesito que me contestes ahora... Hay otra chica que está por decidir y puede ser ella o tú, dejo la decisión en tus manos.

    – No sé... Es qué... Bueno, me da un poco de miedo...

    – No tienes nada que temer... Yo sé como hacer estas cosas y te voy a tratar bien... A demás piensa en todos los beneficios para ti y para tú mamá... Todo el dinero que gana sería únicamente para las dos... ¿No crees que eso sea algo bueno?

    – Pues sí... Pero...

    – Vamos, piénsalo qué ya me tengo que ir... ¿Lo aceptas o no?

    – ¡Está bien!

    – Veras que no te arrepientes.

    Me levanté y caminé hasta quedar frente a ella.

    – ¡Mira vamos a hacer algo para comenzar!

    Tomé mi portafolios y saqué de él una revista porno que traía siempre para los ratos de ocio, las manos me temblaban y miré que ella también se puso nerviosa. Me encaminé hasta un sofá medio roído que se encontraba al otro lado de la sala lejos de la ventana y le pedí a la chiquilla que cerrara la cortina y se sentara a mi lado.

    La chiquilla obedeció y tras cerrar las cortinas se acercó hasta donde yo me encontraba sentándose a mi lado. Me pegué bien a ella y abrí la revista en donde por el momento nada sucedía, solamente una pareja sentada en una sala. Con forme íbamos hojeando la revista noté que mi pequeña inquilina se sentía un tanto incomoda, pero continuó mirando.

    – Nunca habías visto una de estas... ¿Verdad?

    – ¡No!

    – ¿Y que te parece?

    La chiquilla no contestó únicamente se quedó pensativa, para comenzar a calentar más las cosas puse una de mis manos en uno de sus desnudos muslos pues la minifalda se le había subido hasta dejarlas bien a la vista. Ella se puso nerviosa pero me dejó continuar con la mano allí.

    Ahora se veía a la chica mientras que se metía en su boca la gruesa y larga barra del individuo y mi compañerita se sonrojaba ligeramente. Mi mano subió lentamente hasta llegarle muy cerca de su entrepierna y acaricié esa zona delicadamente sintiendo cómo su piel se iba erizando.

    – ¿Te gustaría hacer eso?

    – ¡Nooo! – dijo quedamente sonrojándose más.

    – ¿Por qué no?

    – No sé...

    – Lo qué pasa es que nunca lo has probado y crees que eso está mal... Pero te aseguro que ya que lo pruebes te va a gustar mucho.

    La chiquilla se ruborizó todavía más y despegó de la revista los ojos. Yo por el contrario continué sobando su entrepierna y llegué a rozar sus bragas sintiendo que su cuerpo vibraba levemente. Dejé la revista sobre la mesita que teníamos al frente y recosté ligeramente a la niña que ya no decía nada y continué sobándole los muslos pero esta vez acariciando de vez en vez las bragas de color rosa que ella traía puestas. El olor que su cuerpo despedía encendía mucho más mi pasión y ya entre mis piernas se notaba un gran bulto formado por mi aprisionado pene que pugnaba por salir. Con la mano que tenía libre sujeté la manita de la chiquilla y la llevé sin mucha resistencia por su parte hasta mi endurecido garrote. La ice que comenzara a sobarlo levemente sobre la tela del pantalón y ella fue muy receptiva en esos instantes y rápidamente lo comenzó a hacer solita.

    Para esos momentos yo ya restregaba mis dedos sobre la tela de las bragas sepultando levemente la misma en su rajada que ya se comenzaba a humedecer ligeramente. La chiquilla cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones que invadían su cuerpo. Le abrí un poco más sus piernas para poder trabajar mejor y levanté su minifalda todavía más apreciando lo hermoso de su entrepierna todavía con las bragas puestas. Cuando hice esto ella apretó un poco más su mano sobre el bulto de mi entrepierna y sentí un poco de dolor pues me lastimaba la tela del pantalón.

    – ¡Espera! – dije.

    Desabroché mi cinturón y poco después el botón de la cintura, levanté mis caderas y bajé mis pantalones hasta los muslos. Bajé también el calzón y dejé al descubierto mi grueso y largo tronco cabezón. Ella lo miró tímidamente y apartó la mirada de mi entre pierna.

    – ¡No seas tímida!... Míralo, tócalo...

    Tomé nuevamente su mano pero esta vez la puse directamente sobre mi tronco. Ella apretó sus dedos alrededor y miró no muy convencida en donde tenía la mano. Le pedí que moviera su mano arriba y abajo y ella lo comenzó a hacer lentamente. Eran movimientos torpes pero sumamenteexcitantes y la tuve que detener o de lo contrario terminaría viniéndome antes de tiempo. Medio levanté mi cuerpo y acomodé a la chiquilla recargándola contra el brazo del sillón y dejándola semi-recostada, sus piernas quedaron apuntando contra las mías y se las acaricié lentamente desde sus rodillas hasta sus caderas. Metí las manos por debajo de la minifalda pasando por detrás de sus nalgas, ella volvió a cerrar los ojos y la cabeza la echó hacia atrás. Jalé las bragas con los dedos y fui dejando desnuda su vagina, apenas tenía algunos vellos que comenzaban a darle forma a un delicioso triangulillo que se dibujaba tenuemente en su vientre. Ella por instinto apretó las piernas impidiendo que bajara más las bragas pero un poco después yo se las separaba más para bajar las bragas hasta sus rodillas.

    Metí mi mano entre sus muslos y acaricié la vulva qué estaba sumamente caliente, mis dedos se pasearon arriba y abajo a lo largo de los hinchados labios vaginales de la chiquilla y ella al sentir esa caricia, apretó su labio superior contra el inferior. Con su rostro enrojecido la jovencita levantó la cara para mirar qué era lo que le estaba haciendo. Y abrió sus bellos ojos negros. Atenta observó cómo mi mano se movía arriba y abajo entre sus muslos y abrió ligeramente la boca, yo la observaba atentamente descubriendo que la niña se comenzaba a excitar. Su pecho subía y bajaba rápidamente tratando de jalar la mayor cantidad de aire posible. Levemente comencé a meter un poco más mi dedo medio entre los pliegues vaginales y ella al sentirme gimió levemente. Lentamente las piernas de la hermosa chiquilla se fueron aflojando y me dejaron trabajar más libremente, los labios también se aflojaron un poco y mi dedo comenzó a rozar todavía más profundamente pero sin meterlo en el agujero. Su clítoris también se comenzó a inflamar y mi dedo lo comenzó a rozar una y otra vez. 

    La respiración de mi joven inquilina se hizo más difícil cada vez y tuvo que jalar el aire por la boca. Y a la vez sus gemidos se hicieron más largos y excitantes. Pronto su cabeza cayó hacia tras dejando su hermoso cabello ondulado moverse libremente. Las piernas se abrieron todavía más las bragas se estiraron a su máximo todavía en las rodillas de la chiquilla, el olor a sexo comenzó a invadir la habitación y de entre sus pliegues comenzó a salir un hilillo de caliente jugo vaginal.

    – ¡Ahhh! – gimió ella arqueando su espalda. Sí, mi joven amiga estaba llegando al primer orgasmo de su vida. Mis dedos siguieron moviéndose hasta que la pequeña jovencita quedó desfallecida sobre el sillón y aún respirando rápidamente. 

    – ¡Te dije que te iba a gustar!

    La niña no respondió, se quedó así con las piernas abiertas dejando que mi mano siguiera moviéndose libremente sobre su vulva.

    Tras algunos minutos la nena se fue reponiendo e incrédula fue levantando la cabeza, se me quedó mirando algunos segundos y luego apuntó la mirada a su entrepierna viendo como mi mano seguía allí, sobando sus partes íntimas.

    – ¿Qué?... ¿Qué fue eso?... - - preguntó entrecortadamente.

    – ¡Tuviste un orgasmo!... ¿Te gustó verdad?...

    La niña no respondió, únicamente movió la cabeza muy levemente aceptando que la caricia le había gustado y mucho más lo que había sentido.

    – ¿Quieres sentirlo de nuevo? – pregunté ansioso.

    – ¡Sí! – dijo ella casi imperceptiblemente.

    Me levanté del sillón con la verga completamente tiesa y la hice recostarse completa en él, le quité las bragas y levanté su falda hasta dejarla sobre su cintura. Esta vez ella solita abrió las piernas y mis dedos no tardaron en recorrer los dos húmedos y tibios labios vaginales. Esta vez metí levemente uno de mis dedos dentro de su conchita cerradita todavía. Tras mirar que el jugo comenzaba a regarse por su conchita me acomodé y apliqué sobre su vagina mis labios y lengua. La chiquilla abrió los ojos y levantó la cabeza para mirar lo qué le estaba haciendo y su respiración se agitó enseguida. Llevé una de mis manos hasta su pecho y acaricié por encima de la tela amarilla de su playera. La masita de carne estaba firme y el pezón comenzó a erguirse ante los manoseos que le daba.

    La pequeña no tardó demasiado tiempo en comenzar a venirse, sus gemidos se incrementaron y el sudor en su cuerpo fue en aumento, finalmente sentí que la vagina se contraía contra mi dedo que estaba metido solamente hasta la mitad mientras que le chupaba el clítoris. Continué atacando su erguido botoncito y cuando ella se terminó de venir fui a su agujero para meter profundamente mi lengua y extraer lo más posible de esos deliciosos jugos. Mi boca estaba en su gruta cuando ella levantó la cara para mirarme de nuevo, en sus ojos se reflejaba lo mucho que había gozado nuevamente con este orgasmo. Levanté los ojos para mirarla y ella me sonrió coquetamente. Estaba caliente al máximo la chamaquita y se le notaba en su enrojecido rostro. Sin levantarme de su entrepierna le dije que ahora era su turno y ella se me quedó mirando sin comprenderme bien.

    Me levanté con la verga erguida al máximo e hice a la niña sentarse, apunté mi verga a su cara y ella entendió de qué se trataba. Con un poco de asco o miedo la nena acercó su boca a mi glande y besó levemente la punta.

    – Métetelo... – dije.

    La pequeña abrió su boca y lo metió pero sin tocarlo con los labios ni la lengua.

    – Ahora cierra tu boquita... No lo muerdas, solo chúpalo como si fuese una paletita.

    La niña comenzó a hacer lo que le estaba diciendo y poco a poco fue haciéndome una deliciosa felación que se comenzaba a prolongar ya algunos minutos. Yo sujetaba su cabellera oscura y ondulada empujándole cada vez más verga al interior de su boquita. La naturaleza de esta nena era la de ser caliente y pronto lo comenzó a demostrar pues su boca ahora hacía las cosas por su cuenta y además lo hacía deliciosamente.

    – Dentro de poquito me voy a venir. – dije. – Me va a salir lechita de mi pito... ¡Quiero que te la tragues toda y no la desperdicies! 

    La chiquilla seguía mamándome y solamente meneó la cabeza en señal de que había entendido, me agaché para sobarle las tetas qué aún no había podido ver directamente. Tenía los pezones completamente erectos y se los pellizqué ligeramente apretándolos entre mis dedos. La nena seguía a una misma velocidad metiendo y sacando de su deliciosa boca mi erecto pene. Comencé a experimentar las primeras contracciones en mi miembro y dejé las tetas de la chiquilla para sujetar su cabeza. Le empujé mi garrote un poco más y enseguida comencé a soltar mi semen dentro de su boca.

    Sorprendida la pequeña se trató de echar hacia atrás pero yo lo esperaba y la sujeté con fuerza arrojando hasta la última gota de mi venida en lo más profundo de su garganta, finalmente como pudo la chiquilla se logró zafar de mis manos y jaló todo el aire qué le estaba faltando. Enseguida comenzó a toser reclinando el cuerpo al frente, yo me hinqué con ella golpeando ligeramente su espalda y le mire la barbilla repleta con mi semen que escurría del interior de la boca. Algunas gotas de la leche cayeron sobre su playera notándose enseguida un tono más marcado de amarillo.

    – ¡Te dije qué no desperdiciaras mi leche! – le recriminé.

    – No, no, no lo esperaba así. – dijo ella entrecortadamente entre tosidos.

    – No te preocupes... es la primera vez y lo has hecho muy bien.

    – ¡Sabe raro, su cosa!

    – ¿No te gustó el sabor de la leche? – pregunté.

    – ¡No, sé!... es fuerte, ¿no?

    – Solo es cuestión de que te acostumbres, por lo pronto creo que lo haz

    echo muy bien... Tenemos que seguirlo intentando.

    – ¡Sí! – dijo ella después de unos segundos de silencio.

    – Veraz que pronto les va a ir mejor a ti y a tu mamá.

    – ¿Y que va a pasar después de esto?

    – No tengas miedo, voy a seguir visitándote durantes la semana y juntos vamos a aprender muchas cosas ricas... Dame la carta que te di para tú madre... – Rompí la carta frente a la chiquilla. – Te has ganado tu primera renta, si sigues siendo buena quizás te traiga hasta algunos regalitos... ¿Quieres que siga viniendo?

    – ¡Sí! – dijo ella satisfecha del trato.

    Nos pusimos de pie y acerqué a la pequeña atrayéndola por la cintura, me agaché para besarla en los labios y ella se dejó. Lamí el semen que tenía en la barbilla y luego volvía besarla metiéndole mi lengua dentro.

    – ¡Oye!... ¿Se me olvidó preguntarte tú nombre?

    – ¡Palma!

    – ¡Qué lindo nombre!... ¿Qué significa?

    – Victoria, es latín... ¿Y tú?

    – ¡Gualberto!... pero no me preguntes que significa porque no sé.

    – Yo te lo averiguó luego en el Internet... A veces voy al cyber de acá al lado.

    – A qué bien, te lo agradezco. – dije sobándole las nalgas por debajo de la mini.

    Me levanté el pantalón y los calzones y ella comenzó a ponerse las bragas que le había quitado. Todavía platicamos unos minutos más en el sofá donde la estuve acariciando nuevamente y después nos despedimos quedando de vernos dentro de tres días.


    Continuará

    La experiencia de mi hija Amy, relato erótico en blogSDPA.com

    La experiencia de mi hija Amy, Parte 04 (de Melkor)

    8 de enero de 2025 en Incesto, Relatos SDPA, Jovencitas

    Esta publicación es la parte 4 de un total de 20 publicadas de la serie La experiencia de mi hija Amy

    El olor a tocino cocido me despertó a la mañana siguiente. Sentí que había tenido el sueño más extraño en el que Amy era atacada por un gran perro gris. Luego cambió de forma y se transformó en su madre April y luego salió a cenar.

    Me puse unos pantalones cortos y una camiseta, después de todo era sábado, y me dirigí al baño. Todavía me sentía mareado cuando entré al baño para afeitarme y cepillarme los dientes cuando vi el bikini de Amy del día anterior tirado en el suelo del baño junto a un charco seco de... algo, ahora amarillento.

    Todos los acontecimientos del día anterior volvieron a mi mente en un instante. No había sido un sueño. Mi pequeña niña había sido follada por un perro y luego habíamos salido a cenar. No podía creer hasta qué punto había llegado a la perversión. El único consuelo era que, al parecer, mi propia niña había seguido mi ejemplo voluntariamente, aunque no con entusiasmo.

    Aun así, sentía cierta culpa por mi incapacidad para detener el ataque de mi pequeña Amy. No estaba muy seguro de si ella también podría arrepentirse después de lo que pasó. Realmente no me sorprendería que se sintiera un poco molesta por mi incapacidad para evitar su terriblemente dolorosa experiencia.

    Me dirigí silenciosamente a la cocina, con la esperanza de tener una idea de lo que me esperaba. En realidad, estaba preparado para que ella se sintiera emocionalmente maltratada y molesta, cuando mi pequeña niña, que sonreía radiante, me sacó de mi ensimismamiento con un muy alegre "¡Buenos días, papá, veo que finalmente decidiste levantarte!". Me sorprendió que se las arreglara para estar tan alegre y aparentemente imperturbable ante los acontecimientos de ayer.

    Me di cuenta de que llevaba un vestido de verano claro y de colores brillantes y parecía mucho más enérgica de lo que creía posible mientras hacía ruido con la sartén en la estufa.

    —Buenos días, cariño, ¿dormiste bien anoche?—. Mi pregunta fue bastante sincera. Por extraño que suene, me preocupaba que pudiera haber sufrido pesadillas terribles o que se hubiera puesto rígida y hubiera estado extraordinariamente incómoda durante la noche.

    —Sí, lo hice, papi, aunque me costó un poco encontrar una posición en la que estuviera cómoda. Todavía me dolía un poco. Ah, y tuve que cambiar las sábanas, terminé goteando sobre ellas durante la noche. No dejes que me olvide de lavarlas. Me pregunto cuándo dejaré de liquear, aunque me gusta la sensación. ¿Quieres los huevos fritos o revueltos?

    Su naturalidad y su aceptación de los acontecimientos del día anterior me sorprendieron por algún motivo. Era como si esperara algún tipo de respuesta negativa. En cambio, esta mañana me encontré con una jovencita inusualmente alegre y vivaz. Era casi como su madre por la mañana después de una maravillosa ronda de buen sexo.

    Ese pensamiento me dejó perplejo. ¿Consideraría su experiencia de ayer como buen sexo? ¿Un perro? ¿Una experiencia tan dolorosa? Tuvo varios orgasmos intensos, pero ¿fue eso suficiente para calificar como "buen sexo"?

    De todas formas, su pregunta me tomó por sorpresa y me tomó un segundo encontrar una respuesta: —Revueltos, por favor... ¿Necesitas que traiga platos y cubiertos?

    —No, ya los tengo. Solo tienes que coger la tostada y untarla con mantequilla, y servir un poco de café. Los huevos están casi listos.

    Seguí su pedido con cierta extravagancia y dejé el café y las tostadas en la mesa justo cuando ella se acercaba con el tocino y los huevos. Ambos nos sentamos. Me di cuenta de que Amy se quedó sentada un poco cautelosamente quieta y comencé a comer. No hubo ninguna conversación hasta que casi terminamos y pensé que tal vez había juzgado mal la respuesta de Amy y que ella realmente estaba enojada conmigo.

    Amy dejó el tenedor después de terminar de comer los huevos y, sosteniendo la tostada en un extremo y la taza de café en el otro, preguntó alegremente: —Entonces, papá, ¿cuándo vamos de compras? Ayer me prometiste que podría comprar todo lo que quisiera en Victoria's Secret—. Ladeó un poco la cabeza y agregó: —Probablemente deberíamos comprar un cuenco para perros y algo de comida para cuando Loki regrese también, mientras estamos fuera. ¿Qué te parece?

    Su pregunta, la última en particular, hizo que me atragantara con el café y casi saliera por la nariz. Tosí y me atraganté tanto que Amy saltó de su asiento y se acercó a darme una palmadita en la espalda.

    —¿Estás bien papá?

    Me las arreglé para decir con voz entrecortada: —Estoy bien. El café se me fue por el camino equivocado—. Me las arreglé para dejar de toser y responder débilmente a su primera pregunta: —El centro comercial abre a las diez, así que, ¿en algún momento después de eso, tal vez después del almuerzo?—. Luego, después de recuperar el aliento, traté de responder con naturalidad a la segunda pregunta: —Sí, pasar por la tienda de mascotas de camino a casa probablemente sería una buena idea.

    —No, definitivamente quiero irme antes del almuerzo, justo cuando abren. Voy a subir a cambiar mis sábanas ahora. ¿Tienes algo que te gustaría que lave junto con mis sábanas? Si no, volveré pronto. Ah, preparé el desayuno. Te dejaré que lo limpies. —Sonrió con sorna mientras se dirigía a las escaleras.

    Mientras comencé a recoger los platos del desayuno, ella se detuvo en la entrada del comedor.

    —Oh, papá —levanté la vista justo a tiempo para oírla decir: «¡Sorpresa!» mientras levantaba el dobladillo delantero de su vestido de verano y me mostraba su coño desnudo de nuevo. Casi dejo caer los platos al ver eso.

    Lo sostuvo en alto el tiempo suficiente para que pudiera ver que su coño ya no estaba hinchado. Había vuelto a lo que supuse que era su apariencia juvenil natural, dos labios muy pequeños con un surco estrecho entre ellos y la pequeña protuberancia del capuchón de su clítoris en la parte superior. No podía creer lo mucho que ese pequeño coño se había estirado alrededor de la polla de perro de Loki el día anterior. Incluso vislumbré la parte de atrás de su vestido, donde todavía había una mancha húmeda por donde el semen de Loki todavía debía estar goteando.

    Después de haber tenido la oportunidad de observar sus encantos durante un buen rato, Amy se quitó el dobladillo y, con una risita traviesa, se dio la vuelta y se dirigió al piso de arriba. Me volví para terminar de lavar los platos mientras refunfuñaba algo sobre las dificultades que supone criar a una niña de doce años. Luego, agregué a ese pensamiento una sonrisa mental, especialmente a una que se folla a perros. Sorprendentemente, ese pensamiento adicional no me hizo sentir culpable por ser un pervertido enfermo.

    Amy estuvo dando saltos por toda la casa durante el resto de la mañana, haciendo nuestras tareas habituales de los sábados por la mañana, hasta que llegó la hora de salir de compras. Mi decreto de que usara bragas debajo del vestido se encontró con la excusa de que todavía le dolía allí. No le creí ni por un minuto después de todos los saltos que había dado por toda la casa. Me había dado cuenta de que solo actuaba como si le doliera cuando sabía que le estaba prestando atención.

    Ella aceptó a regañadientes y volvió a bajar. Le pedí que se levantara el vestido y lo comprobé para ver si llevaba una pequeña tanga de encaje azul con escote en T, que no tenía ni idea de dónde la había comprado. Probablemente el mismo pedido que le había hecho aquella noche para conseguir ese diminuto bikini blanco y el vestido de cóctel negro. Realmente debería haber prestado más atención a ese pedido.

    Amy sonrió con picardía mientras giraba en círculo para mostrar su ropa interior extremadamente traviesa. Suspiré y decidí que no valía la pena obligarla a cambiarla por otra cosa. La siguiente opción podría ser aún más escandalosa. Además, pensé que le quedaba bien.

    Una vez más, ese tipo de pensamiento no me molestaba. Nunca había pensado que me atrajeran las niñas prepúberes, pero cada vez me atraía más sexualmente mi hija de doce años. Sin embargo, a pesar de esa atracción, seguíamos manteniendo nuestros roles habituales de padre e hija. Me parecía bastante extraño.

    Nuestro viaje de compras al centro comercial fue un evento vertiginoso que preferiría olvidar. Amy me arrastró a la sección de lencería de Victoria's Secret a primera hora y la recorrió como un huracán de doce años. Me traía todo lo que le llamaba la atención para que lo examinara y juro que lo que más me hacía sonrojar era lo que ella ponía en la pila de cosas por comprar.

    Terminó con las cosas más sexys y de encaje que pudo encontrar: bragas de encaje diminutas, ligueros y medias, bodys de seda y otros artículos que ni siquiera sabía qué eran. No podía ni imaginarme lo que la dependienta pensaría de que trajera a una niña tan joven y le permitiera elegir la mayoría de lo que había elegido, pero no dijo ni una palabra al respecto. Simplemente registró las compras de Amy y nos dijo: "Gracias, vuelvan pronto".

    Luego, para colmo de males, Amy me hizo llevar todas sus bolsas mientras ella iba de tienda en tienda. Creo que se dio cuenta de que yo era incapaz de negarle nada ese día y lo aprovechó al máximo. Me alegré de que estuviera tan feliz y de que no se hubiera traumatizado por su terrible experiencia. Para ser honesto, parecía que, en cambio, se había sentido llena de energía.

    Amy logró convencerme de que almorzáramos en el patio de comidas y, cuando terminamos, dejamos todas sus bolsas en el auto y fuimos a la tienda de mascotas. Una vez dentro, Amy salió disparada hacia la sección de perros. Eligió cuencos de comida y agua, galletas y golosinas para perros, un collar y champú para perros. No podía decidirse por el tipo de comida para perros, así que terminamos con tres tipos diferentes.

    Durante todo el tiempo no paraba de parlotear sobre si a Loki le gustaría esto o tal vez más aquello. Fue una salida extremadamente extraña. Casi parecía que Loki ya estaba en casa esperándonos. La guinda del pastel fue cuando pasamos por una sección con varias camas para perros. Se las señalé y pensé que me moriría con su respuesta.

    —¡Papá, no necesitamos uno de esos, Loki va a dormir en MI cama!

    Finalmente, llegamos a la casa. Amy cogió todas sus bolsas y rápidamente las subió al piso de arriba. Mientras tanto, yo cogí todas las cosas de Loki y las llevé también. Me pareció casi gracioso que acabáramos de conseguir todas esas cosas para un perro que ayer había agredido sexualmente a mi hija y del que ni siquiera estaba seguro de si volvería. Ojalá fuera así. No podía soportar la idea de que Amy se descorazonara si no volvía a ver a Loki.

    Poco después de suponer que Amy había terminado de guardar sus nuevas cosas, la vi bajando las escaleras vistiendo ese escandaloso bikini blanco y cargando dos toallas.

    —Hace un día estupendo, papá. Ven a tomar el sol conmigo en el patio.

    Me pareció una idea maravillosa y subí corriendo las escaleras para ponerme mi propio bañador. Cogí mis gafas de sol, el último libro que estaba leyendo y, al salir, cogí un par de Coca-Colas de la cocina.

    Cuando salí, vi a Amy regresar de la verja. La había dejado abierta deliberadamente. Aún me parecía extraño, aunque muy excitante, que mi hija estuviera tan obsesionada con ese perro. La idea de que realmente hubiera causado tanta impresión me pareció divertida, casi me hizo reír a carcajadas.

    Ambos nos acomodamos en nuestras respectivas sillas, Amy se reclinó rápidamente y abrió su libro. Yo también me acomodé y abrí mi libro. Debido al ángulo de las sillas, pude mirar subrepticiamente y admirar su provocativo cuerpo prepúber con ese bikini escandalosamente escaso. Ya no podía negar que me había convertido en una especie de pedófilo que deseaba a las niñas pequeñas, o al menos a MI niña pequeña, y ni siquiera pensaba en sentirme culpable por ello.

    Me di cuenta de que le prestaba más atención a mi sexy hija que a mi libro. Las caderas de Amy se retorcían periódicamente, como si le costara ponerse cómoda. Después de unos cinco minutos, se inclinó hacia un lado y preguntó: —Papá, todavía me duele un poco el coño y me molesta el traje de baño. ¿Te importa si me lo quito?

    No estaba del todo convencido. Había estado corriendo toda la mañana, sentada en bancos, taburetes y en el asiento de cuero de un coche, luciendo esa tanga azul apenas más pequeña sin quejarse. Estaba seguro de que era solo una excusa para quitarse la ropa por completo.

    Pero ¿sabes qué? En realidad no me importó, así que decidí seguirle el juego.

    —Bueno... Como es incómodo, no veo problema. Adelante—. No creerías lo rápido que ese diminuto bikini desapareció del cuerpo núbil de mi hija y reapareció en la mesa junto a su tumbona.

    Su respuesta fue: —Gracias, papi, está mucho mejor—, mientras se estiraba, mostrando descaradamente su cuerpo desnudo pero muy sexy. Era una imagen muy erótica y me vi obligado a intentar ajustarme disimuladamente mientras sus provocaciones generaban la respuesta adecuada.

    A medida que avanzaba la tarde, me di cuenta de que no era el único que vigilaba algo en secreto. Noté que la mirada de Amy se detenía periódicamente en la puerta abierta. Solo esperaba que Loki reapareciera pronto, o creo que Amy estaría devastada. También fue en ese momento cuando noté que sus pechos jóvenes se habían vuelto de un tono rosado bastante alarmante.

    —¡Amy! ¿Olvidaste tu loción bronceadora?

    —¡Oh, no!—, fue su respuesta mientras recogía su bikini, su libro y su bebida y se apresuraba a entrar en la casa. La seguí, sacudiendo la cabeza, esperando que hubiera logrado evitar una verdadera quemadura solar. Ella ya se estaba untando crema de aloe vera cuando yo entré a la cocina.

    Ella me miró con una expresión muy abatida. Pensé que se debía a que se había dejado quemar por el sol. En cambio, dijo: —No volvió...—

    —Solo ha pasado un día, cariño. Dale una oportunidad. Estoy seguro de que aparecerá. Le pondré un cuenco y dejaré la puerta abierta esta noche. Estoy seguro de que eso lo traerá de vuelta.

    Su rostro se iluminó ante la idea y saltó hacia adelante con un abrazo.

    —Eso espero, papá. Gracias por ser tan comprensivo.

    Me deleité con la experiencia de tener a una ninfa desnuda abrazándome tan fuerte. La sensación de sus pequeños pechos contra mi estómago, su coño desnudo presionado contra mi muslo. No pude evitar pasar mis manos arriba y abajo por su espalda mientras apoyaba mi barbilla en su cabeza y olía ese limpio aroma de niña que emanaba de ella. Sin embargo, esa desnudez presionando contra mí resultó en una erección bastante rápida y dolorosa.

    Amy rápidamente se rió y comenzó a burlarse.

    —¡Tienes una carpa en tu pantalón!

    —¡Ya basta, zorra! —respondí, fingiendo ser severo—. ¡Será mejor que aprendas a comportarte o te haré cosquillas para que te sometas!

    Eso me valió una carcajada cuando rápidamente logró escapar de mis garras y correr hacia su habitación. Pero no antes de que yo pudiera darle un buen pellizco en una de sus suculentas nalgas.

    Me decepcionó un poco que subiera a ponerse algo de ropa. Para ser sincero, hubiera preferido que mi pequeña anduviera corriendo desnuda por la casa, aunque el aire acondicionado probablemente hubiera hecho que fuera una situación bastante fría. De hecho, me encontré debatiendo si debía subir el termostato.

    Sacudí la cabeza ante ese pensamiento y lo dejé a un lado mientras pensaba en el interés de Amy por ese perro callejero. Sinceramente, debo decir que todavía no comprendía del todo sus sentimientos por ese gran Weimaraner. Su presentación fue extremadamente brutal y dolorosa y él se había ido antes de que ella se recuperara. Aun así, era importante para ella, por lo que era importante para mí.

    Mis propios sentimientos eran inquietantemente comprensibles. Me pareció increíblemente erótico y sexy tener a mi propia hija de doce años montada por ese perro grande y verlo preñarla como su pequeña perra humana. Tenía la esperanza de que Loki regresara para poder ver que eso sucediera nuevamente. También lo quería de vuelta solo porque mi pequeña Amy lo quería de vuelta.

    Más tarde, durante la cena, noté que Amy había empezado a jugar con su comida y se mordía el labio inferior. Normalmente, solo se movía así cuando quería preguntarme algo, pero no sabía cómo o no estaba segura de mi respuesta. Decidí intentar ayudarla.

    —¿Qué te pasa, cariño? Te ves preocupada—, pregunté.

    —Umm, bueno, um... —Sus mejillas habían empezado a sonrojarse. Lo que fuera que quisiera preguntar, obviamente, la hacía sentir bastante avergonzada. Esperé pacientemente a que se recuperara y pudiera preguntar lo que fuera que quisiera.

    Continuó con varios falsos comienzos y de repente estalló con lo que tenía en mente.

    —Papá, quiero saber más sobre las chicas que se acuestan con perros. Sé que hay información sobre eso en Internet, ¿podrías ayudarme a buscarla? Realmente quiero saberlo. Por favor—. Lo último lo dijo con una voz muy baja y muy avergonzada.

    Me pareció una idea bastante apropiada y excitante. Sentí un breve reparo en sentarme con mi hija a buscar pornografía animal, pero me deshice rápidamente de ello.

    —Claro, Amy, seguiremos adelante y veremos qué podemos encontrar. —Sus ojos se iluminaron y estaba a punto de agradecerme, cuando continué—. Pero no hasta que hayas terminado de limpiar después de cenar, hayas terminado tu tarea para el lunes y ambos estemos listos para irnos a dormir. Puede que nos lleve un tiempo encontrar lo que queremos, así que no te hagas ilusiones.

    Me sorprendió lo rápido que Amy limpió la cocina y se puso a hacer sus deberes. Levantó la vista de su clase de matemáticas y me regaló una sonrisa increíble cuando llené el plato nuevo para perros y agua de Loki y los puse afuera en el patio, antes de que ella volviera a hacer sus deberes.

    Todavía era bastante temprano, Amy estaba tan ansiosa por comenzar nuestra búsqueda en Internet que quería prepararse para irse a la cama a las 7:15. Yo todavía pensaba que era demasiado temprano y decidí poner una película. Ver la inquietud de Amy por la demora fue divertido, pero sentí que había cedido tanto a sus deseos hoy que un poco de espera no vendría mal.

    Fui a elegir una película para ver. Un título en particular me llamó la atención y, con una sonrisa maliciosa, lo puse en el reproductor. Me senté en el sofá y Amy se sentó a mi lado antes de apoyarse en mí y poner mi brazo alrededor de ella mientras aparecían los créditos de apertura. Amy levantó la cabeza de golpe mientras leía el título de la película y luego me golpeó en el brazo.

    —¡Papá, eso no tiene gracia! —Había elegido la película Thor. No pude evitar reírme ante su respuesta.

    Rápidamente nos sentamos de nuevo y vimos la película. Amy se había vuelto a poner su vestido de verano azul claro después de la tarde en el patio. Se retorció un poco para ponerse cómoda, y mi mano terminó ahuecando su trasero. De alguna manera, durante el transcurso de la película, el vestido de Amy logró subirse hasta que me encontré sosteniendo su trasero completamente desnudo. Parecía que se había olvidado de ponerse las bragas otra vez. No es que me molestara.

    Ella se retorció un poco más hasta que entendí la indirecta y comencé a frotar lentamente su pequeño y apretado trasero. Era increíblemente suave y sedoso. Parecía algo tan común que ni siquiera me excité, lo cual era muy extraño ya que no me hubiera imaginado hacer algo así hace solo dos días.

    Amy se inclinó más cerca de mí mientras seguíamos viendo la película juntos y suspiró. Después de unos minutos volvió a mover un poco más sus caderas hasta que encontré mis dedos vagando por la hendidura de su trasero. Se derritió aún más contra mí, todavía moviéndose hasta que finalmente encontré mi dedo índice rodeando su ano. Ese debe haber sido su objetivo final, ya que tan pronto como comencé a frotarlo suavemente, me dio un gran abrazo con cuidado y susurró: —Gracias, papi—. Antes de que ambos nos acomodáramos para terminar la película.

    Terminé frotando su ano con placer durante el resto de la película. Me arrepentí mucho cuando la película finalmente terminó y ella se puso de pie. Sin embargo, me dio un beso bastante serio en los labios. De hecho, pude sentir su lengua trazando mis propios labios antes de que se alejara con otra sonrisa traviesa y rápidamente apretó mi polla en mis pantalones cortos antes de subir las escaleras.

    En muy poco tiempo, volvió a bajar. No llevaba su camiseta habitual, sino un camisón azul de encaje. Era lo suficientemente transparente como para que se notara que no llevaba nada debajo y le quedaba absolutamente espectacular. De hecho, daba la ilusión de que Amy tenía más curvas, sin disimular sus hermosos pechos en desarrollo.

    Ella hizo un breve giro para mostrármelo y me preguntó: —¿Te gusta?

    —Oh, Amy, me encanta. ¡Te queda absolutamente fabuloso!—. Sus ojos brillaron ante mi respuesta. Luego, rápidamente, me agarró del brazo y me levantó del sofá. —Vamos, papá. Date prisa y prepárate, ¡LO PROMETISTE!

    Me reí de su entusiasmo mientras me empujaba escaleras arriba hacia mi habitación. Sacó el par de pantalones deportivos que normalmente usaba en la casa antes de acostarme (normalmente dormía desnudo) y, cuando no me estaba desvistiendo lo suficientemente rápido para ella, procedió a ayudarme, casi quitándome la ropa de un tirón. Me habría parecido extraño estar desnudo frente a mi hija vestida de manera muy sexy, pero eso tampoco me molestó. Me puse los pantalones deportivos mientras Amy estaba de pie, golpeando el suelo con su pie izquierdo con impaciencia.

    Cuando finalmente estuve listo, me agarró del brazo otra vez y me arrastró escaleras abajo hasta su computadora en la sala familiar. Aprobé bastante su elección. No quería ninguna posible pornografía asociada con mis computadoras del trabajo.

    Pensé que sería difícil encontrar sitios en los que aparecieran chicas follando con animales. Me sorprendió lo rápido que los encontré. Películas, fotos, relatos... había una cantidad increíble de material. Amy se sentó erguida mientras leíamos varias historias y mirábamos numerosas fotos. Creo que descubrir que había otras chicas a las que les gustaba follar con perros como a ella fue un gran alivio, una especie de confirmación de que no era una loca solitaria.

    Descubrimos todo tipo de términos y detalles de la anatomía canina. Aprendimos que el bulto en la base se llama nudo y se hincha considerablemente durante el apareamiento, que hay un hueso delgado dentro del pene de un perro con el que una chica debe tener cuidado y varios medios para evitar rasguños en los flancos y los muslos de una chica.

    Me excitaron mucho los distintos sitios. Estoy seguro de que Amy sintió que mi polla se endurecía en el lugar donde estaba sentada. Noté que estaba inusualmente sonrojada y que sus pezones estaban duros como rocas. En algún momento durante las dos horas siguientes que pasamos explorando el mundo de la bestialidad, descubrí que la parte delantera de mis pantalones deportivos estaba empujada hacia abajo lo suficiente como para liberar mi pene bastante erecto. Mientras tanto, la parte trasera del camisón de Amy se había subido de alguna manera hasta el punto en que mi polla estaba anidada entre las mejillas desnudas de su trasero.

    Fue una sensación bastante agradable, especialmente con sus ocasionales movimientos. No insistí para que me acariciara, lo cual era bastante placentero. Preferí dejar que Amy marcara el ritmo de acuerdo con su nivel de comodidad. A las 11:00, noté que Amy estaba bostezando bastante y que sus ojos estaban caídos por el sueño.

    Guardé copias de algunas de las mejores historias, más realistas y con imágenes de mejor calidad para más adelante y, a pesar de las protestas un tanto cansadas de Amy, cerré todo. Me aseguré de guardar todo en un lugar inocuo (no quería que nada de esto saliera a la luz por accidente cuando los amigos de Amy estuvieran aquí). Luego llevé a mi hija a su habitación y la acosté.

    Me dijo somnolienta buenas noches y levantó los brazos como lo hacía cuando era más joven, en un pedido silencioso de un abrazo. Me incliné para obedecer y casi me caigo de un tirón por la fuerza de su abrazo. Me susurró brevemente buenas noches e inclinó la cabeza para darme un beso como solía hacerlo cuando era más joven.

    Pero ese beso no era el de una niña en la mejilla, sino un beso apasionado en mis labios, y noté que su lengua presionaba incesantemente contra mis labios hasta que la separé y ella extendió su lengua dentro de mi boca, tocando mi propia lengua.

    Respondí instintivamente. Nuestras lenguas se batieron en duelo hasta que mi ángel finalmente me soltó y se recostó en su cama, terminando nuestro beso. Todavía estaba aturdido por la experiencia y, después de decirle buenas noches a mi pequeña niña, me dirigí a mi propia habitación para dormirme de cansancio. Recuerdo que, cuando salí de su habitación, le dije con bastante sueño: —Gracias, papá.

    En algún momento de la noche, recuerdo vagamente que Amy entró en mi habitación murmurando algo sobre haber tenido una pesadilla. Recuerdo que levanté las sábanas y ella se deslizó a mi lado. La rodeé con mi brazo y la abracé fuerte. Ambos nos volvimos a dormir.


    Continuará

    Una propuesta indecente, relato erótico en blogSDPA.com

    Una propuesta indecente, Parte 06 (de iLLg)

    8 de enero de 2025 en Relatos SDPA, Jovencitas

    Esta publicación es la parte 6 de un total de 10 publicadas de la serie Una propuesta indecente

    Camila sólo pudo escuchar la parte de la conversación de su padre, pero sus palabras combinadas con la creciente excitación en su voz le dijeron todo lo que necesitaba saber. Se le hizo un nudo en el estómago y se quedó sin aliento. Esto es todo, pensó. Ha comenzado. Un extraño entumecimiento se extendió en espiral desde su estómago anudado, seguido de una extraña sensación de hormigueo. Los dos sentimientos se persiguieron mutuamente en su interior mientras miraba, decididamente indiferente, el escaparate de la boutique mientras su padre terminaba.

    —¡Claro, David! ¡Maldita sea, por supuesto! Aunque tengo a Cam... No, claro que no. No hay problema. Estaré allí en cinco minutos.

    Camila tragó saliva y miró a su padre con una expresión ligeramente inquisitiva. Su rostro brillaba con algo que ella no había visto en mucho tiempo. —¿Algo bueno, papi?

    Su rostro se iluminó con una sonrisa. Su corazón dio un vuelco al verlo. Las palabras de Bill se deslizaron por su mente: "Puedo hacer que tu vida sea completa, Camila".

    —¡Estás hablando con el nuevo vicepresidente de Madrigal Investments! —soltó, cogiéndole las manos y haciéndola girar en medio de la calle comercial—. ¡Era David Rodrigues! Bill quedó realmente impresionado por la forma en que manejé el trato con Rusia, cree que tengo lo que se necesita, me quiere 'en la familia', como dijo David. —Se rió y la hizo girar otra vez, ante las miradas divertidas de los compradores. Su risa le hizo cosquillas en la espalda a Camila; no recordaba haberlo oído reír así antes, nunca.

    —¡Oh, papá! —gritó ella y lo abrazó con fuerza. Su mente se volvió loca mientras lo abrazaba con fuerza. Bill. Este era el trato de Bill. Esta era su parte.

    Ahora era su turno. Su parte.

    —Pero, cariño, Bill está en la oficina ahora mismo y quiere hablar conmigo antes de irse de viaje. ¿Te importaría si...? Estamos a sólo una cuadra del centro y...

    Ella se rió. Sonó forzada y hueca, pero él no pareció notarlo. —Oh, papi, claro que no. Supongo que puedo quedarme en el vestíbulo o algo así.

    Habría sido un vestíbulo muy agradable para pasar el rato, pero Camila no tuvo la oportunidad. David Rodrigues, un tipo bajo y corpulento, los recibió cuando atravesaron las puertas giratorias de vidrio. Le dio un apretón de manos a Carlos y le dio una palmada en la espalda. —Bienvenido a la familia Madrigal, compadre—, sonrió. —Bill quiere verte en cuanto entres. ¿Conoces el camino? Piso 15, ascensores por allí. Tú también, señorita Morales—, continuó, volviéndose hacia Camila. —Bill dijo que hay algo que le gustaría que vieras.

    El viaje en ascensor fue tranquilo y silencioso. Camila cogió la mano de su padre para tranquilizarse; la suya, aunque fingió que era para él. Él le había sonreído, los nervios le impedían hablar, pero sus ojos todavía brillaban con nuevas posibilidades. Camila le apretó la mano con fuerza, con los nervios de punta, y rezó para poder hacer lo que tuviera que hacer para preservar esa frágil nueva esperanza en los ojos de su padre.

    El ascensor aminoró la marcha y se detuvo. Las puertas se abrieron. Camila soltó la mano de su padre y lo siguió por un pasillo elegantemente decorado hasta una suite de oficinas en el rincón más alejado del edificio. No había secretarias en la oficina exterior, pero la puerta que conducía a la del director ejecutivo estaba abierta. Carlos dudó un momento y, después, se volvió hacia Camila, se encogió de hombros, sonrió y asintió en dirección a la puerta. Ella le devolvió una pequeña sonrisa, con el corazón martilleando en su delgado pecho. Carlos entró.

    —Hola, Carlos Morales, nuestro nuevo VP de Fusiones, ¡gracias por visitarnos!

    No había nada particular en su voz, ningún matiz, ningún acento, ninguna tensión que ella pudiera percibir, pero la dejó congelada en el umbral, le provocó escalofríos en la columna y mariposas en el estómago. Los dos hombres estaban hablando, pero ella no podía concentrarse, no podía moverse. Se quedó allí, en equilibrio entre las oficinas exteriores e interiores, incapaz de moverse hasta que...

    —No, sí, está aquí. ¿Camila? ¡Camila! Vamos, no seas grosera, Cam... —susurró su padre estas últimas palabras y el hechizo se rompió. Trastabilló un poco, entró en la amplia y espaciosa habitación y dijo en voz baja: —Lo siento, hola, señor Kirchener.

    —Hola, Camila —respondió él amablemente, y su nombre sonó en su boca... Oh, Señor. Consciente de que ella estaba mirando hacia abajo, no sabía si era grosera o tímida, levantó la vista. Sus ojos parpadearon, un fuego dentro de ellos solo ella podía ver. Oh, Señor. Oh, Señor. ¿Podría...? Oh, Señor.

    Bill estaba hablando de nuevo con su padre, con el brazo sobre sus hombros. —Sí, ya que estás aquí, David te contará las últimas novedades. En treinta minutos como máximo. Buen hombre.

    —¿Hay algún lugar donde Camila pueda…? —Su ​​padre la miró fijamente. Parecía un poco irritado por su comportamiento.

    —Claro, puede esperar en la oficina exterior, quizás tomar un refresco. Ah, pero primero, señorita, déjame mostrarte por qué te arrastré hasta aquí. Ahí, a ver si la reconoces. Carlos, ¿quieres ir a buscar a David? Estará en su oficina, 1404. Tiene los detalles de lo que nos espera.

    Camila apenas registró la partida de su padre, apenas escuchó la advertencia en su tono: "... y no molestes al señor Kirchener, ¿de acuerdo?". Se había adentrado más en la oficina, lo suficiente para ver la gloriosa pintura de La Dama Oscura que dominaba la pared central, de 2 metros por 1 y medio. Estaba hermosamente ejecutada, capturándola al galope, la luz jugando sobre su piel tersa, la habilidad del artista haciendo que las ondulaciones de sus músculos parecieran tan reales que casi se movían de verdad.

    Ella permaneció en silencio mirando el cuadro hasta que supo que él estaba justo detrás de ella.

    —Es hermosa, ¿no? —Hablaba en voz baja y la tensión era evidente. Ella se estremeció y asintió lentamente.

    —Pero no tan bella como tú, mi Camila.


    La erección de Bill Kirchener tensaba la parte delantera de sus pantalones de traje. Tantos pensamientos, planes, intrigas, agonías, noches de insomnio con visiones de este ángel de ojos verdes y cabello negro como el ala de un cuervo dando vueltas en su mente y ahora, allí, allí estaba ella. Él estaba de pie a escasos metros detrás de ella mientras ella miraba a La Dama Oscura. Tal vez no podía moverse; tal vez no se atrevía a darse la vuelta. Tal vez. Pero ella había elegido, y ella era suya.

    Llevaba pantalones cortos de algodón cepillado amarillo y una camiseta de rayas rojas y blancas, y sandalias en los pies. Ropa sencilla, simple, de niña. Tal vez no tenía idea de lo hermoso que se veía su trasero joven y apretado con esos pantalones cortos, de lo fabulosamente que su camiseta acentuaba los delicados montículos de sus pechos jóvenes.

    —Date la vuelta, Camila.

    Ella se giró lentamente. Levantó la mirada, como hipnotizada. Su rostro provocó un espasmo en su pene. Tan increíblemente hermosa, tan increíblemente sexy. Él se acercó y ahuecó un lado de su rostro en su mano. Ella movió la cabeza, involuntariamente, inconscientemente, solo un poco, girando su rostro un poco hacia su mano; sus ojos parpadearon al cerrarse y abrirse nuevamente.

    Suspiró, un suspiro largo, bajo y tembloroso. —Angelita...—, susurró.

    —Quítate la ropa.

    Dio un pequeño respingo, un tic. Abrió mucho los ojos, pero era una chica fuerte. Tras una mínima vacilación, dio medio paso atrás y se agachó hasta el dobladillo de la camiseta. Con un movimiento suave se la quitó por la cabeza, se sacudió el pelo y dejó caer la camiseta al suelo.

    El corazón de Bill latía con fuerza. ¡No llevaba sostén!

    Sus pechos eran pequeños, altos, anchos, dos perfectos montículos que emergían tímidamente de su pecho liso y juvenil. Sus aréolas eran unos tonos más oscuros que su piel, ligeramente elevadas en una gloriosa hinchazón pubescente. Sus pezones eran pequeños, de un delicado color marrón rosado, y erectos, dos diminutos y duros puntos de increíble erotismo.

    Se quitó las sandalias y, con cierta timidez, se bajó los pantalones cortos hasta las caderas. Bill observó embelesado cómo caían, deslizándose por sus piernas largas y bronceadas para ser pateados a un lado con destreza.

    Sus bragas eran blancas, con Mickey Mouse dibujado en rosa sobre las fabulosas curvas de su montículo.

    Ahora sí que vaciló. Lo miró a la cara, con los ojos un poco desorbitados, asustados, vulnerables. De repente parecía una niña pequeña. La polla de Bill se endureció dolorosamente. Ella lucía gloriosa. Él asintió, casi imperceptiblemente, pero algo en el movimiento, algo que ella encontró en sus ojos le dio la seguridad que necesitaba. Respiró un poco, sus pechos se elevaron hermosamente, luego se bajó las bragas.

    Un diminuto abanico de vello coronaba la hermosa sencillez de su coño de niña. Una única y simple hendidura era lo único que la marcaba entre los muslos: no había labios expuestos, ni capuchón del clítoris demasiado inflado, solo dos labios de hermosa forma. Perfección absoluta.

    Y Camila Morales, de apenas doce años, estaba desnuda ante él en su oficina del piso quince.

    Durante un tiempo que no recuerda, Bill la miró con atención, absorbiendo cada pequeño detalle de su asombrosa belleza. Su suave piel joven estaba bien bronceada; la línea del bikini y una ligera palidez en el pecho le indicaban que probablemente ese verano había sido el último en el que iba en topless a la playa. Una pequeña mancha pálida, un palmo por debajo de su dulce ombligo, delataba un ligero defecto, una pálida marca de nacimiento tal vez, que sólo servía para acentuar su belleza. Un trazado de venas se asomaba tenuemente sobre sus pechos, de un verde pálido contra el marrón cremoso. De lunares, tenía sólo dos, uno pequeño, de color marrón pálido debajo de su pecho izquierdo y su gemelo en el lado derecho de su coño perfecto, a la distancia de un dedo de la parte superior de su hendidura. La urgencia de besar ese lunar casi lo abrumaba.

    En lugar de eso, le pidió que caminara hasta la ventana, la larga pared de vidrio que daba a la ciudad. Le pidió que levantara los brazos por encima de la cabeza y se girara lentamente bajo la luz del sol. Ella lo hizo. No podía creer lo hermosa que se veía. Su pene ansiaba tenerla, pero tendría que esperar. Hoy admiraría su premio desde lejos. Ella era suya ahora. Ya habría tiempo más tarde, mucho tiempo, para explorar ese glorioso cuerpo joven en todos los sentidos. De todas las formas posibles.

    —Eres perfecta, angelita —susurró—. Me darás tanto placer...

    Sólo una cosa más antes de que tengan que volver al mundo.

    —Camila, quiero que entiendas cuánto te deseo. Ven aquí.

    La muchacha se acercó, brillando bajo la luz del sol, con un tenue halo temblando alrededor de todo su cuerpo.

    —Dame tus manos.

    Ella extendió las manos y él tomó una en cada una de las suyas. Se acercó más y presionó las manos de ella contra el bulto irritado en sus pantalones.

    —Siénteme, Camila. Siente lo duro que estoy. Siente lo duro que me has puesto, lo mucho que me has hecho desearte. Siénteme...

    Cerró los ojos mientras las puntas de los dedos de ella acariciaban el duro contorno de su pene. Sintió que sus manos temblaban, oyó que su respiración se aceleraba, se hacía más profunda. Apretó sus manos más cerca de su erección y se inclinó hacia abajo. Sus labios temblaron mientras inclinaba la cabeza hacia arriba; sus ojos parpadearon, cerrados, abiertos, cerrados.

    El beso fue lo más cercano al orgasmo que podía haber sin eyacular. Largo, lento, cargado de una pasión tan profunda que los dejó a ambos sin aliento. Sus labios se cernían, apenas tocándose, con las bocas abiertas. Su aliento era tan dulce. Sus dedos presionaron su pene. El olor de su piel llenó sus fosas nasales.

    Se separaron. La observó mientras se vestía. Cuando volvió a ponerle la ropa, le tomó el rostro entre las manos y la besó de nuevo, abriendo sus labios con la lengua y explorando su boca. Ella intentó devolverle el beso, el primer intento de una chica de besarla profundamente con la lengua. Era hermoso. Él probó su boca y le dolió la polla.

    El teléfono del escritorio zumbó.

    Bill respiró profundamente y se apartó de la chica. Chasqueó los dedos una vez y luego cogió el auricular. —¿Sí? Bien, gracias David. Sí, se lo haré saber. Sí. Adiós.

    Se volvió hacia ella. Ella lo observaba con expresión de asombro y las manos entrelazadas frente a ella. "Está bien, angelita, baja y reúnete con tu papá en el vestíbulo. Te veré pronto, ¿sí? Muy pronto, mi pequeño ángel, muy pronto".


    Continuará

    Pervirtiendo a unas nenas inocentes, relato SDPA en blogSDPA.com

    Pervirtiendo a unas nenas inocentes, Parte 18

    8 de enero de 2025 en Relatos SDPA, Jovencitas

    Esta publicación es la parte 18 de un total de 24 publicadas de la serie Pervirtiendo a unas nenas inocentes

    Lunes

    Jo caminaba por los pasillos de la escuela, tenía comezón en su rajita, comezón de la que sentía cuando estaba cachonda, con ganas de ser cogida salvajemente, había hablado con el maestro Alvarado de la situación de su abuela, él lo compendió y no puso peros, ella estaba feliz, porque junto a su inocente hermanita, pasaría una semana inolvidable para ella.


    Arturo, mejor conocido como el puma, miraba el retrovisor, miraba a su pasajera, era una mujer muy atractiva de algunos 25 años, tés blanca, labios rojos y carnosos, ojos cafés claro, una nariz respingada, todo haciendo una armonía que la harían pasar por una “top model”, ella también a ratos lo miraba, sus miradas eran de coqueteo discreto, hacía 5 minutos que así era, el puma era muy seductor solo con su mirar, la chica no fue la excepción.

    — ¿es nueva en la ciudad? —preguntó el puma tratando de ser amistoso y cordial

    — Si, voy llegando, me ofrecieron trabajo, bueno a mí y a mi novio, solo que yo me adelanté y el llegará la próxima semana

    — Ya veo, ¿y conoce el barrio donde vivirá? Hay que conocer para saber dónde debe moverse y donde no

    — No, no lo conozco, como quiera no pienso salir mucho, esperaré a mi novio y juntos comenzaremos a conocerlo

    — Me parece bien

    El puma había aprendido a distinguir una mujer que le coqueteaba a uno que no le interesaba, esta chica no dejaba de mirarlo a sus azules ojos, en más de una ocasión la sorprendió mirándolo a través de retrovisor y ella desviaba su mirada sintiéndose sorprendida

    — Y si no es problema ¿cómo se llama señorita? —preguntó el puma en tono cordial

    — Paty—contesto ella, normalmente no decía su nombre a extraños, pero con este taxista ella sentía algo diferente— ¿y tú cómo te llamas? – ahora fue ella la que devolvió la pregunta e inició el tuteo

    — Me llamo Arturo, pero todos me conocen por el puma y, a decir verdad, tanto me lo han dicho que ya me gusta más puma que mi propio nombre

    — Sí, es bonito apodo, muy acorde a ti—al decirlo Paty mordió su labio inferior

    — Y dime Paty, ¿qué piensas hacer en estos días? ¿de verdad estarás encerrada toda la semana?

    — Pues creo que sí, no tengo conocidos y no me quiero a arriesgar a meterme a un lugar equivocado

    Esa era la jugada del puma, había llevado la conversación a donde él quería y ahora solo faltaba lanzarse.

    — Bueno Paty, no quiero parecer atrevido, pero yo podría ofrecerme como tu guía, lo digo en buen plan, sin afán de aprovecharme, pero creo que una chica tan linda como tú no debe andar sola, ni tampoco estar encerrada todo el día, tarde que temprano tendrás que salir y mínimo ya conocerás algo de por aquí

    — Gracias eres muy amable

    — Si, mira Paty, yo podría llevarte a una fonda dónde sirven la mejor lasaña de la ciudad, sé que suena poco al decir “fonda”, pero créeme cuando te digo que es la mejor lasaña de la ciudad, la dueña llego de Italia hace como diez años y es una excelente cocinera y muy amiga mía.

    — Mmm no lo sé, no sé si sería prudente

    — No desconfíes de mí, si quieres puedes decirle a tu novio, para que sepa quién soy – el puma era inteligente y había lanzado la propuesta para ver hasta donde quería llegar ella

    — No, mejor no le pregunto, él es muy celoso y no creo que me deje andar con un desconocido

    — Bueno no le preguntaremos

    — No lo sé, tengo que establecerme en mi departamento

    — Eso no es problema yo te ayudo

    La mirada de Paty era de estudio, ella se sentía tan atraída por el taxista que estaba dispuesta a salir con él sin conocerlo

    — ¿de verdad me ayudarías?

    — Claro que sí, es la forma de darte la bienvenida de parte de todo el barrio

    — Bueno, está bien, me ayudas a bajar maletas y a desempacar, me baño y nos vamos a comer lasaña

    El puma por dentro hiso una señal de “yes”, la paloma había caído, muy posiblemente en esos días, si no es que ese mismo día, se la acabaría cogiendo, ella pronto tendría su verga dentro de su boca y de cuanto agujero se le antojara.

    — Aquí es—dijo el puma estacionándose frente al edificio de departamentos, dónde Paty viviría con su novio.

    Bajaron del taxi, el puma corrió para abrirle la puerta, Paty con una sonrisa de felicidad bajo, admirando la caballerosidad del atractivo taxista, ella subió por delante de él, mientras el cargaba las cuatro maletas que ella llevaba, iba haciendo un gran esfuerzo, pero miraba hacia arriba y veía el culo de Paty menearse de un lado a otro, su contonear era sexy y casi voluntario, como diciendo “esto será tuyo” y eso lo motivaba a seguir adelante.

    Iba el puma sudando y pujando cuando en eso sonó su celular, maldiciendo hiso pirueta y media para ver quién era y su corazón brinco al ver que era Jo quien le hablaba, con esfuerzo sobre humano llevó el celular a su oído

    — Hola

    — Hola puma, ¿estas ocupado?

    — No, dime preciosa, puf

    — Estaremos solas en la tarde, ¿no quieres venir?

    — En 15 minutos estoy allá—la vos del puma fue casi un grito desesperado

    Paty volteo cuando lo escuchó contestar, lo miró como su cara cambió, llegaron a la puerta de su departamento y ella sacó la llave para abrir

    — Deja me baño y nos vamos, luego venimos y me ayudas a desempacar

    La propuesta no era más evidente, casi le gritaba “primero llévame a comer y después me traes a cogerme”, pero el puma ya traía otra cosa en la cabeza

    — Lo siento Paty, de verdad tengo que irme, es un asunto familiar que requiere mi presencia

    — Pero — intentó objetar la pobre Paty

    — De verdad lo siento, mira esta es mi tarjeta, háblame mañana y nos ponemos de acuerdo para mostrarte toda la ciudad

    Le entregó la tarjeta, se dio la media vuelta y caminó rumbo a las escaleras por dónde había subido, Paty se quedó con mirada nostálgica viendo a ese sexy y guapo taxista que se iba, la pobre ya estaba convencida de tener intimidad con él, total nadie se enteraría y él hombre era sumamente atractivo, pero ahora veía como se alejaba su orgasmo del día, ni modo, la masturbación al parecer sería la única opción.

    Llegó el puma a la casa de las hermanitas, rechinó llantas cuando frenó, bajo tratando de calmarse, respiró hondo y caminó tranquilo a la entrada principal, tocó la puerta suavemente con sus nudillos, su corazón palpitó sin que él pudiera evitarlo cuando la puerta se abrió lentamente, casi grita de emoción cuando ve a Jo que lo recibía solo en ropa interior, se veía endemoniadamente sensual con su pataleta infantil y un top, los dos de color rosa que hacían juego con el color claro de su piel, su cabello estaba suelto y los rizos caían por sus hombros, su sonrisa chimuela demostraba el gusto que le daba verlo

    — Hola puma, pasa

    El puma entró lentamente, no quería que se le viera la emoción, espero a que Jo cerrara, cerciorándose de que nadie los vio, volteo a verlo y él le mostró la mano que traía escondida en su espalada, Jo gritó emoción

    — ¡Es un pony!

    El puma con una sonrisa le extendió la mano dándole el peluche en forma de pony que le había comprado, Jo lo tomó y se lanzó sobre él colgándose del cuello y buscando su boca para besarlo, sus bocas se unieron abiertas, metiéndose lengua el uno al otro

    — Te lo compre el mismo día que las conocí, sabía que te gustaría, lo traigo en la cajuela desde ese día y ya no veía el momento para dártelo—dijo el puma orgulloso de su regalo—feliz cumpleaños hermosa

    — Gracias puma, es hermoso, lo guardaré e mi cuarto, de verdad que me gustó mucho y para que veas te lo voy a compensar, ven vamos, yo también tengo un regalo para ti

    Caminaron tomados de la mano, ella abrió la puerta de su recámara y el pene del puma brincó dentro de su pantalón, en la cama estaba Pao, solo en pantaleta, acostada boca abajo, estaba atada de las manos y los pies, de hecho, estaba mal atada, sus nudos eran fácil de romper, Jo lo hiso de forma totalmente amateur, ellas lo vieron en una película que les trajo Joaquín y a Jo le pareció una buena idea darle ese regalo al puma

    — Ven acércate, Pao te espera

    Pao desde la cama lo veía con una sonrisa de nerviosismo, sus piernitas se movían inquietas, parecía demasiado ansiosa, Jo se hincó a un lado de su hermanita menor, la acaricio con las yemas de los dedos haciendo que la piel de la inocente Pao se erizara.

    — ¿te gusta? —pregunto coqueta Jo al puma, que solo asintió— acércate ya

    El puma lo hiso, Jo pasó su mano por el canal entre las nalgas de Pao, metió su pantaleta al hacer, después jaló el elástico haciendo que los dos bollitos de Pao quedaran al descubierto, el puma hipnotizado miraba ese par de nalgas infantiles, s mano tembloroso se fue acercando para tocarlas, le temblaban los dedos cuando hiso contacto con una nalga de Pao; era pequeña, pero firme, ya más confiado apretó una nalga con su mano haciendo que Pao lanzara el primer gemido de la tarde.

    — Aaahhh

    — ¿Quieres mirarle la rajita? —pregunto Jo, el puma solo sintió—pues rómpela de en medio, está atada y no podremos quitarla

    El puma hiso lo que Jo pidió, tomó la pantaleta a nivel de sus nalgas y sus fuertes manos rompieron la infantil pataleta, esta crujió al ser desgarrada, la hiso girones, la rompió hasta deshacerla y que la pequeña Pao quedara desnuda, boca abajo

    El puma babeaba ante el espectáculo, Jo maliciosa levanto la cadera de Pao haciéndola quedar empinada.

    — Acuéstate puma, acuéstate y pon la cabeza debajo de la panochita de Pao

    El puma lo hiso, quedó justo debajo de la entrepierna de la niña, que no dejaba de moverse inquieta esperando la caricia lingual, el puma percibía el olor a orina y vagina mezclados, no sentía asco, al contrario, eso le daba mucho morbo; sacó su lengua y la punta de esta se introdujo entre los labios de la niña, Pao gimió fuerte cuando lo hiso

    — Aaahhh

    Jo o se quedó quieta, se fue a la cintura de su maduro amante y con habilidad impropia a una nena de su edad, le abrió el pantalón, el puma colaboró levantando su cadera permitiendo que Jo le bajara el pantalón y su trusa clásica, el pene brincó erecto y brilloso, Jo relamió sus labios y se abalanzó sobre él

    — Aaahhh

    Ahora el que gimió fue el puma al sentir la tibia boca de Jo meterse la cabeza del pene, el metió más la lengua en su infantil amante y el acto comenzó, cada quien, hacia el oral a su respectiva parte, Pao gemía mucho

    — Aaahhh… Aaahhh

    Jo dejó el pene del puma y se sentó sobre el pecho de este, le retiró la boca de la rajita de su hermana y le metió dos dedos en la rajita, moviéndolos de dentro a afuera, más que masturbación parecía querer ordeñarla, el puma desde abajo miraba como los dedos parecía pistones en la rajita de Pao, de repente ella gimió muy intenso

    — Ay… ay…. Jo me viene… me viene, no puedo detenerla aaahhh

    El puma no cayó en su asombro al sentir la tibia orina que Pao si poder evitarlo vertía en su boca, trago y trago, no quería desperdiciar, no era la primera vez que sentía lluvia dorada, pero esta sabia diferente, pues venía de una pequeña niña

    — Aaahhh—Pao titiritaba como si tuviera frio a cada chorrito de orina que le salía

    — Ven puma híncate aquí—señalo Jo entre las piernas de la empinada Pao

    El puma lo hiso, puso su verga cerca de la rajita de Pao, Jo se acercó también y metió la enorme verga del puma a su boca, lo mamó un rato para ponerlo más duro y dejarlo llenó de saliva, después ella misma lo tomó y lo guio a la inquieta Pao que ya se movía de un lado a otro, atoró el glande en el pequeño introito y el puma empujo

    — Ay

    La pequeña Pao lanzó un quejido, el puma se detuvo, espero un poco y metió más, un nuevo gritito llenó la habitación

    — Ay, es muy grande—dijo la pequeña Pao a los sordos oídos de Jo y el puma

    — Empuja más y te quedas quieto

    le dijo Jo al puma que obediente metió otro poco más, se quedó quito mientras Jo revisaba de cerca la penetración, supervisaba que todo saliera a la perfección, el puma estaba demasiado excitado para detenerse mucho tiempo, así que empujo otro poco

    — Ay

    — Espera puma, no seas impaciente, deja que se acostumbre otro poco y luego ya le das duro si quieres

    El puma al escuchar las palabras de Jo se excitó en demasía, Jo se acercó a él y lo beso con pasión, el puma llevó su mano a la rajita de Jo y empezó a dedearla, la pobre Jo movió sus caderas por instinto, el puma hacía un acto heroico, estaba hincado y torcido hacia Jo, la masturba mientras la besaba, tenía penetrada parcialmente la estrecha rajita de Pao, trataba de concentrarse en sus tareas sin perder el control y eyacular loco de placer

    — Aaahhh si

    Pao dio señales de vida al empezar a sentir placer y secretar jugos vaginales, el puma sintió lo resbaloso y su verga se fue más a dentro

    — Aaahhh que rico

    Pao ya estaba lista, Jo se separó del puma y lo miró con lujuria, volteo a lugar de la penetración y vio como la verga de este empezó a entrar y salir, el puma la sacaba hasta dejar solo el glande en el introito para después regresarla, pero no entraba toda, una tercera parte quedaba de fuera

    — Si, puma si

    Pao ya estaba moviendo sus caderitas y gozaba la enorme verga del puma, en un principio sintió como sus paredes vaginales se fueron abriendo, en un momento sintió miedo de ser desgarrada por ese enorme pene, pero después se fue acostumbrando y sintió las contracciones involuntarias que su vagina empezó a dar, ella sabía que sintiendo eso lo demás sería placer, abrió su boquita de la cual salieron los más hermosos gemidos que el puma hubiera escuchado en su sexual vida

    — Aaahhh… Aaahhh puma si, muévete así

    El puma la sostenía de ambas caderas mientras la penetraba una y otra vez, las penetraciones eran cada vez más rápidas y profundas, la verga del puma entraba casi toda en la pequeña rajita, el abdomen se Pao se distendía cuando el puma le metía la verga, la empujaba fuerte intentando metérsela toda, Pao chillaba como una pequeña cerda

    — Aaahhh… Aaahhh

    Jo recargo su cara sobre las nalgas de Pao, el puma desquiciado seguía cogiéndose con ganas la rajita de la pequeña niña, Pao apenas cumplía los 8 años y está ya era la cuarta verga que se comía en su corta vida, hay mujeres que mueren sin haber probado si quiera una, pero esta pequeña ya llevaba cuatro y no parecía importarle, iría por más

    Jo miraba como entraba la verga y salía llena de jugos, los quiso probar y sacó su lengua, esta se deslizó sobre la verga del puma, él loco de lujuria la sacó de la rajita, sostuvo la cabeza de Jo y se la metió, la hermana mayor sintió como el glande chocó una y otra vez en sus amígdalas, se la metía sin piedad, llegó un momento en que Jo no podía respirara, sentía el arqueo del inminente vómito, el puma empujó y la dejo un rato lo más adentro que pudo, sentía las contracciones de la garganta de Jo y eso le daba mucho placer, se la sacó finalmente y al hacerlo mucha baba salió embarrada en su verga y otra tanta más salió de la boca de Jo, la baba cayo al culo y rajita de Pao; Jo con los ojos rojos y llorosos, su respiración entrecortada, lejos de enojarse, le lanzó una hermosa sonrisa al puma que desde arriba la miraba

    — Aaahhh

    Le verga regreso a la rajita de Pao, que gimió de placer al sentirse nuevamente empalada por esa vergota, si su papá Joaquín solo pudiera verla, se sentiría orgulloso de su putita que ya se comía una verga enorme sin soltar una sola lagrima de dolor. Jo aun con baba en sus labios se hincó nuevamente al lado del puma, este la jaló hacia él y le metió la lengua con furia, su verga seguía taladrando a la pequeña, lo cabellos volaban, Jo también se mecía al ritmo de la cogida sosteniéndose del musculoso brazo del puma

    — Mastúrbame

    Le susurró al puma y este bajo su mano por la infantil espalda de Jo y llego al canal de entre sus nalgas, acarició el culo y quiso meter un dedo, pero no estaba lubricado ni dilatado

    — Ay

    Jo frunció su entrecejo y puso cara de agonía, el puma llevó su mano a la boca de Jo y esta chupó dos dedos y cuando se los sacó de la boca le escupió una gran cantidad de saliva, se vio tan vulgar escupiendo los dedos para que pudiera metérselos por el culo, que casi eyacula el puma, que abrió su boca de placer

    — Si, ahí

    Gimió Jo al sentir como un dedo entro y después el puma forzó el segundo dedo, los dos entraron hasta los segundos nudos, los separó dentro del culo para dilatarlo, la pequeña lanzó un gritito

    — Ay

    — Te voy a dilatar porque te quiero meter la verga en tu culo

    — Si puma, jódeme el culo con verga, quiero que me partas con esa cosota Aaahhh

    El puma movió los dedos con furia, sus caderas ya eran un pistón de motocicleta al penetrar a la pequeña Pao una y otra vez que no paraba de gemir, a veces parecía más chillar que gemir y eso enloquecía al afortunado puma que besaba a Jo metiéndole lengua como si quiera llegar hasta su estómago.

    — Ya puma, métemela ya

    Dijo Jo con voz entrecortada separándose del puma, sus pupilas estaban tan dilatadas que apenas se veía un delgado circulo verde rodeando su pupila; el puma no se hiso espera, se la sacó a Pao, que gimió al sentirse vacía de su rajita, para después acomodar empinada a Jo a un lado de su hermanita, su verga a punto el ojete infantil de Jo, el glande abrió el culo y fue seguido del resto de la descomunal verga, cerro y apretó sus ojos al mismo tiempo que abría su boca en señal de dolor

    — Mmmm

    Pujo el puma para meterla toda, estaba muy excitado, demasiado que no sintió ningún remordimiento sabiendo que le hacía daño a la pequeña Jo, solo quiso disfrutar su placer, Jo seguía con su cara crispada de dolor, pero no hubo quejido o protestas, solo sumisión ante ese macho que la sodomizaba sin piedad

    — Aaahhh Jo eres divina aaahhh

    El puma apretaba los dientes, loco de lujuria, mientras sujetaba por las caderas a Jo para poder deslizar toda su verga dentro de ella, ya la había sodomizado antes, así que no había problema con hacerlo una vez más, su verga sorprendentemente entró toda, solo fueron 5 segundos para lo que esperó para que la pequeña se adaptara y después de eso fue movimiento pleno de sus caderas

    — Aaahhh

    Jo gimió al sentiré terriblemente empalada por esa enorme verga del puma, la danza sexual empezó, a partir de ahí fue un coro de gemidos tanto del puma como de Jo, Pao ya se había zafado de sus ataduras y boca arriba se masturbaba, tal y como le habían enseñado, el puma miraba como su pelvis chocaba con las nalgas de Jo, mientras a un lado Pao se metía deditos en su rajita mirándolo directo a los ojos; el puma jalo a Jo para tomarla de los hombros, Jo de estar empinada terminó hincada, su cabello y cabeza volaban ante las arremetidas que el maduro le daba en su culo, ya había pasado lo peor, ahora su culo lo recibía sin problemas y la lujuria venció al dolor, así que Jo sentía muy rico ser sodomizada por su maduro amigo

    — Pinche puma, eres un cabrón

    Nuevamente el florido y vulgar lenguaje florecía en la linda boquita de Jo, su tierna voz angelical hacía tan pervertido el hecho de pronunciar las más vulgares palabras, describiéndole como sentía las paredes de su culo dilatadas por el enorme pene de él, después decía más majaderías de como quería ser tratada

    — Si, jódeme fuerte, pórtate como hombre, aaahhh si… dame fuerte… me gusta… aaahhh… no seas un pinche maricón y párteme el culo… ay… aaahhh

    El puma no podía creer, las palabras que ella pronunciaba, solo en las cantinas más pútridas había escuchado ese lenguaje, era como si un albañil de poca educación hubiera poseído el cuerpo de Jo, pero eso solo hiso que él arremetiera más fuerte contra el culo infantil de Jo, sentía como las paredes del esfínter infantil de Jo apretaba su verga, la sensación era parecida a tenerlo fuertemente rodeado por su dedo pulgar e índice, sentía resbaloso y eso facilitaba el meter y sacar cada vez más fuerte, la cría gemía a grito abierto

    — Aaahhh… aaahhh… ay, puma… puma… pumaaaaaa

    Grito al último cuando él la sostuvo de ambas caderas y la jaló hacia él al mismo tiempo que empujaba su cadera, no recordaba una culeada tan intensa y pervertida como esa, la mocosa tenía un esfínter muy bien manejado, su dilatación era perfecta e idónea para el culeo fuerte y degenerado como este.

    El puma volteo a ver a Pao que boca arriba se metía deditos en su rajita, su manita era un pequeño pistón, lo hacía rápido, también le habían enseñado como hacerlo, así que se dedeaba con la experiencia de una mujer adulta, lo hacía por su propio placer y el placer de ver como el puma babeaba con esa imagen.

    — Chupa a tu hermana

    ordenó el puma a Jo, que con una sonrisa de pervertida se dejó llevar por él hasta dónde estaba acostada Pao; Jo abría su boca cuando el puma la jalaba o la cargaba levemente para ir hacía donde estaba, porque eso sí, nunca dejó de cogérsela mientras se acercaron a la hermanita menor, Jo con una sonrisa de felicidad sintió como la mano del puma se colocó en su nuca y la fue bajando hacia la rajita con olor a orín de Pao, la chupó y dedeó mientras el puma se ocupaba salvajemente de su culo, maliciosa miró a Pao, que cerraba sus ojitos llena de placer, la lengua de su hermana mayor siempre le dio mucho placer, Jo aceleró los movimientos y estimuló nuevamente la vejiga de su hermanita, Pao empezó a gemir en serio al sentir el estímulo insoportablemente placentero que su hermana mayor le daba, empezó a gritar.

    — Jo, ay… aaahhh … ay… me viene otra vez, me viene, no lo puedo detener ay aaayyyy

    Soltó un chorro de orina tras otro, cada que Jo hábilmente sacaba sus dedo tallando su vejiga, esta liberaba orina, salpicaba el feliz y sonriente rostro de Jo, que abría la boca como si de una eyaculación se tratara, el puma percibió el olor a orina y aceleró sus arremetidas; Jo apoyó ambas manos en la cama y se levantó quedando como una perra, después como pudo quedó hincada y volteo hacia atrás, el puma vio el mojado rostro de Jo que maliciosos sonreía, su rostro se movía al compás de las metidas que él le daba, ella solo lo miraba y sonreía, no lo pudo evitar y se acercó al orinado rostro de sus joven amante y la beso, sintió el sabor a urea, era una micción infantil, besó a Jo, pero después lamió el rostro, extrayendo los residuos de orina que la Pao la había dejado

    — Ya me quiero venir—dijo el puma con tono desesperado

    — No, aun no, falta meterla en el culo de Poa ¿o no quieres?

    El puma no respondió, dejo a Jo sacándosela bruscamente y se abalanzó sobre Pao que sonriendo lo recibió abriendo más las piernas, el puma rápidamente se subió en ella y su pene solo se colocó en la rajita de Pao

    — Aaahhh

    Gimió la pequeña al sentir la verga penetrarla nuevamente, la bombeó como 10 o 15 veces, cada metida que le dio fue un gemido de la pequeña, mientras s el cogía la besaba con mucha pasión metiéndole la lengua todo lo que podía, la sensación de la saliva de Poa era indescriptible.

    — Por el culo

    Fue la frase que le susurró al oído Jo al puma, él se la sacó y la levanto como un pequeño muñeco que era, la giró en el aire y al dejo empinada sobre la cama, escupió saliva y esta cayó justo al centro del culo infantil, apuntó su glande tomándolo con la mano derecha, mientras la izquierda jalaba la nalga correspondiente para abrir más el culo

    — Aaawww

    Aulló Pao como una gatita, el glande entró, el pene del puma no era recto, tenía un engrosamiento justo después del glande, él sabía que entrando esa parte lo demás entraría son problemas, pero meterla si sería muy épico en esa niña

    — Ay, está muy gruesa—dijo Pao con cara de dolor

    — Aguántate, ya te entrara toda y la gozaras

    Dijo Jo “alentando” a su pequeña hermana, el puma empujó y parte gruesa dilato más el culo, para después pasar

    — Aaahhh…ay

    Se quedó quieto escuchado los gemidos de dolor de Pao, respiraba entre cortado, su pecho subía y bajaba con las inspiraciones y espiraciones que daba, Jo lo miró y después a Pao

    — Dale puma, ya se acostumbro

    El volteo ver a Jo, que con su mirada felina lo invitaba a cogerse a su inocente hermanita, empujó su cadera y Pao volvió a gritar

    — Ay

    — No te detengas, dale ya

    El puma entre desconcertado y excitado le hiso caso a Jo y se hiso sordo a los ritos de dolor de Pao, que apretaba las sábanas con una mueca de dolor

    — Ay… ay

    El puma sintió que su pene topó en algo, saco su verga toda llena de baba y la regresó dentro arrancando nuevos gritos, no se detuvo, repitió la operación, pero sintió que se estaba secando su verga

    — Jo escúpele a mi verga, se está secando

    Jo se acercó y lamió un rato el quieto pene del puma, después junto mucha saliva en su manita y la embarró en todo el tronco, el pene nuevamente estaba lubricado, lo regreso dentro de Pao y ahora fueron gemidos de placer lo que arrancó, su mente se enervó, era la locura sexual, lo más pervertido que había hecho, nunca había imaginado hacerlo con una menor y menos que fueran tan pequeñas, pero eran tan putas que se olvidaba de la edad que tenían.

    — Aaahhh

    El puma gimió, estaba demasiado excitado y no podía parar, aceleró dejando la culpa y lástima atrás, solo era placer lo que sentía, no supo de dónde sacó fuerzas, pero mantuvo ese ritmo, Pao era un mar de gemidos y gritos

    — Aaahhh ya no aguantó

    Fue lo último que dijo el puma cuando su pene empezó a vomitar semen, lo inyecto dentro de Pao, que también gimió escuchando el orgasmo de su maduro amante, el placer de dar placer, la sumisión de la hembra ante un macho semental, a Pao no le importó el dolor ni la rara sensación de la inminente defecación, en ese momento solo importaba el placer que el puma sentía en su culo, ella se sentía orgullosa de haberle sacado la leche y por lo que oía, él lo estaba disfrutado en demasía

    Sacó su mocoso pene del culo infantil, cuando lo hiso se oyeron ruidos raros provenientes del culo de Pao, al mismo tiempo un chorro de semen salió del oscuro agujero.

    — Aaahhh que placer— dijo el puma cayendo boca arriba en la pequeña cama de Jo

    — Te la cogiste como todo un hombre—le dijo Jo reptando sobre él, al mismo tiempo que le besaba el pecho

    — Sí, me cogiste muy fuerte

    sólo alcanzó a decir Pao con su sonrisa chimuela, recuperando el aire toda sudada, se puso del otro lado del puma, ambas descansaban su cabeza en el brazo correspondiente de Arturo el puma, el acariciaba las cabelleras infantiles, mientras recuperaba su aire

    — Las amo a las dos

    — y nosotras te amamos

    Dijo Jo besando una tetilla de él mientras la otra era acariciada por la manita de Pao, pasaron cerca de 5 minutos y los tres cerraron sus ojos, durmieron por una hora, el puma fue el primero en despertar, se levantó antes los leves movimientos de sus muy jóvenes amantes, miró el culo de Pao todos lleno de semen seco, se agachó y le dio un beso, tomo un papel y lápiz, escribió algo, se visitó y se fue.

    Jo abrió sus hermosos ojos verdes, no sintió a su maduro amante, volteo y el lugar estaba vacío, solo quedaba Pao con su culo rebosante de leche, estaba todo rojo e hinchado, miró hacía su buró y vio el papel, lo leyó sonrió al hacerlo y lo llevo a su pecho, cerrando sus ojos

    “fue la mejor tarde de mi vida, ustedes me vuelven loco, creo que ya las amo, en especial a ti Jo, si muriera hoy, no me importaría, ya conocí el cielo con dos angelitos… de verdad las amo”

    La nota era corta, pero para Jo fueron las palabras más románticas que un hombre le había dicho, guardó para sí la nota, la escondió en un lugar donde nadie la vería, miró a su hermanita y la despertó

    — Pao… Pao despierta, hay que bañarnos y limpiar aquí,

    — ¿Qué pasa? — dijo Pao tallándose los ojitos– ¿y el puma?

    — Se fue, hay que levantarnos, tienes que bañarte, para ponerte crema en el culo que lo tienes todo hinchado

    — Si, ya me empieza a arder, me baño

    Madia hora después Pao estaba empinada en la cama recibiendo la lengua de su hermanita, para después aplicarle crema antinflamatoria, eso la hiso sentir mejor y pudo sentarse.

    — Debes mejorarte del culo, que mañana tendremos acción de nuevo

    — ¿vendrá otra vez el puma?

    — No, tenemos más amigos a quien invitar

    El corazón de Pao se aceleró, era algo entre miedo y excitación, conocía lo atrevida que era su hermana, le daba miedo, pero no tanto, al menos esta vez no saldrían de casa.


    Martes

    Los gemidos que salían de la pequeña boca de Pao retumbaban e toda la habitación, su culo recibía verga nuevamente, la pequeña Pao recordaba el amor con el que su hermana Jo le estuvo colocando crema antinflamatoria, la vega del puma había sido la más grande que su culo se había tragado, le había quedado muy inflamado, de hecho pensó que no podría coger por una semana, pero su hermana mayor le demostró lo contrario, ahora nuevamente su cuerpo se mecía con el vaivén de la cogida que su copulador le daba y vaya que le daba duro, al principio fue noble y blando, pero después se puso brusco y apático a los gritos de dolor que ella daba, fue como todos los que se la habían cogido, eran tiernos y con miedo al principio y después se desquiciaban, ella al único que en verdad disfrutaba era a su papá Joaquín, a pesar de que la hacía cagarse, orinarse y la humillaba en cada cogida, ella se sentía especial con él.

    — Aaahhh si, así

    Aunque eso, siendo honestos, tampoco le restaba placer a lo que sentía en ese momento, porque también la hacían sentir excitada cuando se la cogía, más por el culo, eso le daba mucho morbo, sentirse penetrada por el lugar donde le salía la caca, al principio sintió asco, pero después le agarro el gusto, más al ver como se ponían sus amantes cuando la enculaban

    — Aaahhh niña, como aprieta tu culo

    — Dele fuerte pastor, a ella le gusta

    El tipo de fuertes convicciones religiosas aceleró ante la petición de la hermana que, hincada a lado de ella, acariciaba la espalda de la empinada Pao y a ratos los huevos del pastor.

    — Ay aaahhh… aaahhh

    La pequeña Pao gimió cuando sintió al invasor taladrarle el culo, no era grande la verga, pero era la de un adulto y su culo aun resentía la enculada del día anterior, el pastor la sujetaba fuerte de las caderas

    — Ay… ay

    — Sí, no se detenga, pártala, ándele, dele

    El hombre sentía como su alma se estaba yendo directo al infierno, las puertas del averno se abrían ante él, pero no podía dejar de pecar, estaba pecando de lujuria, adulterio, pedofilia y pederastia; si, como bien dicen, “iras al infierno, pero antes conociste la gloria”

    — Ay… ay

    La pequeña Pao se seguía quejando, Jo con ojos de lujuria veía como el inflamado culo de su hermanita se abría, los gritos de dolor le estaban llegando a la zona límbica de su cerebro, estaba demasiado excitada, ella ya no era una nena inocente, su alma había sido corrompida por un adulto, que la enseño a disfrutar del sexo mucho antes de lo que le tocaba, ahora su mente lasciva ya no sentía placer solo con ver una película, masturbarse o coger, ahora sentía placer viendo como maltrataban a su hermana, sentía demasiado morbo, verla tan pequeña, tan inocente y ahora siendo sodomizada sin piedad

    ¡Plaf!

    Sonó la mano de Jo estampada en una nalga de Pao.

    — Dele fuerte, ¡más fuerte!

    Jo apretó sus dientes y metió su mano en su entrepierna, estaba demasiado mojada, dos dedos la penetraron, se movían dentro a fuera a una velocidad relámpago, su mirada era nublada mientras veía como el pastor se movía rápido en el culo de su hermana, era la segunda para él, la primera eyaculación fue en el culo de Jo, qué gustosa se lo dio, ahora era el turno de Pao, le miraba su cara de dolor, eso la excitaba, seguía moviendo sus deditos de dentro a afuera, Poa desde hace 15 minutos tenía su pantaletas en la boca y deteniéndola una media a modo de mordaza, Jo sabía que gritaría, de dolor o de placer, pero abría gritos, así que le puso eso para mitigar el ruido.

    Jo seguía hincada masturbándose, miró como el pastor levanto su mano y esta cayó sobre una nalga de poa que ahogo su grito de dolor en la pantaleta metida en su boca, Jo ya no pudo más, abrió su boca y cayó sentada sobre sus talones, su mirada y cara era de un orgasmo agónico, su cara estaba desencajada viendo la nalga roja de Pao, era demasiado placer, quería lograr su orgasmo, grito un gemido, cuando vio que el pastor repitió la maniobra, ahora en la otra nalga

    — Aaahhh… aaahhh

    Era demasiado para Jo, cayó de lado en la cama con su entrecejo fruncido, viendo la cara de dolor de Poa, que apretaba sus ojitos, su orgasmo fue como pocos, soltó orina al ver como el pastor ponía los ojos en blanco como lo haría un zombi, abriendo su boca y desfigurando su rostro, la segunda eyaculación estaba en proceso, le inyectaba una gran cantidad de leche a Pao

    — Aaaahhhh

    Gimió el pastor moviéndose como loco, la leche salió y quedo en el recto infantil de la inocente Pao, cuando terminó se quedó quieto y sus ojos regresaron a él, miro la escena, las nalgas rojas y lastimadas de Poa y a un lado Jo con cara de placentera angustia soltando orina sin dejar de dedearce

    Jo se levantó sacando fuerzas de quien sabe dónde y desacopló de un tirón a Poa, la pobre cayó quedando boca arriba, Jo se abalanzó a la verga aguada del pastor y la mamó, literalmente lo hiso, sus mejillas se hundían succionando las últimas gotas, el pobre hombre ponía mil caras, la sensación era demasiado placentera

    — Plop

    Sonó la boquita de Jo al sacar la verga de su boca sin dejar de mamar, la masturbó suavemente mientras volteo a verlo mostrando su chimuela sonrisa

    — ¿le gustó?

    — Demasiado

    Cayó el hombre en la cama, sus piernas temblaban, Jo se acostó a su lado y recargó la cabeza en el brazo de este, Pao sumisamente hiso lo mismo, el pastor le acarició la cabeza

    — ¿estás bien pequeña?

    — Si padre—dijo Pao después de haberse quitado la media y sacado su propia pantaleta de la boca

    — No es padre, es pastor, es diferente— le corrigió Jo

    — No te preocupes, a estas alturas ya no sé lo que soy— dijo el pastor mirando al cielo con cara de resignación

    — ¿le gusto jugar con nosotras?

    — Si mucho, pero creo que me excedí con Pao, perdón Pao, te nalgueé fuerte, me excité demás y no pude detenerme

    — No se preocupe, ya se me pasó y me gusto coger con usted—dijo sumisamente Pao

    — Entonces si se excitó mucho ¿verdad? — dijo Jo pícaramente

    — Sí, no sabes cuánto, quisiera que mi esposa cogiera la quinta parte de lo que tú haces

    — Le diré algo, las mujeres no pueden evitar ser hembras y cuando un macho las somete, liberan sus hormonas y se dejan hacer lo que el macho quiera, para eso somos, solo que usted debe comportarse como macho y no como esposo, hágaselo, no pida permiso, sométala y vera como su vagina se moja como nunca, ni ella sabrá por qué

    Las palabras de la niña retumbaron en el cerebro del hombre religioso, pensándolo bien no estaba tan perdida, él siempre le pedía permiso, ahora algo estaba creciendo en él, era ese valor que sólo los machos seguros de sí mismos tienen, si eso haría.

    Se levantó y vistió ante la atenta mirada de las dos, se puso toda su ropa y arreglo su facha, peinó su cabello y miró a las desnudas hermanitas, observó sus entrepiernas enrojecidas

    — Me voy niñas, pero quisiera darles un besito antes de irme

    Las dos se levantaron quedando sentadas cuando el volvió a hablar

    — No, así no, empínense

    Jo lo miró con una sonrisa, el macho dominante estaba creciendo en él, ya no pedía permiso, solo daba una orden y sus hembras lo obedecían con gusto, las dos quedaron empinadas, el se agachó y metió su boca entre las nalgas, Pao hasta abrió su boquita del placer que sintió, fue el mejor beso negro que ellas hubieran recibido

    — Me voy princesas, espero verlas pronto

    Jo empinada volteo a verlo y le sonrió

    — Si, y cuando venga me contará como se cogió a su esposa y la hiso venirse como una cerda por todos sus agujeros

    — Si princesa, así lo haré—la mente del pastor voló


    Eran las 11 de la noche, en casa de las hermanitas, Jo tenía a Pao empinada, le metía la lengua como el pastor se lo hiso, le metía deditos como a ella le gustaba, le aplicaba crema antinflamatoria, Pao abría su boquita de placer al sentir la tibia y curativa lengua de Jo.

    Al otro lado de la ciudad, el puma estaba acostado en la cama de Paty, ella dormía placida y relajantemente a su lado, la luz de la ventana iluminaba el culo de ella, del cual salía leche brillosa, así había sido, él fue a buscarla, ella abrió y solo preguntó ¿ahora sí me llevarás a pasear?, claro, contestó él entrando sin pedir permiso y cerrando la puerta tras de sí con candado, se quedaría a dormir con ella toda la semana.

    En su departamento, Joaquín estaba cerrando los ojos de sueño, en la pantalla estaba una grabación de él con Pao, una donde él la hacía cagarse, el vientre de Joaquín estaba todo lleno de semen de la intensa masturbación que se había dado viéndolo, eyaculo dos veces sobre su propio vientre, ahora el sueño le ganaba.

    En punto de la ciudad dentro de la casa pastoral, la esposa del pastor respiraba agitada por la boca, se tocaba el pecho, tenía el entrecejo fruncido, estaba toda sudada, se sentía extasiada, había tenido el orgasmo de su vida, Salvador su esposo y pastor de la iglesia que profesaban, había llegado y la jaló a la recámara, no preguntó, solo la desnudó, ella desconcertada se lo quiso negar, pero ahora ese “no” no lo detuvo, la dominó como siempre quiso hacerlo, hasta la nalgueó, la cambió de posición cuantas veces quiso, le metió un dedo en el culo y ella gimió como nunca antes lo había hecho, se convirtió en la sumisa de su esposo, lejos de enojarse se acercó a él y lo besó en una tetilla, mientras seguía respirando agitada, salvador solo miró el techo feliz cruzando los brazos bajo su cabeza.

    En su casa Alvarado miraba el techo, pensaba como su vida había cambiado radicalmente, su esposa a su lado dormía como un ángel, en la otra habitación su hija Diana perla aún tenía rastros de semen paterno en su rostro, su esposa con la raja llena de leche de su hijo también dormía feliz.

    Así era la vida ahora para ellos, sexo sin control, no podían decir que tan planeado fue, o si ya el destino lo tenía previsto, ahora su vida estaba enlazada a las dos tiernas hermanitas inocentes que estaban siendo pervertidas…


    Continuará

    Helen, relato erótico en blogSDPA.com

    Helen, Parte 02 (Final)

    7 de enero de 2025 en Relatos SDPA, Jovencitas

    Esta publicación es la parte 2 de un total de 2 publicadas de la serie Helen

    Los días pasaron, uno tras otro galopaban arremetiéndose sin tregua, y en cada uno de ellos una parte de mi sueño era arrastrado, no comprendía el motivo por el que nos estábamos separando, cada vez era mas la distancia, cada vez era menos el tiempo que la veía y peor aun era el hecho de que casi no habíamos intercambiado palabra alguna, todo era silencio salvo un agonizante hola ¿Cómo estas? cuando nos cruzábamos por la calle, pero inútiles eran estas palabras pues el viento se las llevaba, yo me quedaba estático al no saber como actuar, simplemente resignado trataba de capturar hasta la ultima brisa que había quedado impregnado con su perfume, de vez en cuando no podía dejar de torturarme volviendo el rostro hacia la lejanía de sus pasos, tratando de memorizar cada detalle de su espalda, de recordar su piel blanca, el recordar como se sentía cuando mis manos acariciaban su culito que era frágil delicado y suave como la más fina de las sedas.

    Estaba obsesionado por el vivir nuevamente esos mágicos momentos en que la tenía entre mis brazos, como un enamorado celoso me encontraba al acecho de sus movimientos para poder producir un "Encuentro Casual", allí estaba yo tratando de camuflarme tras un árbol que se encuentra a tres casas de la suya, atento a cualquier movimiento y sin darle importancia al cansancio generado por las dos horas que llevaba en mi tarea, solo veía como la oscuridad se apoderaba del cielo y el frío viento comenzaba a roer mis huesos. Todo el paisaje parecía cambiar cuando la noche reinaba, todo era mas deprimente, lúgubre y misterioso, me di cuenta que todo se había transformado en algo bizarro, y lo mas chocante fue que me di cuenta que todo mi ser era parte de esta metamorfosis, nunca había actuado de esa manera, definitivamente esa persona no era yo. Nunca en mi vida había sentido celos, pues nunca me enamoré de nadie pese a que yo estaba dispuesto a sentir ese amor que todos dicen ser tan especial, y que analizando detenidamente la situación en que me encontraba, pues estaba casi seguro de que no era amor, solo era un deseo extremo por poder poseerla, el anhelo de ser yo el que robe su virginidad, la ilusión de ser yo el que penetre su tierna rajita y su pequeño culito y me sienta completamente dentro de ella. Mis labios dibujaron una sonrisa burlona, claro que del que me mofaba era de mí mismo, empecé a reprocharme en silencio y si no me insultaba es porque me quiero mucho.

    -Buena pedazo de Anim!!....oso muchacho!!! Ahora si que batí el record de los maniáticos sexuales.... puta madre todo esto debe de ser porque dejé las drogas...Nunca he debido de abandonar a mi "Blanquita" a mi compañera de vuelos.

    Ni bien termine de sermonearme que mis pasos ya estaban en movimiento sacándome de mi escondite, al parecer mi subconsciente ya había trazado un camino al que yo seguía sin replica alguna, mas empecé a notar que la casa de Helen se aproximaba paso a paso, y como siempre las jugarretas del destino no se hicieron esperara, pues cuando me encontraba pasando frente a su casa, la puerta se abrió dando pase a 3 figurillas juguetonas con pasos veloces, pero de las que una de ellas freno sus pasos al levantar la mirada y ver al que cruzaba por su acera.

    Mirando de reojo pude advertir la sorpresa y confusión que se generaron en su rostro, que turnaba sus miradas entre sus amigas y yo sin saber que hacer. Una de sus compañeras se percató de la sospechosa actitud de Helen empezando a soltar risitas cómplices sin disimulo, obviamente ella ya sabía lo sucedido mientras que la otra amiguita preguntaba insistentemente el motivo por el cual se estaba riendo. Esta situación fue suficiente para que empezara a sonrojarse el rostro de mi ex amante, la que empezó a sufrir reiterados empujones por parte de la amiga cómplice, la que al parecer tenía toda la intención de ser presentados quien sabe para que.

    Helen aun abochornada reaccionó ante la insistencia de su amiguita dando unos pasos y con una sonrisa media forzada levantó su mano en ademán de saludarme, esto inevitablemente trajo recuerdos donde esa misma blanca y tierna mano se había posado en mi verga, estos pensamientos casi me hacen volver al estado estúpido y sumiso en el que me había encontrado unos minutos antes, pero desde el fondo de mi ser comenzaron a emerger una voz que repetía sin cesar "Debes de buscar a Blanca (cocaína) ella te dará placer y despejará tu mente para planear un nuevo ataque. Desde el cielo triunfaras y volando lo conseguirás". No cabe duda que era uno de las mas tontas ofertas que había imaginado, pero el hecho de volver aspirar a la volátil Blanquita dejándome llevar entre sus brazos hacia el infinito cosmos donde podía reinar mi destino salieron triunfantes ante mover el rabo como un perro fiel y sumiso. Ante su saludo el que encerraba un llamado para correr a sus pies, obtuvo simplemente un movimiento de mi cabeza de arriba hacia abajo como señal de saludo ni siquiera se detuvieron mis pasos que marchaban seguros y serenos hacia el encuentro del polvillo blanco.

    Llegue a San Pedro que estaba pasando 2 cuadras de Casas y Cosas de la Av. Angamos doblando a la izquierda a mitad de cuadra(Lima-Perú), donde siempre hay varios personajes peculiares, pero entre ellos divisé a uno de mis tantos proveedores, Kike, que así se llamaba mi abastecedor, al notar mi presencia apresuro sus piernas lo mas que pudo sin llegar a correr pues no quería que nadie mas se diera cuenta de mi presencia y le gane la venta. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujaba en el rostro de aquel ejecutivo de ventas tendiéndome la mano educadamente en señal de saludo mientras me decía:

    - Vaya Cocaine pensábamos que te habías regenerado, ya todos nos íbamos a poner de luto..

    - Siempre fiel a la causa bro´ . Le conteste mientras simulaba una sonrisa

    - pero hubieses llamado para hacerte un delivery. A ver ¿cuánto vas a querer para alzar vuelo?. Me preguntó mientras sacaba las bolsitas llenas de cocaína.

    - Dame 10 gramos de la pura, sería mejor si tienes alitas de mariposa, tu sabes para retomar el físico de antes y olvidar las penas.

    - ¿Qué ha pasado manito? Me pregunto preocupado mientras hacía señales indicando la cantidad a un tipo parado junto a un callejón.

    - Nada es solo que me quede con las ganas de romperle el culo a una chibola que me tenía babeando.

    - No te preocupes un clavo saca otro clavo, vas a ver que yo te lo arreglo en un ratito. Me afirmó en forma segura mientras recibía la mercancía de manos de su asistente el que no tendría mas de 19 años y traía cara de obediencia total.

    - Acércate chato te voy a presentar a uno de mis mejores clientes, cuando venga lo tienes que tratar bien si no ya sabes. Dijo Kike con cara amenazante a su ayudante.

    - Cocaine este es mi nuevo pescado es un novato, que me debe bastante dinero y el tiene que hacer lo que le diga o lo desaparezco a el y su familia.

    - Oye kike suave no mas que yo no le entro a mariconadas.

    - No manito no me refiero a eso ahorita vas a saber de que se trata.

    - Oye chato tráeme a tu hermanita para acompañar a mi causa. Le dijo Kike al chato que estaba que temblaba.

    - No, con mi hermana no te metas. Respondió el chato tomando un poco de valor.

    - Bueno si así lo quieres. Le dijo Kike sonriendo maliciosamente y levantando la mano haciendo señales a sus de mas compinches que estaban enfrente y que se acercaron rápidamente al ser llamados.

    - No pues Kike, pídeme otra cosa pero eso no. Suplicaba el chato mientras veía de reojo que se acercaban los cómplices, que tenían una cara de delincuentes que de solo verlos ya sacabas todo lo que traías encima para "donarlo" a su congregación.

    - Es tu última oportunidad chato o la pones o después la cogemos de sorpresa.

    - Esta bien, esta bien ahorita la traigo. Respondió el chato tartamudeando y sudando a cantaros al sentirse rodeado.

    - Oye negro acompáñalo y asegúrate que se vista bien la chibola y la llevas al hotel de siempre. Dijo Kike a uno de sus secuaces, el que cumplió inmediatamente la orden enrumbando junto al chato el trayecto a su casa.

    - Oye Kike ¿cómo es la cosa? ¿estás hablando en serio?. Lo interrogue confuso e incrédulo ante tal situación.

    - Claro pues, yo hago todo por los amigos que "me compran solo a mi" lo único que tienes que hacer es pagar tu cuarto en ese hotel de la esquina y esperar unos minutos, de paso aprovechas para cargarte unos buenos tiros. Corre tranquilo que nosotros te la subimos.

    Lo dijo con tanta seguridad que era imposible no creerle, mientras reinaba una gran duda de lo que debía hacer y estuve a punto de rechazar la oferta cuando un impulso de perversión domino mi cuerpo y me encamine hacía el hotel que me indicó. Ya estaba en la administración a punto de pedir la habitación cuando me percate de lo que iba a hacer, y estuve a punto de dar media vuelta cuando Kike se asomó a la puerta y le dijo al administrador que yo era su amigo y que el sabía como debía tratarme.

    Fue cosa de segundos en los que no alcance a reaccionar, pues ya tenía entre las manos la llave del cuarto, y el encargado del hotel con un gesto diplomático me invitaba a pasar.

    Allí estaba yo, en una habitación donde había una cama matrimonial y a su costado una mesa de noche que albergaba una caja de condones y un frasco de vaselina , enfrente un televisor de 21 pulgadas, una mesa con dos sillas al costado de una ventana que daba a la calle donde estaba Kike y su pandilla realizando sus transacciones, al otro lado estaba el baño con una tina grande que parecía una especie de jaccuzzi, lo que me percate al final fue que en el techo estaba empotrado un gran espejo que cubría toda la vista de la habitación.

    Dando vueltas de un lado a otro como león enjaulado y preguntándome como sería la chica que me ofrecían, preguntándome que es lo que debía hacer, como debía de tratarla. Sentía que los minutos se transformaban en horas, dando unos vistazos por la ventana cada 20 segundos, hasta que opté por dejar todo en manos del destino "lo que tiene que pasar, tiene que pasar" así es que me recosté en la cama y saque a mi fiel amiga, con la ayuda de una cañita cargue un generoso tiro e inhalé con fuerza. Me perforó la nariz como nunca, llevando a mi mente a un viaje inmediato de dureza, donde dejas atrás todo obstáculo que limita lograr el placer deseado.

    No me di cuenta del tiempo que transcurrió, pero de pronto mi vuelo fue interrumpido por el sonido de unos golpes secos en la puerta, lo que me hizo reaccionar trayendo a mi mente el motivo principal de mi estancia en ese hotel. Mi corazón se aceleró de inmediato, sentía la sangre subir a mi cabeza y mis manos empezaron a sudar. Instintivamente cogí nuevamente la cañita hundiéndola lo mas que pude en la bolsa de cocaína para luego llevármela a las fosas nasales y jalé lo mas fuerte que pude, entonces supe que se me había pasado la dosis, estaba negrazo y ya nada me importaba.

    Al abrir la puerta me encontré con una niña de apenas 13 años era delgada pero su minifalda negra era ajustada resaltando sus bondades desarrolladas bien para su edad, su cabello negro y lacio estaban mojados y algo despeinados, lo que la hacían verse mas exótica y natural, su piel bronceada resaltaban sus ojos color verdosos y temerosos. En un solo segundo produjo una erección tan violenta que se hizo notoria pues ni el jean pudo contener tal flujo de sangre que se inyectaba en mi deseoso pene. Casi ni me di cuenta de que su hermano, el chato, la escoltaba hacia mis dominios, simplemente la sujete del brazo y la introduje a mi aposento, cerré la puerta sin importarme quien estaba detrás de ella y lleve a mi presa angelical a la cama.

    No me importo saber su nombre ni mucho menos conversar, yo mismo me desconocía pues solo me importaba en ese momento poseer a tan bella criatura, que por una desgracia estaba en mis garras, las que no perdieron tiempo en arrebatarle el atuendo para dejar al descubierto su cuerpo desnudo, parecía que estaba preparada para el momento pues no traía ni bragas.

    No perdí el tiempo para desnudarme por completo, pero era tal mi ansiedad que torpemente me enredé con el jean sin poderlo terminar de sacar por unos segundos, me tuve que sentar en el otro costado de la cama dándole la espalda para poderme desvestir, a ella se le escaparon unas risitas por mi torpeza, lo que por estar en fly no me importo mucho, ella estaba arrodillada en la cama con los brazos sosteniendo su cuerpo parecía una gatita, tratando de curiosear en que aprieto me encontraba, se estiraba lo mas que podía estirando su cuello acercando su rostro a mi, pero de pronto sus joviales risas se enmudecieron de inmediato cuando me di vuelta y mi verga erecta quedo enfrente suyo a escasos centímetros de su boca.

    Su reacción fue el de querer alejarse, pero la contuve aprisionando su nuca, ella forcejeó un poco mas tratando de escapar, pero yo ya sin importarme nada mas que mi placer, la jale hacía mi pincho el que quedo bailoteando por sus labios sin poder introducirse pues su boca estaba cerrada y no quería abrirla, con mi otro brazo presione sus mejillas hasta lograr la apertura de su pequeña boca, y sin perder tiempo introduje mi verga ordenándole que la succione, que la chupe como si fuera un helado, ella al verse indefensa comenzó a chuparmela, mientras yo trataba de meterla toda atragantándola. Ya estaba en mi máxima erección, era hora de cumplir el deseo que tenía con Helen, pero sería esta niña la que personificase mi bajo deseo.

    La agarré de la cintura y cargándola le di vuelta para que quedase su tierno culo frente a mi ansiosa pinga, ella gemía y suplicaba que me detenga pero no hice caso alguno, me estire hasta la mesa de noche y tome la vaselina, puse el frasco en la cama y volví a darme un estirón nuevamente a la mesa de noche para agarrar la bolsa de cocaína, y vertiendo un poco de su contenido sobre la espalda de esa niña, casi a la altura donde termina su columna forme una línea del blanco elixir, acerque mi rostro hacía este manjar y ya sin ayuda de la cañita aspire lo que pude, los restos del polvo fueron presa de mis labios y lengua, ya con el poderoso estimulante rondando mi torrente sanguíneo tome nuevamente la vaselina metí el dedo índice y lo cubrí con la crema, luego lo lleve hasta su pequeño orificio e inicie a introducirlo poco a poco, mientras ella sollozaba y daba muestras de dolor, repetía esta acción hasta notar que ya se estaba dilatando su tierno culito, y sin poder esperar mas tiempo me puse la vaselina por todo el órgano viril y empecé a presionarlo contra su ano sintiendo como penetraba poco a poco, y escuchando como los adoloridos llantos iban en aumento, y su cuerpecito se contorneaba tratando de sacar mi pinga de su culo, yo al no querer ver interrumpido este sublime momento me aferré mas a su cintura y acrecentando la fuerza de mis movimientos arremetía contra sus glúteos pues todo el diámetro de mi verga ya había logrado la penetración, no se realmente cuanto tiempo estuve galopando sobre ella, pero llego el momento de la culminación, sentía el mayor placer alcanzado, incluso a la mamada de Helen, mi pene estaba a punto de estallar, así es que retire la pinga de su dilatado y roto ano del que vertía una línea de sangre, y la cargue para darle vuelta, cuando su rostro quedo mirando asía mi, apunte mi virilidad hacia sus labios rojos que estaban entre abiertos y di inicio al mas glorioso orgasmo vivido hasta ese momento eyaculando sin parar, vaciando toda mi leche sobre ella, tan violenta fue la corrida que no pudo evitar tragarse gran parte de mi semen y el resto se desbordaba por sus mejillas.

    Agotado por la faena caí rendido en la cama, y aun agitado cargue otra dosis de droga, mientras ella se levantaba, tomando su minifalda fue al baño donde estuvo un par de minutos. Me empezó a remorder la conciencia y luchaba por no hacerle caso, cuando de pronto se abrió la puerta del baño y salió ella con una sonrisa coqueta, se acercó a mi suavemente y dándome un beso en los labios con ternura me dijo "Por si te interesa mi nombre es Sophie" se dio media vuelta hacia la puerta y casi al salir me dirigió una mirada tierna dibujó otra sonrisa mas bella aún que la anterior y levantando su mano me dio el adiós para luego alejarse hasta perderse de mi vista y de mi vida. Me quede un par de horas mas en la habitación en un mundo de confusión. Me mande unos tiros mas, para luego levantar mi duro cuerpo con una satisfecha sonrisa me retire del hotel y despidiéndome y agradeciendo a Kike me marche de ese barrio que resguardaría el mas placentero y extraño recuerdo.


    Fin

    Laura, relato erótico en blogSDPA.com

    Laura, Parte 02 (Final)

    7 de enero de 2025 en Relatos SDPA, Jovencitas, Incesto

    Esta publicación es la parte 2 de un total de 2 publicadas de la serie Laura

    Después de unos minutos de espera lentamente comenzó a sacar su barra y casi cuando iba a salir la volvió a meter lentamente, sus movimientos me seguían doliendo pero el me alentaba con palabras muy suaves y leves besos en los labios y mi cara. 

    El dolor no menguó mucho pero mi tío la se movía lentamente en mi interior clavándome solo la mitad de su portentosa herramienta. Varios minutos pasaron metiéndola y sacándola de mi estrecha vagina cuando tuve mi primer orgasmo con un pene dentro, aun no había penetrado completamente pero el orgasmo fue genial, a pesar del dolor experimentado el placer se hizo inmensamente más grande, gemí como nunca y más lágrimas rodaron por mis mejillas pero en esta ocasión eran de placer. Casi al mismo tiempo de la fenomenal venida sentí como los mocos de mi tío se depositaban en mi cuca, la sensación fue agradable y me deje coger hasta que mi tío me la sacó. La leche me escurría por toda la panocha y mi tío me la regó por toda la entrepierna regándola con la verga que se movía de lado a lado y entre mis labios vaginales aún un poco dura. Terminamos besándonos y abrazándonos para luego meternos juntos a la regadera; mi tío me lavó todo el cuerpo y fue ahí donde pude ver que me salía un poco de sangre de la rajadita.

    – No te preocupes, eso es normal… Te desgarré por dentro una telita que se llama himen y que se conoce como virginidad.

    – Sí, ya lo sabía… Pero me dolió muchísimo. 

    – Me lo imagino… pero de ahora en adelante te iras acostumbrando. 

    Esa noche dormí en cama de mi tío y no pasó nada más pero el sábado iba a ser nuevamente de nosotros. Nos despertamos tarde y mi tío me preparó un delicioso desayuno, después de éste nos metimos nuevamente en la regadera y estuvimos ahí acariciándonos y besándonos la verga de mi tío estaba a reventar y le di una buena mamada, él me regó con su leche la boca y tragué lo que pude, luego me mamó a mí hasta que me vine, la pucha me dulía todavía un poco.

    Nos metimos en la cama y nuevamente nos quedamos profundamente dormidos. Como a eso de las cuatro de la tarde sentí una boca chupándome los pezones y desperté dulcemente. Las mamadas en mis tetas me pusieron sumamente caliente y noté que me estaba mojando, mi tío no paró de mamar y luego manoseándome la panocha me hizo venir, luego se acomodó nuevamente como la noche anterior y me comenzó a penetrar, el dolor ya no era el mismo y aguanté viendo como me la iba metiendo, esta vez la verga se me fue un poco más de la mitad, me sentía llena y ahora era más el pacer de sentirlo, sus caderas iniciaron un leve bombeo que se prolongo por diez minutos luego de los cuales alcancé mi segundo orgasmo. Mi tío me hizo cambiar de posición y esta vez el fue el que se recostó boca arriba en la cama, me pidió montarme y clavarme su daga lo que yo aguantara. Me monté dándole la cara y sus manos amasaron mis pequeñas tetas y luego pasaron a mis nalgas; yo sujeté el grueso y duro tolete de mi tío y lo guié hasta la entrada de mi cuquita, lentamente me fui sentando, sintiendo como las paredes se iban ensanchando con la invasión de la gruesa cabeza de hongo. Me trague un poco más de la mitad y comencé a subir y bajar apoyándome en su pecho con las manos para hacer fuerza, mi tío me pidió que le avisara justo cuando me fuera a correr para así hacerlo juntos.

    Las caderas de el también se movían junto con mis caderas y poco a poco fuimos ganando velocidad, mis jugos se escurrían por el palo mojando las bolas y el vientre de mi tío para luego escurrirse por sus nalgas y mojar la colcha; pronto sentí las contracciones en mi vulva señal de que me iba a venir, se lo dije a mi tío que aceleró sus movimientos y justo como lo había asegurado nos comenzamos a venir simultáneamente, su leche me pegó al fondo justo cuando sentía la explosión de mis entrañas, mis jugos salieron y salieron mezclándose con su propia leche. Nuestros gemidos se dejaron escuchar por toda la casa y terminé tendida sobre su cuerpo mientras que sus caderas daban las últimas embestidas dentro de mi húmeda cueva y así nos quedamos mirando televisión hasta entrada la noche. 

    Durante la madrugada mi tío me manoseó y nuevamente me volvió a penetrar por la vagina, casi dormidos hicimos el amor y volvimos a quedar profundamente dormidos y nos levantamos bastante tarde ese domingo. Desnudos como estábamos nos metimos en la regadera y nos acariciamos y besamos como siempre, luego mi tío bajó a preparar un delicioso desayuno, casi comida por la hora y al bajar yo ya estaba todo listo. Platicando con el me enteré de que no era la primera vez que se cogía a una pequeña de mi edad y le pregunté detalles, el me contó lo que le hacía a una vecinita que tenía a donde vivía antes de venir a casa. Después me dijo:

    – Hoy vamos a hacer algo diferente… ¡Ya veras que te gusta!

    – ¿Qué me vas a enseñar tío?... vamos dime.

    – Es una sorpresita pequeña, no comas ansias.

    No me contó nada y terminando el desayuno me dijo que fuera a terminar algunas tareas que todavía tenía pendientes, luego el se puso a lavar la vajilla e hizo un poco de quehacer para luego alcanzarme en mi cuarto y ayudarme con el resto de mi tarea. Terminamos cerca de una hora y media después y entonces el tío me dijo que lo acompañara.

    Salimos de mi habitación y nos metimos en el cuarto de mis padres, ahí mi tío esculcó varios de los cajones y luego de un par de minutos lo vi ir acomodando sobre la cómoda algunas prendas, estaba yo sentada en la cama imaginando lo que mi tío se proponía. Cuando terminó de sacar las prendas se volvió hacia donde me encontraba y estirando en sus manos un camisón de mamá me dijo:

    – Ve al baño y te pones estas prendas…

    Sin decirle nada tomé las prendas que me ofrecía y me dirigí al baño de la alcoba para ponerme las prendas que hasta el momento no había visto en su totalidad. Un camisón bastante sexy y semitransparente era lo que mi tío me había mostrado mas las demás prendas las desconocía, las puse sobre el mueble del baño y comencé a desdoblarlas para verlas, vaya (mi tío quería que me pusiera eso). Lentamente fui desnudándome mientras me miraba al gran espejo de cuerpo entero, fue la primera vez que tomé conciencia de mi cuerpo, delgado, de piel blanca, con apenas unos montecitos como senos y un monte de Venus al cual apenas y se le dibujaban unos pelillos; mi cabello castaño caía por la espalda, lacio y fino.

    Fui colocando sobre mi cuerpo las prendas que mi tío me entregó, lentamente fui disfrutando del roce de esa tela sobre mi piel y a cada prenda que me colocaba volvía a mirarme detenidamente al espejo y modelando un poco para mi misma. Lo primero fueron unas bragas color negro, con un encaje hermoso; me las ajuste lo mejor que pude pues me quedaban un poco grandes y pude comprobar que me veía sensacional, bueno eso esperaba yo y mi tío debió de haber pensado igualmente. Mis nalgas quedaban expuestas casi completamente pues era un delicado hilillo lo que las cubría y por la parte frontal mis labios vaginales se dibujaban bajo el negro encaje.

    Puse luego el bra que no llenaban mis tetas pero las acomodé dentro pues así lo quería mi tío, éste también en negro y a juego con las bragas se veía muy bien contrastando con mi blanca piel. Después siguieron las medias igualmente negras y que solo me llegaban al muslo en donde un adornado encaje se ajustaba a ellas. Por último el sexy camisón de color blanco y semitransparente, con solo esa ropa puesta me veía increíblemente sensual y no pude por menos que excitarme pensando en lo que me haría el tío Martín 

    Me miré al espejo por última vez y sumamente nerviosa salí de nuevo a la habitación, mi tío al verme se puso de pie ya completamente desnudo y con su gran daga balanceándose de arriba para abajo; se acercó hasta donde me encontraba y dio una vuelta a mi alrededor para admirarme.

    – ¡Qué rica te vez sobrinita!... mejor que tu mamá a tu edad…

    – ¿Tú has cogido con mamá? – pregunte sorprendida.

    – No… aunque me hubiera gustado hacerlo… solo la espiaba…

    – ¡Vaya, tío no lo hubiera creído!

    – Ya vez… pues ella también esta muy buena…

    – Sí… ¿Verdad?

    El tío Martín luego de decir esto me besó en los labios hundiendo profundamente su lengua dentro de mi boca y buscando la mía. Sus manos se pasear por la suave tela del camisón recorriendo a la totalidad mi espalda, mis nalgas , mis tetas y mi panocha, me quemaba y quería sentirlo adentro a pesar de un poco de molestia que aun tenía por la desvirgada del día anterior.

    Lentamente y mientras nos besábamos él me fue recostando sobre la cama y poco después sus labios recorrían mi cuello y sus manos mis costados, montado sobre mí se levantó para acercarme a la boca su dura tranca y me pidió que se la chupara, abrí mi boca y dejé que la gruesa cabeza se hundiera en mí; mamé lentamente y justo como el me había enseñado y así estuvimos un par de minutos, luego el tío se agachó entre mis piernas y sin quitarme las bragas me comenzó a lengüetear la raja. Con sus dedos hizo a un lado la prenda y directamente me comió la conchita haciéndome venir. Luego de esta primera venida me quitó las bragas y se acomodó entre mis piernas y llevándolas hasta sus hombros me penetró en esta posición, abrió el camisón y sus manos se apoderaron de mis pequeños senos masajeándolos sobre la tela del bra, esta vez la penetración fue más sencilla y menos dolorosa aunque todavía con un poco de molestia.

    Mi tío se movió y se movió rítmicamente dentro de mi panochita que no dejaba de segregar jugos y jugos y me comenzaba yo a venir cuando me inundó con su descarga de caliente esperma, los dos gemimos de placer al unificar nuestros orgasmos y quedamos recostados unos minutos uno al lado del otro mas mi tío se levantó un poco después pidiéndome que le mamara nuevamente la reata. Comencé con la mamada disfrutando esta vez aparte de su sabor el mí propio, poco a poco la tranca fue cobrando nueva vida y fue cuando quedó completamente dura que mi tío me acomodo a cuatro patas sobre la cama y se hincó detrás de mí para lamer mi ano. 

    Pasados unos minutos sentí que me untaba con algo y luego el primer dedo me penetro el apretado agujero. Así lo estuvo metiendo y sacando por espacio de cinco minutos para luego agregar al primero otro dedo más y nuevamente a meterlo y sacarlo. Después de un tiempo similar al anterior mi tío se puso en pie y pude ver como se ponía más líquido del que me había embarrado en el agujero sobre su pene. Acomodó la gruesa cabeza en mi arrugado ano e hizo presión sobre él. Lentamente la macana me fue partiendo en dos por el culo, sentí no tanto dolor como el de la desvirgada pero si un poco aunque esta vez aguanté todo sin llorar ni quejarme. La lanza que me partía la sentía realmente enorme, a cada nuevo milímetro mi ano lo sentía ensancharse e ir recibiéndola, mi tío me preguntaba a cada momento si quería que se detuviera pero yo movía la cabeza negándole, sabía ya que después del dolor sigue el placer y ahora estaba sumamente caliente como para parar. Mi tío siguió empujando hasta que por fin sus bolas chocaron contra mis labios vaginales.

    – ¡Qué linda hermosa!... ¡Te la tragaste completa! – dijo mi tío sorprendido.

    – La siento toda tiíto… se siente rico.

    Lentamente y sujetándome por la cintura el tío comenzó a moverse sin descanso y aumentando poco a poco la velocidad de las embestidas, un orgasmo se hizo dueño de mi voluntad y segundos después él me llenaba los intestinos con su caliente y rica leche, fueron segundos intensos y desbordados en los que pedí más de ese delicioso y erecto miembro que mi tío me había enseñado ya a disfrutar. Desde esa fecha me convertí en la amante de mi tío y disfruté da cada una de sus enseñanzas hasta la fecha fatídica en que me anunció que tenía que dejarnos para ir a los estados unidos en donde había conseguido un muy buen trabajo.

    Estos últimos días me la he pasado masturbándome hasta dos veces al día, mi cuerpo necesita de la deliciosa verga que me regalaba mi tío, de su leche, de sus deliciosos juegos eróticos. No, no voy a poder resistir tanto tiempo sin una verga dura entrando en mi vagina o en mi ano. He buscado entre mis amigos pero realmente son bastante feos y porque no decirlo también bastante estúpidos, ninguno me convence.

    La otra noche me encontraba sumamente caliente y no vi con malos ojos a mi padre de estatura elevada y corpulento, se nota que en la entrepierna se le forma un buen bulto, pero ni pensarlo, no sabría como abordarlo; por el otro lado esta mi hermano Edmundo, qué decir de el, bueno apenas tiene sus doce primaveras pero no esta mal, su cuerpo va tomando las dimensiones del de papá aunque todavía más delgado. No sé tengo que meditarlo un par de días.

    He dejado que transcurran ya dos semanas y estoy que no aguanto, estoy en mi habitación, completamente desnuda y hurgando con mi mano derecha dentro de mi vagina, dos dedos entran y salen a gran velocidad, no puedo reprimir el gemido leve que escapa de mis labios anunciando mi orgasmo, los jugos mojan las sabanas y sacó mis dedos para chuparlos y así saborear mi propio néctar, esto me calma momentáneamente pero en realidad extraño la sensación de un cuerpo al lado, mañana intentare hacerlo con uno de los chicos más guapos de mi salón. Ya veremos. El tipo no obstante estar muy cuero es un verdadero imbécil, engreído y quién sabe que tantos apelativos más, definitivamente no me le entregaría a un patán como este, no definitivamente no.

    Cae la noche y nuevamente me introduzco en la cama pero no logro controlar mis nervios, necesito algo dentro de mi vagina; salgo de la habitación con rumbo a la cocina para ver si un vaso de agua apaga mi calor interno, subo de nuevo las escaleras después de beberme el agua, nada, sigo igual de caliente, camino hasta mi habitación y me detengo antes de llegar; estoy frente a la puerta de la habitación de mi hermano, pongo la mano sobre la perilla y la giro sin hacer el menor ruido e ingreso en ella, todo esta oscuro y silencioso, cierro y camino lentamente hasta el lecho en donde percibo la silueta de Edmundo, los nervios me corroen el corazón. Destapo a mi hermano y sin pensar le paso la mano por la entrepierna sintiendo su sexo dormido, lentamente con mucha suavidad se lo comienzo a sobar, muy despacio. En breves instantes el aparato comienza a crecer, me asusto.

    – ¿Estas despierto? – pregunto en voz baja.

    La respuesta no llega y entonces sigo sobando la barra que ahora ya comienza a tomar dimensiones interesantes, con más miedo que valor logro bajar el pantalón de la pijama de mi hermano y veo saltar la silueta oscura de la barra de carne, pongo con cuidado mi palma sobre esta y mis dedos se cierran en torno al bulto. Es gruesa y de buen tamaño para su edad, lentamente lo comienzo a masturbar. Luego de unos minutos de masturbarlo con la mano me trago su verga, que delicia la siento deslizarse por mi boca y garganta debe de medir unos catorce o quince centímetros, no lo sé pero me esta encantando, sigo mamando sin pausas y de pronto el despierta.

    – ¿Qué haces? – pregunta incrédulo.

    – No digas nada, solo relá… relájate. – me asusto pero me logro contener.

    – Pe… pero… es que…

    Ya no digo nada más y continuo tragándome esa deliciosa barra de carne que me esta enloqueciendo, bajo una de las manos para meterla debajo de mi playera larga y palpar mi concha, muevo mis dedos a lo largo de mi rajada y en escasos segundos tengo un sensacional orgasmo. Mi hermano mudo ahora se deja mamar pero se queda como paralizado, no tengo que trabajar mucho y a los pocos minutos su leche me inunda la garganta, me trago toda la venida sin dejar escapar una sola gota y logro sacarle un leve gemido, continuo mamando hasta que la verga esta totalmente flácida.

    – Es todo por ahora… mañana te haré una nueva visita. – Le digo segura de mi.

    Salgo de la habitación y mucho más relajada me quedo profundamente dormida.

    La noche siguiente note como Edmundo se fue a acostar más temprano que de costumbre, tenía yo un poco de miedo pues el pudo comentar algo con mis padres pero afortunadamente nada cambio en el trato con ellos lo que me indicaba que Edmundo no había dicho nada. A mis dieciséis años no puedo decir que sea una chica de mal ver, mi pecho es de buen tamaño con pezones paraditos y de un color clarito, mis nalgas son deliciosamente torneadas según las palabras de mi tío, mi cabello sigue lacio pero ya no me llega hasta la cintura, solo a mitad de la espalda y no me lo he teñido por lo que sigue castaño, mi vagina tiene en su monte de Venus unos hermosos rizos que forman un coqueto triangulito bajo el cual unos labios rosaditos y húmedos siempre esperan un delicioso y duro tronco. 

    Bien pues esa noche después de que mis padres se fueron a dormir yo salí de mi habitación para dirigirme a la de mi hermano, pensé que podría haber puesto el pasador pero me equivocaba, esto me daba el permiso de él para continuar con nuestro juego. Al entrar vi que no estaba completamente recostado.

    – ¿Despierto? – pregunte ingenua.

    Edmundo no contestó solo se limitó a mover su cabeza afirmativamente, me senté a un lado de el sobre la cama y encendí la luz de la lámpara de su buró. Pude apreciar que su respiración estaba agitada y la mía ni que decir. Me acerque a su cara y deposite sobre sus labios un tierno beso al que no respondió, nuevamente lo volví a besar esta vez más audaz jugueteando un poco con sus labios, poco a poco mi hermanito fue correspondiendo a mis caricias y su boca comenzó a seguir mis movimientos luego de unos minutos mi lengua se introdujo buscando la de el.

    Cuando me separé pude ver la excitación reflejada en sus ojos y sin más tome mi playera por los costados y me la saqué. Mis senos desnudos quedaron ante su estupefacta mirada, estaba absorto y le tomé una de las manos poniéndome la sobre una de las tetas y comencé a darle indicaciones de qué era lo que tenía que hacer para irme acariciando. Sus dedos de seda me comenzaron a recorrer el seno lentamente, atrapó el pezón y con ternura lo pellizcó, mi hermano era un rápido aprendiz. Luego lo hice que me mamara el seno igual guiándolo para que pronto fuera un excelente amante.

    Mientras que el se entretenía con mis tetas mi mano izquierda se movía lentamente de arriba para abajo a lo largo de su tronco que con habilidad logré sacar de sus pantalones.

    Con la clásica desesperación de los principiantes me quiso meter la mano por todos lados pero yo lo fui conduciendo por los caminos que me gustaban, con calma y serenidad; Edmundo buen aprendiz pronto comenzó a tocarme con menos torpeza y fue entonces que me levante y montándome sobre la cama quedé hincada frente a el. Le pedí que me bajara las bragas y con delicadeza lo hizo, quedó maravillado con mi vagina pero aun sin tocarla le dije que me pusiera la mano abajo y así lo hizo, lentamente la movió de adelante para atrás rozándome los labios vaginales, así logre mi primer orgasmo de esa noche. Mi mano volvió a tomar su reata y lo seguí masturbando hasta que no pudo más y sus mocos saltaron potente mente mojándome hasta el pecho izquierdo.

    Obviamente la cosa no iba a terminar ahí esa noche así que tendí a mi hermanito sobre la cama y comencé a mamarle el nabo que poco a poco comenzó a cobrar vida y cuando ya lo tenía completamente duro me monté sobre el, guié la daga con mi mano ante la atenta mirada de Edmundo y me metí su gran tronco que después comprobamos medía trece centímetros. La cabeza se fue perdiendo entre mis piernas lentamente y sentí que mi cuerpo volvía a vibrar con esas deliciosas sensaciones. Por fin me la tragué completamente y comencé una cabalgata lenta inclinándome de vez en cuando para que Edmundo me chupara las tetas o me besara. 

    El orgasmo nos vino a los dos al mismo tiempo, fue increíble, nos seguimos moviendo hasta que por falta de dureza la tranca se salió sola de mi vagina, los jugos abundantes se escurrían de mis labios y por la tranca y bolas de mi hermano; a pesar de que ya se había venido una vez la leche que me soltó en el interior de la vagina era demasiado, fue exquisito sentir como me golpeaba lo más profundo, por un embarazo no había que preocuparse pues desde que mi tío notó que me comenzaba la regla me comenzó a educar con respecto al uso de pastillas.

    Esa noche después del sexo Edmundo, mi hermano, y yo nos quedamos acariciándonos, reconociendo nuestros cuerpos y ya casi como a la una de la madrugada me regrese a mi cuarto quedándome profundamente dormida. Comenzaba pues así una nueva y excelente relación con mi hermano, mis padres notaron el cambio de nuestros comportamientos pero lo tomaron con toda naturalidad pues creyeron que se debía a la madurez que comenzaba a adquirir Edmundo y en cierta forma no se equivocaban. 

    A la semana fue que Edmundo abandonó su habitación para venir a la mía, entró y me despertó cuando sus labios saboreaban mis pezones ya duros como la roca, lo único que hice fue tomarlo por el cabello y dejarlo continuar con su exquisita labor. Esa noche lo enseñé a mamarme la panocha y lo hizo tan bien que logre correrme en dos ocasiones con las mamadas que me estaba dando. Luego me empiné sobre la cama y le pedí me diera el mismo tratamiento en el ano, sin dudarlo mi hermano comenzó a lamer mi chiquito metiéndome la lengua profundamente en el, separando los cachetes con las manos para dejar expuesto el agujero. Era justo pues que como recompensa le regalara esta parte de mi cuerpo. Edmundo entonces guiado por mis indicaciones me la metió por el culo, fue divino. Me estuvo bombeando por casi treinta minutos durante los cuales me vine cinco veces, algo increíble. Por fin me llenó las entrañas con tanta leche que casi podría decirse que eran ríos los que me corrían por las piernas.

    Esa relación hasta ahora sigue siendo nuestro gran secreto, una vez quise tener un novio pero en realidad no me agradó pues son muy brutos y no hay tanta confianza con un desconocido como la que puedo tener con mi hermanito o con mi tío. Mi hermano me comentó también algo parecido cuando intentó tener una novia, así que ya ven ¿Será mal de familia?

    Mi tío ha venido dos veces a visitarnos y pues no les debo de ocultar que cuando el esta aquí nos escapamos a un hotel en donde damos rienda suelta a nuestro placer, sigue siendo muy bueno en la cama y sabe lo que hago con Edmundo y está de acuerdo en esa relación pues el solo puede venir muy ocasionalmente; eso si no deja de mandarme dinero para que me compre lo que yo desee y ahora a aumentado la cantidad a ochocientos dólares cada tres meses.


    Fin

    La experiencia de mi hija Amy, relato erótico en blogSDPA.com

    La experiencia de mi hija Amy, Parte 03 (de Melkor)

    7 de enero de 2025 en Jovencitas, Incesto, Relatos SDPA

    Esta publicación es la parte 3 de un total de 20 publicadas de la serie La experiencia de mi hija Amy

    Acababa de pasar casi una hora observando a mi niñita desnuda mientras un perro enorme la follaba, pero verla sentada recatadamente en el borde de la tumbona del patio completamente desnuda con el semen de perro de Loki todavía goteando de su coño rojo e hinchado fue otra adición a la cadena de imágenes eróticas que había presenciado durante la última hora aproximadamente. El hecho de que estuviera tan desaliñada no cambió su atractivo juvenil. Me incliné, la tomé en mis brazos y me dirigí de nuevo a la casa hacia el baño.

    Sin siquiera pensarlo, comenté: — Aún estás goteando por todas partes, trata de no dejarlo en la alfombra— . Eso hizo que Amy se riera sin control. Se las arregló para responder con un — Intentaré no hacerlo, papi, pero no creo que pueda. Todavía hay muchas cosas de Loki allí— .

    Moví el cuerpo joven de Amy en mis brazos para poder inclinar su trasero hacia arriba para evitar que su coño goteara demasiado y me apresuré a ir al baño. No creo que haya goteado mucho en la alfombra mientras la llevaba arriba al baño.

    La dejé de pie y me di vuelta para poner en marcha la ducha. Comprobé la temperatura y luego me di vuelta para decirle a mi pequeña que la ducha estaba lista. Esa fue realmente la primera vez que la miré sin distracciones. Quiero decir, la miré REALMENTE.

    Ella estaba allí, desnuda, frente a mí, con la cabeza gacha. Su cabello era un completo lío enredado que casi ocultaba su rostro. Podía ver las huellas de las lágrimas secas en sus mejillas y en ese momento se estaba mordisqueando el labio inferior.

    Miré más allá de sus hombros hasta su pecho, donde sus pechos en ciernes estaban coronados por aureolas del tamaño de una moneda de veinticinco centavos con pezones erectos que parecían pequeñas gomas de borrar de lápiz. Sabía que Amy estaba avergonzada por el tamaño de sus pechos y que deseaba que fueran más comparables a los de sus pares. Pero en ese momento pensaba que eran absolutamente perfectos.

    Mis ojos continuaron bajando por su torso. Hice una mueca al ver los largos rasguños en sus costados, los más profundos aún supurando sangre. Me concentré en su vientre, todavía ligeramente distendido por la cantidad de semen de Loki que todavía estaba atrapado en su cuello uterino, ahora seguramente contraído, en la entrada de su útero juvenil. La leve hinchazón de su estómago casi parecía como si todavía tuviera unas pequeñas — llantitas— , aunque sabía que la había superado hace años considerando su capacidad atlética.

    Bajé aún más la mirada y noté que el coñito de Amy no mostraba ni rastro de vello. No estaba seguro de si eso se debía a que había tardado en madurar o a que había empezado a afeitarse por algunas de las cosas que vestía, como ese diminuto bikini blanco que había dejado caer al suelo cuando bajé a Amy. Aun así, la vista de su coñito calvo, incluso en esas circunstancias, seguía siendo increíblemente excitante.

    Seguí bajando hasta los labios de su coño. Estaban bastante rojos e hinchados. Su montículo desnudo se dividió en una grieta roja y furiosa, la protuberancia de su clítoris todavía estaba hinchada y se extendía más allá de los labios magullados de sus labios. Apenas podía ver los labios inmaduros de los labios internos de Amy. Las piernas de Amy estaban ligeramente separadas. Para evitar que sus piernas rozaran esos labios, imaginé. Debían haber estado extraordinariamente sensibles y extremadamente doloridos en ese momento. También noté que su coño todavía estaba goteando semen de perro. Estaba corriendo por su pierna derecha y formando un pequeño charco en el piso del baño.

    Seguí el curso del agua por sus piernas, pequeñas pero todavía muy atléticas. Mi mirada se detuvo y me estremecí al ver los profundos arañazos que las garras del perro le habían dejado en los muslos y los rasguños que se había hecho en las rodillas al arrodillarse sobre el cemento.

    Se veía absolutamente horrible, pero extrañamente más hermosa. Me acerqué y le di un suave abrazo, le besé la cabeza y le dije: — Está bien, la ducha está lista— . Luego me di la vuelta para irme y permitirle un poco de privacidad bien merecida.

    —¿Papá? —Apenas podía oír la voz baja y temblorosa por encima del sonido de la ducha. Me di vuelta y dije: —¿Sí, cariño?

    De nuevo la voz baja y infantil: — ¿Crees que soy fea?— 

    Su pregunta me derritió el corazón. Me arrodillé y la abracé con fuerza, con su cabeza apoyada en mi hombro. — No, cariño, creo que eres la joven más hermosa que conozco. ¿Por qué lo preguntas?— 

    Amy sollozó en mi hombro y, empezando con esa voz infantil pero ganando volumen y velocidad rápidamente, dijo: — Por lo que pasó. Porque dejé que un perro... me cogiera. Porque, porque...—  Sollozó de nuevo: — Porque creo que me GUSTÓ. Al principio no, estaba tan asustada y me dolió mucho. Pero cuando te acercaste y me ayudaste, no fue tan malo. Me hiciste sentir segura a pesar de todo. ¡Aunque me dolió tanto! La parte en la que él... me cogió se sintió tan BIEN. ¿Qué me pasa? ¡Ya lo extraño!— . La última parte salió como un gemido.

    —Shhh, no te pasa nada. En realidad estoy muy orgullosa de ti. Fue increíble lo que acabas de hacer. Sabes que siempre te amaré. Ya eres una niña grande. Lo que pasó no fue tu culpa y no hay nada de malo en que te guste. Probablemente hizo que fuera más fácil y menos probable que te lastimaras aún más. Imagino que Loki ha estado solo por un tiempo y aún no está acostumbrado a la gente. Dale tiempo y estoy seguro de que volverá. Ahora, vamos a limpiarte, iremos a algún lugar lindo a cenar y creo que te sentirás mejor cuando ya no estés tan adolorida —la tranquilicé.

    Observé más de cerca las marcas que tenía en el cuello y los costados. Varias de ellas eran bastante profundas.

    — Creo que nos detendremos y revisaremos algunas de estas mordeduras y rasguños antes de la cena. No queremos que se infecten.

    La cabeza de Amy se levantó de golpe ante ese comentario.

    — ¡Dios mío! ¡No! ¿Y si descubren lo que realmente pasó? ¡Simplemente moriría!

    — Amy, realmente deberían revisar esto. Podemos decirle a la clínica que te atacó un perro. No estaría muy lejos de la verdad. Mientras solo mostremos los rasguños y las marcas de mordeduras, debería estar bien— . Amy miró hacia abajo y murmuró algo que sonó como 'Está bien', y me levanté para irme de nuevo.

    Una vez más la escuché usar esa vocecita de niña.

    — ¿Papá?—  Me volví de nuevo y le dije: — ¿Sí, cariño?

    — Por favor quédate. No quiero que te vayas.

    —De verdad que necesitas limpiarte —le recordé.

    —Lo sé, pero quiero que te quedes... Para ayudarme... En la ducha... ¿Por favor?

    Sabía que no debería haber accedido a su petición. Acompañar a mi hija de doce años en la ducha normalmente estaría en lo más alto de la lista de "malas ideas", pero no pude evitar pasarlo por alto dadas las circunstancias. Quiero decir que acababa de alentar (no, seamos honestos, ayudé) a mi hija a que se dejara follar por un perro grande. ¿Qué peor podría ser acompañarla en la ducha?

    No dije nada en absoluto. Solo le sonreí a mi pequeña bebé, me quité los pantalones cortos y la llevé a la ducha.

    Me quedé asombrada. Allí estaba yo, cumpliendo de repente mi anterior fantasía de tocar la cremosa piel de mi pequeña bebé. Sin embargo, tuve que ser muy delicado para no agravar sus heridas. Le lavé el pelo con cuidado, asegurándome de eliminar todo el sudor y la suciedad, teniendo mucho cuidado de que el jabón no tocara las marcas de mordeduras en su cuello. Luego me enjaboné y comencé a frotarle la espalda.

    Me disponía a enjuagarla cuando ella agarró mi mano y la llevó hacia su frente. Me encontré frotando suavemente los costados de sus costillas y finalmente ahuequé mis manos sobre sus jóvenes pechos preadolescentes.

    Se recostó sobre mí y suspiró. Me pareció oírla susurrar con pesar: —Así es como esperaba que fuera...

    Casi dejé de frotarme de la sorpresa. Nunca imaginé que ella pensara en mí de esa manera, aunque ahora eso explicaba las burlas y el exhibicionismo de los que me habían sometido últimamente. Sentí un calor intenso mientras continuaba limpiando a mi pequeña, teniendo mucho cuidado con los numerosos rasguños que se había hecho.

    Rodeé su coño hinchado. Me hubiera encantado tener la oportunidad de explorarlo, aprender todos sus secretos. Pero no quería que se sintiera más incómoda. Creo que ella lo entendió porque agarró mi mano y la mantuvo quieta sobre su prominente montículo vaginal, justo encima de su hueso púbico, donde casi podía tocar sus pequeños labios vaginales.

    Antes de que me diera cuenta, ya había terminado de limpiar a mi pequeña diosa perruna y ella se dio la vuelta para que me tocara a mí. Yo ya estaba arrodillado, pero logré darme la vuelta para que ella pudiera empezar por donde yo lo hice, con mi cabello. Me lo lavó con suavidad, pero como lo tenía mucho más corto, no era lo mismo.

    Luego me enjabonó la espalda y la limpió con suavidad. La sensación de sus manos enjabonadas en mi espalda era increíblemente erótica. Mi pene intentó hincharse con una erección, pero no quedaba nada. No creo que hubiera podido levantarlo ni con una grúa.

    Me hizo levantarme de nuevo, todavía de espaldas a ella. Sus delicadas manos continuaron bajando por mi espalda, hasta mi trasero. Frotó suavemente a lo largo de la parte interna de mi muslo, llevándolo hacia arriba, mientras su dedo índice se deslizaba por la hendidura de mi trasero. Casi sentí una descarga eléctrica cuando su dedo se deslizó sobre mi ano, provocando un escalofrío en todo mi cuerpo. No había sentido nada parecido desde que murió la madre de Amy, April.

    Amy se arrodilló y terminó de limpiarme las piernas, antes de pedirme que me diera la vuelta para que ella pudiera limpiar la parte delantera. Mantuvo la cabeza agachada mientras volvía a subir lentamente por mis piernas. No fue hasta que llegó a mi cintura que miró directamente mi pene.

    Ella lo miró como si fuera un bicho extraño. Movió la cabeza de un lado a otro antes de levantar con cautela la mano para pincharlo ligeramente. A pesar de todo, esto era demasiado y de alguna manera me encontré teniendo otra erección. Ella miró con asombro cómo crecía rápidamente y se erguía hasta su longitud máxima de veinte centímetros. No era tan impresionante como la enorme herramienta de Loki, pero siempre me había complacido con ella. Y lo que era más importante, April también lo había hecho.

    Amy ahuecó mis testículos, lavándolos suavemente y luego continuó con el eje también. Pasó varios minutos explorando antes de continuar subiendo por mi vientre hasta mi pecho. Luego se acercó a mi cuello y atrajo mi cabeza hacia la suya, y me dio un beso muy poco infantil en mis labios atónitos y susurró las primeras palabras desde que entramos a la ducha. — Gracias, papi.

    Ambos salimos de la ducha y la cerré. Luego, cada uno tomó una toalla y se secó, Amy con mucho cuidado. Después de terminar, fuimos a nuestras habitaciones para vestirnos.

    — Papá, ¿adónde vamos a cenar? ¿Qué me pongo?— , la oí gritar.

    En realidad no había pensado en dónde iríamos. Por alguna razón, había estado un poco distraído. Lo pensé un minuto y decidí que sería un lugar donde mi pequeña se sentiría especial.

    —¡Vamos a Oliver's! —grité. Oliver's era un restaurante italiano muy elegante. Amy siempre había querido comer allí, pero yo no había pensado que fuera apropiado para alguien de su edad hasta ahora.

    — ¿Qué tal si te pones ese vestido azul tan bonito que llevaste en el baile de tu escuela el mes pasado?— , sugerí mientras sacaba mi ropa, un jersey de cuello alto azul oscuro, una chaqueta marrón y unos pantalones de vestir. Se vería muy distinguido y apropiado para la ocasión.

    — Hmm, no, no lo creo. ¡Ajá! Tengo una idea mejor. ¡Caramba! Realmente no puedo usar esto en la clínica, realmente no se vería bien.

    — ¿Qué tal si te pones los pantalones cortos y la camiseta y traes tu ropa contigo? Puedes cambiarte en el camino— , le sugerí. Pensé que podría salirme con la mía con mi atuendo, pero estuve de acuerdo con Amy en que cualquier cosa demasiado formal para ella definitivamente se vería sospechosa en la clínica.

    —Sí, ¡eso funcionará! Déjame ponerme unos pantalones cortos... ¡Papá! ¡Todavía sigo goteando!

    Este era un detalle en el que realmente había logrado pensar y encontrar una solución. Había estado esperando el primer período de Amy durante algún tiempo y ya había preparado algunos suministros necesarios. Volví al baño y metí la mano en el armario debajo del lavabo y saqué una caja. Luego pasé por su puerta y le arrojé la caja de tampones.

    —Esto debería funcionar —dije mientras me dirigía a mi habitación para seguir vistiéndome.

    Escuché varios sonidos interesantes y bastantes silbidos de dolor en su habitación, probablemente porque su coñito había sido frotado hasta quedar en carne viva, antes de que finalmente gritara: — Gracias papá, creo que esto funcionará— .

    Mientras esperaba a que Amy terminara y bajara (nunca entendí por qué las chicas tardan tanto en prepararse), llamé para hacer reservas en Oliver's. Me alegro de haberlo hecho, ya estaban casi todos reservados.

    Mientras colgaba el teléfono, me di vuelta y vi a mi pequeña Amy entrar en la cocina. Llevaba unos pantalones cortos más holgados de lo habitual, pero llevaba su habitual top con cuello halter y sandalias. Llevaba el pelo, todavía ligeramente húmedo, recogido en su habitual cola de caballo y exudaba la normalidad de una niña de doce años. Llevaba su bonito par de tacones negros y una bolsa de ropa desconocida. También llevaba un bolso sospechosamente lleno. Decidí no mencionarlo.

    Nos dirigimos al coche. Amy dejó sus cosas en el asiento trasero y se sentó con cuidado. Le pregunté si estaba bien y me respondió débilmente que sí. No tardamos mucho en llegar a la clínica. Era uno de esos lugares abiertos las 24 horas que no son de urgencia. Habíamos estado allí el verano pasado cuando Amy se las arregló para torcerse el brazo al caerse de la bicicleta. Recuerdo que estaba muy contenta de que no fuera temporada de natación en ese momento.

    Para ser viernes por la noche, la clínica estaba sorprendentemente vacía. Supuse que debía ser así porque todavía era temprano, ni siquiera las 6 p. m. Me alegré especialmente, para ser honesto. Significaba que entraríamos y saldríamos en poco tiempo. No quería arriesgarme a perder nuestra reserva para la cena.

    El médico que atendió a Amy debía estar cerca del final de su turno. Fue bastante profesional y minucioso, pero su examen aun así me pareció apresurado. En realidad no me importó en lo más mínimo, ya que significaba que no parecía muy interesado en pasar por alto nuestra historia de que Amy había sido atacada por un perro callejero mientras montaba en bicicleta en nuestro vecindario. Decidió que ninguna de sus heridas requería nada más que una crema antibiótica. Recomendó que las mantuviéramos limpias, secas y cubiertas, y que no deberíamos tener que hacer nada más que eso.

    Estábamos a punto de irnos cuando nos dijo que esperáramos y sólo quería una cosa más.

    Creo que ambos nos quedamos helados de culpa porque él sospechaba algo antes de que su recomendación de que, para estar seguros, Amy se pusiera una vacuna contra la rabia disipara nuestra preocupación. No hace falta decir que Amy no estaba contenta, pero lo aceptó sin quejarse. Sin embargo, eso pasó rápido y no podría haber sido más doloroso que lo que ya había sufrido ese día. Afortunadamente, eso era lo último que nos hacía falta y, después de hacer el check out, todavía teníamos mucho tiempo antes de tener que estar en Oliver's.

    Amy me preguntó si, como íbamos a llegar temprano, podíamos pasar por la casa para que ella pudiera cambiarse allí. Acepté que sería lo mejor y volví a casa. Cuando entramos con Amy cargando su atuendo, me preguntó: — Papá, me gustaría darte una sorpresa. ¿Podrías esperar aquí hasta que termine y volver abajo, por favor?

    No pude negarme a eso. Después de mi despreocupado — claro— , subió corriendo las escaleras. Me senté en el sofá a esperar, con la esperanza de que no le llevara demasiado tiempo prepararse. Escuché todo tipo de ruidos misteriosos que provenían del piso de arriba, pero en un tiempo sorprendentemente corto la oí llamarme desde abajo.

    — Papá, ¿podrías cerrar los ojos hasta que te diga que puedes mirar?—  Me hizo gracia su petición, así que respondí — ¡Claro!

    Oí sus pasos bajando las escaleras y resistí la tentación de mirar antes de que estuviera lista para que yo lo hiciera. Escuché a Amy respirar profundamente y luego decir: — Está bien, papá, dime qué piensas.

    Abrí los ojos y casi me desmayo. Allí, frente a mí, estaba la viva imagen de April. La joven que estaba parada frente a mí se parecía mucho a mi amada esposa cuando nos conocimos, tal vez solo unos años más joven. Llevaba un hermoso vestido de cóctel negro que se ajustaba a su cuerpo, con tirantes finos en la parte superior que dejaban sus hombros al descubierto. Los zapatos negros a juego tenían suficiente elevación en el talón para acentuar sus hermosas piernas largas, sin resultar poco prácticos para caminar.

    Llevaba el pelo recogido en un estilo muy elegante y muy de moda en la actualidad. Me fijé en una especie de trenza elaborada en la parte posterior. El maquillaje que llevaba parecía mínimo, y solo servía para enfatizar sus pómulos, realzar sus labios carnosos y rojos y enmarcar sus traviesos ojos verdes. Para rematar, llevaba el collar favorito de April, un regalo que le di en nuestra primera Navidad juntas.

    No me había dado cuenta de que había dejado de respirar, hasta que los ojos de esta visión se oscurecieron en alarma y hablaron.

    — Papá, ¿estás bien? ¿Por qué lloras?—

    — Oh, Amy, no tienes idea de lo mucho que te pareces a tu madre en este momento. Por un momento pensé que había visto un fantasma. No puedo creer lo absolutamente hermosa que te ves en este momento.

    Ella corrió hacia mí y me dio un gran abrazo.

    — Oh, gracias, papá. ¿De verdad lo crees? Lamento haberte hecho llorar.

    Conseguí controlarme.

    — Está bien, me asustaste. No puedo creer lo adulta que te ves. Tu madre habría estado orgullosa.

    — Papá, me encantaría que estuviera aquí, pero no me hagas llorar. No quiero que se me corra el maquillaje. Hice esto especialmente para ti.

    —Gracias, Amy. No tienes idea de lo feliz que me acabas de hacer y de lo hermosa que te ves. —Miré mi reloj—. ¡Oh, no! ¡Deberíamos irnos o llegaremos tarde! —Me levanté y le ofrecí mi brazo, que ella tomó recatadamente, y la acompañé hasta el auto.

    De camino al coche, la miré más de cerca. Algo me molestaba y no era el parecido de Amy con su madre. Entonces me di cuenta: — Amy, ¿qué te hiciste con las marcas de mordeduras y los arañazos?— 

    Ella parecía un poco culpable y respondió tímidamente: — Los cubrí con ungüento y corrector facial. Prometo que lo sacaré todo y me aseguraré de que estén bien limpios cuando volvamos a casa.

    Lo dejé pasar, pero noté su ingenio al mantener en privado su agresión anterior.

    — Asegúrate de no volver a hacer eso, especialmente en la escuela. No queremos que esas heridas de infecten.

    Recibí otra de sus respuestas de — Sí, papá—  mientras le abría la puerta del auto y me aseguraba de que estuviera cómodamente instalada dentro. Luego me acerqué a mi lado, encendí el auto y salí marcha atrás del camino de entrada. La normalidad de nuestra discusión sobre qué estación de radio escuchar nos ayudó a ambos a recuperarnos de la extrañeza de los eventos del día y del episodio fuertemente emocional que acabábamos de experimentar.

    Llegamos a Oliver's justo a tiempo y nos sentaron enseguida. El aplomo y la confianza de Amy me sorprendieron. No estaba seguro de dónde había aprendido los modales de alguien mucho mayor que lo que yo consideraría típico de una niña de doce años. Mi querida Amy estaba increíblemente llena de sorpresas hoy.

    No recuerdo qué comimos, de qué hablamos ni siquiera cuándo llegamos a casa. Solo recuerdo haber pasado una de las veladas más agradables en años con una compañera muy alegre, alegre y encantadora.

    Recuerdo que estaba de pie en el pasillo después de llegar a casa. Ella se había quitado los zapatos y estaba de pie en medias junto a la puerta. Asentí con la cabeza y le dije: — Muchas gracias, señorita, por una velada tan agradable. Espero con ansias nuestra próxima cita.

    Sus ojos se iluminaron ante eso. — ¿Una cita? Oh, papi, yo también tuve una cita muy agradable contigo— . Entonces los ojos de Amy se iluminaron con picardía. — ¡Papi, mira!— . Con eso, levantó el dobladillo de su vestido y me mostró su coño desnudo. La pequeña descarada había salido usando solo un liguero para sujetar sus medias y sin ropa interior.

    Ella se dio vuelta rápidamente y cerró la puerta con una risita antes de que yo pudiera decir una palabra. Estaba tan exhausto que simplemente sacudí la cabeza ante su audacia y logré quitarme la ropa antes de caer en la cama. No podía creer que Amy hubiera resistido tanto considerando los eventos del día. Oh, la resistencia y la resiliencia de la juventud, pensé una vez más antes de que la inconsciencia me invadiera.


    Continuará

    Una propuesta indecente, relato erótico en blogSDPA.com

    Una propuesta indecente, Parte 05 (iLLg)

    7 de enero de 2025 en Relatos SDPA, Jovencitas

    Esta publicación es la parte 5 de un total de 10 publicadas de la serie Una propuesta indecente

    Para Camila, toda la reunión había resultado un poco surrealista, un poco aburrida. No había nadie más de su edad; había estado esperando que estuviera Sophia Lavarta, o incluso Theresa como se llame, la sobrina del señor Kirchener. Hacer guirnaldas de margaritas para los gemelos Tyler había estado bastante bien, aunque los dos eran un poco tontos, incluso para ser niños pequeños. A pesar de estar innegablemente emocionadas por papá y sus posibilidades de finalmente conseguir algo en el trabajo, para una niña de doce años que iba a cumplir cuarenta (como la llamaba papá a veces) todo era un poco aburrido.

    Pero la oferta de los caballos por parte del señor Kirchener hizo que todo el tedioso y aburrido proceso valiera la pena.

    Camila amaba los caballos. A su madre le encantaban los caballos, y Camila se había sentado por primera vez frente a su madre a los cinco años, sobre una yegua grande y plácida. La emoción de ser una con un animal tan grande y hermoso nunca la había abandonado. Todavía montaba a caballo cuando podía, aunque el presupuesto familiar ya no daba para tanto. Su cumpleaños había sido fabuloso: una noche en un rancho y un día de cabalgata, y aunque sabía que su padre no podía permitírselo, lo amaba intensamente por el regalo.

    Y allí, en ese extenso Ponderosa, con sus preciosos jardines y su gente inteligente, ¡un recorrido privado por unos fabulosos establos llenos de hermosos caballos! Se había enamorado de La Dama Oscura de inmediato, y se emocionó cuando el Sr. Kirchener le preguntó si le gustaba. No lo podía creer cuando llamó a la chica del establo para que la sacara para que Camila pudiera cepillarla. Él bromeó mientras la observaba y le preguntó si le gustaría un trabajo. Ella balbuceó: "Sí, por favor. ¡Oh, me encantaría! ¿Oh, de verdad podría?" antes de ver su sonrisa. Se sonrojó y agachó la cabeza, sintiéndose pequeña de alguna manera, infantil. Él se rió. Bueno, él dijo: "Hablaré con tu papá, ¿sí?" Ella levantó la vista y buscó su rostro para ver si estaba bromeando. Sus ojos estaban serios.

    En serio. Bueno, sí, no había estado bromeando; estaba segura de que hablaría con su padre. Pero era más que eso. Sus ojos eran realmente *serios*. Desde ese rostro seguro y apuesto, se habían clavado en los de ella, directamente en su alma, haciéndola sentir cualquier cosa menos infantil. Haciéndola sentir... ¿qué?

    Habían llegado al final de los puestos, a la puerta trasera, por la que entraba la luz del sol. Ella se volvió para darle las gracias una vez más, pero se detuvo en seco. El brazo de él se estiró para bloquearle el paso. Sus ojos se encontraron con los de ella, clavándose en ella de nuevo, ardientes, llameantes. Su voz era baja, ronca, como el gruñido de alguna poderosa bestia del bosque.

    —¿Amas a tu papá, Camila?

    Ella escuchó la pregunta, pero no la entendió bien. Una parte automática de ella respondió: "Sí, por supuesto. ¿Por qué…?", mientras que otra parte corrió hacia adelante, tratando de comprender.

    —Ves lo que puedo hacer por él, por ti, ¿no? —continuó Kirchener, con la voz todavía baja pero intensa, muy intensa—. Él trabaja para mí, puedo mejorar las cosas. Puedo ayudarlo mucho, ayudarlos a ambos. Tú tienes deudas, lo sé. Puedo ayudarte a que desaparezcan. Tu papá no está contento, ¿verdad?

    La mente de Camila seguía dando vueltas. ¿Qué? ¿Dónde? Automáticamente negó con la cabeza.

    —No, sé que no lo es y sé que eso te hace infeliz. Y no deberías estar infeliz, Camila, de verdad que no deberías. Sé cómo te mira a veces cuando cree que no lo estás viendo. ¿Conoces esa mirada?

    —¡Sí! —soltó. Una lágrima le picó en el ojo. No sabía cómo lo sabía el señor Kirchener, pero odiaba ver a su padre así, haría cualquier cosa para que su padre no tuviera que usar esa máscara para ella.

    —¿Qué darías por tener a tu papá feliz nuevamente, Camila?

    Su mente se quedó congelada. El hombre había extendido la mano y le había apartado delicadamente un mechón de pelo de la cara, con una mano suave, y aun así ella había sentido el temblor en sus dedos. Su mano permaneció en su rostro y su pulgar volvió a acariciarle la mejilla. Sus ojos la sujetaron, la clavaron contra la pared del establo.

    —Yo... —su voz era un susurro. La sangre le latía con fuerza en los oídos. Sintió que se le enrojecía el rostro.

    —Puedo hacer feliz a tu papá de nuevo, Camila. Puedo hacer esto por ti, pero tú tendrás que hacer algo por mí.

    Sus dedos estaban tibios. Ahora descansaban justo debajo de su oreja izquierda, ahuecando su cuello. Le ardía la oreja. Su pulgar le acarició la mejilla. Hacía mucho calor en el establo. Ella se estremeció.

    —Yo... —Su mano se sentía... agradable—. Sí... —Su pulgar tocó la comisura de su boca. Oh, Dios... —Sí, yo... ¿Qué?

    Sus ojos la sostuvieron, una mariposa clavada en su tarjeta de montaje.

    —Yo puedo hacer tu vida mejor de mil maneras, Camila, para ti y para tu papi, pero a cambio, tú debes hacerme feliz. Entrégate a mí y yo haré que todo sea bueno para tu papi, para tu familia. Para ti.

    —¿Qué...? Pero ¿cómo puede...? —Su ​​mente dio vueltas. Sus ojos parpadearon, ardieron, fuego en un pozo oscuro y profundo. Su pulgar acarició el borde de su labio inferior. La saliva se filtró en su boca.

    —Hazme feliz, mi pequeña Camila. Dame placer. Tu cuerpo joven será una fuente infinita de placer para mí, y a cambio tú y tu papi serán felices de nuevo"

    Oh, Señor. Oh, Dios. Su mente se concentró de golpe. Él la deseaba, la deseaba para tener sexo. Eso era... eso era... ¿qué? ¿Malo? Sí. Pero ¿por qué sentía...? Su mano en su mejilla. Sus ojos devorándola. Él la deseaba, la deseaba lo suficiente como para arriesgarlo todo. ¡Y haría feliz a papá!

    ¿Pero qué pasaría si papá lo supiera? ¡Se suicidaría!

    Pero papá no tiene por qué saberlo. Ella podría... ¡No, no! ¿Qué...? Espera...

    —¿Camila?

    —Hnn, sí... ¿sí? —Su ​​voz rugió en sus oídos, pero susurró.

    —Es un placer, Camila, que tu vida vuelva a ser feliz. Es un placer para mí y para ti. Serás feliz, Camila, pero más que eso serás una mujer. Lo veo en tus ojos, anhelas ser una mujer. Eres una chica hermosa, Camila, te convertiré en una mujer hermosa.

    Sus dedos recorrieron su mandíbula, se detuvieron en su barbilla y luego descendieron lentamente. Su dedo índice trazó una línea a lo largo de la parte delantera de su vestido, enganchándose en la línea del corpiño, enganchándose en la esquina de su sujetador deportivo, desabotonando uno por uno los botones. Sus ojos no se apartaron de los de ella en ningún momento.

    —Toma —extendió la mano izquierda para coger la de ella y le puso un sobre pequeño en la mano—. ¿Sabes cómo funcionan las tarjetas SIM? Ponla en tu teléfono, hay un número. Solo mensajes de texto. En una semana, dame tu respuesta: sí o no. Puedo hacer que tu vida sea completa, Camila, tú y tu papá. O puedo quitártelo todo...

    La besó. Se inclinó hacia ella, su presencia era palpable. Ella sintió que las olas la sacudían cuando su rostro se acercó. Sus párpados se hundieron. Su aliento era fresco, dulce. Sus labios rozaron los de ella, suaves y a la vez insistentes, una promesa de mil millones de cosas. Sus manos agarraron sus delgadas caderas, ligera y brevemente: un apretón, un beso y luego se fue, salió de la puerta del establo, la luz del sol inundó su lugar, deslumbrándola, haciéndole dar vueltas la cabeza. Se apoyó contra el establo, con el corazón palpitando. Después de un rato bajó la mano (¿cuánto tiempo habían estado sus dedos en sus labios?) y miró el pequeño sobre blanco.

    Una semana. "Puedo hacer que tu vida sea completa, Camila".


    Jueves. Camila se sentó en su cama, con las piernas cruzadas, mientras la música sonaba suavemente. En su regazo estaba Jojo, una muñeca de trapo descolorida y harapienta, muy querida. En el último año, Camila había desterrado ostentosamente a Jojo al estante superior de su armario, diciéndole a su padre que ya era demasiado mayor para esas cosas. No lo era, por supuesto, y Jojo era recuperada al menos una vez a la semana cuando Camila necesitaba el consuelo que no podía obtener de su padre, porque quería ser fuerte para él.

    Desde el sábado, Jojo se había acostado con ella todas las noches de esta semana.

    La escuela y los amigos le habían permitido olvidar, sobre todo, durante el día, pero por las noches... Su padre estaba muy ocupado con el nuevo trato que le habían dado, ocupado... y más feliz de lo que lo había visto desde antes de que su madre muriera. Se había volcado en hacer que este trato funcionara (¡podría ser una salida, cariño!), pero Camila sabía dónde estaba la verdadera clave de su éxito.

    Con ella. Entre sus piernas.

    Se estremeció cuando la idea volvió a pasar por su cabeza. Era una chica inteligente y había comprendido casi tan pronto como el señor Kirchener -Bill- había dejado el establo, había comprendido que quería lo que los hombres habían querido de las mujeres desde siempre. Pero ¿ella? ¡Ella era sólo una chica! Una chica adulta, por supuesto, madura, bastante bonita (se sintió inmodesta ante ese pensamiento, pero era bonita, lo sabía. Julia, su mejor amiga, se quejaba de vez en cuando: "No es justo, Cam, eres *tan* bonita. E inteligente. Y deportista. ¡Eres perfecta!), pero una chica. Seguramente el señor Kirchener -Bill- seguramente podría tener a cualquier mujer que quisiera como novia. Era tan rico, y era tan guapo, y (no podía definir esto) y, algo, ¿una especie de... atractivo?

    Se quedó desnuda en su habitación y se miró en el espejo. Vale, era bonita, pero no tenía curvas femeninas como suponía que les gustaban a los hombres. Tenía los pechos, pero eran pequeños; en realidad, solo necesitaba un sujetador deportivo, aunque anhelaba que llegara el momento de necesitar uno "adecuado". Julia ya tenía los pechos muy grandes y Camila siempre le decía lo celosa que estaba de ellos.

    No tenía pechos y sus caderas eran delgadas, como las de una niña. Su trasero era, bueno, un trasero. Le gustaban sus piernas: eran largas y, pensaba, de bonita forma, y ​​en cuanto a la parte de ella entre ellas... Era cierto que hacía apenas unos meses había empezado a prestarle un poco más de atención a su "gatito". Jugar ahí abajo siempre había sido agradable, por supuesto, pero recientemente había descubierto que un poco más de frotamiento ahí era... bueno, más que agradable. Unas semanas atrás había estado sola después de la escuela (su papá a menudo seguía trabajando cuando ella llegaba a casa, pero a los dos les parecía bien) y había estado un poco gruñona, un poco nerviosa. Ella había ido a su habitación, se había quitado el uniforme y se había acostado en la cama en bragas y... Bueno, un pequeño caminar distraído de los dedos había florecido de repente en un fuerte deseo de frotar más fuerte, más rápido, con más insistencia solo *allí*, y un poco *allí* también y... No estaba segura de si realmente había "alcanzado el orgasmo", como lo decían las clases de Salud y Bienestar, o "se había corrido", como se habían reído juntas en el patio de juegos después, pero, bueno... Mejor que algo agradable, seguro.

    Se miró en el espejo del armario, con Jojo en un brazo y el pequeño sobre que Bill le había dado en el otro. ¿Se sentiría así si ella...? ¿Él... Bill... el señor Kirchener...? Oh, Dios, ¿qué le pediría que hiciera? ¿Qué la obligaría a hacer? Oh, Dios...

    ¡Pero sus *ojos*! ¡La forma en que la *miraba*! ¡Y ese *beso*! ¡Oh Dios! ¡Ese beso! La había besado como si realmente, *realmente* quisiera amarla, la miró como si realmente la quisiera, y eso se sintió... bueno... Camila se estremeció mientras miraba fijamente los ojos de su reflejo. Se sintió...

    Bien, susurró para sí misma, y ​​un escalofrío eléctrico de vergüenza, culpa, placer y liberación pareció extenderse de repente desde su vientre, un calor le enrojeció el pecho y el rostro y la hizo apretar las piernas. Sus dedos se cerraron alrededor de Jojo. Ese beso, repitió lentamente, en privado. Ese beso fue... tan... tan...

    Delicioso...

    Oh Dios...


    Bill avanzó con fuerza por la arena de la orilla del lago, con las pantorrillas ardiendo, el aliento raspando en su garganta, el sabor metálico y duro de la sangre en su boca. Jueves. Maldita sea, era jueves. Había dicho una semana, pero que le jodan si esperaba que ella tardara tanto. Maldita sea.

    Ese recorrido por los establos le ardía en la mente. Estar con ella, cerca de ella, concentrarse en ella... Beberla con los ojos, hablarle suavemente, tocarla... Sus ojos... joder, podía ahogarse en su brillante belleza verde. Su piel, pura, clara, más suave que la seda aceitada. Su cabello fino, negro azabache, lustroso, su suavidad contra sus dedos le ponía los pelos de punta. ¡Le temblaba la mano! ¡Maldita sea! ¿Cuándo, *cuándo* por el amor de Dios, fue la última vez que una mujer le había hecho eso, y mucho menos una niña de doce años?

    Y la promesa de su cuerpo... En el primer contacto de sus miradas, su erección había sido casi instantánea, dolorosa. Oh, maldita sea, Camila Morales, haré que tu dulce y joven cuerpo CANTE...

    El sudor le escocía en los ojos. Sus pies se tambaleaban y se balanceaban en la arena, pues corría con fuerza. Los músculos de sus piernas le ardían, cuádriceps y glúteos se unían a la sinfonía de dolor en sus pantorrillas y tobillos. Su corazón latía con fuerza.

    El fin de semana había estado bien. El lunes también. El martes se había puesto nervioso, el miércoles peor. Hoy... Que le jodan al trabajo, no había podido concentrarse en todo el día. Se había dado por vencido a la hora del almuerzo, había cancelado sus llamadas de la tarde, se había subido a su Coupé y había conducido como un loco hasta el lago. Se había desnudado allí mismo, hasta quedarse en pantalones cortos, se había puesto el equipo para correr y había dado una vuelta al lago a toda velocidad: dieciséis kilómetros, y estaba dispuesto a batir su récord, o a suicidarse en el intento.

    Camila! Maldita sea, niña. Maldita sea.

    Corrió de vuelta al Coupé, con el comienzo de un calambre intenso que le aullaba en la pierna derecha. Se tumbó en el suelo, mirando fijamente el sol poniente, con el sudor cayéndole a chorros, esperando a que el dolor remitiera. Pasó un rato antes de que pudiera ponerse de pie de nuevo. Abrió la puerta del lado del pasajero y recogió la toalla del asiento tipo butaca.

    Debajo de la toalla, la luz parpadeaba suavemente en el teléfono desechable.

    Nuevo mensaje de texto.

    Su corazón se detuvo y se reinició.

    Los dedos agarraron el teléfono, lo dejaron caer, lo agarraron de nuevo. ¡Desbloquea... desbloquea! ¡Desbloquea, maldito cabrón!

    Nuevo mensaje de texto.

    De: Camila.

    "Ok, sí, ok, ¿ahora qué?"


    Continuará