Hola me llamo Hanna y quiero contaros la historia de como me inicie en el sexo con mi madre y todo lo que vino después, soy hija única, mi madre, Eva, tenía 22 años cuando yo nací, siempre ha sido preciosa, morena, ojos verdes y un cuerpo de escándalo que ella ha sabido mantener siempre en forma. Sin embargo no tuvo suerte en el amor, mi padre apenas si la tocaba, y yo podía sentir la frialdad que había entre ellos a pesar de mi corta edad, el destino quiso que muriese en un accidente cuando yo tenia 11 años, luego ella no se volvió a casar ni tuvo novios o amantes. Yo por mi parte también era desdichada, no me gustaban los chicos y solo me fijaba en las chicas, pero ninguna estaba interesada en mi, ni siquiera como amiga, así que siempre me sentía sola, por lo que buscaba el amor y el calor que mi madre siempre me daba. En casa, después de la muerte de mi padre mi madre comenzó a desinhibirse y empezó a andar por ella casi desnuda e incluso desnuda en verano, por lo que yo hice lo mismo, yo siempre que podía estaba encima de ella jugando, acariandola y besándola. Una noche que me desperté escuché ruidos raros que venían del salón, me acerqué sin hacer ruido y vi a mi madre gimiendo de placer mientras se masturbaba viendo una peli porno de tema lésbico. Me quede petrificada y quieta todo lo que pude, mientras el deseo crecía en mi interior, lentamente y sin hacer ruido me retiré a mi cuarto y una vez en la cama me masturbe varias veces recordando la escena. Yo tenía 12 años y mis pechos ya se estaban formando, me gustaba pellizcarme los pezones mientras me pajeaba, eso me daba mucho placer y comencé a espiar a mamá en las noches, descubriendo que era adicta al porno de tema lésbico y luego fue incluyendo el incesto, mamás con hijas, pero siempre con chicas jóvenes, también le encantaba el fisting y el pissing.
Para no confundiros os tengo que decir que lo que yo realmente quería era tener sexo con niñas de mi edad pero eso era algo imposible de conseguir, así que mi mamá era una perfecta sustituta para mis deseos.
Lentamente fui seduciendo a mi madre y puse en práctica mis dotes de actriz hasta que ella cayó en mis brazos o se dejó caer encantada en ellos, dados sus gustos sexuales.
Una tarde me encontró llorando en mi cuarto, me abrazó y besó y me preguntó que me pasaba, yo le dije que estaba desesperada porque me gustaban las chicas y ninguna me hacía caso y ya no sabía que hacer pues deseaba tener sexo y no me gustaban los chicos, ella trató de consolarme y me dijo que tuviera paciencia y ahí aproveché para pedirle que ella me enseñara como seducir a una mujer. Su mirada cambió y vi el deseo en sus ojos y tras unos momentos de vacilación me preguntó que quería aprender y como, yo le dije que me enseñara a besar y a acariciar para despertar el deseo. Al principio se opuso porque éramos madre e hija y ciertas cosas no se podían hacer, yo le dije que sería nuestro secreto y que nadie tenía porque enterarse, pero ella era reacia y no quería dar el paso, así que tuve que sacar mi as de la manga, le conté que sabía bien lo que a ella le gustaba en cuanto al sexo porque la había visto pajearse viendo a jovencitas no mucho mayores que yo. Al principio se enfadó mucho al saberse espiada y yo le eché todavía más teatro al asunto, así que no se como ocurrió pero comenzamos a besarnos en la boca de forma apasionada durante un buen rato acompañado nuestros besos con caricias, ahí debió de entrarle el pánico, se separó de mí y me dijo: necesito tiempo para pensarlo.
Yo dejé pasar varios días hasta que volví a sacar el tema. Me dijo que no podía, que no estaba preparada, que no se podían saltar líneas rojas y todas esas cosas y yo obviamente le dije que todo eso eran tonterías, nadie se enterararia jamás y las dos queríamos lo mismo. El caso es que el deseo pudo más que la moral y la razón y cayó en mis brazos. Supe que se había rendido cuando rodeándole con mis brazos el cuello volví a besarla y ella respondió apasionada. En esos momentos tenía 12 años y ella 32, nos sentamos en el sofá y comencé a intercalar los besos con caricias por sus pechos notando sus pezones duros y erectos bajo su pequeña y delgada camiseta interior sintiendo como se estremecía, ella por su parte hacia igual conmigo, me quite mi pequeño sujetador y ella mordió y chupó con avidez mis pequeños y duros pezones, metiéndose casi todo mi incipiente pecho en su boca, pasándose de una a , otra tetita, dándome pellizcos y mordisquitos que me volvían loca y que casi me hicieron orgasmar. Después de trabajarnos mutuamente los pechos las dos teníamos nuestras vaginas chorreando de líquido así que no le fue muy difícil meterme uno, dos y hasta tres dedos, yo sentí un pequeño dolor, supongo que ahí perdí mi virginidad, pero era tanto el deseo y el placer que yo le rogaba que no parase, por mi parte yo también le di mi ración de dedos a ella e inevitablemente nos llegó el orgasmo casi al unísono, el olor a sexo y fluidos vaginales lo inundó todo, nos giramos y nos dedicamos a chuparnos y lamernos con nuestras lenguas nuestras vaginas en un perfecto 69 hasta que llegó el orgasmo de nuevo. Nos quedamos extasiadas y abrazadas unos minutos, después comenzamos a besarnos y a acariciarnos de nuevo y estuvimos haciendo el amor toda la noche.
Así fue como me inicie en el sexo con mi madre y luego vino más, mucho más, pero eso os lo contaré en otra ocasión.
Fin









