Al poco tiempo de que comenzara este año que ya termina (les hablo del 2016), recibí la triste noticia de que un grande y querido amigo de la infancia había fallecido en un accidente de tránsito junto a su esposa y que la única sobreviviente de dicho accidente, había sido la pequeña hija de ambos.
Como aquel matrimonio no tenía ningún familiar, obviamente que el futuro de esa niña era que una familia la adoptara. como yo era el padrino de bautismo de la niña sobreviviente y la relación que tenía con sus padres era tal que la pequeña siempre me llamo tío desde el primer día que hablo, casi sin pensarlo tome la decisión de hacerme cargo de mi ahijada y así es que después de algunos engorrosos trámites pude obtener la custodia y tutela de Devora o Deby; quien por aquel entonces tenía 6 años y como toda niña de esa edad era un poco inquieta, muy habladora, curiosa e inteligente; básicamente, era una niña muy extrovertida, pero el accidente apago un poco esos ímpetus infantiles y casi que se convierte en introvertida, aunque con el tiempo volvería a ser lo que era.
Debo aclararles que toda mi vida he sido homosexual declarado y que jamás se me había ocurrido tener relaciones sexuales con una mujer ni mucho menos con una niña pequeña; aunque he de reconocer que me atraen los varones jóvenes. Lo cierto es que no soy de esos homosexuales afeminados y muchos han llegado a pensar que era bisexual porque tengo una buena relación con las mujeres. También les diré que por aquel entonces yo estaba teniendo una relación con un joven al que le doblaba en edad, pues yo tengo 44 y el apenas tenía 21 años. Pero el hecho de tener a Deby conviviendo con nosotros hizo que aquella relación se rompiera por un par de malos entendidos y un simple y estúpido prejuicio moral y social.
- Deby… vamos que hay que bañarse para ir a dormir – dije yo.
- No quiero… quiero helado – respondió la niña.
- Bueno… pero después de bañarse – le respondí y agregue – vamos que la bañera ya está lista.
Las únicas heridas que sufrió mi ahijada en el accidente, fue la fractura de su brazos y pierna izquierda y eso no solo la obligo a estar enyesada por un par de meses, sino que también tuve que ayudarle cada vez que debía asearse y esto realmente me hacía sentir algo avergonzado pues por lo general, terminábamos bañándonos juntos. Obviamente que siempre que hacíamos esto, tuve el reparo de conservar mis calzoncillos puestos para que la niña no viera mis órganos sexuales y como en las primeras semanas de convivencia, Deby y yo fuimos visitados por un par de asistentes sociales, esto dio la pauta de que no tenía ninguna intención perversa para con la niña de 6 años.
A pesar de ya casi estábamos en invierno, el ambiente en mi departamento era algo por demás de cálido porque no me gusta pasar frio y después de aquella ducha, fui a la cocina por un tazón con helado y me dirigí hacia el dormitorio donde me esperaba esa angelical niña semidesnuda, pues solo tenía puesta una bombachita con dibujos de Winie Poo y nos dispusimos a ver una de esas tontas películas infantiles de Disney.
Estábamos a la mitad de la película, cuando por accidente Deby volcó un poco de helado sobre mi velludo pecho. Quise regañarla pero la reacción que tuvo la niña no solo me tomo por sorpresa, sino que hasta llego a excitarme ligeramente porque Deby recolecto el helado derramado lamiéndolo de mi pecho y no pude evitar emitir un ligero gemido de gozo cuando su infantil y helada lengua rozo uno de mis pezones masculinos.
- Te hice mal tío – pregunto con inocencia la niña.
- No Deby… no me hiciste mal… está bien - respondí pudorosamente.
Otra reacción que tuve y que me pareció incompresible, es que tuve una erección que formo inmediatamente un abultamiento en mi ajustado calzoncillo y como no deseaba asustar a la niña, ni mucho menos que me preguntara porque se me había inflado la única prenda que llevaba puesta, disimuladamente me levante de la cama y me dirigí hacia el cuarto de baño para masturbarme y bajar mi erección. Pero como llevaba ya varias semanas sin tener sexo, no tuve mejor ocurrencia que recurrir a unos artefactos que poseo para saciar mis necesidades y unos segundos después me encontré colocándome un “tapón anal” que además de inflarse, vibra de forma tal que estimula mi próstata. También enfunde mi falo en una “bomba de vacío” con la intención de potenciar mi erección y gozo masturbatorio a la vez que me imaginaba que ese tubo era el agujero trasero de algún joven masculino.
- Tío quero hacer pichín – dijo Deby abriendo sorpresivamente la puerta del baño.
- Oh mierda… Deby… - respondí yo asustado y tratando de ocultar con una toalla los artilugios que tenía adosado a mi cuerpo y otros que había sacado de una gaveta.
- Tío estas bien… que son estas cosas – interrogo con preocupación pero con inocencia la niña de 6 años.
- Estoy bien Deby – respondí con pudor y vergüenza para agregar seguidamente – estos son juguetes para gente grande… haz pis rápido y sal del baño por favor.
- Tío… porque te gustan los hombres y no las mujeres – me espeto mi ahijada dejándome algo perplejo y anonadado, pues sabia de mi homosexualidad.
Hasta ese momento, siempre decía que de no ser homosexual y llevaría una vida como cualquier hetero; ósea, que seguramente tendría una esposa y un par de hijos a los educaría desde temprana edad en todo lo relacionado al sexo para que ellos no tuviera los mismos prejuicios y tabúes que yo he tenido en mi vida. Extrañamente, se me vino a la cabeza este predicamento y decidí llevarlo a la práctica con mi ahijada; aunque debo aclararles que no era mi intención lo que ocurriría a continuación ni mucho menos lo que me haría cambiar de orientación sexual.
Así es que le explique a la niña de 6 años que así como sus padres se querían, también hay mujeres que aman mujeres, hombres que aman a otros hombres y hombres que desean haber sido mujeres y que por ello se visten como mujeres llegando a modificar sus cuerpos. Lógicamente que mis explicaciones también tuvieron una connotación más íntima y personal, pues el asunto termino convirtiéndose en una especie de charla de educación sexual y en la que prácticamente le explique a Deby todo lo que sabía sobre la sexualidad y lógicamente que también le explique en unos años su cuerpecito comenzaría a desarrollarse y se haría mujer. Como se imaginaran, mi ahijada se sorprendía con cada uno de mis comentarios y no dejaba de hacerme preguntas que fui respondiendo de la mejor manera que pude. Pero llego un momento en que la charla se focalizo en los juguetes sexuales que la niña había visto desparramados por el baño y adosados a mi cuerpo; por no decir que mi ahijada me pregunto qué era lo que me producían esos artefactos, como así también me interrogo sobre mis propias experiencias y otros gustos sexuales.
- Tío… me metes este juguete en la cola – soltó a bocajarro y con un ligero titubeo vergonzoso la niña de 6 años.
Mi asombro fue mayúsculo, no solo por la propuesta que hizo mi ahijada, sino porque en sus manos sujetaba un consolador tan idéntico a un miembro masculino que además de poseer unos testículos, también tenía la facultad de simular una eyaculación y su tamaño era casi tan grande como mi propia verga que mide 21 centímetros de largo y 16 centímetros de circunferencia (unos 5 cm de diámetros).
En cierta forma me sentí algo desconcertado ante la ocurrencia de mi ahijada, pero el hecho de que la niña me dijera que deseaba sentir lo que era tener algo metido en su traserito, me hizo recordar que mi propio culo había sido roto cuando yo tenía 8 años y para mí, aquella fue una experiencia muy hermosa. Pero el elemento que había elegido Deby me pareció que era demasiado grande para ella y le dije que lo mejor era que empezáramos con dilatador anal escalonado de 17 centímetros de largo y con cinco peldaños que gradualmente van de 1,5 cm a 3,5 cm de diámetros.
Mientras untaba con abundante lubricante aquel dilatador anal, le pedí a Deby que se colocara en posición de perrito, lo que hizo con mucha emoción y alegría. Al presionar la punta del dilatador en el rosado orificio trasero de mi ahijada, la primer esfera literalmente se hundió en el sin siquiera producirle dolor a la niña, pero si le hizo soltar un sutil gemido por su boca. El segundo peldaño, aunque era ligeramente más grande que el primero, entro casi de igual manera en la cola infantil y eso me llevo a preguntar:
- Estas bien Deby… te hago mal… te gusta - interrogue yo con algo de duda y temor.
- Si tío… me gusta esto… - me contesto con inocencia la niña de 6 años.
- Bueno… casi casi estamos a la mitad y si te hago mal me lo dices, si – le dije yo a la vez que volvía a presionar para que entrara la tercera etapa.
- Aaaggghhh… tío… es como si hiciera caca pero al revés – comento Deby cuando la traspaso ese tercer eslabón.
- Así es pequeña… y parece que te gusta – le dije yo con algo de malicia y empujando para que el cuarto peldaño la penetrara.
- Aaaggghhh…. Si… aaaggghhh… me gusta tío – contesto la niña de 6 añitos.
El último escalón se introdujo produciendo que Deby lanzara un quejido algo largo pero que indicaba que le era placentero el tener incrustado todo aquel artilugio en su cola y eso me dio una idea perversa de como emplear otro de mis juguetes sexuales en mi ahijada.
Las bombas de vacío para agrandar el miembro varonil básicamente funcionan porque el pene es un tejido esponjoso al igual que los pechos femeninos. Lo que hacen estos aparatos es inflar ese tejido con algo más de irrigación sanguínea y de ahí que el efecto de agrandamiento sea pasajero si su uso es esporádico. En palabras más claras, es como cuando uno se golpea y se le forma un chichón.
Deby se recostó en la cama de forma tal que quedo boca arriba. Tome la bomba de vacío y la posicione de forma tal que cubrirá uno de los infantiles y aun si desarrollar pezones. Al comenzar a accionar la pera de goma, el efecto de succión fue de inmediato y aquel pezón y su zona circundante se fue inflamando y si bien a mi ahijada le causo una ligera molestia, resistió casi estoicamente esa singular tortura.
- Tío… tengo una teta como las chicas más grandes – exclamo con emoción infantil Deby.
- Jejejeje… así es Deby… dije yo y agregue – ahora comprendes lo que me hace este aparato en la pija.
- Si tío… ahora inflame la otra – respondió la niña de 6 años con alegría.
El tratamiento de succión se repitió en el otro pezón plano de Deby y aunque sabía que los efectos eran pasajeros, me di cuenta que la niña llego a aparentar el desarrollo mamario de una niña del doble de su edad o más y esto extrañamente comenzó a excitarme. Fue entonces que aproxime mis labios a uno de esos pezones inflamados y comencé a lamerlo y a succionarlo mientras que con una de mis manos masajeaba el otro pezón. Mi otra mano se dirigió a la entrepierna de mi ahijada, pero no para acariciarle la vagina, sino para manejar el dilatador anal que tenía incrustado y fue así que comencé a extraérselo lenta y pausadamente para después volver a introducírselo.
Sin duda alguna que a mi ahijada le gustaba lo que le hacía, pues me di cuenta que su respiración iba en aumento y que comenzaba a gemir, aunque al principio lanzaba tenue quejido que era por la acción del dilatador anal.
No puedo precisar cuánto tiempo estuvimos haciendo esto, pero lo que si les puedo decir es que con el paso del tiempo, el meter y sacar aquel juguete del trasero infantil se fue haciendo cada vez más fácil. En un determinado momento se me ocurrió echarle una mirada a ese orificio anal y la verdad es que fue una vista hermosa el contemplar como el dilatado esfínter de 6 años se cerraba lentamente cuando le quite completamente el dilatador anal a mi ahijada.
- Deby… quieres que te meta la verga en la cola – le pregunte a mi ahijada.
- Si tío… porfa – me respondió la niña de 6 años.
Acomode el cuerpo de mi ahijada llevándolo al borde de la cama y después de levantarle sus piernitas, contorsione aquel cuerpo infantil de forma tal que estas quedaron casi a cada lado del rostro de Deby. Gracias a la flexibilidad infantil de mi ahijada, esta postura no le resulto incomoda y a mí me ofreció una gran panorámica de su vulva infantil como también de su rosado y virginal, pero dilatado trasero. Seguidamente, dirigí la punta de mi garrote hacia ese esfínter que sabía que era de una niña y no de un hombre. Al presionar un poco mi verga, la forma de hongo de esta se introdujo dentro de mi ahijada, quien no pudo evitar dar un quejido y que me asusto un poco. Pero aun así, seguí presionando hasta que diría que la mitad de mis 21 cm de virilidad se alojaron en las tripas de mi ahijada.
- Estas bien Deby… te duele mucho – le pregunte a mi ahijada.
- Si tío…. Duele un poco… pero se siente lindo – me contesto con una sonrisa algo forzada la niña de 6 años.
Permanecí inmóvil por un corto tiempo con la intención que el esfínter de Deby se amoldara a mi herramienta para después empezar a moverme y dando inicio a aquella sodomizacion. Mi ahijada volvió a gemir dándome la pauta de que disfrutaba de lo que le hacía; pero como tenía miedo de lastimarla si la penetraba completamente con mi garrote, una de mis manos se encargó de hacer de tope entre mi verga y aquel orificio anal infantil que me estaba fornicando.
Después de un buen tiempo de estar metiendo y sacando mi garrote del trasero infantil de mi ahijada, lógicamente que me dieron ganas de descargar mis testículos e inmediatamente después de haberle inundado los intestinos con mis cremosa leche, retire mi herramienta y procedí a lamer ese maltratado orificio. En este proceso, también recolecte mi propia leche que escurría del interior de Deby y como solía hacérselo a mis amantes masculinos; pero he de confesar que me encanto tener mi nariz pegada a la lampiña vagina de mi sobrina y hasta hizo que volviera a excitarme. Sin embargo, ambos estábamos muy agotados y después de recostarnos y abrazarnos como si fuéramos una pareja de enamorados heterosexuales, nos dormimos profundamente.
Por ahora esto es lo que paso entre mi ahijada de 6 años y yo, un hombre de 44 años que toda su vida había sido homosexual y que jamás había pensado en intimar sexualmente con una hembra. Si llegaran a pasar más cosas y que seguramente ocurrirán, se las contare en otros relatos.
Fin... ¿O talvez no?









Un relato increíble esperare ansioso la segunda parte