El relato erótico "Madre de familia (de Kira Nevo)" es un texto de ficción, ni el autor ni la administración de blogSDPA.com apoyan los comportamientos narrados en él.
No sigas leyendo si eres menor de 18 años y/o consideras que la temática tratada pudiera resultar ofensiva.
Conociendo a la familia.
Son las 10 de la mañana de un caluroso día de verano, el último de unas largas y merecidas vacaciones. Estoy recostada en el amplio jardín de mi casa, tomando el sol, mi piel canela brilla ante sus rayos, chocando contra las pequeñas y delicadas gotas de sudor que cubren mi cuello y pecho.
No quiero esas horribles marcas de bronceado sobre mi piel, por lo que prefiero hacerlo totalmente desnuda. Mis grandes y firmes pechos se elevan venciendo a la gravedad, el pequeño pezón rosado que los corona se yergue orgulloso ante su privilegiada posición; mi vientre aún se mantiene plano, a pesar de mis treinta y tantos años de edad y tres partos, uno de ellos múltiple; un poco más abajo está el monte de venus y mi vulva, que me gusta mantener limpios y sin vello, como el de una niña; enseguida está lo que considero mejor de mi físico: mis piernas y mi culo, años de practicar gimnasia me dieron unas piernas fuertes y bellas, y un trasero grande y redondo. Me encanta.
Volviendo a mi vulva, dos de mis traviesos dedos juguetean con ella, subiendo y bajando, entrando y saliendo. Mientras con mi otra mano pellizco uno de mis pezones, adoro esa sensación, esa electricidad que recorre mi cuerpo con cada pellizco. Mi vagina también disfruta de ésta electricidad y me lo demuestra liberando gran cantidad de flujo, que facilita el ingreso de un tercer dedo. Comienzo a gemir y a convulsionar levemente, anunciando el primer orgasmo de la mañana.
―¿Mami, podemos comer pizza en el desayuno?― La tierna voz de mi hijo Jacobo, de 8 años, interrumpe mi orgasmo, sacándome del trance. A su lado se encuentran mis hijos Sofía y Santiago, mellizos de 10 años, y finalmente Joel, el mayor de 15 años. Los tres, completamente desnudos, me comen con la mirada, especialmente el mayor que luce una poderosa y babeante erección, de 18 centímetros de largo.
―Así que mis hijos tienen hambre. ¿Porqué primero no le dan a mami ese desayuno que tanto le gusta?― Se los digo hincándome en la toalla donde me encontraba recostada y extendiendo mi mano hacia el pequeño y erecto pene de Jacobo, de unos 6 centímetros de largo.
―Mamá, yo primero.― Se adelanta Joel, colocando su pene al lado del de su hermanito menor, buscando mis caricias maternales.
―Ya conoces la regla, mi amor: “Del menor al mayor”.― Le digo ésto mientras doy un ligero apretón a su pene, suficiente como para mojar la palma de mi mano con su fluído.
―Pero no es justo, yo siempre soy el último, mamá.― Apartándose brúscamente de nosotros y sentándose en un lugar alejado, enojado.
Ya llegaría el momento de contentarlo, pensé.
―Bueno, mi amor ¿en qué estábamos?― Y diciendo eso, tomé el pene de mi hijo menor y lo engullí por completo, hasta los testículos. Sintiendo su sabor y su textura, recorriendo toda su superficie con mi lengua. Mientras hacía eso, con mis manos acariciaba todo su cuerpo, enfocándome en su pecho y vientre.
Jacobo es un niño tranquilo, muy apegado a mí. Siempre me dice que soy su mejor amiga y sé que tiene inclinaciones homosexuales, aunque desconozco si a esa edad esté definido ese sentimiento.
Es de cabello castaño oscuro, ojos verdes y piel blanca. Se parece mucho a mí, a excepción de la piel.
―Mami, me haces cosquillas.― Dijo al sentir mis manos.
Yo, viéndolo desde abajo aún con la boca llena, le sonreí. Me enloquecía su sabor y su inocencia, y necesitaba su fluido en mi boca, por lo que aceleré los movimientos de mi lengua alrededor de su pene y testículos. Lo sacaba completamente para liberar la saliva de mi boca y darme un respiro, y nuevamente lo comía.
Llevando mis manos a su trasero, lo pegué mas hacia mí, conocía bien a mi hijo y sabía que su eyaculación estaba cerca. Y así fue, su agitada respiración y el cálido líquido pre―seminal en mi boca me lo indicó.
Estuve chupándolo algunos segundos más y finalmente le dije:
―¿Te gustó, mi amor? ¿porqué no le haces compañía a Joel mientras llega su turno?―
Joel se había estado masturbando viendo la escena. Después de todo era un adolescente, sus hormonas estaban en plena erupción.
―¿Quién sigue?― Pregunté sabiendo la respuesta, pues Sofía y Santiago nunca se separaban, por lo que siempre era necesario darles todo mi amor a los dos juntos.
Ellos son rubios y de ojos azules, cabello ondulado y piel muy blanca. Realmente no parecen mis hijos, salieron idénticos a su padre.
―Nosotros.― Respondieron al unísono, tomados de la mano.
Por el brillo en sus labios y mejillas, supe que habían estado besándose mientras me divertía con Jacobo.
―Mmmh, ¿qué tenemos aquí?― Dije llevando mis manos a su entrepierna, la izquierda para Sofía y la derecha para Santiago.
―¿Se han estado divirtiendo sin su mami?― Pregunté mientras tomaba fuertemente el pene de Santiago en mi mano, de unos 10 centímetros, y clavaba un dedo en la vagina de Sofía.
Sin darnos cuenta y con el tiempo, habíamos creado una sutil relación “ama/esclavos”.
―Perdón, es que estuviste mucho tiempo con Jacobo.― Se disculpó Sofía, dando un pequeño sobresalto al sentir mi dedo un poco más profundo en su vagina.
―¿Y tú, Santiago, no tienes algo que decirle a tu mami?― Lo cuestioné, firme pero cariñosamente y apretando aún más su pene.
―Sí, perdónanos.― Dijo tensando sus músculos debido a la presión sobre su pene, dolorosa y placentera a la vez.
―Está bien, pero recuerden que su saliva es sólo mía, ¿ok?― Y diciendo ésto, sin soltar sus genitales, llevé mi lengua hacia la de Sofía, buscando su saliva. Mi lengua iba y venía de las bocas de mis dos hijos, sin soltar sus partes íntimas, que comenzaban a liberar sus fluidos.
―Vamos, dénselo a la puta de su madre.― Comenzaba a excitarme verdaderamente, pues las “malas palabras” comenzaban a salir inconscientemente de mi boca.
Aceleré los movimientos de mis manos, urgida por sus orgasmos infantiles. Hasta que finalmente llegaron, ambos al mismo tiempo, cubriendo mis manos con sus líquidos.
Satisfecha, llevé mis manos a la boca para saborearlos, para finalmente unir nuestras lenguas en un apasionado e incestuoso beso. Los dejé descansar en el patio, acariciándose sus genitales.
Iban tres y faltaba uno. Al volver mi vista a donde se encontraba Joel, me lo encontré disfrutando de los tiernos labios de su hermano menor de 8 años. Si en mi relación personal con Sofía y Santiago yo era la dominante, con Joel era lo contrario. Me encantaba ser la hembra de ese macho adolescente de 15 años.
Desde el lugar que me encontraba, me dirigí gateando hasta donde mis dos hijos, el menor y el mayor, se encontraban disfrutando. A Joel hacía tiempo que dejó de importarle que un hombre le hiciera eso, mientras ese hombre fuera hermano suyo.
Al llegar al lado de Jacobo, entre los dos comenzamos a disfrutar de esa venosa herramienta. Siempre estuve orgullosa del tamaño de mi hijo, su padre también tiene esas dimensiones, aunque soy consiente que a mi hijo aún le faltan algunos años de desarrollo, años que estoy dispuesta a disfrutar.
―Me encanta tu verga, bebé.― Dije sacándomelo de la boca, para enseguida volver a engullirlo.
―Así, métetelo todo… pu… puta zorra.― Me dijo él, titubeando un poco. A mi hijo le costaba dirigirse de esa forma para con su madre, aún necesitaba acostumbrarse.
Entre Jacobo y yo hicimos disfrutar a nuestro macho. Mientras yo le chupaba el pene, metiéndomelo completamente en la boca, mi hijo pequeño se encargaba de sus testículos. Nuestras lenguas iban y venían, cubriendo totalmente su mástil con nuestra saliva.
Sabía que ésto era demasiado para un “calenturiento” adolescente de 15 años, por lo que su orgasmo estaba demasiado próximo, así que aceleré la mamada, ayudándome de ambas manos. Necesitaba el sabor del semen que no pudieron darme mis hijos menores esa mañana por cuestiones de su edad.
Nuestro trabajo oral y manual funcionó, gruesas gotas de semen comenzaron a escurrir del duro pene de mi hijo. Para evitar que se escaparan, cubrí la salida con mi boca, depositándolo todo dentro de mí. Al finalizar su descarga, liberé su pene cuidando de no derramar nada, me dirigí a mi hermoso hijo menor y le dí un fuerte beso, buscando pasarle toda la leche que gustosa había recibido de mi primogénito. Joel se estaba acostumbrando a ésta acción de su madre, también le gustaba el sabor de su hermano mezclado con la saliva de su “mami”.
Todos quedaron exhaustos. Cosa que aproveché para prepararles el desayuno, después de todo eso, aún seguía siendo una madre responsable, cariñosa y atenta, seguía siendo una madre de familia.
Fin