La princesa y los panties, Parte 01

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Tras finalmente salir del clóset a mis 30 años, y tras una decepción amorosa terrible, donde perdí a mi mejor amiga (de la cual estaba enamorada), decidí tomarme una semana de vacaciones, yo sola, en una playa en un lujoso hotel.

Luego de registrarme esa tranquila mañana de domingo, y de que un amable bellboy me llevara a mi habitación, me recosté en la cama. Me sentía sola, aún triste, pero el sonido de las olas golpeando la arena, la cálida brisa que entraba por mi ventana, y las copa de tequila que me acababa de tomar, terminaron por relajarme.

Me asomo al balcón, con una increíble vista a la playa. Se alcanzaban a ver algunas personas asoleándose en la arena, y las albercas se encontraban casi a tope, y se escuchaba todo el bullicio de las personas que estaban disfrutando de su último día de estancia. Para esto, opté por hospedarme en un hotel familiar, no en un hotel para adultos. Quería pasar desapercibida y no dar la impresión de que voy a buscar pareja o una aventura de una noche.

Para mí, a mis treinta, todo una profesionista, con un círculo social bien formado, con expectativas familiares altas, fue difícil declararme homosexual. Ya me conocía como tal desde la secundaria, cuando me dí mi primer beso con mi mejor amiga. Para ella fue al parecer sólo práctica, para mí fue una epifanía. Tras ello, busqué parejas sexuales en la clandestinidad. Citas de sólo una noche, nada serio. Era una vida excitante, pero me sentía vacía. Necesitaba sentirme no sólo deseada, sino amada. Mi amiga Dora, a quien conocía desde hace algunos años, siempre me pareció atractiva, y sin darme cuenta me fui enamorando de ella. Tras una fiesta, donde ella había tomado un poco de más, la llevé a casa en mi auto (siempre suelo ser la conductora designada porque no acostumbro a beber). Ella estaba con una actitud que me pareció un tanto de coqueteo. Ella también era soltera y sin novio desde hace varios años, por lo que pensé que tendría oportunidad con ella. En su casa, la siento en el sillón, la comienzo a acariciar en el rostro e intento besarla. Ella me detiene, se carcajea, y me pregunta qué rayos estoy haciendo. Le confesé mis sentimientos, ella se rió y me dijo que estaba loca, antes de quedarse dormida. El lunes siguiente en el trabajo, ella me llama por teléfono y me dice muy seriamente que ya no la busque ni la llame, pues ella no es “de esas”.

Por fin me levanto de la cama, me pongo uno de los trajes de baño que traje conmigo, un bikini por cierto, color rosa intenso, muy sexy para algunos. Me pongo bloqueador en todo mi cuerpo. Frente al espejo me maquillo discretamente, mientras veo mis ojos verdes y mis voluptuosos labios. Bajo a la alberca a buscar un camastro dónde recostarme bajo la sombra en espera de que el bloqueador surtiera efecto (no quiero que mi blanca piel sufra quemaduras). Tras un rato de búsqueda, encuentro el camastro perfecto bajo una sombra a la orilla de la piscina familiar. Me recuesto, me pongo mis gafas de sol y me relajo. Pido una piña colada y me refresco mientras pasan los 20 minutos recomendados por el fabricante de Eclipsol.

En la alberca hay un montón de niños y niñas jugando, así como varias sexys mamás cuidando de sus retoños. Pero alguien llama poderosamente mi atención. Es una niña, de unos 6 años, muy bonita ella, una carita blanca, cabello castaño claro largo hasta media espalda, con una cola de caballo. Su ojos grandes y azules como el cielo, sus labios color coral, carnosos. Su redondeada carita mostraba una hermosa sonrisa con unos dientes blancos, perfectos, aunque con una que otra pieza ausente (mudanza de dientes, supuse). Estaba un poquitín alta para su edad, delgadita, con un vientre plano, un pecho igualmente plano, pero con un trasero que me pareció muy, muy atractivo: redondito, apretadito, tamaño perfecto, prominente, con sus piernas igualmente bien torneadas y largas. Parecia como cuerpo de gimnasta o nadadora. Llevaba puesto un traje de baño azul marino, de una pieza, que se veía muy sexy en ella. Sexy. Una palabra que no creí usar para describir a una niña de 6 años. Pero al ver su mojado traje de baño pegarse a su cuerpecito, marcando sus pezones infantiles, y metiéndose entre sus glúteos, sentí que comenzaba a lubricarse mi vulva.

Desoncertada, me pongo de pie, me quito el sombrero y me meto a la piscina, esperando que el agua fría me hiciera olvidar de esos pensamientos hacia esa pequeña. Era la primera vez que me sentía así. Bueno… honestamente no lo era. A lo largo de varios años, navegando en internet, me encontraba “accidentalmente” con páginas de modelaje de niñas, y otras de lolicon. Al principio las veía por curiosidad, pero al notar que mi cuerpo reaccionaba ante esas imágenes, en un acto más de negación que de otra cosa, cerraba esa pestaña del navegador y abría otra de porno lésbico convencional.

Doy gracias a Dios porque mis lentes de sol no revelaban hacia dónde estaba mirando, pues a pesar de estar dentro del agua (la cual estaba bastante tibia para mi sorpresa) seguía dirigiendo mis ojos hacia esa niña, y mi vagina seguía produciendo sus jugos. Tenía miedo de que llegaran los padres reclamando el porqué no quito los ojos de su hija, y llamaran a la policía o algo así. Pero nunca pude ver a los padres de la niña. Se veían los padres de los otros niños gritando cosas como “Jonathan, no empujes a tu hermano” o “Paty, cuidado con la resbaladilla”, pero ningún rastro de los padres de mi musa, a quien yo seguía mirando fijamente, casi descaradamente. En algún momento pensé en tomarle fotos, pero creí que eso sería demasiado. En fín, me puse a nadar un rato, siempre mirando a mi angelita. En eso, yo creo que la niña sintió mi mirada, y voltea conmigo. Me observa con esos grandes y hermosos ojos, y me sonríe, al tiempo que me saluda con su mano derecha. Yo me sonrojé súbitamente, como pude, devolví el saludo sonriéndole de vuelta, y decido que es mejor ir al restaurante a comer algo. Salgo del agua, voy a cambiarme y me dirijo al restaurante, con mi mente aún en esa hermosa niñita.

Tengo que admitir que mis ojos buscaron a esa niña durante la comida, pero no la hallé. – Ni hablar- suspiré. Y me dirigí al cuarto a descansar un poco del calor al abrigo del aire acondicionado.

Por la tarde, antes de ir a comer, decido ir al área de computadoras, pues decidí ir sin mi laptop y eso de navegar en el teléfono no es lo mío. Evito a toda costa el Facebook, pues no quiero saber de nadie en éste momento de reflexión. Veo algunos artículos, noticias, algunos tablones de imágenes, en fin. En eso, oigo a una mujer que entra junto con una niña. Era ella, con su madre. No me pareció haberla visto en la alberca. Su madre era bastante atractiva, pero parecía prestar más atención a otras cosas, menos a su hija. Probablemente era soltera, no lo sé. La madre toma una máquina y comienza a hacer algo en Power Point. La niña toma otra máquina y va a una página de juegos en flash. Allí estaba, sentadita con sus sandalias rosas con piedrería, un delgado vestidito floreado, su pelo en cola de caballo adornado con un broche de estrellas de mar. Comienzan a platicar de algo, pues al parecer el cumpleaños de la niña estaba cerca:

– Mami, ¡que me vas a regalar en mi cumpleaños?

– No lo sé hija, espérame… ¿dónde dejé esas facturas…?

– ¿Sabes que quiero mami?

– ufff… ¿qué, Melanie? Así supe que esa hermosa muchachita se llamaba Melanie.

– Unos panties usados

Casi escupo mi limonada al oír eso. La madre, más enojada que sorprendida, le dice:

– ¿unos panties usados? ¡Y de quién o qué!

La niña continuó:

– sí, unos panties usados: unos tuyos, unos de mi hermana mayor, otros de mi tía Celia, otros de mi amiga Fernanda, otros de tu amiga, ¿cómo es que se llama? Esa muy bonita… ¡Clara!, y otros de la miss Tere…

Estaba totalmente sorprendida ante la respuesta de la niña, sobre todo ante la naturalidad con que lo decía. Mi mente comenzó a divagar preguntándose para qué quería una niñita unos panties de mujer usados. Al parecer su madre tenía la misma duda:

– ¿y para qué quieres unos panties usados? Preguntó al tiempo que ponía al lado del escritorio un grueso fólder.

– ¡porque me gusta olerlos!

Casi me desmayo tras oír esa respuesta. La madre no parecía demasiado sorprendida.

– Tú estás loca. Ya te he dicho que no pienses esas cosas.

– pero es que sí me gusta olerlas, cuando las huelo, siento algo raro en mi colita… algo rico

Tras escuchar eso, siento que mi vagina tiene un espasmo y se moja notablemente. Oficialmente, estoy excitada, y mucho. Mientras sumo mi mirada en mi monitor, afino mis oídos para seguir escuchando, al tiempo que aprieto mis muslos, porque mi excitación es mucha.

– Ya te dije que dejes eso, y espérame aquí que tengo que ir a la sala de juntas. Te veo para comer en una hora. Y ya deja esas cosas ¿de acuerdo? Si no, no va a ver fiesta.

– Está bien mami… nos vemos al rato.

Tras esto, la madre se pone de pie y se retira. La observo mientras se aleja, observando su voluptuosa figura, contoneándo sus caderas mientras camina.

Melanie sigue jugando en la computadora. Está a dos máquinas de distancia. Estamos solas en ese cuarto. Volteo a verla, y ella voltea y me sonríe. Hago lo mismo, y la saludo, tratando de ocultar mi nerviosismo.

– Hola. Melanie, ¿verdad?

– sí, y tú cómo te llamas?

– C… Carolina Respondo con la boca seca, como llena de algodón. Tratando de sacar algún tipo de conversación más… interesante, le pregunto:

– ¿Y va a ser tu cumpleaños pronto, Mel?

– Sí, el próximo mes, el 27. Voy a cumplir 7 años!

La edad que calculé fue la correcta. Queriendo tener una plática más sexy le interrogo sobre los panties.

– oí que de regalo quieres… unos panties usados verdad? Por qué?

Mirándome tímidamente, me contesta, sonrojada:

– es que… yo… no le vayas a decir a nadie eh?… pero es que me gusta oler los panties usados de mujeres. Es que una vez fui a casa de mi amiga Ana, y fui al baño y su mamá que es muy bonita dejó sus panties allí, y estaban usadas. Eran unos panties negros como de encaje. Y los ví y no se por qué se me ocurrió olerlos y me gustó el olor, además de que en mi colita sentí rico no sé por qué.

Nerviosa como nunca, le continúo preguntando:

– ¿y haces eso muy a menudo?

– a veces, sobre todo con la ropa de mi mami o mi hermana, pero casi siempre la esconden o la llevan luego luego a la lavandería.

– ¿y te gustan todas las panties?

– no, sólo la de las mujeres bonitas, o también niñas. Es que una vez ví en internet unas fotos de unas modelos de ropa interior y me gustó mucho verlas, y las ví mucho tiempo, y sus pantaletas se me hacían muy lindas, pero vino mi mami y me regañó y me dijo que no debía ver esas cosas. Eran unas modelos muy bonitas.

Casí mordiéndome el labio, le pregunto:

– ¿bonitas? ¿Y las panties que le pediste a tu mamá son de mujeres bonitas?

– sí, todas ellas son muy bonitas. Parecen modelos.

Mirándome de arriba a abajo, agrega sonriendo:

– ¡tú también eres muy bonita como modelo de ropa interior!

¿Modelo, yo? Nahh… Es decir, soy algo alta (170 cm), mi cara es linda, mi cabello a los hombros… pero… mi busto es bastante grande, copa E (herencia de mi madre), y aunque tengo una cinturita y un vientre plano, mis caderas son muy anchas y mis nalgas, bueno, bastante generosas (eso sí, sin celulitis). Más que cuerpo de modelo yo diría que es de actriz porno. Pero no por eso dejé de sentirme menos halagada por su comentario.

– ¿de veras te parezco bonita?

Pregunto, con una evidente emoción en mi voz

– sí, es más, en la alberca creí que eras la mujer más bonita de allí

– ¿me viste en la alberca?

– sí, ¿a poco no te acuerdas que te saludé?

Así que sí recordó que me vió en la alberca. Me sentí orgullosa, me sentí… feliz. En eso, se acerca a mí sacando algo de su bolso. Era un teléfono celular. Bastante costoso, contra agua, contra polvo, con cámara… un gadget muy sofisticado y caro para una niña de 6 años. Comienza a cambiarle la tarjeta de memoria.

– es más, mira, te voy a enseñar algo pero no le digas a mi mami, y no te vayas a enojar por favor…

– te lo prometo… ¿qué ocurre?

– es que te tomé unas fotos en la alberca…

– ¿en serio? ¿Y por eso no quieres que le diga a tu mamá?

– sí, porque ella a veces me revisa el teléfono y si ve fotos de una mujer en traje de baño me va a castigar

Tomo su teléfono y comienzo a ver las fotos. Ella me mira, nerviosa, pero emocionada. La primera foto está algo movida, soy yo de cuerpo entero, de pie junto al camastro. Otra foto, más clara, soy yo acostada, otras en la alberca, y llego a una que me llama poderosamente la atención. Es un acercamiento a mi trasero, y estoy, como dicen vulgarmente, “comiéndome” el bikini. La volteo a ver a los ojos, ella me ve y pregunta, temerosa:

– ¿estás enojada porque te tomé esta foto?

– no… no realmente, sólo que me sorprendió…

– se te ve muy bien tu cuerpo en esa foto, por eso te la tomé. Y éstas otras también…

Diciendo ésto, me enseña unas fotos de mi busto (mi pezón se alcanzaba a apreciar a través de la tela del bikini) y otra de mi zona pélvica, donde se veía claramente mi corte brasileño.

Me sentía más y más mojada, al grado de empapar por completo mi tanga negra. Le entrego el aparato a Melanie.

– ¿Te gustaron?

Me pregunta.

– sí, son muy lindas… muy lindas

– ¿puedo quedármelas Caro?

– sí, si, claro…

Tras un rato de silencio, me pregunta:

– ¿cuánto tiempo vas a estar en el hotel Caro?

– 5 noches, ¿y tú?

– también. Vine con mi mami a un viaje de negocios. ¿Y tú vienes sola?

– sí, vine sola, a relajarme un poco.

Mirando hacia el suelo, balanceando sus piernas, me pregunta:

– Caro, ¿me puedes dar tu número de teléfono? Para platicar y que no estés tan sola y yo tampoco…

Nunca antes me sentí tan emocionada porque alguien me pidiera mi número. De hecho, había mantenido apagado mi teléfono desde que llegué, pero ese era un gran motivo para encenderlo, cosa que hago en el momento.

– Por supuesto, es el… mmm… permíteme… es el 55 6693452

Ella lo anota en su teléfono, y me marca. Su número aparece en la pantalla de mi aparato.

– ¡y ese es mi número!

Para ese momento estaba tan excitada como nunca en mi vida. Decidí hacer algo un tanto peligroso.

– Mel, te voy a dar algo prestado, al ratito que me veas me lo devuelves ¿sale?

– ¿Sí, que es?

– y tampoco le digas anda a tu mami ¿de acuerdo?

– ¡de acuerdo!

Miro a los lados cerciorándome de que no halla nadie alrededor. Me inclino sobre la silla y rápidamente me quito la tanga metiendo la mano debajo de mi vestido. De prisa la cubro entre mis manos y se la entrego a Melanie, quien me observa con los ojos abiertos, sorprendida. Estirando sus manitas, toma mi mojada prenda.

– ¡está muy mojada..!

Dice susurrando al tiempo que la guarda en su bolso.

– ¿por qué está tan mojada Caro? ¿Hiciste pis?

– no, no es pis… luego te explico ¿sale?

– Está bien… muchas gracias, luego te la devuelvo… ehhh…

En eso suena su teléfono, acelerando aún más mi ya taquicárdico corazón.

– Es mi mami… ¿bueno? Sí, aquí estaba platicando con una señora…

¿Señora?, bueno, creo que ya tengo edad para pasar como tal.

– sí, ya voy, nos vemos ahorita mami… adiós.

– ya me voy Caro, te veo luego para darte tu ya sábes qué… adiós!

– Adiós Mel!

La niña sale casi corriendo del cuarto, sujetando fuertemente su bolso, como quien lleva algo muy valioso. Suspiro, y decido que es hora de ir a comer también, pero primero tengo que ir a ponerme algo de ropa interior a mi habitación.

Mientras me pongo otra pantaleta, pienso en las posibles consecuencias de lo que hice. ¿Se dará cuenta su madre? ¿Qué pasaría si así fuere?. Y sobre todo, me pregunto sobre mis verdaderas intenciones con esa niña. No dejo de pensar en esa pequeña y en lo mucho que me excitó el sólo conversar con ella. ¿Qué es lo que realmente espero de ella? ¿sexo?… ¿qué piensa ella de mí? Es decir, hoy muchos niños (gracias a la maldita TV e internet con artículos alarmistas y pseudocientíficos) están conscientes del abuso infantil y de los pederastas y pedófilos. Yo nunca me he visto como una pedófila, pero esa niña, de veras me movió el piso. Además, abusar de ella es algo que nunca haría. Me gustaría, honestamente, tener contacto físico más íntimo con ella, pero sin lastimarla ni hacer nada que ella no quiera. Pero eso sí, si ella quiere, llegar hasta donde me sea posible.

Llego al restaurante, tomo mi plato y escojo mis alimentos. Oigo a lo lejos una voz que hace que mi corazón palpite fuertemente de emoción. Es Melanie, platicando con su madre, alegremente. Parece que todo está bien, todo normal. Me quedo viéndola un momento, de espaldas a su madre, quien no se percata de mi presencia. La niña me ve, se sonroja y sonríe timidamente. Su rubicundez era tal que la madre le preguntó qué le pasaba, a lo que la niña respondió con un “nada”. Tras comer voy a la alberca. Eran alrededor de las tres. Me puse un sexy bikini y me recosté junto a la piscina familiar. Realmente esperaba que llegara Mel. Pero no la ví. Tras un buen rato, decido ir a asomarme al snack bar, y a la playa, pero nada. Un tanto desilusionada, me recuesto en un camastro en la playa, viendo al mar azul, azul como los ojos de mi hermosa pequeña. Nunca me había sentido así, ni mucho menos en tan poco tiempo. Me sentía un poco tonta sintiéndome como una adolescente enamorada, y sobre todo por una niña tan pequeña. En eso, escucho que llega un mensaje a mi teléfono. Creí que era del trabajo, o quizá Dora. Sin mucho entusiasmo, tomo mi teléfono. Era un mensaje de Mel. Me había olvidado que le dí mi teléfono y yo tenía el de ella. Leí, con el corazón a mil por hora, su mensaje, el cual decía:

“Hola Caro salí de paseo con mi mami espero estés bien en el cuarto fui al baño con tu panti estaba muy mojada todavía y olía muy rico y tamién la probé y tenías razón no es pis es otra cosa que también sabía rico hasta mi colita se mojó y sentí raro hasta me toqué un poco pero mi mami tocó la puerta y tuve que salir al rato de devuelvo tu panti tqm”

Eso fue todo. Fue mi límite. Tomé mis cosas, fui de prisa al cuarto, me desnudé y comenzé a masturbarme. No podía creer lo mojada que estaba. Estaba literalmente escurriendo, bastaron sólo unas cuantas caricias en mis labios y mi clítoris para tener mi primer orgasmo. Pensaba en Mel. La imaginaba oliendo y lamiendo mi húmeda tanga. Me la imaginaba oliendo y lamiendo mi húmeda vulva. Le la imaginaba entre mis brazos, acariciando su plano pecho, sus deliciosas nalgas y su virginal vulva. Me vine otra vez, y luego otra, y otra más, y otra más. Quedé exhausta. Las sábanas quedaron sumamente mojadas de mis fluidos. Me bañé y me vestí nuevamente. Me recosté en la hamaca del balcón, pensando en Mel. Tomé el teléfono. Quería llamarla. Pero no tuve el valor, no sabía si estaba con su madre. Quedé dormida unos minutos. Me despertó otro mensaje, de Mel. Decía simplemente:

“ya regresé me muero por verte tqm”

Como adolescente emocionada para ir a ver al chico más popular de la prepa, me arreglo, me maquillo, incluso me perfumé, y bajo al restaurante a cenar.

Al llegar, casi no disimulo el que estoy buscando a alguien. Entonces, la veo llegar por la escalera, junto con su madre. Mi corazón (y mi vagina) palpitan. Se ve hermosa, con su cabello suelto, una blusita rosada y una falda holgada, blanca. Para mi sorpresa, se sientan en la mesa de junto. Trato de disimular mi emoción. Mel también se ve visiblemente excitada, con sus mejillas rojas y una sonrisa tímida. Su madre me queda de espaldas y ella de frente, así que puedo disfrutar de su rostro sin problemas.

Aunque su madre despedía un delicioso aroma a perfume y su ceñido conjunto perla le resaltaba su voluptuosa figura, yo sólo veía a su hija de 6 años. Su madre se retira al baño unos minutos, caminando con su particular contoneo y atrayendo las miradas de los excitados varones y de las envidiosas damas. Mel cambia de asiento quedando más cerca de mí, y sacando algo de su bolso, me lo da entre sus manitas:

– aquí están tus panties

me dice susurrando.

Niego con la cabeza y le digo.

– No. Mejor quédatelas, son mi regalo de cumpleaños para tí.

– En serio? genial!

Guarda mi ya seca tanga en su bolso, y me dice:

– te extrañé mucho Caro.

– Y yo a tí princesa.

– Mañana vamos a jugar en la alberca juntas sí? Mi madre tiene junta a esas horas y yo estoy solita toda la mañana.

– de acuerdo, a qué hora te veo?

– mmm… no sé, la junta de mi madre es a las 9, entonces yo creo que a esa hora está bien, pues mi mami y yo desayunamos muy temprano, hasta me enojo porque digo, entonces para que vinimos de vacaciones si me voy a despertar temprano?

No puedo evitar reírme de su inocencia y franqueza. En eso, mi mano, casi por su cuenta, se acerca a su cara y le acaricia su mejilla y su cabello. Ella cierra sus ojitos. Un plato se cae a lo lejos y reaccionamos. Ella sonríe y vuelve a su silla, y yo retomo mi posición. Su madre llega tras un momento y luego se van las dos, con Mel viéndome y sonriéndome mientras se alejan.


Continuará

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