La inquilina, Parte 04 (de Cazzique)

Esta publicación es la parte 4 de un total de 5 publicadas de la serie La inquilina
3.5
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Pues como ya era costumbre llegué puntual a casa de la bella Palma, pero en lugar de encontrarme con la bella niña me encontré a su madre después de haber tocado.

– ¡Señor Gualberto!… Qué bueno que lo veo…

– ¡Hola! – saludé perplejo.

En realidad es que no esperaba a la señora y no sabía que responderle ahora sabiendo que iba a tratar de explicarme el porqué no me había pagado la renta del departamento. En realidad ella no me debía nada y sería de muy mal plan el cobrarle después de estarme cogiendo a su pequeña hija. 

– Pero, pase… Pase, tengo qué explicarle y necesito que entre unos segundos.

– Es… ¿Es qué?

– Mire, mire la verdad es qué he tenido muchos problemas y necesitaba ese dinero, pero le aseguro que ya para el siguiente mes le comienzo a pagar lo que le debo. – dijo ella después de que entré.

– Bueno, es qu…

– De verdad mire… ¿No podríamos hacer algo para solucionar esto? 

La mamá de Palma mientras decía esto se sentó en el sofá y cruzó las piernas mostrándomelas casi completamente pues traía puesta una minifalda que se le subió lo suficiente como para darme a conocer sus intenciones. Miré de tenidamente a la madre de mí joven amante y pude reconocer de donde venía la belleza de la niña, pensé que sería muy descortés de mi parte el no aceptar la proposición de la señora pues si ya me estaba cogiendo a la hija, ¿Qué tendría de malo probar a la mamá? 

Sin decir nada más me levanté y caminé hasta donde ella se encontraba, le tendí la mano para que se pusiera de pie y la miré detenidamente. De estatura es aproximadamente como la misma Palma, cabello oscuro y largo, pero no rizado como el de su hija, ella lo tiene lacio; cara agradable, ojos grandes y oscuros, boca de sensuales labios. Sus senos son de regular tamaño y tiene unas caderas pronunciadas que acentúan más la tenue cintura de la señora. Sus piernas son largas y bien torneadas con suficiente grosor en los muslos como para volver loco a cualquiera. Olía muy agradablemente pues se notaba que tenía muy poco de haberse duchado y todavía su cabello se encontraba algo húmedo. Estuve apreciándola cerca de dos minutos pero sin decir ninguna palabra, ella paró un poco más el trasero como invitándome a aceptar su oferta pero yo seguí sin responder. Finalmente me separé unos pasos de la mujer y me le quedé mirando a la cara.

– ¿Está usted segura de lo que desea?

– En realidad no tengo opción… ¿O piensa aguantarme con lo de la renta?

– Bueno, lo que sucede es que usted no está nada mal, pero yo soy muy… muy especial en eso del sexo.

– ¡Estoy dispuesta a todo!… No sabe cómo necesito ese dinero.

– Bien… déjeme verle la panocha.

La mujer se levantó la minifalda dejándome apreciar las bragas que tenía puestas y con una mano bajó la parte frontal de la prenda quedando al descubierto una oscura mata de vello.

– ¡No está nada mal!… A ver las nalgas…

Ella se bajó las bragas hasta la mitad de los muslos y su minifalda la volvió a cubrir, se giró dándome la espalda y lentamente comenzó a descubrirse las nalgas levantando la minifalda, eran sencillamente preciosas, pasé mis dedos por sobre los tersos y morenos cachetes y luego los metí hasta tocar el caliente y arrugado ano.

– ¿Me dejaría metérselo por allí?

– ¡Lo qué usted quiera!

– Bien pues entonces… ¡Manos a la obra!

Me acerqué hasta quedar pegado a su cuerpo sintiendo como mi verga comenzaba a crecer bajo mis pantalones entre esas nalgas deliciosas, besé el cuello de la mujer lentamente y subí hasta su oído. Ella reclinó la cabeza servilmente y se dejó meter la lengua en el oído, pero noté que en realidad no lo estaba disfrutando, lo hacía únicamente por compromiso. La verdad es que esa situación me alentó más pero no porque me gusten las cosas fáciles sino porque me fascinó el reto de hacer que ella en realidad lo deseara en lugar de hacerlo por compromiso.

Coloqué las manos en su cintura y fui moviéndolas lentamente por sobre la blusa hasta su estómago, de allí subí lentamente hasta atrapar las dos tetas que se sentían firmes y deliciosas. Continuaba besándole el cuello y el oído pero ahora haciéndolo más candentemente, mi lengua recorría despacio la suave piel de su cuello sabroso y mis labios aprisionaban aquí y allá, subí una de mis manos tomándola a ella por el pescuezo y eché hacia atrás su cabeza, de esta manera pude besar sus labios lentamente aún sin meter mi lengua en su boca. Mi otra mano se encontraba acariciando el estómago y poco a poco levanté la blusa para colocar la palma directamente sobre su piel. Le acaricié delicadamente apenas rozándola y sentí como su piel se comenzaba a erizar.

Nuevamente regresé mi boca al cuello de la señora y esta vez si qué se contorsionó presa de una espasmo de placer, estaba seguro de que iba por buen camino así que no adelante las cosas. Continué acariciando y besando a la señora de esa manera y finalmente ella terminó entregándose. La giré y ya de frente la besé nuevamente en los labios, está vez si metí mi lengua obteniendo inmediata respuesta de ella, sus brazos se tendieron en mi cuello y así permanecimos por muchos minutos. Mis manos recorrían su cabellera sedosa y bajaban lentamente por su espalda, llegué a la minifalda y palpé por encima de la tela de la minifalda sus turgentes nalgas. Todas las curvas se podían percibir pues la tela de la prende era demasiado ligera, bajé un poco más para así meter las manos directamente debajo de la prenda y el calor de su culo me fascinó. Posé cada una de mis palmas en los cachetes amasándolos delicadamente y separando y juntando las masas de carne bajé un poco las manos hasta el inició de las nalgas y comencé entonces a cargar a la mujer y la llevé hasta la recamara que conocía perfectamente bien, con cuidado la fui tendiendo sobre la cama sin dejar de besarla.

Tendidos los dos en el lecho empecé a desabotonar la parte frontal de su blusa y su piel morena fue quedando al descubierto, la curva de sus senos se percibió deliciosamente y apresuré a mis dedos que terminaron de zafral el último de lo botones. Abrí despacio la blusa apreciando las firmes tetas de la señora con sus pezones que aún no estaban erguidos. Me recliné par lamer uno de éstos y así durante un par de segundos hasta que sentí que el botoncillo comenzaba a cobrar vida. Me estuve sobre ese pezón hasta dejarlo completamente erecto y fui directo al otro para aplicar el mismo trato, pero ahora con las dos manos atrapaba los deliciosos pechos y los aprisionaba delicadamente.

Por su parte la mujer bajó su mano derecha hasta sus muslos y levantó la minifalda para comenzar a rozar con sus dedos su vagina. Con movimientos circulares la madre de Palma comenzó una lenta masturbación mientras que yo terminaba de recrearme con sus senos, la dejé que se manipulara a su gusto pues eso era señal de qué en realidad la estaba calentando y ya no podía aguantar más tiempo sin que le hurgaran en la papaya. Continué en las tetas y luego el estómago, besando y lamiendo su sabrosa piel.

Me levanté para mirarla y después le quité las zapatillas que traía puestas, miré qué sus bragas continuaban en sus muslos y las deslicé por sus piernas hasta sacárselas completamente, ella se seguía tocando con los ojos puestos en mi rostro. Con delicadeza abrí sus piernas dejando a la vista la hermosa concha que se veía un poco abierta debido a los manipuleos de sus manos. Me metí entre sus piernas y acerqué mi rostro a su vagina recreándome en el fragante olor que despedía. Sin dejar de mirarla a los ojos acerqué mi boca hasta la rajada y comencé a lamerla metiendo profundamente mi lengua en la gruta, ella gimió levemente al sentirme y cerró y abrió lentamente los ojos.

– ¡Ahhh!

Duré algunos minutos mamándole la rajada y la bella mujer alcanzó un orgasmo relajador y satisfactorio. Me retiré lentamente admirando su rajada ahora húmeda y abierta. Me levanté y comencé a desnudarme rápidamente. Volví a acomodarme entre sus piernas pero esta vez comencé a apuntar mi pene contra ella. El glande se metió ligeramente en la gruta de la mujer y empujé despacio. El calor de su cuerpo y su humedad eran sumamente deliciosos, dejé que mi verga se perdiera completamente dentro de la caliente rajada y al chocar mi vientre con el suyo comencé un mete y saca a regular velocidad sintiendo cómo me apretaba deliciosamente. Los jugos que salían del interior de su vagina comenzaron a mojar mis vellos púbicos y los suyos produciendo un delicioso sonido, la madre de Palma se comenzó a venir por segunda ocasión y yo seguí bombeándola lentamente.

– ¡Oh, sí!… Me vengo… me vengo… así, así… sigue así. 

Mi cuerpo se movía sobre el suyo sin dejar caer todo el peso pues me estaba sosteniendo con los brazos estirados mirando su delicada figura. Cuando su orgasmo menguó me detuve y me quedé profundamente clavado dentro de la vagina, solamente me moví algunos milímetros pero sin que fuese un bombeo rítmico, solamente para seguir disfrutando de la intimidad de la hembra. Ella seguía extasiada y disfrutando su orgasmo qué poco a poco comenzaba a desaparecer. Cuando la mujer estuvo lista de nuevo sola comenzó a menear sus caderas circularmente indicándome que estaba lista para continuar. Me salí de su panocha y la hice recostarse boca abajo, le abrí las piernas y me recosté sobre su cuerpo, puse mi verga entre sus piernas buscando nuevamente su entrada vaginal y cuando la encontré penetré lentamente. Podía sentir sus nalgas restregándose contra mi vientre y esa sensación era deliciosa a parte de tener la verga profundamente clavada en su vagina. Inicié un movimiento de entrada y salida lento, pausado pero profundo tratando de llegarle hasta el tope, la mujer gemía y suspiraba presa de la excitación. La estuve bombeando de esa manera hasta que sentí que estaba a punto de venirme, entonces decidí cambiar de posición.

Me recosté en la cama boca arriba y le dije a ella que me cabalgara, su montó en mi cuerpo clavándose ella sola el pito y comenzó a mover sus caderas arriba y abajo apoyando sus manos en mi pecho. Su vagina en esta posición apretaba deliciosamente mi garrote, pues en cada movimiento arriba o abajo los músculos de sus piernas se activaban y hacían que los pliegues interiores de su conchita se apretaran fuertemente sobre mi nabo. Agarré sus nalgas y estuve clavando ligeramente la punta de mi dedo en su ano a la vez que ayudaba a la mujer a subir y bajar. Las tetas brincaban con cada movimiento y esta visión hacía mucho más excitante toda la escena. La bella mujer se comenzó a venir por tercera ocasión pidiendo más y más con cada embestida.

Ella se dejó caer sobre mi pecho cuando no pudo más y me besó en los labios metiendo profundamente su lengua en mi boca, le respondí con mi lengua y nos enfrascamos en un prolongado y húmedo beso.

La levanté y yo hice lo mismo, acomodé a la mujer empinada contra su tocador, el espejo reflejaba su cuerpo frontalmente y yo me coloqué en la parte trasera, los dos quedamos de pie. Ella paró su culito esperándome y no me hice el perdido, coloqué la punta de mi pene en su entrada vaginal y la penetré, ella abrió la boca al sentirme; me sujeté de sus caderas y comencé a bombearla viendo como entraba y salía mi tronco de su panocha caliente y encharcada, la estuve bombeando cerca de diez minutos en esa posición y comenzó a llegar a otro orgasmo más, aceleré los movimientos de mis caderas contra su conchita y comencé a sentir que se formaba mi orgasmo, ya no me detuve, continué empujando y saliendo de su cuerpo hasta sentir que me llegaba, mi pene se inflamó al máximo y segundos después le solté mi leche profundamente dentro, ella pidió que no se la sacara, que quería toda la leche en su cuca y yo no paré de moverme, en cada nueva embestida una nuevo disparó llenaba un poco más la ya inundada cavidad; algunas gotas del semen se escaparon de nuestros cuerpos y bajando por mis peludas bolas se alargaron hasta romper la resistencia y caer pesadamente al suelo de la habitación. Lo estábamos gozando al máximo y creí que nunca me dejaría de salir leche. Empujé mi verga lo más profundamente posible al final para dejarle dentro el resto de mi descarga. Me apreté bien contra ella sintiendo como las palpitaciones de su vagina se sincronizaban con los últimos disparos de mi verga.

Nos quedamos mirando en el espejo, la escena era candente y había logrado mi objetivo de calentar a la hermosa madre de Palma. Miré como lentamente comenzaba a retirar mi aun endurecida verga de su panocha, los labios se pegaban a mi piel cómo no queriendo soltarla, desde esa posición también alcanzaba a mirarle el agujero oscuro del culo.

– ¡Chúpamela! – le dije.

Ella se hincó al frente y se llevó el nabo repleto de nuestros jugos a la boca y lo comenzó a mamar, tragó los jugos que estaban sobre mi tronco y poco a poco miré como mi verga se volvía brillosa con la saliva que ella le dejaba en la superficie.

– ¡Empínate de nuevo!… ¡Te la quiero meter por el culo!

– Sí. – dijo ella caliente todavía. – No tengas miedo, rómpeme el culo.

Nuevamente la mujer se empinó recargando sus manos contra la superficie del mueble y su imagen se reflejó perfecta al frente, alcanzaba a verle las tetas balanceándose excitantemente con los pezones erectos al máximo. Me coloqué en su trasero y ella paró las nalgas abriéndolas con sus manos para dejarme ver su arrugado agujero. Le puse saliva en la entrada y coloqué el glande sobre el agujero. Empecé a empujar con fuerza y el culito se abrió lentamente mientras el tolete se iba clavando. Miré su cara por el espejo, tenía los ojos cerrados y apretaba ligeramente sus labios, las tetas se le movían ligeramente y pasé mis manos hasta ellas amasándolas y apretando los pezones. En mi verga sentía la fuerte presión de su esfínter y el lento avance hacia su interior.

– ¡Empuja papi!… ¡Empújalo todo, sin miedo!

Le seguí clavando mi verga y ella con sus ojos cerrados disfrutando de las sensaciones de una penetración anal. De vez en cuando soltaba sus tetas para abrirle las nalgas y mirar mi tronco como iba entrando en el agujero. Por fin tras algunos minutos mi vientre chocó contra las deliciosas nalgas y casi enseguida comencé un lento bombeo. Llevé una mano hasta la vagina y la comencé a frotar sobre el clítoris enseguida ella paró un poco más el culito sorprendida por el ataque ý abrió un poco más las piernas recargándose más contra el mueble. Abrió los ojos mirando su imagen en él y lo disfrutó intensamente pues se reflejó en sus ojos toda la lujuria que sentía.

– ¡Métemelo, métemelo, quiero sentirlo todo!… ¡Así, así! Me sujeté de su cintura para empujar con más firmeza mi tronco contra su culo y ella paró bien las nalguitas dejando que me fuera profundamente a su interior. Estuve bombeando cerca de cinco minutos y la mujer llegó nuevamente a otro orgasmo. Sus gemidos se hicieron más intensos y movió sus caderas circularmente disfrutando de este modo todavía más.

Yo nuevamente sentí que mis bolas se inflamaban y le solté la descarga profundamente, gemí satisfecho por la explosión y mi semen corrió profundamente en su cuerpo, jadeantes hicimos los últimos movimientos de nuestros cuerpos y me zafé de ella completamente flácido. Nos tendimos en la cama donde ya me había cogido a su hermosa nena.

Ella ya había pagado las rentas atrasadas así que lo de ahora solo fue una gratificación extra. Haciéndome el tonto le pregunté a la mujer que yo recordaba tenía una niña. Me dijo que la había mandado a casa de su abuelita precisamente para esta ocasión.

Salí deliciosamente satisfecho por haber disfrutado de la madre de mi pequeña amante pero un tanto triste por no haberme cogido a Palma qué me excitaba mucho más por las circunstancias que ya se imaginan.


Continuará

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