- La depravación de una madre, Parte 00 (Introducción)
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Las cosas pasaron tan rápido que aún me pregunto cómo me paso esto a mí pensaba María. Se había casado con un hombre veinte años mayor que ella y para ahora tuviera cincuenta y cinco a no ser por el terrible accidente que lo condujo a la muerte. Vivían en una granja a las afueras del pueblo que era propiedad de él, cuando se caso con ella, el matrimonio tuvo cuatro hijos dos hembras y dos varones: las hembras; Juanita y Patty de quince y nueve años de edad y los varones; Pedrito y Pablito de trece y once años. La granja también tenía algunas casas humildes en las afueras que albergaban a trabajadores de la granja y sus familias, casi todas extranjeras.
Entonces de repente vino una crisis económica que afecto toda la venta de la producción de la granja y las facturas empezaron a amontonarse, cuando los proveedores de alimentos y semillas empezaron a presionar, el esposo de María se vio obligado a viajar largas distancias para poder negociar la cosecha. Él estaba empeñado en no dejar caer la granja, que era una herencia de la familia, además que sentía una obligación moral por sus trabajadores de mucho tiempo. Entonces ocurrió el accidente en uno de estos viajes, dejando a María sola con semejante carga.
Ella salió de la casa de sus padres apenas cuando cumplió los 18 años y solo completo el bachillerato, y en todo este tiempo ella no intervino en los negocios de sus marido, solo se dedicaba a los deberes que una madre debe hacer en su casa y a cuidar de sus hijos. Por lo que quedar de repente sin esposo, una granja que mantener y muchas deudas que pagar, además de cuidar a sus hijos fue un tremendo golpe para ella. Se sentía como que quería morir y así permaneció por varios días, pero eso no la desobligaba de sus compromisos, entonces decidió que la única manera de salir del estado en que se encontraba, era asumir el reto de administrar la granja como había hecho su difunto marido.
Lo primero que tenía que hacer era salir de la producción que se estaba acumulando y salió a visitar a los clientes. Primero me decidió visitar a los clientes que tenía en el pueblo.
Ella conocía el pueblo pues a menudo bajaba por las cosas que necesitaba en casa. A pesar de ser madre de cuatro se conservaba y mantenía su figura. Ella había heredado la figura de su madre, un metro setenta de altura y 65 kilos de peso, con grandes tetas que parecían melones, grandes caderas, nalgas grandes y redondas y cintura reducida. Ella tenía la misma figura de su hija cuando tenía su edad, era el objeto de las miradas por donde quiera que pasara, tanto de viejos como de niños, que ya tenían algún interés sexual, de profesores y por supuesto de sus compañeros. Ella se sentía excitada cuando la miraban y empezó a usar la falda colegial al límite del código del colegio, cuando estaba acalorada subía unas o dos pulgadas su falda que prácticamente se podían ver sus pantaletas con una simple inclinación, Caminaba del colegio a la casa y antes de salir del colegio iba al baño y se quitaba las pantaletas que luego guardaba a escondidas en el bolso, subía su falda justo unas pulgadas debajo de su horca y caminaba a su casa, siempre pendiente de las miradas, devolviendo sonrisas a algunos piropos o incluso vulgaridades que algunos viejos pervertidos le decían. Entonces cuando estaba por llegar a su cuadra se acomodaba la falda, para evitarle una molestia a su madre.
Cuando apenas termino su bachillerato su madre la obligo a casarse con José que fue en su tiempo un compañero de colegio de su madre. Con el tiempo acepto que él era su esposo y aprendió amarlo. Sin embargo su fetiche exhibicionista siempre la acompaño y cuando tenía que bajar al pueblo sola, se ponía faldas que flotaban con la brisa o vestidos que ella misma había hecho: con botones o cierres en la falda y cuello escotado, le gustaba usar mini pantaletas que apenas tenían un mini parche que tapaba su coño. Cuando usaba estos vestidos o faldas llevaba unos zapatos de tacón altos. Cuando estaba por entrar al pueblo subía sus faldas a medio muslo y soltaba unos botones de su blusa para hacer acentuar la hendidura entre sus tetas y caminaba por la calle ondulando sus caderas, atrayendo las miradas del todo el que pasaba. En verdad: `me sentía como una putaí pensaba, pero lejos de avergonzarse se sentía cómoda y cachonda.
Cuando su esposo murió el velorio se hizo en una funeraria del pueblo, y recibió muchas condolencias de los amigos de él, y clientes, la mayoría tanto hombres como mujeres ya la habían visto a ella caminar por las calles exhibiendo su cuerpo y a muchos de ellos de seguro yo le había provocado un hard-on y quien sabe cuántos niños no se habían masturbado por causa de ella. Lo que de seguro recuerda muy bien en aquellos momentos de dolor; es que muchos abrazos de pésame parecían manoseos, algunos incluso se atrevieron a manosear sus nalgas o tetas.
En la sala de su casa había colocado un pequeño santuario con una fotografía de su esposo y varía velas encendidas al frente como era la tradición, mientras se guardaba el luto. La noche anterior después que sus hijos estaban en cama María fue al santuario y se arrodillo frente a la fotografía, y entonces prometió que no dejaría que la granja se perdiera y haría cualquier cosa que fuera necesario para salvarla.
Continuará
Interesante comienzo, seguiremos la lectura.