Fragmentos morbosos (de Danifem)

ATENCIÓN

El siguiente relato erótico es un texto de ficción, ni el autor ni la administración de BlogSDPA.com apoyan los comportamientos narrados en él.

No sigas leyendo si eres menor de 18 años y/o consideras que la temática tratada pudiera resultar ofensiva.

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Uno.

Aquel día llovía torrencialmente sobre ésta ciudad, la bruma gris aplanaba los ánimos de todos, quienes mojados y malhumorados se apresuraban a subir el bus que los llevaría a sus casas. Yo esperaba locomoción vestida con un abrigo largo, grueso y de cuello alto, mis piernas las cubrían botas hasta las rodillas. No llevaba nada más puesto, no sentía frío, mis pezones iban tiesos de pura excitación.

Dentro de la máquina la gente iba apretujada, estaba húmedo, tibio y con olor a ropa mojada. Al final del bus, como es sabido, sólo viajan estudiantes. Con los brazos en alto, llegué hasta donde estaban los escolares. En el camino me esforcé por remarcar mi figura y rozar todos los bultos a mi paso, usando mi amplio y paradito culo para sobajearlos y dejarlos duros.

Los últimos y penúltimos asientos están dominados por escolares, todos chicos adolescentes entre los 11 a 14 años, según mis cálculos, alumnos del único colegio de hombres de la ciudad, que salen de clases a ésta precisa hora. Miro para afuera, calculo que quedan dos paradas antes de que me baje. Noto las miradas sobre mi.

Quedo de espaldas al resto del bus, tomo ánimo y me atrevo. Comienzo a mirar a los chicos de forma coqueta, lanzando miradas fijas y penetrantes, me muerdo y relamo los labios. Los chicos enmudecen, atentos a lo que estoy haciendo. Una parada, alguien baja, le doy espacio. El bus vuelve a arrancar.

Me paro frente a ellos, con mucha actitud, las manos en la cintura marcando el contorno de mis caderas, la mirada firme y arrogante. Llevo un dedo a mi boca, muerdo la punta, le doy una lenta chupada y después meto la mano por debajo del cierre de velcro y comienzo a bajar. A medida que se abre el abrigo, les voy mostrando mi cuerpo.

Postura erguida, columna recta, piel bronceada, cabeza en alto, mis tetas operadas y turgentes, perfectas, los pezones oscuros y erectos, mi abdomen plano y firme, mis caderas anchas, piernas dotadas de muslos gruesos y torneados, adornados con ligas rojas, mi concha depilada, como una bebita, con un coqueto tatuaje de conejito de playboy en el Monte de Venus.

Los chicos se quedan perplejos, conteniendo el aliento. No reaccionan. Agarro una de mis tetas con una mano, la levanto y mi lengua larga y gruesa, lame sin problemas un pezón. Esa misma mano baja hasta mi concha, la abre, mi dedo índice se mete muy adentro y sale viscoso y brillante por mis jugos vaginales. Escojo al mas pequeño, un morenito lindo de no mas de 11 años, le paso mi dedo bañado en mis jugos, por sus labios, me agachó y le doy un suave beso con lengua.

Me incorporo, cierro el abrigo, toco el timbre. Los chicos reaccionan, no me tocan, activan sus celulares para fotografiarme, el bus se detiene y yo bajo raudamente, me mezclo con la turba y desaparezco de sus vidas.

Llamo un taxi, le digo que se apure, mi hijo de 9 años y mi marido ya están por llegar a la casa, y debo estar allí para recibirlos.


Dos.

Mi vista estaba nublada, mi respiración cortada, el pecho me dolía por la fuerza con que me latía el corazón, mi cuerpo estaba tensa, agarrotado, mis manos estaban inmovilizadas por sus manos, el resto de mi cuerpo se dejaba hacer.

Sentía que la cara me ardía, al igual que mi vagina. Miraba su rostro rojo, sus ojos color miel idos hacia arriba, su boca abierta, sus labios hinchados, su cuerpo desnudo y fibroso, su piel bien bronceada, sus músculos tensos y duros,concentrado en ésto.

Mi vagina me dolía, me quemaba.

_”Aaaayyyy, ay,ay,ay… NNNNHHHH… AAAAÍÍÍÍÍHHHNNN,… AY,AYA,Y…AH,AH,AH”, me quejaba, pero él no parecía escucharme. Y, aunque me dolía mucho, también sentía otra cosa.

Cada vez que su pene duro, largo y delgado entraba en mí, miles de cosquillas me hormigueaban el cuerpo entero, me cortaban el aliento, hacían que se me recogieran los dedos de los pies, me producían una picazón desesperante en toda la zona de mis caderas, en mi vagina y en mi culo. Yo no quería hacerlo pero, mi cuerpo sí. Sorprendida noté que mis nalgas se contraían levantando mis caderas hacia arriba y buscaban acoplarse al ritmo de su penetración. Esas cosquillas… esa sensación de querer más, ese dolor intenso que ya no importaba, esa cosa que sentía cada vez que él llegaba bien adentro y me hacía sentir como que me moría…

_”Así,…así… mas adentro… mas rápido… mas fuerte… no tengas miedo… ya no le duele… dale, eso… así… como si fuera una puta… como cuando me lo das a mí… UUUHHHHFFFFF… que se vé rico ésto…”, le animaba mi madre, arrodillada a nuestro lado, con una mano hundida en su vagina, la otra sobajeándose las tetas, su cara roja, su pelo sudado, sus ojos brillantes, con una mirada extraña, sonriéndome de forma que me daba miedo, y que me gustaba… y yo, con mis 7 añitos, debajo de uno de los amigos de mami, conteniendo el aliento, sintiendo cosas más y más ricas, cerrando los ojos, imaginando como ese pene entraba y salía de mi vaginita…


Tres.

_ Esperé a que mi esposo se durmiera profundamente, me levanté con todo sigilo y me dirigí al pasillo que dá a la habitación de nuestro hijo. Allí desabroché mi bata y la dejé caer al piso. Iba desnuda.

_La puerta estaba semi-abierta, entré en silencio y avancé hasta su cama. Llegué en el momento preciso pues, bajo la colcha se notaba una erección, mi hijo debía tener algún sueño húmedo, tan propios de ellos entre los 10 a 14 años… mi bebé ya tenía 10, los niños de hoy crecen rápido.

_Con mis manos temblorosas por la excitación, corrí las colchas y apareció el cuerpo de mi hijo. Dormía sólo con su ropa interior. Era un niño hermoso en todos los sentidos, en su curso, varias compañeritas ya lo querían de novio jejeje,… esas perritas tendrían que esperar su turno para ponerle las manos encima a mi hijo, primero vendría yo, su madre,… después las putas. Es un poco alto para su edad, con un rostro cuadrado, ojos verde-calipso, nariz fina, labios gruesos, cabello liso y fino de color trigueño oscuro, cuerpo bronceado, delgado, fibroso, nada de grasa, su vientre con unos sexys abdominales marcados, piernas gruesas y fuertes, un culo grande y redondo… todo un pequeño galán, un regalo del cielo para una madre y una mujer como yo… con éste pequeño secreto.

_Con la yema de mis dedos corrí su ropa interior y su penecito emergió de un salto… estaba bien dotado para su edad, debía medir unos 12 cms de largo y tenía un tronco bien grueso. Una obscena cantidad de saliva inundó mi boca, mi corazón se aceleró, mi concha se humedeció a tal punto que el simple roce de los labios vaginales se tornó insoportablemente rico… ya lo había hecho muchas veces pero,… cada vez que lo hacía… me excitaba mas y mas.

Miré a mi hijo. Ojos cerrados moviéndose debajo de los párpados, cuerpo casi sin sensibilidad, estaba en el sueño mas profundo y pesado. Tomé el pene de mi hijito, lo pajeé despacio por unos segundos y dejé al descubierto su glande. Se veía exquisito: duro, terso, gordito, largo para su edad, palpitando, las venas surcando sus carnes, el tronco rojo, el glande amoratado y la punta brillante por la secreción de sus líquidos preseminales… irresistible.

_Abrí mi boca y me lo tragué enterito, huevos incluidos. Con la punta de mi lengua comencé a masajear sus testículos, la parte central se ocupaba de apretar el tronco y mi paladar exprimía la puntita, todo con lentitud y suavidad para no estorbar el sueño de mi retoño. Me encantaba sentirlo en mi boca, tan duro, tan caliente, su líquido saladito y rico. Mis labios se hinchaban y mi concha me pedía una buena paja, con una mano empecé a frotar mi clítoris y mis dedos iban y venía dentro de mi concha caliente y viscosa.

_Mi niño se removió en la cama, lo solté y me oculté bajo la cama, esperé unos segundos y alcé la vista. Nada, seguía dormido. Su pene se movía por sí solo, mi cerebro me decía que por hoy, lo dejara hasta aquí, que era peligroso seguir… pero… mi vagina estaba tan deseosa… jamás lo había metido adentro… debía ser rico sentirlo dentro de mí… sentir su penecito, sentir la adrenalina de hacer algo prohibido y salirme con la mía, sentirme la mas sucia y perversa de las putas… no pude evitarlo.

_Con sumo cuidado me monté sobre él, cuidando de que la cama no se moviera ni crujiera demasiado. Tomé su penecito, apunté mis caderas y bajé. El primer contacto de su miembro con mi sexo, casi me hace acabar. Abrí mi concha con mis dedos y me lo engullí enterito. Se sentía mucho mejor de lo que pensaba… su dureza dentro de mí, rozando las paredes interiores, mi niñito, mi hijo… fué tanto el placer que eché la cabeza hacia atrás, cerré los jos, fruncí el ceño y me mordí los labios, conteniendo apenas un gemido largo y ronco. Estaba demasiado caliente como para pensar o preocuparme de mi marido.

_Comencé a ondular las caderas en círculos, bombeando lentamente de arriba abajo, el roce dentro de mí se tornaba desesperante y delicioso, mi cuerpo sufría con el placer de lo prohibido y lo lujurioso… sexo sin límites ni consecuencias… Dios, era TAN exquisito.

_Las caderas de mi hijo comenzaron a responder por sí solas, moviéndose hacia arriba, buscando penetrarme por si solo. Dejé de moverme, lo observé atentamente… no estaba despertando, dormía pesadamente. Sus caderas comenzaron a bombearme, aquello me produjo un remolino de placer dentro de mí y me acercó aceleradamente a mi orgasmo, miré su carita tan relajada y hermosa, sus labios abiertos e hinchados me estaban invitando. Me agaché un poco, abrí i boca y adelanté mi lengua… lo besé, no como una madre besa a su hijo de 10 años, lo besé como una puta besa a su mejor amante, con ganas, con ardor, con mi lengua jugando con sus labios y su lenguita… y ese roce, sumado al roce dentro de mí, lograron que mi orgasmo llegara de golpe.

_Lo sentí como un mazazo de electricidad que nació dentro de mi vagina, escaló por mi columna y me golpeó la nuca. No pude evitar lanzar un fuerte y rico :”OOOOUUUUUHHHHHMMMMMMM”, y hundir mis caderas hacia abajo.

_Mi hijo se removió y apenas abrió los párpados, aun medio dormido. Guardé la calma, le acaricié el rostro y empecé a tararear una canción de cuna. Segundos después volvía quedarse dormido. Me salí de él, le volví a dar otra chupadita para limpiar mis jugos y salí de su pieza. En el pasillo recogí mi bata y volví a la cama con mi esposo.


Fin

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