Durante casi el resto de la semana transcurrió de la forma en que relate en el final anterior. A excepción del día viernes; a partir de ese día muchas cosas cambiarían.
Casi había amanecido cuando me despertaron unos insistentes bocinazos provenientes de un vehículo fuera de la finca. Algo malhumorado, me levante a ver que sucedía. Afuera se encontraba mi amigo Eduardo; un tipo que en ese momento tenía 36 años.
Eduardo estaba histérico y muy exaltado. No dejaba de decir que había cometido el error más grande de su vida. Después de unos minutos logre que se calmara y que me contara lo que le había sucedido.
El me conto que volvía de viaje y que se detuvo para levantar a una mujer y su niña que hacían auto stop en la ruta, unos 100 kilómetros antes de aquí. Y que durante una parte del trayecto conversaron sobre cosas tontas. La niña le pidió a la madre algo de tomar; pero este le ofreció una gaseosa a la que le había colocado un medicamento que el usaba por orden médica, pero que lo había olvidado en ese momento.
Poco después la niña comenzó a sentirse mal y la madre empezó a agredirlo mientras conducía. Según Eduardo; detuvo el auto en la banquina y discutió con la mujer. Esto termino cuando mi amigo le propino un fuerte golpe y la mujer se desplomo golpeando su cabeza en una roca cercana. Llorando totalmente angustiado dijo que subió el cuerpo de la mujer al automóvil y vino para aquí; ya que esto había ocurrido no muy lejos de aquí.
Me acerque al vehículo y abrí la puerta del acompañante. Allí había una mujer de unos 40 años que parecía inconsciente y poseía un gran corte en su cabeza, del cual había emanado mucha sangre. Intente tomarle el pulso pero no lo encontraba; así que aproxime mi oído a su pecho y fue allí que me di cuenta que estaba muerta.
Abrí la puerta trasera y allí me encontré con una niña de unos 10 años que más bien parecía estar dormida. Verifique su pulso y en esta ocasión pude constatar que estaba viva; solamente estaba bajo los efectos del medicamento que le había suministrado.
Sabía que Eduardo además de ser mujeriego; tenía algunos problemas económicos. En más de una ocasión le había ofrecido mi ayuda en sociedad con sus negocios pero este siempre me rechazaba. Además de esto; el me debía un buena suma de dinero que siempre que se la reclamaba me daba alguna excusa o dilataba el plazo de entrega.
Mientras caminaba pausadamente hasta donde se encontraba mi amigo, fui ideando un plan para esta situación. De frente a él; le dije que madre e hija estaba muertas y que lo que había hecho me convertía en su cómplice. Le explique que yo me vería más afectado que el si se supiera todo; pero que lo ayudaría. Él se sujetaba la cabeza y trataba de negar todo.
Sabía que las cámaras de seguridad habrían registrado todo; inclusive la conversación que había mantenido con Eduardo y esto me serviría para chantajearlo. Busqué en la casa mi cámara digital y me dirigí al vehículo; allí fotografié los cuerpos de la madre y de la hija como si fuera un médico forense. Mi amigo observaba mientras caminaba de forma errática y perturbado alrededor del automóvil.
Retire el cadáver de la mujer; el cual coloque sobre una lona. Recordé que la finca tenía un viejo, profundo y seco aljibe. Este tenía casi 10 metros de profundidad y casi nadie sabía de su existencia ya que estaba lejos de la casa y dentro de un pequeño bosquecillo casi impenetrable.
Obligue a Eduardo a arrastrar sobre la lona el cuerpo sin vida de la mujer hacia el aljibe. Allí volví a comprobar sus signos vitales, para después revisar sus ropas y quitarle pocas las joyas que poseía. Por algún motivo, mientras lo hacia comencé a tener una terrible erección y esto me llevo a arrancas las ropas del cadáver.
El cadáver de la mujer tenía una buena figura. Sus pechos eran extremadamente grandes; lo que me hizo suponer que debía tener implantes. Una vieja cicatriz horizontal en su depilado pubis me hizo recordar que era la madre de la niña que aun yacía inconsciente en el automóvil y que esta había nacido por cesaría.
Separe las piernas de la mujer y me quite los pantalones. Eduardo al ver mis intenciones y las dimensiones de mi verga intento huir; pero lo detuve diciéndole que era tan culpable como él y que él sabía que jamás desaprovechaba a una mujer desnuda.
No sé si fue el pánico que tenia o por morbo que mi amigo se quedó observando como penetraba vaginalmente el cadáver. Unos minutos más tarde gire el cuerpo y lo penetre analmente. Esto me fue más placentero que cuando desflore el ano de Belén y pronto descargue mi semen en el cuerpo sin vida.
Alenté a Eduardo a que hiciera lo mismo y como poseído por alguna entidad demoniaca se quitó su ropa y la penetro anal y vaginalmente. Mientras lo hacía; yo tome fotografías de esto. Mi amigo descargo tres veces su néctar; una fue en el ano, la otra en la vagina y la última sobre los pechos.
Después de esto; envolvimos el cuerpo con la lona formando una mortaja funeraria, la cual sujetamos con unas cuerdas para después arrojar el cuerpo al aljibe y regresar a la finca. Allí conduje hacia la casa a mi amigo; donde le di unas píldoras de benzodiacepina junto a un vaso de whisky. Minutos después; Eduardo se relajó y se durmió sentado en el sillón. Fui hasta la habitación y me cerciore que Belén continuara durmiendo; pero empezaba a despertarse así que le dije que un amigo había llegado y no quería que la viera. Le dije que se quedara en la cama y que volviera a dormirse, cosa que hizo.
Aun me faltaba encargarme de la niña y que no tenía certeza de que era lo que había ingerido; pero sabía que tarde o temprano despertaría. Por suerte para todos aún estaba bajo los efectos del medicamento. Así que la cargue en brazos y la lleve a un pequeño almacén. Allí le inmovilice los pies y brazos. Para después amordazarla y cubrirle los ojos con una venda.
Tome los bolsos de la madre y de la niña que había en el auto y junto a las cosas que había recolectado del cadáver; los guarde en el galpón donde había colocado a la niña. Después de esto; limpie la sangre que había en el vehículo tratando de eliminar las últimas evidencias.
Era casi mediodía cuando termine todo y fui a despertar a mi quinceañera. Cuando lo hizo; le dije que se vistiera ya que la llevaría a su casa porque debía seguir hablando con mi amigo que ahora dormía en el sillón.
Antes de que se bajara de la camioneta, le entregue dos sobres; uno de los cuales tenía escrito su nombre y el otro el de su madre. En el de ella había 500 dólares y le dije que no se los gastara en tonterías y en el otro había 2000 dólares que su madre tomaría como le había dicho como pago por servicios extras de la niña. Después de darme un tierno beso en los labios y decirme que nos veríamos pronto, se despidió y entro a su humilde casa.
Regrese a la finca a esperar que mi amigo Eduardo recobrara la conciencia. Mientras tanto; hice un escrito en la computadora y edite los videos de seguridad, al igual que las fotografías. Era media tarde; cuando Eduardo se despertó y mirándome me dijo:
-Jejeje – ya sé porque te dicen tripo – tratando de ocultar lo ocurrido _
-Yo que vos no me reiría – sentencie
-Que pasa – dijo en tono gracioso – loco… amigo
-Pasa que si alguna vez me hubiera hecho caso ahora no estarías así – algo colérico mostrándole las fotos en que fornicaba con el cadáver –
-Pero … pero … – titubeando y asustándose al recordar lo que las fotos le mostraban
Le explique a mi amigo la situación en la que estaba metido; a la vez que observaba el video de las cámaras de seguridad. Le entregue una hojas en las cuales estaba escrito que él me cedía desde ese mismo momento el 60 % de todos sus negocios y que en un término de un año yo sería el dueño de ellos. Que a cambio de ello, guardaría el secreto del doble homicidio que había realizado y que además le entregaría una cantidad de dinero como para que empezara algo en otra ciudad.
También le explique las consecuencias que le traería el no cumplir o no firmar el contrato. Le dije que para algunas personas yo hacía días que no me encontraba en la ciudad y que podría presentar testigos de ello. Además de eso; le dije que yo había ocultado y destruido todas las evidencias que lo incriminaran a excepción de las fotos y video, los cuales guardaría como seguridad.
Al principio protesto y hasta trato de hacerme sentirme culpable por haber sido yo el primero que violo el cadáver de la mujer que había asesinado. Después se hizo al silencio por unos minutos para así comenzar a llorar desconsoladamente como un niño.
Lo deje solo por un rato; para que pensara en lo que debía hacer, pero no le perdí de vista. Así fue que observe como con las manos temblorosas tomo el bolígrafo y estampo su firma al pie del contrato. Tuvo que juntar mucho valor para levantarse del sillón y sin decir nada y con la cabeza gacha se marchó de la finca.
Continuará