El relato erótico "El día de campo" es un texto de ficción, ni el autor ni la administración de blogSDPA.com apoyan los comportamientos narrados en él.
No sigas leyendo si eres menor de 18 años y/o consideras que la temática tratada pudiera resultar ofensiva.
UNA NIÑA DE 8 AÑOS ES LLEVADA POR SU PADRE Y UNOS AMIGOS DE «EXCURSIÓN» AL CAMPO.
Lauren siempre había sido la «hijita de papá». Ella lo adoraba y siempre pasaba el mayor tiempo posible a su lado. Si él estaba haciendo reparaciones a su coche, ella era la que le entregaba las herramientas. Si él estaba viendo futbol, se sentaba junto a él y juntos lo miraban.
Era viernes por la tarde, y la niña de ocho años de edad estaba sentada sola en la última fila de la camioneta Ford Explorer. Aparte de su padre, que estaba al voltante, había otros cuatro hombres en el coche. El hombre en el asiento del copiloto era Albert Walls, aunque todo el mundo le llamaba «jefe» ya que era el jefe de la policía del pequeño pueblo rural. En la segunda fila de la camioneta había tres hombres sentados juntos y apretados, riendo y dándose codazos entre ellos mientras bebían cerveza. Uno de ellos era tío de Lauren, Richard, pero ella no sabía quiénes eran los otros hombres.
La camioneta Ford Explorer estaba llena de sacos de dormir, tiendas de campaña, hieleras con comida; cañas de pescar y otros suministros. Una gran camper estaba enganchado en la parte trasera de la camioneta. A través de su ventana, Lauren observó los pinos que crecían mas altos y mas gruesos a medida que se acercaban a su remoto destino. Deseaba no tener que estar en ese viaje con su papá y sus amigos.
«¡Oye, pequeña Lauren!», dijo uno de los hombres llamado Albert. «Estamos muy lejos de cualquier lugar y no hay tráfico. ¿Que dices si vienes a sentarte en mis piernas?»
Los otros hombres cantaban y brindaban con sus latas de cerveza. Lauren dudó. Su padre la miró por el espejo retrovisor y dijo: «¿Qué pasa cariño?», le preguntó. «No seas tímida. ¿Trajiste una falda como te dije, verdad?»
«Sí, papá». Sabiendo que era inevitable, Lauren se desabrochó el cinturón de seguridad y con cuidado maniobró su camino a través de la cabina, hacia el haciento del copiloto.
Todo había comenzado cuando tenía seis años. Fue entonces cuando su padre insistió que Lauren tomara un viaje de campo de «padre e hija». Su madre, sin sospechar nada, accedió al viaje. Había sido un fin de semana de julio muy caluroso y Lauren, recordando pasar la mayor parte del tiempo en su tienda de campaña con su padre, ambos estaban desnudos. Fue en ese viaje que le tocó el pene por primera vez y él le devolvió el favor explorando sus partes privadas.
Llegando bajo su falda, Albert bajó sin contemplaciones su ropa interior y la tiró en el salpicadero de la camioneta. Lauren sabía que probablemente no usaría ropa interior por el resto del fin de semana. Albert la sentó en su regazo y comenzó a acariciar sus pequeñas rodillas. Los tres hombres detrás de ellos todavía platicaban ruidosamente. El padre de Lauren, por su marte, mantuvo un ojo en el camino mientras abría una ventana, sin mostrar preocupación cuando las manos de Albert jugueteaban bajo la falda de su hija.
Le había advertido mantenerlo en secreto y le hizo prometer hacerlo varias veces. Dado que ella lo amaba tanto, la pequeña no veía razon para no hacerle caso. Ella hizo un trabajo tan bueno que se vio recompensada con otro viaje «padre e hija» después de ese verano. Luego otro antes de empezar las clases.
«¡Oye, jefe… deja de acaparar a la niña!», Lauren no tenía que voltear para reconocer esa voz, era su tío Donald. Albert deslizó a la niña de sus piernas. Lauren se levantó tambaleándose en el coche en movimiento. Lauren se alegró por el hecho de estirar las piernas, pues había estado sentada tan rígida en su regazo.
«¿Por qué no te levantas la falda, cariño? enseñame lo que tienes». Esa sugerencia vino de uno de los hombres que no conocía. Sin embargo, Lauren asintió. Apoyandose en el reposabrazos, la niña de ocho años de edad subió su falda hasta revelar su vagina sin pelo a los hombres. Ellos gemían ante el espectáculo. Laure miró a su padre, pero sus ojos no la miraban. A pesar pesar de que miraba en su dirección, él no miraba su rostro. Su mirada esta fija en algo mas abajo.
Al principio, los viajes de campo eran divertidos. Lauren siempre había amado el aire libre. El interminable lago era de un azul profundo inimaginable. Las aventuras desnuda con su padre no eran mas que tonterias y travesuras que no le importaban. Todo era dversión y juegos. Haciendo que su cosa se endurezca, riendo de cómo saltaba cuando su padre caminaba.
Lauren ahora estaba recostada en el regazo de su tío Donald, que fue colocada en el centro de la disputa entre los otros dos hombres. Seis padres de manos recorían su esbelto cuerpo, centrándose en su plano pecho y su vagina sin pelo. Lauren miró hacia adelante, con la mente ajena a lo que ocurría en su cuerpo. Una mano desconocida acarició sus mejillas y cuello antes de pasar a su boca. A sabiendas, Lauren abrió los labios y chupó el dedo que invadia su boca. Albert giró en su asiento para tener de frente al trío de hombres con su presa, sosteniéndo una cámara digital en la mano. Lauren parpadeó incómodamente mientras el flash la cegó temporalmente. Una y otra vez.
En algún momento ese primer verano, su padre enseñó a Lauren como masturbar el pene de un hombre. Él le enseñó a mover sus manos a lo largo de la longitud del mismo. Su viaje de campamento comenzó a girar menos en la desnudés y más en el contacto físico. El padre de Lauren comenzó insistiendo en que ella lo tocara exactamente como le ordenaba. Se molestaba si Lauren se quejaba del cansancio después de cinco minutos masturbándolo. Él primero se decepcionaba y luego se molestaba después de la tercera o cuarta protesta. Lauren aprendió a retener sus objeciones y hacer lo que le decía, no importaba lo cansada que estaba. Ella, sin embargo, no entendióa porque era tan insistente en ese tema.
«Todos calmados, chicos», el padre de Laura habló. «Vamos a terminar ésto mas después». Los poderosos faros de la camioneta cortaban facilmente la penumbra del bosque.
«Oh, vamos George», se quejó el tío Donald. «Estábamos empezando.» Lauren seguía desparramada en su regazo, chupando el dedo de alguien. Otra mano se movía debajo de ella y un dedo acariciaba su ano.
«Hay tiempo para eso y mucho más, pero mas tarde», dijo Albert, echando una última mirada entre las piernas abiertas de Lauren. «Vamos a establecer un campamento»: De mala gana, los hombres dejaron de acariciar a la niña y bajaron de la camioneta. Lauren inhaló profundamente el aire fresco, con aroma a pinos. Los hombres comenzaron a descargar las cosas de la camioneta de forma enérgica. Lauren se quedó atrás, con los brazos cruzados, aún sintiendo las manos que exploraban su cuerpo.
Después de que ese primer campamento de verano terminó, su padre comenzò a invitarla a pasar más tiempo con él en el taller del sótano. Lauren estaba encantada, porque normalmente no podía entrar a esa zona. Pero en lugar de trabajar en carpinteria u otros proyectos caseros, sus juegos secretos continuaron ahí. Él la hizo chuparle el pene, como si fuera una paleta. A regañadientes accedió. Sin darse cuenta, con sólo ocho años de edad, había comenzado un retorcido viaje junto a su padre.
Los hombres estaban sentados alrededor de la fogata, terminando sus cenas y hablando. Las llamas proyectaban sombras que bailaban en la tierra, y las latas de cerveza vacías cubrian el area brillaban en la oscuridad. Lauren medio mordisqueó un hot dog. Sabía lo que vendría después de que terminara su cena.
«Compañeros, me estoy aburriendo», dijo Albert. Echando un vistazo a Lauren, continuó, «y creo que nuestra pequeña compañera también se está aburriendo. ¿Por qué no jugamos a algo?»
Los otros expresaron su aprobación ansiosamente. «¿Qué clase de juego?» Pregunto Paul, así se llamaba el amigo de su padre.
«¿Qué hay de esconder y buscar?», sugirió el tio Donald.
«¿Por qué no?», dijo el padre de Lauren. «Acabo de recordar los accesorios.» Se puso de pie, un poco lento por toda la cerveza consumida, a trompicones se dirigió a la camioneta.
«¿Escondite?» preguntó Richard, el último acompañante en el viaje. «Eso no suena muy divertido para mì».
«Tú nunca has jugado a nuestra versión del juego», le sonrió el tío Donald. Su padre volvió con una bolsa de plástico. Le entregó a cada hombre un reloj de cocina.
«¿Qué demonios es ésto?» Paul miró hacia el objeto en su mano.
«Ya verás», le aseguró Albert.
«Pónganse cómodos, chicos», los animó el padre de Lauren. Albert y Donald, después de haber jugado antes a este juego, ya comenzaban a desabrocharse la camisa y deshacerse del cinturón. «Lauren», su padre hizo un gesto, «¿por qué no vienes aquí cariño?»
A su favor, su padre intentó hacer cosas mas placenteras para ella. Pero por mucho que lo intentó, su padre nunca logró obtener ni un suspiro de su hija. Acariciaba el pequeño clítoris de la niña y jugaba con su vagina durante mas de una hora, sólo para encontrarse a Lauren viendo al techo con rostro inexpresivo. Parecía que durante los abusos, él había desconectado algo, tal vez algo psicologicamente se había roto en su interior. Su padre podría decirle que estaba frustado con ella, que esperaba algo de su parte, pero la niña simplemente no podría entender lo que quería. Después de un tiempo, se dió por vencido y se conformó con entrenarla para hacerle un mejor sexo oral.
Lauren se quedó inmovil, tenía escalofríos. La niña de ocho años, estaba desnuda excepto por una venda en los ojos firmemente atada alrededor de su cabeza. Sus manos estaban atadas por detrás con una gruesa cinta de goma. La niña dió un paso hacia adelante.
«¡Vamos, Lauren, encuéntranos!» Gritó una voz.
«¡Sí, a encuentra la erección!» Otra voz intervino, haciendo que estallaran las carcajadas, cada uno proveniente de una dirección diferente. Lauren dió otro paso cauteloso hacia adelante. Ella había jugado esta versión de las escondidas antes con su padre y sus amigos durante viajes de campamento anteriores. En primer lugar los hombres se quitaban la ropa. Antes de elegir sus escondites tendrían que desnudarla, vendarle los ojos y atarle las manos a la espalda. Luego ella maniobraba a ciegas en el camper buscándo a los hombres.
No era tan difícil. Lauren se inclinó hacia adelante con el pie, tanteando el lugar, hasta que identificó el armario junto al mini refrigerador. Ella había estado en ese camper tan a menudo que lo conocía de memoria. Además no era muy grande, así que había pocos lugares para esconderse.
Fue hace seis meses, cuando, a solas con su padre en el sótano, Lauren probó el semen por primera vez. Cuando golpeó su lengua, la joven lo escupió, para gran disgusto de su padre. Ahora las cosas estaban cambiando y ella empezó a tener dudas acerca de ser la niña consentida de papá. Por un lado, no le gustaba ese nuevo juego del sexo oral. Era demasiado largo. No le gustaba el dolor en sus mandíbulas mientras empujaba dentro y fuera de su boca. Él no la dejó parar hasta que hizo esos ruidos raros y puso esa cosa en su boca. Él se sentía culpable y pedía disculpas, pero unos días mas tarde ella era forzada a hacerlo de nuevo.
Se acercó al cuarto de baño, sintió el frío azulejo bajo sus pies. Caminó hacia delante hasta que sus rodillas chocaron en el inodoro. No había nadie allí. Lauren estaba retrocediendo con cuidado fuera de la pequeña habitación, pero recordó un lugar que había olvidado comprobar. Extendiendo un pie, Lauren lo asomó a través de la cortina de la ducha. Su pie hizo contacto con una pierna velluda.
Desafortunadamente para Lauren, hallarlo fue sólo la mitad del juego. Usando sus hombros, apartó la cortina de la ducha y tórpemente se arrodilló. Aceptando su destino, Lauren ciégamente fue acercándo sus labios, hasta ir rozandolos a lo pargo de una pierna peluda, buscando la entrepierna del hombre.
La niña de ocho años de edad no lo podía ver, pero podía setir sus testículos contra su nariz y su pene colgaba sobre él. Sus labios viajaron por todo lo largo, hasta que finalmente encontró la cabeza del pene. Sin pensarlo, la niña abrió la boca y lo mamó.
«Mmmmh», el hombre suspiró con satisfacción. Hubo un pitido electróico, señalando que había comenzado un temporizador de cinco minutos. Lauren sintió el pene erecto creciendo en su boca mientras daba sus servicios al hombre desconocido. Su mandíbula comenzaba a doler cuando el temporizador sonó de nuevo, indicando que los cinco minutos habían pasado.
Lauren sabía las reglas del juego. Ahora tenía que adivinar quién era el hombre. No era su padre, había practicado el suficiente sexo oral como para reconocer al instante su forma y sabor. Sabía que no era Donald porque sus piernas siempre estaban suaves, no velludas. Eso dejó a Albert, Paul y Richard. La niña no conocía a los dos últimos hombres, no tenía idea de las características de sus entrepiernas. Tenía que adivinar.
«¿Paul?», dijo esperanzada. El temporizador sonó en respuesta, l oque significaba que estaba equivocada y que el hombre había comenzado otra cuenta atrás. Ahora ella tenía que continuar la mamada por otros cinco minutos o hasta que tuviera su orgasmo, lo que ocurriera primero. Esas eran las reglas.
Lauren reanudó su tarea. Los minutos pasaban lentamente y su mandíbula aumentaba en dolor. El pene, de quien sea que fuese, ahora estaba totalmente erecto y su grosor la obligaba a estirar su cansada mandíbula más que nunca. Por fín sonó el temporizador, ofreciéndole un respiro y una segunda oportunidad de responder correctamente.
«Richard», djo Lauren con certeza. Había chupado el pene de Albert demasadas veces y su mandíbula nunca había dolido como con ésta persona.
«Aww, maldición», se rió Richard entre dientes. «¡Estabas haciendo un muy buen trabajo!». Lauren se pusó de pie. «Pero ya que no hiciste que eyaculara, me tengo que esconder de nuevo, mejor suerte para la próxima». Como regalo de despedida, Richard masajeó su culo brevemente antes de meter un dedo en su ano. Lauren lanzó un suave grito ante esa inesperada penetración. Con el dedo todavía dentro de ella, Richard giró a la niña, en dirección de la puerta del baño.
«Aquí tienes», dijo riendo. «Sólo es una pequeña ayuda para que puedas encontrar la manera de salir». Sacó el dedo de su ano y se fue. Lauren tristemente tomó un momento para recuperarse del dolor en su tierno culito, asegurándose de que todo estuviera bien. Reanudó tristemente la búsqueda.
El siguiente verano, Lauren cumplió siete años y acompañó a su padre a mas viajes de campo. Éstos viajes habían subido a la categoría de «tradición» y Lauren no podía decir que no. Tan joven como era, Lauren se dió cuena de que algo había cambiado en el comportamiento de su padre. No era tan bueno como solía ser. Pero podía serlo cuando lo complacía, esos juegos de padre e hija parecían hacerle agradable de nuevo. Así que ella lo soportó, volviendo a casa agotada todos los domingos, después de que su padre abusara de ella día y noche durante todo el fin de semana. Sin embargo, la niña era ahora una experta en el sexo oral y había aprendido a tragar grandes cantidades de semen sin sentir asco.
Y así fue durante la hora siguiente. El segundo hombre que Lauren encontró tenía un vello púbico tan grueso que la niña lo sentía como papel de lija en sus mejillas y labios. Cuando su boca atrapó la punta del pene, se dió cuenta que no estaba circuncidado, pero no se sorprendió. Su padre le había presentado un hombre no circuncidado cuando tenía siete años.
Ella correctamente lo identificó como Paul. Después de ellos dos, Lauren fue capaz de nombrar fácilmente al resto de los hombres. La venda de los ojos no podía ocultar el hecho de que Albert el menos dotado y por lo tanto, el mas fácil de meter en su pequeña boca. O que Donald no podía evitar hacer pequeños gemidos cuando Lauren se lo chupaba.
Ese otoño, Lauren se fue a su primer viaje de caza con su papdre y sus amigos. Por primera vez, a los siete años de edad, fue violada por vía vaginal y anal usando únicamente los dedos. Le dolió. Ahora su padre parecía molesto con el hombre lo había hecho, Lauren se decepcionó cuando resultó que sólo fingía estar molesto.El largo viaje terminó y ella había aprendido nuevas frases como «circlejerk» (Nota: algo así como masturbación grupal), o «double fisting» (Nota: no estoy segura de qué significa). Antes del viaje, ella no conocía el significado de «Hacer el sesenta y nueve» a alguien.
Cuando la venda de sus ojos fue retirada una hora y media después, Lauren parpadeó y entrecerró los ojos mientras se acostumbraba a las brillantes luces de la casa rodante. Ella había dado sus servicios a los cinco hombres, siendo el último su padre. En ese punto, ya no había necesidad de que el temporizador o la adivinación, por lo que hizo sexo oral a su padre durante veinte largos minutos, hasta que finalmente gimió, tembló y estalló en su boca. Los otros hombres se habían reunido en torno a la pequeña de ojos vendados mientras hacía feliz a su padre.
Más viajes de caza tuvieron lugar esa temporada. Su madre nunca se preguntó por que su marido insistía en que su hija lo acompañara a él y a cuatro amigos a un viaje a lo profundo del bosque. Tal vez fue simple ingenuidad o temor a lo que pudiera descubrir, pero su madre nunca le preguntó a Lauren como le había ido en sus viajes. En cambio, la niña aprendió pequeñas estrategias de supervivencia como beber mucha agua para mantenerse hidratada al darle amor a los hombres. Aprendió a llevar camisetas adicionales, mucho más de lo que ella pensó que podría necesitar para reemplazar las manchadas de semen. Se aseguraba de llevar una botella grande de shampoo pues sabía bien lo difícil que era quitar el semen de su cabello.
La gruesa banda de goma fue retirada de sus muñecas, liberando sus manos. Lauren no podía decidir qué hacer primero: rascarse los ratros secos de semen en su pecho y barbilla, o masajear sus muñecas y manos entumecidas.
Sus ojos se ajustaron lentamente a la luz brillante, lo que le permitió a Lauren mirar la habitación. Su padre, completamente agotado, tenía el pene flácido, pero la niña estaba sorprendida al ver a los otros cuatro hombres con los penes completamente erectos. Solamente esa visión provocó que su mandíbula le doliera.
«Eso fue diverto, ¿no crees Lauren?», preguntó Richard. Se arrodilló a su lado y le acarició el cabello. Los Labios de Lauren estaban rojos por todo el esfuerzo, se dió cuenta de que incluso estaba hinchados.
«Eso fue divertido, ¿no crees Lauren», preguntó Richard. Se arrodilló a su lado y le acarició el pelo. Los labios de Laura estaban rojos por todo su esfuerzo, se dio cuenta, y que incluso parecía un poco regordeta e hinchada. Su polla tembló involuntariamente. El pene de Richard tembló involuntariamente.
El tío Donald se colocó detrás de ella. La pequeña sintió sus grandes manos urgando en su trasero, sintiendo como un dedo se deslizaba entre los cachetes de su culo. «Apuesto a que no te importaría jugar otro juego», murmurándole al oído.
«Apuesto a que es un juego al que nunca has jugado», dijo Paul. Se puso directamente delante de ella y se acercó hasta que su erección tocaba su mejilla. Él utilizó su herramienta para empujar juguetonamente a la callada niña, manchando de líquido preseminal la frente de la pequeña. «¿Alguna vez has oído hablar de algo llamado bukkake, Lauren?»
Ella negó con la cabeza. Como no quería perderse la diversión, Albert guió su mano a la cintura y envolvió sus pequeños dedos alrededor de su erección. Una larga noche para la pequeña Lauren apenas comenzaba.
Fin