El relato erótico "El culito de Florencia, Parte 01" es un texto de ficción, ni el autor ni la administración de blogSDPA.com apoyan los comportamientos narrados en él.

No sigas leyendo si eres menor de 18 años y/o consideras que la temática tratada pudiera resultar ofensiva.

Esta publicación es la parte 1 de un total de 2 publicadas de la serie El culito de Florencia

Hola. Mi nombre es Jorge, tengo 22 años y vivo en la zona rural de la provincia de Buenos Aires, en la Argentina. Esta historia que les voy a contar sucedió hace casi un año, en la estancia que tiene mi padre. Además de 10 peones, en la estancia trabaja don Zacarías, un hombre mayor, que vive en la casa del casero con su esposa Hilda y con su nietita Florencia. Flopi, como le decimos tiene 10 años y fue criada por sus abuelos, ya que sus padres se separaron y cada uno rehízo sus vidas, pero no contaron en sus planes a la pequeña, que desde los 5 años vive con sus abuelos.

Los trabajos que realizamos en el campo son muy duros, ya que no importa si el día está lindo o feo, soleado o lluvioso; cuando hay que hacer algo, se hace.

Uno de esos trabajos es el de la yerra, o el marcado a fuego de las vacas, por si se pierden o las roban.

Ese trabajo lo realizamos en unos corrales distantes a dos leguas del casco de la estancia, muy cercano a un monte de eucaliptos. Allí vamos cada vez que tenemos nuevo ganado, tres o cuatro peones, mi padre, yo y don Zacarías, que por su edad nunca hace trabajo pesado, sino que nos ceba unos mates o calienta la comida que nos hace su esposa. La historia que les voy a contar sucedió hace casi un año. Ya había llegado la primavera, y los primeros calores ya se hacían sentir. Mi padre había adquirido ganado nuevo y había que marcarlo antes que se perdiera.

Ese día salimos muy temprano con tres peones: José, un correntino de 45 años; Martín de 35; y Esteban que tenía mi edad. Además, fue mi padre, Javier de 55 años, y yo.

Mi papá fue a buscar a don Zacarías a la casa del casero, pero ese día el viejo (tenía casi 70) estaba muy enfermo y no podía acompañarnos.

Mi papá ya se venía, cuando doña Hilda tuvo una genial idea.

– Don Javier, ¿Por qué no se la lleva a la Flopi? Ella les puede hacer unos mates y calentar la comida al mediodía.

– Pero, ¿no tiene que ir a la escuela?

– Ya es tarde, además la iba a llevar Zacarías y no puede.

– Bueno, que venga.

Así, la nena se cambió el vestido que tenía y se puso ropa de entrecasa y partimos rumbo a los corrales.

Florencia era una nena muy callada, pero muy voluntariosa. Nos tenía mucho respeto.

La mañana transcurrió con normalidad. Nosotros marcábamos las vacas y terneros, y Flopi nos hacía mates. Cerca del mediodía casi habíamos terminado el trabajo, y José prendió el fuego para calentar la olla con comida que nos había preparado doña Hilda. Florencia revolvía un riquísimo guiso que su abuela nos había preparado, para que no se queme y se pegue en el fondo.

Terminado el trabajo, comimos y tomamos un poco de vino que mi padre había traído de la casa. No siempre tomamos vino, porque los peones se empedan y no quieren seguir trabajando, pero como habíamos terminado el trabajo, mi padre pensaba darles la tarde libre.

Después de un rato, mi padre, un poquito entonado por el vino comenzó a convidar a Flopi con vino, pero la nena se lo rechazó, una y otra vez. Mi papá ya se había puesto un poco pesado y la nena, para no contradecirlo, tomó un poco. Se ve que no estaba acostumbrada a tomar alcohol, porque al ratito se reía de cualquier cosa.

En realidad, todos estábamos un poco alcoholizados, pero me llamó la atención la actitud que iba tomando mi padre. Tomaba y cada vez estaba más pesado.

En un momento, comenzó a molestar a la nena. Quería que bailara para nosotros. Estábamos sentados en unos troncos, debajo de la sombra de los eucaliptos, donde habitualmente comíamos y descansábamos cuando realizábamos algún trabajo en los corrales.

La nena se negó, pero al ver a mi padre en un estado en el que nunca lo había visto, se asustó y comenzó a moverse, en una especie de baile muy torpe. Todos comenzaron a aplaudir, alentando a la niña para que siguiera, que con más miedo que ganas seguía meneándose al ritmo de las palmas.

En momento, mi padre hizo hacer silencio, se paró y dirigiéndose a la niña le dijo.

– ¿Sabías que esta es la última semana que va a trabajar tu abuelo?

– No, no sabía don Javier.

– Si niña, tu abuelo está muy viejo y ya no puede trabajar en el campo. Voy a tener que contratar a alguien más joven como casero.

– Y… nosotros donde vamos a vivir… -preguntó la pequeña-

– Se van a tener que buscar una casa por ahí. La casa donde viven ustedes la necesito para el nuevo casero.

Yo, por un momento, creí que se trataba de una broma de mi padre, aunque él no era de hacer bromas. Más bien era un persona muy seria.

La nena comenzó a sollozar, casi a llorar. Yo y los peones nos mirábamos, pero en el lugar reinaba un silencio absoluto, que solo era cortado por el llanto de la nena.

– Cuando lleguemos a la estancia se lo voy a comunicar a tus abuelos, así comienzan a preparar las valijas para irse.

Me animé a preguntarle a mi papá si era cierto o solo era una broma, producto de su borrachera. Mi padre me reprendió delante de todos.

– Ninguna broma, ya estoy cansado de pagar un sueldo a una persona que ya no puede trabajar.

– No, por favor –dijo Flopi- trabajaré yo. Yo puedo limpiar su casa y cocinar. Darle de comer a las gallinas y a los cerdos…

Mi padre se quedó pensativo. Miró a la nena de arriba abajo y sonrió.

– Ese trabajo ya tengo quien lo haga, Flopi, pero se me ocurre una linda idea.

Mi padre se corrió al lado de la nena y comenzó a acariciar su cabeza y luego su cuello.

– ¿Harías cualquier cosa para que no los eche a la calle?

– Si, por favor, no nos eche, por favor don Javier…

Entonces sucedió lo imprevisto. Mi padre se paró delante de la nena y tomando sus hombros con sus manos, tiró hacía abajo el vestido de la nena, que quedó casi desnuda, solo con una bombachita blanca.

La nena se asustó mucho, y nosotros, ni les cuento. No sabíamos que hacer. Flopi se tapaba con sus manos como podía. Mi padre, con un tono muy prepotente, tomo los brazos de la nena y los levantó, mostrándola, como si fuera un trofeo de guerra.

Mientras sostenía los brazos de la niña hacía arriba, se dirigió a Esteban y le ordenó bajarle la bombacha a la nena. Esteban era el más chico de los peones y tenía mucho respeto por mi papá, e inmediatamente realizó su pedido.

A Florencia solo le quedaba puesto los zapatos y una medias marrones.Era una nena muy bonita, de ojos marrones grandes. Sus pechos no existían todavía. Su pubis era más bien gordote. El resto, estábamos atónitos por lo que pasaba. Mi padre soltó los brazos de la nena y tomándola del pelo comenzó a regañarla-

– ¿Querés seguir viviendo en la estancia, eh? Muy bien. Vas a tener que hacer todo lo que te pidamos o los vamos a echar como a perros.

La nena no emitía sonido. Solo asentía con la cabeza. Mi padre la hizo arrodillar frente a él, mientras la segía retando.

– Vas a hacer todo lo que te pida, sin regañar y no le vas a contar a nadie, ¿estamos?

– Si don Javier, pero no me lasti….

No terminó de decir eso, que mi padre ya había sacado su pija fuera de su pantalón. Nunca había visto desnudo a mi padre. Tenía una pija de muy buen tamaño que, modestia aparte, yo había heredado.

De un golpe metió la pija en la boca de Flopi, que se resistía, pero ante los tirones de pelo de mi papá, comenzó a engullirse la verga de papá.

Nosotros (José, Martín, Esteban y yo) no podíamos creer lo que veíamos y comenzamos a excitarnos.

La vida en el campo es muy dura, y pasamos mucho tiempo sin la compañía de una mujer, por lo que no necesitamos mucho tiempo para calentarnos. José fue el primero en bajarse los pantalones y dejar su pija al aire. A el lo seguimos los demás.

Flopi seguía chupando la verga de mi papá, que parada, mediría unos 25 centímetros, al igual que la mía. La de José era un poco más chica; la de Esteban era como la nuestra, pero un poco más gruesa. Lo que nos sorprendió fue el tamaño de la de martín. Era enorme. Mediría como 30 o 32 centímetros.

Mi papá le sacó la pija de la boca y la empujó hacía nosotros.

– Ahora chupasela un poco a ellos, que ahora seguimos.

José se paró delante de la nena y espero que esta tomara su pija y comenzara a chuparla. Inmediatamente, Martín se puso a su lado y le pidió prestada a su compañero de trabajo, la boquita de la nena. Así, las vergas de los peones de mi papá se alternaban, un rato cada uno en esa deliciosa boquita.

Luego hicimos lo mismo Esteban y yo. Mientras me comía mi verga, Esteban se la pasaba por las orejas, por la naríz y los ojos. Esteban no aguantó y se vino en su cara, ante el asombro de la nena, que por lo visto, nunca había visto una pija, y menos sabía que largaba leche.

Esteban quizo limpiarla, pero mi padre, que observaba todo sin dejar de masturbarse, lo retó y, acercándose a la nena, comenzo a juntar la leche con su dedo, corriéndola hacia la boca de la nena, que sin chistar, comenzó a tragarla.

– La leche de un hombra jamás se tira ni se escupe, ¿entendiste?

– Si don Javier, fue sin querer… -dijo Flopi con mucho miedo-

Mi papá miró hacía ambos lados, como buscando algo, y clavó la mirada en un viejo tronco, que nos servía de asiento. Agarró una manea de la silla de su caballo y comenzó a atar a la nena al tronco. La puso boca abajo, encima del madero, como abrazándolo y ató sus muñecas con ambos extremos de la manea. La niña había quedado inmóvil, con su culito apuntando al cielo.

Sin decir palabra, mi padre se acercó a Florencia, le abrió las nalguitas y escupió en su hoyito. Inmediatamente comenzó a penetrar el culito de la nena con su dedo mayor. La nena comenzó a gritar, pero en esa parte del campo, nadie podía socorrerla.

Mi papá tenía todo el dedo dentro del culo de Flopi, y comenzó a moverlo de adentro hacia afuera, de un costado a otro, de arriba hacia abajo, lo hacía girar… y reía a carcajadas.

Entonces escupió su mano, la pasó por la cabeza del choto y lo acercó al culo de la pequeña. Lentamente comenzó a perforarlo. Primero metió la cabeza y, cuando vio que ya no se podía salir, arremetió con toda la fuerza, empalando a la nena, que trataba de zafar del suplicio inútilmente. Estuvo casi 10 minutos cogiéndose el culo de la nena, que ya estaba como entregada y ya no luchaba.

En un momento dado, mi padre comenzó a acabar con grandes gritos, dentro del culito de Flopi. Se desplomó encima de la nena y luego de unos minutos se retiró y me hizo una seña, para que me la cogiera yo.

Florencia tenía su culo abierto, enrojecido. La nena comenzó a tirarse pedos, y de su interiro comenzó a salir la leche de mi papá, mezclada con algo de sangre.

Mi papá se acercó, y tomando el vestido de la nena, limpió su culo, y me lo dejó limpito para mi.

Lubriqué mi verga y comencé a cojerla. La nena comenzó a corcovear como un caballo cuando lo están domando, pero pronto se dio cuenta que había varias pijas esperando el turno para empalarla, y se relajó.

Debido a mi juventud, me vine enseguida. Así siguieron José y Esteban que, al igual que yo le llenaron el culo con leche.

Todos esperábamos el turno de Martín, y se ve que la nena también, porque cuando salió de encima Esteban, comenzó a mirar para los costados, como esperando la cojida de esa enorme pija, que un rato antes, había mamado. La nena estaba muy nerviosa y le rogaba a Martín que no la cojiera.

– Noooooo, por favor señor, no me la meta, por favor. Se la chupo si quiere, pero no me la meta, noooo.

Después de la cojida de cuatro hombres con pijas de tamaño respetable, el culo de Flopi había quedado realmente grande, muy rojo, sin una forma definida, pero podíamos ver parte de su interior.

A pesar del tamaño que había tomado ese culo, quedó realmente chico cuando Martín comenzó a enterrar su pija. Era enorme, pero de a poco Flopi se lo fue tragando todo. Martín sacaba su pija, la mojaba con saliva y la volvía a meter.

En un momento, a mi padre se le ocurrió algo. Estaba caliente de nuevo, así que también quería gozar con la nena. La desató e hizo que Martín, que todavía no había acabado, se acostara en el piso, boca arriba, con su enorme pija, que parecía un obelisco.

Papá y yo tomamos a la nena de los brazos y la obligamos a sentarse en la pija de Martín. La teníamos de los costados, mientras, con su propio peso, le iba cogiendo la verga al peón.

La soltamos y, todos, nos pusimos adelante para ver como el culito de Flopi, con solo 10 años, se tragaba la enorme verga de Martín, que la sostenía de la espalda, mientras la nena comenzaba a moverse rítmicamente, de arriba abajo.

Luego de un rato, los 30 centímetros de pija de Martín estaban completamente adentro. Mi padre se paró y le introdujo la pija en la boca a la nena, e inmediatamente comenzó a llenarla de leche. Flopi de ahogaba, pero no paraba de tragar la leche de mi papá.

– Aaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh…

Se escucho el grito de Martín, que se venía a baldes dentro del culo de la nena.

– Así putita, asíiiiiiiiiiiiiiii.

Antes que Martín sacara su pija del culito de Florencia, el resto comenzamos a pajearnos y a llenarle la cara, el pelo y la boca de leche. Fue la cojida más hermosa que tuve en mi vida. Fue sensacional.

Pero esa no fue la única vez que nos cojimos a Flopi, todavía faltaba enseñarle otras cosas. Todavía, su conchita, estaba sana, pero no por mucho tiempo…

Continuará

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