Guardo mis juguetes e instrumentos que tanto dolor le infundieron a Diana, los observo por una vez más antes ponerlos bajo mi cama. Quizá nunca más los vuelva a tocar.
Me acuesto en las sabanas de satín blancas con Mika a mi izquierda y Diana a mi derecha, esta última se duerme en seguida. Abrazo a Mika con fuerza pues quiero sentir el calor de su cuerpo desnudo junto al mío al igual que la suavidad de su piel. Poco a poco me adentro en un ensueño melódico y sueño, sueño con el futuro.
Me imagino un futuro a lado de Diana y Mika, juntos, viviendo en la cabaña por siempre. Encendiendo la chimenea en invierno y abriendo todas las ventanas en verano, yendo juntos al lago cercano a la cabaña, desnudándonos y chapoteando en el agua, acariciando nuestros cuerpos lo unos a los otros. No habría prohibiciones, ellas podrían hacer conmigo lo que quisiesen y yo haría lo propio.
Tendríamos orgías nocturnas y vespertinas, matutinas y meridianas. Ellas se acostumbrarían a darme placer en los momentos más inesperados y yo las complacería incluso cuando ellas no lo pidiesen.
Me imagino estando sentado en la mesa del comedor con un vaso de vodka en la mano y un cigarro en la otra. Llueve afuera y hace calor. De repente aparece una Diana ya crecida con 14 años cumplidos, lleva una puesta una bata tan delgada que se le puede ver todo incluido esos lindos senos bien formados y pequeños, acompañados por ese cuerpo tan esbelto y delgado que posee.
La atraigo hacia mí y la hago sentar en mi regazo, ella se ve tímida pero sumisa, le hago sentir mi verga erecta que aflora por la suavidad de sus nalgas. Su pequeño camisón se abre y no hay nada más que hacer.
Beso con locura sus labios y sus senos, la desprendo de su prenda intima mientras la manoseo toda. La obligo a bajar la cabeza hasta llegar a mi falo y ella instintivamente comienza a succionarlo. Me quedo delirando de placer por esos instantes, lo hace muy bien, ya es toda una experta.
La echo sobre la mesa y le abro las piernas de par en par, apunto mi verga a la entrada de su conejito desvirgado desde los 8 años y la penetro con furia. Hago temblar la mesa y todo lo que esta encima de ella. Diana gime como si fuese una prostituta bien pagada.
Veo como rebotan sus senos y su cabeza que sigue el compás de mis movimientos pélvicos. La sujeto de las manos mientras mis labios buscan los suyos. Estoy a punto de venirme y pienso que si la embarazara no sería tan malo después de tan buen sexo, incluso si llegara a viejo, mis propios “hijos-nietos” me consolarían muy bien.
Despierto de mi ensueño.
Miro a mí alrededor, todo esta oscuro, pero siento las palpitaciones de mi verga por culpa de aquella visión del futuro en forma de sueño.
Sigo abrazando a Mika pero algo es diferente. La escucho sollozar por debajo de la sabana con la que estamos tapados. Levanto la sabana y se me dibuja una sonrisa en el rostro; sin quererlo la estoy penetrando de nuevo.
Observo su culito abierto por la entrada de mi pene erecto que se había introducido en su totalidad.
¡Mierda realmente soy un monstruo! Incluso dormido soy un maldito pervertido.
Pongo mis manos encima de sus caderas para ahondar la penetración: Me gusta esta posición, la de costado, hace que mi pelvis se mueva rápido y mi falo se adentre hasta el fondo de su cavidad anal y vuelva a salir en cuestión de segundos. Nunca antes me la había cogido de esta manera, siempre mantuve mis recaudos para no lastimarla demasiado, pero ahora pisaba el acelerador a fondo y nada podía detenerme.
Hicimos vibrar la cama de forma magistral, el colchón zumbaba y rechinaba como si se tratara de un terremoto de gran magnitud. Sus nalgas sonaban al hacer contacto con mi pelvis una y otra vez haciendo eco en las paredes de la habitación. Mika lloraba y se quejaba por mis tremendas arremetida parecía que en cualquier momento iba a desfallecer.
-¡Eres mía Mika!, tú y tú cuerpo me pertenecen. Y aunque pronto yo ya no estaré aquí sabrás que siempre me perteneciste ¿Lo entiendes?
Mika no paraba de llorar y gritar pero eso solo provocaba que aumente mi excitación. De nuevo estaba a punto de descargar mi semen por lo que no deje de parar las arremetidas que le daba. Mi verga entraba y salía con facilidad, se deslizaba dentro y fuera, como quien bombea una pelota de futbol hasta que esta
explote.
Yo gemía, gruñía, inclusive gritaba de tanto placer y cuando finalmente me vine dentro del culito de mi hija mayor caí exhausto y rendido a su lado en la que fue la mejor noche de toda mi vida.
Mi semen chorreaba de su ano y se deslizaba por sus piernas hasta quedar pegada en las sabanas, no quise levantarme a limpiar, así que me quede profundamente dormido en esa posición.
El alba llegó y los primeros rayos de sol me despertaron, lo primero que sentí fue el semen pegajoso que se coló en el tallo de mi falo y el sudor también pegajoso que invadía mi cuerpo al quedar agotado de tanto sexo.
Mika dormía. Gire la cabeza y vi a Diana que me miraba de forma silenciosa, se la veía igual de angelical y hermosa, como si no hubiese sucedido nada. Sin pensarlo demasiado le ordene lamer los restos de semen de mi falo. Ella dudó unos instantes pero obedeció sin decir nada. Puso su boquita a succionar mi verga y quitar los restos de semen que había en el.
Los rayos de sol iluminaba su rostro perfecto, hacían brillar sus cabellos dorados y resaltar sus ojos azules; se me paró de nuevo. Mi verga crecía rápidamente y se le hacía más difícil seguir succionándola, su boca se henchía y de sus labios chorreaba abundante saliva combinada con líquido pre-seminal. A los pocos segundos mi semen salió disparado dentro su cavidad bucal, llenándola de potentes chorros que aún me quedaban. Diana quiso escupirlo todo pero se lo impedí, cerré su boca y le pedí que se lo tragara. Ella con un poco de esfuerzo y como si se tratara de tragar una sandia, tragó.
Finalmente vi cumplido mi sueño y me sentí en paz. Mi fantasía se hizo realidad por partida doble, mis bajos instintos superaron a la razón, e hice mella en el cuerpo y la mente de mis hijas, una noche que recordaran por siempre ya sea para bien o para mal, dependiendo como lo vayan a sobrellevar.
Nos duchamos todos juntos en la pequeña regadera de la casa. Todos muy serios y pensativos, muy callados y distantes.
Pasaban las horas y nada cambio, mis hijas trataban de asimilar lo ocurrido, cada una en un rincón de la casa. Mika escuchaba música en la sala y Diana en su habitación con sus muñecas pero en si desapareció esa inocencia y vitalidad infantil que tanto la caracterizaba, es como si le hubiesen quitado una parte de su ser y la lanzaron muy lejos de aquí. El culpable (yo) sólo podía sonreír, esto era lo que yo quería lograr.
La madre de las pequeñas me llamó al celular diciéndome la hora en que las recogería. Se suponía que Mika sólo se iría una semana con su madre, pero ambos acordamos que debía quedarse con ambas de aquí en adelante.
Las niñas alistaron sus maletas en silencio, mientras yo me disponía fumar y beber afuera de la cabaña. Era un día estupendo, un cielo claro, pájaros cantores y el sonido de los árboles meciéndose al compás de las ventiscas veraniegas. Todo era paz, mi mente estaba en paz.
La madre de las niñas llegó y era el momento del adiós. Mika me dirigió una mirada de pocos amigos antes de dirigirse hacia la puerta. La tomé del brazo.
-Cumple nuestro acuerdo – le dije en tono amenazante – No le dirás nada a tú madre hasta mañana ¿ok?
Ella se zafó de mi agarre y asintió. Nunca antes la había visto tan enojada, su odio tenía fundamento y su desdén me indicaba que había perdido su cariño. En cierta forma eso me molestaba pero no podía hacer nada al respecto así que la deje ir.
Diana se fue tras ella pero para mi sorpresa se detuvo en el marco de la puerta y se volteo a verme, a diferencia de su hermana mayor su mirada no era de odio o desdén sino de compasión como si yo fuese la victima. Me acerque, puse una mano sobre su hombro y le dije:
-A ti es a quien más voy a extrañar.
Diana susurro algo que apenas alcance a oír y que casi me hace dar una ataque de risa.
-Yo también Mi Señor.
Se subió al auto y este arrancó perdiéndose entre los matorrales y árboles de pino.
Deambule por la casa solitaria, recordando cada minuto de aquella noche fantástica. ¿Realmente valió la pena todo esto? El dejar huellas en la mente y cuerpo de mis hijas. Recuerdos que las perseguirán hasta el día de su muerte. El convertirme en uno de los hombres más odiados por mis propios familiares y amigos que se enteraran de todo. Porque es seguro que lo sabrán, las malas noticias son las primeras en llegar.
Dirán: pero si él era una buena persona ¿Cómo pudo hacer algo así?
Se sorprenderán pero igual me odiaran. Miraran mi tumba con desprecio y escupirán sobre ella o quizá eso sea mucho pedir, a lo mejor me cremarán, votaran mis cenizas junto con la basura porque así es como piensan vengarse de mí; pobres idiotas.
Me dirigí a mi habitación pensando en limpiarla, pero era el mejor y último recuerdo de mis hijas. Sábanas botadas, semen salpicado por diversos lugares, hasta la soga con la que até a Diana estaba ahí colgada en el perchero. Era una perfecta escena del crimen, cada centímetro del cuarto retrataba los intensos momentos que vivimos esa noche, así que me quede ahí, justo a lado de la entra de mí habitación, rememorando una cada detalle de todo lo sucedido hasta quedarme dormido.
Fue una noche muy solitaria, pero cada vez que conciliaba el sueño la imagen de Mika y Diana desnudas y atadas me despertaba. No quería sentirme miserable, era tonto pensar que así me debería sentir cuando mi ego todavía estaba por las nubes. Terminar con mi vida en este momento sería glorioso, un punto final digno de un héroe solitario como yo.
Me levanté, busque la carabina vieja con la que mi padre solía cazar, busque un par de balas en el armario, la cargué, puse una silla frente a la puerta de entrada, me senté y esperé el sonido de las sirenas.
El trato con Mika era que no me delataría por los años de abuso que sufrió de mi parte hasta un día después de regresar con su madre. Esto me permitiría dejar las cosas en su lugar, disfrutar mis últimos momentos sólo y antes de que llegue la policía para cargarme, pegarme un tiro en frente de ellos. No les daría el gusto de llevarme con vida, claro que no, yo soy dueño de mi vida y si alguien me la llega a quitar sería yo mismo y no el Estado.
La espera se hizo eterna. Las horas pasaban, el sol salió e iluminó toda la casa pero no había rastros de policías en los alrededores. Las sirenas podías escucharse a kilómetros de distancia o el sonido de cualquier vehiculo acercarse. Tal vez yo me estaba volviendo paranoico viendo una y otra vez por la ventana, tocar el rifle cargado y golpear mi cabeza contra la puerta en señal de desesperación.
Las horas pasaban y mi paciencia se agotaba, era estúpido lo que estaba haciendo, ¿Esperar para que unos policías me vean morir? Ya debería haber jalado del gatillo al ver a las niñas irse de mi vida para siempre, pero no, quería hacer mi pequeño y último show de hombre inmaduro, patético. Es más debería agarrar la pistola en este mismo instante y volarme de una puta vez los ses……………..
¡Toc!, ¡Toc!, ¡Toc!
¡Pero que Diablos!
¿Los policías se adelantaron a pie? ¿Me tienen rodeado?
No, es imposible. Los hubiera escuchado acercarse y………. Eso no importa ahora.
Corrí hasta mi silla de ejecución, agarré el arma, me la puse bajo la barbilla…………..
– ¿Papá estas ahí?
Me quede congelado.
-¿Diana? ¿Diana eres tú? – pregunté al tiempo que me levantaba de la silla a toda prisa y dejaba el rifle en el suelo.
-Si, Papá. La policía esta en camino. Mika le contó a mamá todo lo ocurrido el fin semana. Mamá se puso furiosa y llamó a la policía, les dio tú dirección y vienen en camino. ¿Qué hacemos? No quiero que te encierren papá.
Me quedé sin palabras, definitivamente no me esperaba algo como esto. Mil preguntas rondaron por mi cabeza y no sabía que hacer.
-Hmmmmm – Alcancé a decir antes de abrir la puerta y dejarla pasar. Una sola duda me carcomía el cerebro ¿Por qué? ¿Qué no era yo el villano en esta historia?- Tenemos que irnos.
Afortunadamente tengo un plan B. Aliste un mochila de supervivencia en caso de que me acobardara con esto del suicidio, gracias a Dios soy un hombre precavido.
Bajé al sótano para recogerla junto con un par de balas que puse rápidamente en mi bolsillo derecho. Al salir se escuchaban las sirenas a lo lejos. No tenía mucho tiempo, 10 minutos a lo mucho.
Me cargué la mochila a la espalda al igual que el rifle. Miré a Diana que también tenía colgada una mochila en sus hombros.
-¿En serio quieres venir conmigo? ¿Quizá nunca más vuelvas a ver a tu mamá o a Mika?
Ella lo medito unos segundos antes de asentir enérgicamente con la cabeza, pareciera que ya lo había meditado la noche anterior, sus ojeras la delataban, pero el brillo en sus ojos me indicaban que estaba decidida. No pude evitar emitir una enorme sonrisa.
Salimos por la puerta de atrás, mi ventaja ahora era conocer los bosques que nos rodeaban, adentrarnos y perdernos en ellos sería nuestra primera misión. En eso sí que era experto. Lo ocurría después sería incierto.
Me dí la vuelta la una última vez para ver lo que dejaba atrás, la hermosa cabaña de mis padres donde los sueños se cumplen, iba a extrañar enormemente ese lugar. Apreté la mano de Diana con fuerza y nos adentramos en la oscuridad de la noche, cobijado por los oscuros árboles de gruesas ramas y la luz de la luna.
Fin