Diario de mi viaje a África, Parte 01

Esta publicación es la parte 1 de un total de 3 publicadas de la serie Diario de mi viaje a África
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Recopilación de las aventuras de una ingenua niña inglesa de 13 años en una colonia de áfrica durante la época victoriana (traducidas del inglés).

Por: Mary Elizabeth Hendricks-Winstone

Día – Martes, 14 de febrero de 1865:

Querido diario

Hoy es un día especial. Cumplo 13 años. Mi padre, en vez de regalarme un perro o un gato, me ha dado un viaje a áfrica. Como oficial del ejército de su majestad la reina Victoria, mi padre ha recibido órdenes de venir para poner algo de orden en las colonias.

Ahora estoy en kenia, una tierra extraña y salvaje donde tengo que vivir varios meses. Tras bordear casi toda áfrica en un eterno viaje en barco, finalmente llegamos a kenia, subimos el río tana y luego fuimos a nairobi y finalmente de allí cogimos el tren hasta un poblado que será nuestro nuevo hogar. No hace ni un día que estoy aquí y ya echo de menos Londres, con sus calles, sus carruajes y sus edificios. Hace un calor terrible, y la gente apenas va vestida. Me he quedado muy escandalizada al ver en la estación de tren a muchos hombres de color con el torso desnudo (nota: ¿cómo pueden ir así?, ¿no les dará vergüenza?).

El olor es insoportable, olor a sudor, a gente y a granja. He visto animales de todas clases, algunos de los cuales nunca esperé ver. Mamá y papá han estado muy pendientes de mí, no sé porqué. Me ha llamado mucho la atención la forma en que algunos de los mozos me miraban, sobre todo a mi busto (que descaro).

No sé si será por el corsé o por qué el pecho me ha crecido bastante en el último año, que casi todos se me han quedado embobados. No pude evitar sonrojarme un poco al ver su desfachatez de mirar así a una señorita inglesa.

Son unos salvajes.

Afortunadamente nos fuimos de allí pronto y llegamos a la que será mi casa. Está lejos del bullicio de la ciudad y es muy grande, tanto que tenemos varios criados y criadas para atendernos.

Dos de ellos también se han quedado mirándome y se rascaron un poco en sus pantalones (supongo que tendrían algún picor). Ahora estoy en mi nueva cama y a punto de irme a dormir. Espero volver lo antes posible a mi Londres amado.

No me gusta este lugar.

Día – Miércoles, 22 de febrero de 1865:

Querido diario, después de una semana aquí, mi opinión de áfrica no es muy distinta de cuando llegué.

Hay demasiado espacio libre y echo de menos a mis amigos y amigas (suerte tengo de recibir sus cartas y de que puedan recibir las mías, a pesar del retraso por el viaje). Lo único bueno es que debido al calor mamá me ha permitido quitarme el corsé y las enaguas, que me hacían pasar unos sofocones terribles.

Por curiosidad me acerqué a los criados de casa pese a que papá dice que no es propio de la gente como nosotros relacionarse con la plebe o la chusma

(nota: ¿qué será «chusma»?)

Y conocí a dos de ellos, Motobo  y Motubu, que son hermanos y aunque parecen muy mayores, solo tienen 20 años

(jajajaja sus nombres son casi iguales. Qué cosas, ¿verdad?).

No hablan mucho inglés, de modo que para pasar el rato me he ofrecido a enseñarles el idioma un par de horas al día. Creo que son simpáticos, aunque no entiendo porqué se rascan tanto los pantalones cuando yo estoy delante. ¿Qué les picará tanto?

En otro orden de cosas, papá viaja mucho, tanto que apenas está en casa. Mamá se ocupa de todo para que esté perfecto y dado que me deja sola, paseo para conocer al lugar pero no voy al poblado, me asusta la forma en que me miran algunos de los que pasan por allí. Debe ser que nunca han visto una chica blanca.

Por si acaso, me limito a recorrer la finca y a conocerla. Aunque el río Tana está a milla y media de donde vivimos[nt: aprox. 2’25 km.], un afluente pasa cerca y podré bañarme allí cuando lo necesite sin que nadie me vea.

Creo que empiezo a sacarle partido a mi nuevo hogar.

Día – Lunes, 6 de marzo de 1865:

Querido diario, casi hace un mes que estoy aquí y aún no me acostumbro a este silencio que reina en la noche.

Por suerte las clases de Motobo  y Motubu me ayudan a sobrellevarlo.

Son buenos chicos y más listos de lo que yo creía. En pocas semanas han aprendido a hablar inglés con mucha fluidez. Tanto es así que a la mínima ocasión no paran de piropearme, poniéndome colorada, y yo que los tenía por salvajes. Son un encanto, pero también algo patosos.

Más de una vez han tropezado y han tenido que agarrarse a mis piernas o a mi cintura para no caer al suelo de bruces, sobresaltándome al notar sus manos en mi cuerpo. Por suerte sé que no lo hacen adrede, por qué a ver, ¿qué ganarían haciéndolo?.

No es de buen gusto tocar así a una señorita.

Al menos, al ser ellos, lo tomo con naturalidad. Sí fuera cualquier otro del poblado, sería diferente. Cuando voy al poblado para algo, los viejos del lugar, de pelo blanco y ropa raída, no paran de tocarse y mirarme descaradamente. Que indecencia, que escándalo. Y no son los únicos: más de una vez algunos chicos mientras juegan con mi falda y poco faltó para que me la levantaran.

Como nunca han visto algo así, les extraña mucho y lo entiendo, pero la vergüenza que pasé fue tremenda. Por suerte me tapé a tiempo y volví a casa enfadada.

Otra cosa que me llamó la atención y que no entiendo es la cantidad de pantalones abultados que he visto. ¿Qué pasará que se ponen así?

Supongo que tendrán necesidades, como todos (nota: si no tienen baño, ¿cómo hacen para orinar?). Creo que les preguntaré a mis nuevos amigos, porqué realmente estoy intrigada. ¿Será que están enfermos por esa hinchazón?

Día – Jueves, 9 de marzo de 1865:

Querido diario, esta tarde pude encontrar un hueco para preguntar a mis amigos por lo que vi el pasado lunes.

Mi pregunta les debió parecer incómoda porqué se quedaron mirándose un momento con gesto extraño. Antes de contestar me preguntaron si en verdad no sabía lo que significaba y contesté que no, que una auténtica señorita inglesa no sabe de esas cosas.

Me dijeron que eso ocurre cuando a ellos se les acumula un líquido dentro, lo que hace que se hinchen así. Cuando pregunté si era orina (que vergüenza explicarles lo que era. ¿Cómo es posible que no supieran nombrarlo como es debido?)

Me contestaron que no, que es otra cosa. Cortésmente me dijeron que si tanto me intrigaba ellos aclararían cualquier duda que yo tuviera, lo que me alegró. Son unos santos. Cuando su clase del día acabó di un paseo por el poblado, viendo que aún seguían teniendo esa hinchazón.

Qué pena me dieron. Tuve ganas de aliviarles, pero tampoco ellos me explicaron como se hacía (nota: tengo que enterarme como se hace).

En la calle había unos niños jugando y corriendo. Eran muy golfos, porqué se pusieron de nuevo a jugar con mi vestido, a levantarlo y bajarlo como si fuera un juguete. Yo insistí en que me dejaran tranquila, pero no paraban de tocarme el vestido por todas partes, incluso la espalda, el vientre, los brazos y el pecho. Fue muy vergonzoso para mí, pero para ellos parecía algo natural.

¿Será así como juegan aquí?.

Lo digo porque cuando fui al granero, Motobo  y Motubu me hicieron lo mismo solo que más rápido y bastantes más veces. También me han pellizcado bastante, pero me calmaron diciéndome que es normal, que es algo que hacen a sus mujeres como gesto de cariño (nota: que forma tan curiosa de mostrar cariño.

En Londres es tan diferente…). Mucho me deben querer, porqué no han parado de hacerlo en todo el rato. Me dijeron que no lo contara a mamá y papá, que al ser tan adultos no lo entenderían, que yo lo comprendería mejor. Sabiendo que me quieren tanto, confío en ellos. Saben lo que hacen.

Día – Sábado, 18 de marzo de 1865:

Querido diario, no me puedo creer que en pleno de marzo haga tanto calor.

Apenas si ha llovido un par de días desde que estoy aquí.

Tanto calor es agobiante. Suerte tengo de no llevar el corsé y las enaguas. A media tarde, mientras papá estaba fuera y mamá ocupada en tareas de casa, me fui a darme un chapuzón al río.

No aguantaba más. De camino me crucé con Motobo  y Motubu, que al saber a dónde iba quisieron venir camino a refrescarse también. La verdad es que con el ritmo de trabajo que tienen, los pobres han de estar reventados, de modo que les invité de buen grado.

Al llegar allí se lanzaron con ropa y todo, mientras que yo les pedí que se volvieran para quitarme el vestido (y quedarme con la ropa interior. No es decente de una señorita bañarse desnuda delante de hombres). Luego me zambullí directa al río. El agua fue refrescante y jugué con ellos largo rato.

Me preguntaron si todas las niñas de Londres eran como yo a mi edad, y les dije que en su mayoría sí, lo éramos. Me quedé sorprendida cuando me dijeron que con ese cuerpo para ellos ya somos mujeres y no niñas, y lo cierto es que me tratan como a una mujer (nota: que diferencia del trato que mis padres me dan, que me tienen casi por un bebé).

Me enseñaron a nadar sosteniéndome por la cintura, y creo que domino un poco la técnica, pero con tanto movimiento me meneaba de un lado a otro bamboleando el cuerpo. Por la forma tan fija de mirarme, creo que les gustó verme nadar (¿qué verían de especial?).

Luego salimos un momento para secarnos un poco. A Motobo  le entraron ganas de orinar y me preguntó si quería que yo le ayudara a sostenérselo (estaba hinchado, pobrecito). Al quitarse su ropa quedé con la boca abierta, y ellos entendieron que era porqué nunca había visto algo así: era negruzco, enorme, firme y muy caliente a pesar del frío del agua.

Las mejillas se me quedaron como tomates al verlo. Con cuidado lo tomé en mi mano y lo ayudé a orinar, siguiendo sus consejos. Luego di unos meneos para limpiarla.

Después hice lo mismo a Motubu. Se quedaron muy agradecidos por mi ayuda, y al preguntar si podría ayudarles más adelante, me dijeron que sí con una amplia sonrisa.

Son un encanto de chicos…

Día – Lunes, 3 de abril de 1865:

Querido diario, hoy ha pasado algo fantástico.

Después de unas tres semanas ayudando a Motobo  y Motubu con el inglés (que ya lo dominan perfectamente), me siento más que satisfecha con los resultados.

Y como las lecciones que aprendían luego las transmitían a los demás, ahora prácticamente todos los criados (y parte de la gente del poblado) saben el idioma.

Mamá y papá están muy orgullosos de mis logros, y me dicen que si sigo así pronto seré como ellos, llevando la cultura y la educación a estos sitios perdidos de la mano de dios. Ya a solas, ellos me han propuesto que, como recompensa, podré ayudarles a sacarles del cuerpo ese líquido que les provoca esas hinchazones, lo que me alegró mucho.

Por fin sabré como se extrae ese líquido que tantos problemas les causa.

Nos fuimos cerca del río, en un viaje donde no pararon de rozar y/o frotarse conmigo, tal y como llevan haciendo desde hace un mes.

Cuanto me quieren. Al llegar cerca de un árbol, vi de nuevo sus miembros hinchados al natural, y me dijeron que los meneos que siempre les doy después de que orinen (algo que aprendí a hacer muy bien en este tiempo) tienen que ser más prolongados.

Dicho y hecho, me puse a meneársela para ver si conseguía sacarlo, pero el líquido debía estar muy oculto porqué no salió. Motobo  y Motubu me dijeron que tenía que seguir haciéndolo y aumentar la rapidez hasta conseguirlo.

Por sus caras supe que lo hacía bien al verlos con los ojos cerrados y jadeando (nota: ¿qué clase de enfermedad será ésta?).

Después de mucho esfuerzo, finalmente lo logré. Fue la cosa más extraña del mundo. No sé, parecía como leche, pero algo cortada, espesa…fue…no sé…raro…muy raro…al menos sé que lo hice bien a juzgar por los gemidos de ellos.

Al acabar me dieron sendos besos en las mejillas, los dos a la vez, poniéndome roja de contenta.

Tanto que me quedé sonriendo toda la tarde y el resto de la noche.

Día – Viernes, 14 de abril de 1865:

Querido diario, hoy me he llevado una sorpresa enorme, y además doble.

Ayer me puse a pensar una cosa: «¿cómo hacían Motobo  y Motubu para aliviarse de ese líquido blanco antes de llegar yo?». Como no lo sabía esta mañana fui a preguntarles.

Me dijeron que antes de llegar yo la única manera es desahogarse con alguna de las chicas del poblado, pero que era algo difícil porqué ellas se negaban y pasaban semanas y quizá meses contenidos(nota: ¿pero qué les pasa a esas chicas?, ¿no ven lo mucho que ellos sufren?).

Me dio mucha pena por ellos y les dije que en cualquier momento en que me necesitasen, solo tenían que decírmelo, y no solo ellos, si no cualquier amigo suyo en la misma situación. Creo que se llevaron una alegría enorme, porqué sonrieron de oreja a oreja y me dieron muchos besos en la cara hasta ponerme rojísima. Yo no podía parar de sonreír muy contenta.

Ya a últimas horas de la tarde, y antes de irse a dormir, vinieron a decirme que me necesitaban, de modo que nos fuimos a nuestro rincón secreto, que encontramos el pasado sábado (no lejos de casa, pero sí apartado de miradas indiscretas) y me puse manos a la obra, pero literalmente jejeje.

Esta vez, ya con la experiencia, no me costó mucho liberarles de esa carga, y sé que ellos lo agradecen, solo tengo que verles la cara para saberlo. Mis manitas de señorita inglesa acariciaron sus duros tronchos (no se me ocurre otra palabra mejor) y los menearon hasta liberarles de su pesada y maldita carga (nota: ¿cómo es que por mucha «leche» que les saque nunca consigo vaciarlos de ella?).

En agradecimiento, Motobo  y Motubu me revelaron el otro motivo de mi sorpresa: que esa especie de leche puede tragarse, que no es mala si se bebe, solo lo es si se acumula demasiado dentro de ellos.

Desde entonces llevo dándole vueltas a eso sin parar. ¿Es posible que «eso» sea algo bueno para el cuerpo? No lo sé, pero estoy deseando salir de dudas…

Día – Sábado, 6 de mayo de 1865:

Querido diario, por fin reuní el valor necesario para hacer lo que quería hacer: probar esa leche que tan desesperadamente mis amigos necesitan sacar (nota: y lo felices que son por ello).

Llevo casi un mes entero intentando hacerlo, pero ver ese líquido me producía una especie de nausea.

No me cabía en la cabeza que se pudiera beber como quien bebe agua cuando alguien tiene sed, pero lo cierto es que esa duda no ha dejado de crecer en los viajes a nairobi con papá y mamá para comprar suministros, armas, ropa y materiales, o cuando doy clase a algunos de los niños del poblado, los cuales son como diablos juguetones que no dejan de correr y jugar con mis vestidos, más de una vez casi dejando al aire mis piernas(que vergüenza paso, pero no desistiré hasta culturizarles como es debido, como corresponde a todo buen inglés).

En fin, que en mi mente esa duda no ha dejado de crecer royendo mis pensamientos como un ladino ratón hasta casi volverme loca.

Finalmente, esta tarde fui a verlos y decirles que estaba preparada, que quería hacerlo para saber lo que era. Ellos se miraron con extrañeza y luego me lo preguntaron de nuevo, a lo que contesté que sí. Son tan amables. Me dijeron que para poder beberlo tenía que abrir la boca justo cuando saliera, incluso poniendo los labios sobre la punta de sus tronchos.

El corazón parecía querer salírseme del pecho de la emoción. En cuanto vi sus esplendidos tronchos comencé la tan sabida maniobra, sabiendo que se acercaba el anhelado momento.

Ellos, por primera vez, no perdían detalle de todo, esperando ver si lo hacía o no. Y finalmente, por sus gemidos que sonaban entre dientes, supe que estaban a punto, de modo que presa del nerviosismo y más por instinto que por acción propia, me arrodillé frente a Motobo  justo a tiempo para que su leche fuera recibida por mi boca, poniendo mis labios en la punta de su troncho para no dejar nada fuera(nota: ¿cómo supe lo que debía hacer si nunca lo había hecho?).

Fue el sabor más extraño, espeso y caliente que jamás probé, tanto que por poco lo echo fuera, pero aguanté y lo tragué. Luego hice lo mismo a Motubu, comprobando sorprendida que el sabor no era exactamente el mismo (nota: ¿es que en cada hombre el sabor es diferente?).

Si me gusta o no, no pude saberlo entonces, me pudo la confusión del momento, pero como ya lo hice una vez, volveré a hacerlo otro día.

De todos modos, a ellos pareció encantarles…


Continuará

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