Con doble sabor, Parte 1 (de Cazzique)

ATENCIÓN

El siguiente relato erótico es un texto de ficción, ni el autor ni la administración de BlogSDPA.com apoyan los comportamientos narrados en él.

No sigas leyendo si eres menor de 18 años y/o consideras que la temática tratada pudiera resultar ofensiva.

Esta publicación forma parte de la serie: Con doble sabor
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Daniela estaba recostada en la sala del hospital, sus contracciones eran cada vez más seguidas, en poco nacería su segundo hija, la primera había sido una niña, le nombraron igual que ella, Daniela. Treinta y seis minutos más tarda asomaba la cabeza de una pequeña criatura, los médicos ayudaron a la mujer y el cuerpecito salió completamente, lo lavaron y minutos después la criatura bebía del seno lleno de leche de su madre; al mismo uno de los doctores le anunciaba que había concebido a un niño.

Al día siguiente la madre regresaba hasta su hogar con la criatura en brazos y acompañada del padre, ambos reflejaban en su rostro un poco de angustia pues después de que la madre terminó de amamantar al niño y los médicos se lo llevaron para terminar con las vacunas y los últimos estudios salió a la luz algo que a primera vista no había sido evidente.

Los primeros años del niño transcurrieron normalmente, se desarrollo sin ningún problema y jugaba con los demás chiquillos y su hermana mayor sin más preocupaciones, sus padres siempre seguían sus movimientos en espera de reacciones o algún otro problema que pudiese surgir debido a su condición. Nada, todo estaba muy bien, los médicos se los habían advertido e incluso les dijeron que por los primeros años no abría nada, pero tendrían que estar atentos a sus actitudes y a su desarrollo.

Hasta este entonces cinco años el chiquillo comenzó a desarrollarse con total naturalidad pero entonces sus actitudes comenzaron a cambiar, Alonso y Daniela se dieron cuenta de que el chiquillo comenzaba a tomar en sus actitudes ciertos amaneramientos, su figura también les comenzaba a parecer extraña, era de piel muy blanca y su línea muy delgada, en muchas ocasiones la gente confundía a el niño con una niña por sus modales finos y delicados además de su físico.

Fue una año después que “Eli” como le llamaban hasta entonces tuvo que acudir a un medico especializado, lo examinaron y entonces tras un sin fin de pruebas y por ultimo unos estudios de laboratorio revelarían lo que hasta entonces solo un incierto. Desde que salió del hospital Eli después de su nacimiento Daniela y Alonso lo sabían y por consejo de los doctores habían tenido que esperar y esté era el momento definitivo a su espera.

Su desarrollo comenzó a converger en mujer, sí, en mujer su pene seguía ahí pero además había algo que a primera vista no era posible adivinar, debajo de este pene se extendía una pequeña rajadita, una vagina, Elías como hasta ahora se había llamado comenzó a desarrollarse finalmente como mujer y entonces su nombre tuvo que cambiar, de ahora en adelante se llamaría Elizabeth, una hermosa “niña” con un pene a la vez, un hermafrodita.

Así desde los seis años la pequeña Elizabeth comenzó su vida como niña, los tramites para cambiar el nombre fueron no muy numerosos y se otorgaron dos semanas después de la petición a la corte, Elizabeth entonces ya iba al colegio, su hermana Daniela, “Dani”, como le decían en casa para diferenciarla de su madre ya tenía 8 añitos.

Las niñas se comportaban como las demás de su edad y en su colegio eran muy bien vistas pues sus calificaciones siempre estaban por encima de las demás compañeras, como siempre había envidias entre las hermanas y alguna que otra compañera, y siempre sabían salir de ella airosamente. Un día cuando Elizabeth tenia 10 años llegó a casa y no escuchó ningún ruido, su hermana no había ido al colegió pues se encontraba enferma.

– ¡Dani!... ya llegué... – grito la delgada niña.

Solo el silenció fue su respuesta, subió hasta la habitación de su hermanita y no la vio recostada en la cama, se paseó por las habitaciones de la planta alta de su casa y nada, se fue a su cuarto y comenzó a cambiarse de ropa, se desnudó y se puso un pants para estar más cómoda. Fue entonces que por su ventana vio que alguien se movía en los cuartos traseros, cruzando el patio, eran las habitaciones de la servidumbre que se encontraban desocupadas por el momento, distinguió la alta figura de su padre y pensó que se estaban escondiendo de ella. Elizabeth salió por la cocina al patio trasero y con sigilo se deslizó hasta el conjunto de cuartos que ahí estaban, escucho la voz de su padre pero no entendía nada, despacio se introdujo en el conjunto y buscó la puerta detrás de la cual se escuchaba a su padre; despacio abrió y se quedó congelada enel filo de  la entrada.

Su hermana Dani estaba recostada en una de las dos camas individuales completamente desnuda y su padre parado se movía frenéticamente e igualmente desnudo, en un principio cerró lentamente mientras que su corazón trataba de salirse por la boca; su latidos eran fuertes y casi se podían oír; Elizabeth trató en vano de serenarse y nuevamente se acercó a la puerta y volvió a abrirla lentamente. Esta vez puso más atención a lo que sucedía, su hermana tenía las piernas completamente abiertas, su cuerpo se movía de arriba para abajo al ritmo de las embestidas que su padre le daba, entonces vio como de entre las piernas de ella entraba y salía la gruesa verga de su padre, nunca antes se la había visto pero la conocía muy bien, pues ella tenía una parecida, pensó. Fue en ese pensamiento que algo pasó, a su corazón acelerado se unió un cosquilleó en su entrepierna y para su sorpresa se dio cuenta de que una erección se dibujaba debajo de su pants, se sintió confundida entre los gemidos de su hermana y de su padre y las reacciones de su cuerpo, cerró lentamente y salió corriendo con rumbo a su habitación.

Allí se desnudó y se miró en el espejo después de cerrar la cortina pues desde ahí se veía el corpulento cuerpo de su padre moviéndose, pero Dani no se veía. Se observó la dura erección durante un largo tiempo, en realidad ya había tenido muchas erecciones durante las mañanas o la noche pero nunca con esa nueva sensación, esa aceleración de su organismo, su delicada mano tomó la tranca y la movió, sintió rico y continuó moviéndola pero luego tuvo miedo y se detuvo, después pensó en que Dani no tenía nada igual, sí, Dani no tenía un pene y entonces pasó su dedo por la rajadita que estaba debajo del pene, sintió igual una oleada de placer, pero nuevamente retiró sus dedos. Elizabeth se sentó en la cama y lentamente se fue recostando, desnuda con su erección apuntando al techo y así se quedó profundamente dormida.

Era ya tarde cuando adormilada escucho ruido, se levantó perezosamente y se vistió, antes notó que en el glande de su pene había un poco de líquido, no dio más importancia y se terminó de vestir. Salió y escucho ruidos, risas y palabras en la parte baja de la casa, se encaminó hasta la sala y la luz la deslumbró. Su padre estaba en la cocina con Daniela, su madre, platicaban y Dani estaba mirando la televisión.

– ¡Hola Dani!

– ¿Qué dormilona eres hermanita?

– ¿Dónde estaban, cuando llegué no había nadie? – dijo Elizabeth.

– ¡Ah!... pu... pues estábamos en, en... en la calle. – contestó Dani nerviosa.

– ¡Ah! Con razón... ¿Mamá a que hora llegó?

– Como a las seis, papá llegó antes y salimos...

– ¡Ah... bien!

Elizabeth estuvo muy esquiva durante la cena y subió a su cuarto temprano, después las cosas continuaron normalmente, pero a parir de ese día la chiquilla comenzó a espiar a su padre y a su hermana cuando tenían sus encuentros, no eran muchas las veces que podía pero se las ingeniaba, así poco a poco supo que ella era diferente, que su hermana no tenía pene y que las demás chicas tampoco. Elizabeth procuraba desde entonces cuando se encontraba en los vestidores de las chicas no mostrarse pues sabía ya mucho con respecto a su situación, no se avergonzaba pero se sentía un poco intimidada aún. Al cumplir los once años Elizabeth tuvo que ir a visitar semanalmente a un psicólogo y entonces fue comprendiendo las implicaciones de su caso. 

Desde este entonces su seguridad fue mayor, una noche en su habitación se desnudó y se paró frente al espejo, su cuerpo era delgado y de piel muy blanca, sus ojos verdes y su cara muy hermosa, apenas comenzaban a crecer sus pechos, una de sus manos se apoderó del pene y lo maniobró lentamente, poco a poco fue ganando dureza y ella lo miró sin prisas, su cabeza púrpura, su largo, sus pliegues; lo movió lentamente y cerró los ojos, las imágenes de su hermana cogiendo con su padre se pasearon por sus ojos, cómo ese gordo instrumento se iba hundiendo lentamente en la delicada rajadita de ella y cómo ella lo disfrutaba. Los movimientos fueron en aumentó y su corazón se agitó, su respiración era dificultosa y algunos gemidos escaparon de sus labios y de pronto un potente chisguete de un líquido blanco salió disparado y pegó en la superficie del espejo, una sensación maravillosa invadió todo el cuerpo de la niña y continuó moviendo su mano a lo largo del tronco, uno y otro más seguían saliendo los disparos de leche que ahora ya resbalaban por la pulida superficie del espejo. La sensación lentamente fue pasando y un agradable cansancio se apoderó de la chiquilla que se recostó en su cama viendo como lentamente se iba perdiendo la erección de su palo.

Una noche después de esa exquisita experiencia Elizabeth tendría otra mucho más satisfactoria, esta vez se acostó sobre la mullida alfombra de su cuarto, frente al espejo, previamente había colocado todas las almohadas de su cama como cabecera y ahora se observaba nuevamente la entrepierna, su pene estaba erecto como la pasada velada, su mano lo atrapó y lo movió unas cuantas veces, después con la misma mano descendió por el tronco hasta acaricia el pequeño escroto que en realidad no contenía lo que en el hombre serían los testículos, los de ella en realidad no estaban desarrollados del todo, continuó descendiendo y entonces las yemas de sus dedos tocaron la parte alta de su hendidura, recorrió lentamente los labios vaginales hasta llegar al final, luego regresó lentamente por la rajadita, esta vez entre los dos labios y percibió que ya había un poco de humedad en los pliegues, luego se llevó los dedos hasta la nariz y aspiró con satisfacción la delicada fragancia de su sexo femenino, sus dedos regresaron y con delicadeza abrió de par en par los labios vaginales mientras se observaba en el espejo, su rosado interior se reflejo y pudo ver los brillantes pliegues que se perdían más adentro en un túnel apretado; su vista ascendió unos milímetros y pudo localizar el botoncito que a veces sobre salía de entre los apretados labios, con la otra mano se lo froto delicadamente y una fuerte oleada de satisfacción recorrió toda su espina y ya no se pudo detener. Su dedo continuó moviéndose sobre el clítoris provocando convulsiones en el cuerpo de la niña, su espalda se arqueó y su cabeza fue a parar a las mullidas almohadas mientras seguía experimentando la grata sensación que la invadía y a los pocos minutos su mente se nubló por completo y viajó a mundos nunca antes conocidos, su sexo masculino comenzó a disparar chorros de leche al aire y de su vagina comenzó a fluir gran cantidad de jugo, sus dedos se humedecieron y fuertes chasquidos se escuchaban mientras que su dedo se movía sobre su botoncito, el orgasmo fue completamente satisfactorio y dejó a la bella hermafrodita completamente extenuada, allí sobre la alfombra pasó la noche profundamente dormida.

Así pasaron dos años, Elizabeth ya se masturbaba con frecuencia, a veces uno u otro sexo, dependía de su sentimiento y una noche estaba completamente entregada a una de esas sesiones masturbatorias, su mano estaba moviéndose rauda y veloz a lo largo de su pene, estaba a media luz y completamente desnuda sobre la cama. Llamaron a la puerta pero Elizabeth no escuchó el leve toquido, detrás de la puerta su madre esperó y al escuchar un leve quejido se asustó, abrió rápidamente y se quedó pasmada unos segundos al contemplar la escena, penetró en la habitación cerrando detrás de si la puerta con el seguro. Observó como su hija menor se estaba masturbando completamente ajena a todo y quiso hacer ruido para que ella notara su presencia, pero no pudo. Continuó observando y sintió como dentro de ella misma su corazón se aceleraba y su panty se mojaba, su excitación comenzaba a aumentar a medida que transcurría el tiempo observando a Elizabeth.

Daniela no pudo más, se encaminó hasta la orilla trasera de la cama y se hincó sobre la alfombra, luego reclinó el tronco y abrió sus labios, sin darle tiempo a la niña a reaccionar, sus labios se apoderaron de la púrpura cabeza del pene y Elizabeth por primera vez sintió la dulce sensación de una húmeda boca succionando su pene. La boca de su madre lentamente se tragaron los trece centímetros de verga que la niña tenía, su lengua la acariciaba por dentro mientras que subía y bajaba la cabeza, Elizabeth sintió como estaba a punto de venirse y trató de avisar a su madre, pero la sensación era única y no quiso interrumpir el momento; su pene soltó la primera descarga de líquido y Daniela lo tragó con golosidad, a esté siguieron otro y otro más, los labios de la niña se abrieron soltando un largo gemido de placer mientras que su madre seguía moviendo la cabeza con su pene dentro de la boca.

Pasados unos minutos y cuando todo ya estuvo más tranquilo y ambas más relajadas la niña se apoyó con los codos levantando la mitad de su cuerpo y observando a su madre todavía hincada en la orilla de la cama y con su rostro recargado en su entrepierna.

– ¡Ha sido increíble mamá! – dijo a voz baja.

– ¡Sí! – contestó Daniela – ¿No lo puedo creer?

– Me gustó mamá... nunca había sentido algo así.

– ¿De verdad, te gustó?

– ¡Sí! En serio, fue algo maravilloso.

Daniela se fue levantando y recostándose lentamente a lado de Elizabeth, ahora ambas quedaron cara a cara y la niña tímidamente posó sobre los labios de su madre un cálido aunque inocente beso. Daniela lentamente también comenzó a mover sus labios sobre los de su hija y poco a poco la caricia fue aumentando en intensidad, cuando se dieron cuenta ya sus lenguas se encontraban buscándose. Las manos de Daniela buscaron entonces la flácida tranca de Elizabeth y comenzó a acariciarla, el instrumento fue cobrando vida lentamente hasta quedar completamente erguido; las manos de la niña buscaron los botones de la blusa de su madre, los desabrochó y dejó al poco los hermosos y redondos pechos de su madre al aire, los miró detenidamente, su pezón moreno estaba erguido y no dudó cuando su boca se posó sobre esté, mamó de él lentamente, su lengua aunque torpe le proporcionaba a su madre una exquisita sensación. 

Daniela se separó de su hija y poniéndose de pie comenzó a desnudarse rápidamente, luego se montó sobre el cuerpo de la pequeña y guió sus caderas hasta que sintió como la punta del pene se apretaba contra su vulva, los pequeños senos de Elizabeth estaban ya creciendo y su pezón puntiagudo y clarito apuntaba al techo, los dedos de su madre se apoderaron de él y comenzó a pellizcarlo levemente a la vez que masajeaba los pechitos. La daga de la niña lentamente fue penetrando a su madre, su vagina la apretaba deliciosamente y sentía el calor y la humedad de ella; cuando por fin la madre se tragó todo el pene de su niña comenzó a balancear sus caderas de arriba para abajo, instintivamente las manos de Elizabeth sujetaron la cadera de su madre y comenzó a sentir el delicioso cosquilleo del roce de las paredes vaginales contra la piel del tronco de su pene y el glande.

Daniela continuó moviéndose sobre su hija y pronto logró llegar a un delicioso orgasmo que mojó hasta el vientre de la niña, los jugos salían y no paraban de bajar por el tronco, su madre no descansó después de este orgasmo, por el contrario continuó moviéndose rítmicamente mientras sus manos seguían en los senos de la niña; echándose al frente Daniela recostó su cuerpo sobre el de la bella Elizabeth y quedaron cara a cara, se besaron y entonces la mujer sintió que nuevamente se comenzaba a venir, la niña igualmente sintió que de su palo comenzaban a brotar los chorros espesos de leche blanca y ambas se unieron en intensos gemidos que se propagaron por las paredes del cuarto, en esos momentos nada más importaba, solo el goce que ambas experimentaban.

Por fin los cuerpos quedaron en calma y ambas continuaron besándose mientras se calmaban un poco, se acariciaban con delicadeza y por fin se separaron, Daniela sin decir más le sonrió a su hija y salió del cuarto dejando a Elizabeth con un profundo sentimiento de calma y satisfacción.


Continuará

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