El relato erótico "Aprendiendo a nadar" es un texto de ficción, ni el autor ni la administración de blogSDPA.com apoyan los comportamientos narrados en él.

No sigas leyendo si eres menor de 18 años y/o consideras que la temática tratada pudiera resultar ofensiva.

Yo tendría unos once casi doce años cuando sucedió esto que les voy a relatar. Era un poco alto para mi edad, de cuerpo rellenito, buena cola, según me decían algunos compañeros míos, los que me la palpaban de vez en cuando, cosa que yo aceptaba con agrado y les respondía con una sonrisa quedándome quieto y dejándome hacer.

Teníamos un amigo que era mayor que nosotros, de unos dieciocho años, robusto, corpulento, al que también la gustaba acariciar mi cola, sólo que éste se detenía siempre un poco más, y como a mí me gustaba, buscaba siempre que me la tocara, cosa que me agradaba mucho. Era verano y mi pueblo natal estaba a las orillas de un muy lindo río, de aguas no muy profundas, al que íbamos a bañarnos y disfrutar del mismo. Allí nos tocábamos un poco dándonos algunos apretones, pero la cosa no pasaba de eso. Un día este amigo que ya les mencioné, me preguntó si sabía nadar, y como le contesté que no, me propuso enseñarme a hacerlo un día que estuviéramos solos. Muy pronto llegó ese día, y me llevó a unos arenales apartados para así estar más tranquilos, según me dijo.

Yo usaba unos pantalones de baño muy ajustados, según la moda, lo que hacía resaltar aún más mis redondas nalgas, y él también, por lo que se le podía notar un importante bulto en su parte delantera.

Bueno, me dijo… vamos al agua.

Y allá enfilé adelante y él se colocó detrás de mí sobándome las nalgas.

¡Qué linda cola que tienes!, decía mientras me la acariciaba.

Yo lo dejaba hacer porque me gustaba eso.

Tienes que aprender primero a zambullirte, me dijo, y tienes que hacer así.

Entonces me tomó de las caderas, poniéndome de espaldas, y me apretó contra su cuerpo. De inmediato sentí una cosa dura entre mis nalgas, y me apreté más contra ella. Se movió cuatro o cinco veces y me empujó fuerte con su pelvis, tirándome hacia adelante y haciéndome zambullir en el agua. Cuando salí a la superficie, volvió a tomarme por la espalda haciéndome lo mismo, y así varias veces. Cuando yo emergía, ya me ponía de espaldas a él y echaba mi cola hacia atrás, buscando su bulto. Me estaba gustando el jueguito aquel… hasta que en una oportunidad me abrazó fuerte contra él, movió su cuerpo, y entonces pude sentir algo duro y caliente que se deslizó entre mis piernas sobresaliendo hacia adelante. Ya no me soltó más, sino que me abrazó más fuerte y comenzó a moverse hacia atrás y hacia adelante. Cuando sentí eso, apreté un poco mis piernas y sentí los quejidos que daba cerca de mis oídos, mientras lo acompañaba en sus movimientos. Sus manos comenzaron a recorrer todo mi cuerpo de una manera muy tierna mientras besaba mi cuello y mi espalda, murmurando cosas que no le entendía muy bien. Yo me apretaba más contra él… era muy lindo aquello.

Pronto me bajó el pantalón de baño un poco, y yo lo bajé hasta mis rodillas, entonces sí pude sentir el roce de su enorme verga entre mis nalgas y entre mis piernas.

Acariciando entre mis nalgas, de pronto sentí que puso un dedo en mi culito, virgen aún, y empujo… con el agua empezó a entrar, y aunque me dolía un poco, me gustaba bastante, entonces di un empujón y el dedo entró casi todo, pero junto con ese dedo pronto vino otro más y luego otro… yo apretaba los labios pero me dejaba hacer, ya que lo estaba pasando de maravillas. Con una mano le agarré la verga y me llevé una sorpresa enorme, ya que era larga y gruesa. No me daba la mano para tomarla toda, de tan gruesa que era. Estaba dura como una piedra. Nos seguimos acariciando así, hasta que me hizo inclinar hacia adelante, y sentí la cabezota de su verga punteando mi culito. Estando así, me tomó de las caderas y empujó con su pelvis hacia adelante… ¡qué dolor!… su verga comenzó a perforarme poco a poco: 

primero la cabeza, luego otro pedazo, luego otro y otro hasta que me la metió hasta el tronco… yo gritaba como loco y él me tapaba la boca con una mano mientras me abrazaba de la cintura tirándome hacia atrás. Cuando ya estuvo toda adentro, se quedó quieto y me consolaba para que no llorara, del dolor que sentía. Con caricias y palabras, me hizo relajarme hasta que yo mismo me moví un poco, empujando más hacia atrás para que entrara más todavía. La sentía por mi estómago, empujando mis intestinos hacia arriba. Era una pija inmensa y yo la tenía toda adentro. De a poco se empezó a mover, acelerando cada vez más, tomándome con las dos manos de las caderas, de la cintura de los hombros y hasta del pelo, dándome cada vez más duro y más rápido. La sacaba hasta la punta y la volvía a poner entera. Ya no sentía dolor, sino un gusto enorme, por lo que lo acompañaba en sus empujones, moviendo mi cuerpo atrás y adelante. Mis gritos ya no eran de dolor, sino de placer, y él decía cosas casi incoherentes.

¡Negrito divino, qué culo hermoso!… ¡pareces una hembra!… ¡muévete así putito mío! … ¡dale, dale así, que me acabo!…

Hasta que en unos últimos empujones, me la metió más adentro aún, y pude sentir adentro mío, como su verga se inflaba y se desinflaba soltando chorros calientes en el fondo de mi desvirgado culo. No eran gritos los que daba, sino alaridos mientras se acababa. Parecía que me iba a reventar por lo fuerte que me apretaba contra él. Poco a poco fue aflojando su abrazo y su verga, ya más blanda, comenzó a salir de adentro de mi culo dolorido. Era hermoso sentir el agua correr por mi cuerpo, el que se volvía más resbaladizo al estar sumergidos con sólo la cabeza fuera del agua. Me soltó y toqué el fondo nuevamente, ya que mientras me tuvo ensartado en su hermosa verga, estaba como en el aire, aunque estaba en el agua. Me acarició todo nuevamente mientras me decía.

¡Qué culito!… ¡qué divino que estás!… ¿te gustó?

Sí, me gustó mucho, le dije, pero me vas a tener que seguir enseñando a nadar, porque aprendí otra cosa y a nadar no.

Todas las veces que vos quieras, me contestó.

Nos acomodamos los pantalones de baño y salimos a la orilla. Me temblaban las piernas y las nalgas. Nos quedamos tendidos en la arena un rato y luego de descansar un poco, comenzó a acariciarme y a besarme de nuevo, por lo que nos desnudamos y volvimos a entrar al agua. Me puso de frente a él y me abracé con mis piernas a su cintura, tomé su verga, bien dura de nuevo, la puse en la entrada de mi culito y me dejé caer en ella… ¡ah!… de un solo empujón me la metí hasta los huevos otra vez… 

y así, entre quejidos, jadeos, besos y empujones, me echó un segundo polvo bien adentro mío, mientras esta vez me acabé apretado contra su vientre. Ya no dábamos más, por lo que salimos del agua, ya casi de noche, nos vestimos y nos fuimos. Y así empezaron mis clases de natación, las que duraron todo el verano, todos los días. 

Cuando terminó el verano, nos seguimos viendo en su casa, gozando cada vez más. 

No aprendí a nadar, pero sí a coger con todo. Fue mi primer hombre y el que me hizo más feliz de todos los que pasaron después por mi cola, aunque a todos los disfruté enormemente, y hasta el día de hoy lo sigo haciendo, aunque sigo sin saber nadar…

Fin

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