Abandonada, Parte 03

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    Esta publicación es la parte 3 de un total de 4 publicadas de la serie Abandonada
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    Sentí que el tiempo se paralizó por completo. La sangre se me fue a los pies y a mi rostro, el cual sentía al rojo vivo. Mi corazón se estremeció, casi dolorosamente, al escuchar las palabras de mi amiga. Tratando de disimular mi sorpresa, y casi temblando, doy un sorbo a mi taza de té. Volteé a verla. Allí estaba, sonriendo comprensivamente. Creo que ella ya sabía mi respuesta, pero quería escucharla de todas formas. – Bueno… claro que no… es decir… ella… es que…-. No podía articular bien las palabras. Finalmente, cierro los ojos, respiro profundamente y contesto: – pues… creo que… creo que sí. Alicia me gusta-.

    Sandra suspira de alivio. Al observar mi nerviosismo y que estoy a punto de estallar en llanto, toma mi mano, estrechándola. Con eso me calmo un poco, y entonces mi amiga comienza a hablar nuevamente: – Me da gusto, ¿sabes?, me da mucho gusto porque es la primera vez que te veo así: ilusionada, enamorada…-. Levanto mi mirada para verla, siento ya que una lágrima recorre mi mejilla. Sandra continúa: – sólo recuerda: ella es una niña aún, y hay gente que no es tan tolerante al respecto. Debes tener cuidado. En lo personal, creo que Alicia siente lo mismo por tí. Lo ví en sus ojos cuando fuiste a verla-. Toma algo de aire y prosigue: – si crees que ella es la persona correcta para tí, lucha por ello, y sean felices. De hecho, creo que ya eres feliz en éste momento. Nunca te había visto tan contenta y entusiasmada en lo que llevo de conocerte-. Tras tranquilizarme, seguimos conversando un rato más. Al despedirnos, ella me abraza y me dice lo contenta que está de verme así. Ella aborda su vehículo, y despidiéndose con la mano, y con una gran sonrisa en la boca, se retira.

    Entro a la casa, y veo a Alicia en la sala, aún con pijama, jugando con Katy. Me quedo unos segundos viendo tan enternecedora escena, y procedo a únirme en su juego. Tras dejar exhausta a la pobre felina, Alicia me pregunta: – ¿qué tienes Ari?-. Sorprendida, le pregunto el porqué de su pregunta, a lo que ella me responde: – no sé, te ves como más… contenta, más.. bonita-. Sonrío, y le acaricio la mejilla. Luego le pergunto a dónde quiere ir, a lo que, entusiasmada, me responde que quiere ir a comer algo rico.

    Tras bañarse y cambiarse con una falda escocesa y una blusa con cuello y manga corta, subimos al auto. En el camino, recordé mi conversación con Sandra, y cómo Alicia notó mi cambio tras haber reconocido (hacia mí misma) mis sentimientos por ella. Tomo de la mano a mi compañera, y así vamos todo el camino. Ella está visiblemente contenta por ir así. No podía creer lo que me pasaba. Nunca imaginé que algo así pudiera sucederme. Para empezar, Alicia es otra mujer. Siempre salí con chicos, aunque como ya mencioné, nunca sentía la chispa o la emoción por estar en una relación. Nunca creí fijarme en otra pesona de mi mismo sexo… o eso me decía siempre. Como ya dije, solía ser muy buena para mentirme a mi misma, pero en retrospectiva, creo que era algo que se veía venir. Es decir, me excitaba cuando me veía al espejo mientras me vestía, o cuando alguna chica linda pasaba a mi lado, la miraba fijamente, argumentando que veía la clase de ropa que llevada puesta. Es más, en un par de ocasiones, terminé “sin darme cuenta” mirando algunos videos porno. La acción chico-chica era excitante, sobre todo al observar las reacciones de ella, pero debajo del video, en la sección de videos sugeridos, había unos videos lésbicos. Por curiosidad, vi algunos de ellos, y allí estuve un rato, viendo cómo dos (o más) chicas se besaban, se acariciaban tiernamente y se hacían el amor apasionadamente. Tras verlos, terminé sumamente excitada y húmeda. Tanto, que me avergonzé de mi misma y nunca más vi videos pornográficos. Y permanecí en negación acerca de mi sexualidad… hasta hoy.

    Pero eso no era todo. Claro que no. La otra parte es que Alicia es quince años menor que yo. Quince años. Igual no sería problema si ella tuviera veinte y yo treinta y cinco. Pero no, ella sólo tenía doce años. Podía decirse que aún era una niña, sonre todo con lo delgada que era y el busto en desarrollo que tenía. Quizá ni siquiera había menstruado. Aún era muy joven. Tendría que ser cuidadosa si quería mantenerla a mi lado. En ese momento me preguntaba cuáles serían los sentimientos de Alicia hacia mí. Sandra dijo que se veía en los ojos de la niña que así eran. Por ello, al detenernos frente al restaurante, la miro a los ojos. La niña me miró, dulce y tiernamente, y pude ver el amor en sus ojos. Es difícil de describir, pero fue así. Seguimos mirándonos frente a frente, y en eso Alicia se acerca a mí y me da un rápido beso en la mejilla, tras lo cual de inmediato se sienta en el asiento con el rostro encendido y la mirada baja. Sonrío, y mientras la tomo suavemente por la barbilla, y mirándola a los ojos, le digo suavamente: – gracias por el beso-. Ella me dice: – el otro día… el primer día que me quedé contigo… cuando me quedé dormida tras platicarte mi historia… un ángel me dio un hemoso beso en mi mejilla… y ahora quise devolverlo, porque me gustó mucho ese beso-. Me quedé sin palabras. Me quedo mirándola, allí, sentadita, con su angelical carita infantil, con su esbelto cuerpo, sus largas piernas… creo que me estaba enamorando cada vez más de ésta joven chica. La tomo de la mano y la invito a bajar del auto.

    La comida transcurrió sin contratiempos. Alicia sin duda era la más dulce de las niñas que había conocido. Era inteligente, amable, inocente, pero a la vez, usaba palabras que parecían sacadas de algún libro de poemas de amor. Todo eso me encantaba de ella, y cada vez más estaba más abierta a demostrarlo.

    Tras comer, paseamos un rato, tomamos un helado, fuimos a caminar por el jardín principal, fuimos de compras al súper… en fin, cosas cotidianas. Eran ya casi las 10 de la noche cuando llegamos a casa. Nos dirigimos a descansar a la sala y nos sentamos un rato. Tras charlar un rato, tomo de la manita a Alicia, y le digo: – Mija, desde hace unos días hay algo que tengo que decirte…-. La niña levanta las cejas, sorprendida. Continúo: – quiero pedirte disculpas por haberte atropellado esa noche. De veras lo siento. Fui una tonta. Acababa de pelearme con alguien y estaba tan enojada que no prestaba atención a lo que hacía… por favor, disculpame-. La niña se acerca a mí, se acurruca en mi pecho y me dice suavemente: – no te apures, Ari, claro que te perdono, como te dije, el ser atropellada por tí fua algo bueno. Yo creo que Diosito nos puso en el camino de ésta forma. Si eso no hubiera pasado esa noche… nunca te habría conocido… nunca me habría sentido así como me siento ahora…-. Tragando saliva, y movida por las dulces palabras de la niña, le pregunto, mientras le acaricio suavemente el cabello: – ¿y cómo te sientes ahora? -. Alicia sonríe mientras levanta la mirada para verme. – Pues…- contesta, y continúa: – me siento muy feliz contigo Ari, me gusta mucho estar contigo, me gusta mucho salir contigo… me gusta mucho…- .

    En ese momento no pude más. Interrumpo a la niña mientras la tomo suavemente de su barbilla y acerco su rostro al mío. Ella se sorprendió, pero creo que entendío lo que estaba sucediendo, porque de inmediato cerró suavemente sus ojos. Acercamos nuestos rostros cada vez más, hasta fundirnos en un bello beso. El sentir sus labios contra los míos era la sensación más maravillosa de todas. Nunca había sentido esto al besar a mis “novios”. No. Los labios de la niña eran suaves, cálidos, delicados. Comienzo a acariciarle su cabello mientras nos besamos. No necesitamos palabras. Alicia sólo imitaba mis movimientos para perfeccionar nuestro primer beso. Con mis labios abría ligeramente los de ella, mientras los acariciaba con mi lengua. Ésto pareció excitarla pues se estremieció un poco. Yo misma me estaba excitando ante tan embriagante experiencia. Suavemente introduzco mi lengua en su boca y busco ansiosa su propia lengua, y tras hallarla, comienzo a lamerla y chuparla suave y delicadamente. La niña comenzó a gemir y lleva su mano a mi cintura, acariciándo suavemente mi cadera. Era una experiencia totalmente nueva para mí. Me sentía en trance, en éxtasis. No podía creer que estuviera pasando ésto. Mi cuerpo parecía actuar por sí mismo. Comenzé a acariciar la espalda de Alicia, así como sus caderas, y empecé a besarle el cuello y los hombros. Cuando volteaba a verla, ella se encontraba sumida en su propio éxtasis, jadeando, con los ojos cerrados, mordiéndose el labio en señal de placer.

    Me sentía ardiendo. Mi vulva estaba lubricando como nunca antes. Apretaba mis muslos uno contra el otro para tratar de satisfacer el ansia de placer, en vano. Nos separamos un momento, jadeando, y es cuando ella me dice: – Te amo Ari -. Contuve las lágrimas, pues a pesar de que eran lágrimas de alegría, no quise arruinar el momento ni asustar a la niña. Finalmente le digo: – y yo a tí Alicia, te amo -.

    Reanudamos así nuestros besos y caricias. La niña se sienta en mis piernas, con los rostros frente a frente. Alicia comenzó a besarme el cuello, con lo cual me estaba llevando al límite. Mientras lo hacía yo empezé a acariciar sus piernas, sus muslos, mientras llevaba mis manos cada vez más y más arriba, por debajo de su falda. Alicia estaba lamiendo mi cuello. Me sorprendí de que ella supiera de ésto, pero luego me contaría de que vió algunas cosas en la vecindad, como algunos chicos teniendo relaciones con las muchachas de allí. En eso, Alicia sume su rostro en mi escote, entre mis pechos, y comienza con una mano a masajear suavemente uno de ellos por encima de mi blusa. Mis manos van recorriendo sus muslos hasta llegar a sus nalgas. En eso me percato de que está usando la tanga que le obsequié. Al notar mi cara de sorpresa, Alicia se ríe pícaramente con una de sus manos cubriendo parcialmente su boca, cosa que me encendió aún más.

    Procedo así a acariciarle sus suaves nalgas. Me sorprendió lo firmes y redonditas que estaban, a pesar de estar tan delgada. Supongo que era su encanto escondido. Comienzo a recorrer la tela de la tanga, la cual estaba ya húmeda en la zona que cubria su más íntima zona. La niña estaba excitándose más y más, al punto de que decide bajarme la blusa junto con el sostén, sacando uno de mis grandes senos. La niña se retira un poco, y decide sacar el otro también. Se retira y se queda sentada en mis rodillas unos instantes, contemplando mis desnudos senos, con mis grandes areolas rosadas y mis pezones erectos como nunca en mi vida. La niña se muerde el labio, y con voz suave me dice : – me encantan tus pechos Ari -. – Entonces disfruta de ellos mija – le respondo con mi voz entrecortada por la adrenalina del momento. La niña comienza a sobar con las yemas de sus dedos mis pechos, acaricia suavemente mis pezones, los pellizca tiernamente, y finalmente acerca sus labios a ellos, con su lengua de fuera.

    Casi siento un orgasmo al sentir su húmeda y cálida lengua en mis pezones. No creí que mis pechos fueran tan sensibles. Empieza a chupar mis pezones, primero con suavidad, y luego con ansias y mucha pasión. Yo estaba gimiendo a viva voz, acariciando las nalgas de mi compañera, sobándo por encima de su tela húmeda sus genitales. En eso, tratando de detener un poco la intensa estimulación del momento, la invito a mi habitación.

    Caminamos hacia mi cuarto, yo iba aún con los senos de fuera. Al llegar, Alicia se sorprende: -Es la primera vez que entro a tu cuarto… es muy lindo-. Tras decir eso, nos arrojamos a la cama. Comienzo a quitarme la blusa y el sostén, así como mi pantalón, quedando sólo con una tanga negra de hilo dental. Ella hace lo mismo: comienza a quitarse la blusa, quedando sólo en sostén. Tras ello, se desata la prenda poco a poco, dejando así que vea su lindo pecho en desarrollo. Así, me acerco a sus pequeños senos, y comienzo a besarlos, a lamerlos, a chuparlos. Era increíble cómo cabía en mi boca un pecho completo, y era muy excitante el ver a Alicia reaccionar ante mis caricias. Nos recostamos una al lado de la otra, besándonos en los labios. Alicia está ocupada acariciando con sus manitas mis senos, mi abdomen, mi espalda. Comienza a acariciar mis nalgas. Yo respondía con caricias similares por todo su hermoso cuerpo. En eso, mi mano se halla ya por encima de su pubis. Estaba por dar un gran paso. La niña estaba sumamente excitada, por lo que procedo a meter mi mano bajo su tanga y acariciarle su vulva.

    Mi corazón palpita con fuerza al sentir su cálida vulva. Sus labios aún eran los de una niña, sin ningún vello aún. Su humedad es extraordinaria. Con mis dedos comienzo a localizar su clítoris, el cual se escondía tímidamente entre sus labios. Finalmente, lo encuentro, y con movimientos suaves y rápidos, procedo a estimularlo. La niña gemía de placer y se retorcía de gusto. Comienza a besarme más apasionadamente, a la vez que acerca su mano a mis genitales, deslizándo su manita lentamente por debajo de mi tanga. Al sentir su mano, siento un delicioso escalofrío en mi cuerpo. Sus suaves manos localizan mis genitales, adornados por un coqueto corte con sólo una línea de vello. Ella comeinza a sobar mi vulva y mi clítoris, el cual está por estallar. Así duramos un rato, masturbándonos mutuamente mientras nos besábamos.

    Tras unos momentos, siento que ya no puedo más. Mi orgasmo es inminente. Es quizá la primera vez que siento uno. Siento que la sensación es cada vez mayor. Pero al abrir mis ojos, veo que Alicia está muy sonrojada, retorciéndose de placer. Su propio orgasmo está cerca. Decido que tengo que esperar a que ella termine primero, pero es muy difícil. Finalmente, cuando creía que había alcanzado mi límite, Alicia se despega de mis labios, gimiendo de placer, dejando salir una abundante y cálida humedad de su infantil vulva. Con ello, yo misma dejo salir mi orgasmo, mojándome como nunca en mi vida, gritando del más satisfactorio placer que halla sentido.

    Acostadas, jadeando, tomadas de la mano, Alicia me pregunta: – ¿Fue tu primera vez?… porque yo nunca había hecho algo así… y la verdad fue lo más hermoso que he sentido en mi vida -. Sonrío, la beso y le digo con suavidad: – sí cariño, fue mi primera vez… y también fue maravilloso para mí-. Tras eso, nos besamos nuevamente, cada vez más apasionadamente. Comienzo a besarla más y más, recorriendo su cuello, sus senos, su ombligo… le beso sus piernas, sus caderas, sus ingles… Finalmente, coloco mi cara frente a su enrojecida vulva. Su olor era fascinante, delicioso, me excitaba de sobremanera su fragancia. Inhalo profundamente hasta llenarme de su aroma. Tras ello, le separo con mis dedos sus labios, dejando al descubierto su tímido clítoris y su pequeña abertura vaginal. La niña me observa con mirada perdida, totalmente embriagada de placer. Con la punta de mi lengua comienzo a lamer su vulva. El sabor era increíble. Yo misma me sentía escurrir aún sin ser estimulada. La niña gime más y más fuerte por la deliciosa sensación que cruzaba por su cuerpo. Finalmente, su cuerpo se tensa, deja salir un apagado grito de placer, y con sorpresa, siento que un chorro de líquido llena mi boca, la cual seguíe pegada en su vulva. La niña tuvo un orgasmo tan intenso que la hizo eyacular. Ésto me excito demasiado y yo misma sentí un orgasmo. Tras recuperar el aliento, Alicia se sienta, me acuesta y se coloca entre mis muslos y dice: – Ahora me toca -.

    Sus movimentos de lengua eran rápidos, audaces, ansiosos. Volteé a mirarla, y la observé lamiéndo mi vulva, con los ojos cerrados, saboreando cada centímetro y cada gota de mis jugos. Siento una nueva sensación, similar a querer orinar. No sé que hacer, el estímulo de Alicia es demasiado intenso, y dejo salir todo: un grito, mi orgasmo, mi propia eyaculación. Cuando recupero el aire, veo que Alicia está sentadita, sonriendo ampliamente, con la cara llena de mi néctar. Nos besamos apasionadamente, en eso, decido intentar algo que ví en mis andadas por cierta página de videos sexuales.

    Siento a la niña frente a mí, le separo las piernas, y haciendo yo lo mismo, me acerco a ella hasta que nuestras vulvas entran en contacto una con la otra. Creo que por instinto, Alicia comienza a mover sus caderas. Yo hago lo mismo. La sensación de su húmeda y ardiente vulva contra la mía es increíble. No sé cuantos orgasmos más tuvimos al hacer eso. No sé cuántas veces más eyaculamos. Al final, exhaustas, sobre las sábanas empapadas de nuestros jugos, nos acurrucamos, y tras darnos un tierno beso, caímos dormidas sin darnos cuenta.


    Continuará

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