El relato erótico "Cuidando a Tanya, Parte 03" es un texto de ficción, ni el autor ni la administración de blogSDPA.com apoyan los comportamientos narrados en él.
No sigas leyendo si eres menor de 18 años y/o consideras que la temática tratada pudiera resultar ofensiva.
- Cuidando a Tanya, Parte 01
- Cuidando a Tanya, Parte 02
- Cuidando a Tanya, Parte 03
- Cuidando a Tanya, Parte 04
Llegó la hora de la cena y llamé a “mi” niña.
“¿Lista para cenar?”
“Sí, muero de hambre.”
Cenamos juntos, ambos desnudos. Me gusta andar desnudo cuando estoy solo, pero al estar Tanya hacían las cosas mucho más interesante. ¡Y ella lo disfrutaba!
Después de cenar, miramos un rato la TV con Tanya sentada en mi regazo. Al acurrucarse hizo que una parte de mi cuerpo comenzara a crecer. Tanya lo notó y empezó a frotar su traserito.
Se recargó y con su mano tomó mi pene y lo acomodó entre sus vulvita. Sentía sus pliegues acariciarme a lo largo de mi pene.
“¡Mira, soy un chico ahora!”
Tomó con firmeza mi pene y comenzó a masturbarnos a ambos de forma efectiva. Tuve que decirle que se detuviera pues haríamos todo un lío.
“Oh, se nota que te gusta. ¡A mí también!”
Pensé que estaba en el Cielo…. Nunca en mi vida experimenté algo así; ¡¡mi sobrina de cinco años estaba acariciando su puchita y afirmaba que le gustaba!!
“Vamos, tomemos un baño,” le dije.
“¡Sipi!” Brincó de mis piernas dejando mi pobre pene abandonado. Aún no podía creer lo que estaba sucediendo entre ese preescolar y yo.
Subí las escaleras y encontré el baño cerrado.
“Espera, estoy en el WC”
Esperé.
“Puedes entrar ahora.”
Entré y la encontré cerca de la ducha. Ambos entramos a disfrutar del agua caliente y empecé a bañar a la pequeña. La bañe a fondo, hasta dentro de su anito. Tanya separó las piernas para que pudiera meter más mi dedo. Pero decidí que podíamos seguir más al rato. Le dije que era su turno de lavarme e hizo un gran trabajo lavando mi pene y mis testículos.
Después nos enredamos en las toallas y nos fuimos a la recamara.
“Ahora, ¿qué haremos?”
“Seguimos divirtiéndonos, ¿qué te parece?
“¡Sí!” Susurró en mi oído, “¿Vas a volver a chuparme ahí abajo?”
“A lo mejor. Tal vez más si tú quieres.”
La recosté en la cama. Abrí un cajón y saqué un tubo de lubricante.
“¿Qué es esto?”
Sabía que preguntaría pero sólo quité la tapa y le pedí que abriera las piernas. Ella lo hizo, revelando su pequeña vulva. Cuando dirigí el tubo más abajo ella me miró perpleja.
“¿Qué es eso tío?”
“Pronto los sabrás. No es nada peligroso.”
Apliqué una buena cantidad entre sus nalguitas y empecé a masajear su agujerito. Apliqué presión y entró casi sin esfuerzo. Tanya jadeó cuando sintió mi dedo invadirla. Formó una “o” con su boca y comprendió la razón del lubricante. Le metí por completo mi dedo y ella soltó un sonido de satisfacción.
“¡¡Tío Don!! Eso se siente tan rico. Más por favor…”
Comencé a meter y sacar mi dedo sintiendo como su ano se relajaba.
“¿Más, Tanya? ¿Quieres otro dedo dentro de tu agujero?”
“A lo mejor… se siente tan bien…”
Apliqué más lubricante y con cuidado empujé un segundo dedo junto con el primero. Despacio empujé ambos dedos dentro de la chiquilla.
“Ahhhhh…ahhhhhh… ahhhhh… ¿que… estás… haciendo?”
La respiración de Tanya estaba entrecortada mientras su ano era abierto.
Mantuve quietos ambos dedos dentro de la niña de cinco años.
“¿Duele?”
“Ahh… no… sólo se siente…. Tan… lleno”
Saqué los dedos casi en su totalidad y luego volví a meterlos hasta el fondo. Tenía una mirada de incredulidad. Estaba pasmada pero no incomoda.
Hora del dedo número tres. Le apliqué más lubricante y toqué su anito abierto.
“¿Otro, cariño?”
Me miró sorprendida. Y simplemente asintió. No dolía en lo absoluto sólo resultaba ser el sentimiento más extraño que hubiera tenido. Como si estuviera haciendo una bien grande pero al revés. Era tan sucio, pero se sentía tan bien.
El dedo número tres hizo su trayecto dentro de la niñita hasta que estuvo bien adentro. Sólo cuando se detuvo empezó a respirar.
“Debo… debo ir al baño.”
“No pequeña, acabas de ir. Sólo relájate y disfruta.”
Tanya relajó sus tensos hombros cerró los ojos y descansó su cabeza en la cama. No moví mis dedos por un rato y entonces abrió los ojos.
“¿Están… tres dedos… en mi colita?”
“Sí cariño y se ve increíble.”
“Quiero ver.”
Tomé un pequeño espejo y le di el ángulo correcto para que Tanya pudiera ver lo que le estaba pasando.
Ella se sorprendió al ver su vulvita abierta y debajo su ano muy estirado con tres dedos dentro.
“Wow, se siente bien lleno. Tienes tres dedo dentro de mí.”
“Te lo dije. ¿No me creías?”
“En realidad no. No duele para nada.”
“Tu agujerito puede estirarse bastante…”
“Sí… mi colita está bien grande. Se siente tan extraño… ¿los mueves un poco?”
Con el espejo de forma que pudiera ver saque y metí los dedos un poco.
“Se siente raro pero definitivamente se ve más raro.”
Ella tenía razón. Cuando sacaba los dedos parecía que su agujero tratara de absorberlos de nuevo. Cuando los metía el anillo desaparecía entre sus nalguitas firmes.
Moví los dedos un poco más rápido dentro y fuera de la colita lubricada de mi sobrinita. Parecía disfrutar el tratamiento y su respiración se sincronizaba con mis movimientos. Era todo un espectáculo.
Una chiquilla de cinco años no más de 1.20 mts. De alto con sus piernitas bien abiertas y entre su firme traserito metidos hasta el fondo tres dedos de un adulto. Gemía mientras sostenía sus piernas separándolas lo mayor posible. Sus ojos estaban cerrados y su boca abierta mientras se mecía de atrás hacia adelante.
Se veía tan pequeña, inocente y sexy.
Paré mis movimientos y despacio saqué mis dedos. Abrió los ojos.
“Tío, ¿por qué los sacaste?”
“Me preguntaba si podíamos tratar algo diferente… tú sabes todo acerca del sexo, ¿verdad?”
“¿Quieres decir el tener hijos?”
“Bueno… algo así”
“No puedo hacer eso… Soy muy chica para tener hijos y aparte no quiero tenerlos.”
“No me refería a eso precisamente. ¿Sabes lo que hacen las personas que quieren tener hijos?”
“Aja. Es cuando el hombre mete su cosa dentro de, eh… aquí.” Señaló su vagina.
“No puedo meter nada acá, tío. Aún está muy chica.”
“Lo sé cariño. Nunca lo haría, por lo menos hasta que crezcas más. Pero me preguntaba…”
“¿Qué tío Don? Preguntó calmadamente.
“Cuando la gente tiene sexo y el hombre le mete el pene a la mujer, ambos sienten muy rico… ¿me entiendes?”
“Creo que sí.”
“Para el hombre es como cuando lo hiciste esta mañana con tus manos, sólo que más rico.”
“Sí, eso fue divertido.”
“Cuando el pene entra en una vagina se siente mucho mejor pues la vagina le da unos apretoncitos muy ricos.”
“¡Mi vagina es muy pequeña para tu pene!”
“Lo sé y eso no quiero hacerlo. Dolería bastante. Pero, ¿no te imaginas otro lugar para meterlo?” La miré sonriendo.
Pensó por un instante.
“¿Te refieres a mi colita?”
“Exactamente. Para mí sería fantástico y por lo que he visto a mi niña también le gusta que jueguen con su colita.”
“Oh” Hizo cara de sorprendida y volteó a mi pene y luego a mis tres dedo tratando de comparar tamaño.
“Es más grande que tus dedos… no sé si mi colita es lo suficientemente grande para eso.”
“Todo depende de ti. De todas maneras podemos parar en el momento que tú lo decidas.”
Tanya no sabía qué hacer. Sin embargo la idea la emocionaba. Y después de todo sí le había gustado cuando los dedos estuvieron dentro de ella.
“¿Te gustaría meter tu pene en mi colita?”
La pregunta resultó increíble… imagínate, una niña de cinco años pidiendo que la penetre analmente…
“Oh Tanya, ¡me encantaría!”
“Ok, tratemos. Pero solo si eres bien cuidadoso. Si digo que paremos, paramos, ¿ok?”
“Por supuesto. ¿Quieres tratar ahora?”
“Sí.”
Una respuesta simple pero que me iba a cumplir mis mayores sueños. La pequeña no había empezado a ir a la escuela y sin embargo ahí estaba queriendo que le metiera mi pene en su colita.
Me recosté junto a ella y le dije que quería que ella se sentara encima de mí, así tendría todo el control. Se le hizo buena idea.
Tomé el lubricante y le apliqué una buena cantidad a mi miembro. Luego se lo di a Tanya para que se aplicara un poco. Me miró un poco avergonzada pero separó las piernas y se aplicó un poco en su anito. Cada vez me excitaba más.
“Cuando estés lista.”
Me miró sin saber a ciencia cierta que hacer pero se acercó. La levanté y la puse encima de mi pene. Ella separó las piernas y mi pene se frotó sobre sus labios. No puede resistirme y la froté varias veces. Le dije que ajustara su posición para que el pene estuviera en línea con el culito. Mientras alcancé a tocarlo y metí un poco mi dedo para poderlo relajar un poco.
“¿Lista Tanya?” tomé mi pene y lo puse donde había estado mi dedo. Me detuve un momento con la punta descansando sobre su agujerito rosadito y pequeño.
Tembló un poco y soltó un pequeño “oh”. Luego asintió soltándola entonces y dejando que ella tomara el control. Con una mirada de concentración empezó a empujar.
Tomó mi pene y ajustó su posición. Sentí la apertura de su agujerito y supe que estaba alineado correctamente.
Otra empujadita y sentí como se abría un poco. Tanya respiró profundamente y me di cuenta de que también lo había sentido. Empujó de nuevo. Nada pasó. Tanya se concentró más y unos dos centímetros entraron. Su mirada cambió a una mirada de horror mientras su anito se abría y la cabeza de mi pene entraba.
“Oh….está…. ¡está dentro de mí!”
Su respiración entrecortada al sentir su ano siendo abierto inmensamente. Lo detuvo ahí mientras su respiración se normalizaba. Su cara reflejaba una gran sorpresa, su boca y ojos bien abiertos. El sentimiento era exquisito. Su ano me apretaba mi pene con gran fuerza drenando casi por completo la sangre.
“¿Estás bien?”
“S…sí. Mi agujero está… tan grande, tío Don.” Y en eso ella volvió a empujar. Sentí el anillo interior como daba paso a mi glande y unos centímetros más entraron. Esto hizo que pegara un grito.
“¡¡Ahhhh!! ¡¡Ohhhh!! ¡¡Auch!!” Sus lágrimas comenzaron a rodar. Se dio cuenta de músculos que no sabía que tenía ahí dentro. Había ido demasiado rápido, pero sorprendentemente no se retiró. Después de un minuto la sonrisa volvió a su rostro.
“Eso le dolió a mi colita. Pero luego se calmó… ya no me duele.”
“Creo que mejor nos detenemos.”
“No. Se siente tan grande… y tan bien. Mi colita está tan llena.” Relajó sus piernas y empujó un poco más. “¡Tío! Lo siento dentro de mi pancita. ¡Hace cosquillas!” Casi medio pene estaba dentro de ella. Se detuvo por unos momentos con una mirada salvaje. Y en eso empezó a moverse hacia arriba y hacia abajo. ¡¡Ahora si la estaba penetrando tal como se debe!! No puedo describir la sensación de tener su pequeño recto frotándose alrededor de mi pene, sólo que si hubiera muerto en ese momento hubiera muerto como un hombre muy feliz.
Después de un rato sus piernas se empezaron a cansar y la posé sobre su espalda empujando sus rodillas sobre su pecho a lo que inmediatamente las tomó manteniéndose bien abierta.
Empujé un poco y Tanya respondió con unos gemidos.
Ahora podía ver bien lo que pasaba ¡y que vista!
Su puchita estaba bien abierta y se podía ver su vagina que no era más grande que la punta de un cerillo y debajo sus firmes nalguitas lo más separadas posible, entre ellas una línea carnosa que iba hasta su anillo rojo. Cuando empujaba todo lo que podía ver era un garrote incrustado en ella y cuando lo sacaba el anillo salía mostrando que estirado estaba alrededor de mi pene.
Nada de vello por ningún lado, y así permanecería por otros seis o siete años…
Yo era de tamaño estándar pero ella me hacía ver como un gigante. Cuando empujaba podía llegar a ver su pancita crecer.
Empuje un poco más hasta que Tanya se quejó y me dijo que no lo metiera más, pero por mí estaba bien. Era maravilloso ver su cuerpito y carita angelical y sentir esa presión alrededor de mi pene. No pude aguantar más y exploté. Por la gran presión pude de hecho sentir como la llenaba, como si estuviera orinando interminablemente dentro de ella hasta que paró.
Traté de recuperar el aliento y recobré los sentidos cuando habló.
“¿Puedes sacarlo, tío? Me duele mi colita.”
Fui sacándolo y me asombró ver como aún estaba duro. Cuando el glande salió dejó su ano abierto por un rato. Luego fue cerrándose dejando escapar un poco de semen. Me acosté a su lado mirándola con admiración.
“Cariño, esta ha sido la mejor experiencia de mi vida. ¿Cómo te sientes?”
Me regalo una sonrisa. “Se sintió como si hubiera tenido dentro una pierna, pero la mayor parte del tiempo se sintió rico. Está adolorido, voy al baño.”
Estuvo bastante tiempo en el baño pero por fin escuche cuando jaló el WC y se lavó las manos.
Entró en la recamara.
“¡Me duele! Toda la cosa blanca salió pero ¡casi no me pude limpiar!”
“Déjame traer algo que te hará sentir mucho mejor”
Encontré crema con anestesia. Le pedí que se recostara boca abajo. Separé sus nalguitas y le aplique sobre su anito. También apliqué un poco dentro dándome cuenta que aún se sentía abierto. Pero no había señales de sangre ni daños.
Le di una palmadita y le aseguré de que en la mañana estaría bien.
“Mmmm… mucho mejor tío.”
Nos abrazamos.
Ya me estaba quedando dormido.
“Tío.”
“¿Sí, cariño?”
“Sabes, me gustó tener tu pene dentro de mi colita. Me gusta también estar así abrazados. Te amo.”
“Yo también, duerme.”
Tomó mi mano y la colocó entre sus piernas. Con mi dedo acaricié desde su clítoris hasta su vagina. Me di cuenta de que estaba bastante húmeda. Tanya suspiró mientras la masturbaba.
Continuará