Aventuras pornográficas de pedófilos, Parte 02 (de CuPed)

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Esta publicación es la parte 2 de un total de 2 publicadas de la serie Aventuras pornográficas de pedófilos
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—¡Todos a sus lugares!—, gritó Jack. —¡Grabemos todo en una sola toma! ¡Cámara corriendo… y acción!

—Entonces, Helen, ¿ya estás de vuelta? —dijo George con severidad. El hombre mayor estaba recostado contra su escritorio. Helen estaba sentada en una silla frente a él, con la mirada baja y con expresión asustada—. ¡Es la tercera vez esta semana!

—Lo siento, señor Jeffers—, respondió Helen con un tono de tristeza. Jack sonrió ante el buen trabajo que estaba haciendo la chica. ¡Sonaba perfecta!

—¡Esta vez no será suficiente con disculparme!—, afirmó George con firmeza. —Tres veces esta semana, dos la semana pasada. He intentado castigarte y suspenderte dentro de la escuela. ¡Me temo que es hora de llamar a tus padres!

—¡No, por favor! —suplicó Helen mirando al hombre mayor a los ojos—. ¡Papá me matará si se entera!

—Me temo que no me dejas muchas opciones, señorita —dijo George sin ceder ni un ápice—. Ya te lo he dicho antes, ¡esta es una escuela apropiada y exigimos un comportamiento apropiado! ¡No podemos permitir que estés en el bosque con esos niños pequeños enseñándoles tus bragas! ¡Sobre todo no para que puedas conseguir unos postres extra en el almuerzo! ¡Simplemente no lo vamos a tolerar!

—¡Le prometo que no lo volveré a hacer!—, suplicó Helen. —¡Pero por favor no se lo diga a mis padres! ¡Papá me matará y luego mamá me matará otra vez!

—Ya has hecho esa promesa antes, jovencita —afirmó George con severidad—. Pero entiendo que no quieres que tus padres lo sepan —agregó, aparentemente cediendo.

—¿No se lo dirá? —preguntó Helen, con la voz reflejando la dosis justa de esperanza.

—Eso depende de ti —dijo George con los ojos entrecerrados y un tono astuto en su voz—. ¡Tendrá que haber un castigo! Pero si aceptas un castigo especial, entonces supongo que podemos evitar decírselo a tus padres esta vez.

—¡Aceptaré el castigo! —dijo Helen, aliviada—. ¡Siempre y cuando papá y mamá no se enteren!

—Muy bien—, dijo George, con una expresión severa en el rostro. Se dio la vuelta y presionó un botón en una pequeña caja que estaba sobre su escritorio. Jay captó la sonrisa lasciva que se dibujó en su rostro, que el niño de seis años no vio, mientras decía: —Marla, ¿podrías venir aquí, por favor?

Joyce entró al plató a través de una puerta que se encontraba detrás de Helen. Se detuvo para simular que la cerraba con llave y dijo: —¿Sí, señor Jeffers?

—La joven Helen ha decidido aceptar un castigo especial en lugar de que se lo digan a sus padres—, afirmó George. —Parece que le gusta mostrar sus bragas y lo que tiene entre las piernas a los chicos de aquí. Así que ahora tiene que pagar el precio.

—Ya veo—, afirmó Joyce dándole a la joven una mirada de desaprobación.

Helen se movió incómoda en su asiento mientras la mujer la miraba fijamente. —¿Q-qué tipo de castigo recibiré?— preguntó Helen nerviosa.

—¡Primero, unos azotes! —dijo George, levantándose y tomando a la preadolescente por el hombro. La levantó de la silla, la movió hacia donde él se había apoyado contra el escritorio y le ordenó: —Inclínate hacia aquí. Mientras Helen se movía de mala gana para obedecer, Joyce tomó el asiento que Helen había dejado libre, deslizándolo hacia adelante para quedar justo detrás de la niña.

—Por favor, no tan fuerte —suplicó Helen. Se quedó sin aliento cuando George la empujó y la tumbó boca abajo sobre el escritorio.

—Marla, si pudieras hacerme el honor, por favor —dijo George mientras sujetaba firmemente la mano de la niña sobre el escritorio.

Helen volvió a jadear cuando sintió que su falda se levantaba sobre su espalda. —¿Q-qué estás haciendo?—, preguntó con miedo. Jack volvió a sonreír ante el excelente trabajo actoral que estaba realizando la pequeña de seis años.

—Como te gusta tanto presumir, ¡aquí es donde te darán los azotes!—, afirmó George, aparentemente apretando su agarre para mantener a la chica firmemente sobre el escritorio. George asintió con la cabeza a Joyce y la mujer agarró las bragas transparentes de la preadolescente y las tiró al suelo con un movimiento rápido.

—¡Oye! —jadeó Helen—. ¡No puedes hacer eso!

—¿Ah, no? —preguntó George—. Supongo que tienes razón. Será mejor que llames a tus padres —continuó con crueldad.

—¡No! ¡E-está bien! —gritó Helen.

—Entonces cállate y acepta tu castigo como una niña grande —dijo George con severidad. Sin que la preadolescente los viera, tanto Joyce como George tomaron las bragas de Helen y las sostuvieron hasta sus narices, inhalando profundamente. —Ahora es el momento —afirmó George. Mientras lo hacía, bajó la mano con fuerza y ​​​​le dio una palmada a la niña en el trasero. —¡Ay! —gritó Helen.

—¡Corten!—, gritó Jack. Ray y Bob detuvieron las cámaras mientras George y Joyce miraban de reojo. —George, tensa los dedos un poco. Necesito que el azote haga más ruido. Dale una buena nalgada y luego pasa a la fiesta—. George asintió con la cabeza en señal de comprensión. —¡Bien, acción!—, gritó Jack.

George bajó la mano una vez más, esta vez emitiendo un sonido mucho más satisfactorio y provocando un —¡Ay!— ligeramente más fuerte de Helen. Pero esta vez no apartó la mano. George comenzó a apretar y acariciar la nalga de la joven mientras le preguntaba: —Ahora, ¿vas a mostrarle esto a más chicos?—

—No—, gritó Helen.

—No te creo —respondió George, sin dejar de mover las manos sobre el trasero de la chica—. ¿Te dolió ese golpe? —preguntó.

—¡Sí, me dolió! —respondió Helen con voz estridente.

—Ya sabe, señor Jeffers —interrumpió Joyce, uniendo su mano a la de la chica, pero Helen empezó a retorcerse—. Tal vez el dolor no sea la respuesta en este caso.

—¿Qué quieres decir? —preguntó George con voz desconcertada.

—Es solo que Helen no ha reaccionado bien al dolor. Tal vez lo opuesto al dolor la ayude a ver la luz.

—¡Qué idea más interesante! —dijo George con una sonrisa lasciva—. Dime, Helen. ¿Lo que estamos haciendo ahora te hace sentir mejor que la nalgada?

—S-sí —respondió Helen vacilante.

—Hmm, Marla, puede que tengas razón —dijo George mientras la mano que sujetaba a Helen acariciaba su espalda mientras la otra le acariciaba el trasero—. Ya que fue tu idea, ¿qué tal si una vez más haces tú los honores?

Joyce sonrió radiante y dijo: —¡Por supuesto, señor Jeffers!—. Luego, Joyce se inclinó hacia delante y lamió toda la longitud de la húmeda hendidura del preadolescente.

Helen se sacudió como si le hubieran disparado y dijo: —¡Oye! ¡Espera! ¿Qué estás… oh… qué me estás haciendo? Ohhhhhhh mmmmmmmmm.

—Se siente bien, ¿no?—, le preguntó George a la chica que gemía mientras Joyce se ponía a trabajar en su coño con seriedad. Helen no respondió, simplemente comenzó a gemir más. Al mirar la escena en vivo y el monitor que estaba a su lado, Jack pudo ver que Bob estaba tomando excelentes fotografías de la lengua parpadeante de Joyce mientras trabajaba a la chica.

George comenzó a mover cosas sobre el escritorio y luego giró a la quejosa niña de seis años para que quedara boca arriba. La deslizó hacia atrás sobre el escritorio hasta que su cabeza quedó colgando. Joyce no se perdió ni una lamida mientras George la movía. Una vez que la preadolescente estuvo en posición, George se movió para sentarse en la silla del otro lado del escritorio y miró profundamente a los ojos vidriosos de Helen.

—Nunca supiste lo bien que te podías sentir ahí abajo, ¿eh? —le preguntó George a la niña. Helen sacudió la cabeza de un lado a otro—. Te vamos a mostrar muchas cosas buenas. Te estamos haciendo sentir bien, pero tú también nos harás sentir bien a nosotros —le informó George. Luego se acercó y besó a la niña. Ray captó la acción a la perfección cuando George metió la lengua en la boca gimiente de la niña de seis años. Mientras George besaba profundamente a la excitada niña, su mano derecha se movió hacia su camisa, donde comenzó a desabrochar los botones.

Mientras George le abría la camisa, Jack miró hacia la cámara de Bob. Joyce se había inclinado hacia atrás para darle a la cámara una vista excelente del coño sin vello de Helen. Su raja estaba roja e hinchada y brillaba por la humedad. Helen respiraba rápidamente y su pequeño clítoris se movía hacia adelante y hacia atrás mientras se tensaba y se relajaba. La mano de Joyce bloqueó la maravillosa vista cuando dos dedos comenzaron a frotar el clítoris de Helen, haciendo que la niña de seis años gimiera una vez más. Joyce comenzó a frotar a la niña, frotando furiosamente su pequeño bulto, la mano se volvió borrosa. Helen se retorcía como si estuviera sentada en un hormiguero. Entonces, el rostro de Joyce apareció a la vista cuando una vez más comenzó a lamer a la preadolescente.

Mientras Joyce volvía a lamer, George se inclinó hacia atrás y atrapó la mirada de Helen. —Dime algo, niña —ordenó George con firmeza—. Cuando estabas en el bosque con esos chicos, no eran solo ellos los que te miraban, ¿verdad? También te gustaba mirar lo que tenían en sus pantalones, ¿no?

Helen dudó antes de asentir.

—¿Te gustó ver esos penes de niño? —Asintió de nuevo—. Bueno, creo que ya es hora de que veas la versión para adultos —dijo George mientras se ponía de pie. Comenzó a desabrocharse los pantalones, liberando su pene de siete pulgadas de su confinamiento. Los ojos de Helen se abrieron de par en par cuando el pene del hombre mayor apareció a la vista, firme en su gloria—. Un poco más grande que el que viste en el bosque, ¿eh?

—S-sí—, tartamudeó Helen antes de lamerse los labios.

—Ahora vas a aprender cómo hacer que se sienta realmente bien—, afirmó George moviendo su pene hacia la cara de la chica.

Jack se dio cuenta de que la pequeña ansiosa estaba lista para recibirlo. A Helen le encantaba chupar pollas. Era una de sus especialidades. Aunque solo tenía seis, ya podía tragar un pene hasta el fondo, siempre que no fuera demasiado grande. Los dieciocho centímetros de George eran lo suficientemente delgados como para que no tuviera problemas.

Sin embargo, que ella agarrara la polla frente a ella no encajaba con la escena. —Recuerda, se supone que debes ser reacia—, gritó Jack. —Quiero que intentes darte la vuelta cuando él la ponga en tus labios. George, cuando ella intente darse la vuelta, quiero que pongas tu mano derecha sobre su garganta y agarres su nuca. Usa tu mano izquierda en la parte superior de su cabeza para darle la espalda hacia ti. Helen, quiero que pongas tu mano izquierda contra la parte superior de su pierna e intentes empujarlo hasta que consiga un par de buenas embestidas, luego muévela lentamente para ayudarte a ponerte sobre su polla.

La pareja se movió para hacer lo que se les ordenaba. Cuando la polla de George se acercó a los labios de la joven, Helen comenzó a girar la cabeza. George movió las manos como le habían ordenado, improvisando: —No, no, niña, es un poco tarde para eso. Ahora abre esos lindos labios y hazme sentir bien—, mientras volvía la cabeza hacia su hombría que se acercaba. Los labios de Helen se separaron como si fuera a decir algo, pero George empujó sus caderas hacia adelante, metiendo su polla en la boca de la chica. La mano de Helen voló hacia la pierna de George y parecía estar tratando genuinamente de apartarlo, pero el firme agarre de las manos del hombre se lo impidió. George folló su polla en la boca de la chica cuatro veces, luego el rostro de Helen se calmó y su mano se movió lentamente hacia la parte posterior de la pierna de George y sus mejillas se hundieron hacia adentro mientras la preadolescente se ponía a hacerle una mamada.

Jack sonrió ante la escena que había dirigido. Se veía fantástica en el monitor, una ilusión de fuerza fantástica para darle emoción al cliente. ¡Era muy sexy! Jack dejó la acción en el set durante dos minutos, George cogiendo la boca de la niña de seis años mientras Joyce hacía sonidos lascivos entre sus piernas. Después de juzgar que había pasado suficiente tiempo, Jack ordenó: —Está bien, Joyce, la siguiente linea, por favor.

La cámara de Bob se acercó al rostro de Joyce cuando ella dejó de lamer a Helen para decir: —Joder, jefe, ¡eso es lo más hermoso que he visto en mi vida! Haz que ella tome esa polla. ¡Dáselo todo!.

George sonrió. Sólo había estado metiendo la mitad de su pene. Era todo lo que podía colocar entre los labios ansiosos de la chica en la posición en la que se encontraba. Sonriendo ampliamente, dijo: —¿Crees que puede soportarlo todo, Marla? ¿Quieres ver a esta pequeña zorra tragar profundamente esta cosa?»

—¡Sí, sí, joder, sí! —respondió Joyce con voz ronca—. ¡Frota tus bolas contra la nariz de esta perra! ¡Quiero verla tomar cada centímetro! ¡Enséñale lo que es realmente ser una chica mala! —Dicho esto, Joyce renovó sus esfuerzos en el pequeño y resbaladizo coño de Helen.

—La has oído —dijo George a los ojos vidriosos de Helen. Moviéndose hacia donde estaba él de pie mirando a lo largo del cuerpo de la niña, con la cabeza inclinada hacia atrás sobre el escritorio, dijo—: ¡Prepárate! Vas a tener que recibirlo en la garganta. Relaja los músculos de tu garganta, ¡o esto te dolerá! —Helen logró transmitir miedo cuando George comenzó a empujar su polla hacia adelante. Con las manos a ambos lados de la cabeza de la joven, George se hundió lentamente centímetro a centímetro en la boca de la niña. Ray consiguió el ángulo perfecto mientras la garganta de Helen se expandía para recibir la polla que se introducía en ella. —¡Ahhhhhhhhhhhhhh! —gritó George de placer cuando sus nueces cubrieron la nariz de la preadolescente. Retirándose completamente de su boca, agregó—: ¡Eso fue genial! ¡Tan jodidamente apretado! ¿Cómo se sintió?

—¡Hazlo otra vez! —dijo Helen con voz ronca, abriendo bien la boca mientras George volvía a poner su polla en posición.

—¡Oh, Dios mío!—, dijo Joyce con asombro en su voz mientras George comenzaba a follar la garganta de la niña con seriedad. La cámara estaba disfrutando de la acción, ya que la toma de Ray mostraba tanto la polla invadiendo la boca de la niña como la hinchazón de su garganta cada vez que lo tomaba todo. George tuvo cuidado de dejar tiempo para que la niña respirara. Joyce se puso de pie para tener una mejor vista de la acción. La ex estrella infantil comenzó a quitarse la ropa mientras miraba.

—Joder, excelente —susurró una voz desde el costado de Jack. Jack le dedicó una rápida mirada al padre de Helen. Había olvidado que el hombre estaba allí—. Nunca supe, cuando empecé a follarla el año pasado, que eso llevaría a una mierda como esta.

—Es bueno que Tom te haya indicado mi camino—, susurró Jack a cambio. —Estoy tan contento de que la hayas compartido con nosotros. ¡Todos hemos llegado a querer a la pequeña Helen como a una de los nuestros!—. Luego, a los actores en el set, Jack gritó: —¡Muy bien, pasemos a la siguiente escena!.

—Marla, ven aquí y aprovecha esta dulce boca, TENGO que tener ese coño—, afirmó George mientras sacaba su polla de la boca caliente y ansiosa de Helen. Helen intentó recuperar el premio antes de que George pudiera escapar. Jack decidió que eso quedaría en la película.

George rápidamente rodeó la mesa y se hizo cargo del lugar donde los labios de Joyce habían dejado el coño de la niña de seis años. Joyce se paró sobre Helen, miró sus ojos vidriosos y preguntó: —¿Te gustó cómo te sentiste cuando te lamí ahí abajo?— Helen asintió con entusiasmo, gimiendo mientras lo hacía por los esfuerzos de George. —Bien—, continuó Joyce, ahora posicionándose para pararse con las piernas a cada lado de la cabeza de la preadolescente. —Ahora quiero que me hagas sentir bien de la misma manera. Lámeme como te lamí antes, y como el Sr. Jeffers te está lamiendo ahora—.

Los brazos de Helen se levantaron para agarrar a Joyce por las caderas mientras su cabeza se movía ansiosamente entre las piernas de la mujer mayor. Jay estaba allí para captar la acción a la perfección cuando la lengua de Helen se lanzó para lamer el coño ya chorreante de Joyce. Bob captó la vista del rostro de Joyce cuando Helen comenzó a sorber con entusiasmo, atrapando los jugos de Joyce en su lengua. Joyce comenzó a apretar y pellizcar sus pezones, gimiendo lascivamente y frotando su coño contra la boca de la niña de seis años.

Mientras Helen se ponía ansiosamente a chupar y lamer el coño de Joyce, George se puso de pie y apuntó con su polla al coño húmedo y sin vello que tenía delante. Al entrar en contacto con ese pequeño y apretado agujero, empujó hacia delante, enterrando la cabeza de su polla en Helen. Helen se acordó de chillar contra el coño de Joyce. George empujó su duro pene hacia delante lentamente. Bob captó la escena a la perfección mientras desaparecía centímetro a centímetro en el estrecho coño de la niña de seis años. Cuando ya había llegado a tres cuartas partes, se detuvo como para dejar que la niña se acostumbrara a que estuviera allí.

—¡Congela la imagen!—, gritó Jack. George dejó de moverse mientras Richard se apresuraba a aplicar un poco de astrolubricante teñido ligeramente de rojo con colorante alimentario. —No demasiado—, advirtió Jack. Cuando Richard terminó, Jack reanudó la acción.

George comenzó a salir lentamente del coño de la niña, el astrolubricante teñido de rojo hacía que pareciera que le había reventado la virginidad a la niña. George se retiró hasta que solo quedó la cabeza de su pene dentro, luego comenzó a avanzar un poco más rápido mientras Helen gemía. George no pudo evitar una sonrisa de placer en su rostro mientras comenzaba a follar a Helen. Lentamente al principio, pero ganando velocidad.

Ray se movió para captar la expresión de Joyce mientras veía a George follando a la niñita. Joyce susurró: —Sí, fóllala, folla fuerte su coñito. ¡Haz que le encante!— Joyce se quedó sin aliento a medida que George aceleraba sus embestidas. Ray movió la cámara hacia abajo para mostrar la cabeza de Helen moviéndose furiosamente mientras trabajaba en comer a Joyce. De repente, Joyce comenzó a jadear pesadamente mientras decía: —¡Oh, Dios, casi estoy ahí! Voy a… ¡ME ESTOY CORRIENDO!— Ray se apartó cuando la mujer mayor comenzó a temblar y estremecerse en reacción a su orgasmo. Mientras lo hacía, el cuerpo de Helen también comenzó a imitar el de Joyce.

—¡Oh, maldita sea!—, gritó George cuando sintió que la niña llegaba al orgasmo. El coño de Helen ordeñó su polla mientras su pequeño cuerpo se contraía en el escritorio. —¡La pequeña zorra se está corriendo! ¡Lo estoy sintiendo!—, gritó George, agarró las piernas de la niña y comenzó a golpear su polla de un lado a otro dentro de ella, desapareciendo casi cinco centímetros de su polla dentro de la niña. Helen comenzó a gritar de placer, con la voz apagada por estar todavía entre las piernas de Joyce.

—¡Mierda! —gritó George—. ¡Allá voy! Apenas tuvo tiempo de salir del coño empapado de Helen antes de que el primer chorro de semen saliera volando, aterrizando con un plop húmedo en el estómago de la chica. —¡Argh! ¡Arghh! —gritó, con un nuevo chorro de esperma saliendo de su polla con cada uno. El segundo aterrizó junto al primero en el estómago de Helen, el tercero empapó la falda a cuadros, luego dirigió el resto a su montículo sin vello.

Cuando la polla de George dejó de soltar esperma, lo devolvió al coño de la jovencita. La penetró y la sacó muy lentamente y dijo: —Está bien, Helen, ¡ahora quiero tu palabra de que no volverás a mostrarles este lindo coñito a los chicos!— Joyce se apartó del rostro de Helen y comenzó a usar su mano para esparcir el semen de su vientre sobre la barriga y el pecho de Helen. Helen se incorporó débilmente, apoyando los brazos en el escritorio para mirar a George a la cara mientras decía: —Te lo prometo.

—Buena chica —dijo George lascivamente, todavía follando lentamente su polla desinflada dentro y fuera—. Cuando quieras mostrarle ese coñito apretado y lindo a alguien, solo tienes que venir aquí y enseñármelo a mí o a Marla, ¿entiendes? Helen asintió con entusiasmo. —Y asegúrate de no contarle a nadie sobre este pequeño castigo especial también —advirtió George—. Si lo haces, tendremos que negarlo y contarle a todos lo que estabas haciendo en el bosque. Especialmente a tus padres.

—No se lo diré a nadie —prometió Helen con voz ronca—. ¡Quiero que me castiguen así todos los días! —añadió, provocando la risa de George.

—¡Bien, corten! —gritó Jack—. ¡Buen trabajo, chicos! ¡Eso es todo! Helen le sonrió ampliamente a Jack, pero la expresión no duró mucho. Ray dejó la cámara con cuidado, se acercó a la preadolescente y la tiró hacia el escritorio con un chillido mientras se bajaba la cremallera de los pantalones y liberaba su dura polla de quince centímetros. Helen la agarró con entusiasmo y la besó. Bob fue a por Joyce, empujando a la mujer sobre el escritorio junto a Helen y luego deslizó su polla rápidamente en el coño de la joven de veintitrés años. El padre de Helen apareció en el plató, liberó su polla y desplazó a George dentro del coño de su hija.

Richard fue el único que no intentó participar en la acción. Mientras los cinco adultos y una niña gemían y gemían, él se acercó a las cámaras y extrajo las cintas, llevándolas a la sala de edición para que Jack las cortara más tarde. Richard siempre se negaba a sí mismo el placer después de las escenas en el set, pero en la reunión habitual del fin de semana siguiente, se follaba a cualquier niña que se le cruzara en el camino.

Jack observó la orgía en el plató durante unos minutos antes de mirar su reloj. —¡Escuchen todos!—, gritó Jack. —Después de divertirse, asegúrense de preparar todo para la escena del aula. Volveré a las dos de la tarde, me aseguraré de que todo esté listo—. Después de escuchar las garantías a gritos, Jack abandonó el edificio.


Continuará

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