La niña que quería ser mujer, Parte 01

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Esta publicación es la parte 1 de un total de 2 publicadas de la serie La niña que quería ser mujer
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Como todas las tardes desde que comenzó el buen tiempo primaveral, saqué mi hamaca y mi mesita auxiliar al jardín delantero de mi casa, deposité sobre la mesita una botella de coñac, un vaso, una cajita de puros medianos, y me dispuse a distraerme mirando y a veces hablando, con las vecinas que acudían al supermercado frente a mi casa. Pero apenas me senté en la hamaca, una enfadada y gritona voz infantil, me sobresaltó.

–Arturo ¿se puede saber que cojones te pasa a ti, para decirme delante de la puta y borracha de mi madre, que soy una cría?

Quien a casi grito pelado me hablaba así desde la calle, en la otra parte de la verja del jardín, era Ruth, una vecinita mía de 11-12 años, casi normal en todo menos en su maldito genio y en sus tetas, que eran maravillosas y crecientes mandarinas perfectamente comestibles.

–Me paso la vida diciéndole a mi madre que ya soy una mujer ¡en todo!, para que pase de mí, me deje fumar, tomar licor, y hasta me deje follar cuando yo quiera, y vas tú, y ayer le dices al saludarla estando conmigo, ¿a dónde vas con esa niña tan guapa? Niña, niña… ¿cómo voy a ser una niña con las ganas de follar que tengo y hacerme mujer total? Tú mismo ¿quieres follarme y verás cómo te hago feliz?

Me la quedé mirando fijamente y muy sorprendido. Llevaba un vestido corto pre-veraniego que permitía ver unas piernas con muslos macizos, culo relativamente marcado ya, cuerpo proporcional con el resto, un rostro agradable, con una boca algo grande de labios relativamente carnosos, bonitos ojos que en estos momentos arrojaban rayos laser contra los míos… y esas preciosas tetitas bien desarrolladas y que debían tener unos preciosos pezones que se le marcaban perfectamente.

Pero a veces y aunque ya tengas 61 años y montañas de experiencias sexuales, no eres consciente que, mientras mis ojos miraban esa tetuda niña, mi cerebro miraba y pensaba otra cosa más pasional para hacer con ella, y mi polla empezaba a crecer, y tal y como estaba yo tumbado en mi hamaca con pantalones cortos y ligeros, el crecimiento de mi polla se notaba más que perfectamente. Y esta niña ¡porque era una niña!, lo notó y apreció, dejó de gritarme, sonrió, abrió la puertecita, se acercó a mí, y sin importarle que mi pequeño jardín diese a la calle, puso su mano sobre mi polla y la acarició.

Yo me levanté más rápido que si me hubiese picado un escorpión, y sin darme tiempo a pensar, la muy hijaputa me dice con voz muy suave:

–O me follas ahora mismo o empiezo a gritar que quieres violarme, y toda la calle se enterará y tú irás a la cárcel. Menuda polla se te ha puesto ¡violador! Me gusta su grosor y la quiero toda.

Yo no podía creerme lo que me estaba pasando. Una maldita cría me estaba poniendo entre la espada y la pared, casi en la misma calle y una calle relativamente transitada, y la muy cerda seguía sonriendo mientras me decía:

–No se te olvide Arturo, las muchas veces que en la escuela nos previenen de los violadores y pederastas como tú. Y hasta mi madre, que es más puta que las gallinas, me previene y me habla de esto ¿de dónde crees que aprendo estas cosas? Pues ya sabes y no pierdas el tiempo, quiero polla, necesito polla, y la quiero ahora.

–Ruth, aunque yo quisiera follarte, ahora no es posible entrar tú conmigo en mi casa. Mira esas mujeres que están frente al Super, nos están mirando porque tú me has estado gritando. Ven dentro de un rato, dejaré la puerta del patio trasero abierta y la de mi casa también. Podrás entrar por allí y hablaremos. Solo eso ¡hablaremos!

–Que no Arturo, que no. No quiero hablar. Ayer me ofendiste como nunca nadie, me humillaste, me trataste de niña ante mi madre, y quiero demostrarte que ya no lo soy. Quiero fumar, quiero emborracharme, pero sobre todo quiero follar. Y me tiene igual chillar que me violas desde este patio que desde dentro de la casa, así que si entro será para que me folles ¿queda claro o tu cerebro no entiende lo que entiende tu polla…? Mira como la tienes de dura. No voy a perder esta oportunidad única de chantajearte…

–De acuerdo, te follaré. Ven dentro de un rato y cuando nadie te vea entrar.

Extraordinariamente enfadado, recogí la hamaca, entré con ella a la casa, la deposité como siempre junto al armario de la entrada y me dirigí al salón, me senté en el sofá y encendí un cigarrillo. Estaba tenso, desorientado, nervioso, sin saber qué hacer, porque ¿qué puede hacer un adulto como yo, soltero, camionero de toda la vida, ardiente follador nato de jovencitas, con una cría de unos 11-12 años que encima me chulea y chantajea. Y antes de darme cuenta, oí como la puerta del patio se cerraba casi sin ruido y entraba ella ¡pero ya no era ella!

En esos pocos minutos se había cambiado. Ahora llevaba una holgada camiseta ultraligera de tirantes, quizá de su madre, que casi dejaban la totalidad de sus pechitos al aire. Y una faldita de cuadritos como del cole, pero que solo le tapaba algo más que el culo. Sus labios estaban ligeramente maquillados de rojo suave. Me miró desde la puerta del salón y sin más, se quitó la camiseta y con ella en la mano se acercó lentamente.

Dios mío, yo os había dicho que tenía un par de mandarinas preciosas pero no era cierto. Sus tetas, que ya no tetitas a esa edad, eran casi naranjas con unas areolas y pezones preciosos y muy destacables, que me la pusieron mucho más dura aún, si eso era posible.

Dejó la camiseta sobre el sillón y ahora su rostro ya no era sonriente, era más bien tenso. Cogió un cigarrillo y empezó a fumarlo con toda naturalidad mientras su mano derecha se introducía dentro de mis cortos pantalones, y poco a poco iba agarrando mi polla sin oposición por mi parte. Cuando la pudo coger bien y comprobó su grosor, dijo:

–Joder Arturo ¡menuda polla… me vas a destrozar!

–Entonces Ruth, mejor lo dejamos, porque no tienes ni idea de cómo dilatará tus agujeros, del tiempo que puedo estar follándote sin cansarme, ni de la cantidad de leche que saca

–¡Ni de coña! Jamás he tenido nada parecido a esto entre mis manos o en mi boca, y ¡ya era hora! Vas a follarme y no solo ahora, sino que, posiblemente, todos los días vendré a veros a los dos. No tienes ni idea de las ganas que tengo de follar a tope aunque me preñen.

Mientras dejaba el cigarrillo quieto entre sus labios, abrió el corchete de su falda y la dejó caer ¡no llevaba bragas y estaba rasurada! Dioses del Olympo ¡qué vulva más majestuosa y poderosa! Era un imán para mis ojos. Una preciosa colina sin césped, maravillosamente sonrosada entre sus dos piernas, y en la que se destacaba un pequeño corte en su centro ¡la entrada de su divina cueva y que yo iba a atravesar sin misericordia alguna! Se quitó el cigarrillo de la boca, expulsó su humo hacia mi rostro, y sonriendo me dijo:

–¿Te gusto, cabrón de mierda? He tenido suerte de encontrarte a ti con esa preciosa polla que estoy tocando. Te voy a convertir en mi macho personal, en mi semental, vas a hacer todo lo que yo te ordene o te denunciaré por violarme. Vas a ser mío hasta que me canse de ti… ¡si me canso! Y no pierdas más el tiempo ¡fóllame ya! No debes pensar en mis años, sino en mis ganas de ser follada ¡Seguro que nunca has tenido una oportunidad como esta!

Tiró el cigarrillo al suelo y se puso a mi lado en el sofá, ofreciéndome toda la panorámica de su culo y su cuerpo. En ese momento perdí todo mi juicio y mis principios si alguna vez los tuve. Tenía un culo carnoso, sonrosado, prieto, y con dos pequeños agujeros de placeres celestiales a mi vista, a mi lado y para mí. Me arranqué, más que quitarme, el pantalón y el calzoncillo, y me tiré sobre Ruth.

Su cuerpo era grácil, ligero, suave. Su piel, aunque ligeramente sudada por el calor y los nervios, era sencillamente placentera. Mis manos acariciaban, resbalaban por todo su cuerpo, y cuando mi fuerte y grande mano derecha cogió su vulva y la estrechó con fuerza, casi se corre del placer. La besé con fuerza en la boca, le metí mi lengua hasta el fondo de la misma, y ella se arrojó sobre mí, y me abrazó nerviosamente devolviéndome cada uno de mis besos mientras me decía:

–Hazme feliz Arturo, fóllame duro y hazme tuya para siempre. Nunca me trates como niña. Trátame con dureza. Sé mi maestro sexual.

No pude aguantarme más. La cogí con mis manos y la tiré sobre el brazo del sofá entre las risas nerviosas de la niña que “creía saber” lo que vendría ahora. Ese culo y esos dos infantilmente estrechos agujeros me atraían con locura. Jamás había visto y mucho menos disfrutado, de esta posibilidad de hacerlos míos y de gozar con ellos y menos aún a mi edad. Pero Ruth quería follar duro y yo la iba a follar duro sin importarme nada más que mi placer. No pensé en complacerla a ella, sino en complacerme a mí y a mis pervertidos deseos.

Separé sus glúteos, incliné mi cabeza sobre ese pequeño espacio que los cobija y mi lengua penetró con fuerza, con furia, con un desbordante deseo de sentir esa sensación tan primitiva del sabor anal y del vaginal de una preadolescente. Mi lengua penetraba alternativamente en cada agujero y jugaba unos momentos con él llenándolo de saliva, mientras la niña me insultaba, me pedía más, y que la follase de una puta vez. Estaba muy excitada, tan excitada, que en pocos minutos tuvo una corrida que la estremeció. Sorbí tan maravillosos néctares recién salidos de su fuente, y me di cuenta que su cuerpo se había relajado.

Aproveché ese orgasmo y esa relajación suya. Me incorporé, me acerqué desde atrás a ella, y sin avisarle, apoyé mi glande en la entrada de su pequeño y húmedo coñito y me dejé caer sobre ella… tapando con mi mano su boca para que no se oyese el enorme rugido que iba a salir de su garganta… ¡y que realmente salió! Su grito fallido fue brutal, pero no solo no sentí compasión por ella, al revés, me excité como jamás creí posible.

Con el peso de mi cuerpo y la humedad de saliva y orgasmo en su coñito, mi polla casi la penetró hasta el fondo en ese primer golpe. Mientras seguía con mi mano tapando su boca, mi otra mano agarraba su cuerpo para que dejase de moverse. Si la niña quería ser follada, iba a ser terriblemente follada. Ya no me importaba lo que me pasase si me denunciaba, solo quería satisfacer mis deseos más salvajes, deseos que ella misma había provocado. Sus tetitas eran duras y mis manos las aplastaban. Sus pezones estaban desarrollados y los pellizcaba cruelmente. La estaba volviendo a calentar.

Mi polla, pese a la fuerza que yo hacía, se movía lentamente, muy ajustada a sus estrechas paredes, como pegada. Tan estrecha era, que incluso pensé en que me estaba follando a una niña “muy virgen”. Pero ¿cómo pensar que Ruth pudiese ser virgen con esa forma de hablar, de fumar, de desear llenarse de licores, y de dirigirse sin respeto a las personas maduras como yo? Pero pensase yo lo que pensase, su coño era muy estrecho. Mi polla se pegaba a las paredes y el cuerpo de la niña bailaba para todas las partes, ya que no es nada cómodo follar en un sofá estando yo de rodillas detrás de una niña, alta, pero de poco peso, solo tumbada sobre el brazo.

–¡Para, para, maricón de mierda, para, que me estás destrozando y me haces mucho daño! Para, Arturo por favor! Esa polla es enorme ¡No puedo más!

–No Ruth, no voy a parar, tú deseabas follar y follar duro, y te estoy follando tal y como querías. Me es igual que me denuncies porque el placer de esta follada me durará hasta más allá de mi tumba. Como me es igual si te quedas preñada, porque te estoy follando sin condón y me voy a derramar dentro de ti, voy a llenarte de semen. Jamás he follado a una niña como tú y lo voy a gozar.

–No joder no, no me tomo nada y estoy entre dos reglas ¡No me preñes Arturo!

Pero si, a pesar de sus gritos y lloros la follé duro. Aunque ella se corrió otras dos veces, y la segunda vez fue tan intenso su orgasmo que me mordió la mano que intentaba tapar su boca. Jamás he deseado a nadie como la estaba deseando a ella. Creéroslo ¡la estaba deseando! Ni jamás había follado a nadie con las ganas que tenia de destrozarla a ella. Mi polla entraba y salía muy apretada, extraordinariamente apretada a su vagina, y ese mismo placer me impulsaba a hacer locuras, a disfrutar lujuriosamente de ese pequeño cuerpo tan lloroso e inquieto.

Y la seguí forzando. Pellizcaba sus pezones, agarraba como loco sus tetas mientras mi polla destrozaba y dilataba como nunca ese coñito. Y ya cuando el cuerpo de la niña era una madeja de lloros y mocos, me corrí dentro de ella. Totalmente dentro de ella, Le entregué hasta el último espermatozoide y sin importarme nada más que mi placer.

Poco a poco fui dejando ese cuerpecito sobre el brazo del sofá, mientras yo sacaba mi polla de su estrechísimo canal vaginal y disfrutaba viendo como poco a poco, mi espeso semen abandonaba esa preciosa y estrecha cueva. Cuando de repente, oigo como la muy puta de la niña, con voz baja, entrecortada y nerviosa, me decía:

–Qué cabrón ¿has disfrutado mucho follándote a una niña virgen y con ese pollón de bestia? Joder, no me imaginaba tanto dolor y placer ¡ha sido una pasada!

¡Joder con la niña… realmente era virgen… hasta ahora!


Continuará

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Olorarosas
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Soy una joven activa, culta, responsable, muy liberal, bisex, y con enormes deseos de vivir... pero con los pies siempre en el suelo. Con tacones o sin...

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