El relato erótico "La depravación de una madre, Parte 02" es un texto de ficción, ni el autor ni la administración de blogSDPA.com apoyan los comportamientos narrados en él.

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Esta publicación es la parte 3 de un total de 8 publicadas de la serie La depravación de una madre

María levantó la mirada al hombre por primera vez y vio que llevaba un uniforme de presidiario.  El miedo se apodero aún más de ella.  Ella había escuchado en la radio en la tarde, que un peligroso violador se había escapado de la cárcel, y aconsejaban a todos a mantener las casas aseguradas mientras era aprehendido de nuevo.

También se estaba dando una recompensa por cualquier información que llevara a la captura.  Miró a los niños y vio la mirada de miedo en sus ojos, entonces, tomando fuerzas, trago duro y calmadamente dijo: «No nos haga daño por favor.  Arriba de la mesa está el dinero en efectivo que tenemos.  Puede tomarlo.»

«Cállate puta.  Ahorita lo que tengo es hambre.  Tráigame algo para comer.  Yo la voy a estar vigilando y si hace algo estúpido, tus hijos van a pagar.  ¡Vamos Muévete!»

María se levantó con temor, para ir a la cocina.  Pero cuando se disponía a marcharse, escucho:

«Yo no he dicho que te muevas.  Tenía tanto tiempo encerrado en ese maldito penal, y no había visto una mujer tan buena como usted, señora.  De seguro no es difícil tener un hombre que este babeándose por usted.»

«Gracias señor.» Respondió María con voz temblorosa.

«Ahora quítate esas faldas, que quiero ver tu trasero.»

«Señor por favor, tenga compasión de nosotros.  Ellos son mis hijos, y nosotros somos una familia cristiana.»

«Bueno entonces sería mejor que tu preciosa hija mayor se desnudara, ,para mí.»

«No, no está bien, yo me quito la falda.» Con eso María se soltó la falda con dedos temblorosos, y dejo caer la falda a sus pies, quedando de pie frente al hombre y a sus hijos.  Inmediatamente bajo sus manos y cubrió su horca.

«Venga acá perra.» María se acercó al alcance del hombre.  «Date vuelta.»

María se giro y el hombre empezó a manosear sus grandes nalgas, estrujándolas y abriendo sus nalgas, dejando a la vista de él y de sus hijos, el hueco del culo.  «Uhm, uhm que rico, tanto años que no acariciaba, algo así.» El hombre se mantuvo unos minutos más manoseando y estrujando las nalgas de María.

«Ahora quítate la blusa, puta que quiero ver las tetas.»

María quería negarse de nuevo, pero no lo hizo, en cambio quito las manos de su horca y rápidamente soltó los botones de la blusa y se la saco dejándola caer al piso.  «Date vuelta.»

María se giro de nuevo, pero esta vez no bajo las manos, para proteger sus zonas íntimas, más bien coloco las manos en sus caderas, y apunto al hombre sus grandes tetas, que querían salirse de sus sostenes rojos de media taza.  Los niños ya se estaban acostumbrando a la presencia del extraño que estaba siendo entretenido por su mamá.  El hombre había dejado el revólver sobre una mesita cercana.  Los niños y María lo habían notado. Esto la tranquilizó.  El hombre manoseo las tetas de María unos segundos. Entonces él mismo giro a María, y dándole una fuerte palmada en las nalgas que la hizo saltar y chillar.  La mando a la cocina.  En la cocina María había notado que ya no tenía miedo, extrañamente en cambio se sentía cachonda.  Sentía que la horca de su mini panty estaba mojada.  Preparó al hombre una comida rápida, ante la mirada atenta de él y de sus hijos, que desde la posición donde estaban podían verla.

Después de preparar el alimento María llevó el plato a la sala y lo coloco sobre la mesita.  El hombre había puesto la pistola sobre su regazo. El hombre aparto la mesa, entonces se sentó en la orilla del asiento donde estaba sentado, abrió los botones de su bragueta, y expuso su miembro flácido que parecía un salchichón, de unos 25 centímetros de largo y al menos cinco de grueso.  Los ojos de María se abrieron, de asombro y temor nuevamente.  Ella pensaba que quizás el hombre comería la cena y luego tomaría el dinero y entonces abandonaría la casa, pero no.  Más bien estaba allí mostrando a todos un palo del tamaño que ella nunca se imagino, que podría existir.  Ella sabía que el miembro de su esposo era pequeño y delgado, pero ni en sus más húmedos sueños se pudo imaginar uno de este tamaño.  Este era grande y grueso y estaba flácido, ella se maravillo que tamaño tendría cuando estaba erecto.  Ella levantó la mirada del miembro y volteo a mirar a sus hijos.  Lo que vio, la perturbó aún más.  Tanto Juanita como Patty estaban hipnotizadas con ese palo.  En cambio, Pablito y Pedrito tenían la mirada puesta sobre ella, como si quisieran adivinar que estaba pensando.  El hombre la saco de sus pensamientos cuando gritó:

«¡No te quedes ahí parada perra!  Agáchate en cuatro y venga acá.»

María nuevamente dirigió la mirada a sus hijos y noto que todos parecían interesados en ver lo que ella iba hacer.  No percibió miedo en lo más mínimo en ninguno de ellos.  Entonces pensó que no tenía caso luchar.  Ella se agacho y se puso en cuatro, y agachas fue al regazo del hombre hasta que podía oler el fuerte olor del miembro.  El hombre tomo un manojo del cabello de ella y la empujo hacía él hasta que la cabeza estaba completamente sobre la horca.  Él dijo: «Ahora lame mi guevo como una buena perra.» María levantó la mirada a él como si quisiera suplicar, entonces a sus hijos.  Pedro y Pablo tenían una sonrisa dibujada, mientras Patty y Juanita, estaban en expectativa, esperando.  Ella sabía cómo complacer a un hombre con la boca, ella había mamado el guevo de su esposo incontables veces, y algunas veces hasta lo había hecho allí en la sala, con él sentado justo donde estaba sentado el hombre.  También aquella tarde había ganado el contrato con Don Manuel, utilizando su boca.  María aguanto la respiración un poco mientras se acostumbraba al fuerte olor que emitía la horca del hombre.  Entonces tímidamente abrió la boca y empezó a dar pequeñas lamidas al salchichón que sobresalía de la horca.  El tipo entonces agarro el plato y lo coloco sobre la espalda de María y empezó a comer.  Los niños no dejaban de mirar a su mamá lamiendo, aquel trozo de carne.  Al rato la excitación nuevamente se apodero de María y empezó a lamer con entusiasmo.

El hombre empezó a sentir el efecto de las mamadas, y el miembro se puso erguido alcanzando, unos treinta centímetros y unos ocho centímetros de grueso.  María estaba demasiado excitada para mostrar algún tipo de recato, entonces se dispuso a lamer aquel bello espécimen descaradamente, no solo lamiendo sino tragando el miembro hasta donde podía. Ella había aprendido el arte de la garganta profunda, los escasos quince centímetros de su esposo ella los podía tragar hasta que los labios tocaban las bolas, y luchaba por tragar lo más que podía con este.  María no se había dado de cuenta, o no le importaba ya, que las tetas colgaran libres mientras batían de lado a lado, como peras de boxeador.  El hombre se inclinó hacia adelante y empezó a bajar las mini pantaletas, María abrió las piernas para permitirle mejor acceso.  Al rato la mini panty estaba en las rodillas de la mujer.  El hombre manoseaba las nalgas y coño de María mientras comía y limpiaba las manos llena de grasa y comida.  El hombre retiro el plato vació de la espalda y entonces se dedico a manosear todo el cuerpo de María.  Ella empezó a responder a las caricias meneando el cuerpo y caderas al ritmo de sus mamadas.  Entonces como a los veinte minutos de mamar un chorro de semen se disparo directamente a su garganta, María trago hasta que no salía ninguna gota, y continúo hasta que el miembro estaba flácido de nuevo.  Entonces lo soltó y con ojos vidriados de excitación, levantó la mirada al hombre, como si esperara otra orden.  En ese momento se escucho a los lejos y acercándose en el camino una sirena de policía. El hombre se levantó, empujando a María al suelo, y salió de la casa huyendo.  Cuando sintieron que la patrulla pasaba frente a su casa, los niños corrieron a la ventana.  Entonces vieron cuando pasaba la patrulla.

Cuando los niños retornaron a la sala, su mamá había recogido todo su equipo que estaba regado en el piso y había corrido al baño.  María salió del baño después de haberse bañado y puesto una vieja bata de casa, como las que normalmente usaba.  Los niños estaban en la sala todavía descreídos de todo lo que habían visto.  Cuando María fue a la sala todas las miradas se posaron en ella como si quisieran una respuesta a una pregunta.  María fue directamente a la ventana y miro hacia la carretera.  Pero solo había oscuridad y silencio allí afuera.  María regresó a la sala, se sentó y dijo: «Si la policía viene para acá, ustedes no han visto a nadie.  Yo no quiero problemas, con nadie.  Más bien debemos dar gracias a Dios que nada paso.» Los niños no atinaban a decir nada, entonces María se dio cuenta que ellos querían era saber sobre su conducta, momentos antes.

«Porque me miran así.  Yo hice lo que cualquier madre de cuatro en una situación como esta hubiera hecho.» Pero el silencio de los niños parecía preguntar más que las palabras.

«Ok está bien.  Exagere un poco, pero no me culpen.  Cuando vi que ustedes no estaban asustados, sino más bien interesados en lo que estaba pasando.  Me sentí débil, y me deje llevar por mi deseo, además, yo ya tengo meses sin recibir el cariño de un hombre.  Perdón ok.»

«Fue Cool Mami.» Dijo Patty en tono travieso.  Todos reían.  Entonces la tensión bajo.

«A mí me gustaría que regresara de nuevo», dijo Patty de nuevo.

«Que estás diciendo Patty» rápidamente comentó Juanita.

A mí también dijo Pablito.»

«QUEEE estás loco.» Dijo de nuevo Juanita.

«Cálmate Juanita, yo te vi también y a Patty, y vi como no apartaban la mirada del pene de ese hombre.  Entonces deja de fingir.  A mí también me impresionó ese pene.  El de su papá no era tan grande, pero les juro que este debe ser muy difícil de encontrar, dicen que los negros son bien dotados.  Pero definitivamente este hombre tiene uno de caballo.  Bueno ya es suficiente de hablar.  Es hora de cenar y dormir, porque mañana tienen clase y yo tengo que trabajar»

Continuará

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