La princesa y los panties, Parte 03 (Final)

Esta publicación es la parte 3 de un total de 3 publicadas de la serie La princesa y los panties
4
(3)

Me dormí sin darme cuenta. Al despertarme, el despertador marcaba las 8:30. de prisa, me cambio, y bajo al comedor. Ya no había tiempo de bañarme, además la alberca se encargaría de eso no?.

En el comedor veo a una desvelada madre y a Mel desayunando. No puedo evitar sonrojarme al verla, y menos después de lo de anoche. Ella alcanza a observarme y sonríe, y luego de voltear a ver a su madre y a su alrededor, me envía un beso con sus labios. Siento mi rostro encenderse intensamente, y titubeante, volteo a mi alrededor y también le envío un beso. Ella comienza reírse, al grado que su madre le pregunta si algo le pasaba, a lo que ella responde que nada, que vió algo gracioso.

Tras desayunar, voy a la alberca. Hay sólo otras dos personas a ésta hora. Me quito la ropa quedándo sólo en mi bikini, y me dispongo a ponerme bloqueador. Sólo me faltaba la espalda, cuando en eso llega Mel.

– Hola, buenos días!

– hola princesita! Buenos días!

– te ayudo a ponerte crema en la espalda?

Así, comienza a untarme crema en la espalda, mientras estoy recostada. Creo que las otras personas no nos prestaban atención, y si así fuere, no hay nada extraño en que, digamos, una sobrina le ponga bloqueador a su tía. Las suaves y resbalosas manos de la niña se sentían divino. Ella me platicaba sobre su madre, que llegó en la mañana, poco después de que me fuí. Al parecer no sospechó nada. Las manitas de mi musa se deslizaban por mi cintura y hombros, pero sentía que se dirigían en ocasiones hasta mis senos. En eso me dice:

– también te pongo acá abajo?

Obvio se refería a mi trasero. Le digo que sí y comienza a untarme crema. Era excitante sentirla, sus tímidas manos tocándome me estaban excitando. En eso se detiene.

– Todo bien querida?

Le pregunto mientras volteo a verla. Ella, roja de la cara, me dice tímidamente:

– es que… me estoy sintiendo como anoche…

Resultaba obvio que la pequeña estaba excitándose con todo esto. Decidí jugar con ella un poco y le dije que era mi turno de ponerle bloqueador. Así, deslizaba mis lubricadas manos por todo su delicioso cuerpo infantil. De vez en vez rozaba con mis dedos su pecho o su vulva. Ambas estábamos muy excitadas. Como la mujer mayor que soy, me tocó poner alto a esa situación y controlarme un poco. La invito así a acostarse en el camastro de junto.

Tras conversar un rato (me sorprendía lo agradable que resultaba conversar con ella aún a su joven edad), decidimos meternos al agua. Como ya había más gente, nos abstuvimos de actos obscenos explícitos. Sólo nadamos, jugamos, conversamos y nos relajamos. También aproveché para sacarle un montón de fotos a mi niña amante. Fotos, videos, fotos ella sola, las dos juntas, etcétera. En mi mente me lamenté por no haber llevado mi cámara anoche, pero supuse que sería demasiado para la primera cita de amor.

No podía tener suficiente de ella. Me encantaba estar con ella. Salimos al snack bar a comer unas hamburguesas, y disfrutamos del paisaje. Me sentía de maravilla junto a ella. Para mediodía, estábamos nuevamente en la alberca. Ella jugaba con varios niños de su edad. Me encantaba verla así, es decir, después de todo es una niña (aunque ya hayamos hecho cosas pervertidas), aunque he de admitir que de repente me daban celos cuando algún niño o niña le hablaba o tocaba jugando.

Finalmente, llega su madre buscándola para comer. Me inquietó un poco cuando se sienta en el camastro junto al mío (creo que era natural pues es allí donde estaban las cosas de Mel) y me saluda sonriente “buenos días”. Me puse nerviosa, he de admitir, tanto que tiré mi limonada en el suelo. Mel sale al encuentro de su madre y también se desconcierta al vernos a las dos juntas. La madre comienza a cambiarla y se retiran a comer. En eso, Mel voltea y me dice adiós con su manita. La madre observa eso y también se despide de mí. Suspiro.

En la comida no pude verla como es costumbre. Supuse que nuevamente estaba de paseo. Me sentía triste en realidad, con muchas ganas de verla otra vez. Cada vez resultaba más evidente que me me estaba enamorando. De una mujer. De 6 años. En tan solo un par de días.

Mi teléfono vibra al recibir un mensaje de Mel:

“hola mi mami me preguntó por tí…

Sentí que la sangre se me bajaba a los pies, y mi boca se secaba, pero seguí leyendo:

… me preguntó si te conocía y le dije que sí que eras mi amiga y que a veces platicabamos y jugabamos en la alberca porque estabas sola y mi mami me dijo que estaba bien, pero que no te molestara mucho y que estaba bien que tuviera amigas grandes. Pero yo no te molesto verdad Caro?”

Cautelosamente, le contesto:

“por supuesto que no princesa. Al contrario. Disfruto mucho estar contigo, tanto que ya te extraño”

Poco después suena otra vez mi teléfono:

“yo también te extraño mucho mi amor. Te amo”

Era casi bizarro lo que estaba sucediendo. Una pequeña niña diciéndome palabras como esas. Pero me sentía muy feliz. Comencé a derramar lágrimas nuevamente. Decido ir al baño a tranquilizarme un poco, y luego ir a la playa a relajarme. Pero antes, le envío mi respuesta:

“yo también te amo cariño”

En el camastro, pensaba en muchas cosas. Como en qué diría su madre si se le ocurre revisar su teléfono y descubre nuestros mensajes, cosa que no quisiera que pasara, pero que a la vez me parecía poco probable tomando en cuenta la inteligencia de la niña, evidenciada por su astucia al esconder las fotos prohibidas en otra tarjeta de memoria. En eso, se acerca una chica un tanto hippie, ofreciéndome tatuajes temporales. “será divertido”, pensé. Y decido hacerme uno en la espalda baja, en el coxis. La verdad, lo hice teniendo en mente a Mel, pensé que le parecería sexy.

Tras quitarme la arena y el agua salada, me cambio y mi habitación y voy a cenar. Está bastante tranquilo, quizá porque aún es temprano. En eso, veo llegar a Mel y a su madre, arreglada, con su tez blanca, su nariz respingadita y su contoneo al caminar. Para mi sorpresa, se dirigen hacia mí. Mi corazón casi sale de mi pecho al verlas sentarse en mi mesa; obviamente, por cortesía, la madre preguntó primero si podían hacerlo y, obviamente, por mis nervios y sorpresa, dije que sí.

Charlamos un rato las tres. Para mi sorpresa, Sara, como dijo llamarse la madre, resultó ser una mujer bastante agradable, aunque algo ensimismada y un tanto despreocupada por su familia. Los nervios estaban al mil, pero me tranquilicé cuando por debajo de la mesa, siento que una manita toma mi mano. La estrecho fuertemente y así estuvimos buen rato, hasta que suena el teléfono de Sara, y ésta, despidiéndose, nos deja, no sin antes encargarme a Mel y decirle que tras cenar fuera al cuarto o a ver el show del hotel si quería.

Así, terminamos Mel y yo de cenar de prisa. La noche era joven y decidimos pasear por la playa. Ahí corrimos un rato, jugamos, caminamos, siempre tomadas de las manos, con los dedos entrelazados. Ese detalle era importante para mí. Una amiga me decía que si alguien te tomaba de las manos de una manera normal, no significaba nada, pues así se tomaban de las manos los padres e hijos, o los hermanos, o los amigos. Pero si ese alguien te tomaba la mano y entrelazaba sus dedos contigo, significaba que esa relación era especial.

En la playa, nos detenemos, y nos miramos frente a frente. La cargo para que su rostro quede a mi altura. Ella se ríe, y me abraza por el cuello. No había otra alma en la arena. A lo lejos se oía la música del show, donde estaba toda la gente. Las olas rompiéndose en la costa ambientaban nuestro abrazo.

– te amo.

Me dice ella. Yo, embriagada de amor, y perdida por completo en su hermosa carita, la beso. Nos besamos apasionadamente, amorosamente. No quería que terminara nunca ese momento. Me sentía plena. Me sentía en el cielo.

Esa noche fue larga y triste. La madre de Mel nos alcanzó en el Lobby y tras agradecerme, se fueron a su habitación. Yo me fui sola a la mía. No podía dormir. Pensaba demasiado en ella. Abro el minibar y saco tres botellitas: una de tequila, una de brandy y otra de whisky. No acostumbro a beber, así que eso bastó para ponerme ebria. Lloré desconsoladamente, extrañando a mi niña. Me sentía demasiado mareada, hasta que vomité en un par de ocasiones, una en el pasillo camino al baño, y otra encima de la taza del baño. Tras bajárseme un poco lo ebria, tardo un rato en limpiar mi desastre. Eran ya las 3 am cuando me acuesto y quedo dormida.

Tras bañarme con agua fría, bajo al comedor. Allí estaban Mel y su madre. Con una seña, ésta me invita a unírseles. Desconozco los motivos de la madre de Mel para invitarme. Quizá le caí bien, o le gusté como amiga de su hija, o sólo quería una niñera gratis. No era que me importara, lo importante era que podía estar con Mel.

Como ya era nuestra rutina, jugamos en la alberca buen rato. Luego su madre le llama para ir a cambiarse y a comer. Ya me había resignado a no verla hasta la noche, pero cuando fui al snack bar fue grata mi sorpresa verla allí, con su madre y una gran hamburguesa. En eso, Mel me invita a sentar con ellas. Su ocupada madre nos deja solas tras recibir otra llamada. En eso Mel, que ya estaba sin su traje de baño y con un vestidito verde, muy fresco, me dice:

– Caro, quieres ver algo?

– sí claro, que es princesa?

La niña se pone entonces de pie, y tras un rápido vistazo alrededor, se levanta la falda dándome un pantyshot… o así sería si llevara puestas unas panties. Pero no. Me quedé literalmente babeando. Se sienta riéndo pícaramente. Me acerco a ella y le digo:

– voy al baño, encuéntrame allí en 2 minutos

Ella abre sus ojitos llena de emoción, y asiente con la cabeza.

Así, voy al baño, tomo el destinado a los discapacitados, también me quito las panties quedando sólo en mi falda blanca corta, y espero dos minutos. Los dos minutos más largos de mi vida.

Oigo que abren la puerta y mi corazón se estremece. Oigo unos pasitos de alguien buscando algo. Finalmente oigo que pregunta:

– Caro? Dónde estás?

Abro la puerta del baño y me asomo invitándola a entrar.

Apenas cerré con seguro la puerta, la abrazo y comienzo a besarla apasionadamente. Me siento en la taza y a ella la siento en mis piernas, frente a frente. Comienzo a acariciarle sus piernas y sus nalguitas, y con el dedo medio me atrevo a acariciarle su firme ano. La niña se estremeció un poco pero no dijo nada, seguía extasiada besándome. Comenzé a acariciarle su vulva, la cual ya estaba mojada. Ella llevó su manita hacia mis genitales, y abre sus ojitos, sorprendida, cuando se da cuenta de que tampoco tenía ya ropa interior.

Estuvimos así un rato, masturbándonos mutuamente. Sus movimientos aún eran torpes aunque ya menos. Yo seguía sobando su delicioso clítoris y sus jugos empapaban ya mi mano. Finalmente siento esa tensión en su cuerpo, y más néctar en mi mano. Ella muerde mi labio inferior al grado que me dolía un poco, pero no me importaba, no quería interrumpir su orgasmo. Jadeando, recargada en mi pecho, me dice:

– ahora sigues tú!

Y comienza a besarme los pechos, a los cuales saca de las copas del sostén y comienza a chuparlos. Con una mano me sobaba los senos y con la otra me seguía masajeando mi vulva. En eso, creo yo que curiosa por lo que hice yo, siento que uno de sus dedos se desliza (mojado por mis jugos) hasta masajear mi ano, e intentó introducirlo ligeramente. Con eso tuve y dejé salir mi orgasmo mientras apagaba mis gritos de placer besándo la boca de mi princesa.

Tras arreglarnos, salgo yo primero del baño y tras dos minutos, ella. Nos miramos, riéndonos pícaramente, y nos sentamos de nuevo en el bar, mientras tomábamos un helado. La tarde transcurrió tranquila. Sara se llevó de paseo a Mel. Y yo me quedé extrañándola. Lo del baño fue sumamente excitante para ambas. Tenía tantas ganas de hacerla mía de nuevo.

Por la noche, tras cenar con Sara y Mel, ésta y yo nos vamos a ver el show del hotel. Sara se fue a un festejo o a una junta, no sé (y la verdad no me importaba).

Estaba por comenzar el show, que esa noche iba a estar dedicado a los niños. El destino tiene un peculiar sentido del humor, ya que la temática del show era ni más ni menos que las películas de Disney. El ver a los niños emocionados (incluyendo a mi Mel) me hizo enternecer. Mel era multifacética: tierna novia, inocente niña, apasionada amante. En eso, sale el sketch de Frozen. Al ver a las dos hermanas en el escenario me hizo recordar las panties que Mel usó nuestra primera noche. Comenzé a excitarme. Mel me ve y creo que lo notó. Tras acabar el show, la niña me toma de la mano y me lleva al lobby. Junto al elevador, me dice:

– creo que en tu cuarto será mejor, pues mi mami puede llegar al mío en cualquier momento, y si estoy contigo y llego más tarde, le puedo decir que estábamos platicando.

Y así nos dirijimos a mi cuarto.

El ruido de las olas ambientaba el sonido de nuestros besos apasionados. Estábamos ya desnudas, sentadas frente a frente en la cama, besándonos, acariciándo cada centímetro de nuestros cuerpos. Decido que es tiempo de intentar algo nuevo. Le digo a Mel que se coloque encima de mí, mirando hacia mis pies. Emocionada, lo hace.

– Así podemos lamernos al mismo tiempo y disfrutar las dos a la vez

Le dije.

Así, mi niña se coloca en posición ofreciéndome una maravillosa vista de su trasero. Ya estaba con su conchita toda húmeda, y podía observar plenamente su delicioso anito. Rosadito, estrechito, perfecto, tentador. Con lentitud me acerco a ella y coloco mi rostro entre sus nalguitas. Siento que ella se estremece un poco pero se relaja. Posteriormente siento que ella comienza a tocarme mi vulva con sus deditos, acariciándo mi clítoris inflamado.

El tener mi cara en su trasero era increíble. Su aroma me embriagaba. Inhalaba profundamente mientras tenía mis labios en su vulva y mi nariz en su ano. Comienzo a lamer sus infantiles genitales con suavidad. Me encantaba saborear sus jugos. En eso, siento que ella también comienza a lamerme, gimiendo de placer. Su curiosa lengua se introducía en mi vagina y estimulaba mi clítoris, mientras saboreaba mis jugos. Yo estaba perdida lamiéndole sus nalguitas y su vulva. Luego de unos breves instantes, siento que viene mi primer orgasmo, el cual tengo, intenso, fuerte, mientras sumo mi rostro entre sus glúteos. Me siento extraordinariamente mojada. La niña sigue lamiéndome, lo cual me excita en demasía. Sigo lamiendo su vulva y poco después siento que ella se tensa, y gime de placer. Su orgasmo hace que su anito se abra ligeramente, invitándome a disfrutar de él. Y así lo hago. Llena de lujuria, comienzo a lamer sus nalgas, su pliegue entre ambas, y finalmente, a besar y a lamer su ano.

Parece que ella realmente disfrutaba eso, pues movía sus caderas sensualmente. Con mis manos separaba sus nalgas y lamía suavemente al principio, y luego más vigorosamente su ano. Era realmente delicioso. Mientras lo lamía, cuando sentía que se relajaba, arpovechaba para introducir ligeramente mi lengua en él, además, con mis dedos lo acariciaban e introducía de vez en vez la punta de mi dedo índice en su ano, el cual se sentía increíblemente estrecho y caliente. Aún sin que Mel me tocara (estaba demasiado ocupada disfrutando de lo que yo le hacía) tuve otro orgasmo: el hacerle el amor a su ano me excitaba en demasía. Finalmente, siento que Mel se moja mucho de su vaginita, y se tensa, gritando de placer. Su orgasmo fue intenso, y lo más interesante, fue un orgasmo anal.

La niña cae rendida encima de mí, y tras recuperar el aliento, me dice:

– Eso fue muy bonito Caro… te puedo hacer lo mismo yo?

– claro princesa, a mi también me gusta cuando me acarician mi anito.

Diciéndo ésto, me pongo en cuatro patas, y le expongo totalmente mi trasero a Mel. Volteo a verla y la veo allí, sonriente, mordiéndose el labio, se acerca a mi culo, mientras me dice:

– Me gusta tu tatuaje. No lo tenías antes verdad?

Ya no recordaba que me había hecho el tatuaje, pero me dio alegría que fuera del gusto de Mel

– No cariño, me lo hice para tí… te excita?

Ella asiente con la cabeza. Se acerca a mí y comienza a acariciarme las nalgas, luego, a cada una le da un suave beso. Yo me sentía chorreando. Comienza a besar más y más mis glúteos, hasta que finalmente siento su carita en medio de mis nalgas, siento su respiración agitada, y su ansiosa lengua recorrer mi ano. Era una sensación increíblemente pervertida y placentera. La niña logra introducir su lengua en mi ano, y luego uno de sus deditos, el cual entra por completo. Sigue lamiéndome el ano, cual gatito hambriento. Entonces, mi orgasmo me hace gritar un poco, y dejo caer boca abajo en la cama, respirando agitadamente. Mel se recuesta a mi lado y me besa apasionadamente en los labios. Nos quedamos abrazadas un rato, hasta que decido que ya es tarde. Nos vestimos y llevo a Mel a su habitación.

Esa noche me acosté relajada en mi cama. Aún sentía la lengüita de Mel en mi ano, y aún tenía el sabor de ella en mi boca. Me siento muy feliz, pero de pronto, cual balde de agua fría, me percato de algo: mañana será mi última noche en el hotel.

Mi felicidad empieza a ser desplazada por un sentimiento de tristeza, coraje y nostalgia. No sé que pasará luego de mañana. No sé que pasará después de que Mel y yo nos separemos. No sé que sera mi vida después de ella. Ya no me imagino sin verla. Ella es mucho más que ua aventura de verano, es la primera mujer de la que puedo decir con certeza, que realmente amo.

Pero, decidí dejar de preocuparme y empezar a ocuparme. Si mañana sería mi último día con ella, lo disfrutaría al máximo.

Por la mañana, bajo a desayunar con Mel y su madre, como ya era costumbre. El destino, como ya dije, tiene un peculiar sentido del humor, pero además, a veces nos pone las cosas en el camino y nos deja a nosotros decidir nuestro propia ruta. Sara me dice durante el desayuno:

– Caro, tengo que pedirte un enorme favor, no sé si quieras o puedas hacerlo

Sorprendida, le digo:

– Dime, si está en mis manos ayudarte, así lo haré.

– Bueno, ummm…

Se vé un poco titubeante. Me pregunto si será algo malo o bueno lo que me va a pedir. Acaso me va a pedir que deje en paz a Mel?

– verás, para festejar el cierre del contrato, organizamos una fiesta de toda la noche fuera del hotel… y como tú y Melanie parecen llevarse muy bien, me preguntaba si podías cuidar de ella durante la noche. Regresaría mañana como a las nueve, pues nuestro vuelo sale a las tres.

Trato de disimular mi entusiasmo al aceptar. No así Mel, quien está visiblemente entusiasmada y contenta. Además, mi vuelo salía a la 1, por lo que había tiempo.

El resto del día transcurrió casi con normalidad: jugamos en la piscina, comimos en el restaurante y luego Mel y su madre fueron a su habitación.

– te esperamos a las 9, de acuerdo?

Me dijo Sara. Como sería la última noche con mi princesa, decidí que esa sería una de las noches más especiales para ella. Pedí servicio a la habitación y decoré el cuarto y el jacuzzi, con flores, velas aromáticas y pétalos sobre la cama. Además, pedí comida para cenar íntimamente, además de una botella de vino. Finalmente, busco algo entre mis cosas, algo especial que no creí usar: un pequeño y delgado dildo. Esa noche, quería quedar grabada en la memoria de Mel para siempre.

Esa noche, tomaría su virginidad.

Ya casi es hora, y tras arreglarme y ponerme un lindo vestidito corto, voy por mi musa. Su madre me recibe y me deja con ella. Mel se ve hermosa, radiante, con su boquita coral, sus hermosos ojos, su naricita respingadita, sus colitas de caballo con moñitos, su blusita blanca, su faldita corta escocesa, tableada. Sus medias blancas hasta el muslo. El delicioso aroma de shampoo de chicle de frutas de su cabello…

– Mel, vamos a mi cuarto. Allí estaremos mejor.

Ella asiente, me toma de mi mano (entrelazando dedos por supuesto) y vamos a mi cuarto. Al llegar, le pido que espere un momento en el vestíbulo, mientras enciendo las velas, pongo la música y sirvo la comida. Nos sentamos a comer lasaña y vino tinto. Decidí que le daría a ella también algo de vino. Además yo también bebería sólo un poco. Mi objetivo era relajarla y hacer de su pérdida de la virginidad un evento menos ansioso y más placentero.

Ella bebió su copa de vino, la cual llené a la mitad. Se observaba muy relajada y se reía con facilidad. Además, no dejaba de acariciarme, tocarme los senos y el trasero. Yo me tomé una copa sólamente, como dije, no suelo beber. Finalmente, ella viene hacia mí, y comienza a besarme apasionadamente. Yo la cargo y la arrojo en la cama. Ella me veía, sonriente, feliz. Creo que ella no se había caído en la cuenta de que esa sería nuestra última noche juntas. Su mirada de amor y ternura despertó mi lujuria.

Sin quitarle la ropa, la volteo y hago que se ponga boca abajo, con el rostro hacia abajo y el culito levantado. Así, decido ir por mi cámara y tomar algunas fotos, preguntándole antes si podía hacerlo. Ella aceptó siempre y cuando yo también me dejara sacar algunas. Al verla empinadita, boca abajo, me acerco a su traserito, el cual movía de un lado a otro, como invitándome a probarlo. Comenzé a acariciar sus nalgas, suaves, delicadas, y a besárselas y lamérselas. Me sentía como un animal en celo, quizá por el alcohol, no lo sé. Comienzo a bajarle sus bragas de algodón, deslizándolas hasta medio muslo, dejando al descubierto su delicioso ano y su jugosa vulva. Tomo algunas fotos más, y procedo a acariciarla con mi lengua en todo su trasero. Comienzo con sus nalguitas, luego chupo y lamo vigorosamente su vulva y su clítoris mientras masajeaba con mi dedo su ano, introduciéndo un poco de mi dedo para sentir su estrechez. Comienzo a sentirla my húmeda, y movía mucho sus caderitas, deseosa de más. Comienzo a lamer su ano, el cual estaba ya dilatadito por mi dedo, y pude introducir mi lengua en él un poco más. Me encantaba lamérle el ano mientras sentía sus nalgas en mi cara. Mi vagina estaba como grifo de agua abierto. Con mi mano la masturbo mientras le hacía el rimjob de su vida. En eso, siento que está por venirse y decido lamerle la vulvita. En eso, siento que se tensa, grita de placer y para mi sorpresa, llena mi boca de líquido. Estaba eyaculando. Ésta niña, a sus seis añitos, era una squirter y yo estaba saboreando sus dulces jugos. Eso me excitó de sobremanera, y comenzé a masturbarme por encima de mis panties mientras ella recuperaba el aliento. Ella me observa haciéndo ésto, y se acerca a mí, quita mi mano y la sustituye con la suya, mientras me besa el cuello y, tras sacarme un seno de la blusa, comienza a chuparme el pezón. Me pide que me quite las panties y así lo hago. Ella me dice que me empine al igual que ella y comienza a besarme el trasero y mis genitales, al tiempo que siento sus manitas en mi ano. Me sorprendí un poco cuando introdujo un par de dedos en mi ano, pero eso me excitó aún más, y terminé empapando la carita de mi amada por la intensidad de mi orgasmo.

Aún quiero más de ella. Me volteo hacia mi princesa, la beso y le digo:

– Quieres intentar otra cosa? Algo que hará que las dos disfrutemos al mismo tiempo?

Mel asiente con su cabecita, entusiasmada. Entonces, le indico que se coloque semisentada, con las piernitas abiertas. Aún teníamos puesta nuestra ropa, lo que lo hacía especialmente excitante. Yo me coloco en posición similar, y acercando mi cuerpo al de ella, hago que nuestras vulvas se peguen una con la otra, dándonos un beso íntimo. Era demasiado sexy el sentir su lampiña vulva, escurriendo, ardiendo, pegar contra la mía. Comienzo a mover mis caderas, frotándo nuestros genitales.

– Te gusta princesa?

La respuesta era obvia, ya que comenzó a lubricar más, a jadear y a contonear su pelvis.

– sí Caro… ah…ah… se siente… ah… muy, muy rico…

Tras frotarnos un poco, siento un nuevo e intenso orgasmo. El sentir mi clítoris de adulta rozar el pequeño e infantil clítoris de mi princesa era demasiado. Me vengo, escurriendo, chorreando néctar en abundancia. Pero continúo a pesar de estar muy sensible tras mi orgasmo. Quiero que ella se venga otra vez. Tras un par de minutos, la siento demasiado húmeda, como si se hubiera hecho pis. La niña tiembla, estremeciéndose de placer. Eso confirmó mi tesis de que mi pequeña princesa ya era una squirter a sus seis añitos. Ambas nos recostamos en la cama, recuperando el aliento tras tan intensos orgasmos.

Aún jadeando, me levanto. Le pido que espere un poco mientras enciendo las velas y los inciensos en el baño. Luego, la tomo de la mano y la llevo conmigo. Así, nos desnudamos y nos metemos al jacuzzi a relajarnos. Pero no pasó mucho tiempo antes de que ella comenzara a acariciar mis senos y a besarlos y chuparlos. Comienzo a masturbarla nuevamente. Pasamos un buen rato dentro del agua. Me encantaba sentir su resbalosa piel contra la mía. Besar su infantil boquita. No sé cuantos orgasmos tuvimos. Cinco, siete, diez… me sentía en el cielo. En ese momento era claro que existía un Dios y uno de sus ángeles estaba conmigo, amándome.

Tras salir del agua, vamos a la cama a seguir con nuestra pasión. En eso le digo:

– princesa, sabes que ésta va a ser nuestra última noche juntas?

Ella abrió los ojos, dándose cuenta de ello.

– No te acordabas Mel?

– No. No sé por qué creí que estaríamos juntas siempre…

Casi lloro al oír eso. Pero sólo la besé, y le dije:

– antes de que nos vayamos a casa, quiero hacer algo muy especial contigo.

Tomo el dildo rosado de mi bolso. Ella lo mira con curiosidad.

– Sabes qué es ser virgen princesa?

Le pregunto. Ella, tímidamente me responde:

– pues creo que es cuando una mujer lo hace con un hombre y éste mete su… cosa en… la cosa de ella.

Sonriendo, le digo:

– así es princesa. Ésta noche tan especial quiero que hagamos algo muy especial: quiero quitarte tu virginidad

Ella me mira, extrañada, pensativa. Finalmente pregunta:

– pero… cómo? Tú también eres mujer!

Entonces le muestro nuevamente el dildo.

– con ésto princesa. Quiero que ésta noche sea inolvidable.

Le presto el aparato, y lo analiza.

– Duele?

Le contesto honestamente:

– un poco al principio. Pero ese dildo es muy delgadito y seré muy cuidadosa princesa. A lo mejor sangras un poquito pero nada más un poquito. Luego te va a gustar cómo se siente cuando tienes el dildo adentro y una mujer lo mueve para que disfrutes. Si no quieres, no lo haremos. Pero me gustaría hacerlo porque significaría mucho para mí, y tú tendrás un inolvidable recuerdo mío.

Aún no se veía muy convencida. En eso se me ocurre algo. Mientras la beso, le pregunto:

– quieres meterme el dildo a mí primero?

Ella asiente entusiasmada. Así, me acuesto, y de digo cómo hacerlo. Ella se pone entre mis piernas, me da unos besitos tiernos en mis muslos y vulva que hacen que me lubrique mucho. Toma el dildo y lo mete poco a poco en mi vagina. Por lo delgadito del mismo, entra muy fácilmente. Me estremezco un poco y gimo de placer.

– Te duele Caro?

– no corazón, al contrario, se siente muy rico…

La niña lo introduce aún más:

– ahora sácalo y mételo varias veces, rítmicamente princesa… sí, así…

Elevo la cabeza para mirarla. Se ve muy entrada en lo que hace. Mira fijamente cómo el dildo me penetra. Mordiéndose el labio comienza a hacerlo más rápidamente. Finalmente, me retuerzo en la cama y tengo otro orgasmo.

Ella se acuesta encima de mí, me besa y me dice:

– yo también quiero intentarlo!

La recuesto. Separo sus piernitas. Primero debo excitarla, así que comienzo a lamerle la vulva y el clítoris. Tras llevarla casi al límite, tomo el dildo, aún empapado de mis fluidos, y lo coloco en su introito vaginal.

– si te duele dime y me detengo princesa.

Ella asiente. Comienzo a introducirlo, muy despacio. Su virginal vagina está sumamente estrecha, y aún con ese delgado dildo, batallo un poco para introducirlo. Mirándola siempre para ver si le duele, finalmente logro introducirlo lo suficiente y así rompo la resistencia de su himen, entonces el dildo entra un poco más. La niña cerró sus ojitos en expresión de dolor.

– te dolió mi amor?

– sólo un poquito, como un torzón chiquito. Pero ya no me duele tanto… ahora siento raro, siento rico…

Saco el dildo un poco. Lo observo con un poquito de sangrado. No mucho, supongo que lo pequeño de su himen hizo que el sangrado fuera escaso. Lo introduzco de nuevo, y luego lo saco otra vez. Cada vez era más sencillo el hacerlo, y era obvio que Mel lo estaba disfrutando. En eso, me dice:

– ahí viene Caro, otra vez…

Fue un hermoso espectáculo el ver su orgasmo. Saco el dildo, mientras ella seguía jadeando con los ojos cerrados. Observo el dildo, lleno de sus jugos, con un poquitín de sangre. No sé por qué, lo chupé, saboreando sus fluidos. Lejos de repugnarme, me hizo sentir más cerca de ella. Nos recostamos, abrazadas. Ella durmió primero, o eso creí, pues cuando comenzé a llorar pensando en el día de mañana, ella me dice:

– No llores Caro, vas a ver que vamos a estar juntas.

Creo que en su infantil imaginación ella daba por hecho de que íbamos a seguir juntas por siempre. Le doy un beso en la cabecita. Ella se voltea para verme y me dice las más maravillosas palabras que he oído:

– Caro… quieres ser mi novia?

Con lágrimas en los ojos, sonriendo como nunca en mi vida, y cubriéndole su carita de besos, le doy la única respuesta que podría darle:

– claro que sí princesa. Sí quiero ser tu novia!

La noche se pasó muy rápido. Más rápido de lo que hubiera querido. El despertador sonó y me apresuro a despertar a mi joven novia. Novia. Sí. Ya éramos novias, si bien ese día nos separaríamos contra nuestra voluntad.

Ya en su habitación (la cual destendí para aparentar que es allí donde habíamos dormido), llegó su madre a eso de las 9. Me dió las gracias, me despedí de Mel, y partí a mi habitación a empacar. El autobús al aeropuerto pasaría por mi a las 10 y media, así que me dí prisa.

En el lobby, suspiré mientras esperaba el autobús. Ni siquiera pude darle un abrazo o beso de despedida a Mel. Ya son las 10:30. Ya no falta mucho para irme y alejarme de ella, quizá para siempre. En eso suena mi teléfono. Es un mensaje. Emocionada, lo veo. Era Mel:

“no te vayas a ir todavía. Vamos en camino a despedirte”

Poco después veo que del elevador sale corriendo Mel, seguida por su madre. Llegan conmigo. Su madre es la primera en hablar:

– Lo siento, Melanie insistió en venir a despedirte. Le dije que a lo mejor no era prudente pero ella casi me rogó.

– no es molestia, al contrario, me da mucho gusto que mi princesa halla venido a despedirme.

En eso, el autobús viene a lo lejos. Ya casi es hora.

– Caro… gracias por todo. Cuidate mucho, te voy a extrañar muchísimo…

Me dice la pequeña, llorando a moco tendido. Con un nudo terrible en la garganta, y con los ojos ya con lágrimas, me agacho y la abrazo fuertemente. Ella hace lo mismo. Su madre nos observa a unos pasos, pero no me importa. Me despego de ella, la abrazo de su cabezita y nos pegamos las frentes, quedando nuestros rostros a sólo unos centímetros de separación.

– Nunca te olvidaré Mel. Cuidate mucho princesa. Yo también te voy a extrañar.

El autobús se detiene. Es hora de abordar.

Sabía que no debía hacerlo. Sabía que podía haber gente mirando. Sabía que podía meterme en problemas serios. Sabía que su madre estaba viéndonos de cerca. Pero nada me importó. Acerqué mi rostro al de ella y le dí un suave, breve y tierno beso en los labios. Ella sonríe, feliz. Volteo a ver a su madre, quien sorprendentemente no dijo nada. Sólo nos miraba, sonriente, tiernamente. El chofer guarda mis maletas, y subo al autobús, despidiéndome a través de la ventanilla de ese ángel que cambió mi vida.

El vuelo fue breve, con escala en la capital. Mientras me dirigía a la sala de espera a tomar el otro avión, sonó mi teléfono. Un mensaje, de Mel:

“te amo. Siempre siempre siempre te amaré y siempre siempre siempre vas a ser mi novia. Te amo Caro”

En ese momento, con mis sentimientos a flor de piel, rompo a llorar. Me importó un comino que la sala de espera estuviera llena. Lloré como nunca. Alguna gente me veía extrañada. Otros me veían tristemente. Al subir al avión, seguía llorando. La sobrecargo, una guapa y sexy rubia con un cuerpo de reloj de arena y peinado alto, me preguntó si todo estaba bien. Le dije que sí. No sé bien porqué, pero se acercó a mí, y me abrazó con dulzura. Comenzé a llorar en su hombro. La sobrecargo me acariciaba la cabeza, consolándome, y pacientemente esperó a que me calmara antes de llevarme a mi asiento.

En la casa y oficina, la gente notaba algo diferente en mí. Si bien me notaban como en las nubes, cual adolescente enamorada, me observaban muy triste. Pasaron varios días y no sabía nada de Mel. Quizá ella ya se olvidó de mí. Pensé en llamarla, pero tenía miedo de que las cosas se malentendieran (o en este caso, se entendieran a la perfección) con su madre. Algunas compañeras me preguntaban qué pasaba, otras sólo murmuraban que era mal de amores. Las menos allegadas decían que seguía sin superar lo de Dora.

Eran finales de junio, y recibo una llamada a mi celular. Un número foráneo que no conocía. No acostumbro a contestar esas llamadas por aquello de las extorsiones y asuntos similares. Pero volvieron a llamar otras 3 veces. Finalmente contesto:

– Caro? Gracias a Dios que contestas!

– eh, quién llama, perdón?

– soy Sara, la madre de Melanie, de la playa, si te acuerdas verdad?

Cielos, era la madre de Mel. Cómo consiguió mi número? Para qué me llamaba? Acaso vió las fotos o los mensajes del teléfono de Mel? Hablaba para reclamarme? O para decirme que ya me había denunciado? Mi corazón latía a mil por hora.

– s… sí, recuerdo… cómo conseguiste mi número?

– no fué fácil, tuve que ver el celular de Mel. Tenía un número guardado como Caro Playa, y supuse que eras tú.

– y en qué te puedo servir Sara?

– bueno, no sé si Melanie te ha llamado o no, pero está muy triste sabes? A veces no quiere comer y a veces llora de la nada. Cuando le pregunto me dice que no tiene nada, pero la he visto varias veces mirando fotos de la playa, sobre todo una donde estás con ella en la alberca.

– ya veo…

– creo que te extraña mucho Caro. Sabes, el cumpleaños de Mel es el próximo día 27…

Es verdad. Mi novia está por cumplir 7 años. Me enojé conmigo misma por no haberlo recordado.

– … y ella me pidió algo especial de regalo. Me dijo que de regalo quería verte otra vez, así que pensé en que si no estabas muy ocupada te vinieras ese día a la fiesta…

En realidad, esas fechas tenía mucho trabajo, pero no me importaba. Tomé un avión para llegar a su fiesta, pero se retrasó el vuelo y llegaría más tarde. Le avisé de ésto a Sara, y le pedí que no dijera nada a Mel, para sorprenderla.

Durante el vuelo vino a mi mente el momento en que Mel y yo nos despedimos. Su madre no dijo nada sobre el beso. Quizá pensó que éramos muy grandes amigas, y cariñosas una con la otra. O quizá era de mente abierta. Pero nada importaba. Iba a ver a Mel y eso me hacía sentir feliz.

El taxi me deja frente a una hermosa casa, muy grande. Es ya casi media noche. Llamo a la puerta y me recibe Sara. Me saluda de beso en la mejilla y me lleva a la sala, mientras me dice que le da mucho gusto que haya ido, pues Mel se iba a poner muy contenta.

Sara llama a su hija. Ésta baja por la escalera hacia la sala, donde yo estaba. Se veía preciosa con un vestido muy llamativo y un peinado perfecto.

– qué pasa mami?

– Melanie, mira quien vino a felicitarte!

En eso, mi novia me ve. Abre sus ojos, los cuales comienzar a dejar salir abundantes lágrimas, al igual que los míos. Me pongo de pie, y abro mis brazos para recibir a mi princesa, quien viene corriendo hacia mí. La abrazo con fuerza. Las dos estamos llorando. Incluso Sara llora de emoción. Mel me dice lo mucho que me extraño, y lo mucho que le hacía falta. Sobra decir que ese sentimento era totalmente compartido por mí. Realmente necesitaba estar con mi princesa.

EPÍLOGO

El día siguiente a su cumpleaños Mel y yo salimos a comer y al cine, ya como novias oficiales (aunque aún a escondidas). Tras eso regresé a mi ciudad. Mel y yo seguimos en contacto telefónico, pero yo necesitaba estar con ella. Decidí aventurarme y abrir una sucursal de nuestro negocio en su ciudad. Ante mi sorpresa fue una excelente decisión, pues los clientes se multiplicaron. Pero lo más importante era que estaba más cerca de Mel. De hecho, la oficina estaba a unos pasos de su colegio. A veces yo iba por ella cuando Sara estaba muy ocupada, y se quedaba conmigo en la oficina. Hasta acondicioné un cuarto con una cama y más cosas para que fuera nuestro nido de amor. Sigo amando a Mel más que nunca, y el sexo sigue siendo increíble. Ella me dice que cuando cumpla 18 se va a casar conmigo. Eso sería realmente hermoso.

No sé que nos depare el destino, pero una cosa es segura, yo lucharé por estar siempre junto al amor de mi vida: esa dulce princesa que quería unos panties usados como regalo de cumpleaños.


Fin

Califica esta publicación

Ayudarás al autor y a la administración a mejorar el contenido...

Promedio de puntuación 4 / 5. Recuento de votos: 3

Hasta ahora no hay votos. Sé el primero en puntuar este contenido.

Más de la serie "La princesa y los panties"<< La princesa y los panties, Parte 02

Ayúdame a mejorar la calidad del blog dejando tus comentarios en la parte de abajo y una calificación a la publicación aquí arriba. También puedes dejar tus dudas, sugerencias y/o comentarios en la página de contacto.

Si el relato lleva varios días sin continuación es muy probable que no la tenga 🙁, ¡pero quizás tú si la tienes 😀! Para compartir tu relato puedes usar la sección de Enviar relato

blogSDPA.com
blogSDPA.comhttp://blogsdpa.com
A este usuario se le asignan las publicaciones anónimas como Relatos SDPA y galerías multimedia.

1 COMENTARIO

ESCRIBE UN COMENTARIO

¡Por favor ingresa su comentario!
Por favor ingresa tu nombre aquí

Publicaciones similares